Descubrí a mi madre como amante.

Mi deseo por nuestra vecina hizo que descubriera como era mi madre amando.

Os quiero narrar la historia que me ocurrió con mi vecina y mi madre. Para organizar un poco la cosa os intentaré describir la situación en la que comienza todo. Vivíamos en un bloque de pisos de la capital, tenía once plantas y nosotros vivíamos en el noveno. Nuestra familia estaba formada por mis padres, Juan y Raquel, además estaba mi hermana María José que vivía en otra ciudad para poder estudiar la carrera que a ella le gustaba. La familia se completaba conmigo, Eduardo.

La vecina en cuestión era Maite, una mujer de cincuenta años que vivía en el décimo piso, justo encima de nosotros. Era pensionista pues por una enfermedad tuvo que dejar de trabajar, además nunca se había casado y no tenía hijos. Era bastante promiscua y, a su edad, para atraer a los hombres había gastado mucho dinero en operaciones para tener un buen cuerpo. Y la verdad es que estaba muy buena. Tenía unas tetas no demasiado grandes pero bien puestas y firmes. Su figura era casi perfecta, su trasero era duro y más de una jovencita lo envidiaría. Tras varias liposucciones no tenía ni un gramo de grasa en su cuerpo. En general aparentaba mucha menos edad de la que realmente tenía.

Hacía poco más de un mes que Maite se había mudado a nuestro bloque. En aquellos días yo tenía dieciocho años y como era natural estaba muy salido y caliente. En cuestión de sexo, aún no había tenido relaciones con ninguna mujer, muchos roces y magreos, pero nada de "meterla en caliente". Las mujeres más cercanas a mí, mi madre y mi hermana, siempre decían que no estaba nada mal de cuerpo. Y a pesar de todo no conseguía nada de sexo.

Recuerdo el día que vi por primera vez a Maite. Yo salía del ascensor en la planta baja y ella entraba por el portal. La miré y ella a mí. Sentí una extraña sensación cuando me crucé con ella, algo así como una especie de "enamoramiento" que más bien era calentura por la belleza de aquella mujer. Después de aquello intenté saber cuales eran más o menos sus horarios de entrada y salida para coincidir con ella en el portal y verla o bien verla desde el balcón. Ya sé que eran unas técnicas estúpidas y más bien de acosador, pero aquella mujer imponía y nunca hubiera intentado nada con ella, por muy caliente que hubiese estado. Cuando nos cruzábamos, ella me sonreía y creo que en cierto modo le gustaba mi seguimiento. Aún no sabía como era ella, pero en breve me enteraría.

No recuerdo cuanto tiempo estuve haciéndole aquel estúpido seguimiento, pero una mañana de sábado estábamos mi madre y yo en casa. Sonó en timbre de la puerta y mi madre abrió.

-¡Hola Maite! – escuche desde el salón hablar a mi madre.

-¡Hola Raquel! ¿Te importa si tu hijo me ayuda a subir y montar el mueble?

-Pasa. – Dijo mi madre y entró en el salón – Eduardo, anda acompaña a Maite y ayúdala a subir y a montar un mueble.

Yo me hallaba con una indumentaria propia de estar en casa. Al ser casi verano tenía descubierto el torso y simplemente llevaba el pantalón del pijama como vestimenta. Por supuesto que no me negué, estar al lado de aquella hermosura era algo que deseaba desde hacía algún tiempo.

Me levanté y fui a mi habitación para cambiarme de ropa. Estaba deseoso de estar en compañía de Maite y aquel día se haría realidad. Por mi cabeza corrió la cuestión de cómo había venido ella a mi casa a pedir mi ayuda sin más y cómo mi madre me pidió que la ayudase casi como una orden más que como una súplica. En ese momento era algo que no me importaba en demasía, pero posteriormente mi madre me contó que había hecho amistad con Maite mientras desayunaban un día en el bar de abajo y que desde entonces casi todos los días desayunaban juntas y hablaban. Aquella semana Maite le pidió si yo podría echarle una mano con aquel mueble que iba a comprar y mi madre no puso pega, aún sin haberme consultado.

Cinco minutos después los dos bajábamos en el ascensor y nos dirigíamos a su coche para subir el mueble. Estábamos muy juntos y podía percibir el perfume que llevaba. La dejaba pasar cortésmente como buen caballero y aprovechaba para observar sus hermosas curvas. Llevaba una falda corta y ajustada que le marcaban mucho su cintura y su hermoso culo, además de dejar a la vista las estupendas piernas que la sostenían. Llevaba una camisa blanca con bastantes botones desabrochados, dejando entrever el hermoso canalillo que formaban sus abundantes pechos y el encaje del filo del sujetador que sostenía tan maravillosos volúmenes.

