Descubrí el 2º secreto más íntimo de mi mujer

Es este relato describo como hice que mi mujer hiciese realidad una fántaía erótica que siempre quiso tener.

En primer lugar, quiero agradecer la cantidad de comentarios que enviasteis de mi primer relato. Me refiero al titulado. "Descubrí el secreto mas intimo de mi mujer" publicado el 23 de Octubre 2005 y sobre todo, a los que aportasteis nuevas ideas para aprovecharme de las cualidades del producto que le hice tomar. Gracias a uno de esos comentarios y a lo que el autor sugería en el, esta basado este nuevo relato.

En segundo lugar, quiero deciros a los que en vuestros comentarios dudáis de la existencia de ese producto, que estáis equivocados. El producto existe y funciona. Pero como dije al principio de mi primer relato, es material reservado. Como consecuencia de ello y debido a mi cargo y responsabilidades como funcionario del Estado, no puedo deciros nada sobre el.

En tercer lugar y para los que los que no leísteis mi primer relato, seguramente, apreciareis que al leer este que existen lagunas, o cierta falta de información, tanto de mi mujer como del producto en cuestión. Si queréis llenar esas lagunas, os recomiendo leer mi primer relato para llenarlas.

En uno de esos comentarios, nuestro colega Solitario 159, se refería a que sería bueno que como marido, me enterase de cual era la fantasía sexual que más excitaba, o en otras palabras, que situación sería la que pondría más cachonda a mi mujer. Le estuve dando vueltas a ese tema y a otros también interesantes, pero al final me decidí por descubrir cual era esa fantasía.

No quiero aburriros con la forma y el momento en que le di el producto a mi mujer, por lo que continuamos el relato justamente después de ella ingerirlo. Como la vez anterior, tuvo la misma reacción. Le dio un pequeño mareo. Se recuperó pasados unos segundos a partir de los cuales yo, ya sabía que había, roto totalmente la voluntad de mi mujer.

Le ordené que se levantase, que se colocara delante de mi y que empezase a desnudarse despacio. Al momento hizo lo que le ordené, por lo que nuevamente tenía a mi mujer totalmente desnuda , a escasos dos metros de donde yo estaba sentado. De nuevo, veía desnuda a la preciosidad con la que estoy casado sin el más mínimo pudor. Nuevamente, me deleité mirando sus largas piernas, su abultado coñito, sus tetitas pequeñas pero respingonas y su culito. Ese culito, que me volvía loco. Le dije que abriese bien las piernas y que colocase sus brazos sobre su cabeza. Al hacerlo y debido a la finura de sus muslos, su coñito, quedó totalmente expuesto y sus labios menores sobresalían hacia abajo, como colgando entre sus muslos. No os podéis ni imaginar la calentura que tenía yo en ese momento. Tenia mi polla a punto de reventar, por lo que decidí que antes de preguntarle a mi mujer sobre la cuestión de su fantasía, que tenía que follármela allí mismo.

Me bajé el pantalón y los calzoncillos y sentado como estaba le dije que se acercase. Le coloque sus piernas por fuera de las mias y la acerque hasta que su coño quedó encima de mi poya y le dije. Ahora bájate despacio y clávatela. Ella se inclinó hacia delante, apoyando su barbilla en mi hombro y agarrando mi poya con su mano derecha la guió hacia la entrada de su vagina. Una vez que tenía la punta justo en la entrada de su cuevita, fue bajando sus caderas hasta que se la metió entera dentro de ella. Estaba tan mojada, que mi poya fue resbalando con suavidad hasta que los huevos impedían que entrase más.

Me gustaría que vieseis la cara de mi mujer a medida que enterraba mi poya dentro de ella. Con los ojos cerrados, con su boca abierta y dando un gemido a cada centímetro que se metía dentro. Cuando la tuvo entera dentro, al tener sus pies en el suelo, empezó a subir y bajar sus caderas metiéndose y sacándose mi miembro con ese ritmo lento que al principio tanto le gusta. A medida que su excitación iba en aumento, también aumentaba el ritmo de sus caderas, hasta que pasados unos minutos durante los cuales mi mujer no dejó de gemir, levantó la cabeza de mi hombro y tensando su cuerpo, sin dejar de penetrarse, tuvo un orgasmo maravilloso. De esos que a ella le gustan. De esos, en los que es ella la que lleva el ritmo para que su placer sea máximo.

