Descubriendo a Alexandra
Nunca en mi vida de travesti había tenido una amiga como ella: Sincera, honesta, alegre, respetuosa pero sobre todo Mujer real.
Teníamos tiempo de conocernos. Ella me había encontrado por curiosidad, es decir, encontró mi dirección de correo electrónico y decidió ponerse en contacto conmigo. Cuando coincidimos en el messenger conversamos un buen rato y fue así como surgió esta gran amistad.
Casi hablábamos diariamente y en nuestras platicas comentábamos de todo como las dos grandes amigas que ya éramos. Cuando el tema era el sexo lo hacíamos de una forma completamente abierta y llena de respeto. Cada una de las dos llegamos a confesarnos nuestros secretos e íntimos deseos.
Nunca en mi vida de travesti había tenido una amiga como ella: Sincera, honesta, alegre, respetuosa pero sobre todo Mujer real.
Le gustaba cómo disfrutaba mi travestismo. No había críticas ni burlas. Solo comprensión y complicidad. Por ello constantemente le enviaba fotos y videos en las que siempre me encontraba vestida.
Fue tanto lo que compartimos que comenzamos a tener necesidad la una de la otra. De repente ya no solo queríamos hablar de nuestros deseos sino que ahora queríamos llevarlos a la realidad y satisfacerlos plenamente. Sin embargo teníamos un problema en común: ambas nos encontrábamos en ciudades diferentes. Alguna de las dos tendría que tomar la iniciativa para viajar a la ciudad de la otra.
Pero ocurrió algo que nos iba a permitir llevar a cabo lo que tanto anhelábamos.
Por cuestiones de trabajo tendría que desplazarme a la ciudad en la que ella se encontraba, así que emocionada le comuniqué de mi visita y ambas hicimos los planes necesarios para conocernos personalmente.
Ahora al fin nos encontrábamos allí, en la habitación de un hotel, la cual sería mi casa durante los dos días que iba a durar mi estancia en esa ciudad.
Me estaba deleitando viendo cómo se arreglaba después de que ambas tomamos un baño. Era grandioso ver cómo surgía esa mujer sensual que tantas veces había imaginado y deseado.
Su desnudez me había fascinado, sin embargo, ambas habíamos decidido estar vestidas con lencería que compramos para esa ocasión tan especial.
No podía contener mi emoción y mucho menos mi erección, pero no me moví del sillón en el que me encontraba observando cómo colocaba las medias en sur piernas de una forma lenta, sugestiva, acariciando al mismo tiempo; se colocó ambos zapatos y su figura estilizada me invitaba a acercarme a ella pero me contuve; continuó con la tanga la cual resaltó su bien formado trasero. Ella me miraba de una forma tan sensual, tan provocativa que estuve nuevamente a punto de levantarme para tomarla entre mis brazos y hacerla mía...pero una vez más logré serenarme. Irradiaba sensualidad por todos los poros de su piel.
Finalmente colocó el corsé y perdí de vista sus deliciosos senos. Coloco los broches de sus piernas y caminó contoneando sus caderas hasta donde me encontraba sentado. Quedo frente a mí y sin mediar palabra comenzó a acariciar su cuerpo al tiempo que cerraba sus ojos. Pasaba sus manos sobre ambos senos, recorría su vientre hasta llegar a la entrepierna; luego a sus piernas. Ni que decir cómo me encontraba en ese momento.
Pasados unos minutos se fue volteando de forma lenta hasta que finalmente su trasero quedo frente a mí, era una vista deliciosa, excitante, sentía que no lo soportaría más y me levantaría para tomarla pero decidí respetar nuestro acuerdo. Yo tenía que estar vestida también.
Ella entendió mi situación, no quiso extender mi sufrimiento y fue a sentarse frente al tocador. Comenzó a maquillar su rostro. Creí enloquecer nuevamente al aspirar el suave aroma de sus polvos. Sus ojos quedaron enmarcados por unas suaves sombras de color azul, sus pestañas por el negro rimel y sus labios de un color rojo??.
Se encontraba completamente lista.
Ahora era mi turno de vestirme.
