Desayuno

Todo había sido preparado esa mañana para compartir un poco de comida con mi amiga. Era un momento que esperaba con impaciencia. El erotismo de su boca mientras masticaba y como todo nos iba a llevar a dejarnos llevar por nuestros sentidos.

Era una mañana soleada, un lunes del mes de Julio en el que disfrutaba de mis últimos días de vacaciones antes de volver al trabajo. Había quedado temprano con Ana, una chica que conocí de una manera casual a través del móvil hacia algún tiempo. Ella pidió mi numero de teléfono a una amiga que los dos teníamos en común y comenzó a mandarme mensajes medio en broma, medio en serio. Me contaba que le habían hablado bien de mi y sentía interés por conocerme, así que terminamos viéndonos en alguna que otra ocasión sin querer llegar a nada más que amistad, pero dejando clara una cierta atracción el uno por el otro.

Acababa de vestirme con unos pantalones anchos desmontables y una camiseta blanca que tenia un tacto bastante suave, cuando sonó el timbre de la puerta. Fui a abrirla con cierto nerviosismo de volver a ver a mi amiga. Apareció una chica rubia de unos 1,68 de altura. Tenía el cabello liso y suave y los ojos de un color entre marrón y verde que le daban una mirada muy profunda y proporcionaban también una pista de cómo era, muy simpática y un poco inocente. La saludé con una sonrisa y los típicos dos besos y la invité a entrar en casa. Caminé detrás de ella a través del pasillo. Así podía apreciar su esbelta figura y, como ella ya conocía el camino...

Llegamos al salón. Todo había sido preparado a conciencia. Me había duchado, me había echado un poco de colonia, la iluminación era natural y había colocado una pequeña mesa de café en el centro de la estancia. Nos sentamos uno al lado del otro, en un sofá confortable para poder charlar sobre nuestras cosas. ¿Que tal nos iba desde la última vez que nos encontramos?, ¿que había sido del resto de nuestros amigos y amigas? Sin embargo no tardo en preguntarme para qué eran las cosas que puse sobre la mesita del café. Había uvas, cerezas, un pastel con mucha nata, y un licor dulce.

Para proceder a la explicación del motivo por el que estaban aquellas cosas allí, invité a Ana a tumbarse cómodamente en el sofá.

  • Disfruta de la comida, te gustará – le dije mientras arrancaba una uva del racimo y la colocaba despacio en su boca.

Ella comenzó a masticarla y saborearla sonriendo, mirándome de una forma que me parecía bastante sensual. Le di un par de uvas más para que las comiera. Mi amiga se limitó a disfrutar del trato especial que le estaba dando. Cuando cogí otra uva, la chupé, deslice mi lengua por ella, y sosteniéndola con mis dientes, la acerque hasta su boca para que la cogiera. Cuando lo hizo, nuestros labios se encontraron y sentí la calidez de su boca.

Era el turno del pastel. Se lo acerqué para que le diera un mordisco. Ana levantó despacio la cabeza para alcanzarlo, y mientras lo mordía suavemente, yo tiré de él hacia atrás para que se manchara los labios con la nata. Antes de que le diera tiempo a sacar su lengua para limpiarse me anticipé a ella y la limpié con la ayuda de mi boca, besándola, recorriendo sus labios con mi lengua. Empecé a notar como me deseaba. Lo que empezó con una divertida y golosa insinuación poco a poco se fue convirtiendo en un apasionado y profundo beso. Sentía el tacto de mi lengua en el interior de su boca mientras nuestros labios se acoplaban a la perfección y se deslizaban unos sobre otros haciendo que nuestra saliva se mezclara. Su respiración se aceleraba a cada beso y mis manos empezaron a acariciar sus mejillas, bajando después por su cuello hasta posarse sobre sus pechos.

Empecé a darle besos más profundos, a morderle el cuello despacio, deslizando mi lengua por su barbilla para trepar de nuevo hasta su boca desde allí. Deslizaba mis manos por sus curvas, masajeándola. Así, mientras la miraba y le decía lo mucho que me gustaba y lo atractiva que me parecía, empecé a desnudarla. Le quité la parte de arriba y apareció ante mí un busto que me excitaba con solo mirarlo, de un tamaño no muy grande. Redondeado y bonito, terso, cubierto por un sostén de color blanco. Arqueó sus caderas y metiendo mis manos por debajo de ella, desabroché su sujetador, quitándoselo después con la ayuda de mis dientes.

Sus pezones también eran bonitos y pequeños, y estaban endurecidos por la excitación que le producía todo aquello. Me acerqué a ellos para probarlos. Los froté con suavidad, retorciéndolos con mis dedos y acariciándolos con mucho mimo, besando también su escote o los costados de sus pechos, bajando después con mi lengua para escribir palabras imaginarias con ella sobre su vientre.