Entre los dos subimos el pesado mueble hasta su casa. Ella abrió la puerta y en el aire había un dulce olor a vainilla. Depositamos la caja en la habitación donde se colocaría el mueble.

-Espera, voy a cambiarme de ropa en un momento y ahora montamos el mueble. – me dijo y deseé seguirla y verla desnuda, pero la prudencia me hizo esperar desembalando el mueble y cogiendo las instrucciones para leerlas.

Después de cinco minutos entró ella en la habitación con una camiseta y un pequeño pantalón corto como vestimenta. Y aquella imagen me impactó. Se notaba que se había despojado del sujetador pues sus pezones se marcaban en la fina y ajustada tela de la camiseta. Por momentos me estaba "enamorando" de aquella sensual mujer.

-Ahí están las herramientas. ¿Empezamos? – dijo ella con una hermosa sonrisa en su boca ante la que ningún hombre se hubiera negado a cualquier deseo de ella.

Tardamos más de media hora en montar el complicado rompecabezas del mueble. Durante aquel tiempo descubrí que además de bonita era simpática. Entre bromas y charla íbamos montando cada pieza. De vez en cuando ella tenía que sujetar una pieza y yo debía pasar al otro lado, momento en el que aprovechaba para tocarla por la cintura o en la espalda con las manos. En realidad tenía ganas de tirar el mueble y abrazarme a ella para darle todas las caricias que necesitara, pero la prudencia me aconsejaba cautela.

Después de acabar el mueble y colocarlo en su sitio, fuimos al salón y nos tomamos un refresco. Comenzamos a hablar de nosotros y fue como me enteré de su situación, de que era soltera y pensionista por enfermedad, de cómo había conocido a mi madre en el bar y había tomado confianza. A cambio le tuve que contar que no tenía novia y varias cosas más de mi vida. Mientras hablábamos deseé con todas mis fuerzas que me insinuara o me pidiera directamente algún tipo de relación con ella, de cualquier tipo, incluso un roce de su mano hubiera bastado.

-¡Bueno! Muchas gracias por la ayuda. – Dijo cuando ambos terminamos los refrescos – Espero que no se te haya hecho desagradable ayudarme. – Era la señal de que me debía de ir.

-¡Para nada! – Le contesté – Si alguna vez más necesitas mi ayuda, sólo tienes que pedirla.

En ese momento de la conversación pedía que me dijera que ahora necesitaba que la amase y me llevara a su habitación para hacer el amor con frenesí hasta que los dos quedáramos satisfechos. Pero nada, abrió la puerta invitándome a cruzarla y salir de allí para que regresara a mi casa.

-No te preocupes, - me dijo – si otra vez te necesito, te llamaré… - me volví para iniciar mi camino de descenso por la escalera cuando su mano me cogió por el brazo. - ¡Ah! Gracias. – Me dijo y me dio un beso en la mejilla.

La miré y sonreí al ver la sonrisa que dibujaba su boca. No intenté nada más. Aquel beso me pareció que más que agradecimiento indicaba que aún podía tener esperanzas con ella. Me giré para bajar las escaleras y en ese momento apareció mi madre que subía.

-¿Estáis aquí? – Dijo mi madre – Maite, ¿quieres almorzar con nosotros?

Yo miré a Maite y seguro que mis ojos reflejaban el deseo de que aceptara. Me miró y una sonrisa brotó de su boca.

-No te preocupes Raquel, me he comprado algo para hacerme aquí. – Dijo ella y miré a mi madre pidiendo mentalmente que le insistiera.

-No seas tonta, sólo estamos Eduardo y yo y tengo comida de sobra, - dijo y mi cara reflejó satisfacción por la insistencia – te vas a poner mala comiendo tanta comida basura de esa

-Bueno, - dijo Maite y me inundó una gran alegría al ver que aceptaba – Me voy a duchar y en veinte minutos bajo

-De acuerdo, - dijo mi madre – te esperamos.

