Descubrí a mi tía viendo una película porno 4.

Habiendo quedado con mi novia y con mi tía para hacerles un book erótico en la playa, nos sorprende descubrir que no es Belén quien acude a la cita sino SU MADRE.

Descubrí  a mi tía viendo una película porno 4.

Después de años de abstinencia, producto de unos complejos absurdos que le habían hecho vivir una existencia sin sexo, mi tía se sentía liberada y feliz al ir descubriendo las distintas facetas de su sexualidad conmigo. Desde que la descubrí viendo una película porno, ha dado rienda suelta a sus fantasías y no solo se ha acostado conmigo sino con Belén y con el padre de esta última.

Decidida a recuperar el tiempo perdido, estaba acurrucada a mi lado cuando al pensar en cómo había cambiado su existencia, supo que jamás volvería a ser la mojigata de antes y sonriendo me empezó a acariciar. Aún dormido, mi pene reaccionó a sus mimos y poco a poco fue poniéndose erecto ante la mirada satisfecha de esa mujer. Al alcanzar el tamaño deseado, se puso a horcajadas sobre mí y colocando mi glande entre los pliegues de su sexo, se fue empalando lentamente.

Al sentirlo  me desperté y me quedé pasmado al comprobar la mirada de lujuria  con la que la zorra de mi tía me recibió. Como estaba medio dormido, me dejé usar durante un par de minutos hasta que ya espabilado, cogiendo sus nalgas entre mis manos, colaboré con ella metiendo hasta el fondo el resto de mi miembro. Elena al sentir que la cabeza de mi pene chocaba contra la pared de su vagina, pegó un aullido de placer y como si fuera yo su montura, comenzó a cabalgar sobre mí buscando que su cuerpo dsifrutara nuevamente del placer de ser mujer.

-La zorrita se ha despertado con ganas de juerga- comenté jocosamente al comprobar el volumen de sus berridos.

-¡No lo sabes bien!- fue lo único que alcanzó a decir la hermana de mi madre antes de empezar a sentir que un orgasmo le atenazaba la garganta.

Con su chocho convertido en grifo antes de tiempo, la mujer que durante años se había comportado como una monja, comprendió que en solo dos días se había vuelto adicta a mí y mientras se corría, comenzó a reír a carcajadas.

Sus  risas me hicieron saber que disfrutaba con mi pene inserto en su cuerpo y que era feliz sintiéndose mía.  Sabiendo que esperaba de mí, cogí sus pechos entre mis manos y llevándolos hasta mi boca, me puse a mamar de ellos mientras le decía que tenía unas tetas queme volvían loco.

Mi comentario incrementó su lujuria y ya sin pausa, se puso a saltar usando mi verga como el extintor con el que apagar el incendio que sufría y moviendo sus caderas se echó hacia atrás para darme sus pechos como ofrenda.  La visión de sus pezones, contraídos por la excitación, fueron el acicate que necesitaba  y usando una de mis manos, puse uno de sus senos en mi boca.

Elena gritó al notar que mis dientes se cerraban cruelmente sobre su pezón y agarrando mi cabeza, me exigió que siguiera diciendo:

-¡Muérdeme más!

Su entrega era total y viendo que había aminorado el ritmo con el que se empalaba, tuve que ser yo quien, asiéndola de su culo, la  ayudara a sacar y meter mi sexo dentro del suyo. Al percatarse que ya no le era tan cansada esa postura, se puso como loca y acelerando sus maniobras,  explotó  derramando su flujo sobre mis piernas.   Los gemidos de placer de esa mujer me espolearon y como un joven garañón, galopé en busca de mi orgasmo.

En mi mente, ella no era mi tía sino mi hembra y yo, su semental. Siguiendo el dictado de mi instinto busqué esparcir  mi simiente en su campo. Con el coño completamente mojado, Elena disfrutó  cada vez que mi pene rozaba los labios de su vulva y rellenaba su vagina.   Su orgasmo estaba siendo sensualmente prolongado por mis maniobras, llevándola del placer al éxtasis y vuelta a empezar.  Clavando sus uñas en mi espalda, me rogó que me corriera, que necesitaba sentir mi eyaculación en su interior.

