Desconocidos

Una fantasía

DESCONOCIDOS

Sara está algo nerviosa, pero los nervios no consiguen frenar su excitación. En todo caso al contrario. La espera se está haciendo larga, piensa en hacerse un dedo para calmarse, quizás hacerlo la libere de la locura que está a punto de llevar a cabo. Se mete la mano por dentro de los pantalones, y lo nota todo mojado. Joder, podría correrse en nada, pero no quiere su dedo. No quiere dedos. Tampoco quiere un vibrador, ni siquiera una polla de verdad. Su coño desea una lengua. Unos labios. Una boca que lo trate con delicadeza, con pasión, que le de ese placer que hace tanto que no recibe. A veces se lo comen como parte del calentamiento, pero Sara necesita otra cosa. Desea ser el centro de atención, apretar una cabeza entre sus piernas mientras gime, tener las manos libres para acariciarse los pechos mientras su clítoris le envía oleadas de placer. Y hace unos días encontró un voluntario para dárselo.

Un completo desconocido, con mucha labia. Los caminos de internet son inescrutables. Inescrutables  y llenos de sexo, de fantasias, de gente. Como ella y como él, más morbosos de lo que admitirían en público. El chico le pone cachonda, no lo puede evitar, y tampoco quiere. Como use la lengua igual que habla… Por eso se ha atrevido a dar el paso. Y aquí está, en su casa, sola, mojada, pensando en cómo lo va a recibir. ¿Se pone un conjunto de ropa interior sexy? ¿Le espera con un vestido sin nada debajo? ¿Desnuda, y que nada más entrar se agache para lamerle el coño?

Va probando distintas combinaciones, vistiéndose y desvistiéndose delante del espejo. Pero el verse desnuda no ayuda a pensar con claridad. No cesa de echar vistazos a su coño recién depilado, lo siente caliente, palpitando. Hambriento de caricias y atenciones. ¿Cuánto debe faltar para que llegue? Se ha prometido no mirar el reloj, solo sabe que no puede faltar mucho. Que nervios joder. Harta de no saber decidirse con la ropa, se deja puesto el último tanga que se ha probado y se pone una bata por encima. Le da tiempo a prepararse un gintónic, piensa. Le calmará los nervios.

Entra en la cocina y se agacha para abrir el congelador. Una imagen atraviesa su mente, como le gusta que se la follen así. Sentir un pubis contra sus nalgas, y el coño lleno. Pero hoy no toca eso. Aunque… también puede comérselo así. Coge el hielo y cierra el congelador. Bromea con ella misma acerca de si el hielo sería capaz de enfriarle el coño. Y traviesa, lo prueba durante unos segundos, el tiempo que tarda en alcanzar un vaso del armario. El frio del hielo le ha puesto los pezones más duros si cabe, se los puede ver a través de la bata. Mete el hielo en el vaso, sirve la ginebra, abre la tónica y suena el timbre. Mierda, ya está aquí.

Ha sido el timbre de arriba, algún vecino debe haberle abierto abajo. Bebe un trago largo del gintónic, y sin soltarlo se dirige a la puerta. Armándose de valor pone su mano en el picaporte, y lo gira. Y ante ella encuentra al chico de las fotos, al mismo que le ha prometido comerle el coño hasta dejarla saciada. Se sonríen.

-          Hola.

-          Hola. –responde él.

Unos segundos de silencio, para nada incómodo, más bien morboso.

-          Pasa, ¿no? Me acababa de poner un cubata.

El chico entra detrás de ella, y la sigue hasta el salón.

-          Te podría ofrecer uno, pero creo que más bien tienes que beberte otra cosa.

-          Vaya, que directa. – ríe el chico.

-          ¿Te molesta?

-          Que va, sólo me ha sorprendido. Menos mal que tenías dudas…

Sara ríe la broma del chico.

-          Pues ya no las tengo. Así que… a lo tuyo.

Y dicho esto, se desabrocha la bata, y la deja caer deslizándose por su espalda.

-          Que cuerpo más bonito. Será un placer comérmelo.

-          ¿Sí? Pues yo quiero ver el tuyo. Desnúdate.

El chico obedece, sin apartar la vista de los pechos de Sara, de su cintura, de sus piernas, y especialmente del único trozo aún cubierto por tela. Se quita primero los zapatos y los calcetines. Lo siguiente es su camiseta, y a Sara le excita su torso. Y le excita aún más ver como empieza a desabrocharse los pantalones. Hoy ella es la protagonista, no tiene que estar pendiente de su polla. Pero no por eso dejan de gustarle, y está impaciente por vérsela. Cuando el chico se baja los calzoncillos, está sale disparada hacia arriba. No está dura del todo, pero la está apuntando directamente.