Cogí una cereza, la deslice despacio desde su frente, pasando por su nariz, por sus labios, por su cuello, su escote, hasta posarla en su ombligo Allí la dejé para rociarla con un poquito de licor. Al estar frío hizo que Ana se estremeciera. Mi boca se acercó para probar un poco de aquella bebida, aun más dulce por el contacto de su cuerpo, y con mis labios tomé la cereza de su piel para comerla mientras miraba a los ojos de mi amiga con una sonrisa. Mis manos desabrocharon sus pantalones y con lentitud la fui despojando de ellos, dejando que sintiera el deslizar de mis caricias sobre sus muslos. Cuando se los quité, se sentó separando sus piernas un poco, dejándome bajar hasta su sexo para poder perderme entre sus muslos, incitándola mientras la miraba y deslizaba una mano dentro de su tanga. Sentía su humedad y eso me producía el impulso de saborearla. Mi dedo acariciaba su sexo por encima de su ropa interior, como si quisiera penetrarla con él y mientras, le susurraba mi deseo de beber de su fuente de placer. Entre gemidos me dijo que lo hiciera. Me encantaba ver como lo deseaba, así que la hice esperar un poco más solo por el capricho de volver a escuchar como me pedía con su voz entrecortada y de forma tímida que le dejara sentir mi boca moverse por su zona más intima.

Así lo hice, tomando su ropa interior con mis labios, y ayudándome con mis manos para quitársela. Pronto mi lengua salió de mi boca, húmeda para posarse sobre su sexo y recorrerlo en busca de su clítoris. Lo envolví con saliva que se mezclaba con sus deliciosos jugos y acariciaé aquella perla con mi lengua, moviéndola en círculos, continuando las caricias con mis dedos para dejar a mi lengua explorarla también por dentro,  rozando después las paredes de su interior con mucho mimo y besando los labios externos como si fueran los de su boca, tan húmedos…

Me chupé dos dedos y, mientras mi lengua los sustituía en su clítoris de nuevo los fui deslizando a su interior, lentamente, girándolos para que se llenaran bien de sus jugos. Me los lamía mientras la miraba y se los volvía a meter poquito a poco, buscando la posición que mayor placer pudiera darle. Por supuesto yo también disfrutaba de la sensación de su sexo envolviéndome. Metía y sacaba dos de mis dedos de la mano derecha, acelerando el ritmo solo cuando quería coincidir con su respiración y moviéndolos de forma lenta cuando quería hacerla esperar y sentirme más deseado.

La imagen del cuerpo de Ana retorciéndose, agitándose como si quisiera escaparse de mi, sus jadeos y palabras explícitas dichas tímidamente entre susurros, su mirada… Eran todos pequeños detalles que consideraba verdaderas tentaciones y me excitaban hasta el extremo.

Después de un rato combinando las caricias de mis labios y mi lengua a su clítoris, y el movimiento de mis dedos dentro y fuera de ella, le llegó un gran orgasmo que creo que yo disfruté mas que ella. Luchando para que mi boca no se apartara en ningún momento de ella. Dándole placer usando mis dedos a un ritmo parecido al que seguía su respiración. Con una serie de besos que daba a su clítoris succionándolo y chupándolo, adaptándome a su forma y manteniéndolo sujeto solo lo justo para que pudiera resbalarse de entre mis labios y que volver a cogerlo significara volver a chuparlo. Me gustó como me sujetaba la cabeza y se movía de forma descontrolada atrayendo sus caderas hacia mí mientras se corría y gemía de forma intensa, acompañando su placer con una liberación sonora que me calentó bastante. Acabó echada en el sofá, como cansada, recuperando un ritmo de respiración más calmado, suspirando y se acercó para besarme en la boca de forma agradecida, dejándome sentir las caricias de su pelo sobre mi cara.

Ya lo creo que se sintió agradecida. Tanto que tomó la iniciativa de forma inesperada dejando cualquier signo de timidez a un lado y me hizo levantar para quitarme la ropa que aun llevaba puesta. Podía verla desnuda, besándome el cuello, los lóbulos de las orejas, quitándome la camiseta y desabrochando mi pantalón para colar hábilmente su mano dentro y hacerme morir de placer al notar las yemas de sus dedos rodeando el tronco de mi sexo que estaba haciéndose mayor y mas duro por momentos.

