Derecho, justicia y lucha

Épocas, historias y hechos trágicos logran unir a las personas.

DERECHO, JUSTICIA Y LUCHA

Ahí está, recostada, descansando entre las sábanas de la que, ahora, es nuestra cama. Mara, la preciosa Mara, está soñando, tranquila y segura. Borges, en su célebre poema titulado Nubes, decía que las nubes son como la Odisea, que cambia como el mar poque algo distinto se encuentra, cada vez que es leída. Las nubes para mí se llaman Mara.

¿Qué estará soñando mientras tiene los labios dulcemente apoyados sobre la almohada? No lo sé, quizá ya no tenga necesidad de soñar, pues la vida, ahora, es un sueño para ella ¿Hasta que punto podemos distinguir el sueño de la vigilia? Una pregunta en donde ese punto, es una línea ténue, muy ténue, en la realidad de Mara.

Pero ¿por qué le digo Mara? ¿Por qué no Agustina, tal como la bautizaron sus padres? Concientemente, es Agustina, pero para mí ella siempre será Mara. Así la conocí, y así será hasta que muera. ¿Quién diría que aquella jóven, de mirada triste y reducida a la esclavitud, se transformaría hoy en la extrovertida madre de mi hija? Ni ella, ni yo, ni nadie lo hubiese imaginado.

Ni siquiera sus padres, pobres pero honrados, trabajadores de un pequeño pueblito del interior de Venezuela, lo hubieran pensado. Ella nació en los años setenta, cuando mi patria, Argentina, era asolada por asesinos y torturadores que ocupaban cargos en el gobierno, y mis padres y yo (que era muy pequeño), vivíamos como nómades, huyendo de la triple A.

Ella, Agustina en aquel entonces, nació cuando muchos creían en utopías en su país, y Carlos Andrés Pérez era consagrado presidente. Su madre, trabajadora sexual, y su padre, herrero, eran militantes socialistas. Creían firmemente en que la Revolución, los liberaría de su dura existencia, y crearía una sociedad más justa. En ese ambiente, había nacido su segunda hija, Agustina. Sus padres sólo querían que estudie, y se desarrolle normalmente.

Ella alguna vez me dijo que con el tiempo descubrió que sus padres pasaban hambre para alimentar a ella y a su otra hermana, Victoria. Tras una infancia en donde en su casa, no sobraba ni faltaba nada, comenzó sus estudios escolares. Le gustaba estudiar y aprender, pero la muerte de su madre a manos de la tuberculosis, esa enfermedad que muchos ignoran y creen erradicada, significó un durísimo golpe para ella, y para la economía de su hogar. Su padre no podía mantener a los tres, pero no quiso nunca separarse de ellas. Sólo sobrevivió a su esposa dos años, pero, previsor, antes de morir las envió a vivir con Jorge, su primo más cercano, en donde comenzarían sus penurias.

Ni Jorge ni su esposa la quisieron alguna vez, a diferencia de a su hermana. La razón (supuesta por Agustina) era que extrañaba todo el tiempo a sus padres, y lloraba continuamente, por lo que decidió venderla. Sí, y aunque parezca extraño para muchos en pleno siglo XX, venderla. El comprador no se hizo esperar, y fue José, un argentino que se encontraba en Venezuela de paso (nunca supe bien el por qué).

Ella, con sus 12 años emigró a mi país indefensa, sin nadie a quién acudir. Lloraba todo el tiempo, esperando que José la dejara volver junto a su hermana, a quién ya comenzaba a extrañar. José era separado, aunque legalmente aun estaba casado, y vivía solo. Su oficio era desconocido, aunque había acumulado una buena fortuna.

Los primeros días se mostró serio y poco sociable con ella, pero pasado un tiempo comenzó a ser muy agresivo. La primera vez que la golpeó fue cuando la encontró llorando porque extrañaba a su hermana. Allí la golpeó en la cara y en el estómago, mientras le gritaba:

-- Escuchame una cosa pendeja hija de puta, vas a dejar de fastidiarme y a hacer todo lo que te diga, ¿entendiste? No soy tu viejo, soy tu dueño. Sos menos que una macota para mí, que se te quede grabado. Ah, y a partir de ahora te llamás Mara, tenés nuevo nombre.

