Depravada
Embocaduras repartidas, más no compartidas.
DEPRAVADA
Embocaduras repartidas, más no compartidas.
Enviudé a los treinta recién cumplidos, hace casi cinco años que la fatalidad me privó de disfrutar de un marido a tiempo completo, no obstante mi difunto esposo dejó una herencia que nos permite vivir holgadamente, desde su fallecimiento he tenido que hacer de padre y madre de mis dos únicos hijos, Sebastián que ahora tiene diecisiete y Nilo que ya cumplió los quince. Sebastián es de carácter fuerte, posesivo y dominante, mide poco más de un metro ochenta y pesa casi noventa kilos, es mulato de ojos verdes; por un lado tiene la influencia genética de su padre que fue de origen africano y la mía que soy blanca sonrosada. Nilo es tierno, algo susceptible y bastante rencoroso, es alto, delgado y vigoroso, de tez clara y tiene muy bonitas facciones, me siento orgullosa cuando dicen que tenemos el mismo rostro. Yo hago mucho ejercicio físico, no solo para mantener la figura, sino para consumir energías en forma saludable y calmar mis ímpetus; desde que me he impuesto rutinas exigentes logro controlar mejor mi fogosidad, además de mejorar mi silueta, manteniendo cintura de jovencita y protuberancias maduras, ya me entienden, como si un corsé me hubiese modelado la cintura por la fuerza, obligando a la carne aprisionada a refugiarse en los senos y en las nalgas, para poder liberarse del aprieto.
Mis primeros años de soledad marital fueron penosos, la perdida de Danilo me privó de improviso de mi complemento sexual, en la intimidad éramos el uno para el otro, el altísimo temperamento pasional de ambos se ajustaba perfectamente y la experiencia me ha demostrado que sus habilidades amatorias son muy escasas. Su pérdida me impuso muchas citas médicas, primero las consultas con el psicólogo y luego un prolongado tratamiento psiquiátrico. El problema radicaba en una interrelación disfuncional "temperamento comportamiento", lo que desencadenaba un conflicto entre mi resistencia a aceptar un nuevo marido, y la necesidad de aplacar mi ardiente temperamento; ¿como podría lograrse?, sin las atenciones de un macho substituto.
Claro está que para poder eludir el entrampamiento y aliviar mis apetencias, tuve que caer en varias manos. El primer desliz lo provocó el propio psiquiatra, con la prescripción de su novedoso método de "terapia fálica", aún en etapa experimental. So pretexto de la constatación in situ, ponía a prueba no solo la eficacia de la receta, sino además su gran tenacidad y disciplina profesional; pasaba horas comprobando con ahínco las virtudes del procedimiento, en su afán de calmar el furor uterino de su paciente predilecta. Después reincidí con mi masajista, debido a mi estado de propensión a recaer en mi dolencia. Determinadas formas de fricción propias del tratamiento maso-terapéutico, me estimulaban mas de lo previsto, provocándome impertinentes gemiditos que sobre excitaron al tan respetuoso profesional, hecho que yo misma constaté al notar el bulto debajo de su delantal, lo toqué y mis manos registraron tanto la erección, como la exhuberancia de su miembro. Para aliviar las urgencias provocadas, también hubo que recurrir a la insuperable terapia fálica; como quiera que el desconcertado terapeuta no mostrara dominio suficiente, debo admitir que en las primeras cesiones la conducción estuvo a mi cargo, hasta comprobar que el procedimiento estaba siendo aplicado con todo el rigor científico y a entera satisfacción. En fin, me he visto en la necesidad de ir ingeniando soluciones, pero lo cierto es que hasta ahora ninguna me ha dejado suficientemente satisfecha. De vez en cuando me alivio ligeramente, pero de improviso recaigo en mi férvido estado, con riesgo a que cualquiera con la sensibilidad suficiente para notarlo, pueda sacar ventaja de mi vulnerabilidad.
Mi último encuentro pasional ha venido a complicar mi relación familiar. Interesada en mejorar la seguridad en mi hogar, recurrí a los servicios de un especialista, este buen hombre tuvo el acierto de presentarse en un de esos momentos en que tengo la sensibilidad a flor de piel y me muestro vulnerable; para colmo, se trataba de un negro buen mozo y de buenos modales, justo de mi agrado; ya tenía tiempo añorando un órgano viril parecido al que alguna vez disfruté en casa, con solo imaginarlo se me humedecía la ropa interior. Desde que lo vi, me puse más nerviosa de la cuenta, él no tuvo dificultad para notarlo y para apaciguar los ímpetus terminé haciéndolo partícipe de las virtudes de la consabida terapia, tan útil en estas emergencias. Lamentablemente no lo pude retener todo el tiempo que hubiese deseado, rápidamente había logrado un solo clímax, precipitado por mi incontinencia orgásmica y cuando venía lo mejor, nos interrumpió la inoportuna presencia de Sebastián, que nos había estado acechando. Al aplicado especialista no le quedaron ganas de quedarse y se retiró sumamente contrariado.