Bajé las escaleras con una alegría inusitada. Cuando entramos en casa me dirigí directamente a la ducha. Mi madre me miraba algo desconcertada pues pocas veces me había visto tan alegre y risueño. Mientras yo me preparaba para la visita de Maite, mi madre preparó la mesa y a los pocos minutos entraba mi adorada vecina. Ahora no estaba tan maquillada como por la mañana y se le notaba algo más su madures, pero estaba tan preciosa como siempre.

Durante la comida, las dos conversaban como buenas amigas. En poco tiempo habían hecho buenas migas. Hablaban de todo un poco. Y mientras yo observaba a Maite y de repente empecé a mirar a mi madre viéndola como una mujer y comparándola con su nueva amiga. Su cara aparentaba más edad que Maite, pero todo en mi madre era natural, nada operado. La observé mientras iba y venía de la cocina y estaba algo rellenita, pero mantenía una buena figura. Su pelo rizado y castaño era bonito y su cara era preciosa con sus ojos claros. Tenía las caderas anchas y un gran culo respingón. Sus pechos eran más grandes que los de Maite y también era generosa ofreciéndome una buena vista del canalillo que formaban sus tetas gracias a su amplio escote.

La verdad es que las dos maduras que me acompañaban en la comida estaban muy bien y me sorprendió pensar eso de mi madre. Nunca pensé en ella en tema sexual, pero la calentura que me provocaba nuestra vecina me incitaba a ello.

-Raquel, vallamos a tomar un café al bar. – Dijo nuestra vecina.

-Vale, Eduardo quédate aquí mientras volvemos pues estoy esperando una llamada de tu abuela para que me diga algo importante. No tardaremos mucho. – dijo mi madre.

Las vi marcharse por la puerta. Sus hermosos cuerpos salieron y me dejaron solo en el piso, pendiente de una estúpida llamada y con una calentura tremenda. Entonces fui al cajón de la mesita de noche donde mi padre guardaba algunas revistas pornográficas. Tomé una en la que un tipo se tiraba a dos hermosas mujeres y mientras imaginaba que Maite y mi madre eran aquellas, me acariciaba hasta conseguir descargar intensamente mi semen sobre el frío e inerte inodoro. Volví a guardar la revista en su lugar y me senté en el salón para descansar tras el orgasmo provocado por la calentura de las dos maduras.

Aquella fue la primera vez que usé la imagen de mi madre para provocarme excitación. Y vaya si lo conseguí. En cuanto vi las imágenes del trío en la revista y formé en mi mente la imagen de mi madre y Maite en tal postura, mi excitación se disparó y descargué todo lo que contenía mis testículos. Me relajé y continué viendo la televisión.

Después de aquel día, todo volvió a la normalidad. Ellas se veían por la mañana para desayunar y algunas tardes tomaban café en la calle. Pocas veces venía Maite a casa y la veía, pero cuando coincidíamos me encantaba hablar con ella. Durante la semana mi padre iba a su trabajo y yo me dedicaba a mis estudios.

Recuerdo que una de esas tarde en que ellas fueron a tomar café, yo estaba en mi habitación estudiando y de momento empecé a escuchar ruidos en el piso de Maite. Primero pensé si no estarían robando en él. Me concentré en el ruido y la verdad es que era más bien rítmico. Entonces me excité al tener el pensamiento de que mi madre y su vecina tuvieran relaciones lésbicas. Las imaginé en la cama con un consolador, dándose placer mutuamente y mi erección empezó a ser evidente. Daba dinero por escucharlas y mi vida por verlas allí juntas y revolcándose en la cama, pero lo único que escuchaba era el golpeteo rítmico de la cama contra la pared. Se aceleró el ruido y después finalizó. Me concentré de nuevo para adivinar que pasaba allí y, tras unos minutos, volvió el golpeteo y de igual manera se aceleró y tras un breve tiempo, finalizó.

Yo me movía por la casa, excitado e impaciente por escuchar algo que me diera una pista de lo que allí ocurría. Entonces me pareció escuchar la puerta de Maite que se cerraba. Corrí por el pasillo y miré por la mirilla de la puerta. Vi pasar algo que parecía un hombre, por el ruido de sus pasos bajaba a toda velocidad. Entonces quedé confundido. Nunca me hubiera imaginado que mi madre fuese capaz de engañar a mi padre… pero los ruidos eran evidentes, allí arriba habían estado follando… de eso estaba casi seguro.

