Desconcierto

La forma en que descubrí el amor y la plenitud sexual entre mujeres, un verdadero viaje iniciático hacia mi interior.

Me llamo Ana y escribo esto aun con la camiseta de Lucía en torno a mi cuello, rozándome su aroma, intentando poner en orden el caudal de sensaciones y sentimientos desde que todo ocurrió.

Hace apenas dos meses en la oficina gris y desordenada,o mientras me empeñaba en buscar por el archivo las órdenes de mi jefe de nuevo el eterno y molesto enfrentamiento de siempre con la jefa del departamento de archivo surgió, la lluvia en los cristales y esa tediosa emisora de radio permanentemente encerrada en su grupo de noticias sin sentido acompañaba una vez más aquella especie de sala gigantesca de los horrores, era una mujer odiosa, que simulaba ser odiosa, que se esforzaba en ser odiosa y con los años había conseguido tener cierto gesto y cariz de frustrada, de ser la típica española de treinta años amargada y neurótica, era la mujer temida de todas nuestras oficinas, Lucía.

Si hubiera tenido entonces la calma necesaria para mirarla sin miedo hubiera entendido que era atractiva, que incluso detrás de ese aire militar y agresivo tenía un brillo pícaro en los ojos, y que las faldas se ajustaban en su cadera mejor que en ninguna. Aquella mañana aun tenía en los oidos las palabras de la psicóloga "enfrentarme a los miedos" pues desde siempre, desde niña había huido de todo y por nada, y estaba llena de "tips" psicológicos no solo para enfrentarme a mis miedos sino para provocarlos. "Recuerda Ana que la mejor forma de escapar al toro es acercándote a él, si observas los que huyen del toro siempre resultan atacados, en cambio quien torea siempre tiene la ventaja de anticiparse, es tu triunfo".

Las palabras de la psicóloga resonaban especialmente esa mañana en mis oidos, con fuerza, con determinación, era una especie de frontera que necesitaba cruzar y que haría un antes y un ahora en mi trabajo. De nuevo había surgido el conflicto, esa mañana fue porque buscaba facturas de la filial en el mes de Diciembre y había olvidado retirar el pequeño banquito que nos ayudaba a subirnos para hurgar en la estanteria.

-Señorita usted o es despistada o se lo hace, ¿cuantas veces le tengo que decir que es peligroso que vaya dejando el mobiliario por los pasillos?.

"Enfrentarme a los miedos, pasos cortos, acciones inmediatas" allí estaba mi toro y por una vez en la vida tenía la decisión de torearlo, estaba absolutamente respaldada por Lucía la psicóloga y toda su experiencia, que a pesar de que se llamaba como la agria archivera no podían existir dos mujeres más contrarias y situadas en las antípodas, de modo y manera que por primera vez miré a Lucia a los ojos y sin parpadear dije:

-Es usted muy desagradable y mal educada ¿le molesta el banquito? es un banquito, no es una polla que la vaya a atacar, no muerde. !Bah! quítelo usted misma.

Poniendo mi pie en el banquito lo volqué hacia sus piernas y me marché con paso seguro y decidido, marcando exageradamente mis caderas al caminar. Esa misma mañana recibía una llamada urgente de dirección por la que estaba formalmente despedida y con la liquidación en mi poder y la carta de despido, más tarde lloraba y lloraba desconsoladamente en la consulta de mi psicóloga. Lo extraño fue que por primera vez ambas llorábamos juntas abrazadas y Lucía despotricaba contra ella entre sollozo y sollozo, llamándola perra, insensible, y mil tristezas más. Secándose las lagrimas con un pañuelo kleenex me pidió de nuevo, como hacia muchas veces que me tumbara en el divan para sofronizarme, aquella vez me sonó sumamente extraño y de hecho venía sospechando de esas sesiones donde me hipnotizaba porque al despertar y llegar a casa encontraba mi sexo absolutamente empapado, como si se hubiera excitado en el mayor de los placeres, y de tarde en tarde acudían a mis pensamientos escenas, especie de recuerdos inconexos de actos sexuales entre mujeres desorbitados. Nunca me había sentido especialmente atraida por las mujeres, siempre pensaba o me creí hetero, estrictamente heterosexual pero aquellos trozos, especie de visiones cortas de amor entre mujeres comenzaban a inquietarme.  Quizás pequé de paranoica o desconfiada pero por una especie de garantia personal y seguridad llevé por primera vez una grabadora encendida en mi pequeño bolso que quedó en marcha mientras Lucía me sofronizaba hasta quedar profundamente dormida. Cuando recuperé la conciencia, cuando desperté Lucía parecía mucho más tranquila y yo al mirarme en el espejo parecía más segura de mí y sin lágrimas, salí a la calle y caminando pude sentir esa especial sensación entre mis piernas de nuevo, al llegar a casa envié los zapatos bien lejos para caer rendida sobre el sofá y con algo de curiosidad puse en marcha la pequeña grabadora que había guardado en mi bolso, no daba crédito a lo que empezaba a oir, Lucía se había estado aprovechando de mi estado para hipnotizada involucrarme en muchos actos sexuales, yo obedecía sin rechistar absolutamente entregada, podía oir su voz y mis gemidos:

-Obedeces y encuentras mucha paz, siempre te gustaron las mujeres de enormes senos, estas enamorada de ella, aquí está delante tuya, ante ti con los senos desnudos, acaricialos son enormes y preciosos, te excitas mucho, puedes jugar con ellos son todos para ti.

