Desarrollo de la sexualidad femenina
DESARROLLO DE LA SEXUALIDAD FEMENINA. La diferenciación de las gónadas o glándulas sexuales empieza aproximadamente a la sexta semana de vida intrauterina. A partir de ese momento, comienzan a desarrollarse de forma diferente los órganos sexuales de hombres y mujeres.
DESARROLLO DE LA SEXUALIDAD FEMENINA
La diferenciación de las gónadas o glándulas sexuales empieza aproximadamente a la sexta semana de vida intrauterina. A partir de ese momento, comienzan a desarrollarse de forma diferente los órganos sexuales de hombres y mujeres.
Aunque existe una gran semejanza en el crecimiento y desarrollo del cuerpo de ambos, hay notables diferencias a partir de la pubertad y durante la madurez, en la etapa de la menopausia.
1.- LA IMPORTANCIA DE LAS HORMONAS
El cerebro regula el funcionamiento del sistema hormonal femenino para que exista una perfecta coordinación entre los ovarios, que producen las hormonas, y los órganos femeninos, que las reciben.
En la mujer, las glándulas encargadas de mantener la circulación de las hormonas sexuales son los ovarios, el hipotálamo y la hipófisis.
El hipotálamo se encuentra situado en la base del cerebro y rige todo el sistema hormonal, pues controla la producción de las hormonas puestas en circulación en el organismo e interviene en otros fenómenos como la regulación de la temperatura corporal, el peso, el apetito y las emociones. Además el hipotálamo restablece el equilibrio en caso de exceso o insuficiencia de secreción hormonal.
La hipófisis es una pequeña glándula endocrina ubicada bajo el hipotálamo que dinamiza la producción hormonal de los ovarios.
Los ovarios son las glándulas sexuales femeninas que rigen el ciclo menstrual: los ovarios albergan en su interior un gran número de folículos, cada uno de los cuales contiene un óvulo. Cada 28 días aproximadamente madura un folículo del ovario y libera un óvulo (se trata de la ovulación). Dicho folículo fabrica las hormonas estrógeno y progesterona y además prepara la mucosa uterina para la implantación del óvulo en caso de que sea fecundado. Si esto no ocurre, el óvulo y la mucosa son expulsados al exterior, produciendo la hemorragia conocida como menstruación.
El funcionamiento de estas tres glándulas es el siguiente: el hipotálamo envía una sustancia química (el LHRH) a la hipófisis, que transmite dos hormonas llamadas gonadotropinas (FSH y LH) a los ovarios. Éstos producen las hormonas estrógenos y progesterona, que posibilitan la existencia de ciclos regulares, menstruaciones normales, ausencia de dolores, un adecuado moco ovulatorio y un buen desarrollo de las mucosas.
La acción de las hormonas sobre el organismo se inicia mucho antes del nacimiento: por ejemplo, la determinación sexual es resultado de una secuencia de procesos celulares y hormonales que comienzan durante la gestación. Así, durante el desarrollo fetal, las glándulas sexuales, ovarios o testículos, segregan hormonas que controlan el desarrollo de los órganos sexuales.
Los tipos de hormonas sexuales más importantes son:
Andrógenos, que son hormonas sexuales masculinas que influyen sobre la respuesta sexual en ambos sexos.
Estrógenos, que son las hormonas sexuales femeninas por excelencia. Los estrógenos son los responsables de la aparición de los caracteres sexuales femeninos secundarios, tales como el vello axilar y púbico y el crecimiento de los pechos. Los estrógenos influyen también sobre los huesos, los vasos sanguíneos, la piel, las mucosas y el metabolismo. Además su acción es primordial en el ciclo menstrual y en el embarazo.
Progesterona, cuya función más importante es la de preparar el útero para el embarazo y las mamas para la lactancia. Además ejerce una función sedante sobre los centros nerviosos del hambre, de la sed y del humor, y disminuye la necesidad de actividad. En ocasiones, las variaciones de la conducta y del humor durante el periodo que precede a la menstruación, se deben a una situación de desequilibrio entre los estrógenos y la progesterona.
La acción de las hormonas es crucial durante toda la vida, pues excitan, inhiben o regulan la actividad de numerosos órganos. Puesto que intervienen de forma muy significativa en la vida de la mujer, se aludirá a ellas al describir las diferentes etapas de su desarrollo sexual.