Pero había algo que no pensé. Tal vez mi madre se quedó comprando algo en la tienda mientras mi vecina se desfogaba con cualquier incauto que hubiera caído en sus redes. Entonces volví a escuchar de nuevo la puerta de Maite. Me iba a acercar a la puerta cuando sentí que mi madre abría con su llave. No había duda, ella había estado arriba mientras aquel tipo se follaba a Maite… o a las dos.

Yo estaba frente a la puerta, a unos tres metros, cuando mi madre la abrió y entraba. No me esperaba allí y dio un pequeño grito al verme. Me fijé en ella, estaba algo despeinada y movió la mano como queriendo ocultar algo que llevaba.

-¡Hola mamá! – le dije.

-¡Ah, hola! – Me contestó dando un pequeño bote – No me acordaba que tu estabas aquí, que susto.

Se movió rápido para entrar en el salón y se dirigió a la estantería en la que teníamos algunos libros. Miré desde la puerta sin que ella lo notara y vi que acababa de esconder allí algo. Volví a mi habitación sin hacer ruido cuando se volvía.

-¡Eduardo, me voy a duchar! – gritó desde la cocina mientras encendía el calentador del agua.

-¡Vale! – Respondí.

Cuando sentí que el agua de la ducha empezaba a caer, me levanté y me dirigí al salón para buscar lo que había ocultado. Busqué con todos mis sentidos pendientes de sentir la mínima señal de que mi madre saliera del baño. Miré entre dos o tres libros, donde me pareció lo había ocultado y encontré un disco DVD que no mostraba anotación alguna que indicara su contenido. Escuché como se abría la puerta del baño y volví a ponerlo en donde estaba para que no se notara. Cogí el mando del televisor e hice como que buscaba algún canal.

-¡Cariño! – Dijo mi madre desde la puerta del salón liada en una toalla – Anda, dúchate mientras preparo la comida.

Asentí con la cabeza y me dirigí a mi habitación, cogí mi pijama y una muda limpia y entre en el baño. Cuando me desnudé y recordé los ruidos y las suposiciones que había creado mi mente, no pude por más que masturbarme para aplacar la excitación que me producía mis sospechas. En menos de un minuto descargaba en la ducha todo mi semen.

Cuando estaba en casa y mi madre salía, bien con Maite o sola, me dedicaba a buscar aquel disco. Primero volví a los libros donde lo ocultó la primera vez, pero lógicamente ya lo había quitado, si era lo que imaginaba, no querría que mi padre lo encontrara. Después empecé a buscar por los cajones y escondrijos más insólitos de su habitación. Nada, encontré revistas de mi padre y algún video VHS, pero del maldito disco nada. Llegué a desanimarme tras varias semanas de infructuosa búsqueda.

Pasaba el tiempo y no encontraba el escondrijo. Hacía un mes desde que las escuche en el piso de arriba y no se había vuelto a repetir. El disco tal vez se lo había devuelto mi madre a Maite, pero aún tenía esperanzas. Intenté aplicar la lógica. Mi madre temería que lo viera mi padre con lo que el lugar más seguro era donde nunca tocara. Pensé en el cesto de la ropa sucia, pero no había nada. Entonces se me encendió la luz. Debajo del fregadero, donde guardaba los detergentes y jabones para limpiar. Allí seguro que mi padre no tocaría y yo tampoco. Algo excitado corrí a la cocina y miré. Moví los botes de jabones y no encontraba nada y entonces vi dos cubos, uno dentro de otro. Los saqué y los separé. Al fin lo encontré. Estaba envuelto en una bolsa de plástico y lo volví a dejar en su sitio hasta otro día.

Ya era sábado y mis padres tenían que ir a otra ciudad para visitar a un familiar nuestro al que se le había muerto su esposa. Yo les pedí que me excusaran pues en breve tenía un examen y necesitaba estudiar mucho. Los observé desde el balcón cuando marchaban en el coche de viaje.

Corrí por el pasillo hasta la cocina esperando, totalmente excitado, que el disco estuviera aún en el escondite de mi madre. Saqué los cubos y los separé. Allí estaba, envuelto en su bolsa. Lo cogí y me fui al ordenador de mi habitación. Temblaba por la excitación de lo que podía encontrar.

Me senté e introduje el disco. Automáticamente se abrió el reproductor. La imagen era la habitación de Maite, pude reconocerla. Mis sospechas se hacían realidad. Sonaba los golpeteos de que estaban preparando la cámara cuando oí a Maite hablar.

-Raquel, aquí no se nota ¿verdad? – le preguntaba a mi madre.