Agustina no podía dejar de llorar, entonces el le siguió pegando hasta que se cansó, y se fue a escuchar la Quiniela en la radio.

A partir de entonces, Agustina, preparaba la comida, limpiaba los pisos, regaba las plantas, planchaba la ropa y ordenaba la casa. Sólo tenía prohibido salir de la casa, aunque si así lo hubiera hecho ¿adonde hubiera ido, si no sabía ni siquiera donde estaba? Jorge, igualmente, le pegaba por cualquier cosa, y ya no sólo usaba sus manos. Frecuentemente, usaba sus cinturones. Un día, mientras le pegaba con el cinturón, se excitó, y le dijo al oído:

-- Pendeja puta, mirá como me dejaste la pija de tanto darte cinturonazos en el culo, ahora vas a tener que remediarlo.

Agustina estaba horrorizada y lloraba a raudales, mientras Jorge le colocaba el pene en su cara, y la obligaba a chupárselo. Ella no sabía como hacerlo bien, entonces se dejaba hacer, pero ésto lo enfureció:

-- Vas a tener que aprender a chupármela, sino vas a dormir afuera y te voy a cagar a trompadas, ¿entendés?

Ella le pidió inocentemente que le explique, que no le pegue, entonces Jorge rió, y burlándose, le "enseñó" como le gustaba. Ella, al parecer, no aprendió rápido, y este vil personaje le empezó a pegar cachetadas, mientras le decía:

-- Me cansaste, ahora vas a ver.....

Jorge la puso boca abajo, la terminó de desnudar y le comenzó a tocar sus genitales. Comenzó a meterle dedos en la vagina, pero decidió que sería mejor metérselos por el ano porque "el plato fuerte me lo reservo para la noche", según le dijo. Agustina, no podía más de llorar, se sentía humillada, indefensa, dolorida, no sabía que hacer.

Sólo gritaba por el dolor que sentía en su culito. "Me duele, me duele" le atinó a balbucear ella. "Esto te va a doler más", respondió Jorge. Entonces le comenzó a introducir su pija por el culito de Agustina, que no podía hacer nada. El comenzó a gemir y ella estuvo a punto de desmayarse del dolor. "Gritá, gritá más que me excita, pendeja del orto", le gritaba Jorge. Ella no aguantaba más, no podía comprender porque la lastimaba tanto. Él comenzó a bombear más rápidamente, a gemir más rápido, mientras Agustina no aguantaba más el dolor, era "como si me estuvieran clavando una espada", según me contaría ella misma. Jorge acabó empujando su pene hasta que sus testículos chocaron con el culito de Agustina. Le dejó la pija un rato adentro, mientras la aplastaba (pues él se tiró encima de ella sobre la cama). Al sacarla, vió como seguía sangrando fuertemente, y como continuaba llorando del dolor. Jorge se volvió a excitar y la violó de nuevo. Cuando terminó, la dejó sola, aunque aclarándole que "dentro de un rato prepará la comida".

Ella sentía el culo destrozado, sangrando. No podía pensar, el dolor no la dejaba. Se levantó, y vio que seguía sangrando, por lo que se asustó y lloró. Era lo único que podía hacer.