2.- INFANCIA Y DESARROLLO CORPORAL
Durante la infancia, niños y niñas tienen un aspecto muy similar, y prácticamente la única diferencia visible existente entre ambos es la de los genitales. Sus cuerpos tienen aproximadamente la misma forma, y se encuentran cubiertos por un vello fino y aterciopelado. Ambos sexos alcanzan una estatura media de 130 centímetros a los 10 años.
Alrededor de los 11 años la niña experimenta una aceleración del crecimiento, aumenta su peso y estatura y empiezan a manifestarse los primeros signos de su incipiente entrada en la pubertad: aparece el vello púbico y aumenta el tamaño de sus pezones, lo que denota el inicio de la formación de las mamas. En este momento ya ha comenzado la actuación de ciertas hormonas para estimular a nivel interno el crecimiento de los ovarios y otros órganos reproductores. El aumento de estrógeno, por ejemplo, dará lugar a que posteriormente aparezcan signos físicos que la diferenciarán aún más del hombre.
3.- LA PUBERTAD
Las hormonas sexuales desencadenan los cambios físicos y emocionales de la pubertad.
En el caso de la mujer, la pubertad se considera completa cuando se produce la primera ovulación, es decir, cuando se adquiere la capacidad de reproducción. Sin embargo, su cuerpo sigue desarrollándose durante 3 ó 4 años hasta alcanzar la forma y estatura propias de la mujer adulta.
Entre los 11 y 15 años se produce la menarquía (nombre que designa el primer flujo menstrual), el tamaño de los pechos aumenta y éstos adquieren una forma más redondeada, al tiempo que el vello púbico y axilar se vuelve más tupido y grueso. Crecen los órganos reproductores internos y externos, y también los genitales. Continúa el aumento de estatura, aunque a un ritmo menor, y la grasa corporal empieza a redondear el contorno del cuerpo. Puede aparecer el acné.
El ciclo menstrual es un conjunto de modificaciones del ovario y de los órganos genitales que se repiten regularmente para preparar el organismo ante un eventual embarazo. La primera menstruación de la mujer o menarquía, supone el inicio de la ovulación, es decir, la liberación de un óvulo maduro desde el ovario una vez al mes. La edad en que se produce la menarquía varía en función de la persona y de la cultura a la que pertenezca; en Occidente el promedio de edad del primer flujo menstrual se sitúa entre los 12 ó 13 años, pero algunas mujeres lo experimentan a los 10 años o tan tarde como los 17.
Entre los 15 y 19 años, el pecho de la chica se aproxima al tamaño y forma del pecho adulto, la voz se vuelve un poco más grave y los ciclos menstruales son cada vez más regulares. Además, la capacidad biológica de la mujer para la maternidad determina la forma de su cuerpo en la edad adulta, por lo que las caderas se ensanchan y redondean, preparándose para el embarazo y el parto.
La educación sexual adquiere gran importancia durante la adolescencia, pues facilita a los jóvenes desarrollar una actitud sana y positiva hacia su cuerpo y su sexualidad. En esta edad son frecuentes las preocupaciones en torno al desarrollo corporal, especialmente si éste se produce muy pronto o muy tarde. Además, en el caso de las chicas, puesto que sus ciclos menstruales al principio suelen ser irregulares, la información sobre el funcionamiento de su cuerpo es fundamental para tranquilizarlas y para que asuman su capacidad reproductora. Asimismo, una adecuada educación sexual contribuye a evitar embarazos no deseados y la transmisión de enfermedades sexuales.
Generalmente se considera que el mejor momento para tener un hijo es cuando la mujer tiene entre 25 y 30 años, puesto que además de buenas condiciones físicas, posee responsabilidad emocional y financiera para ello. A partir de los 35, la fertilidad empieza a disminuir y comienza el riesgo de aborto o de tener un hijo con una anomalía.