-Para nada. Creo que no la verá. – Se escuchó responder a la otra.

Entonces se escuchó el timbre de la puerta y las dos se movieron rápido.

-Raquel, hazlo como lo hemos preparado.

Mi madre desapareció y Maite quedó en la habitación. Unos segundos después se tumbaba en el suelo al otro lado de la cama y dejaba caer una silla y daba un grito pidiendo ayuda. Entonces entraban en la imagen mi madre seguida de un hombre más bien joven cuya cara me sonaba.

-¿Te has hecho daño? – preguntaba mi madre. – Hijo, ayúdame a subirla en la cama.

El pobre incauto la cogía en sus brazos y la depositaba en la cama mientras mi madre le daba un empujón por detrás para que cayera sobre su amiga. Entonces él intentaba recobrar el equilibrio pero las maduras mujeres se lo impedían.

-¡Hijo, que fuerte estás! – Decía Maite sin dejar de sobar al joven.

-Por favor señoras… - era lo único que podía decir.

-Necesitamos cariño… - dijo mi madre que lo acariciaba por detrás sentada en el filo de la cama.

-¡Danos cariño y amor! – Pedía Maite mientras se sacaba sus tetas para ofrecérselas a él.

Paré la película, estaba temblando demasiado al ver como mi madre y su amiga intentaban tener sexo con un joven desconocido. Nunca pensé que mi madre fuera capaz de engañar a mi padre con otro y aún menos con un joven, pero Maite era muy caliente y promiscua y seguro que la indujo para que lo hiciera. Y entonces me vino un flash a la memoria, el joven era el hijo del frutero. Sin duda le habrían pedido algo para que se lo llevara a casa y aquella tarde cuando se lo entregaba simularon aquello para tenerlo. Volví a darle al play algo más tranquilo.

Entre las dos lo manoseaban y entonces él, con gran fuerza y habilidad, se deshizo de ambas y se colocó de pie junto a ellas.

-¡Así que queréis marcha! – dijo el tocándose el paquete - ¡Pues la vais a tener!

Se bajó la cremallera del pantalón mientras las dos se sentaban en el filo de la cama preparadas para recibir el regalo que les iba a hacer. Ellas estaban de espalda a la cámara y no podía ver cómo Maite se tragaba la polla de él, mientras mi madre se levantaba para quitarle la camiseta y besarlo por el pecho. Maite tenía un movimiento rítmico mientras lo mamaba. Mi madre aprovechaba para tocarlo y pasar sus labios por el musculoso cuerpo.

Entonces él agarró a mi madre por el pelo y la forzó a arrodillarse junto a él. Le quitó la polla a Maite y se giró para que mi madre se la tragara. Ahora podía ver perfectamente la gran polla de él y como se perdía dentro de la boca de mi madre. No pude más, mientras veía aquello me tocaba el pene y sin poder evitarlo me corrí en mi mano con la imagen de mi madre mamando aquella polla. Paré el disco y fui a asearme.

Volví y me senté delante del ordenador pensando en la imagen de mi madre. De nuevo le di al play y mi madre seguía enganchada al rabo de aquel musculoso joven. Maite bajó los pantalones y calzoncillos para besar y mordisquear el prieto trasero acariciando sus muslos. Él agarró la cabeza de mi madre con ambas manos y la movió follando su boca con un ritmo y una profundidad que le produjeron arcadas a ella.

Le retiró el pene y Maite lo hizo acostar en medio de la cama boca arriba. Ella se puso a la altura de aquel erecto falo para continuar mamándolo, a veces se lo metía entero en su boca hasta que se perdía de vista. Mi madre, mientras tanto, se empezaba a desnudar. Se quitó la falda y después las bragas y se subió en la cama para ponerle su húmedo coño en la boca. El sacó su lengua y pude ver como ella gimoteaba y se retorcía por el placer que le empezaba a dar. Entonces Maite le pidió que se girara e hicieran un sesenta y nueve. Ella se levantó y dejó la polla libre para que mi madre pudiera continuar su trabajo.

Se giró para que su raja quedara a la altura adecuada para que la lengua de su joven amante pudiera darle placer. Se quitó la camisa y el sujetador. Estaba completamente desnuda sobre él y se inclinó para que su boca se llenara de nuevo con la enorme polla. Entonces pude comprobar que mi madre estaba realmente buena, algo entradita en carnes, pero con aquel cuerpo y la experiencia que tenía practicando sexo sería un enorme gozo follarla, cómo el que estaba disfrutando el cabrón del verdurero. Su polla entraba en la boca de mi madre. Entonces Maite acabó de desnudarse y se colocó al lado de la otra para ayudarla a lamer aquella hermosura viril.