Se quedó dormida y Jorge enfureció. "No te hagas la boluda, puta". La despertó a golpes en sus nalgas desnudas. Ella se levantó y preparó la comida, pero cuando se sentó a comer, lloró por el dolor que sentía en su culo. "Mejor que no te sientes, a partir de ahora vas a comer en el piso, como las perras, porque me excita". Cuando terminaron de comer, se acercó a ella y la obligó a chupársela. Ella hizo lo mejor que pudo, para que no la viole por atrás, pero no le sirvió de mucho. Jorge le dijo "ahora viene el plato fuerte, y, por suerte, todavía no menstruaste". La agarró de los pelos y la llevó a su pieza. La desnudó, y la puso boca arriba. Primero, le metió un dedo para comprobar que era virgen, "tenía razón tu pariente", según le dijo en ese entonces, y le metió el pene hasta los testículos en su primer intento. La desgarró completamente, pero Jorge estaba muy satisfecho, "me gusta que las putitas como vos griten, pataleen y lloren". Su mente intentó llevarla a aquel tiempo en que era feliz, en su primera infancia, cuando era pobre pero su madre y su padre la protegían de todos los males. Pero no pudo, el dolor era inmenso. Cuando Jorge eyaculó dentro de ella, la obligó a ver las sábanas. "Mirá una cosa piba, ese era tu honor, ahora vas a ser mi mujer hasta que me canse".

Cada día, Jorge era más depravado, la violaba más veces, no sólo con su pene. Le introducía todo tipo de objetos, hasta que, luego de menstruar por primera vez, la prostituyó entre sus amigos. La vida de Agustina era un infierno. Lloraba todo el día, sólo era libre en sus sueños, hasta que las pesadillas aparecieron en ellos. Durante todo el día, era violada por varios hombres, e, incluso, por algunas mujeres que esporádicamente participaban.

Hasta que Jorge se cansó de ella, y la vendió por bastante dinero a Joaquín, un empresario de la construcción. Tenía Agustina 15 años, y pensaba que lo peor había pasado.

Pero no, Joaquín era un sádico, y tenía amigos peores. Le hicieron de todo. Incluso, le tomaron fotos que después vendieron. Pero, en general, lo que sucedía era lo siguiente. Joaquín tenía un amplio campo, con una cancha de fútbol, en donde jugaba con sus amigos. Allí, ataba a Mara, que es el nombre con el que la conocí, a un poste, en donde la violaban en los descansos, la escupían y le hacían otro tipo de aberraciones. Mara lloraba todo el tiempo. Cabe destacar que Joaquín era muy amigo de los policías de la zona, en especial del comisario, que varias veces habían violado a Mara porque "esta pendeja no existe para la sociedad, apenas tiene documentos falsos".

¿Cómo fue que conocí a Mara? Es una historia compleja. Yo militaba desde chico en el Socialismo. A los 17 años empecé a estudiar derecho, en donde hice amistad con varios colegas. Entre ellos Luis, un muchacho bastante mayor que yo, con ideas muy distintas. Se definía a sí mismo como de centroderecha y anticomunista. Nos juntábamos a tomar café en un bar que quedaba cerca, en donde pasábamos horas hablando de esto y de aquello. Un día me dijo que el primo de un conocido de él, que se llamaba Juan, necesitaba armar un equipo para un partido de fútbol. Yo le dije que contara conmigo, y me contestó que lógico, pero que debíamos quedarnos a dormir en la casa del dueño de la cancha. Yo no tenía ningún problema y acepté.

Recuerdo que llegamos con Luis un día martes al campo, en el auto de Juan. Nos abrió el portón el primo de Juan, llamado Matías, y nos presentó a Joaquín. Nos saludó, y nos invitó a comer un asado, antes de jugar al fútbol. Fue mientras comía que la vi. Estaba atada a un poste, desnuda, indefensa y triste. Le pregunté a Joaquín quién era y, burlándose, me dijo "mi esposa, bah, mi esclava, acercate si querés". A mi ya no me gustó estar ahí, no me sentía cómodo. Cuando se fueron a la pileta, les dije que iba a hablar con la chica. Ellos se reían, y Joaquín me dice simplemente "lo mío es tuyo", mientras reía.