Yo seguía como estaba, con unas ganas de correrme que casi no podía más. Pero quería correrme en su culo, por lo que levantándola, le dije que se diese la vuelta. Que de pie como estaba, apoyase las manos en la mesita que tenia delante, para que su ano quedase bien a la vista. Me levanté y colocando la punta de mi poya en el, se la fui metiendo por su culito, despacio pero sin pausa, hasta que tuve dentro la mitad de mi miembro. A ella, no parecía dolerle, pues su cara no era de dolor. Era de puro placer. Empecé a bombear dentro de su culo, primero lentamente y luego con un ritmo mas frenético hasta que no pudiendo aguantar más, me corrí dentro de el. A pesar de haberme corrido, no le saque la poya de su culo, dejé que se pusiese flácida dentro de el. Pasados unos momentos en los que ella no se movía, como esperando a que se la sacase, la empujé un poco hacia delante y mi poya salió suavemente de su ano.

Me volví a sentar. Ella seguía en la misma postura. De pie, con las piernas abiertas y me deleité mirando su dilatado ano y su coñito todavía húmedo y también abierto, como consecuencia de la follada que le había dado.

Al cabo de unos momentos y ya repuesto del ejercicio físico realizado, le dije que se diese la vuelta y que se sentase encima de la mesa que tenía delante y que lo hiciese con las piernas abiertas. Así lo hizo. Al estar sentada con las piernas abiertas, podía ver perfectamente su coñito, que era precisamente lo que yo quería. La miré a los ojos y le dije.

Voy a hacerte una pregunta y quiero que me contestes la verdad.

Si. Me contestó también mirándome a los ojos.

Quiero que me digas, cual es la fantasía erótica que más te excitaría. Quiero decir, que cual sería la fantasía erótica que más te gustaría que de alguna forma pudiese hacerse realidad.

Ella sin pararse ni un segundo en pesarlo me dijo.

La fantasía erótica que más me gustaría hacer y en la que a veces pienso, es en estar follando con dos hombres a la vez. Pero siempre, uno de esos hombres eres tú. Me gustaría saber, que se siente, al estar follando contigo y con otro hombre a la vez. Me excita mucho, el pensar en tener dos poyas como la tuya solo para mí.

Al oírla decir eso la verdad es que no me sorprendí. Ya empezaba a conocer esa segunda personalidad que tenía encerrada dentro de ella y que me encantaba cuando salía a la luz.

Supongo que en esa fantasía tuya aparte, de estar yo presente pensarás en alguien en particular.

Ella como avergonzada, bajó la cabeza y mi dijo.

Si. La otra persona es siempre la misma. No le pongo la cara, pero me gustaría que fuese un negro. Un negro de esos que tengo entendido que tienen una poya enorme. Me gustaría sentir lo que es un orgasmo con una poya de un negro dentro de mí.

Dicho esto, empecé a pensar de donde sacaba yo un negro con una poya enorme. Negros hay, pero que tengan la clase de poya que quería mi mujer, era algo más complicado.

Ese día así acabó la cosa. Le dije que se fuera al baño, que se lavase, que se vistiese y que volviera para seguir viendo la tele que es lo que hacíamos antes.

Mientras veía la tele, empezó a pasárseme por la cabeza, que lo que de verdad me gustaría de esa situación, es decir, un trío con mi mujer, era el que si de verdad ella pensaba en esa fantasía erótica, lograr que lo hiciese voluntariamente. Es decir que ella entrase en ese juego, sin la necesidad de hacerle ingerir la dosis del inhibidor de la voluntad. Quería que fuese ella, la que llegado el momento, desease follar conmigo y con ese otro personaje.

Otra vez trataré de no aburriros contándoos las gestiones que tuve que hacer hasta encontrar el semental negro que quería mi mujer. Dejemos el tema, en que lo encontré. Se llamaba Daniel y tuvimos una conversación en la cual le expliqué, la fantasía erótica que tenía mi mujer y que el, junto conmigo, éramos los encargados de hacer que fuese realidad. Lo único que quería, era que entre los dos, nos teníamos que follar a mi mujer hasta dejarla sin fuerzas ni para levantarse. Acordamos, que el sería un colega americano que acababa de llegar a España para colaborar con nosotros en una investigación y que vendría a cenar a nuestra casa, como un detalle de compañerismo y amistad entre colegas de profesión.

La estrategia a seguir para lograr nuestro objetivo, sería que el, desde el principio empezaría, a echarle los tejos a mi mujer y que iríamos avanzando poco a poco. Habría algo de alcohol, también música. Poca luz. Es decir, el ambiente adecuado para que fuésemos calentando a mi mujer, hasta llevarla a que voluntariamente, por pura y simple excitación sexual, deseara hacer ese trío de sus fantasías. Evidentemente le dije que yo, si llegaba el caso, haría el papel de tonto y ciego marido que no se entera de lo que pasa. Quedamos en que el viernes siguiente, aprovechando que mis hijos se iban con uno de mis hermanos y que por lo tanto estaríamos solos en casa, sería el día elegido para llevar a cabo mi plan. Pasaría a recogerlo y juntos llegaríamos a mi casa.

