Desaparecido 9
Noemí le da una buena sorpresa a Natalia...
Llegué a casa casi al mismo tiempo que Natalia y tuve el tiempo justo de esconder la ropa que me habían dejado.
- Hola amor.- la saludé.
- Hola cariño. ¿Que tal la noche?
- Bien, normal, aquí.
- Pareces triste, preocupada. ¿Que sucede?- le cogí las manos
- Estoy preocupada mi amor, tengo miedo.
- ¿De que?- me acarició la cara con suavidad.
- De estarme convirtiendo en una travesti. De que me esté gustando mas esta vida que la mía. De ser como tu, como mi hermana, como Mónica y como Cristina.
- ¿Te da asco?
- No, solo miedo. Tengo miedo de lo que soy, no quiero ser así, yo soy un chico Natalia, un hombre al que le gustan las mujeres.
- Tranquila.- me besó suavemente- Tu eres tu, no tu cuerpo. Y si te sientes mejor así no serás alguien distinto. Tienes que vivir la vida como tu quieras, tu vida como tu quieras. Esto es lo que no entendió tu hermana, que por ser como era no tenía que cambiar de vida si no vivir la suya como ella la sentía.- una lágrima me resbaló por la cara.
- Pero tengo miedo.
- ¿Y crees que nosotras no teníamos miedo? ¿Que no tenemos miedo a ser lo que somos? Todas tenemos miedo Noe pero debes mirar al miedo a la cara y decirle que no te va a parar los pies, que vas a andar con el.- esta vez fui yo quien la besé de gratitud- Y no llores, ya descubrirás quien eres, no tengas prisa y disfruta del ahora. Además nunca se sabe que cuerpo tendremos cuando hayamos salvado a tu hermana.- me reí con el comentario.
- Es verdad,- la besé, le acaricié la espalda- vamos a vivir el ahora.- y le saqué la camiseta. Le lamí el torso, le mordí levemente el pecho arrancándole un grito de placer. Ella se dejaba hacer, puse la mano debajo de su falda escocesa, plisada de cuadros.- ¡Uh! ¿Que es esta cosa tan dura y caliente?- la cogí con la mano- Parece un animal. ¡Que tamaño!- Natalia se rió.
Me senté encima suyo su verga suelta tocaba a la mía aún escondida dentro del tanga. Con destreza la liberó y al tiempo que yo las agarraba ambas y las empezaba a masturbar ella me sacaba la camiseta y me acariciaba la espalda con fuerza. En ese momento pensé en como me gustaría que me pudiera lamer los pezones como yo se los lamía a ella. ¿Realmente era eso lo que quería? Aparté ese pensamiento y me centré en expresar todo el gozo con mi voz y en hacernos una buena paja a las dos. “¿Vamos a la cama?” me preguntó Natalia, yo me levanté. Tiró de mi hasta su habitación y con una brusquedad fingida me tiró encima del colchón. “Desnudate” me ordenó. Yo hice lo que me decía.
- Te voy a hacer una cosa que no te han hecho nunca. Tumbate boca abajo.
- ¿Me vas a penetrar?
- No pensaba en eso, la verdad. Tranquila, eso será cuando tu quieras.
- Ok.
Me puse boca abajo. Ella abrió mis piernas y noté como se sentaba detrás mío. No veía nada y sentía cierta inquietud. ¿Que iba a hacer? Puso la lengua al final de mi columna y empezó a describir círculos sobre mi piel. Puso las manos en mis nalgas y las apretó con fuerza. Mis nalgas se abrieron un poco, se me puso la piel de gallina, me invadió una sensación nueva, la lengua de Natalia empezó a bajar por la rajita de mi culo, sentí un cosquilleo intenso acompañado de un gran placer, empecé a respirar con dificultad, entrecortadamente. Apreté con fuerza el cojín en el que apoyaba mi cabeza y la cara contra el. La lengua, poco a poco, milímetro a milímetro, disfrutando de cada trozo de mi piel seguía bajando y el placer iba en aumento con rapidez. La lengua llegó a mi ano y empezó a describir círculos, su boca se cerraba y abría sobre mi piel, gemí cada vez con mas fuerza, cada tanto paraba para apretar con la fuerza sobre mi colita y abrirlo un poco haciendo lanzar un grito. Era fantástico, en ese momento me habría gustado que me penetrara pero no dije nada. Disfruté de diez minutos largos durante los que mi placer fue aumentando con rapidez hasta el punto que me invadió el placer, lo sentía en cada partícula de mi cuerpo y grité, grité como no lo había hecho jamás, como un perra, como una puta. ¿Fue un orgasmo? ¿Fue una nueva manera de sentir placer? Mi verga liberó un poco de leche. Natalia apartó la cara. “¿Te ha gustado?” me preguntó. “¿Estás de broma? Ha sido lo mejor que me han hecho nunca, que delicia. Creo que ahora te debo algo.” dije girándome. Ella me corrigió: “Nos debemos algo.”
