Des pirates

El caribe, el mar, los bandidos y el amor entre un cautivo y su captor.

Era una hermosa noche caribeña, la luna y las estrellas brillaban sobre Port James con una claridad increíble, bañando con su luz los jardines de la residencia del gobernador general. Las rosas y los jazmines soltaban sus fragantes aromas que combinados con los naranjos, las huele de noche y las magnolias convertían al jardín en una experiencia para los sentidos. John amaba ese jardín, en el encontraba paz y sosiego. A lo lejos comenzó a escucharse el ritmo de los tambores y las flautas que venían del barrio negro. John disfrutaba de todo esto, amaba el Caribe y por ello se sentía triste. Esa mañana su padre había entrado con una sonrisa triunfal en el rostro. John había sido aceptado en el Eaton College en Gran Bretaña, por lo que partiría hacia el viejo continente antes de los vientos de agosto. Lo que le dejaba solo tres semanas para despedirse de su hogar, del mar color turquesa, de la arena, de la noche y cualquier posibilidad de aventura.

Ensimismado como estaba en sus pensamientos no vio la sombra negra que se acercaba desde el mar, nadie la vio. Ninguno de los guardias del puerto, ni el viejo encargado del faro, ni las putas y los marineros que se divertían en la playa. Nadie sintió nada hasta el primer cañonazo, la sorpresa hizo su efecto y el pánico se apodero de Port James, las campanas intentaron advertir a la población, pero era demasiado tarde, el barco cañoneaba a diestra y siniestra el fuerte impidiendo algún contraataque por parte de la milicia, y los gritos que se acercaban desde el mar anunciaban la llegada de los bandidos en sus chalupas. John recupero rápidamente la compostura, corrió hacia la mansión del gobernador y urgió a su padre y a su madre para que se escabulleran por los pasadizos subterráneos hacia el convento de Santa Catalina, al norte de la isla. Después se dirigió al despacho de su padre y tomo dos carabinas, un mosquete, una cimitarra, un sable y tres cuchillos pequeños. Vio por la ventana que la milicia tomaba sus posesiones alrededor de la mansión. Protegido como estaba en el estudio escucho la lucha y los clamores de la batalla pero pronto supo que la guardia era derrotada por los corsarios. Escucho el llanto y los gritos de las criadas, la desesperación e impotencia de los esclavos que sin piedad alguna eran pasados a cuchillo. Entonces sintió los pasos de alguien que se acercaba hacia el estudio; preparo el mosquete, apunto hacia la puerta y al momento de que esta se abría disparo, el tiro fue certero, traspaso el cráneo del invasor y lo mato al instante, sin tiempo de volver a cargar tomo las carabinas y se preparo para lo peor. Un negro entro gritando y se abalanzo sobre él, pero la carabina bien engrasada y usada con regularidad dirigió una bala directo a su pecho, John tomo su la otra carabina y la apunto hacia la puerta abierta, tres hombres venían armados y corrían hacia el blandiendo enormes sables cubiertos de sangre, John apunto y acabo con la vida del que corría por la derecha, entonces tomo dos de los pequeños cuchillos y los lanzo con mortal precisión al corazón del otro enemigo, desenfundo el sable y la cimitarra y espero al hombre restante. El combate fue salvaje, el hombre contra el que luchaba era un verdadero gigante, le sacaba a John dos cabezas, tenía una fuerza increíble, producto de su vida tan salvaje y blandía el enorme sable como si fuese la vara más liviana. John daba su mejor esfuerzo y luchaba con igual o mayor furia que su adversario, estaba tan concentrado en la lucha que no sintió acercarse al otro enemigo que le atesto un golpe certero en la nuca, John se desplomo inconsciente, lo último que vio fue al negro reírse de su suerte.