Como convinimos, le recogí y llegamos a mi casa. Al abrir la puerta mi mujer que ya nos estaba esperando se quedó como paralizada al ver a Daniel. Fue como si le hubiese atravesado un rayo. Por un momento creí que se apoyaba en el marco de la puerta para no caerse. Pasamos al interior de mi vivienda y después de presentarle A Daniel a mi mujer nos sentamos en la sala.

No lo creeréis, pero notaba a mi mujer nerviosa, rara. Sin duda ese nerviosismo lo producía Daniel. Ante esa situación pensé que de momento el asunto parecía marchar bien.

Tomamos unos aperitivos regados con un vino de Oporto blanco, del que mi mujer, animada por nosotros se tomo dos copitas, pasando a continuación al comedor en donde nos esperaba una magnifica cena, que a su vez acompañamos con una botella de Rioja tinto. Llegados los postres, saque una botella de Cava que tenía en el congelados y charlando prácticamente nos la bebimos.

Hasta ese momento, según lo convenido todo había ido muy normal. Al terminar la cena, propuse que nos sentáramos en el salón a continuar la velada. Puse en CD con música lenta, bajé un poco la intensidad de la luz, serví una copa y nos sentamos. Mi mujer, durante la cena con disimulo, pero sin poder evitarlo no había dejado de mirar a Daniel y conociéndola, sabía que la presencia ese negro en casa la estaba excitando. Sentados en la sala, como intentando disimular para que yo no me diese cuenta, lo miraba y cada vez la veía más nerviosa y por que no decirlo. Mas caliente.

Pasados unos minutos me levanté y agarrándola de la mano la invité a bailar. Nos separamos un poco de donde estábamos sentados y apretándola contra mi empezamos a bailar. Mientras bailábamos le dije al oído.

Te encuentro rara y nerviosa. Que te pasa.

Ella, mintiendo como una bellaca, me contestó que no le pasaba nada. Que como decía una cosa así.

A mi no me engañas. Le dije al oído y como sonriendo. Te conozco hace muchos años y lo que te pasa es que Daniel te está poniendo a mil. Te está poniendo tan caliente y tienes el coñito tan mojado que si no fuese por la tanguita que llevas puesta tendrías mojados hasta los tobillos.

No me contestó inmediatamente. Simplemente me miró y volvió a poner su cara en mi hombro y pasados unos segundos dijo.

No digas tonterías. El único que me pone a mil eres tú. Ya sabes que te quiero y que eres lo más importante en mi vida.

Me aparté un poco de ella y le dije.

Quiero que ahora, cuando acabe esta canción, la próxima la bailes con el, pues no está bien que siendo nuestro invitado este solo y sentado viéndonos bailar a nosotros.

Ella mirándome a los ojos me contestó.

Vale. Pero solo una y por que tu me lo pides.

Os puedo asegurar que la respiración de mi mujer después de decirme que bailaría con el no era la misma. Respiraba como a golpes y notaba al tenerla abrazada, como unos pequeños escalofríos que le recorrían la espalda.

Terminada la canción, me separé de ella y le dije a Daniel que era su turno de baile. Se levantó dándome las gracias. La agarró entre sus brazos y apretándola contra el, empezaron a bailar. Me senté en un sillón que quedaba como a tres metros de ellos y me dispuse a ver hasta donde era capaz de llevar a mi santa, casta, pura y fiel esposa.

El la abrazaba por la cintura y ella tenía los brazos levantados abrazándolo por el cuello. Bailaban despacio. Moviéndose lentamente y cuando la cara de mi mujer quedaba hacia mi, podía ver que estaba con los ojos cerrados, la boca un poco abierta y respirando profundamente. No llevaban bailando ni un minuto, cuando Daniel empezó a acariciar la espalda de mi mujer desde la cintura hasta su cuello. Lo hacía despacio. Con suavidad. Mientras una mano subía por su espalda, la otra bajaba. Al mismo tiempo le hablaba al oído. Yo no podía escuchar lo que le decía, pero si que veía a mi mujer que a veces con su cabeza y por sus labios era claro que le estaba diciendo. Si. El seguía acariciando a mi mujer y hablándole a lo que ella, sin dejar de abrazarlo y dejándose acariciar asentía con la cabeza. No sabía lo que Daniel le estaba diciendo a mi mujer pero estaba claro que parte de la tremenda calentura que tenía mi mujer se debía a lo que Daniel le decía.