Una vez a solas, Sebastián estalló en una repentina ofuscación y me dio una tremenda reprimenda como si fuese mi padre ó mi marido, me hubiera sentido alagada de no tratarse de mi hijo, por que debo reconocer que es sumamente atractivo, pero en este caso, debemos ceñirnos dogmáticamente al imperativo divino y subordinarnos disciplinadamente a lo preceptuado. Desde que sus ojos atestiguaron mi acalorado disfrute pasional, Sebastián ha cambiado de actitud y ha puesto todo su empeño en espiarme y exigirme explicaciones acerca de mi conducta. Con el correr de los días, las cosas en lugar de mejorar se han ido agravando, ahora resulta que no solo está interesado en controlar mi comportamiento, sino que además, se deleita fisgoneando mi intimidad. He pensado incomodarlo haciéndole lo mismo que él hace conmigo, así es que me he propuesto controlarlo y espiarlo, hasta que tenga la hidalguía de reconocer su disgusto y deje de atormentarme.
Mi estratagema fracasó al primer intento, vino de visita una gran amiga y a sabiendas que estábamos siendo espiadas por Sebastián, le pedí que me contara el último encuentro íntimo con su pareja, la verdad es que su narración resultó mas excitante de lo previsto, al despedirnos quedé muy acalorada y no pude vencer la curiosidad por conocer el efecto causado en Sebastián, así es que creí momento oportuno para estrenar mi método escarmentador. Sigilosamente fui a la terraza que da a su dormitorio, la cortina no estaba completamente cerrada, quedaba una pequeña abertura, espacio suficiente para ver lo que ocurría dentro. Sebastián estaba completamente desnudo, parado frente a un óleo artístico que me hicieron en Haití, en el que se me ve retratada muy ligera de ropas en una playa del lugar. Me sorprendió comprobar que estaba usando mi imagen como fuente inspiradora de su masturbación, evidenciaba un clímax en camino por los bramidos que trataba de acallar, sacudía vigorosamente su gran miembro, casi tan negro, pero mas grande que el de su padre. Nunca me hubiese imaginado a mi vástago tan bien dotado, no lograba comprender como pudo haber desarrollado tanto, en tan pocos años que deje de verlo desnudito.
La primera impresión fue de perturbación, pero luego tuve una reacción extremadamente lúbrica, terminó avivando el fuego que había quedado a medio encender con la narración de mi amiga. Solo metí mi mano por debajo de mi prenda mas íntima, bastó un ligero movimiento con las yemas en el lugar preciso y fue suficiente para el desborde, tuve que arquear el cuerpo en cada contracción debido a la intensidad de las pulsaciones genitales. Me retiré alterada y apretando los dientes para no gritar, llegué a mi habitación y al sacar la mano de mi intimidad, pude apreciar el caudal de mi rebose, me había estado derritiendo sobre la palma, después de haber bordado con los dedos aquel placer entre mis piernas.
Las imágenes de esa visión ya no me dejaron vivir en paz, de ahí en adelante los recuerdos se repetían en mi mente una y otra vez, estimulando intensamente mi sensualidad, no podía desligar el significado de mi retrato en el libreto de aquella escena, ese hecho me colocaba como inspiradora de aquel lúbrico pasaje, entonces sus celos no solo obedecían a su instinto de hijo protector, sino que iban mucho mas lejos, todo indicaba que tenía ante mi un evidente caso de "complejo de Edipo" y lo mas grave, con una "Yocasta" por demás propensa y asequible y sin un "Layo" que asesinar, el desenlace resultaba claramente predecible y a la vez condenatorio.
Pero si bien mi Sebastián me ha demostrado su temeridad más de una vez, en esta ocasión dudo que su arrojo alcance para atreverse a abordar a su propia madre. ¿Logrará la fuerza del deseo conferirle un valor tan irreflexivo, como para vencer el natural instinto de respeto por la progenitora?, no logro vislumbrar con claridad cual podría llegar a ser el desenlace, pero de lo que no tengo duda, es que yo sería incapaz de tomar la iniciativa para un abordaje pasional a mi retoño, sin importar la intensidad de mi deseo. Empero ambos polos magnéticos están allí, fuertemente imantados, manifestando la potencia de su atracción a través del deseo mutuo, tan solo hace falta un detonante que pulverice la barrera de los escrúpulos, que invisible, se encuentra bloqueando el contacto inductor, condición esencial para el excomulgable acoplamiento.