4.- CONSECUENCIAS DE LA MENOPAUSIA
La menopausia supone el final de la capacidad reproductora de la mujer. Generalmente tiene lugar entre los 48 y los 52 años de edad, aunque en la actualidad tiende a producirse en edades cada vez más tardías. La raza, el peso, la vida sedentaria y la edad en la que la madre y otras mujeres de la familia cesaron de menstruar, son factores determinantes del momento de aparición de la menopausia. Así, por ejemplo, se ha comprobado que las mujeres fumadoras y las de bajo peso suelen experimentarla en años posteriores, así como las de origen nórdico y aquellas cuya madre la alcanzó a una edad tardía.
Además, una mujer llega antes a la menopausia si se le extirpan los ovarios a causa de alguna enfermedad, lo que se denomina "menopausia quirúrgica", o bien si recibe radioterapia en estos órganos.
El principal signo de la llegada de la menopausia es la irregularidad del ciclo menstrual; meses o años más tarde se produce la última menstruación. No obstante, aunque la fertilidad declina gradualmente durante los años previos a la menopausia, se recomienda el empleo de algún método anticonceptivo durante los 12 meses posteriores al último periodo menstrual, puesto que en esta época todavía es posible que la mujer quede embarazada.
Con el paso de los años los ovarios dejan de responder a las gonadotropinas enviadas por la hipófisis, por lo que la producción de estrógeno y progesterona decae. Esta deficiencia de estrógeno provoca cambios físicos como la pérdida de elasticidad y tonicidad en la piel y en los músculos, la reducción de los órganos sexuales y la posibilidad de sufrir osteoporosis y algunas enfermedades cardiacas. Además, la mayoría de las mujeres experimenta síntomas molestos como acaloramientos, sudores nocturnos, picores y sequedad vaginal.
También a causa de las alteraciones hormonales, en ocasiones se presentan trastornos emocionales y psicológicos que pueden incluir depresiones, irritabilidad o ansiedad, que pueden ser agravados por cambios en la situación familiar (emancipación de los hijos, cuidado de los ancianos, etc.) o por una dificultad de la mujer para asumir su reciente infertilidad y las molestias que suponen las transformaciones de su cuerpo.
Sin embargo, la mayoría de estos problemas puede resolverse médicamente. El tratamiento más conocido para los síntomas de la menopausia es la terapia de sustitución hormonal, cuya finalidad es la de reemplazar el estrógeno, con o sin progesterona sintética, para prevenir o paliar los síntomas asociados a la deficiencia de estas hormonas. Este tratamiento puede efectuarse a través de comprimidos, inyecciones, implantes, parches cutáneos, cremas o supositorios. Algunos de sus efectos más importantes son:
prevención y tratamiento de acaloramientos, sudores y sequedad vaginal
reducción de la incidencia de depresiones
disminución del índice de adelgazamiento de los huesos y un menor riesgo de ruptura de la cadera
mayor protección contra enfermedades cardiacas
Es preciso tener en cuenta que algunos médicos sólo recomiendan que las mujeres tomen hormonas si los síntomas de la menopausia son muy agudos, mientras que otros médicos consideran que la mayoría de las mujeres debería someterse a este tipo de tratamiento para protegerse de los efectos de la osteoporosis (debilitamiento de los huesos). Tampoco hay que olvidar que estas terapias en ocasiones tiene efectos negativos, tales como un incremento del riesgo de contraer cáncer de mama y un aumento de la presión arterial. En cualquier caso, es recomendable consultar al médico y tomar la opción que mejor se adecue a las necesidades de la mujer.
La menopausia supone el final de la capacidad reproductora de la mujer, pero no de su actividad sexual. Las hormonas masculinas estimulan el deseo sexual, y éstas las sigue produciendo la mujer durante toda la vida; tanto su apetencia sexual como su capacidad orgásmica no tienen por qué experimentar ninguna variación. Así, muchas mujeres se mantienen sexualmente activas cuando son mayores, e incluso algunas consideran que el sexo es más gratificante en los años posteriores a la menopausia, puesto que ya no han de preocuparse por los anticonceptivos o el embarazo. Los cambios hormonales que tienen lugar durante y después de la menopausia pueden causar sequedad vaginal, por lo que puede hacerse necesario el uso de un lubricante vaginal para facilitar el coito.
Por último, la mujer a lo largo de toda su vida debe someterse a exámenes ginecológicos regulares y hacerse una mamografía anual a partir de los 65 años para verificar la inexistencia de un cáncer de mama.