Termino la canción y mi mujer ni se enteró. Estaba como abandonada a las caricias y a lo que Daniel le decía al oído. Cuando empezó la siguiente canción Daniel bajando sus manos empezó a acariciar el culo y el exterior de los muslos de mi mujer. Cuando le tocaba el culo, con sus manos abiertas apretaba las nalgas de ella y al subir las manos para acariciar su cintura arrastraba con ellas su falda dejando a la vista una parte de sus muslos. Mientras tanto, el seguía hablándole al oído y mi mujer seguía sin hablar, solo movía un poco la cabeza diciendo a veces si a algo o no. En un momento determinado mi mujer levantó su cabeza y mirando a Daniel se separó un poco de el, lo suficiente para que Daniel pasase a colocar sus brazos entre los dos. A continuación empezó a tocar y acariciar los pechos de mi mujer. Ella echó la cabeza hacia atrás y se dejó sobar sus pechos sin la más mínima oposición. Se los apretaba para acto seguido soltarlos y volverlos a apretar. Luego, mientras con una mano sobaba los pechos de mi mujer, bajando la otra empezó a meterla entre sus piernas y la movía hacia delante y hacia atrás.

Mientras magreaba los pechos y el coño de mi mujer, me hizo una indicación como que me acercase a ellos. Yo estaba deseando participar en esa fiesta pero por otro lado me gustaba ver a mi mujer caliente como una puta en celo dejándose tocar y sobar sin decir nada y disfrutando de ese momento.

Me levanté y acercándome me puse junto a ellos. En ese momento Daniel le dio la vuelta a mi mujer e hicimos como un bocadillo con ella en medio. Ella estaba dándole la espalda a el y de cara a mi. Al verme se abrazó a mi cuello y sin decir nada se puso a llorar en mi hombro mientras Daniel pasando sus brazos por delante de ella le agarró los pechos y apretándolos entre sus manos le dijo.

Ahora, como hablamos hace un momento, vas a venir con nosotros al sofá y como te dije antes, vas a sentir y disfrutar lo que es tener dentro de ti una poya como la mía. Como te dije antes te vamos a follar los dos. Tu marido y yo. Primero yo, luego tu marido y después los dos a la vez. ¿Te acuerdas de lo que me dijiste verdad?

Siguió durante unos segundos sobando con sus manos los pechos y el coñito de mi mujer hasta que bajándolas y cogiéndola por las caderas la puso otra vez de cara a el. Con los dedos pulgar e índice de sus manos y por encima del vestido, le agarró los pezones. Apretándolos y tirando de ellos la llevó caminando hasta el sofá.

Mi mujer hizo todo el recorrido. Unos cuatro metros con los ojos fijos en los dedos que apretando sus pezones tiraban de ella y con los brazos caídos dejándose llevar muy despacio hasta el sofá del salón. Ella se quedó de pie y nosotros dos nos sentamos como a un metro de ella. Cuando estuvimos sentados Daniel le dijo.

  • Colócate aquí, delante nuestra con las piernas bien abiertas y los brazos detrás en tu espalda.

Ella obedeció y se colocó como queríamos, con sus piernas bien abiertas y los brazos a la espalda. Entonces empezamos a acariciar el cuerpo de mi esposa, empezando por los tobillos y subiendo por los muslos hasta su culito, primero por fuera y a continuación por dentro. Mientras yo le acariciaba una pierna de arriba abajo, Daniel hacía lo mismo con la otra. Al cabo de unos minutos de ese manoseo, Daniel, le agarró las braguitas y se la fue bajando, despacio hasta que las tuvo en los tobillos. Ella, levantó primero un pie y luego el otro para permitir que Daniel se las sacase. Luego le dijo. Desnúdate. Sácate el traje. Mi mujer, llevaba un traje de esos de cuerpo entero, que llegan un poco por de debajo de las rodillas y con botones por delante. Ella continuaba con un calentón impresionante y empezó a desabrocharse los botones hasta que el traje cayó al suelo. Hasta ese momento, yo no sabia que ella no llevaba sujetador, por la que quedó desnuda delante de nosotros con las piernas abiertas entre nuestros muslos. A partir de ese momento el sabeo que le dimos recorriendo todos los recodos de su cuerpo la llevaron al nivel más alto de excitación al que creo que se puede llevar a una mujer. Cada vez que le chupábamos un pecho, ella daba un gritito de placer y cada vez que nuestros dedos le rozaban el coñito, casi se le doblaban las piernas.

Mientras tanto, Daniel y yo nos íbamos desnudando como podíamos, sin dejar de acariciar a mi mujer. Ella nos miraba como íbamos despojándonos de nuestra ropa hasta que quedamos desnudos. Fue en ese momento, cuando me di cuenta que a mi mujer, si que de verdad se le doblaron las piernas. Se quedó como hipnotizada mirando la poya de Daniel. Totalmente tiesa y dura. Era una tranca que debería medir como 28 centímetros de largo y como cinco de grosor. Un aparato que asustaba.