Ese arañazo derribó mis defensas y pegando un grito, deje que mi tallo explotara dentro de su vagina. Mi tía al sentir los cañonazos de semen en su conducto, chilló de placer riendo.

-¡Cómo me gusta ser tan zorra!- comentó satisfecha dejándose caer a mi lado.

Una vez había desahogado sus ganas, se quedó dormida en la cama. Aprovechando su descanso, me puse a observarla. Su melena morena cayendo sobre la almohada, dotaba a esa madura de una sensualidad difícil de describir pero para colmo esos enormes pechos eran tan duros que aunque estaba acostada boca arriba, seguían como por arte de magia apuntando al techo.

«La vieja tiene un polvo», pensé mientras recordaba en que habíamos quedado con Belén para ir a la playa a tomarnos fotos que inmortalizara nuestra extraña relación…

El book erótico con la persona no esperada .

Dos horas más tarde, me senté a su lado y la empecé a acariciar con el propósito de despertarla. Mi tía al sentir mis manos por su cuello, se despertó y viendo que estaba vestido, me pidió que me desnudara y que volviera a la cama.

-Levántate, hemos quedado- comenté mientras mis yemas se apoderaban de uno de sus pezones.

Su areola, se contrajo dando muestra clara de su excitación y tratando de forzar su calentura para que fuese bien calentita la playa, llevé mi boca hasta su pezón. Elena creyendo que quería hacerle el amor, intentó llevarme nuevamente entre sus brazos pero dando un suave mordisco, le reiteré que se levantara.

-Todavía tenemos tiempo para otro polvo - dijo con voz sensual al tiempo que cogía mi polla entre sus dedos -¿No te apetece volver a tirarte a la zorra de tu tía?

Muerto de risa al ver el monstruo en que se había convertido, la cogí entre mis brazos y llevándola hasta la ducha, le dije:

-No debemos hacer esperar a Belén.

Diez minutos después, Elena salió del baño todavía enfadada por no haber cedido a sus deseos y sin dirigirme la palabra se puso a vestir. Cuando hubo terminado, comprobé que el resultado no podía ser más satisfactorio. Aprovechando que íbamos ir a una cala casi desierta, mi tía se puso un bikini tan escueto y sensual que tuve que reconocer que resaltaba la perfección de sus formas.

«Será una puta pero está buena», sentencié mentalmente al admirar su cuerpo maduro.

La hermana de mi madre se percató de mi mirada y sonriendo me dijo que ya estaba lista por lo que con la cámara de fotos colgada en mi cuello, la llevé hasta su coche y ya en él, me dirigí hacía la playa donde habíamos quedado con mi ex novia.

-Me has dejado cachonda-  protestó rompiendo el silencio..

-Más te vas a poner- respondí señalando la cámara.

Debió de comprender que tenía planeado porque poniendo una expresión pícara, me soltó:

-Mi sobrino es un pervertido.

Al mirarla, me fijé en que sus pezones se le habían erizado. Su reacción me sorprendió. Aunque sabía de su facilidad para calentarse pero aun así el que la perspectiva de ser fotografiada la pusiera cachonda, me pilló desprevenido. Intentando confirmar su calentura, dije:

-Aprovechando que estaremos solos, os voy a hacer a Belén y a tí un book erótico.

Mi tía al oír mis intenciones sonrió con la idea de tomarles fotos de carácter porno y con tono divertido me preguntó si mi ex novia lo sabía.

-Claro- respondí- esa zorrita fue la que me dio la idea. Quiere tener un recuerdo de  este verano.

