Descubrí el sexo mirando cómo se cogían a mi madre

Les cuento cómo descubrí el sexo; fue en una fiesta; mi padre estaba muy ebrio y mi madre se encontró con un hombre, teniendo relaciones sexuales. Yo los miraba escondida, pero fui sorprendida por otro hombre, quien se aprovechó para quedarse con mi virginidad.

Descubrí el sexo mirando cómo se cogían a mi madre

Resumen:

Les cuento cómo descubrí el sexo, mi primera vez. En una fiesta, luego de la comida, en donde mi padre estaba muy ebrio, vi cómo mi madre se encontraba con un hombre, a escondidas, y comenzaron a acariciarse y terminaron teniendo relaciones sexuales. Yo los miraba escondida, pero fui sorprendida por otro hombre, quien se aprovechó de mi estado de excitación para tocarme mi sexo y predisponerme a la cópula, logrando al mismo tiempo quedarse con mi virginidad.

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Quiero contarles un poco de mí, de cómo descubrí el sexo, mi primera vez. Somos una familia que vivió en una ciudad muy pequeña, apenas un poco más que un poblado. Éramos padre, madre y dos hermanas, yo la mayor y luego mi hermana, que es cinco años menor que yo.

La primaria la hicimos en escuela particular, sólo que, el año que pasé a la secundaria nos pasaron a una escuela de gobierno, pues la situación económica era delicada: mis padres se andaban divorciando, pero todavía vivían juntos, aunque mi padre faltaba de vez en cuando a la casa. Yo acababa de cumplir mis 13 años. Mi hermana andaba en los 8.

Un día nos invitaron a una comida en casa de una tía de mi mamá, una casa grande, antigua, adonde íbamos con frecuencia, pues mi mamá es muy apegada a esa tía, hermana de su mamá. Es una casa que alguna vez tuvo caballerizas, ahora jardines, y tiene muchas habitaciones, casi todas vacías o llenas de trebejos e inutilidades.

En la comida mis padres se sentaron separados. Mi papá platicaba y tomaba en una mesa con algunos de sus conocidos y mi madre estaba al lado de mi tía, del marido de mi tía y de otras personas, que compartían otra mesa con ellos.

Yo andaba jugando a las escondidas y en una de esas, estando escondida, vi venir a un hombre, uno de los invitados, que estaba en la mesa de mi tía y al que alguna vez había yo conocido, al menos de vista. Llegó y se metió detrás de una pared, como si también se quisiera esconder. Se detuvo y se asomó, de manera discreta y así estuvo por unos instantes, observando, con cierta preocupación, hasta que apareció mi mamá.

Mamá traía un vestido amplio, que le daba a la rodilla, de una sola pieza, color paja, con un cinturón de tela y con cierre por la espalda; andaba con unos tacones color beige, muy altos, y no se si por eso, caminaba intranquila, se le veía algo nerviosa y volteaba continuamente hacia atrás, hasta que dio la vuelta y se encontró con ese hombre. Quedaron enfrente de mí, a unos metros de distancia, pero sin verme, aunque yo sí los podía ver, pues me encontraba escondida detrás de unas cajas de madera conocidas aquí como “huacales”, jugando a las ”escondidas”.

Ocultos de posibles miradas, el hombre la quiso abrazar, pero mi mami lo rechazó:

  • ¡No Don Elías…, no me gusta lo que me propone…, ahí adentro se encuentra mi

esposo…, y Ud. también es casado…, tiene su esposa…, familia…!.

= ¡pero tengo muchas ganas de estar contigo…, siempre me has gustado…,

quiero acostarme contigo…, besarte tu cuerpo…, llenarme de ti…!,

le decía ese hombre, jalándola de los hombros, atrayéndola hacia su cuerpo, sin embargo, mi madre no se dejaba:

  • ¡No…, no está bien Don Elías…, no es correcto…!.

= ¡pero a ti te hace falta…, ¿hace cuánto que no te la mete tu esposo…, eeehhh?.

Mamá agachó la cabeza y se quedó callada, sin responder la pregunta, pero el hombre aquel se lo volvió a preguntar…

= ¡ándale…, contéstame…!,

le preguntó, poniendo su mano encima de la entrepierna de mi mamá, quien de inmediato se la retiró:

  • ¡No Don Elías…, déjeme por favor…, me está poniendo nerviosa…, inquieta…,

intranquila…!,

= ¡Caliente…, quiero ponerte caliente…, para poderte coger bien sabroso…!,

y la jaló con mucha fuerza hacia él, buscándole al mismo tiempo su boca, tratando de darle un beso en la boca.

