Descubierta por mi alumno 5

Siguen los encuentros en mi despacho

Cuando me levanté a la mañana siguiente, fue contemplar mi cuerpo desnudo en el espejo de mi habitación. Lo primero que pude comprobar es que la rojez que mis labios vaginales presentaban la noche anterior se había reconvertido en un tono azulado oscuro.

Me acaricié mi entrepierna y las molestias seguían siendo apreciables, decidí darme una ducha y en esa zona intima lo hice con agua fría bajando a continuación a desayunar.

Tras el desayuno subí nuevamente a mi habitación para elegir mi atuendo. Elegí unos zapatos negros con tacón bajo de unos cinco centímetros, y unas medias negras, sin las habituales tiras de silicona, lo que hacía imprescindible un ligero también negro, supuse que a mis chicos no les importaría que utilizase dicha prenda. Como bien sabéis en braguitas y sujetador no tuve que pensar, ya que los tenía completamente prohibidos. En esta ocasión, en vez de la habitual mini y blusa, elegí un minivestido blanco estampado con flores azules y rosas, de cuello redondo y sin mangas, entallado en la cintura, pero con una falda amplia y con una cremallera invisible en la espalda.

Me miré en el espejo y pude comprobar que se me marcaban ligeramente los pezones.

Decidí acudir al instituto en transporte público, lo consideré preferible, a pesar de las apreturas a esas horas, a tener que bajarme y subirme de mi coche delante de Ángel, y quizás de alguno de sus amigos, que, si no eran alumnos míos, seguramente eran conocidos de muchos de ellos. Era preferible que un desconocido me magrease en el transporte público, a que mi rajita fuese tema de conversación en el patio del instituto, que seguramente era lo que sucedería, si cumplía las estrictas normas impuestas por Ángel, y no cumplirlas podía ser todavía peor.

Desde la parada hasta la entrada de mi Centro de trabajo tengo que recorrer unos cuatrocientos metros, cuando entre en el Instituto pase por delante de varios grupos de alumnos y como casi siempre me percate que varios se fijaban en mí, siempre me ha resultado muy morboso sentirme deseada.

Las clases transcurrieron sin ningún incidente y finalmente llegó la hora del recreo, salí de la última clase y me dirigí a mi despacho, cerré la puerta y me senté tras el escritorio a la espera de que llegaran mis visitantes.

Al cabo de unos cinco minutos unos nudillos golpearon suavemente la puerta, me levanté y me dirigí a abrir la puerta, tras ella se encontraban Ángel y Pedro:

  • Adelante chicos – pasaron y cerré la puerta tras ellos.

  • ¿Dónde has aparcado hoy el coche?, hemos visto que venías andando – preguntó Ángel, lo que dio pie a que mantuviésemos el siguiente dialogo, como casi siempre Pedro se mantenía en silencio.

  • Hoy he venido en autobús.

  • Jaja, ¿tienes miedo de que algún alumno se entere de que te depilas el coño?

  • Lo que me preocupa es que me lo vean, lo demás me trae sin cuidado.

  • Pues parece que el que te lo veamos nosotros no te importa.

  • Me importó la primera vez, ahora ya lo tenéis visto, no vais a ver nada nuevo.

  • Bueno, pues tendremos que buscar la forma de que te lo vean otros por primera vez, para que te importe. De todas formas, cuando decidiste hacer los reportajes para la web sabías que muchos te lo iban a ver por primera vez.

  • Eran desconocidos, me preocupa que me lo vean los conocidos.

  • Pues dentro de unos días en tu presentación como puta te lo van a ver muchos por primera vez, tendremos que invitar a algún conocido.

  • ¿Voy a estar desnuda?

  • Si, primero estarás vestida, pero después te van a desnudar.

  • ¿Me van a desnudar? ¿Quiénes?

  • Alguno de los asistentes será invitado a que te quite la ropa.

Volvía a sentir que mi entrepierna se humedecía, decidí cambiar de tema:

  • Supongo que habéis venido a comprobar que soy buena chica y que sigo cumpliendo mi palabra.

  • No nos interesan las buenas chicas, lo que queremos comprobar es que sigues siendo una buena puta, que disfruta exhibiéndose.

Sin decir nada llevé mis manos al borde inferior de la falda de mi vestido y me la fui subiendo poco a poco hasta dejar visible mi cuerpo de cintura para abajo, y que pudiesen comprobar que no llevaba bragas.

  • Te sienta muy bien el liguero, pero no hemos comprobado si vienes sin sujetador.

  • Si llevase sujetador se notaría, por lo menos se marcarían los tirantes – fue mi respuesta a Ángel.

  • Es mejor asegurarse – me respondió.

