Desconocidos
Es una historia de infidelidad pero en la que no soy la infiel. Tenía una corta edad y no me preguntaba ciertas cosas. Solo las disfrutaba
Era la época de las salas de chat. Habíamos estado hablando por un rato cuando nos pasamos los mails y luego de hablar por Messenger, los celulares. Yo tenía 24 años y el 26, estaba casado pero su matrimonio atravesaba una crisis. Nunca supe mucho de ella. Hablamos de nosotros, quizás un poco de lo mal que iba su matrimonio. Las charlas iban entre el Messenger y los mensajes de texto. Lo imagine como un amigo que con el pasar de los meses se fue volviendo dependiente uno del otro y esperábamos los mensajes. Un día me pregunto si podía llamarme y accedí. Hablamos por un rato. Había cierta intimidad. La intimidad fue haciéndose cada vez mayor al punto que empezamos a contarnos lo que nos gustaba y no en la cama. Las charlas iban subiendo el tono y creo qué llegamos a tocarnos estando en el teléfono. Fue a lo máximo que creí que podía llegar. Hasta que un día me propuso vernos. Un viernes recuerdo, yo salía a última hora de la facultad y todavía no puedo decir porque no decidí faltar en vez de vernos más temprano. No sabía si me iba a gustar o si… ya llevábamos mucho tiempo hablando, conocía su voz, me había escuchado acabar.
Recuerdo haberme comprado una remera con un hombro al descubierto para ese encuentro, una pollera y ropa interior de encaje.
Salí un ratito antes de la facultad, nadie sabía de él. Hoy lo pienso y es una locura. Pero la juventud a veces no reconoce esos errores.
Llego a tiempo, sabía que se jugaba mucho porque íbamos a cenar y aunque él no viviera en la capital, el mundo es pequeño. Me subí al auto y nos dimos un beso en los labios tímido. No sabía si me gustaba o no. En la mitad de la cena me pregunto si podía darme un beso le dije que si y nos besamos. Resultó un gran besador, su lengua jugaba con la mía, mientras me tocaba las piernas por debajo de la mesa y continuaba escalando. Totalmente acalorados pagamos y nos fuimos a un hotel. Nos testamos en el auto. En donde se desató otra tormenta furiosa de manos y fluidos. Con la ropa puesta nos refregamos, yo se la tocaba sintiéndolo cada vez más duro. El me metía la mano dentro de la pollera y me tocaba con la ropa interior. Nos besábamos. El estaba muy pendiente que yo esté bien. Me lo preguntaba casi a cada beso y eso me resultaba más estimulante. Fuimos al hotel mientras seguía tocándosela, le había bajado el jean y ya hurgaba en su bóxer. De pronto en la habitación me tiro en la cama y me dijo que iba a darme mucho placer. Empezó quitándome la remera y la pollera. Me quito el corpiño y empezó a chuparme las tetas mientras me tocaba la concha. Me corrio la tanga negra de encaje que me dijo que le excitaba mucho y planeaba cogerme con ella puesta. Y fue un torbellino de placer: que los pechos duros, pasaba de mamarme las tetas a estimularme un y otro pezon, me metía los dedos y jugaba con mi clitoris. Me tomaba de mis brazos y no me dejaba moverme mientras me recorría con su lengua todo el cuerpo. Me empezó a dar sexo oral de una forma increíble, me comía toda no dejaba ningún espacio de mi concha sin cobertura. Mi cuerpo ya no daba más, estaba estallando de espasmos, cuando tal como me dijo sin quitarme la tanga me penetro y fue otro estallido. Estaba tan abstraida en mi placer que no lo sentí sino hasta que entro. Mi cuerpo respondió inmediatamente moviéndose al ritmo. Lo quería todo así que sabía que había que cambiar de posición. Sin que saliera, siempre conservando la penetracion, fui rotando y el me dejó hasta quedar arriba por completo. Ahí fue cuando pude sentirlo totalmente. Cabalgarlo sin descanso. Me gustaba, le gustaba. Nos gritábamos de placer mientras me destrozaba las tetas con sus manos. Salí porque sentí que era momento de chupársela así que lo hice, no se la toque con las manos pero me la metí hasta el final, el juego lo hacía con mi lengua y la garganta. Arriba y abajo, adentro y afuera. Giros redondos, más despacio, más rápido. Finalmente le di la espalda y me senté pasándome su pija sobre mi sexo totalmente lubricado, me corria la tanga para que lo sintiera. Me senté así de espaldas y dejé que su pija fuera entrando me empecé a mover hasta que me puso en cuatro y me tocaba las tetas mientras me cogia. Se hacía cada vez más duro y fuerte. Caímos rendidos entre fluidos y sabanas.
Tuvimos encuentros de este tipo alrededor de un año. Nunca planteamos otra cosa. Aún hoy me pregunto si me gustaba.