Sin ocultarle nada, le conté que había aceptado hacer ese reportaje porque al tenerlo grabado, tendríamos bien atada a esa morena para que no se le ocurriera contar nada de nuestra relación incestuosa.  Mi plan le hizo gracia y queriendo formar parte de ello al llegar a nuestro destino, me preguntó:

-¿Qué quieres que haga?

-Follártela mientras yo tomo las fotos.

-¿Nada más?- insistió poniendo cara de perra en celo.

La expresión de cara me informó que quería incluirme en dicho reportaje, Descojonado no contesté  y me puse a bajar las cosas del coche. La playa y tal y como  había previsto estaba desierta y viendo que Belén todavía no había llegado, extendimos nuestras toallas cerca de unas rocas.

Más de media hora después, creí que mis planes se habían ido al garete cuando vi que no era Belén, la que se acercaba a nosotros sino su madre. Tratando que no se me notara la decepción, me levanté a saludarla.

-Buenos días, Doña Aurora. ¿Dónde ha dejado a su hija?- pregunté marcando las distancias.

-Llámame Aurora, el doña me hace sentir vieja- comentó dejando caer su bolso al lado de nuestras toallas y mientras extendía la suya, contestó a mi pregunta diciendo: -Belén se ha tenido que ir con su padre y como aquí no hay cobertura, he decidido venir personalmente para no dejaros plantados.

Tras lo cual, se despojó del vestido que llevaba puesto, dejando comprobar tanto a mi tía como a mí que tenía un cuerpo al menos tan apetecible como el de su retoño. Embutida en un sugerente bikini, esa cuarentona estaba de lo más apetitosa.

«¡Coño! ¡Menudos melones!», valoré al revisar de reojo el tamaño de sus pechos. Eran tan enormes que involuntariamente mi miembro se endureció  solo con pensar en que se sentiría teniéndolos en la boca.

Esas ubres tampoco pasaron desapercibidas a mi tía que comiéndola con los ojos, les dio un buen repaso antes de preguntar si alguien la acompañaba a darse un chapuzón. La erección que sufría me impidió acompañarla y por eso me tuve que quedar tumbado boca abajo mientras salía corriendo rumbo a la orilla.

Para mi mayor confusión la cuarentona al ver que nos quedábamos solos y mientras se echaba crema en ese par de monumentos, soltó:

-Por cierto, me divirtió comprobar que mi hija no es lesbiana. Aunque te reconozco que nunca me esperé de ti que fueras capaz de ponerla cachonda en mi presencia.

Rojo como un tómate, me la quedé mirando totalmente avergonzado. Estaba a punto de pedirle perdón cuando esa señorona  bajando la voz me confesó que llegando a su casa, había interrogado a su niña por nuestra relación.

-¿Y qué te dijo?- pregunté.

Aurora, incrementando mi turbación, soltó una carcajada mientras respondía:

-Según esa zorrita, es solo sexo lo que os une.

Os juro que en ese momento no sabía dónde meterme e incapaz de contestarle, me quedé callado mientras ella seguía comentándome que Belén le había reconocido que conmigo disfrutaba en la cama como nunca antes.

«No me jodas, ¡le ha contado todo!», mascullé entre dientes al verme cazado y sin vías de escape.  Temiendo interiormente que esa mujer le fuera con el cuento a mi madre y que así se enterara de lo que hacía con su hermana, decidí entrar al trapo diciendo:

-Tu hija es muy exagerada. No soy para tanto.

Aurora percatándose del mal trago que estaba pasando, juzgó que todavía no era suficiente y lanzándome el bote de la crema, me soltó:

-Ponme bronceador, ¿no querrás que tu suegrita se queme?

Reconozco que no me esperaba ni el tono meloso con el que lo pidió y menos que tumbándose boca abajo sobre la toalla, se quitara la parte de arriba del bikini, de forma que tuvo que ser también Aurora la que me sacara de la parálisis en la que me había instalado al decirme con los ojos cerrados.

-¿Qué esperas?