Los últimos días se ha manifestado más posesivo que de costumbre, pretende protegerme como a una monja de claustro, sin tener en cuenta que no he sido ordenada como tal, que estoy muy distante de tener esa vocación y que muchas veces mis demandas sexuales son exigentes en demasía. Ya lo he notado, él se limita a contemplarme, erectarse y callar, sin atreverse a iniciativa de seducción alguna, cuando estamos frente a frente se muestra tan pusilánime como yo, ambos nos derretimos de deseo, sin embargo nos esmeramos en ocultarlo.
Cuando me desvisto, estoy segura de su cercanía, siento su presencia acechándome en su afán de excitarse con mi cuerpo, el solo saber del enardecedor efecto que le causa mi desnudez, provoca en mí una respuesta pasional de mayor intensidad. Como ahora que estoy en el cuarto de baño, tengo una seductora música de fondo, se que él está oculto en algún lugar, al acecho tratando de ponerme en la mira, el tragaluz de la azotea debía ser su lógico observatorio, parada frente al espejo ó sentada en el bidet quedo a total disposición de sus ojos.
Me propongo iniciar un despiadado rito cargado de voluptuosidad, una casi imperceptible danza erótica que avive su deseo en forma desenfrenada y que lo obligue a vencer la cautela, seré inclemente por el placer de los dos, estimularé sus emociones al máximo, hasta lograr un estallido de arrojo cargado de insensatez, que fuerce su iniciativa para el asalto.
No necesito fingir depravación, me siento colmada de ella. Mientras me quito la blusa con lentos movimientos al ritmo de la sensual melodía que tengo de fondo, puedo apreciar mi rostro reflejado en el espejo, mordiéndome nerviosamente el labio inferior, deseosa e impaciente, noto que el desorden de mi cabello acentúa un diabólico fulgor en mi mirada, la expresión impresa refleja una extraña perversión que logra intimidar. Desabrocho y dejo caer mi pequeña faldita, el roce de la tela en su recorrido, me produce la sensación de haber sido acariciada por una presencia invisible y eso me produce lúbricos estremecimientos. Me inclino para recogerla, estiro una mano hasta el piso sin doblar las rodillas y siento la elasticidad de la piel tensándose en mis glúteos, tratando de destacar su opulencia sin que el hilo dental de mi pequeña braga logre hacer algo por cubrirlos. Ensayo un provocador cambio de ángulo frente al espejo, apoyando el peso de mi cuerpo en una pierna, arqueo el torso y empino el trasero para hacer mas provocativa mi figura, le presto especial atención a mis medias negras de nylon que hacen juego con el portaligas del mismo color, mis zapatos azabache de altos tacones y punta angosta, realzan el efecto seductor. Revoloteo mi cabello en furiosas oleadas y acaricio mi piel detrás de los oídos y sigo bajando los dedos por el cuello, sin prisa, lentamente, hasta alcanzar el broche de mi sujetador justo al centro de mi pecho, en medio de mis dos protuberancias mamarias, aquellas que alimentaron en su primera infancia al macho que ahora me apasiona, que hace que me derrita entre las piernas con la sola idea de tenerlo dentro de mi. Empiezo a descubrir mis senos, una especie de pudor trata de impedírmelo, la fuerza del deseo es mas poderosa y se impone al recato, al fin quedan completamente descubiertos luciendo orondos toda su redondez, coronada por un par de provocativas cerezas de amplia aureola, dos cerezas en total estado de erección, tibias, inflamadas, ávidas por sentirse devoradas por el dueño de mis ardores. Cierro los ojos y me los acaricio tiernamente, siento como si fuera él quien lo hace y esa sola idea me enardece. Noto inquietud por encima del cielo raso, leve agitación en el tragaluz se deja sentir, aquello me excita e inquieta aún más al saber de quién se trata. Inicio desde los pezones un lento y sensitivo recorrido por el contorno de mi silueta dándole a mis dedos la oportunidad de acariciar la estrechez de mi cintura y la exuberancia de mis caderas, hasta tener entre los dedos el elástico de mi pequeña braga negra, la deslizo hacia abajo con parcimonia y siento rubor al notar la humedad que lleva consigo, la prueba de aquel enfermizo deseo en su mas descarnada expresión queda estampada en lo mas íntimo de mi prenda, pero es tan solo una pequeña muestra de mi copioso rebose. Mi intimidad genital queda ahora enteramente desarropada, para mayor descaro desprovista de bello, completamente depilada, cuenta con todas las ventajas para exhibir provocadora e insolente, su sonrisa vertical. La espera debe estar pareciéndole interminable, adivino que su impaciencia lo debe estar eniendo al borde del desenfreno, aún falta que retire el portaligas y enrolle las medias hasta descubrir un poco más la opulencia de mis muslos, movimientos que advierto cargados de mi propia impaciencia.