-          Veo que tiene ganas de marcha…

-          Claro, siempre – responde el chico acariciándosela suavemente.

-          Pero sabes que hoy no es su día. En todo caso te lo tendrás que ganar.

Se deja caer sobre el sofá, y levanta las piernas para poder quitarse el tanga. Las vuelva a bajar, y las abre, ofreciéndole su recién depilado coño, que brilla debido a la humedad.

-          Come.

Esa sola palabra basta para terminar de poner dura la polla del chico. Tiene a Sara ahí, expuesta. Podría acercarse y metérsela de golpe. Taladrarla sin descanso hasta oírla gritar. Sabe que en el fondo ella lo está deseando. Pero lo prometido es deuda, así que se agacha, y empieza a besar un muslo, mientras sus manos se colocan cobre la cintura de la chica, y empiezan a acariciar. Le encantan estos primeros momentos, el proceso de acercarse lentamente con sus labios y lengua. Sigue subiendo por el muslo, hasta llegar al pubis. Cada beso está más cerca de su destino final. Sus manos hace ya rato que han llegado a los pechos de Sara, y los acarician despacio. A veces apenas rozándolos, otras estrujándolos entre sus manos. Y vuelve a bajar por la cintura, hasta llegar a sus piernas. Las coge con fuerza y las separa aún más, dejando bien abierto ese coñito que tantas ganas tiene de probar. Separa los labios con dos dedos, y ahí está el clítoris hinchado, esperando a su lengua. La coloca en la entrada de la vagina, y empieza a subir despacio. Pero se queda a un milímetro de donde la desea Sara, y vuelve a bajar, recorriendo los labios lentamente. Mira hacia arriba, y ve a Sara observándole, gintónic en mano. Hay deseo en sus ojos. Quiere cerrárselos. Sin que se lo espere, pone la lengua dura sobre el clítoris, y da unos cuantos golpecitos rápidos de abajo a arriba. A ella no solo se le cierran los ojos. Todo su cuerpo se tensa. Agarra el cubata con fuerza para que no se le caiga, y se lleva una mano al pecho, donde empieza a jugar con su pezón. Tras haber probado su sabor, el chico decide seguir jugando. Ahora toca bajar con besos por la otra pierna, mientras con un dedo recorre los bordes de ese coño tan delicioso. Ella abre los ojos y le mira.

-          Come joder.

Como si fuera una orden, el chico se deja de besitos en las piernas, y ataca su coño. Primero a lengüetazos por sus labios. Lo abre con dos dedos, y lame despacio, acariciando el clítoris a cada pasada. Algunas son más rápidas, otras más suaves. Atrapa por primera vez el botoncito entre sus labios, y lo masajea con la punta de la lengua dura. Se escuchan los primeros gemidos de Sara, y decide aumentar un poco el ritmo. Disfruta bebiéndose los jugos que no paran de manar del coño que tiene en la boca. Se lo quiere comer entero, sin prisas, saboreando cada rincón. Y acariciarlo por dentro.

El primer dedo entra despacio hasta el fondo, mientras la lengua brinca alegremente sobre el clítoris, acelerando y frenando. Sara lo siente deslizarse en su interior, y se da cuenta de lo verdaderamente encharcado que tiene el coño. Quiere más, un dedo no es suficiente. Como si le hubieran leído la mente, al retirarse vuelve a entrar acompañado de otro dedo. Siente como le frotan todas las paredes vaginales, especialmente las de arriba. Y la lengua que no para. Solo se detiene tras algún movimiento rápido, para volver a empezar. Moviéndose de lado a lado, en círculos, de arriba abajo y de abajo arriba. Mientras, los dedos entran y salen a buen ritmo, en ocasiones quedándose dentro para acariciar ese punto…

Sara se da cuenta de que hace rato que tiene los ojos cerrados. Los abre, y se sorprende al comprobar que aún tiene el gintónic a medias. Le mira, y se da cuenta de lo mucho que también está disfrutando, eligiendo cada caricia con atención, lamiendo y chupando como si en ello le fuera la vida. Ahora ha bajado el ritmo, lo suficiente como para que pueda echar un trago. El tintineo del hielo en el vaso le hace detenerse, y levantar la mirada.

-          ¿Aún no has terminado la copa?