Se puso encima mío, capiculada. Su verga estaba totalmente erecta, parecía de piedra, la mía estaba igual. Pusimos las bocas encima de las vergas de la otra. Las empezamos a meter dentro y al mismo tiempo exacto nos las empezamos a comer con fruición, dábamos placer en la medida que lo recibíamos. Hacíamos trabajar nuestros labios y lenguas al unisono. Como si fueras un mismo cuerpo, un mismo sentir y durante minutos nos consolamos, nos queríamos con la verga de la otra en la boca y creo que ninguna de las dos habría cambiado eso por nada del mundo. Hasta que como si solo fuéramos una y nuestros cuerpos estuvieran unidos nos corrimos a la vez. Cada una en la boca de la otra llenándola de leche caliente y densa de esta parte de nuestro yo mas íntimo. Y nos besamos y juntando las bocas en un beso mezclamos nuestro semen, nos unimos en los mas profundo de nuestro ser.
Antes de dormirnos el conté a Natalia que habíamos quedado con las chicas para comer al día siguiente y después de un beso largo y de decirle cuanto la quería, y la quería con cada fibra de mi cuerpo, me quedé dormida abrazada a ella. Por la mañana tardé nos despertamos y, como habíamos planeado le dije a Natalia que no me encontraba bien. Ella, claro, quiso quedarse pero no le dejé ni pensarlo, le dije que saliera, que se lo pasara bien y que disfrutara y cuando la vinieron a buscar, pese a que le costó, se fue.
Era mi momento, me levanté y me puse ropa de estar por casa, tenía dos o tres horas, no me sobraba el tiempo. Me preparé un desayuno ligero y cuando me sentí preparada me puse manos a la obra. No voy a mentir, solo de pensar en lo que iba a suceder ya me ponía cachonda. Tardé casi todo ese tiempo en preparar la habitación, poner velas, incienso, sabanas de seda, preparar carteles para cuando llegara, preparar la música y la luz adecuada, vestirme, ducharme, maquillarme, en ponerlo todo perfecto para un momento tan importante. Deseaba, necesitaba, que todo fuera como un sueño, un momento que ninguna de las dos pudiéramos olvidar.
Cuando Mónica me avisó de que Natalia ya estaba abajo, me miré por última vez en el espejo y me preparé para su llegada. Se abrió la puerta, oí un grito de sorpresa, ahora Natalia, debió ver la nota que le había dejado rodeada de velas en la penumbra de la entrada, le pedía que se quitara los zapatos, se pusiera cómoda y fuera poco a poco a la habitación. Oí como sus pasos leves sobre el suelo de madera, el corazón me iba a cien, y como paraba delante de la puerta, leía la nota en la que le decía que estuviera tranquila, que entrara en la habitación, se tumbara cómodamente en la cama y disfrutara. La puerta se abrió y yo observé escondida como Natalia miraba sorprendida a su alrededor, se estiraba con la cabeza apoyada en un cojín y miraba expectante a su alrededor. Encendí el reproductor y una música suave se mezcló con el olor a cera y de incienso. Me asomé por la puerta y con pasos sexys y seguros, aprovechando todo mi cuerpo me acerqué hasta la cama. “¿No estabas enferma?” me reí para mis adentros. “Enferma no, estoy loca. Loca por ti.” Al ritmo de la música me puso de espaldas a ella y de cara al espejo del armario, me empecé a contornear, a acariciarme la rajita a la vista y vi como ella se acercaba a mi, se levantaba y se abrazaba por la espalda.
- ¿Estás preparada, no?
- Si,- la miraba por el reflejo del espejo- lo estoy.
- Es muy bonito todo esto.
- Quiero que sea un momento que no olvides nunca.- me giré y la miré a los ojos. Ella me cogió de las nalgas, me levantó y me llevó hasta la cama- Tu eres imposible de olvidar.
Se arrodilló frente a mi, me beso los muslos desnudos y desde las piernas fue besando todo mi cuerpo hasta llegar al cuello, a mi boca. Ella llevaba un vestido azul de verano, ceñido, se intuía su ropa interior debajo. Se sentó encima mío, de frente, le bajé un tirante y le besé el hombro, ella hizo lo mismo imitando mi gesto. Con paciencia, con pasión, con ternura nos fuimos desnudando mutuamente y cada vez que liberábamos una parte del cuerpo de la otra persona le dedicábamos minutos larguísimos a esa zona en concreto, caricias y besos para cada centímetro del cuerpo de nuestra amante.
