Describiendo el encuentro (continuación)
Como siguió el encuentro con el amigo de mi hijo.
Espero, cielos, que, como os comentaba, las lecturas del relato, en el que puedo extenderme gracias al anonimato, os ponga como a mí me gustaría teneros, gracias a las imágenes que vaya fluyendo en vuestra fantasía con las historia que os cuento y que animen vuestra entrepierna tanto como a mi joven aventura se la animaba, y que notéis, como yo deseo, que la presión y el placer se adueñen de vuestra lectura. Y que os animéis a comentar los pasajes que os gusten para que así me sirvan para orientar, precisamente, según me expliquéis, los relatos sucesivos, con los detalles mejor se ajusten a la respuesta de vuestros cuerpos, que ya me gustaría tener a la vista cuando se agitan.
Como os decía era todo un aliciente estar, desde por la mañana, fantaseando lo que esperaba que me hiciese mi joven semental y, comenzar, como os digo, por vestirme para su mirada y su deseo, eligiendo el escote y las prendas que lo pudieran excitarlo como a mí me gustaba. Que me mostraran exuberante ante sus ojos despertándole las ganas y, así, excitando las mías al sentirme objeto de su anhelo. Escotes que le mostraran mis senos hasta hacerle imposible restirar la mirada del canal que las formas le enseñaban, y en el que le encantaba alojar su erección, en cuanto podía, corriéndose entre ellas, con espasmos y convulsiones con los que descargaba, lleno de placer, el rico jugo de sus testiculos. Camisetas finas y coloridas que resaltaran mis pezones en la tela, en las que le encantaba colar las manos desde mi espalda agarrándomelas como si le fueran a faltar, y que a mí me encantaba sentir entre sus dedos estrujándolas con gusto y pellizcando suave unos botones que me daba gusto sentir entre sus dedos extendiéndome el placer por todo el cuerpo. A veces metiéndome las manos bajo los brazos y levantándome la camiseta hasta alcanzarlas apretándome su paquete contra el culo para que sintiera cómo lo tenía.
Y más, al confirmar el éxito del la intención, cuando sus ojos se fijaban en la partes del cuerpo que la ropa resaltaba, demostrando el efecto que sobre su deseo producía la excitante visión, hasta hacer que no me dejaba casi cerrar la puerta, cuando llegaba, en que se enganchaba a mis pechos con unas ganas que solo la edad lo hacía posible. No se agotaba nunca y, a mí, eso, me encantaba. Me encantaba sentir sus manos colarse por mi escote, o, levantándome la camiseta y el sujetador hasta agarrarlas en ese abrazo posterior, que me apretaba contra las nalgas una erección que parecía estar hecha de madera. Solo perdía su tensión después de un buen rato de haberme entregado todo el semen que tenía en su almacén, y siempre que no le concediera tiempo a recuperarse del esfuerzo acariciándole el estado morcillón en que se le relajaba por un momento tan adorable herramienta. Mientras tanto me encantaba sentir como me restregaba por el culo, sobre la ropa puesta todavía, lo que me iba a meter en cuanto lo dejase subirme la falda y buscar el deseado nido que reclamaba su tótem.
No sin antes, saboreando en mis tetas el sobo de sus manos y en mi culo la presión de su erección, recibir sus besos, desde atrás, en el cuello, y sus lamidas en la oreja, llenándome de placer y de gusto, que me ponían en chorro esa zona, por la que me encantaba que lamiera hasta hacerme temblar los muslos, haciéndome y fluir como una fuente. Y disfrutar, con sus apretones en los pechos y los empujones de su pubis, del estado en que me la restregaba por el culo para, a continuación, tras subirme la falda y deshacerse del pantalón, desde la misma posición, colocarla entre las piernas haciendo que la propia tensión encontrara su cuna entre los labios de mi vulva como un salchicha en un boyo untado en mantequilla a todo lo largo de mi rajita. En este estado que os cuento, en el que estaba deseando que me la metiera, -que placer, cielos-, notar como se la cogía y buscando con la punta mi entrada, tras jugar un poco con mi chochito, colocarme el glande y empujar despacio y continuo abriéndose paso dentro de mi hasta el fondo, haciéndome disfrutar como una loca del empalamiento a que me sometía. Con qué placer se hundía en mí haciéndome sentir, a su paso, un gustazo rico que se me hundía en el vientre llenándomelo de desesperación hasta que conseguía que me abandonase al dominio de su rabo que no quería que me sacara nunca.
Me encantaba terminar la espera imaginada, en aquel estado, sentados algo ladeados en el sofá, con una de sus manos en mis tetas pasando el brazo sobre mi hombro, haciéndome reposar la cabeza en cuello y la otra, por debajo de mi brazo; del que entretenía mi mano, a mi espalda, en notar en los dedos su rica erección; en mi rajita masturbándome el clítoris, dándome un gusto que me disolvía hasta hacer perder el sentido, mientras le decía: sigue, cariño, sigue…mira como me tienes ¿te gusta ponerme así?
Espero cielos, que os guste tanto como me gustaría que sintierais, haciendo que se os ponga dura bajo el pantalón mientras me leéis. No sabéis, el morbo que tiene imaginarme responsable de un montón de pollas deseando tenerme como en la historia. Alcanzar el deseo de cada uno de vosotros, en particular, y estar ocupando vuestra fantasía, con las ganas que a mí me gustaría que os llenase el rabito hasta que lo sintáis inflamado y deseante, que espero me relatéis en vuestros comentarios. .