Tomo valor y me decido venga lo que venga, poso mis nalgas en el bidet, tratando de separar los muslos al máximo para asegurarme que mi único espectador no se pierda nada del espectáculo, aún no he abierto el grifo pero mi intimidad ya luce húmeda y apetente, la delata el intenso brillo nacarado de sus labios y la prominencia clitorial en plena erección. Me toco la embocadura con la yema de los dedos y siento que me estoy derritiendo, mis dedos quedan impregnados de abundante almíbar de melocotón, no resisto el deseo de olerlo y probarlo, creo estar haciéndolo por él y para él, acerco mi mano y me embriago con un intenso olor a mar de aguas encrespadas, furioso, insurrecto, ávido por llegar con sus olas mas allá de lo permitido; luego poso mi lengua y al contacto con mi lubricidad, siento lo que seguramente sentiría él al hacerlo, deseos desbocados por beber de la fuente de donde mana y en el mas apasionado de los besos, encontrarse acariciando el acogedor claustro materno que lo albergó antes de su nacimiento.
Presiono mis pezones con un poco de violencia, necesito que el estímulo contenga un soterrado mensaje punitivo, al abrir mis dedos reaccionan sumisamente ansiosos de mayor castigo, los oprimo nuevamente hasta lastimarlos y se yerguen teñidos de intenso rubor, plenos de satisfacción, gozo que me encargo de revelar con un tímido gemido delator. Siento pulsaciones en el epicentro del placer y me conformo tan solo con la proximidad, acaricio suavemente mi genitalidad externa y su lubricidad es denunciada por ligeros chasquidos casi imperceptibles, que jamás pasarían inadvertidos para alguien ávido de señales conducentes a la gloria.
Me siento tan encaminada que decido no abrir el grifo, mi reboce resulta más que suficiente para modelar el placer solo con mis dedos. Corro hacia atrás el capullo clitorial hasta mostrar el erecto cuerpecillo, me sacude un involuntario estremecimiento, y la pequeña cabecita se exhibe retadora pero contradictoriamente inerme, desprotegida, con toda su sensibilidad expuesta. Bato ligeramente mis dedos por sobre la base, sin tocar la parte mas sensible, me invade un deseo irrefrenable, la agitación lo delata, mis senos danzan al compás de mi respiración, presiono mi embocadura y los dedos desaparecen en su interior succionados con voracidad, mi desborde es prominente, un caudaloso manantial a desatado su torrente entre mis piernas, las involuntarias contracciones inician una desordenada danza anunciando la proximidad del erótico estallido, mi perturbación se acrecienta a cada momento, en mi turbulento estado me resulta un acertijo determinar a quien pertenecen las manos que acarician mi sexo, mi cerebro es continuamente bombardeado por imágenes lascivas en las que soy acariciada por lenguas candentes e inquietos dedos que hurgan mi intimidad ávidos por procurarme placer, en aquella voluptuosa danza creo distinguir dentro de la confusa multitud, la presencia de mi Sebastián, eso me desquicia y acelero la cadencia de la estimulación, siento llegar el placer y tengo a mi hijo imaginariamente montado sobre mí, cabalgándome con dominio y sometiéndome a su voluntad, le exijo mayor rigor y le grito:
Así Sebastián, dame mas duro, si, si, dame, dame mas, Sebastián, dame, dame Sebastiánnnnnnnnnnnnnnnn.
Mis palabras de ensueño fueron realmente pronunciadas, mientras me invadía un intenso orgasmo que lejos de calmarme acrecentó mi voracidad, aún no estaba consciente del efecto de mis palabras, pero su presencia manifiesta me hizo reaccionar, allí se encontraba él exigiendo airadamente su derecho a entrar al habitáculo después de haber sido aludido y requerido, los golpes en la puerta y su fervoroso reclamo por entrar, me sacaron del embeleso en que me encontraba sumida, mi primera reacción fue de vergüenza y recato, pero mi estado de impaciente apetencia ya no admite dilación, después de todo se trata de mi ilusión hecha realidad, yo misma, en estado de abstracción, la he provocado. Es tarde para arrepentimientos.