Cuando ya estaba desnudo y viendo que mi mujer no apartaba la vista de semejante monstruosidad, dándole un azote en sus nalgas le dijo.

Míramela. Antes, me dijiste que nunca habías visto una poya negra y que querías ver como era la mía. Grande, gorda y dura. Pues aquí la tienes delante. ¿Es como te la imaginabas en tu cabecita?.

Ella sin dejar de mirarla, en un susurro y medio llorando contestó.

  • Si. Es así como me la imaginaba. Quería que fuese así. Deseaba que fuese así.

Yo alucinaba pues empezaba a enterarme de las cosas que Daniel le hablaba al oído cuando estaban bailando.

A todas estas, mi mujer tenía su coño empapado. Lo tenía tan húmedo, que tanto mis dedos como las de Daniel estaban mojados de los flujos vaginales que soltaba. En ese momento, Daniel le metió dos dedos de su mano derecha dentro de su coñito, mientras yo le frotaba el clítoris. Veía perfectamente los dedos de Daniel entrando y saliendo del coño de mi mujer. Se los metía con tanta fuerza que mi mujer se ponía de puntillas cada vez que entraban en su interior.

Al cabo de más o menos 10 minutos de este sobeo, mi mujer dijo lo que nunca imaginé que ella pudiera pedirle a un hombre que no fuera yo .Llorando de placer y de excitación dijo. Por favor, hacer que me corra. Quiero que veáis como me corro delante de vosotros. Os lo pido por favor, no puedo mas. Necesito correrme o me moriré. Por favor, hacer que me corra. Os lo suplico, no puedo aguantar mas. Necesito que me folléis. Por favor. Os lo suplico, por favor, follarme ya.

Al oírla suplicar de esa manera que necesita que se la follaran. Daniel sin dejar de follarle el coño con sus dedos le dijo.

Esta. bién. Te vamos a follar. Pero tienes que decirnos a quien quieres follarte primero. Si a tu marido o a mí.

Ella mirándolo y como medio llorando por la calentura que tenía le dijo.

  • Quiero que me folles tu primero. Necesito que seas tú. Además, cuando estábamos bailando me dijiste que ibas a ser tú el primero en follarme esta noche. Me dijiste que ibas a ser tú, el primero en estrenar mi coño con una poya negra. Me preguntaste si era eso lo que quería y te dije que si. Que era eso lo que quería. Que fueses tú el primer negro en follarme. Por favor. Necesito que me folles ya. No pudo más. Necesito tener tu poya dentro de mí. Toda mi vida he tenido la fantasía de imaginarme que me follaba una poya como la tuya. Ya. Por favor. Fóllame ya.

Entonces Daniel, agarrándola por las tetas y tirando de sus pezones, la coloco delante de el. Le dijo que abriese las piernas y puso las suyas entre las de ella. Sin soltar los pezones y tirando de ellos hacia abajo, hizo que mi mujer de cara a el, colocase sus rodillas sobre el sofá. Siempre agarrándola por los pezones, le fue bajando las caderas hasta que la punta de su poya tocaba la entrada del coño de mi mujer. Ella, al sentirla en la entrada de su coño, empezó a bajar su culito y lentamente comenzó a meterse la enorme poya de Daniel. Se la metía un poco y luego la sacaba. Volvía a metérsela un poco más y volvía a sacársela.

Así estuvo, metiéndosela y sacándosela, como dilatando su coñito, hasta que lo tuvo entero dentro. Las caras que ponía mi mujer al irse introduciendo ese aparato iban del dolor al placer, pues el grosor de la tranca que se estaba metiendo era de casi cinco centímetros de diámetro.

Era increíble el ver a mi mujer, casi como empalada por el coño, con semejante poya abriéndose camino dentro de ella. Una vez que ya la tenía toda dentro, empezó a subir y bajar sus caderas a un ritmo lento. Se levantaba y se bajaba, logrando con ello que la poya de Daniel entrara y saliera de su coño prácticamente entera. Pero cada vez, el ritmo de sus caderas metiéndose y sacándose de su coño la poya de Daniel, era más rápido. Daniel, con las palmas de sus manos por debajo de las nalgas de mi mujer, la ayudaba subiendo y bajando su culo, a la vez que con sus dedos, le abría su coñito, para dilatarlo al máximo y hacer que su poya entrase aún más profundamente.