Mamá volteaba la cabeza, tratándose de negar a ese beso, pero el hombre la tenía aprisionada entre sus brazos y muy pegada a su cuerpo, insistiendo en el beso, hasta que lo consiguió, aunque de manera fugaz, y luego de ello, mi madre hizo de lado su cara; el beso se terminó y el hombre se encabronó:

= ¡déjate…, me tienes tremendamente caliente…!,

le dijo, elevando la voz, jalándola de los cabellos y besándola en la boca de manera brutal.

Esta vez mamá ya no protestó: aceptó el beso y hasta lo contestó, con otro beso, muy apasionado, tanto que me hizo sentir una descarga eléctrica en todo mi cuerpo y unas cosquillitas que yo no conocía, allá en la mitad de mis piernas; ¡estaba temblando de la emoción...!. No se porqué, pero sentí al mismo tiempo mucha curiosidad, ¡pero también muchos celos...!.

El hombre aquel comenzó a frotar su cuerpo contra el cuerpo de mi mamá: también de inmediato le pasó sus manos sobre sus posaderas y la atrajo contra de él. Mamá no dejaba de mirarlo, con una cara algo angustiada, pero como de aceptación. Le dijo en voz baja algo como:

  • ¡No Don Elías…, espérese por favor…, me está poniendo caliente…!, ¡se me hace muy arriesgado…!, ¡alguien nos puede encontrar…!,

y separándose del abrazo, se dio media vuelta, pero el hombre la sujetó por la espalda y le puso sus manos directamente sobre de sus senos, al tiempo que la besaba en el cuello. Ella echó para atrás la cabeza y soltó un gemido muy placentero:

  • ¡Aaaahhh…, Don Elías…, por favor…, me está calentando…!,

le dijo mamá, pero el hombre empezó a acariciarlos y a estimularle los pezones, jugando con ellos por encima de aquel vestido.

Mamá iba suspiro tras suspiro y sus mejillas estaban muy rojas:

  • ¡Don Elías…, me está poniendo caliente, por favor…, no le siga…!,

le dijo mi madre, volteando a mirarlo, y se dieron un nuevo beso en la boca, con lo cual mi madre aceptaba la caricia que ese hombre le prodigaba.

El hombre le soltó los senos y le comenzó a levantar el vestido; le metió las manos por debajo de su vestido y se lo comenzó a levantar, mostrándome de esa manera sus piernas y muslos, bien hechos, los cuales había separado muy ampliamente. Mamá llevaba unas pantaletas amarillo canario, de encaje.

El hombre se aprovechaba de esa posición y le metía la mano enmedio de las piernas, acariciándole su entrepierna, primeramente por encima de sus pantaletas, pero acto seguido, le introdujo la mano por debajo de ellas y comenzó a acariciarle su sexo, su rajadita, de manera directa. Yo  sentía que empezaba a sudar, sin comprender exactamente qué hacían, ni tampoco comprendía exactamente porqué. ¿Porqué es que mamá se dejaba "agarrar por ahí"?, y ¿porqué es que al hombre le atraía tocarle esa rajadita por donde nosotras hacemos pipí?.

El hombre, mientras le acariciaba su rajadita, le bajó un poco sus pantaletas, y entonces pude apreciarle la pelambrera de mi mamá, que no era muy grande, pero que se le veía muy bonita, atractiva, como un adorno en esa parte del pubis.

Yo seguía  tiemble y tiemble,  desde mi  escondite,  pero  me sentía fascinada de ver lo que estaban haciendo.

El hombre le bajó un poco más las pantaletas, se las bajó hasta llevarlas a las rodillas y ahí las dejó. Le aprisionaba su sexo con toda su mano, su pelambrera, su monte de venus y le introducía su dedo de enmedio por dentro de su rajadita. Mamá solamente le suplicaba:

  • ¡por favor Don Elías, me está poniendo caliente…, ya casi no me puedo aguantar…, me están dando mucha ganas de copular…, de que me la meta…!.

= ¡De eso se trata Elvirita…, quiero que te calientes un chingo…, quiero que me supliques que te la meta…, quiero volverte mi puta…!.

  • ¡No Don Elías…, no hay que ser…, no quiero ser la “querida” de nadie…!, ¡quiero ser una señora muy respetable, como hasta ahora lo he sido…!.

= ¡Vas a seguir siendo la señora de tu marido…, pero la puta de Don Elías…!. ¡Vas a ver qué sabrosas cogidas te voy a parar…!.

  • ¡Sí Don Elías…, lo que Ud. diga y quiera…!. ¡Métamela…, por favor…!.

Sin darme cuenta cómo, ni  tampoco en  que momento,  comencé a acariciarme  mi  sexo; ¡yo también había abierto mis piernas muy ampliamente y..., a través de mi calzoncito me comprimía fuertemente mi sexo!.