Y entre voz y voz y por mis murmullos podía sacar en claro que ella estaba ante mi con los senos desnudos, ella la pobre mia que no tenía demasiado pecho, pero yo la estaba acariciando y manoseando y robándole gemidos, de cuando en cuando podía sentir y escuchar los mios, comencé a excitarme sin poder parar de oir la cinta hasta que me masturbé como una loca posesa sin poder parar de hacerlo, y volver a oir la cinta y volver a masturbarme. En realidad al terminar y caer cansada, derrotada y exausta después de masturbarme cinco o seis veces lo único que tenía que reprocharle era que yo no me enteraba de nada. Caí dormida como un angel bendito, exausta y cansada, en la forma de quien ha dormido con el mejor amante, y a la mañana siguiente recibía la sorpresiva llamada de la oficina, querían que me llegara de nuevo por dirección.

Tras la entrevista solo saqué en claro que si me disculpaba con Lucía me readmitirían, así que sin pensarlo tomé el camino del archivo y esta vez me encontré a una Lucía distinta, insólita, de ojos y mirada indefensa que casi imploraba y suplicaba tras un balbuceo de palabras, le costaba hablar y a duras penas me tomó de la mano y cerrando con llave el despacho me llevó a los aseos que cerró de nuevo, se sentó como niña en el lavabo y comenzó a hablar:

-Siento mucho que te despidieran nunca hubiera sido mi intención, pero tienes que reconocer que tu comportamiento fue muy violento, una chica tan tan dulce como tu, en la vida lo hubiera esperado, apenas te fuiste estuve llorando toda la mañana. Pero lo que más me llamó la atención fue como sabias, como te diste cuenta, quien te lo dijo....a quien conoces, me muero y me hundo si se sabe algo.....

No tenía ni idea  de que hablaba, de sus miedos y trataba de recordar que diantres le había dicho cuando tomándome de improviso la boca con su mano comenzó a besarme, a deleitarme con su boca y le costó poco vencer mi resistencia porque me deje hacer, sentir y abrazar con mi lengua la forma en que su bendita boca me atrapaba, me sentía cómoda, mejor que cómoda, excitada y me dejaba hacer, la forma en que me iba quitando la blusa y desabrochando el sujetador para tomar mis pezones pero de forma traicionera empezar a pellizcarlos y jalarlos con toda la fuerza de que era capaz hasta que me hizo daño, demasiado daño y tuve que alejarla de un empujón:

-Zorra, ahora estamos en paz, ya sabemos lo mismo la una de la otra. Creo que mañana vuelves al trabajo.

Y desapareció  tras la puerta. Salí a la calle desconcertada, aun con esa extraña mezcla de dolor y placer que saliendo de mis pechos se había instalado entre mis piernas y hacía palpitar mi sexo, y el sabor aun cálido de su beso en mi boca. Esa misma tarde pedí de nuevo hora con la psicóloga, pedí incluso voluntariamente que me hipnotizara solo que esta vez simulé que dormía y la obedecía completamente....una nueva dimensión entró en mi vida, gozaba, acariciaba sus preciosos y pequeños pechos en su cómico juego de que eran enormes, gozaba como  gemía y en ocasiones se atrevía a masturbarme, acariciarme y me pedía que hiciera lo mismo. A veces lograba que llegara al orgasmo, esperaba su orden para "despertarme" simulaba hacerme la nueva y no entender nada y solo le regalaba un tierno :

-¿Sabes? me siento mucho mejor, cada vez que me hipnotizas me siento mucho más segura de mi misma. Solo que es una pequeña tragedia, no puedo permitirme volver a las sesiones porque no se que tan seguro es mi futuro laboral y no podría pagarte.

Lucía todo generosidad se deshizo en halagos y empeños, seguiríamos con la consulta pero completamente gratis, no esperaba menos, una vez que supe la realidad me parecía excesivo ser la putita a su servicio y para colmo pagarle. Insistió e insistió hasta volverse pesada hasta que por fin pude oir de sus labios mientras me abrazaba lo que esperaba oir:

-No podría soportar si dejas de venir, yo misma me siento mucho mejor cada tanto vienes.

Casi cerré los ojos con mi mejor sonrisa pícara cuando le pregunté:

-Dime la verdad, debes de tener muchas pacientes ¿a cuantas más hipnotizas?.

Lucía lo captó a la primera y lejos de decepcionarme bajando la mirada muy desconcertada dijo:

-Tu y otra chica más, solo a vosotras aplico esa terapia.

Si algo en la vida podía enamorarme era la sinceridad, la absoluta honestidad, me derritió con ese gesto y de forma más espontánea la besé en la boca para despedirme hasta otro día diciendo:

-¿Sabes? creo que te quiero. !Gracias!.

Los días siguientes en la oficina fueron muy distintos, había logrado por fin torear un toro en mi vida, y por primeriza lo hice con un tremendo toro Mihura, ahora trabajar en el archivo era toda una gozada, la jefa me invitaba a cafe, reíamos juntas, me ayudaba en el trabajo e incluso tapaba las horas muertas, aunque seguía empeñada en ese juego del ratón y el gato donde a veces yo era ratón y a ratos gato, donde si yo buscaba sus besos ella huía y si yo le huía ella me buscaba. Pero el verdadero trabajo de Lucía, la psicóloga, comenzaba ahora porque realmente creo que hasta entonces vivía un papel, un rol social por el que me debían gustar los hombres y las cosas empezaban aunque desconcertadas a cuadrarme, y yo a ver con otros ojos algunas mujeres en mi vida.

Zoraa, Enero 2012