Me levanté como pude y abrí la puerta, él entró desbocado de pasión, completamente desnudo y mostrando una irresistible erección, no hubo oportunidad para las caricias previas ni para las palabras, la ansiedad extrema, el deseo al límite y la pasión desesperada, nos unió de bocas y sexos en forma inmediata y violenta como si no pudiésemos aguardar ni un instante mas. Nuestras lenguas se entrelazaban para que nadie pueda separarlas jamás, en nuestra desesperación nos hacíamos daño con los dientes, nuestros sexos unidos demostraban su avidez por extraer todo el néctar acumulado durante la estación de los escrúpulos. Me mantenía casi en el aire, solo estaba sujeta de su cuello y sostenida por la trabazón de nuestros genitales, yo me retorcía en torno a su erección como un reptil, improvisando eróticas contorsiones en demanda de mayor placer. Allí mismo se produjo la gran explosión, él sosteniéndome, yo prendida de él, sacudiendo nuestros cuerpos en forma endemoniada, con la cadencia de los chasquidos de la carne al golpearse entre sí, complementaban la abstracta sinfonía, nuestros discordes gemidos de placer, llanto, balbuceos y gritos desgarradores, así, si de ese modo, en forma frenética, violenta, animal, sin vacilaciones abrimos paso a nuestra insurrecta urgencia y lo hicimos contra la normatividad estatutaria. Quedamos inundados, una cascada de placer que nos manaba caudalosa, nos fuimos aflojando mientras se despedían de nuestros cuerpos las últimas gotas de gozo con recónditas pulsaciones, invadidos por una adormecedora laxitud íbamos recobrando el juicio, su espalda apoyada en la pared se fue resbalando hacia abajo, él me llevaba consigo, quedamos abrazados en el piso.
Juntos lloramos largo rato, con vergüenza por lo ocurrido y de pavor por la enigmática réplica de tantos cuestionamientos de inexplorada secuela. Pero no quedaba duda alguna acerca de la inextinguible flama que había despertado la pasión de nuestro aberrante amor filial, a desdén de la impronta que este hecho estamparía en nuestras vidas, por el resto de nuestros días.
Los siguientes encuentros ya no fueron tan salvajes como el primero, disfrutamos de una apasionada luna de miel durante varias semanas, no desperdiciamos oportunidad para unir nuestros cuerpos, a cada instante nos manifestamos deseosos y lo disfrutamos en toda su intensidad, acordamos guardar nuestro secreto con absoluta reserva y comportarnos ante los demás con total discreción, nadie debía sospechar del fuego que nos quema por dentro.
Sebastián me pidió que gestione el ingreso de Nilo a un internado, me dijo que ya había hablado con su hermano y que este le había manifestado su aceptación; evidentemente Sebastián tiene el propósito de alejarlo de la casa, para poder enviciarnos de sexo. No comprende que tenemos todo el tiempo del mundo para que siga aprendiendo a desempeñarse a la altura de un buen amante, con dulzura y tino seguiré adiestrándolo en el arte de amar hasta que llegue a ser tan bueno como su padre.
Nilo me manifestó su protesta por el asunto del internado y me mostró su resentimiento al creer que quería distanciarlo del hogar. Traté de explicarle, pero en el intento me di cuenta que Sebastián no me había dicho la verdad, que todo fue una invención para alejarlo. Lo tranquilicé prometiéndole que no lo cambiaría de colegio, pero desde entonces ha quedado resentido con migo, pero mas aún con su hermano.
Nilo ha sido invitado hoy a la una fiesta de quince años, Sebastián está muy contento por que podrá pasarse a mi cama durante la ausencia de su hermano, yo tendré mas libertad que de costumbre, aunque no quedara satisfecha, se que de todas maneras lograré algún orgasmo. El caso es que Sebastián cuenta con muy buenos atributos congénitos, pero todavía está dominado por sus impulsos, esto le impide hacer del sexo un arte por ahora. Ya está aprendiendo a controlar la eyaculación, aunque todavía falla durante la penetración anal y me deja insatisfecha, para colmo es esa mi práctica preferida. Me reconozco exigente en el la intimidad, se debe a mi exacerbado furor genital, muchas veces un solo clímax presipitado por mi incontinencia orgásmica, lejos de saciar mis apetitos, enciende mi flama hasta llevarme al desenfreno. Se trata de una adicción particular, que desde hace buen tiempo viene requiriendo atención facultativa especializada.
Espero lista, me he preparado para Sebastián, hemos quedado solos en casa, estoy impregnada del aroma que mas le gusta, lo espero impaciente, todo mi cuerpo está aprendiendo a prepararse solo. Antes que mi macho haga su aparición ya empiezo a lubricarme, siento su llegada, él aparece desnudo y erecto, invariablemente llega así, y yo espero ansiosa por verlo con su prieto falo en todo su esplendor, mi genitalidad empieza a segregar, como lo hace el estómago que segrega jugo gástrico cuando espera la ingestión de alimentos, en esa forma siente mi intimidad, el delicioso miembro de mi hijo es su único manjar y así se predispone mi sexualidad, segregando abundante jugo genital para engullirlo.