Viéndome abocado al desastre, me eché un buen chorro en la mano y tanteando el terreno, comencé a esparcirla por sus hombros.  La actitud de esa cuarentona me tenía desconcertado porque parecía estar tonteando conmigo pero el saber que era la madre de Belén me cohibía.

-Me encanta- susurró al sentir mis dedos dando un suave masaje a los músculos de su cuello.

Para entonces, mi mente era un torbellino. Esa mujer era amiga de mi vieja y por tanto inalcanzable pero su proceder era el de un zorrón desorejado. No sabiendo a qué atenerme, decidí seguir untando la crema y que fuera ella quien diera el siguiente paso, si es que quería darlo. Actuando como si nada, dejé sus hombros y bajando por su cuerpo, cogí el bote y directamente eché bronceador por su espalda, formando un camino.

Aurora suspiró al notar el frescor sobre su piel pero no dijo nada por lo que me puse a esparcirlo, valorando en su justa medida el buen estado físico en que se conservaba.

«¡Tiene un par de polvos!», me dije mientras mis yemas recorrían su anatomía.

Habiendo embadurnado con suficiente crema su espalda, creí que mi función había acabado y me separé de ella, bastante más afectado de lo que me gustaría reconocer porque no en vano, esa mujer estaba buena. Al percatarse que me alejaba, protestó diciendo:

-Me falta el trasero, ¿no pretenderás que se me queme  con tanto sol?

Muerto de vergüenza, volví a su lado y antes de empezar me quedé mirando el culo que tenía que untar. Mordiéndome los labios, comprendí que me iba a resultar imposible no ponerme bruto si tenía que echar crema a esos dos cachetes porque a pesar de sus años, esa mujer lo tenía espléndido. No queriendo parecer ansioso por tocárselo, comencé a embadurnarlo solamente con las yemas sin apoyar la palma, no fuera a ser que se sintiera molesta pero entonces con tono duro, Aurora me exigió que usara toda la mano para que no le quedara marca.

«¿De qué va esta tía?», me pregunté al saber que estaba haciéndome pasar un mal rato apropósito.

Obedeciendo me puse a untar su trasero sin cortarme, esperando que fuera ella quien se turbara al notar la friega descontrolada que hice sobre sus nalgas. Lo que no me esperaba fue que  separando sus rodillas, me pidiera que recogiera la tela de su bikini para no mancharla.

«No te cortes, si es lo que quiere ¡hazlo!», sentencié mientras retiraba la parte de debajo de su bañador.

Al hacerlo, me permití recorrer los bordes de su ojete y fue entonces cuando sorprendiéndome por enésima vez, Aurora se incorporó y sacándolo por los pies, me dijo al tumbarse nuevamente:

-Mejor así. Sigue que me gusta lo pillo que eres.

Sus palabras fueron la confirmación que era una zorra y que deseaba que le diese el mismo trato que a su hija y por eso derramando suficiente crema por la raja de su culo, me puse ya sin reparos a disfrutar de ese trasero. Magreando con descaro sus nalgas, las abrí para contemplar por vez primera el inmaculado ojete de la mujer.

«Nunca se lo han roto», pensé ya excitado y queriendo verificar los límites de esa mujer, crucé la frontera de lo moralmente aceptable, hundiendo una de mis yemas en él.

El gemido de placer que surgió de su garganta me confirmó que esa mujer había venido a la playa a que me la tirara y por eso no solo no se lo saqué sino que usé mi otra mano para tomar posesión de su clítoris. Relajando su culo al tiempo que empezaba a masturbarla, busqué a mi tía. Fue entonces cuando descubrí que desde las rocas, Elena estaba inmortalizando el momento con mi cámara. «Ha debido cogerla sin que nos diéramos cuenta», medité mientras hundía un segundo dedo en el rosado esfínter de la mujer.

-Dios, ¡cómo me gusta!- aulló la cuarentona ya totalmente cachonda por el doble estímulo al que la estaba sometiendo.