En  ese momento sentí que alguien me aprisionaba entre sus brazos: ¡era Don Javier!,  el esposo de la tía de mi mamá el que me estaba abrazando, pegándome contra de su cuerpo, pegándome su bajo vientre contra mi traserito, haciéndome sentir su virilidad, muy erecta, levantándome al mismo tiempo el vestido y metiéndome de manera inmediata su mano por debajo de mi pantaletita, para comenzar a acariciarme mi rajadita. ¡Lo sentí delicioso!, y comprendí porqué mi mamá se dejaba que la tocaran por ese lado.

& ¿Te gusta, m’ijita…?,

me preguntó Don Javier, pero no contesté, lo dejé que siguiera; sentía una delicia acariciando mi sexo, disfrutando del espectáculo que nos brindaba mi mami y ese señor con el que se estaba “fajando”.

= ¡Quítate los calzones…, para que no nos estorben…!,

le dijo ese hombre a mi mami, y mi mami lo obedeció.

Se quitó sus pantaletas y las dejó tiradas ahí, a un lado de donde estaban.

= ¿Quieres que te la meta, Elvirita…?.

  • ¡Sí Don Elías…, me tiene tremendamente caliente…!. ¡Métamela…, por favor…!.

= ¿Vas a ser mi putita, Elvirita…?

  • ¡Sí Don Elías…, nomás con discreción…, por favor…!.

Vimos cómo Don Elías se bajó un poco los pantalones, se abrió sus calzones y se extrajo una enorme macana, muy erecta, muy recta, muy gorda y comenzó a colocarla por enmedio de las piernas de mi mamá.

Pasó su mano derecha por debajo de sus piernas y su vestido y levantando primero una pierna y luego la otra, se pasó por debajo de sus pies aquellas pantaletas amarillas que llevaba en aquella ocasión.

= ¿Quieres que te la meta…?

Le preguntaba ese hombre a mi mami, que se encontraba flexionada hacia adelante, formando con su cuerpo una escuadra: sus piernas verticales y su tronco de manera horizontal, levantando las pompas hacia arriba, esperando la penetración.

  • ¡Sí Don Elías…, por favor…!.

Don Elías se le quedó viendo fijamente a sus pompas, y luego de unos instantes, le dio una fuerte nalgada y le dijo:

= ¡Voy a agarrarte de puta…, te voy a convertir en mi puta…!.

En ese momento también, mi madre se enderezó y le dijo, con tono de súplica:

  • pero…, por favor…, no se venga adentro de mí…, ¡estoy en mis días de fertilidad…!.

Don Elías ni le contestó, solamente le ordenó con mucha firmeza:

= ¡empínate puta…, que ya te lo quiero meter…!.

Dócilmente mi mamá volvió a flexionarse y el hombre, luego de darle un par de nalgadas, con su derecha e izquierda, comenzó a acomodarle su pene en su rajadita:

  • ¡Aaaaggghhh…, Don Elíaaasss…, la tiene muy grande…!. ¡Me duele…!.

= ¡Cállate puta y disfruta…!,

le dijo Don Elías a mi mami, dándole un par de nalgadas, muy fuertes.

En esos momentos sentí que Don Javier me bajaba las pantaletas y comenzaba a pasarme una cosa caliente, muy gruesa y muy dura por encima de mi rajadita. ¡Seguramente era su pene!, que al igual que Don Elías con mi mami, él trataba de introducirme.

Me empiné hacia adelante, igual que lo acababa de hacer mi mamita y entonces comencé a sentir una presión muy intensa, que se incrementaba en mi rajadita, hasta que:

< ¡Aaaayyyiiihhh…, Don Javier…, la tiene muy grande…!. ¡Me duele…!.

le dije, sintiendo un dolor muy intenso que me desgarraba todo el interior de mi sexo. ¡Me estaba doliendo muy fuerte!, pero me tuve que tragar mi dolor y las ganas de gritar y quejarme…, no nos fueran a descubrir.

< ¡Me duele Don Javier…, me duele mi rajadita…!.

& ¡Cállate…, “nos van a cachar”…!,

me dijo ese hombre, luego de haberme introducido su glande en mi rajadita. Yo le decía con una voz muy bajita:

< ¡despacio Don Javier…, que me duele…, espérese por favor…, no se mueva…!

y Don Javier se estuvo quieto un instante, mientras que mi mamá había comenzado a gemir:

  • ¡Don Elías…, qué rico…, Don Elías…, la siento sabrosa…, Don Elíaaasss…!,

le gritaba mi madre, disfrutando del coito.

  • ¡Métala duro…, métamela hasta adentro…, démela…, cójame fuerte…, cójame duro…, así…, así…, Don Elías…, la siento sabrosa…, aaahhhsíiiijjj…!.

