Descubriendo a andy

Es la historia de un hombre, habitual de casas de contactos, donde acude con frecuencia en busca de sexo con chicas. Pero un día, una de las chicas propone que participe en los juegos un muchacho brasileño. El cliente acepta y desde entonces las cosas cambian...

DESCUBRIENDO A ANDY

Yo era cliente habitual de aquella casa. Se trataba de un pequeño piso situado en el extra-radio de la ciudad y muchas veces, cuando me encontraba muy cachondo, acudía a calmar mis "ardores" a aquella casa.

Lo normal en aquellos encuentros era echar un polvo y luego marcharme a mi casa. Pero en esta ocasión fue distinto; nada más llegar, la "madame" hizo pasar a todas las chicas por la pequeña salita donde las hacía desfilar ante los clientes. La señora de la casa reemplazaba a las muchachas con frecuencia, de tal modo que era muy difícil coincidir mas de una o dos veces con la misma chica, así que una vez más, me dispuse a mirar con qué chica quedarme. Y había una que había llamado poderosamente mi atención. Era una muchacha tremendamente atractiva, no era excesivamente alta, pero perfectamente proporcionada. Unos pechos duros y turgentes, propios de una mujer de no más de 22 dulces y maravillosos años.

Cuando hubieron desfilado todas las chicas, entró nuevamente la madame y me preguntó con cual me quedaría. Sin dudar le respondí:

-Con Claudia; quiero que venga Claudia.

Antes de dos minutos tenía a Claudia en la cama y comenzamos con nuestros juegos amatorios. Sin prisas, (aunque cada minuto contaba), pero yo podía permitírmelo y quería disfrutar de aquel bombón rellenito, que me iba a "comer" yo solito.

En ocasiones anteriores yo actuaba casi instintivamente, como un autómata. Pero con Claudia fue diferente; ella me dijo:

-Déjame hacer a mi, mi amor...

Y yo le hice caso y me dejé manejar por aquel bellezón.

Lo primero que hizo Claudia fue deshacerse de mi camisa, quedando al descubierto mi torso maduro y velludo, y mi barriga incipiente, que se hacía cada día más evidente. Pero eso no me importaba; aquella tripa de hombre maduro, volvía locas a las chicas con las que me acostaba, (eso decían ellas). Pero ya sabe uno que eso forma parte de su trabajo, que para eso cobran.

Luego bajó la cremallera de mi bragueta y bajó mi pantalón, bajando seguidamente mi boxer, y dejando al descubierto mi verga, que ya estaba empezando a crecer. La agarró y se la metió en la boca, haciéndome una magnífica mamada antes de acostarnos. Pero como el tiempo contaba y éste pasaba rápido, nos metimos en la cama, haciendo las mil y una postura a las que ya estábamos acostumbrados.

Pero en esta ocasión, mi amiga Claudia hizo algo diferente; antes de introducir mi polla en su coñito, ella lo agarró bien y comenzó a frotarlo sobre su clítoris, y conforme lo frotaba, lanzaba gemidos de placer, al tiempo que yo también lo hacía. Mi polla lubricada se frotaba contra su chichita que tambien estaba mojada, y el placer era enorme... ¡uf... que gustoooo!

Esto era algo nuevo para mi y me gustó mucho, luego se la introdujo en la vagina y comenzamos a movernos sin parar, el uno contra el otro. En un cambio de posición me dijo algo que me dejó perplejo:

-¿Quieres que entre Andy??

-¿Andy? ¿Quien es Andy?

-Es un muchacho recién llegado de Brasil que te va a encantar.

-Pero... ¡yo no soy gay!. (le dije). ¡No me gustan los hombres!... Bueno, no se, nunca he estado con ninguno.

-A mi me encantaría hacer un "sándwich" con los dos. Me encantaría sentir una polla en mi coñito y otra en mi culito. Las dos a la vez... ¿quieres?

Para mi era muy extraño aquello. Nunca había imaginado nada igual y me parecía bastante inusual. Pero ella insistía:

-¡Anda, mi amor!, no te costará ni un euro más. Compláceme, mi vida...

-Pues... dile que entre, (contesté).

A los pocos minutos llamaron a la puerta y Claudia dejó pasar a un muchacho mulato de unos 25 años, escultural, muy bien proporcionado y guapo, guapo de verdad. El muchacho se presentó como Andy y venía tan sólo con un boxer, así que se lo quitó, se metió en la cama con nosotros y comenzamos nuestros juegos.

Yo nunca había penetrado a una mujer por detrás, (y mucho menos a un hombre). Era algo que no me apetecía, a pesar de llevar puesto un condón. Pero eso de meter mi polla en un culo, era algo que no me hacía mucha gracia. Pero Andy dio toda clase de facilidades y propuso ser él quien se la follase por detrás. Así lo convinimos y Andy se tumbó boca arriba. El muy cabrón tenía una polla descomunal que me dieron ganas de agarrarla y llevármela a la boca, a pesar de que yo jamás había tenido ningún tipo de relaciones homosexuales. Pero el jodido Andy era tremendamente atractivo y deseaba mucho sentir el roce de su piel y aquella polla soberbia en mi boca. Pero no dije nada.

Claudia se colocó de espaldas sobre Andy, de manera que éste, que ya la había preparado y lubricado el ano suficientemente, se introdujo fácilmente la polla del muchacho. Solo faltaba yo, y, sin pensármelo, me puse sobre Claudia, primero frotando -como ella había hecho poco antes- mi polla sobre su clítoris, para introducirlo a continuación.

La muchacha no dejaba de gemir de placer, y el chico no se quedaba atrás. Yo estaba entre encantado y asombrado, pues jamás me hubiese imaginado que me vería en aquella situación.