Mi mujer se estaba follando a Daniel como lo haría una puta. Al momento, empezó a venirle el primer orgasmo de esa noche. Echándose hacia delante, abrazó a Daniel y apoyando su boca el los hombros de el para ahogar sus gritos de gusto, empezó a temblar y dentro de ella estalló un orgasmo impresionante. Sin parar de moverse se lo estuvo follando en esa postura como 20 minutos. Los orgasmos que la vi tener en ese tiempo no pude ni contarlos. Prácticamente los tenía seguidos. Si bien, acababa de tener uno, cuando ni habiendo pasado un minuto le venía otro. A veces, entre orgasmo y orgasmo, Daniel, sentaba derecha a mi mujer sobre su poya y agarrándola por las tetas y tirando de sus los pezones, apretándolos entre sus dedos, tiraba de ellos hacia arriba y hacia abajo, obligándola a cabalgar nuevamente sobre su poya. La verdad, es que la imagen era que lo mas excitante y erótico que yo había visto en mi vida. Ver a mi mujer, follándose sentada la poya de un negro y ver a este, agarrándola por las tetas y tirando de sus pezones. Era la leche.

El coño de mi mujer se había hecho perfectamente a la enorme poya de Daniel y a cada embestida se oía como un chapoteo producto de los flujos que mi mujer estaba soltado a chorro.

Mi mujer estaba absolutamente abandonada y entregada a los 28 cm. de poya que tenía dentro de ella. Pasados mas o menos esos minutos, Daniel, sin dejar de penetrarla, sin sacar ni un centímetro de su poya de dentro de su coño se levantó y con ella en brazos la colocó junto a la mesa que teníamos delante y sacándole la poya, la puso de espaldas a el y subiéndola encima de la mesa, la puso a cuatro patas.

En ese momento yo ya no podía más y levantándome le dije a Daniel que era mi turno de follarle el coño a mi mujer. El, dando la vuelta a la mesa, se colocó delante de ella con su poya prácticamente a la altura de la cabeza de mi mujer.

Si esperar nada más coloqué la punta de mi poya en la entrada de su coño y de un golpe se la metí entera. Hasta los cojones y empecé a follármela como nunca me la había follado.

Mientras yo me follaba a mi mujer, Daniel puso su poya casi tocando la cara de mi mujer, hasta que en uno de los movimientos que esta hacía con la cabeza se topo con su poya. Al sentirla en su cara, se quedó quieta y el empezó a restregársela por la cara. Mi mujer abría la boca e intentaba agarrarla con una mano pero Daniel le dijo. No. Con la mano no. Me la tienes que atrapar solo con la boca. Si quiere chupármela me la tendrás que agarrar solo con la boca.

Daniel, hacía lo posible para que mi mujer no se la metiese en la boca. Se la iba acercando y cuando parecía que mi mujer se la iba a atrapar, la retiraba y vuelta a empezar. Mi mujer estaba al borde de la locura intentando meterse aquella poya en la boca y no lograr atraparla. Entonces, empezó a llorar y a gemir diciendo. Por favor, no me la quites. Quiero tenerla en mi boca. Necesito sentir por primera vez en mi vida, que es tener la poya de mi marido dentro de mi coño y la de otro hombre en mi boca.. Métemela en la boca. Por favor. Métemela. Te daré lo que me pidas. Haré lo que quieras. Pero por favor, quiero tenerla en mi boca.

Daniel, al oír a mi mujer pidiéndole su poya le dijo. ¿De verdad que harás lo que le pida si te dejo chuparme la poya? Mi mujer le contestó. Si. Lo que me pidas. Pero déjeme chuparte poya. Entonces el, agarrándole la cabeza con sus dos manos le dijo. Abre la boca. Mi mujer la abrió. Le colocó la punta en los labios y empezó a metérsela. Despacio. Era como en cámara lenta. Sin dejar de agarrar su cabeza para que ella no pudiese moverse, empezó a bombear su poya dentro de la boca de mi mujer. Se estaba follando la boca de mi mujer. Se la metía y se la sacaba despacio, lentamente, como dejando que mi mujer disfrutase de semejante pedazo de carne entrando y saliendo de su boca. Cuando se la metía, casi le chocaban los huevos en los labios y al sacarla solo dejaba dentro la cabeza. Cada vez que la poya entraba en la boca de mi mujer, a ella le daba una arcada, pues le debía llegar hasta la garganta. De vez en cuando no la sacaba y dejaba a mi mujer con toda su poya dentro, hasta el punto que una vez mi mujer vomitó de lo profundo que se la metía. Por la comisura de los labios y por toda la barbilla, le caían chorretes de saliva y vómito que goteaban encima de la mesa y empapaban la poya y los huevos de Daniel.

Mientras tanto, yo seguía follando como un poseso el coño de mi mujer y cada vez que mi poya le llegaba al fondo de su coñito mi mujer daba como un mugido que se le oía como. Huuumm. Huuummm y cada vez que se la sacaba mi mujer respiraba. Era lo único que podía decir y hacer.