Él toma la iniciativa y me besa en los labios con rudeza, luego me muerde los pezones hasta hacerme doler y después los acaricia tiernamente como pidiéndoles perdón, sigue bajando, lo domina la impaciencia y se sumerge entre mis piernas, inhala profundo para embriagarse con mi aroma, luego bebe de mi manantial, mas húmedo que su propia boca, no se detiene en las inmediaciones, se prende como una ventosa de mi parte mas sensible, mi eréctil cuerpecillo ya lo espera descubierto y empinado, yo lo deseo en forma mas pausada y progresiva, pero él ya está allí, engolosinado. Levanto las rodillas ofreciéndole mi orificio anal, se desliza jubiloso hasta alcanzarlo con la lengua en un efusivo reencuentro, le prometo concedérselo después de sentirlo por delante, el interpreta que ya le pido penetración y me conecta en posición del misionero, siento mi cavidad vaginal devorándolo por completo, hasta apuntalarme el epicentro genital, hoy día estoy muy sensitiva y presiento un clímax apresurado, me está volviendo loca y me tiene al borde de un "orgasmo Vulcano", el mas intenso de todos, no lo quiero perder, pero controlo mi efusividad para no inducirle la eyaculación, logro el orgasmo, me voy casi en secreto y cuando él empieza a notar mis pulsaciones vaginales, me retiro con el pretexto de cambiar de posición. Nos acomodamos en posición de cabalgadura, yo montada sobre él, insertada hasta el tope pero con todo el control y dominio de la acción, inicio rotando suavemente la cintura en torno al miembro erecto, como recobrando aliento, la estimulación me enardece nuevamente, mi furor se ve reflejado en la cadencia de mis movimientos, parece que Sebastián ya no puede retardar mas la eyaculación, yo comienzo a acelerar para no quedarme, dejo de trotar e inicio un galope desbocado, a toda rienda, los gritos de gozo acompañan el estallido, ambos hemos iniciado la ida sin retorno; ¡demonios!, ante mis ojos el petrificado rostro de Nilo, nos ha sorprendido in fraganti, no podemos detenernos, Nilo se retira presuroso y contrariado, orgasmos simultáneos, los logramos al unísono, Sebastián no se enteró de lo ocurrido y ha gozado a pierna suelta, casi tanto como yo, Nilo debe haber creído que estaba forzando a su hermano por la forma en que me vio montarlo.
Tuve que poner a Sebastián sobre aviso de lo ocurrido, no podía creerlo, no sabía que hacer ni que cara poner frente a su hermano menor, le pedí que dejara el asunto en mis manos, que yo trataría de solucionarlo en la mejor forma posible. Sebastián solo me pidió que de ninguna manera le concediera a su hermano los privilegios sexuales que él tiene, le contesté que como estaban las cosas, nada podía garantizarle.
Esa noche Nilo se encerró en su habitación y no quiso hablar con nadie, muy preocupada por la situación me pasé casi toda la noche en vela pensando como solucionar tan complejo problema. Hora del desayuno y nada, Nilo no baja, sigue en su dormitorio, sin embargo Sebastián desayuna rápido y se retira presuroso a su centro de estudios, evitando darle cara al hermano. Después de mucho insistirle me permitió entrar a su dormitorio, se encontraba acostado, pálido y ojeroso, con el seño fruncido y la mirada fija y acusadora, con una actitud impávida, parece que tampoco ha dormido y se ha desvelado pensando el mismo asunto.
Restándole importancia al tema, me dijo que él no tendría reparo en suicidarse, que ya lo había pensado y que prefería no seguir viviendo a ser rechazado por su propia familia. Sus palabras me conmovieron en extremo y le imploré perdón. Manteniendo su rostro impenetrable me dijo que las aberraciones que habíamos cometido no se podían expiar tan fácilmente, que no era suficiente pedir perdón, que tendríamos que sufrir un castigo disciplinante, si no en esta, de todas maneras en la otra vida, que de otra forma no nos perdonaría y que nos esperaría en el mas allá para regocijarse con nuestro castigo. Sus palabras me preocuparon extremadamente, si las estaba diciendo en serio, su cordura resultaba dudosa y eso le daba sentido a la posibilidad del suicidio. Solo de pensar en esa terrible alternativa, me llenaba de pavor y entre lágrimas me vi forzada a suplicarle que sea él quien me aplique la sanción. Por cualquier medio quería evitar que insistiera en eso de "el mas allá". En un principio se negó a ser mi verdugo aunque no con mucha convicción, eso me alentó a seguir insistiendo, asegurándole que estaba dispuesta a recibir la punición de sus propias manos. Luego de aparentar meditación aceptó la tarea, basando su decisión en que me lo merecía, que lo tenía bien ganado y que había hecho lo suficiente como para recibir un severo correctivo. De inmediato se propuso formalizar el acuerdo, reunió una serie de cuerdas, pasadores y todo lo que consideró apropiado y con un desparpajo pasmoso, ató mis manos fuertemente a la cabecera de la cama, enseguida unió varias cuerdas formando una tira larga, enlazó un extremo a uno de mis tobillos, pasó el otro extremo por debajo de la cama y lo alcanzó por el lado opuesto y luego lo ató a mi otro tobillo, quedando completamente separados y firmemente asegurados, yo resultaba de rodillas sobre el colchón con las piernas abiertas y mirando hacia la cabecera. Toda la operación la realizó en silencio hasta que logró tenerme a su merced. Desde ese momento, como si lo hubiese planeado maquiavélicamente, sin dudarlo, calzó sus relucientes botas de equitación de alta caña y ruidosas espuelas que logran intimidarme severamente con su sonido metálico. Así caracterizado, empezó su perorata conminándome con un listoncillo de madera en la mano.