Imité los movimientos de ella y también comencé poniendo las medias en ambas piernas; me calce los zapatos y me acerqué al espejo para ver cómo mi trasero también era levantado deliciosamente. Tampoco ella quitaba la vista de mi figura. Continué con la tanga, sin embargo no lograba acomodarla por causa de la erección. Seguí con el corsé y al terminar de acomodarlo coloqué el par de senos postizos.
Estaba casi por terminar. Antes de sentarme frente al tocador para que ella me maquillara decidí imitar también las caricias sobre mi cuerpo hasta quedar también de espaldas hacia ella. Ya las ansias eran muchas. Terminó de maquillarme y por último colocó la peluca finalizando por completo nuestro arreglo.
No había palabras. Todo lo realizamos como si hubiera sido perfectamente ensayado.
Ambas estábamos decididas a realizar nuestros más profundos deseos. Yo me me iba a encargar de satisfacerla plenamente y ella haría lo mismo por mí.
Y esto fue lo que ocurrió.
Estaba de espalda, frente a mí. Mis ojos la recorrieron de arriba abajo. El corsé y las medias le ajustaban perfecto. Toda su figura me excitaba. Sin embargo lo que más atraía mi atención en ese momento fue su trasero. La diminuta tanga lo hacia verse enorme. Los zapatos, altos, lo levantaban de una forma deliciosa. Mi respiración se agitaba poco a poco y mi miembro, erecto por completo, me causaba un ligero dolor al estar aprisionado por la tanga.
No pude esperar más. Me acerqué lentamente a ella y agachándome un poco coloqué mis manos en su cintura y deposité un beso en su hombro derecho. La escuché gemir y continué arrastrando mis labios por sobre toda su espalda desnuda hasta llegar a su otro hombro. Su respiración se fue agitando.
Arrastré mis labios sobre su cuello y al llegar a su oído saqué mi lengua para lamer la parte posterior del mismo. Ladeó su cabeza y comencé a dar pequeñas mordidas en su oído. Al tiempo me acerqué más logrando colocar mi pene enmedio de sus nalgas. Ella, al sentirme, dejo escapar un delicioso y prolongado gemido. Acto seguido comenzó a empujarse hacia atrás una y otra vez. Yo no dejaba de morder y soplar en su cuello y en su oído.
Pasado un rato empezó a mover sus caderas de un lado a otro permitiendo que mi pene se arrastrara sobre toda la extensión de sus nalgas. La tanga estaba bañada de mis líquidos. Me retiré y pude ver como en sus nalgas quedaban rastros de los mismos.
La fui volteando lentamente hasta que ambos quedamos de frente. Pegamos nuestros cuerpos y buscando nuestras bocas nos fundimos en un beso prolongado y profundo. Mi lengua jugaba con la de ella. De vez en vez mordía sus labios. Mis manos recorrían sus senos y al estar sobre ellos los estrujaba con algo de rudeza. Finalmente las llevé hasta sus nalgas y de igual manera las estrujé violentamente. No dejábamos de besarnos. Pero ahora ella había tomado mi pene y lo restregaba sobre su sexo. Dejé que ella hiciera.
Al fin nos separamos y ella, tomando la iniciativa, comenzó a besar mi cuello bajando lentamente sobre el pecho y el vientre hasta que finalmente quedo hincada frente a mí. Sabía lo que deseaba y mi dispuse a disfrutar.
Comenzó a besar mis piernas mientras una de sus manos acariciaba mi pene. Llegó a una de mis ingles y sacando su lengua la recorrió de arriba abajo. Mi pene era acariciado a su vez por una de sus mejillas. La tanga ya me molestaba y ella, adivinando mi situación, la retiró con una mano liberando el miembro el cual brillaba por todos los líquidos derramados.
Me miró felinamente y sin esperar más tomo mi pene y acercando su boca depositó un prolongado beso en la punta del mismo. Me estremecí cuando comenzó a girar su lengua sobre la punta. La miré a los ojos y su mirada era de placer y lujuria. Estaba encantada con lo que me estaba haciendo. Apoyo sus manos en mis muslos y abriendo su boca fue engulliendo lentamente mi pene. Lo disfrutaba centímetro a centímetro. Yo veía cómo desaparecía en su boca y eso incrementaba más mi erección. Su boca era cálida y suave.