-          ¿Te crees que es fácil acordarme de que la tengo?

-          No puedo empezar en serio hasta que no te la termines, no quiero que manches tu sofá.

-          ¿Qué quiere decir en serio?

Sin mediar palabra, el chico saca la lengua y empieza a volver loco el clítoris de Sara, lo ataca de todas las maneras, al tiempo que ha clavado dos dedos en su coño, y frota fuerte. Sara empieza a gritar, se le cierran los ojos y empieza a temblar, hasta que él para y la mira sonriendo.

-          Joder que bien lo comes.

-          Bebe.

Dicho esto, devuelve la lengua  a donde corresponde, pero esta vez mucho más despacio. Acompaña a su lengua de un dedo, y pronto este se queda solo acariciando el clítoris, porque los labios suben a probar por primera vez esos pezones que llevan tanto rato tiesos. Sara sigue bebiendo a sorbos cortos, recreándose en las sensaciones, en cada caricia, en cada beso, en cada mordisco, en ese dedo que la masturba con delicadeza. Hasta que por fin termina el gintónic, y puede dejar el vaso en la mesita de al lado. Él se le acerca al oído, sin dejar de masturbarla, ahora con dos dedos.

-          ¿Te gusta cómo te como el coño?

-          Joder, me está encantando.

-          Estás muy cachonda, verdad?

-          Si.

-          Te podría hacer correr cuando quisiera. –dice mientras acelera los dedos.

-          Joder.

-          Pero aun no quiero. – y deja los dedos quietos. Los mete despacio en el coño.

-          También podría follarte ahora mismo, tienes el coño tan mojado… ¿te gustaría, verdad? Una polla en vez de los dedos…

-          Si joder. Follame si quieres, te lo has ganado.

-          Seguro que prefieres que te ponga a cuatro patas – los dos dedos en el clítoris empiezan a describir círculos cada vez más rápido. - ¿Es lo que quieres?

-          Cabrón.

Sara se da la vuelta y queda de rodillas en el sofá, con las manos apoyadas en el respaldo, ofreciendo su culo. Siente como el chico se separa y se coloca detrás de ella. Y cuando espera recibir la primera embestida, siente como lo que entra en su coño es una lengua, que sube y baja, y unos labios que chupan y succionan su clítoris. También nota como dos manos la sujetan fuerte del culo, abriendo bien su coño. Y como la lengua no cesa de subir y bajar, del clítoris a la vagina, y un poco más allá.

Él está disfrutando de lo lindo, comiéndose el coño a lo guarro. Chupando, sorbiendo, lamiendo. Y le tiene preparada una sorpresa. Quizás hasta le descubra un nuevo placer. Uno de los mayores que a su criterio, existe. Por eso su lengua sube cada vez un poquito más a cada pasada. Pasa una mano por delante de las piernas de Sara, y se la apoya en el pubis. Así puede masturbarle el clítoris con el pulgar mientras se la folla con la lengua. Y cuando menos se lo espera, el primer lametón, suave y lento, recorriendo los bordes de su ano.

El gemido que se le escapa a Sara es distinto, como lo es el placer que acaba de sentir. Si ese dedo estuviera yendo más deprisa, se correría a gustísimo, pero le falta un punto de velocidad. Pero estas nuevas caricias le están dando uno, diez, mil, puntos más de placer. Siente la lengua recorriendo despacio el contorno de su ano. Como se arranca algunas veces con golpes rápidos y secos. Y como se le va abriendo el culo para que la lengua pueda dar aún más placer. Está gimiendo. Está gritando, los dedos por fin han acelerado. La están masturbando con ganas mientras le comen el culo. A cuatro patas, como le gusta que la follen. Todo de imágenes guarras van pasando por su mente, desea que la follen, desea tener una polla en la boca, desea que le coman las tetas, desea todo a la vez, pero sobre todo, que no deje de lamerla. Y que no se detengan esos dedos. Y es precisamente lo que hacen, dejándola a las puertas de lo que prometía ser un gran orgasmo, siendo relevados por una lengua que se mueve despacio, acariciando el coño, como queriendo relajarlo. Sus manos la cogen y le hacen darse la vuelta, quedando tumbada boca arriba otra vez. Él la mira, y le va dando pequeñas lamidas mientras le habla.

-          ¿Ibas a correrte?

-          Si…- responde Sara entre jadeos.

-          ¿Seguro que quieres? Acabo de empezar…

-          Me estás matando. Tengo el coño a punto de explotar. Come joder, cómemelo más.