Natalia me estiró boca arriba completamente desnuda. Puso la boca sobre mi verga erecta y me la empezó a comer, como si disfrutara de una piruleta gigante, como si fuera la última vez que lo podía hacer. Con una de las mano me empezó a acariciar la cola, y fue acercando sus deditos a mi ano. Iba a suceder, mi amante, es chica fantástica, me iba a convertir en una mujer. Empezó a apretar con suavidad, lancé dos gritos cortos de placer. Levantó un momento la cabeza y cogió una vela cercana, la acercó a mi verga y poco a poco, al tiempo que sus dedos lentos se empezaban a abrir camino dentro mío, empezó a verter la cera caliente sobre mis testículos provocándome una sensación extraña, mezcla de dolor y de placer, volvió a acercar la cara después de apagar la vela y se puso manos a la obra otra vez. Sus dedos, con un poco de dolor por mi parte se abrieron camino dentro mío y los empezó a mover arriba y abajo, por un momento pensé que me estaba equivocando al hacer aquello pero al sentir el placer que sustituyó al dolor me di cuenta de que era la elección mas afortunada de mi vida. No tardó mucho en conseguir que mi verga estuviera a cien y si hubiera seguido un poco mas me habría corrido pero supo cuando parar. Me incoproporé cuando poco a poco fue retirando sus dedos y su boca, despacio cogí el lubricante de la mesa. Me puse un poco en la mano y le tendí el pote a Natalia. Me arrodillé enfrente suyo y con la mano repleta de lubricante unté su verga dura como un palo. Ella me pidió que me pusiera de cuatro patas, de cara al espejo, hice lo que me pedía al tiempo que ella se arrodillaba detrás mío, sentí como con dos dedos me untaba el ano de lubricante, el contacto frío me hizo estremecer. Se puso en posición de ataque sentí su punta caliente contra mi ano, me agarró de la cadera.
- ¿Estás lista?
- Si amor, adelante.
- Solo he penetrado a dos personas en toda mi vida pero estoy contenta de poderte penetrar a ti, hoy.
- Yo estoy muy agradecida por saber que eres tu quien lo hace.
Empezó a hacer fuerza y enseguida sentí dolor, me mordí el labio y miré su reflejo, su cara de concentración. Su verga poco a poco se fue abriendo paso y el dolor fue creciendo hasta casi hacerme gritar, me hice un poco de sangre de morderme con tanta fuerza el labio. Pero de repente su punta ancha y gorda entró entera y todo ese dolor se convirtió en placer, di un respingo por el cambio repentino. Empezó la danza, su verga entraba y salía penetrando mas fondo cada vez y yo empecé a gemir, el placer fue aumentando. Las dos veíamos nuestra mutuas caras de placer en el espejo y como nuestras bocas se movían para lanzar gemidos, para suspirar y lanzar gritos ocasionales. Cuando llegó al fondo y sentí sus piernas contra mis nalgas lancé un grito de profundo placer, de pasión. Ella siguió con sus movimientos rítmicos y yo me acompasé con ellos, empecé a moverme hacia delante y hacia atrás y a mover la cadera hacia los lados para augmentar su placer. Nuestros gemidos dejaron paso a los gritos fuertes de placer, parecíamos dos perritas en celo. Me sentía como en el cielo, tenía la sensación que había vivido toda mi vida solo para llegar a ese momento. De repente aceleró el ritmo al máximo, se puso a fondo, sus gritos se volvieron mas largos y sentí que el placer que sentía salía fuera de mi y lo llenaba todo, solo cabían el amor y el placer en esa habitación y de repente volvió a un ritmo lento, mi ano hervía, yo ardía, grité cuando dio un golpe repentino. Nos miramos fijamente cuando dio un segundo golpe y las dos gritamos y seguimos mirándonos cuando lo sentí, sentí que el placer como un calambre me recorría, me llenaba y explotaba como una bomba al tiempo que ella vaciaba toda su leche en mi anterior, una sensación como la de la noche pasada pero mil, diez mil veces mejor. Entonces ella cogió mi verga antes de acabar de correrse y como si fuera la teta de una baca tiró de ella. El simple contacto hizo que, de repente, me corriera con fuerza y lanzara un segundo grito de placer aunque menor que el anterior.
Natalia salió de mi, me abrazó, nos abrazamos y nos acariciamos, nos besamos.
- No se si soy un hombre o una mujer, pero se que quiero que tu seas mi mujer y se que este ha sido el mejor orgasmo de mi vida, el mejor momento de mi vida.
- Y soy tu mujer- dijo después de besarme- y aunque nos separe un mar entero te prometo que yo siempre volveré para darte otro momento como este.