Estuve follándose a mi mujer como veinte minutos. Cada vez que le metía la poya, lo hacía hasta el fondo de su coño. Se la metía entera. Al metérsela, con la violencia con que lo hacía, con mi pelvis golpeaba la nalgas de mi mujer y la empujaba hacía delante, haciendo que la poya de Daniel le entrara en su boca hasta los huevos. Cada vez que la poya de Daniel le llegaba al fondo de su garganta se oían las arcadas de mi mujer. Hooooggggrrr. Hooooggggrrr. Hoooogggrrr. No era capaz de decir nada más al tener esa tremenda poya entera dentro de su boca. Veinte minutos. Ese fue el tiempo que tardó mi mujer en llegar al orgasmo. Fue impresionante. Los brazos se le aflojaron y no podía aguantarse a cuatro patas, por lo que Daniel que le estaba follando la boca tuvo que sostenerla agarrándola de los pelos. Las piernas también se la aflojaban y yo, que me la estaba follando por el coño la sujetaba por las caderas para que no se cayese sobre la mesa. Durante todo el rato que le duró el orgasmo, al no poder gritar pues seguía mamando poya no se oía otra cosa que. Huuuuuuummmm. Huuuummmmm.

Daniel al ver correrse a mi mujer, no pudo aguantar más y se corrió dentro de su boca. Mientras se estaba corriendo no le metía toda la poya dentro. Solo le dejaba la punta y un poco más. Mi mujer a la vez que el soltaba su leche le succionaba la poya como para dejar al pobre seco. Mientras se estaba corriendo le decía. No te la tragues. No te la tragues. Deja mi leche en tu boca. No te la tragues.

Cuando acabó de correrse no le quitó su poya de la boca a mi mujer. Seguía con ella dentro. Se notaba que cada vez era más pequeña, hasta que despacio se la fue sacando. Cuando la tuvo fuera, siguió diciéndole a mi mujer. Cierra la boca y mantén mi leche dentro. Ya te diré cuando quiero que la tragues. Mi mujer, tenía la boca cerrada y no se había tragado su semen, pues se veía como un hilo fino que le corría por la comisura de sus labios. A todas estas, yo seguía follando el coño de mi mujer. Seguía metiendo y sacando mi aparato de dentro de ella. La seguía bombeando, unas veces rápido y otras despacio pero siempre cuando se la metía era hasta los huevos golpeando con ellos el clítoris. Al cabo de unos diez minutos, mi mujer se volvió a correr. Era tal el cansancio que tenía la pobre que prácticamente no podía moverse, solamente se agarraba con fuerza a los bordes de la mesa. Al final del orgasmo no pudiendo más empezó a gritar. Al hacerlo, a medida que gritaba, escupía y babeaba el semen de Daniel que tenía dentro de su boca. Le caía por toda la barbilla mojándolo todo. El espectáculo era de un erotismo increíble. Ver a mi mujer corriéndose de gusto y a la vez que gritaba, babeando y escupiendo el semen de Daniel por la boca. Era increíble.

Al verla. Yo no aguante más y sujetándola fuertemente por sus caderas le solté toda mi leche dentro de su coñito. Me corrí a gusto llenando el coño de mi mujercita.

A todos estas, Daniel ya estaba nuevamente con la poya dura y tiesa como una barra de hierro y cuando le saque a mi mujer mi poya de dentro de su coñito se colocó detrás de ella y agarrándola por las caderas la volvió a penetrar. Esta vez no lo hizo despacio sino que se la metió de golpe y empezó a follársela sin más. Al estar a cuatro patas la tenía con sus manos sujeta por las caderas para mantenerla quieta mientras le rompía su coñito al meterle y sacarle de dentro de ella sus 28 centímetros de poya..

Ella estaba tan agotada que solo pudo levantar la cabeza de la mesa pues tenía los brazos extendidos con la cara apoyada en ella y le dijo.

Por favor, no me folléis más. No puedo más. Me moriré si tengo otro orgasmo. No veis que estoy agotada. Estoy tan cansada que no tengo fuerzas ni para correrme otra vez.

El sin hacerle ni el mas mínimo caso, siguió empalando el coño de mi mujer y mirándola le dijo.

Desde que entré en esta casa, aparte de desear follarte por el coño, me prometí que no me iba sin romperte tu culito y eso es lo que voy hacer ahora mismo.

Al oír lo que le decía Daniel me mujer se asustó y mirándole empezó a llorar y a decir.

No. Por el culo no. Por favor por el culo no. Nunca me follaron el culo. Soy virgen por el culo. Nunca nadie ni a mi marido le de dejé que me follase por el culo.