Mientras le ordena que siga lamiendo, le coge de la cabeza y la aprieta contra su entrepierna. Quiere sentir bien esa lengua, esos labios. Él se deja hacer, bebiéndose todo el líquido que suelta, sabe que si le da el control a ella se correrá, y aún no tiene suficiente de ese manjar. Y de escuchar esos gemidos. Quiere más, y sabe cómo conseguirlo.

Agarra las manos de la chica y las sube hasta el respaldo del sofá, sin dejar de besar su cuerpo, especialmente sus pechos y su cuello. Busca a su alrededor con la mirada, y ve la bata que llevaba puesta la chica, y la cinta. Es perfecta para atarle las manos. Ella se deja, medio atemorizada medio excitada. Es un desconocido. La tiene atada al sofá. Y la tiene cachonda perdida.

-          Ahora puedo comerte tranquilamente.

Dicho y hecho. A partir de ese momento empieza la locura para Sara. La lengua que lleva no sabe cuánto torturándola, ahora se lo toma con calma, llevándola a picos de placer cada vez más altos, pero sin terminar de estallar. El cabrón sabe cuando frenar, cuando acelerar, cuando aplicar presión y cuando apenas rozar. Sara hace rato que no ve nada, ni lo vería aunque lograra abrir los ojos. Tampoco oye nada, ni sus propios gemidos. Solo siente. Vive en una burbuja de placer, su cuerpo da sacudidas, que las manos del chico logran contener para no perder el control sobre su coño. Cada lametazo parece dolerle, podría ser el último, el detonante del orgasmo más salvaje que ha tenido en tiempo. Pero no lo es. Solo es un peldaño más de una escalera que parece infinita.

Él se lo está pasando de lo lindo. Disfruta viendo como le tiemblan las piernas a su víctima, como su coño chorrea sin cesar. Mete dos dedos sin dejar de usar la lengua. Entran solos. Demasiado fácil, mejor meter tres. Escucha como cambian los gemidos, tiene el coño lleno. Abriéndose como si lo estuviera ensartando una buena polla. Claro que se le ha pasado por la cabeza aprovechar que está atada para meter la suya. Pero lo que se empieza se acaba, y le gusta demasiado ese sabor como para separa su boca de ella. Pone la lengua más dura, y golpea el clítoris. Esta vez va en serio. Mueve los dedos dentro de su vagina, hace brincar su clítoris sin descanso. El cuerpo de la chica se tensa. Y él se detiene una última vez. Para soltar sus manos. Para llevarlas a su cabeza, y que le apriete bien contra su coño.

-          Venga, córrete en mi boca.

Y Sara le coge del pelo, restriega su pelvis contra la cara del chico, siente como se contrae su coño con tres dedos dentro, y como el clítoris se convierte en una bomba atómica en miniatura, que estalla liberando toneladas de placer que se expanden por todo su cuerpo, mientras en el centro, en su coño, es fiesta mayor. No lo separa de la boca que la ha llevado hasta aquí, no puede deshacer esa conexión. Cada lengüetazo de más prolonga el orgasmo, y a Sara le parece que nunca va a terminar de correrse. Él se lo está bebiendo todo, y sí, hay un momento en que el orgasmo empieza a remitir. Sara empieza a tomar conciencia de su cuerpo, de la tensión que acaba de liberar. De que tiene una cabeza entre las piernas, que se dedica a besar sus muslos, tal y como ha empezado, sólo que ahora están empapados. Le suelta el pelo, y simplemente se deja hundir en el sofá, más relajada que nunca. Él sigue acariciándola, aunque sin intención morbosa, y se separa levemente de ella. Tiene la boca empapada, le brilla la barba. Pero no le importa cuando se inclina sobre ella para darle el primer beso en los labios desde que se conocen. Le brillan los ojos de orgullo, sabe que la ha derrotado, que la ha dejado muerta. Como quería. Y como quería ella.

-          Bien, ¿no? – pregunta con falsa modestia.

Sara trata de responder, pero no puede evitar romper a reír. Joder, se siente como vacía, ligera, todo es bonito y gracioso.

-          Gracias por haberme hecho cumplir mi fantasía de comerle el coño a una desconocida.

-          No sabes lo que me alegro de haber sido la elegida.

-          El placer ha sido mío. Tienes un coño muy sabroso. Otro día si quieres repetimos. Eso sí, no si atada podré aguantarme sin follarte…

-          Podrías haberme follado, te lo has más que merecido. Pero ahora estoy muerta como para echarte un polvo.