Yo volvía a excitarme al ver como las dos gozaban de Luis, que era como se llamaba, o como lo llamó Maite. Entonces mi madre dejó que Maite siguiera chupando y se incorporó un poco. Su cara empezaba a mostrar el placer que le estaba dando la lengua de él en su coño y en un minuto comenzaba a gemir y a tener el primer orgasmo.

-¡Ponte a cuatro! – Le pidió Luis a mi madre. - ¡Quiero follar tu hermosa raja!

Mi madre se levantó y se colocó a los pies de la cama con sus rodillas casi en el filo de la cama para que, con su culo pompa, su coño quedara expuesto al ataque de la polla. Él se colocó detrás y escupió en su polla primero y luego en la raja de mi madre que ya estaba bastante húmeda. Maite la agarró antes de que penetrara a su amiga y le dio varios chupetones. La sacó de su boca y la dirigió a la vagina de mi madre que miraba en dirección a la cámara.

Pude ver perfectamente como la expresión de mi madre cambió al entrarle el miembro joven y duro. Cuando la tuvo toda dentro comenzó a penetrarla en un movimiento rítmico que fue acelerando para darle placer. Mi madre gemía mostrando una expresión de extremo placer. Entonces reconocí el sonido rítmico del cabecero de la cama al chocar contra la pared por las embestidas que le daba a mi madre.

Mi madre no decía nada, se limitaba a gemir y gruñir con cada penetración. Cada vez gritaba más fuerte hasta que consiguió tener otro orgasmo con aquel pene en su interior. Él la folló un poco más hasta que se desplomó en la cama agotada por el placer.

Entonces Maite ocupó el lugar que había dejado su vecina y él agarró su pene y lo dirigió al coño de la otra. La penetró y empezó a follarla.

-¡Dame fuerte! – Le pedía a su joven amante. - ¡Más, fóllame fuerte!

Él se afanaba en complacerla y de nuevo sonaba la cama contra la pared.

-¡Empuja cabrón! ¡Dámela entera! – lo animaba.

Fue bestial el ritmo frenético que llegó a alcanzar y la cara de placer que tenía Maite con las embestidas de su semental. Además era incansable, no bajaba el ritmo y hacía que Maite tuviera un orgasmo tras otro de forma incontenible, sus gritos inundaban toda la habitación.

En un momento él dio una gran embestida para dejarle clavada la polla en lo más profundo de aquel maduro coño. Se estaba corriendo dentro de Maite y ella disfrutaba al recibir su descarga. Hizo un rápido movimiento hacia fuera y volvió a clavarla entera de nuevo para que saliera todo el semen en el interior de ella.

Él se aflojó cansado por el orgasmo y sacó su polla para echarse en medio de las dos mujeres con su polla, aún algo erecta, apuntando al techo. Mi madre se lanzó sobre ella para volver a tragársela y el joven se convulsionaba involuntariamente cuando sentía la las mamadas de ella. Maite se volvió y colocó su culo apuntando a la cámara, mostrando la raja de su afeitado coño. Hacía movimientos con su vagina hasta que empezó a salir algo del semen que el joven había depositado en su interior.

La imagen de mi madre mamando y de Maite que sacaba la leche de él de su coño me volvió a excitar y aceleré las caricias que me daba en el pene y descargué mi semen en un trozo de papel que había preparado. Entonces el joven se vistió y se marchó rápido pues lo estaban esperando y ellas, aún desnudas, cortaron la grabación cuando él salió de la habitación.

Tras descansar un poco, decidí hacer una copia de aquel disco y devolví la copia de mi madre a su lugar. En total aquellos días en que estuve solo llegué a hacerme casi diez pajas excitado por la grabación de mi madre y nuestra vecina. Cuando volvieron mis padres tenía una falta de fuerza grande y el pene estaba medio escocido por tanta frotación.

Decidí que aquella cinta me tenía que servir para conseguir que nuestra vecina se desahogara conmigo y a la vez conseguir estrenarme a la hora de practicar sexo, ya había visto la experiencia que tenían las dos maduras y pensaba buscar la forma de que mi madre me ayudara a tener mi primer sexo con Maite.

Continuará