No había vello en mi entrepierna por lo tanto fui testigo cuando mi pene desapareció por completo dentro de su boca. Se quedo completamente quieta sorprendida de lo que estaba haciendo, disfrutando el sabor del miembro.
Y comenzó la retirada haciendo una leve succión a medida que el miembro salía de su boca. Mis piernas amenazaban con flaquear por la gran excitación que sentía. Pensé que se retiraría por completo pero no fue así, nuevamente la introdujo en su boca repitiendo la acción un buen número de veces.
Tenía su cabello recogido con una cinta. Tuve que tomarla del nudo de la misma para indicarle que se detuviera. Sentía los espasmos previos a una gran eyaculación. Ambos nos detuvimos unos minutos hasta que sentí que la eyaculación estaba controlada. Fui yo quien comenzó el movimiento de mete y saca en su boca. Fue otro momento cachondo ya que la tenía tomada del cabello mientras ella amoldaba su boca sobre el pene para no lastimar con los dientes.
Finalmente me detuve y la ayude a incorporarse. Cuando ambos quedamos de frente nos fundimos en otro prolongado beso. Su boca tenía el sabor de mi pene el cual disfrute enormemente.
La retiré y le pedí que subiera en la cama y se acostara boca abajo. Le pedí que se relajara. Así lo hizo y también yo subí a la cama colocándome por encima de ella en cuatro manos. Me agaché un poco y volví a besar su espalda desnuda al tiempo que acercaba mi pene por enmedio de sus nalgas. Nuevamente ese gemido de placer. Dí un paseo sobre toda su espalda bajando hasta llegar a sus nalgas las cuales besé y mordí sin tregua. Mi pene chocaba con una de sus piernas dejando rastros de saliva y de sus propios líquidos en la media que tenía.
Y llegó el momento en que le pedí que se incorporara un poco hasta quedar empinada. Quería contemplar su trasero. Acariciar sus nalgas, verlas divididas por la tanga. Quería retirar la tela que se perdía entre ellas para picar su ano con mi lengua mientras ella me ayudaba con sus manos. Quería disfrutar su aroma. Quería escucharla gemir de placer.
Y así fue hecho. Y así ocurrió.
Se hizo hacia delante y se incorporó. Y mirándome con deleite me pidió que me acostara boca arriba.
Estando acostada se acomodó de tal forma que nuevamente su rostro quedó a la altura de mi pene. Lo tomo con una mano y comenzó a pasarlo sobre todo sus rostro, sus cejas, sus mejillas, su nariz. Sin más lo introdujo nuevamente en su boca. Lo metía, lo sacaba, lo recorría con la lengua, besaba mis testículos. Ensalivaba el pene, lo masturbaba, lo mordía levemente con sus labios hasta que finalmente se retiró y descubriendo sus senos tomó mi pene y lo restregó en sus pezones, uno a la vez.
Era delicioso verla satisfaciendo su deseo. De repente se retiraba y volvía a ensalivar mi pene para pasearlo sobre ambos senos. La detuve y la acerqué de manera que pude besar sus senos y morder sus pezones los cuales tenían el sabor de mi miembro.
Era el momento de excitación que estaba esperando, no haríamos nada en lo que ella no estuviera de acuerdo pero sin más le dije la frase más llena de sinceridad de ese momento: Quiero que seas mía.
No dijo nada. Solo se escuchaba nuestras respiraciones agitadas.
Acto seguido se alejó un poco y se acomodo de manera que su sexo, aún cubierto por la tanga, comenzó a restregarse sobre el miembro. Sentí su tanga completamente humedecida por sus fluidos. Y el aroma de estos exacerbo aún más mis sentidos.
