Derial: Historias de Guerra (1)

Inicio de relación entre Sonia, una joven poco común, y Derial, un ser sobrenatural. Historia ambientada en Rusia, al principio de la Gran Guerra Patria.

DERIAL: HISTORIAS DE GUERRA (1)

Inicio de relación entre Sonia, una joven poco común, y Derial, un ser sobrenatural. Historia ambientada en Rusia, al principio de la Gran Guerra Patria.

Hola, es mi debut en TR. Me gustan libros de historia, novelas de Anne Rice y relatos eróticos. Espero crear una serie interesante donde lo místico, lo erótico y lo histórico se entrelazan. Agradeceré cualquier comentario o sugerencia. Un saludo a todos.

- Sonia, tu tía está muy mal.

- ¿Qué podemos hacer?

- Si no le damos de comer en las próximas horas morirá. Nos contentamos con lo poco que tenemos, pero ella no. Se debilita.

- Saldré a buscar algo.

- Cuidado, hija.

- No te preocupes. Me voy volando.

Sonia estaba acostumbrada a volar. Parecía un buen espíritu del bosque, un foco irradiador de una belleza sutil y conmovedora. Sin embargo, sabía dar miedo a los hombres gracias a un distanciamiento inquietante que se intuía en ella. Sus ojos, grises y luminosos, miraban abiertamente y al mismo tiempo era obvio que la mirada de su verdadero yo permanecía oculta muy-muy lejos. Hija de la vieja ciudad de San Petersburgo, una viva ilustración de las novelas de Dostoievsky. Angulosidad. Niebla. Deslizamiento. Temblor. Penumbras. Destellos. No en vano su nombre provenía de la palabra “sueño”. Estaba atascada en una red de imágenes inexistentes a pesar de que el bloqueo de Leningrado ofrecía poco espacio para soñar.

En las calles reinaba un ambiente fúnebre. ¿Un trozo de pan? Desolación, violencia y muerte eran los únicos comestibles. El entusiasmo desbordante de Sonia no servía de nada. De repente un tipo borracho y maloliente le interceptó el paso. “¿Cuántos días de vida me quedan, prenda? – susurró con malicia. - ¿Tres o cuatro? No importa, quiero disfrutar a tope antes de emprender un viaje a lo Más Allá”. Rasgó la blusa dejando al aire los pechos incipientes de una adolescente. “Coño, es dudoso que tengas leche en esas tetas. Vamos a ver si me alimentas”. Se puso a chupar como loco mordiendo y dañando sus pezones delicados. Las manos ásperas se metieron debajo de la falda arrugada en búsqueda de su entrepierna. La piel de Sonia, más tersa que el mármol, se cubría de moretones en seguida. “Apuesto que eres virgen. He preparado una sorpresa para tu tierno agujerito”. Llena de pánico, la joven se retorcía impidiendo el desarrollo predecible de la situación. Unos acosos así estaban en la órden del día, pero nadie llegó tan lejos en sus tentativas. “Déjame, por favor, pronto empezarán a bombear, hay que huir”. “Ya te enseñaré qué es bombear” - se rio a carcajadas, totalmente entregado al magreo de sus muslos. Una boca asquerosa ahogó los gemidos de Sonia inundándola de saliva y vapores alcohólicos. Los testigos del ataque no les hacían caso, cada uno pensaba en salvar su pellejo. “Te queda menos de lo que crees - se oyó una voz agradable. – Has disfrutado bastante”. Un defensor desconocido apartó al borracho y le estrelló contra la pared. El violador fracasado les observaba con un asombro infinito mientras dos hilillos de sangre manaban de sus sienes. Acto seguido yacía inmóvil, una masa inerte, un saco de mierda.

- Te sobra el corazón y te falta la fuerza. Una combinación peligrosa.

La chica se arregló sin levantar la cabeza.

- Gracias, señor.

- Te llamas Sonia, ¿verdad? ¿Estás buscando algo de comer para tu tía moribunda?

- ¿De dónde sabe mi nombre? ¿Y lo de mi tía?

- Qué más da. Yo también estoy buscando víveres… de otra índole.

Por fin se atrevió a mirarle de lleno. Tenía un aspecto original, camaleónico. A la luz del sol su pelo larguísimo relucía de tonalidades doradas, en la sombra adquiría la textura y el color ceniciento de telarañas. Asimismo sus ojos se destacaban por un azul intenso que se oscurecía bruscamente bajo el cielo nublado. La piel mostraba un bronceado sano, pero se ponía lívida fuera de la incidencia de los rayos. En los demás aspectos el extraño no se distinguía de lo normal (sin contar su atractivo masculino).

- ¿Cómo se llama?

- Te lo diré a su debido tiempo. Y ahora toma un premio por tus sufrimientos recientes.

Dos barras de pan, una botella de leche, una lata de sardinas, un paquete de arroz… ¡todo un tesoro en aquellos tiempos! Sonia apenas contenía un torrente de lágrimas que amenazaba con abrir las compuertas de decencia.