Daniel me miró y me preguntó que si le permitía o dejaba que le diese por el culo a mi mujer. Pues uno de los acuerdos era que no haríamos nada que ella voluntariamente no quisiese hacer.

Yo me quedé mirando a mi mujer y viéndola a cuatro patas y con todo su culito en pompa le dije.

  • Puedes darle por el culo. Métesela entera. Hasta los cojones. Luego se la meteré yo.

Sacándole poya del coño. Colocó la punta de su trabuco en el ano de mi mujer y empujó hasta que logró meterle dentro la punta de su poya. Siguió empujando y cuando tenía dentro más o menos la mitad, de un golpe de cadera se la metió entera. Mi mujer dio como un saltito y arqueó su espalda. Se mordió los labios y volviendo a abrir la boca empezó a gemir y a llorar diciendo. Basta, por favor basta. Me duele. Me duele mucho. Daniel, sin hacer caso de las súplicas de mi mujer, empezó a bombearle el culo. Dentro. Fuera. Dentro. Fuera. Estuvo follándoselo como diez minutos. De vez en cuando, escupía en su poya para lubricar el agujero de mi mujer, permitiendo que en cada envestida la poya entrara entera hasta los huevos. A veces, la sacaba fuera del culo de mi mujer y podíamos ver que lo tenía totalmente dilatado, hasta tal punto que cuando le volvía a clavar la poya, entraba sin esfuerzo ninguno hasta los huevos.

Quiero decir, que así como al principio mi mujer protestaba con la enculada que le estaba dando Daniel, al cabo de unos minutos, empezó a mover las caderas hacia adelante y hacia atrás, acompasando el ritmo con el de Daniel. Y empezó a decir. Dios mío. Me gusta. Me esta gustando. Me esta gustando. Sigue enculándome. No pares. Por favor. No pares. Y se corrió. No lo creeréis, pero tuvo otro orgasmo. Daniel también se corrió y llenó el culo de mi mujer de leche. Cuando termino con el culo de mi mujer, le sacó la poya despacio y acercándose a ella le dijo. Ves como yo sabía que te iba a gustar. Cuando estuvimos bailando, te dije que te gustaría y no estaba equivocado. A todas, al final les gusta que les metan por el culo una buena poya.

Cuando Daniel termino de correrse dentro del culo de mi mujer, se separó de ella y fui a ocupar su lugar.

Sujeté a mi mujer por las caderas. Coloqué la punta de mi poya en la entradita de su ano y como consecuencia de la enculada de Daniel, su ano lo tenía aun dilatado por lo que se la metí hasta los huevos sin ninguna dificultad. Mientras le daba por el culo, mi mujer estaba tan cansada que solo movía un poco sus caderas intentando acompasar mis embestidas. En ese momento yo estaba tan caliente, que al minuto de estar dándole a mi mujer por el culo me corrí solo pensando que era la primera vez que le daba a mi mujer por el culo sin necesidad de tenerla drogada.

Terminaré el relato diciendo, que cuando acabe de follarme el culito de mi mujer, ella prácticamente se derrumbó sobre la mesa. Entre Daniel y yo agarrándola por debajo de sus brazos, la levantamos y la pusimos de pie y medio arrastrando los pies la llevamos hasta nuestro dormitorio.

Os diré, que cuando la estábamos llevando como en brazos, al estar por primera vez de pie después de follárnosla, al mirarle entre las piernas pude observar claramente como de su coño pero sobre todo por su culo salían como chorretones de semen que le corrían por sus piernas. Es mas os diré que al principio de estar de pie y al empezar a caminar, el coño y el culo goteaban evidentemente una mezcla de mi semen y del de Daniel.

Una vez llegados al dormitorio sin ni siquiera limpiarla de todo lo que le corría por las piernas, la echamos encima de la cama. Daniel y yo volvimos al salón. Nos vestimos y le pagué los 500 €. Que habíamos acordado. Se marchó y yo no he vuelto a saber nada de el.

Como en el anterior relato, me gustaría leer vuestros comentarios sobre este relato. No solo la crítica literaria, que si que es importante. Pero lo que de verdad me interesa es, que pensáis que debo hacer con ella, después de haber visto y oído la facilidad con la que Daniel la calentó. Cual debe ser mi relación con ella, después de ver lo fácil que es para cualquier desconocido follarse a mi mujer. Que es lo que tengo que pensar de una mujer, que con cualquiera se calienta tan fácilmente y que pierde el sentido y se deja acariciar y sobar por un extraño incluso en su casa y delante de su marido. De verdad me gustaría leer que es lo que pensáis de mi mujer y de lo que en el futuro debo hacer.

Dando las gracias por anticipado. Me despido hasta otra vez.

Vuestro colega.

Raul.