Sabiendo que no tardaría en correrse, incrementé la velocidad de mis incursiones mientras me acomodaba de forma que Elena pudiera obtener las mejores instantáneas de lo que iba a suceder.  Quitándome el bañador, separé las piernas de la mujer y cogiendo mi pene, me puse a juguetear con el sexo de la madre de Belén al mismo tiempo que introducía un segundo dedo en su culo.

-Tómame- imploró con su rostro transformado por la lujuria al experimenta el modo en que mi glande se iba abriendo paso entre sus pliegues.

El morbo de saber que nos estaban fotografiando me puso a mil y con un duro movimiento de caderas hundí mi verga en el coño de Aurora. Al tenerlo encharcado, entró con facilidad hasta chocar con la pared de su vagina.

-¡Dame polla! ¡Hazme gritar como a una puta!- rugió la cuarentona al notarse invadida. Tras lo cual moviendo su trasero  se empezó a meter y a sacar mi pene de su interior a una velocidad inusitada.

La velocidad que esa zorra imprimió a sus movimientos me dejó clarísimo que su marido la tenía desatendida pero su afán por ser tomada era tan grande que buscando su placer, me hizo daño.

-Tranquila, ¡coño!- grité al sentir que si seguía a ese ritmo me iba a romper mi pene. Al ver que no respondía y seguía descontrolada, le di un duro azote en su culo diciéndole: -¡Te he dicho que más despacio!

Aurora relinchó al sentir el azote y chillando me pidió que no parara. Al comprobar su entrega, decidí ir en busca de mi placer y cambiando de postura, agarré la melena de la rubia y renovando mis azotes, la azucé a incrementar su ritmo. Eso, la enervó y todavía con más ardor me exigió que siguiera castigando sus nalgas.

-¡Fóllame duro como a mi hija!- aulló con su respiración entrecortada por el placer.

Riéndome de ella y susurrando en su oído lo puta que era seguí cabalgando su cuerpo mientras desde las rocas Elena dejaba para la posteridad grabado en la memoria de la cámara.

Como todavía no quería correrme, incrementé el ritmo de mis cuchilladas para conseguir sacar de su cuerpo un orgasmo que recordara en el futuro. Ejerciendo una autoridad que nadie me había dado exigí a Aurora que se masturbara al mismo tiempo. La cuarentona no se hizo de rogar y cumpliendo mi mandato, llevó su mano hasta su clítoris y lo empezó a  pellizcar al compás de la follada.

El doble maltrato llevó a la mujer hasta el límite y obteniendo un placer  descomunal, se corrió empapando  mis piernas con su flujo.  Sus chillidos fueron la gota que azuzó a mi tía, que  hasta entonces se había mantenido en un discreto segundo plano, a acercarse. Al verla llegar con haciendo una foto tras otra la sonreí y levantando la cabeza de mi presa, le señale la presencia de Elena, diciendo:

-Todavía no hemos acabado, zorrita.

Al percatarme que la recién llegada estaba dejando constancia de su infidelidad, intentó separarse pero reteniéndola con mis brazos, cambié de objetivo y de un solo arreón le metí mi pene hasta el fondo de su culo.

-¡Sácamela!- gritó al experimentar por primera vez su ojete invadido. -¡Me duele!

Sus lamentos lejos de acerme retroceder, me dieron alas para forzando hasta lo indecible ese rosado esfínter, comenzar a machacar sus intestinos con mi verga.

-Te aconsejo que te relajes- murmuró mi tía mientras enfocaba  para tomar un primer plano del momento.

Los pezones de Elena marcándose bajo el bikini me confirmaron que  se estaba viendo excitada por la escena. Al fijarme en su parte de abajo, una mancha oscura ratificó su calentura y aunque me apetecía que participara,  bastante tenía con mantener aferrada a la madre de Belén mientras seguía solazándome en su culo.

Paulatinamente, Aurora fue aceptando su derrota y gracias a ello, dejó de debatirse y sin darse cuenta empezó a disfrutar. Al irse diluyendo el dolor y ser sustituido por el place hizo que la cuarentona se viera inmersa en un mar de sensaciones nuevas hasta que admitiendo su destino, me confeso con lágrimas sus ojos que le estaba gustando.

