Derritiendo el Hielo (1)
Aunque con él nunca fuimos pareja formal, teníamos unos encuentros amatorios sensacionales, eran verdaderas maratones sexuales. Nunca encontré otro hombre que igualara su capacidad de penetrar y eyacular tan intensamente y tantas veces seguidas.
Derritiendo el Hielo
De mi época de estudiante mi mejor amante fue un compañero de la universidad. Aunque con él nunca fuimos pareja formal, teníamos unos encuentros amatorios sensacionales, eran verdaderas maratones sexuales. Nunca encontré otro hombre que igualara su capacidad de penetrar y eyacular tan intensamente y tantas veces seguidas.
Lo conocí durante un viaje de trabajos voluntarios en la universidad. Desde que partimos en el tren yo no había podido sacarle la vista de encima. Yo estaba muy excitada con él, era uno de los más apuestos de la universidad y hacia tiempo que le había echado el ojo, pero no había tenido la oportunidad de producir otros tipos de acercamientos. El era muy moreno, y tenia un cuerpo extraordinario.
Al segundo día de estar ya acomodados en el lugar de los trabajos, se organizo una típica fogata en la noche, con chistes y guitarreo. Yo intentaba llamar su atención de todas las maneras posibles, estaba decidida a no dejar pasar la oportunidad de engancharlo.
El también andaba en búsqueda de acción, pues miraba hacia todos lados tratando de cazar algo. Se notaba que estaba excitado por la expresión de su rostro, de vez en cuando se mordía los labios y cargaba su miembro estimulándola con una de sus manos, simulando arreglar su pantalón.
De pronto note que se fijaba en mi y comenzamos a jugar con nuestras miradas, cuando ya había transcurrido un tiempo en este juego, él se acerco a donde yo estaba y presentí que algo iba a pasar pronto. Después de una breve conversación y casi sin darme cuenta, de pronto me abrazó, atrayéndome hacia él. Cuando me estrechó, sentí el calor de su cuerpo; al contacto con varonil cuerpo, me impulso a una mayor osadía, y lo besé ardientemente, sin pronunciar una palabra. Sus manos se deslizaron por mi espalda sinuosa, hasta caer sobre mis caderas, acercándolas lentamente a mis duras nalgas, en tanto sus labios recorrían mi boca, acariciando mi lengua con la suya.
Al instante estabamos agarrando, dándonos un calentón atraque. El exhibía notoriamente entre sus piernas su abultado miembro que yo miraba con avidez. Me sentía muy atraída hacia él, era todo un macho a pesar que no tenia más de veinticinco años, lo que más me seducía, era la expresión extrañamente lujuriosa de sus ojos.
Eran como la una de la mañana, cuando Fernando me invito a su carpa. Dentro del pequeño recinto, había solo mantas frazadas y un saco de dormir para una sola persona. Nos metimos en el saco de dormir totalmente vestidos por el frío que hacia, comenzamos a besarnos y a manosearnos por entre las ropas, de pronto sentí su bulto contra mis piernas. Era tal el frío que Fernando no quería desvestirse y yo tampoco.
-¡Bájate los jeans! Me dijo.
Mientras yo intentaba bajármelos solo lo suficiente para que pudiera penetrarme, él me toco con sus dedos en la concha y noto que yo estaba muy lubricada, entonces comento:
-¡Ah, ya estas como para ponértela toda!
-¡Pero tesoro, tengo un solo problema!
No pude imaginarme, con que cosa me iba a salir. Pero él me dijo:
-¡La tengo muy grande, por lo menos eso es lo que me han dicho, las minas que me he tirado!
Estire mi mano hacia atrás y se la agarré. La tenia tremendamente gorda y larga. Se la acaricie rogando mentalmente que me pudiera entrar toda. Finalmente, con grandes dificultades, entre el frío y lo estrecho del saco, me la pudo por fin embutir.
Mi canal estaba tan resbaladizo que la cabezota, a pesar de su grosor, me entro y después siempre muy lentamente, me la fue metiendo completamente. Yo no me podía mover mucho. Pero sentía que mi vagina se había estirado al máximo y que si me quedaba quietesita podía llegar al orgasmo en cualquier momento.
Muy pronto, casi sin darme cuenta, en una de las deliciosas embestidas de Fernando, acabé sin casi hacer nada. Solo apreté los labios y contraje los músculos de mi conchita. La sensación fue tan intensa que él se dio cuenta de mi acabada, porque las paredes interiores de mi vagina se estremecieron tensándose y aflojándose alternativamente varias veces.
Al otro día en la mañana, me desperté con las ávidas manos de Fernando tratando de bajarme los pantalones para darme otra pasada. Pero hacia tanto frío y para colmo estaba lloviendo, que me decidí a aliviarlo con mis labios, me desplace hacia abajo y le agarré su fenomenal aparato. No pude abarcarlo por completo con mi mano; era algo fabuloso. Sentí desesperación por acariciarlo, pense que no iba a poder abarcarlo en mi boca, pero pronto lo acomodé sosteniéndolo firmemente con mis manos. Puse su durisimo miembro entre mis labios sin dejar de acariciar con mis dedos sus hinchados testículos.
El miembro solo había entrado hasta la mitad de mi cavidad bucal, aumente mi producción de saliva, y logre hacerlo resbalar un poco más adentro, gozando de su textura y sabor. Comencé a palpar sus testículos con mis dedos, los tenia muy velludos y bastante duros. A mí me encanta pasar la lengua por la sinuosidad de la piel que cubre las bolas, me hace calentarme terriblemente, tiene un efecto muy afrodisiaco. Sentir los vellos y el escroto dentro de mi boca me fascina, me gusta chuparlos como si me los fuera a tragar.
Obviamente a estas alturas él se encargaba preparar mi concha, y me metía sus manos por todas partes. Mis mandíbulas ya acostumbradas al sexo oral no sintieron el agotamiento de mis continuas y numerosas mamadas.
Muy pronto nuestros cuerpos estaban involucrados en una sesión erótica desenfrenada y mis gemidos de placer eran apagados por el pene que llenaba mi boca. Con muchas dudas, saque el miembro de mi boca, pero la verdad es que estaba loca de ganas de mirar como eyaculaba.
Cuando su reluciente miembro acabó de lanzarme sus intensos y abundantes fluidos espesos, él lo fue retirando suavemente de mis labios, con mis manos se lo acaricie intensamente empapándolas con su caliente y fragante esperma. Después me la esparcí por mi cara olorosando y saboreando golosa su cremosa secreción masculina.
Fue entonces que descubrí el placer inmenso que sentía cuando podía mantener su grueso miembro en mi boca durante largos minutos hasta que él explotaba. Mientras tanto él me masturbaba frotándome el clítoris.
Todavía insatisfecha, continué con mi excitante pasatiempo. Jugaba lascivamente con su enorme órgano genital, tomando la roja cabeza de su pene entre mis labios, mientras lo estimulaba con suaves caricias hasta conseguir que su miembro lograra nuevamente el máximo de tensión, provocándole otra exquisita y abundante descarga. Me la tragaba suavemente degustando el saborcito ya muy familiar de esa magnifica verga casi hasta atragantarme.
Cuando sentía su liquido viscoso y tibio deslizándose por mi garganta me producía un efecto maravilloso. Me dedicaba a saborear el espeso semen alrededor de mi lengua, llenándome la boca por completo con su cremoso liquido.
Jacqueline - Chile