Cuando despertó pensó que había irremediablemente muerto, tenía un sabor metálico en la boca y un dolor punzante detrás de la cabeza, mientras recobraba del todo la conciencia se percato de que no tenía su camisa, estaba con el torso desnudo y un vendaje cubría su pecho y otro su hombro, un ligero ardor le anunciaba que estaba herido en esos puntos. La habitación en la que estaba era ovalada, con una gran mesa en el centro, una silla finamente tallada, con ricas alfombras que John supo persas; en una mesa cerca de los enormes ventanales del fondo había una hermosa licorera, y entonces lo vio, detrás de los ventanales se veía el enorme mar profundo e impenetrable y sobre este un cielo cuajado de estrellas, a lo lejos el rojo del fuego iluminaba la noche, John supo entonces que Port James había perdido. El miedo se apodero de él pues no sabía lo que le esperaba, supuso que era un prisionero y que pronto vería la plancha o seria víctima de un estrepitoso rescate que acabaría de arruinar a su padre. Suspiro desesperado y dos lágrimas de coraje comenzaron a caer por sus mejillas. Estaba perdido, pero no permitiría que su captura fuese una ventaja para los corsarios. En su mente un plan comenzó a tomar forma, tenía ahora la manera para escapar, no un escape hacia la libertad humana, pero se liberaría de su cuerpo y del sufrimiento que el futuro le tenía previsto. Se suicidaría, no permitiría que los piratas le rebajasen a un espectro de lo que era; con esta idea en mente se acerco a la mesa de la licorera, junto a esta vio dos vasos de cristal cortado, tomo uno de ellos entre sus manos y lo acerco a su rostro. El vaso era pesado, de buena hechura, producto probable de un robo a un barco veneciano u holandés; en un intento por tomar valor lo abrió la licorera y se sirvió una copa del licor ambarino que contenía, coñac. Bebió de un solo trago y después levanto el brazo y se preparo para azotar el vaso contra el suelo del camarote. Yo no haría eso si fuera tú, oyó una voz a sus espaldas, esos vasos son únicos, además fue un verdadero logro que sobrevivieran al asalto en el que los obtuve. John volteo lentamente la cabeza, el vaso aun levantado sobre su cabeza, recorrió toda la habitación antes de reparar en su interlocutor.

Delante de él estaba uno de los hombres más apuestos que había visto jamás, vestido en un traje azul Prusia, con una camisa de seda que enmarcaba su cuerpo bien formado, con unas calzonas blancas extremadamente ajustadas sostenidas por un cinturón bordado en rubíes y zafiros que guardaba dos pistolas con mango de plata y un sable con un mango de oro rojo coronado por una esmeralda tan verde como la selva misma, todo enmarcado por un rostro de facciones finas, una boca carnosa, una nariz aristocrática, pómulos no muy pronunciados, de frente amplia y unos rizos dorados que rivalizaban con el oro del sol, pero por sobre todo estaban esos ojos, unos ojos azul claro, casi transparentes, que a la luz de las velas refulgían como hermosas aguamarinas o el más puro ámbar azul de Santo Domingo. John se sintió avergonzado y rápidamente bajo el vaso, después se sintió indigno de estar ante tal hombre, un hombre que merecía sus mejores galas y John solo lo recibía con unas calzonas manchadas de sangre y el torso descubierto, como cualquier campesino. John le miro avergonzado y buscando la dignidad perdida se enderezo y dijo en todo su esplendor. –John Nataniel James Kensworth van der Vliet, duque de Welter, conde de Costner y Comodoro de la marina de su majestad el rey. Su interlocutor quedo impresionado por la reacción de John y le respondió de igual manera – Jasper Collins capitán del Señor de los Mares. Ambos hombres se miraron por largos minutos hasta que John rompió el silencio,- Creo que soy su prisionero capitán, permítame darle mi gratitud por que me haya permitido vivir unas cuantas horas más-; la risa pura del capitán envió una corriente eléctrica a través de John, era un sonido mágico. -Usted no es mi prisionero amigo, es un invitado a mi mesa y nada más-. John le miro extrañado, pero antes de que pudiera replicar el capitán toco una campanilla y de detrás de él salieron dos muchachos cargados de platones y jarras, en menos tiempo del imaginable la mesa estuvo puesta, entonces el capitán le señalo una silla a John, mientras él se sentaba en la enorme silla labrada de la mesa delante de él.