Se acercó a mí, se puso a mi espalda, yo solté mi falda dejando mis brazos relajados paralelos a mi cuerpo, lentamente fue bajando la cremallera desde el cuello a la cintura, a continuación, deslizó las hombreras de mi vestido a través de mis hombros y de mis brazos, hasta lograr que el vestido callera a mis pies y yo quedase una vez más completamente desnuda ante ellos. En ese instante me dio un ligero azote en el culo, diciéndome:

  • Vete hasta la puerta y vuelve.

Obediente, completé el recorrido ordenado, cuando llegué de nuevo frente a él, me detuve, él acarició mi entrepierna mientras decía:

  • Me excita, la suavidad de este coño de puta depilado.

Cogió mi cintura con ambas manos y haciéndome girar me acercó a mi mesa, e hizo que mi tronco descasara sobre su superficie, al tiempo que con su pie separaba mis piernas.

En ese instante comprendí, que en esta ocasión no querían conformarse con verme desnuda, con meterme mano, lo que querían era follarme allí mismo.

  • Por favor, no, aquí no, en mi casa lo que queráis – supliqué.

  • Cállate y obedece puta de mierda, lo que hacemos en tu casa o aquí lo decidimos nosotros.

Inmediatamente noté su pene entre mis piernas, su roce con mi rajita, pero no se quedó ahí, a continuación, lo sentí en la entrada de mi ano.

  • No, el culo no – volví a suplicar.

  • ¿No te lo han follado nunca?

  • Sí, pero no me gusta.

Así era, en mis años de universidad, en más de una ocasión había accedido a que me follasen el culo, pero siempre me había resultado tremendamente desagradable, sobre todo cuando aquel miembro que había estado en mi culo terminaba en mi boca, cosa que sucedía con demasiada frecuencia.

  • Mira, yo en cambio es la primera vez que me voy a follar un culo.

Dicho y hecho, sentí la punta de su miembro en la entrada de mi ano, como iba entrando poco a poco hasta que las embestidas fueron cada vez más fuertes y penetró completamente en mi interior, continuaron sus envestidas hasta que finalmente se corrió dentro de mí.

  • Es una gozada follarse a esta puta por cualquiera de sus orificios, te toca.

  • Yo sigo prefiriendo su coño – respondió Pedro.

Mientras los dedos de Pedro comenzaron a jugar con mi coño, Ángel dio la vuelta a la mesa y acercó su flácido pene a mi boca, agarrándome por el pelo me dijo:

  • Chúpamela y déjamela bien limpia.

Si después de las relaciones anales esto siempre me ha resultado desagradable, en esta ocasión lo era mucho más, ya que cuando conocía la posibilidad de que se diesen siempre tomaba la precaución de aplicarme un enema.

Mientras tanto Pedro comenzó a follarme el coño, sentí molestias a medida que me penetraba debido al trato recibido el día anterior, mientras tanto poco a poco y a base de acariciarle los huevos y chupársela, el miembro de Ángel fue aumentando de tamaño llegando al máximo prácticamente al mismo tiempo que Pedro eyaculaba dentro de mí, pocos minutos después, Ángel hizo lo propio en mi boca, degustándolo y tragándomelo como si fuese el mejor manjar.

Debo reconocer que me sorprendió lo rápido que se produjo esta segunda erección de Ángel, quizás no pasaron de los cinco minutos el tiempo que necesitó, la vez anterior en mi domicilio dispuso de mucho más tiempo, pero en esta ocasión el tiempo estaba acotado por la duración del recreo.

Mi experiencia en este campo era que los tíos necesitaban mucho más tiempo para una segunda penetración, diría que, por encima de los quince minutos, seguramente la gran ventaja de Ángel era su juventud, ya que mi experiencia había sido fundamentalmente con hombres más bien maduros.

Ambos se subieron los pantalones y Ángel me dijo:

  • Ya te puedes vestir, me gusta que uses ligueros son muy sexys y a las putas como tú les quedan muy bien.

  • No podéis seguir viniendo aquí todos los días, alguien puede sospechar.

  • ¿Qué ofreces a cambio?

  • En mi casa lo que quieras, pero aquí no podéis seguir viniendo.

  • ¿Como comprobamos, que vienes sin ropa interior?

  • Creo que ya os he demostrado que os podéis fiar de mí, que cumplo lo que me mandáis.

  • No es suficiente, ya hablaremos.

Se marcharon, yo me limpié un poco con unos pañuelos de papel, pero tuve el resto de la mañana la sensación de que en cualquier momento iba a descender por mi muslo un chorretón de semen.

Durante el resto del curso esta situación se repitió varias veces en mi domicilio, pero dejaron de aparecer por mi despacho.