Me acerqué, y ella empezó a llorar. Le pregunté el porqué de su llanto, y se mostró confundida. "No me hagas nada, por favor", me dijo. Me sorprendí, y le pregunté cómo se llamaba y por qué estaba ahí. "Mara, y soy la esclava de Joaquín, el me compró...". No terminó de decir ésto que la desaté y le dije que era imposible, que podía irse...."¿A donde puedo irme?, me respondió tristemente, y unas lágrimas aparecieron en sus ojos. Le dije que hoy mismo se iría conmigo, y ella, resignada, comprendió que tenía que confiar en mí, o quedarse ahí hasta que Joaquín quiera. Le dije que iba a llamar a la policía, y llorando me dijo que no lo hiciera, que Joaquín era amigo de ellos, y que ellos también la habían violado. Yo, entre indignado y confundido, fui a buscar a Luis, y le conté esto. Me dije que me quedara en el molde, que "la piba podía mentir" y que "Joaquín es un buen tipo...". Le dije que era un hijo de puta y que se podía quedar ahí, que yo me iba con la piba. Luis le dijo a Joaquín que venga, y le contó todo. Joaquín me miró y me dijo:

-- Vos pibe sí que no sabés quién soy yo, y yo sí sé quién sos vos, un pobre comunista hijo de comunistas de mierda que tendrían que haber desaparecido en los '70, ¿Querés a mi pendeja? No te va a ser tan fácil. Y si me denunciás, terminás en un pozo. Te la llevás pero vas a tener que hacer algo por mí. No quiero guita, tengo mucha y puedo comprarme otra piba si quiero, sólamente vas a tener que responder una pregunta.

-- ¿Que pregunta?

--¿Donde carajo se escondieron tus viejos cuando la triple A los persiguió? Y no me preguntes por qué te hago la pregunta.

-- En Mar del Plata, en la zona de Parque Camet.

-- Ah, sí, en esa zona se escondieron varios comunistas. Bueno, la pendeja es tuya. Andate y no vuelvas nunca más por aca. Y si denunciás o comentás algo, ya sabés, terminás en la tumba, y la pendeja vuelve conmigo.

Me alejé hacia donde estaba Mara, y le dije que era libre, que si quería venir conmigo viniese, y que si no, la dejaría donde quisiera. "Agustina", me dijo, con lágrimas en los ojos, "y voy a ir donde vayas vos, no tengo otro lugar aunque quisiera".

Nos alejamos en auto, rápidamente de aquella pesadilla que significó ese lugar para ella. La llevé a mi casa, en donde se baño, y le di ropa de mi hermana para que se vistiera. Ahí, me lo contó todo. Lloré junto a ella, y me dijo que al final, cuando era violada, "mi mente volvía a aquellos momentos en que fui feliz, al colegio, o a mi casa, junto a mis padres y mi hermana". Con el paso del tiempo, lo fue superando.

Ella volvió a estudiar, y recuperó su nombre, su verdadero nombre, Agustina, el único nombre que la hacía feliz. Para mí siempre fue y seguirá siendo Mara, el nombre con el que la conocí. Ella fue la que, por esos laberintos del destino, decidió estudiar Derecho, carrera en la que se recibió en cuatro años.

A Venezuela volamos un par de años después, pero lamentablemente no se pudo reencontrar con su hermana hasta hace muy poco, tras una ardua búsqueda. En ése momento, supe que había recuperado la dicha plena, se notaba en sus ojos. Nos casamos después que ella cumplió 22 años, a pedido mío. No lo dije antes, pero ambos tenemos prácticamente la misma edad. Tuvimos una hija hermosa, a la que llamamos Macarena, como se llamaba la madre de Agustina. Actualmente vivimos en la ciudad de La Plata, en donde, tras la jornada laboral, salimos a caminar y a cenar afuera. Intentamos aprovechar el tiempo al máximo. Sólo quiero que sea feliz, aunque sé que no lo será hasta que los que se aprovecharon de ella paguen por lo que hicieron.

Tras mucho tiempo, logré comprender por qué Mara también había decidido estudiar Derecho. Según ella: "los abogados somos los únicos que tenemos el poder de hacer justicia, tenemos una gran responsabilidad social, pero sólo buscando la verdad, y evitando que la gente sufra, podemos construir un mundo mejor, más justo, como el que soñaron nuestros padres...".