Desayuno
Una buena forma de empezar el día :)
Mi mujer normalmente empezaba la mañana con un tazón de té y tostadas, pero esa mañana eligió beber algo distinto.
Cuando levanté la cabeza de la almohada sólo pude ver su cabello negro deslizándose sobre mi muslo derecho, y el inicio de su rostro inclinado sobre mi pubis, moviéndose rítmicamente. Cuando me sintió incorporarme levantó la cabeza y sonrió.
Pensé que jamás despertarías, eso me confirmaría como la peor amante del mundo- dijo, haciendo un puchero con su boca. Acto seguido volvió a mi entrepierna, pero se detuvo a medio camino a contemplarla. – Wow, es deliciosa.
¿Hace cuánto rato estás haciendo eso? Si no me equivoco estoy húmeda. ¿qué hora es?
Se incorporó sobre sus brazos y comenzó lentamente a acercarse a mi, manteniendo la distancia justa que le permitiera rozar sus pezones contra mí. Sinceramente estaba abrumada, me estaba volviendo loca y no tenía idea de cómo reaccionar. Una de las cosas que más disfrutaba de ella en la cama eran aquellos ademanes lentos y cadenciosos, que lejos de despertar impaciencia provocaban el deseo de detener el tiempo y congelar cada nuevo movimiento como una escultura distinta.
Culminó su trayectoria seria y felina poniendo su rostro en el mío sonrojado y cubierto de leves gotas de sudor.
- Primero déjame terminar de desayunar y luego respondo tu interrogatorio. Y si, estás húmeda.
Luego se dejó caer sobre mi y comenzó a besarme toda. Lejos de molestarme, su peso encima de mi era reconfortante, sentir la presión de sus senos y su rostro tan próximo al mío.
Partió besando mis clavículas, de forma suave y delicada. Luego se detuvo en cuello e inspiró profundamente. -Amo tu olor cariño- Eso bastó para hacerla aumentar la intensidad de los besos, la profundidad de ellos, la presión de sus labios, la insistencia de su lengua. Todo aquello culminó en mi boca, pero ella me llevó su festín de sensaciones por todo mi torso. Comenzó en mis clavículas, siguió a mis hombros, mi cuello, bajó a mis pezones, en los que se entretuvo y concentró durante minutos, siempre breves lamentablemente. Y llegó a mi boca. La miraba atentamente para luego continuar besándola, entregada, a ojos cerrados. Introducía su lengua con propiedad, con pertenencia y con anhelo. Cuando tuve la suficiente iniciativa para morderle el labio decidió que era momento de volver a bajar.
-Es mi juego, no el tuyo.-Y con un guiño lleno de picardía y autoridad volvió a mi vagina.
Desde que me habían despertado sus juegos no había sentido ni una sola vez estimulación en el clítoris, cuando desperté me besaba los labios mayores e introducía la lengua en mi vagina, por turnos. La idea, claramente, era torturarme.
Me dedicó una mirada cargada de deseo y magnetismo y comenzó a lamer dolorosamente lento mi clítoris. Entreabrí mi boca y eché mi cabeza hacia atrás entregada completamente. Esa mujer me conoce, no puedo estar en mejores manos, o bien, lengua.
No seguí su juego y no mostré desesperación, la que si sentía, entonces dejó de lamer. -Mírame- me ordenó. Al hacerlo la vi acercando y alejando su lengua y labios a mi, haciendo que la sangre hirviese en aquellos puntos donde me negaba su tacto. Apostó, igualé y dobló la apuesta, yo no podía ganar. Levanté la cadera en un intento vano de forzar el encuentro de su piel y la mía.
-Ok, eso es un avance, pero hoy tienes que pedírmelo- me dijo, aún inclinada sobre mi, profundamente divertida y sonriendo.
-Por favor lámelo rico. Ahora-
-Tus deseos son órdenes amor mío- Dijo con una risa burlona por el cliché y se abocó de lleno a la tarea de satisfacerme.
Se sentía tan bien que comencé a resoplar rápido y entrecortado. A ratos succionaba, lo que retrasaba el orgasmo pero me daba la sensación deliciosa de estar dentro de ella. A ratos lamía desde el inicio inferior de mi vagina hasta el capuchón del clítoris. Y la mayoría del tiempo se concentraba en el clítoris.
Me moría por seguir eternamente, pero estaba a punto de acabar- Amor te necesito dentro-
- Si amor- introdujo dos dedos y comenzó a mover muy lentamente uno. Mientras seguía comiéndome.
-Ahh, no puedo más amor- Dije agarrando su cabeza con mis manos, obedeciendo el impulso de tenerla cada vez más cerca, pegada a mi vagina, de tenerla dentro, de no soltarla, de mancharla entera, inundarla de mi. Y comencé a sentir el líquido entre mis piernas al acabar, seguramente la estaba mojando toda y la idea me hizo correrme aún más fuerte.
Siguió lamiendo hasta que no moví más las caderas, hasta que mi cuerpo dejó de arquearse hacia ella. Luego, nuevamente de forma felina, subió hasta mi lóbulo, lo besó y luego me susurró – Lo único que no podré ofrecerte son los arrumacos post-sexo, el café debe estar filtrado y casi frío, pero bueno te gusta así. ¿Te parece si te respondo el interrogatorio abajo? Y de un salto se levantó y comenzó a bajar desnuda hacia la cocina, dejándome abandonada con mi sorpresa, mi turbación y mi deseo. Resoplé y comencé a buscar fuerzas para ir a desayunar yo ahora.