- Se lo agradezco tanto… tanto… ¿Es usted mago? ¿O Cristo?

- Imaginación nula, chiquilla. Date prisa para salvar a tu tía.

- ¿Nos volvemos a ver algún día?

- Te avisaré por correo.

- El correo no funciona. Además, nuestra dirección

- Dispongo de un correo muy especial. Ya verás, Sonechka, ten paciencia.

Otra vez la dejó boquiabierta. “Sonechka” era una forma caritativa de “Sonia”, utilizada sólo por su padre. El hombre le estrechó la mano y desapareció sin despedirse, sin dejar ninguna señal de su presencia. Se derritió. Sonia se quedó a solas con la inmensidad del cielo nocturno. Le parecía que las plateadas estrellas del Norte hacían guiños murmurando: “He aquí un misterio que has estado esperando tanto tiempo”.


Unos sueños extraños y bonitos irrumpieron en la tranquilidad de sus noches. La naturaleza sensible de Sonia no podía resistir. Disfrutaba de las imágenes invasoras que envenenaron su sangre peor que una fiebre palúdica. Le encantó un sueño sobre una cueva de gnomos, gobernada por un rey helado con un corazón de fuego. Padecía tormentos intolerables, sentía frío en todo el cuerpo, pero el mayor dolor se concentró en el brasero de su propio corazón. Encadenado al trono, no tenía más remedio que dar órdenes a las criaturas abominables, detestadas por él. En el siguiente sueño de contenido “cavernoso” la protagonista era ella misma. Vagaba entre estalactitas preguntando al aire algo importante. Y entonces… entre las tinieblas se vislumbraron unas máscaras soldadas en los muros de la gruta. Le respondían en una lengua incomprensible aunque sus labios no se movían. Sonia seguía insistiendo: “¿Qué queréis decirme? ¿Qué?” Una bandada de pájaros negros aclaró el significado. Volaban sobre su cabeza frenando el avance. Al final todos adoptaron la forma de un pulgar dirigido hacia abajo. Aquel gesto, una condena de muerte para un gladiador, no le auguraba nada bueno.

¡Ojalá fuera capaz de olvidar a su salvador! Una tarea de Hércules. Gracias a él su tía volvió a la vida. Gracias a él su familia respiró aliviada. Todas las tardes venía un hombre que les entregaba una bolsa de alimentos. “¿De quién? ¿Por qué?” “Soy mensajero” - decía sin inmutarse y se negaba a dar más detalles. Llegaron a aceptar gustosamente la dosis diaria de vitaminas, tan necesaria en la pesadilla que les rodeaba. Su madre, su tía, su prima, dos hermanas menores… todas ellas deseaban sobrevivir. “¿Qué me pedirá a cambio? ¿Lo mismo que aquel borracho?” Se estremecía al suponerlo. Más bien de placer que de asco. ¿Cómo sería su aliento? ¿Una pluma de hierro candente o un soplo de aire frío? Recordaba el tacto de sus manos, las imaginaba apoderarse de su cuerpo indefenso. Imaginaba la carga caliente de su peso, la penetración implacable sin principio ni final. La visión de su entrega era abrumadora. Se sentía poseída por él, reducida a una idolatría impersonal. Su mente le llamaba sin cesar. Y vino la noche esperada. Su héroe la visitó en un sueño e indicó el lugar de la próxima cita. Un baldío abandonado en los arrabales de la ciudad.


- Excelente. Te gusta lo que propongo.

- ¿Y qué propones?

- Un terror en carne y hueso que encierra un enigma irresoluble. ¿Acaso no sabes la respuesta? ¡No eres tan tonta como los comunistas! Tú sí que crees en algo que trasciende los límites.

- ¿Dónde estás?

El hombre salió al espacio abierto. El día sombrío añadía un desagradable matiz negro a sus ojos, dos barrancos vacíos. Con un gesto brusco extendió los brazos que se alargaron en un par de alas como si se tratara del fenómeno más natural del mundo. Todos los elementos se quedaron inmóviles. Los sonidos llegaban con una nitidez especial. El cielo se cerró en un puño multiplicando su reflejo por las nubes. Sonia echó a andar a tropezones. Poco a poco su marcha se iba evolucionando en una carrera precipitada.

- ¡Vuelve! – el grito de un alcaraván azotó sus oídos. – ¡Acércate!

Sumisa y confiada, se acercó a él ofreciéndole el resplandor de su juventud a cambio de un beso peculiar que se asociaba con una absorción despiadada. Pasados unos minutos, el ser la apartó brutalmente y Sonia cayó al suelo. Una hojita arrancada por un huracán.

- ¡Basta para hoy! – el timbre de su voz ya no irritaba por tonos estridentes.

Las alas desaparecieron, se encogieron en una funda invisible. Y él, saciado y autoritario, le ayudó a incorporarse.

- ¿Cómo te llamas?