-          Ya te dije que no buscaba un polvo. Si quieres devolverme el favor, hazlo como quieras. Y si no, ya sabes que me voy contento igual. Lo he pasado muy bien.

Sara le agarra de la polla. Está dura, palpitando.

-          Tú no te vas a ningún lado así. La tienes a punto de estallar.

El chico suspira ante el inicio de paja que ella le está haciendo.

-          Y si la manejas así, no tardaré.

-          ¿Quieres que te haga una paja, no? O seguro que prefieres una mamada…

-          Lo que tú quieras darme…

Ella acelera el ritmo de la mano, y le ve cerrar los ojos. Los vuelve a abrir y la mira.

-          Mamadas no sé, pero pajas las haces de puta madre.

-          ¿De verdad te da igual irte con los huevos llenos? ¿O quieres que te haga correr?

-          Ya sabes la respuesta…

-          Quiero oírlo de tu boca.

-          Quiero correrme en tus manos. ¿Contenta?

-          Sí. Deseo concedido.

Sara usa las dos manos para pajear al chico, le masajea los huevos, le acaricia el glande, y ve como el momento se acerca. Tampoco tiene prisa, quiere tomarse su pequeña venganza.

-          Y tú, ¿Qué otras cosas deseas? ¿Sólo comidas de coño?

-          Jajajaja no, muchas más cosas.

-          Quiero saberlas.

-          ¿Para?

-          Curiosidad.

-          A veces fantaseo con que me dominan. O me atan y me usan.

-          ¿Ah si? Interesante…

Sara acelera su mano, y con la otra se dedica a sobar bien los huevos.

-          Cuando me has atado, pensaba que me follabas a lo bruto.

-          ¿Es lo que querías?

-          Quería lo que me has dado. Lo que prometiste. Una comida de coño que no olvidaré jamás.

-          Y quieres más cosas nuevas…

-          Sí.

-          ¿Nunca te habían atado?

-          No.

-          ¿Nunca te han negado el orgasmo?

-          No.

-          ¿Nunca te han azotado ese culo?

-          No.

-          Y quieres probar que se siente…

-          Sí.

-          Quiero correrme en tus tetas.

Nada más oírle ella las acerca a su polla, se las acaricia con ella, imprimiendo más velocidad a sus manos. En pocos segundos al chico le resulta imposible contener los gemidos, y tras uno especialmente largo, de su polla empieza a brotar semen caliente que choca contra los pechos de Sara. Una descarga, otra, otra, parecen no tener fin, y a Sara le parece que su coño está recuperando la vida, está volviendo a excitarse de sentir la corrida caliente sobre su piel. Sigue acariciándole hasta el final, cuando ya ha salido todo. Le mira, su rostro relajado, parece que haya quedado inconsciente. Tarda casi un minuto en volver a abrir los ojos, y se sonríen.

-          Bueno, ya está, ¿no? Los dos hemos cumplido. –dice el chico incorporándose.

-          Te has ganado lo tuyo con creces. – le responde Sara mientras le ve vestirse.

No vuelven a abrir la boca, no hay mucho más que decir. Ambos piensan que siempre les quedará el recuerdo de la locura hecha realidad. El chico termina de recoger sus cosas, y ella le acompaña hasta la puerta.

-          Bueno, si quieres repetir, ya sabes dónde estoy. Eso sí, ya no seré un desconocido.

-          Jajaja mejor dejemos pasar un tiempo, gozar tanto no puede ser bueno.

Cuando cierra la puerta tras de él, Sara se queda inmóvil en el recibidor. Todavía va desnuda. Tiene las tetas cubiertas de leche, y los muslos empapados de su propio flujo. Y solo de acordarse de cómo ha terminado así, vuelve a ponerse cachonda. Muy cachonda. Desea sexo, más sexo y más placer. Y no solo de lengua y dedos. Se maldice por no haberle retenido, por no haberle echado el polvo por el que mataría ahora. Consciente de la inutilidad de la acción y sin importarle su desnudez, abre la puerta.

Y casi se le escapa un grito cuando le ve ahí inmóvil. Con la cinta de la bata en las manos, será ladrón. Y antes de que pueda reaccionar, él se le abalanza, le da la vuelta y le ata las manos a la espalda. Le da una palmada en el culo, y le arrima su paquete para que compruebe que vuelve a estar duro.

-          Ahora empieza lo bueno de verdad…

FIN