Al principio John no podía creer lo que sucedía, pero temeroso (Poseidón sepa porque) de ofender a su invitado John tomo asiento y acepto la copa de vino que este le ofrecía. – Gracias- atino a decir John antes de que el capitán le regalara una sonrisa que obligo a John a recargarse en la silla, - Por Favor, llámame Jasper, si no tendría que referirme a ti como conde o duque y esas formalidades me enferman-. Ambos rieron y desde ese momento la cena transcurrió como si fueran dos viejos amigos, John disfruto cada instante y cada minuto que pasaba se sentía más cautivado hacia Jasper. Al final de la cena ambos se despidieron, John se dirigió a un camarote contiguo al del capitán y esa noche se hizo una paja monumental pensando en las manos y el rostro de su anfitrión.

Jasper estaba tendido en su cama, no podía dormir, no podía respirar, un calor abrasivo le consumía y la imagen de John parado frente a él con el torso descubierto no abandonaba su cabeza. Sucumbiendo al deseo y a la necesidad se pajeo, pero mientras lo hacía introdujo dos de sus dedos en su dilatado ano, pensando en que estos eran la herramienta de John y su mano las manos del muchacho, nuca en sus veinte años había sentido tanta necesidad por un hombre. Finalmente eyaculo, eyaculo mordiendo la almohada y gritando entre gemidos el nombre del objeto de su deseo. A la mañana siguiente mando a uno de sus criados a que le llevase ropa limpia a John y a comunicarle que le esperaba para el desayuno. John llego treinta minutos después, vestido con el traje rojo quemado que le había enviado de su propio guardarropa, se veía increíble el color resaltaba su pelo negro ébano y contrastaba con su piel dorada, y sus ojos verde claro que combinados con la juventud de los diecisiete años robaban el aliento. No supo que John lo saludaba hasta que este carraspeo y entonces haciendo un esfuerzo sobrehumano estrecho su mano en vez de aventarse sobre su invitado y comérselo a besos. –Jasper me preguntaba, uhm si podría salir a pasear a cubierta de vez en cuando, me gusta el sol demasiado.- dijo John mientras desayunaban. Jasper pensó en su petición mientras bebía un sorbo de agua – no veo por qué no, vamos te enseñare al señor de los mares como solo su capitán lo conoce-. Juntos pasaron el resto de la mañana recorriendo el barco, la tripulación se adapto rápidamente a la presencia de John y pronto dejo de importarles. Al caer la noche volvieron a cenar juntos y también volvieron ambos a dejarse llevar por el deseo en la soledad de sus camarotes.

