Derechos peligrosos

Al casarnos, decidimos imponer uno derecho sobre la otra persona, yo podía en cualquier momento estimular con mi boca sus senos

Llevamos cuatro  años casados, aún somos jóvenes y apasionados, ella, Mari es un año mayor que yo, rubia de mediana estatura, como yo y un poco exhibicionista, sobre todo, cuando llega el verano y luce sus  98 cm de pecho.

A mí me gustan los juegos de dominación, mi novia anterior, Dulce, labios  gruesos, melena larga y castaña, pechos medianos, piernas largas y un chochito muy  desarrollado, los labios se le marcaban  bastante, los tiene gruesos y anchos,  el clítoris muy desarrollado, que me vuelve loco, jugoso y muy aromático, mucho más que Mari; no tenía freno para los juegos, recuerdo el día que me hizo pasear por la playa  con unos bermudas muy finitos y sin calzones.  Los dos caminábamos juntos  y ella,  me acariciaba por detrás disimulando, mi culo,  mis bolas, y al poco rato mi erecto miembro señalaba  el horizonte…La gente es discreta y  disimula, siempre íbamos a lugares donde no nos conocían, ella me puso una goma en la mano, yo sabía que me tenía que colocar el preservativo y salir a la terraza,  a tomarme alguna cosa con ella.  Ella se quitaba las chanclas y con los pies me masturbaba hasta que me corría dentro de preservativo. Yo no podía  hacer nada con las manos so pena de castigo.  Otros días la puteaba yo, o mejor, la ponía en situación, recuerdo el día que ella  llevaba dentro de la vagina un vibrador y yo con el mando en la mano jugaba con ella, le había pedido que besase a una tía guarrindonga en la boca, hasta que no lo viera yo  iría activando el  vibrador a mi placer.

Esa noche  disfrutamos como locos, al llegar a su casa, me hizo comer su marisco como una hora, llegaba borracha, mojada y con ganas, nunca me dijo, las veces que la hice correr con el artilugio. Era maja, pero no tanto para casarme  con ella, que hubiera sido  su deseo… me dejó.

Luego conocí a mi actual esposa, al contrario que mi ex, buenas peras y un chochito de  jovencita, no quiero que sea madre por si pierde el encanto, soy con eso, un poco egoísta y ella lo sabe.  Al mes de casarnos habíamos practicado el juego de la moneda, durante  dos semanas, cara o cruz y quien ganaba llevaba las riendas de los juegos sexuales del día, a ella le encantaban los besos, las caricias y  le daba un poco de corte mandarme que se la lamiese,  y a los dos nos encantaba, creo que a mí, más que a ella. Teníamos numerosos orgasmos semanales, ella más que yo, por supuesto, hasta que la relación se enfrió un poco y algunas discusiones,  ya acababan mal.  Los enfados duraban días. Yo tuve una idea y ella a regañadientes, acepto.

– Mira Mari, que te parece si uno tuviera derecho, o algún derecho con el cuerpo del otro, independientemente del estado emocional, le dije.

Ella  se rió  y me pregunto cómo qué.

Yo hacía días que  lo llevaba meditando, así que, la respuesta  fue rápida.

–  Mira, te daría a elegir, cien besitos por el cuerpo, que te estimule los pechos con la boca o que te la meta por detrás.

Ella giro la cabeza y sonrió.

– Pero yo tendré un derecho sobre ti. Déjame que me lo piense y ya hablaremos, ese día estaba enfadada por el seguro del coche, pero eso lo dejamos.

A la mañana siguiente, al despertarme ella, ya no estaba en la casa, se había ido a trabajar al instituto, yo hacía de mayordomo, de esposo o lo que se terciara.  Encima de la mesita  había un papel en el  que ponía.

Juan tienes que elegir entre uno de estos tres derechos.

–  Que te sodomice con  un dildo.

– Estimularte los testículos, pudiendo arrimar tu pene.

–  Cosquillas durante  10 minutos.