Depravada ¿no?, gozando como una perra con tu propio hijo. Y conjuntamente a su arenga, se escucha el chasquido de un palmetazo en una de mis nalgas, arrancándome un sorpresivo gritito; luego con violencia rompe de un tirón, una manga del camisón que llevo puesto. Trato de protestar, pero mi voz es acallada con un intencional estallido metálico de las espuelas, con la finalidad de amedrentarme. En el fondo de mi corazón reconozco que tengo bien ganada la paliza, pero me parece desmedida cuando imagino el rodaje giratorio de las espuelas incrustando y desangrando la delicada piel de mis glúteos.
Y bien rico te lo montabas y le movías el culo, madre corrompida y perversa. Y nuevamente un chasquido similar, esta vez en la otra nalga, otro gritito e inmediatamente el violento jalón de camisón, que ya estaba quedando hecho jirones. Los palmetazos dolían cada vez menos, en cambio mi sensibilidad iba en aumento, lo que convertía al acto de contrición en un estimulo más que llevadero, aunque algo intimidatorio.
Degenerada, habiendo tantos hombres para fornicar, tú eliges a tu propio hijo, tus actos tienen que ser aberrantes para que te escurras por entre las piernas. Y continúan los palmetazos y otra pieza de tela del camisón afuera, y de mi parte el gritito de rigor. Levanto la mirada para ver el rostro de mi verdugo y sí que lo estaba disfrutando. Ahora se había quitado la chaqueta y tenía puesto solo el short del pijama y las impresionantes botas de montar. Con claridad se podía apreciar que estaba gozando lascivamente del rito ceremonial.
Terminó de sacarme lo que quedaba del camisón y quedé con los senos descubiertos, a estas alturas, todo mi vestuario consistía en una pequeña tanguita. De inmediato se puso a jugar con mis senos y pudo constatar que el correctivo no me había resultado del todo escarmentador, cuando apretó mis pezones los sintió duros y calientes. Una fuerte nalgada me hizo sacudir el trasero.
Y ahora te calientas con tu hijito menor, ya tienes los pezones duros, seguro que también quieres corromper al menorcito, puta mañosa.
Efectivamente el acto de contrición, cuyo supuesto fin purificador consistía en expiar mis culpas, estaba resultando muy erógeno, no solo para Nilo que ya es incapaz de ocultar su estado de erección, sino también par mí, que sentía el rito como un salvoconducto para la perversión, es decir, algo así como: "goce ahora y pague después" y sí el precio consiste en soportar unos sobresaltos y los estimulantes golpecitos, terminaría convirtiéndome en pecadora contumaz. La actitud dominante de Nilo y el furor genital que dejaba en evidencia, me resultaba lascivo y contagioso, estaba asumiendo su rol a la perfección y sin proponérmelo, mi patética complicidad resultaba más que evidente.
Ya intuía como continuaría el rito, de solo pensar que el siguiente paso consistiría en romperme la tanguita, me tenía escurriéndome de entre las piernas y no encontraba forma de evitarlo. Sabía perfectamente lo que proseguía después de constatar mi lubricidad vaginal al romperme la tanguita; anticiparme a esa consecuencia es lo que me ponía tan sensitiva.
Y ahora te obligaré a exhibir tu pecaminosa genitalidad, causante de tu morbosa conducta, muestra sinvergüenza el manadero que traes escondido entre las piernas. Viene el infalible palmetazo, mi gritito de acompañamiento y el tirón que arranca de mi cuerpo la pequeña prenda, tal como lo esperaba.