La escena pronto pasó a formar parte del ritual cotidiano de sus vidas, dos semanas después durante la cena el capitán miro a John gravemente y con cierto dolor casi imperceptible en su voz le comunico.- Mañana pasaremos delante de la Española, solo a 6 millas de la costa norte. Te regreso tu libertad, eres libre de tomar una chalupa y remar hacia la isla, seguro que ahí te llevaran a Port James a la brevedad posible-. La cara de John se descompuso, y una lagrima escapo por la comisura de sus ojos. –Entonces si era tu prisionero, verdad, solo un trofeo para presumir ante tu tripulación-. Jasper lo miro con furia y en un arranque se paró de la mesa y cruzo en dos latidos la distancia que los separaba –Claro que no.- bramo el joven capitán, -sabes que siempre has sido mi huésped. – Entonces por qué me obligas a marcharme, porque me apartas de tu lado.- contesto John desafiante. –No te obligo a nada, solo pensé que ya querrías marcharte- fue la lacónica respuesta del capitán. – O es que acaso quieres quedarte en este barco destartalado rodeado de brutos- dijo acercando su rostro a escasos milímetros del de John. John sintió que algo en él se quebraba y dejo que el torrente de emociones y sentimientos largo tiempo reprimidos le absorbiera, entonces con un hilo de voz solo dijo- No me importa donde ni rodeado de quien sea, yo solo quiero quedarme contigo- y beso al capitán. Jasper quedo sorprendido por el beso, pero rápidamente se dejo llevar por su propia pasión y comenzó a besar con locura a John, no podía parar, era lo que había deseado desde que lo vio inconsciente y le lavo y vendo sus heridas. Se besaron con furia, con locura, con pasión, con amor. Se dejaron llevar por sus deseos y romper ese contacto fue lo más duro que los dos habían hecho jamás, cuando finalmente la falta de aire los obligo a separarse se vieron a los ojos, John buscaba e odio del capitán, mientras que Jasper temía por la reacción del duque, pero lo único que ambos encontraron fue comprensión, amor y una pasión que les carcomía las entrañas. Sin decir palabra Jasper tomo la mano de John y lo condujo hacia su camarote, antes de que la puerta se cerrara sus bocas estaban juntas de nuevo. La locura se apodero de ellos y sus ropajes se volvieron sus peores enemigos. Desgarraron y rompieron los trajes y después se contemplaron en su desnudes para finalmente volverse a besar y oprimir sus sexos. John empujo a Jasper a la cama, tumbándolo sobre ella comenzó a lamerle el cuello, después bajo a su pecho y jugó con sus tetillas, Jasper solo gemía. Finalmente llego a su falo erecto y se lo introdujo en su boca como un niño cuando chupa un caramelo, disfruto de su sabor, su textura, su suavidad y dureza, su exquisito aroma mientras Jasper dirigía sus movimientos con sus manos sobre su cabeza. El trabajo de John fascinaba al capitán que emitía largos gemidos de placer solo cortados por suspiros de gozo infinito, finalmente las caricias de la lengua de John hicieron efecto y el capitán se corrió en la boca de su amante, John recibió el preciado néctar y lo paladeo como si fuera la ambrosía de los dioses; acerco su boca a la de Jasper y ambos volvieron a besarse, compartiendo la semilla del capitán. Entonces en un suspiro cargado de deseo Jasper le pidió a John que lo hiciera suyo, John se sintió embriagado por la pasión y levanto las piernas del rubio sobre sus hombros, coloco la punta de su palo en la entrada del capitán y sin pausas pero sin prisas comenzó su intromisión en las entrañas de Jasper, el placer de ambos fue inmenso y ambos supieron que así, juntos, como un solo ser era como deberían de estar por toda la eternidad, el entrar y salir de John era delicioso, lento pero sin pausa, presionando cada vez más a fondo para ir acelerando conforme el dilatado agujero ofrecía menos resistencia, finalmente John llego al orgasmo y acerco su rostro al del capitán para gritar el nombre de su amado y ver salir de los labios de este el suyo. Ambos se besaron y cayeron exhaustos uno sobre otro, abrazados.