Cuando vuelva me respondes.

Un beso.

Mari.

La verdad, que no me parecían muy  justas sus peticiones, pero recapacité y  quizá fuera mejor,  tener algo que nos quitase la mala leche en las discusiones.

Pasado un mes, la verdad que no iba mal. Un día que vino cabreada de las clases yo le exigí  lamerle los pechos, era mi derecho, y a la media hora, habíamos gozado los dos como novios.  Podíamos ejercer el derecho, hasta dos veces al día y negarnos dos veces a la semana, sin dar explicaciones.  Quien  incumpliera  lo pactado sería durante una semana esclavo sexual del otro.

Yo,  el día que nos comprometimos, dude mucho y acepté que me estimulase los  huevos, es que reírme y que me den cuando estoy de mala leche, no sé, no sé.

Yo había  comprado fruta del mercado y ella se burló  de mí, para darse importancia y  nos pusimos a discutir, y fue cuando ella ejerció por primera vez el derecho sobre mí.

–  Quiero que te dejes estimular las bolas. Me dijo, me hizo gracia y  accedí  gustoso.

Los dos vamos rasurados  casi al máximo, un  pequeño  mechoncito  superior y ya está.  Yo me acosté  en el sofá desnudo, ella completamente vestida, con mi mano retire el pene y lo apoye sobre el vientre, ella con los labios me beso uno, luego el otro y masajeó con suavidad mis testículos  y con la succión de su boca, se introdujo uno, que relamió y luego el otro que relamió, yo me excité y tuve que  quitar mi miembro de su cara, para dejarla continuara a su gusto.

La felicité, mientras que ella continuaba, yo creía que me pediría sexo pero, no   se levantó y me dejó con un par de narices.  Practicamos la técnica suavizante ,  varias veces, pero puede ser peligrosa.

Un  día, que  yo  tuve  un flirteo, sin importancia con una perfumista,  era, Lola la jovencita rebuena, de una sección de perfumería de unos grandes almacenes, no sé,  ya hace meses que la conozco, ella me aconseja  para  los regalos  que le hago a mí mujer, que suerte, que ese día  hable con ella y me perfumó con un producto nuevo y nos reímos los dos.

Al llegar a casa, Mari que tiene un olfato de sumiller, no tardó ni un segundo en detectarlo.  Claro yo, lo negué  enojado y ella  ejerció  su derecho. Me acostó a la cama desnudo  y empezó a pellizcarme los huevos, me hacía daño, ella podía estimularme, como quisiera  y me preguntaba cómo en un interrogatorio, que  se lo contase, me sujeto con las yemas de la mano uno y con las otras  el otro y los separó con fuerza.  Yo me cabreé  con ella, en vez de calmarnos, el remedio había sido peor que la enfermedad. Termino  con unas frotaciones  para   dejarlo todo igual y se fue a duchar.  Los dos habíamos quedados que si paramos diez segundos o más de estimular, la acción, el derecho, se da por concluido.

Yo pensé  mientras que se duchaba que  ella tenía derecho a, pellizcarme, tirar, amasar, golpear, retorcer mis  gemelos…podía estar perdido.

Al salir de la ducha yo le exigí mi derecho.

– Mari,  desnúdate de cintura  para arriba y acuéstate en la cama, yo con mi boca succioné sus aplanados  pezones hasta vitalizarlos, los mordisqueé, suavemente, con intensidad después, la base de las tetas,  haciendo una rojiza o, enorme. Yo estaba denudo y excitado, ella dolorida y excitada. Me quedé un minuto mirando el techo y ella  acerco su boca sobre mi miembro  y se lo tragó hasta la garganta, no entiendo como  no le dieron arcadas, mientras que yo bombeaba ella  lo succionaba, hasta que me corrí dentro de su garganta y ella se lo tragó, al tiempo que yo con mi boca me comía su delicado y juvenil chocho. Nos besamos y los nos sin palabras, nos perdonamos.

Fin

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