La escuchaba gozando, obteniendo un orgasmo tras otro, disfrutando de aquella tranca, que la perforaba con fuerza, en un ir y venir sin descanso, aunque a mí me estaba doliendo muy fuerte, cuando Don Javier comenzaba a moverse, a metérmelo más hacia adentro, a tratar de llevarla hasta el fondo.

Me la empujó con gran fuerza y:

< ¡Aaaahhh…!,

me dolió enormemente, pero tuve que morderme los labios, para que no saliera mi grito.

No pude contenerme y me dejé caer hacia el suelo, sobre de mis rodillas, pero Don Javier hizo que me levantara y me volviera a poner flexionada, para colocarme de nuevo su pene sobre de mi rajadita y empujarlo con suavidad y con fuerza hacia adentro, desgarrándome mi vagina:

< ¡Suaaaveee…, Don Javier…, me duele…, métalo despacito…, me duele…!.

Mamá seguía flexionada, recibiendo las embestidas de Don Elías, que la bombeaba con mucha fuerza y no dejaba de golpearle las pompas, diciéndole a cada instante que era su puta:

= ¡puta…, puta…, puta…, puta…, mi puta…!.

Mamá sólo se quejaba, gemía y soltaba pujidos:

  • ¡Aaaayyy…, aaaggghhh, pppgggjjj…!. ¡Don Elías…, qué rico está…!, ¡Don Elías…!,

hasta que:

= ¡Me vengo putita…, me vengo…!.

  • ¡No Don Elías…, no se venga…, estoy en mis días…, por favor…!,

pero al parecer ya Don Elías no pudo más contenerse y descargó todo su semen dentro del vientre de mi mamá.

Igualmente, Don Javier, presionado por lo cerrado de mi rajadita, me descargaba su semen en el interior de mi vientre, sintiendo por vez primera lo que era recibir esa lefa en el interior de mi cuerpo.

  • ¡Don Elías…, qué vamos a hacer…, se vino adentro de mí…!, ¡a lo mejor me deja panzona…, no me vaya a hacer un chiquillo…!.

Y aquel hombre, tomándolo un tanto a la ligera, le dijo a mi mami:

= ¡Cógete al cornudo de tu marido esta noche…!, y así, si es que quedas panzona, podrías echarle la culpa…, decirles que es hijo de él…!.

Luego de un rato, ambos hombres se separaron de nosotras y:

= ¡mámalo…, límpialo con tu boca y tu lengua…!,

nos ordenaron de manera simultánea.

Yo no sabía ni qué hacer, así que voltee a ver qué era lo que estaba haciendo mi mami, que se llevaba ese “instrumento” a su boca y comenzaba a recorrerlo con su lengua y se lo introducía en el interior de su boca.

¡Hice lo mismo que mi mamá!, y aunque al principio me dio un poco de asco y de nauseas, venciendo mi repulsión lo logré y, para mi gran sorpresa, lo sentí delicioso y se me hizo un manjar: ¡me gustó mucho chupar una verga!.

= ¡Ya puta…, ya vámonos…, no vayan a preguntar por nosotros…!,

le dijo ese hombre a mi mami, jalándola de los cabellos hacia arriba y luego llevándosela  a empujones y jalones hacia la reunión.

Ví cómo mi mami levantaba sus pantaletas y comenzaba a ponérselas, mientras el hombre le acariciaba su sexo, primeramente al desnudo y luego por encima de las pantaletas:

= ¡estás muy sabrosa putita…, aprietas bien rico…!. ¡Te estaba haciendo falta la verga…, putita…!.

Y se fueron caminando, separados, al interior de la casa.

Don Javier y yo nos quedamos en el lugar en donde nos encontrábamos, estáticos, hasta que me incorporé.

Don Javier me abrazó con sus dos brazos y me pegó contra de su cuerpo. Me levantó mi carita hacia él y me preguntó:

& ¿te gustó?.

Le dije que sí.

& ¿qué te gustó más?

No le supe decir qué y simplemente le contesté:

< ¡todo…!.

Me dio un beso en los labios – que quiso ser en la boca, pero yo todavía no me había enseñado a besar – y luego me preguntó:

& ¿te duele tu rajadita…?,

me dijo, tocándome con su mano, y le respondí que no.

& ¿te gustaría que lo hiciéramos nuevamente?

me preguntó, y le dije que sí.

Me puse mis pantaletas y me fui por mi lado a buscar a mis amiguitos. Don Javier se fue a reunir con “los grandes”.

Esa noche mis padres tuvieron relaciones sexuales y luego de un tiempo, en el cual me pasé visitando a Don Javier, tuve un nuevo "hermanito".