Por fin se detuvo y mirándome fijamente comenzó a retirar la tanga de su sexo. No hubo más preámbulos. Cuando la hubo retirado toda se acomodo por encima del pene y tomándolo con una mano colocó la punta a la entrada de su vagina. Las dos estábamos emocionadas, nuestros corazones latían fuertemente...y comenzó el recorrido del pene al interior de su sexo. Era fabuloso sentir como invadía su vagina, suave, cálida, completamente lubricada; hasta que sentí que sus nalgas descansaban en mis muslos. La penetración era completa y el momento muy sublime.
Abrimos nuestros ojos, nos miramos; levanté un poco las piernas y ella pudo acomodarse de forma que se inclinó y nos fundimos en otro beso prolongado. Coloqué mis manos sobre sus nalgas y las recorrí hasta donde pude. Elle comenzó a girar sus caderas mientras que yo apoyaba mis piernas en la cama para empujar hacia arriba. Nuestros movimientos, ya sincronizados, se hicieron frenéticos.
Pase mis manos a su espalda por encima de sus nalgas de forma que tuvo que inclinarse un poco más permitiendo que la penetración se hiciera más profunda. Al mismo tiempo sus senos quedaron al alcance de mi boca y sin dudarlo comencé a pasar mi lengua por sus pezones, después los mordí suavemente, luego los succioné. El aroma de su cuerpo y el sabor de su piel me enardeció más.
Volví a sentir nuevamente los espasmos previos a la eyaculación, sin embargo ella llegó primero que yo al clímax Gemía placenteramente mientras comenzaba a escurrir hacia mi bajo vientre los fluidos de su orgasmo. Yo empujaba con fuerza hacia arriba mientras ella se descargaba por completo. Contuve mi respiración para evitar mi eyaculación. Mi plan era otro.
Se encontraba extenuada. Se recostó sobre mí y ambos nos prodigamos un sin fin de caricias y besos. Sentía mi pene más grande de lo normal.
Pasados unos minutos acerqué mi boca a su oído y agradecí el momento, luego le pedí se desprendiera de mí. Pude ver mi pene completamente bañado por sus fluidos. Me incorporé y bajando de la cama le pedí me mostrara su trasero. Ella lo hizo empinándose delante de mí. Acerqué mi rostro y haciendo la tanga a un lado me dediqué a picar su ano con la lengua. Ella me ayudó tomando sus nalgas y abriéndolas para mí. Nada impidió que mi lengua penetrara su ano. Podía aspirar el aroma de su sexo. Con un dedo tomé un poco de ese fluido y lo llevé a su ano para meterlo poco a poco.
Al ver como desaparecía por completo me acerqué a una de sus nalgas y la mordí al tiempo que sacaba y metía el dedo rápidamente. Volví a escuchar ese delicioso gemido.
No pude más. Saqué el dedo y tomando mi pene lo dirigí a su ano, lo coloqué a la entrada del mismo y comencé a empujar suavemente. La punta se abrió paso sin problema, sentía la presión de su ano. Decidí penetrarla centímetro a centímetro. Quería que sintiera el placer de ser invadida por detrás. Que se olvidara del mito de que es algo muy doloroso. Para eso nos ayudó la lubricación previa.
El recorrido del miembro era lento, suave, pausado; ella soltó sus nalgas y fui yo quien las abrió nuevamente para dirigir la penetración. Sentí que no tendría que arremeter su trasero, nuevamente los espasmos de la eyaculación se hicieron presentes. Continué penetrando sin detenerme hasta que finalmente quedé pegado a s cuerpo. Solté sus nalgas y me aferré a sus caderas atrayéndola hacía mí. Solo unos cuantos movimientos bastaron y comencé a eyacular dentro de ella, quien al sentir mis espasmos, comenzó a gemir nuevamente.
Pasados unos minutos comencé la retirada. Mientras lo hacía acariciaba sus nalgas, sus caderas y su espalda hasta donde podía. No apartaba mis ojos del miembro que aparecía poco a poco aún brilloso por todos los líquidos derramados.
Cuando se sintió completamente libre se recostó boca abajo en la cama y yo de inmediato hice lo mismo quedando a su lado. Nuestros rostros quedaron de frente y no hicimos más que mirarnos tiernamente.
Todo había concluido...por el momento. Ella me tenía reservada una sorpresa.