Descubriendo a Ariel

Soy médica en un hospital de Capital y esta es mi reciente historia con un enfermero.

Sóy médica, casada, 44 años y voy a usar este espacio como diván, porque necesito contárselo a alguien.

A comienzos de este año ingresó al sector donde doy servicios un nuevo enfermero. Voy a llamarle Ariel, aunque por supuesto no es su verdadero nombre.

Ariel es un chico de unos 25 años, alto, delgado y arrogante como todo pendejo.

El primer día que me lo cruce y me presenté me preguntó si era mi cumple. Le dije que no y le pregunté por que me lo decía. "Por los globos doctora".

Así empezamos.

De más está decir que pese a mis 44 años me considero sumamente atractiva y tengo muy buenas lolas que me gustan lucir.

No pasó mucho tiempo hasta que Ariel comenzó a ser tema de conversación entre las enfermeras. Ya se había acostado con varias y comenzaba a ser conocido por tener "una buena fama". Siempre que me lo cruzaba el pendex me tiraba onda. Yo de mi parte le retribuía con onda cero, como acostumbra a hablar mi hijo.

Poco después fallece la madre de Ariel, por lo que el chico se toma unos días.

Al reintegrarse le toca compartir una guardia nocturna conmigo.

Cuando me lo encuentro en uno de los pasillos le pregunto como está. Se pone a llorar y me abraza. No puedo menos que hacer lo mismo. Le acaricio la cabeza y le beso la mejilla. El pendex con los ojos llorosos me besa en la boca y se va como si nada.

Me quedé como una estatua. Miré para todos lados. Afortunadamente no había nadie en el pasillo.

Tenía una mezcla de enojo, ternura y una cierta excitación. "Son mis endorfinas", me dije.

A día siguiente tuve franco. Estuve casi todo el día sola. Mi marido en su trabajo, mi hijo en su colegio doble turno. Traté de hacer algo pero no podía dejar de recordar lo que había pasado. Decidí que tenía que hablar con el y aclarar lo sucedido.

Lo cité en mi consultorio. Tenía todo un discurso preparado sobre nuestras edades, nuestro trabajo en el hospital, mi condición de casada y varias pelotudeces mas. Ariel aparece como si nada. Me paro frente a el y empiezo el "speech".

No lo pude terminar.

Ariel me tomó de la cintura y me besó. Pero no fue un beso rápido como dos noches atrás. Me estaba comiendo la boca. Tardé unos segundos en darme cuenta que tambien tenía sus manos dentro de mi pantalón y de mi bombacha.

Como dice Enrique Pinti. Hay palabras que son insustitubles. No voy a decir nalgas, ni colita, el pendex me estaba sobando el culo mientras me sacaba el aire de la boca.

"Que haces boludo". Boluda fue mi frase.

"La voy a coger doctora".

A partir de ahí comenzaron no se cuantos minutos de locura.

Estaba en una nube que me asfixiaba y quemaba, pero de la cual no quería escaparme.

En seguida tuve la chaqueta abierta, mi lolas al aire, y Ariel me las chupaba con desesperación. Mi pantalón ya estaba en el suelo, mi bombacha a la altura de los tobillos y mi mano aferrada a su pija. Una muy buena pija por lo que podía ver.

"La puedo tutear doctora".

"Sos un boludo nene", le contesté.

"Entonces chupámela".

Siiiii. Me incliné y se la chupé, al mismo tiempo que le sacaba el jean y el boxer.

Después me hizo inclinar sobre el escritorio y forro mediante (estaba preparado el pendex) me empezó a coger.

"Como te gusta, fuerte o suave".

"Cogeme fuerte", le contesté.

"Vos lo pediste".

Me cogió como un salvaje, mientras me mordía el cuello y me apretaba las lolas con furia.

Me hizo acabar varias veces.

Me hizo decir cosas que nunca pensé podía decir.

Me hizo desear, me hizo suplicar.

Desde entonces una vez por semana nos metemos en un hotel.

Y no me avergüenzo en decir que estoy loca por el.

No se como va a terminar. Lo que si tengo en claro que esto es solo piel.

Hoy por hoy necesito que me coja, solo eso. El mes que viene no se. Supongo que esto se irá apagando y alguna vez va a terminar, mientras tanto disfruto cada cm de "su fama", como dicen las enfermeras del hospital.

Y por sobre todas las cosas confío en su discresión.