A la mañana siguiente Jasper sintió el cuerpo de John debajo de él, y escucho el latir rítmico y tranquilo de su corazón, supo que ya estaba despierto, por lo que elevo su mirada hasta encontrarse con el verde de la de su amante. – Eso fue increíble.- dijo- como te sientes-, John sonrió y contesto.- como el ser más feliz y afortunado sobre la tierra y aunque lo niegues debes saber que si soy tu prisionero.- Jasper le miro extrañado y acercando su cara a la del muchacho lo beso para después preguntar.- Por que lo dices, sabes que eres libre de irte, nadie te detendrá.- dijo, y se paró de la cama envuelto en la sabana para ver el mar y ocultar las lagrimas que se formaban en sus ojos, estaba seguro que John lo dejaría, que se iría a la Española y que volvería a Port James para no volver a verlo nunca, las lagrimas corrían ya por sus mejillas cuando sintió la mano de John en su cintura.- ¿Por qué lloras cariño?- pregunto con preocupación en la voz - ¿Qué acaso no te gusto lo de anoche?, ¿ Te disgusta lo que hicimos y te repugno?- lagrimas ahora también en sus ojos. - ¿Cómo puedes repudiar lo que amas? o ¿Cómo puede disgustarte la mejor noche de tu vida?, lo que temo es que al marcharte el único remedio para olvidarte sea que la muerte se lleve mis recuerdos.- respondió Jasper aun sin ver a John- Marcharme, pero es que acaso quieres que me vaya, me apartaras de tu lado para siempre.- protesto John incrédulo. – No eres mi prisionero y detesto que te veas así, no tienes que complacerme como un vil esclavo. Eres mucho mas y mucho mejor que eso. Deja de fingir que te gusto, solo márchate y déjame morir en paz, que si lo que querías era asegurar tu libertad he de decirte que esta ya estaba asegurada- respondió Jasper mientras se libraba del abrazo de John, entonces este tomo su rostro y con voz potente le ordeno.- Mírame Jasper, mírame a los ojos.- Jasper se negaba, pero la fuerza de John lo obligo a alzar la mirada, lo que vio le dejo sin aliento, John reflejaba sufrimiento, cada musculo de su cara era un grito del más puro dolor y el verde de sus ojos parecía derretirse en un mar de tristeza, con voz entrecortada y sin apartar la mirada del azul de los ojos de Jasper dijo – Jamás repitas eso, si soy tu prisionero, pero soy tu prisionero porque quiero serlo, quiero ser el prisionero de tu corazón, de tu abraso, de tus besos y de tus ojos. Quiero ser el prisionero de este amor que te profeso, del deseo que me inspiras, de la alegría que me da cuando sonríes, no me pidas que me aleje de tú lado porque entonces encontrare la muerte más rápida para no sufrir el no verte, eres mi todo capitán, mi sol, mi noche, mi descanso y mi sosiego; lo único que quiero es envejecer a tu lado, es amarte, es cuidarte, es protegerte en mis brazos y entregarte si lo aceptas mi corazón y alma para que los guardes como el más insignificante e incondicional de tus tesoros.- soltó a Jasper y se empezó a apartar de él, listo para marcharse, pero la mano de Jasper aprisionaba con fuerza su muñeca impidiendo el retroceso.- De verdad quieres eso, quieres estar conmigo, no importa que sea un forajido, un pirata y que mi cabeza tenga precio desde aquí hasta la India, realmente quieres vivir y morir conmigo- pregunto el capitán. – Quiero más que eso Jasper, quiero amarte.- y beso al dueño de su corazón con toda la pasión y el amor de su alma, – Te amo John, te amo con toda mi alma, ya te amaba desde que te trajeron inconsciente y cada minuto que paso te ame mas y mas hasta que termine amándote más que a la vida, te ofrezco una vida horrible y difícil, tengo fortuna, pero no hay puerto seguro para disfrutarla, y no sé que me deparan los dioses ni mi destino, lo único que sé es que ahora ese destino está en tus manos. Acepto tu regalo y prometo guardarlo dentro de mi propio corazón a cambio de que tu guardes mi propio amor hacia ti, si tu eres mi prisionero entonces yo no soy más que tu esclavo, un esclavo que te ama y que te promete hacerte lo más feliz que pueda.- declaro Jasper al finalizar el beso.- Entonces ¿No me pides que me marche?- pregunto John con el corazón casi saliéndose de su pecho.- No John, quédate, quédate para siempre o llévame contigo- sentencio el capitán y sello el momento con un beso de amor puro, juntos rieron y se abrazaron, incrédulos del momento para después dirigirse a la cama y volver a gozar de su amor.