Se deshizo de toda mi ropa mientras se dejaba acariciar el pecho y no parábamos de probarnos el uno al otro con besos intensos y acelerados. Finalmente me empujó al sofá para que acabara sentado y ella se colocó en la misma posición que yo había estado hace un rato, invirtiendo los papeles. Clavó sus ojos en mi y sostuvo mi sexo entre sus dedos mientras se mordía el labio inferior. Sabía que me estaba provocando, dejando pasar el tiempo, y no sabía muy bien si me estaba gustando o necesitaba sentirla cuanto antes, pero fue cuando menos lo esperaba cuando acercó sus labios a la mi glande y dejo caer un poco de saliva sobre el que goteó por todo, dejándome sentir ese líquido caliente humedeciéndome. Luego bajó un poco la cabeza y desde la base del tronco empezó a darme pequeños besos, trepando de esa manera hacia arriba, parándose al llegar a la punta para darme un lametoncito muy lento que todavía trajo mas humedad. Tanta que cuando se separó de mí, un pequeño hilo de saliva unía mi glande con su lengua.

Así siguió tonteando un poco más, recorriéndome por la zona del frenillo que era especialmente sensible a sus caricias y mirándome con una cara de deseo que nunca había visto en ella. Empezó a meterse la punta en la boca y a chuparla con calma, como si me leyera la mente y supiera que quería disfrutarla sin prisas. Sentía sus labios apretar un poco cuando me llevaba dentro de ella y absorber cuando salía, y cada segundo que pasaba sentía más placer. Incluso ver como con toda aquella humedad el exceso se saliva le caía a Ana por su barbilla sobre su escote me ponía muchísimo. Desde luego ya no estaba en situación de poder resistirme a nada de lo que ella estaba haciendo.

Empezó a acelerarse cuando sintió mis espasmos y le acaricie un poco el pelo, que era algo que me encantaba de ella. Me sentía suyo cuando se metía mi sexo en la boca y se dedicaba a rodearme la punta haciendo círculos con su lengua sobre ella. Estaba apunto de terminar, así que se lo dije para ver que hacía.

No esperaba que mi invitada se sintiera tan morbosa aquel día, pero saber que iba a correrme hizo que acelerara el movimiento de su cabeza. Mientras, tanteaba a ciegas en la mesa en busca del pastel que había mordido hacía un rato hasta que lo encontró. Esperó a que no pudiera aguantarme más y empezó a acariciarme con su mano mientras me enseñaba su lengua, colocando el pastel de nata entre su boca y yo.

Fue una imagen digna del sueño más húmedo cuando empecé a correrme y algunas gotas calientes mojaron su lengua o sus labios y el resto cayó sobre el pastel. Después, Ana se lo comió despacio delante de mí, haciendo que a cada mordisco que le daba mi cuerpo se estremeciera. Quedé totalmente relajado, como aturdido, pero no podía dejar de contemplarla y sentir ganas de más, sobretodo cuando empezó a apretar un poco mi glande para extraer de mí unas ultimas gotas de leche caliente y recogerlas lamiendo de la forma más provocativa que jamás he visto.

Había compartido cama con mi amiga otras veces pero nunca había actuado de forma tan morbosa, así que cuando se sentó sobre mí en el sofá y empezó a besarme por el cuello y a rozar su piel con la mía le pregunté que le pasaba.

-         Es un premio a la creatividad, me has hecho sentir a gusto con la forma en que has preparado todo – Es lo único que dijo.

Y se colocó de manera que mi sexo encajaba perfectamente entre los labios del suyo para empezar a mecer sus caderas mientras charlábamos el uno muy cerca del otro.

Tenía que darme una mala noticia. Era hora de marcharse. Me lo contaba mientras me miraba con la boca entreabierta y jadeando un poco, sin dejar de moverse, y sabiendo que yo intentaría retenerla un poquito más. Pero era inevitable, y aquello solo era un anticipo para la próxima vez. Sujetó mi miembro entre sus dedos y lo colocó de forma que pudiera sentarse sobre el y llevarlo dentro de ella  poco a poco, dejándose caer lentamente. Luego se lo sacó, se levantó y empezamos a vestirnos sin demasiadas ganas.

Tras ponernos la ropa y despejarnos un poco después de lo ocurrido, Ana y yo nos volvimos a besar en la puerta, aun con pasión, durante un breve instante en el que nos costó que nuestros labios se distanciaran. Quedarme a medias me estaba gustando por la sensación que tuve durante el resto del día de tener tantas ganas de volver a ver a mi amiga. Aunque no sabía si darme una ducha fría o… bueno, acabar por mi cuenta, por que no me la quitaba de la cabeza.

Llegó un mensaje al teléfono.

Ven a mi casa esta noche, lo necesito. – decía Ana, que solo hacía unos minutos que se marchó.

Menos mal que no tendría que esperar mucho. Todas esas imágenes de ella llenando mi mente no iban a dejar espacio a ningún pensamiento más hasta que acabara esta historia.

Escrito por: Mathew Kapsize

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