Andy y yo procurábamos que nuestros huevos se tocasen, mientras teníamos aprisionada a Claudia, como una loncha de queso entre dos rebanadas de pan de molde. Lo que se dice un verdadero "sándwich".

Pero lo asombroso es que el contacto de la piel del muchacho me excitaba. Y mucho más me excitaba el roce de sus huevos contra los míos. Era una sensación de placer que jamás había experimentado anteriormente.

En un momento de aquellos juegos, Andy propuso que cambiásemos de posición y me quedase yo en la cama, boca arriba. Pero como percibió en mi un gesto de extrañeza me dijo:

-No te preocupes, papi; ella se pondrá mirando hacia ti y yo me clavaré por detrás.

Nuevamente yo estaba ansioso por sentir el roce con los huevos del muchacho. Por cierto, aparte de bien dotado, el muy canalla tenía unos huevos descomunales. Hubo un momento en el que le dije:

-¿Los puedo tocar?

-Claro, papi, estoy a tu entera disposición. Puedes hacerme lo que tú quieras...

Entonces le dije al muchacho:

-Por favor: ve un momento a lavarte y vuelve.

El chico entró al baño, se bañó y regresó rápidamente. Luego se puso frente a mi y me dijo:

-¿Que quieres que haga, Papi?

Entonces le agarré la polla y comencé a chupársela, pero a mitad de mi faena pensé que algo me daría más placer. Así que le propuse a Claudia que se abriese de piernas para follármela, y que Andy se situase sobre ella, de manera que pudiera estar chupándole la polla al muchacho, mientras me follaba a la chica y, con las manos, sobarle las preciosas y durísimas tetas a la muchacha.

Aquello era como estar en la gloria. Nunca había experimentado nada igual... En un momento determinado el muchacho propuso cambiar de juego y me dijo:

-Papi, ¿quieres follarme tu, mientras yo se la meto a Claudia?

Me pareció una genial idea. Nunca me había follado a un tio, (y mucho menos, nadie me había follado nunca, pero aquello me pareció maravilloso. YO había visto algo similar en algunas películas, pero ahora lo estaba viviendo en mis propias carnes. El gozo fue total. Me corrí dentro del muchacho, al tiempo que él lo hacía dentro de la muchacha. Una sensación inimaginable que jamás había sentido.

Luego de terminar, me lavé en el baño contiguo a la habitación y nos despedimos hasta la semana siguiente, ya que yo iba a aquella casa una vez a por semana.

Al martes siguiente, como era habitual, me presenté en la casa y no estaba la "madame" que siempre me recibía. En su lugar me abrió la puerta una muchacha a quién pregunté por Claudia. Me dijo que Claudia se había trasladado a Barcelona, pero que había un precioso plantel de chicas a mi disposición.

Esperé, como de costumbre en la pequeña salita, y comenzaron a desfilar algunas muchachas que yo no conocía. Pero ninguna de ellas lograba despertar mi atención.

Entonces le pregunté por Andy.

-¿Andy?. Andy si está. Quieres que venga él.

-Si, si. Por favor...

A los pocos minutos apareció Andy, como siempre con su boxer. Era un muchacho muy varonil, nada de pluma, que me encantó desde la primera vez.

El se extrañó de que le llamase a él, precisamente, pero yo estaba seguro de que él también había quedado muy satisfecho cuando estuvimos juntos.

Entonces le dije que había preguntado por Claudia y me habían dicho que ya no estaba en la casa. Pero insistí en lo bien que lo habíamos pasado juntos. El estaba dispuesto a complacerme, así que, inmediatamente pasamos los dos a la habitación contigua.

Nos desnudamos y comenzamos a besarnos, acariciarnos, a besarnos y abrazarnos. Ambos nos deseábamos mutuamente y hubo un momento en el que me dijo:

-Papi; tú me gustaste desde el primer día que te ví.

-¿Como?, (le dije); El primer día que nos vimos fue la semana pasada.

-Tu a mi si. pero yo a ti ya te había visto otras veces...

-¿Cómo?, (respondí). Yo jamás te había visto...

-Si, Papi, pero desde el cristal que hay en la entrada, (que parece un espejo), nosotros vemos a todo el que entra.

¡Que cabrones...!. (pensé). Pero el muchacho añadió.

-Desde el primer día que te ví llegar, había soñado con estar contigo en la cama, pero como tú siempre preguntabas por Claudia, no podía ni sospechar que yo pudiera gustarte. Pero un día le propuse a Claudia que ella te dijera de entrar con vosotros. Pero lo que yo quería era disfrutar contigo...

Aquella revelación me dejó helado. Parecía como que aquel muchacho se había enamorado de mi. Y lo curioso del caso es que yo si que me estaba enamorando de él. Aquellas confesiones (que yo suponía sinceras), me inclinaban a sentir algo por él. Aparte de que aquel muchacho tenía una figura espléndida y una polla maravillosa, grande y gorda.

Yo nunca hubiese imaginado que pudiera disfrutar comiéndome un falo semejante, pero todo fue conocer a Andy, algo en mi interior comenzó a cambiar. Desde entonces, las veces siguientes siempre he estado con él. Un día me dijo que tenía que darme una noticia que no me gustaría. Y es que, a la semana siguiente ya no estaría en la casa, pues debía irse a Barcelona.

Este tipo de gente suelen cambiar de un lado para otro. Pero Andy dejó en mi una enorme huella que tardaré mucho en olvidar. Era un ser maravilloso y nunca tenía prisa cuando estaba conmigo, a pesar de que tienen los tiempos bastante ajustados. Pero sentir los brazos de Andy, sus besos y sus caricias, es algo que jamás podré olvidar.

divor2008