- Antes me llamaba Deliar, pero hace poco he optado por la variante de Derial, más moderna y conveniente desde el punto de vista fonético. Si intentamos descifrarlo obtenderemos “ De Erial ”, es decir “ el que viene de un erial ”. Bastante simbólico, ¿no?

- Derial… - sin duda, este nombre llevaba una descarga de fuerza mortífera. - ¿Qué quieres de mí?

- Mi apoyo no es desinteresado ni mucho menos. Tengo algunos planes.

Sonia empezó a desabrochar la blusa ardiendo de ganas de aniquilar los restos de su voluntad.

- No me hace gracia la cosa en la que acabas de pensar. Ningún acto sexual puede ofrecerme la milésima parte de satisfacción que recibo de

- ¡¿De qué?!

- Consumo la energía pura. Por eso necesito amor, Sonechka. Lo necesito como nunca. El afecto de una persona extraordinaria me alimenta. Es una tarea extremamente complicada encontrar algo nutritivo en los tiempos de guerra. Casi todos están nivelados por el miedo, casi todos se sumen en la desesperación de un insecto que arrastra sus patitas impotentes. Los hombres no están disponibles, sus pensamientos se dirigen hacia otro cauce. Las mujeres pierden la capacidad de reflexionar en una situación crítica al igual que pierden la capacidad de menstruar por la culpa de un estrés y jamás la recuperan. Tienes que regalarme amor y admiración por tu propia voluntad. Una especie de vampirismo refinado.

- No es obligación, sino mi libre albedrío. Te amo, Derial.

- Muy bien. De lo contrario te lo arrebataría por fuerza. Y asi tu potencial energético me dará mayor poder. ¿Te sientes débil?

- Un poco.

- Trata de tener más aguante.

- ¿Vamos a firmar un contrato?

- Mis contratos se concluyen en el corazón y se firman allí.

- Hazme tuya, no me rechaces.

- Repito: todo a su debido tiempo.

Acarició sus caderas temblorosas que se abrían sin resistencia alguna para invitarle al paseo por un monte de Venus cuya superficie anacarada ocultaba un túnel de fuego. Los dedos de Derial exploraron la rajita deliciosa y se adentraron con descaro bañándose en jugos frescos de una excitación inconmensurable.

- He cumplido tu sueño. Estoy imitando a aquel desgraciado. ¿Qué te pasa, niña? Antes un beso casto te parecía una ofensa. Y ahora… te ensartaría sin problemas pese a tu vaina ajustada.

- Hazlo. ¿No te apetece forzar la puerta de mi virginidad?

- Me apetece forzar la puerta que conduce al caudal de tu energía. Pero… ¿qué es eso? Te corres como una bacante. ¡Un diluvio universal! ¡Madre mía! ¿Dónde está mi niña pudorosa, vestida de blanco?

Desgraciadamente sus lamentaciones falsas no hacían más que llevarla a un clímax escandaloso por su intensidad. Derial siguió masturbándola, estrujando su bonito pubis, jugueteando con la mata del vello castaño, pellizcando los labios vaginales, irritando el clítoris hinchado, dibujando increíbles figuras geométricas en su interior. Entre gemidos entrecortados Sonia cerró los ojos e inmediatamente oyó una órden histérica: “¡No dejes de mirarme, así no me transmites nada!” Volvió a clavar la mirada en el rostro de estatua y recibió la última serie de espasmos que derramaron oleadas de calor en sus entrañas. “No ha sido mal, - comentó Derial con una sonrisa irónica, lamiendo las gotitas de néctar de la yema de su dedo corazón - pero ya he acabado la sesión”. Sonia rompió a llorar, presa de vergüenza por sus palabras, acciones, sensaciones. “No tienes nada de que avergonzarte – susurró su ídolo meciéndola en los brazos como si fuera un bebé. – Eres buena portadora”.

- No puedo separarme de ti. ¿Qué has hecho conmigo?

- No hace falta que nos separemos. Ahora mismo nos iremos a la retaguardia fronteriza en el territorio finlandés. Aceptarás el empleo de enfermera. He conseguido las mejores recomendaciones de Moscú.

- ¿Cómo que nos iremos? ¿Han levantado el bloqueo?

- Todavía no, deberéis sufrir un par de añitos más. En general, el bloqueo durará unos 900 días. Pero, para mí, ¿qué importa un asedio ridículo? Te voy a enseñar “el Camino de Vida”, no lejos del lago Ladoga. Precisamente por este lado el cerco alemán será parcialmente violado en un porvenir bastante próximo, en concreto, en enero de 1943. Tú, mi querida Sonechka, tendrás el honor de ser la primera en descubrir este camino gracias a mí.

- Mi madre

- Te permito dejar una nota de despedida. Tranquila, la comida del mensajero les consolará pronto.

- Pero

- Si te echas para atrás no volverás a verme ni en este mundo, ni en el de las sombras.

- Iré contigo, amor.

- ¿Mi perrita fiel?

- Tu perrita fiel.

A las cinco de la madrugada partieron para Finlanda.