-Lo sé. De tal madre tal hija. A Belén tampoco le apetecía que le rompiera su culo pero al final gozó como una perra- contesté viendo su entrega.

La mención a su retoño incrementó la temperatura de su cuerpo y ya sin ningún tipo de recato, me rogó que la tratara como a ella.

-¿Eso quieres? ¿Estás segura?-  pregunté muerto de risa- ¡Te aviso que tu hija es muy zorra!

Desbocada, me respondió:

-¡Yo lo soy más!

Al escucharla, solté una carcajada y llamando a mi tía a participar, mordí la oreja de Aurora mientras le decía:

-Tu niña es bisexual y le encanta comerse el coño de Elena mientras la tomo.

Elena sin esperar la respuesta de la mujer, se acercó a ella y agachándose en la toalla, puso los pechos de la cuarentona en su boca y los empezó a mamar.  Os confieso que me alucinó la reacción de la señora  porque sin importarle que fuera una fémina quien estuviera mordiendo sus pezones, gimió de placer al tiempo que me insistía en que reanudara el asalto sobre su culo.

-¡Sigue!- suplicó al sentir los dientes de mi familiar mordisqueando sus areolas.

Durante un rato, use su trasero como frontón mientras Elena se  conformó con los pechos de nuestra víctima pero viendo que había conseguido vencer sus reparos iniciales y que Aurora estaba disfrutando, tumbándose en la toalla, siguió bajando por su cuerpo y llegando hasta su sexo separó los labios de su vulva, tras lo cual, se apoderó de su sexo con la boca.

-¡Me encanta!- suspiró aliviada al asimilar que la boca de esa mujer le gustaba.

Esa confesión dio a mi tía el valor suficiente para con sus dientes y a base de pequeños mordiscos, llevarla hasta su enésimo orgasmo. De rodillas, sobre la toalla y con la arena pegada a su piel, Aurora se corrió con mi pene incrustado en su culo y con la lengua de una mujer, recorriendo su sexo.

-¡Malditos! ¡No aguanto más!- chilló descompuesta.

La derrota de la madre de Belén  fustigó mi pasión y llevando mi ritmo a unos extremos brutales, acuchillé su interior sin parar. El colmo fue ver que mi tía usaba sus manos para satisfacer su propia lujuria e incapaz ya de parar, busqué liberar mi tensión vía placer. La explosión con la que sembré sus intestinos, se derramó y saliendo por los bordes de su ano, empapó con su blanca simiente no solo las piernas de Aurora sino las mejillas de mi familiar.

Esta al advertir que había terminado, usó la fuerza bruta para abrirle los dos cachetes y con verdadera sed, se puso a beber mi semen.

-La leche de mi sobrino es mía- chiiló al tiempo que la recolectaba con la lengua.

Aurora disfrutó como una perra de los lengüetazos en su culo y prolongando su orgasmo, le imploró que no dejara de lamerla. Elena la hizo caso y se mantuvo recorriendo el ano de la cuarentona hasta que confirmó que no quedaba ningún rastro de lefa en él.

Por mi parte, tumbado sobre la arena, vi como al terminar, esas dos mujeres se quedaban abrazadas entre ellas mientras se reponían del esfuerzo. Durante unos minutos fui testigo de sus carantoñas hasta que con ganas de reiniciar las hostilidades, Aurora sonrió y nos dijo:

-Tengo que confesaros un secreto.

Por su tono, comprendí que no me iba a cabrear por ello pero en cambio a Elena le pudo la curiosidad y por eso le preguntó cuál era. Aurora, la madre de Belén y amiga de mi propia madre, se acurrucó entre nuestros brazos antes de decirnos:

-¡Fui yo quien insistió que mi hija acompañara a su padre porque quería que esto ocurriera!

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