Hurga entre mis piernas y pone ante mis ojos la mano cargada de lubricación vaginal, que rebosa por entre sus dedos y me dice: Mira perra viciosa, como vas a negarlo ahora, sería ridículo que negaras tu intensión de pervertir a tu menorcito. Bajándose de un tirón la única prenda de género que lo cubría, hace saltar hacia arriba su erección y me aplica rigor con mas violencia; esta vez fueron como una docena de palmetazos en las nalgas, sobre la carne desnuda y con cada golpe me hacía empinar el trasero y su miembro se sacudía siguiendo la cadencia de cada aplicación.
Mi Nilo también dispone de un respetable miembro no obstante su corta edad, parece que la programación genética ha jugado un buen papel. No lo tiene del color de mi preferencia, pero sin ser prieto luce muy buenas dimensiones; no tan cabezón como el de su hermano, pero con la forma prescrita para la copulación anal, por que es de esos que dan placer, con la ventaja de no producir dolor.
La farsa disciplinaria había logrado estimulantes efectos, por lo que tengo a la vista, mi hijito está totalmente preparado para el asalto y yo mucho mas dispuesta de lo que me hubiese podido imaginar, ahora solo espero que dé inicio a la copulación. Pero esta vez creo que me equivoqué, parece que tiene pensado prolongar un poco más mi placentero suplicio.
Anda ahora pídele a tu pequeño que él también te la meta, anda, ahora debes corromperme a mi, yo soy el único que falta, tus instintos perversos te brotan a borbotones y ahora tu mayor deseo es tener esta adentro. Me dijo eso mientras me mostraba el miembro sacudiéndolo, luego vinieron los varazos en el trasero y yo pidiéndole sin palabras que me de sexo, mis orificios se deshacen en palpitaciones, exigiendo atención y yo llorando histéricamente, no de dolor sino por la martirizante espera. Me convenzo que es un avezado, colocado detrás de mi ha puesto la punta del miembro en la entrada de mi rebosante vagina, resistiéndose a penetrar el orificio, la frota de ida y vuelta presionando toda la longitud de la abertura, luego me pega una fuerte palmada en las inflamadas nalgas y continúa:
Vamos, que esperas, pide que te lo meta, se que no soportarás mucho tiempo sin pedírmelo, de todas maneras lo vas a hacer, así es que mejor acorta tu tormento. Así como estábamos, empiné un poco el trasero en un intento por separar los labios vulvares, con la intención de que su órgano genital resbale hacia adentro, favorecido por la abundancia de líquido disponible; al no conseguirlo, le pedí: Papi ya, flaquito lindo, ahí nomás empuja un poquito y métemelo. Lejos de obedecer, para mi asombro respondió:
¡No! eso jamás, por ahí he sido parido, yo sería incapaz de profanar mi prenatal aposento, allá mi hermano, si no tiene escrúpulos en hacerlo, pero yo ¡no! y punto. Sin embargo, aprovechando mi lubricidad, me daba un suculento masaje anal con los dedos embebidos, preparándome ese orificio para la penetración; mientras lo hacía, mi pequeña embocadura quería comerle los dedos de impaciencia.
Semiacuclillado detrás mío, con sus intimidatorias espuelas muy próximas a mi piel y el cuero de las botas en contacto con la parte externa de mis muslos, colocó certeramente la punta y empujó, no pude aguantar a que termine de penetrarme, en el tramite nomás, me vino el orgasmo que tenía latente desde hacía un buen rato, la carencia de dolor y la sorprendente pericia demostrada al hacerlo, precipitaron mi placer, ahora si me sentía una depravada titulada, mi amancebamiento incestuoso con ambos hijos y de tan corta edad, no admite atenuante alguno, yo soy la única responsable de la perversión y como tal estoy dispuesta a asumir todas las consecuencias, tanto las punitivas como las deliciosas.
Nilo sin intenciones de eyacular sigue dándome por el ano, ahora estoy asumiendo una de las consecuencias deliciosas, ambos lo disfrutamos en esta forma, más que con cualquier otra. Mientras me cabalga al trote suavemente, me juega el clítoris con los dedos y por momentos me estruja los pezones, ya tendré oportunidad para preguntarle como así sabe tanto. También me desespera la caricia oral que tan hábilmente me hace en cuello y orejas, este muchacho demuestra exceso de maña y pericia para la edad que tiene. Por momentos me da fuertes palmadas en el nacimiento de las nalgas y me insulta para estimularme el morbo, definitivamente es un copulador experimentado y nadie me va a sacar eso de la cabeza. Cambia el ritmo e inicia el galope y me pide que acabe con él, yo me esmero y también giro las caderas vigorosamente en torno al erecto falo introducido, ahora ya no es galope, son violentos sacudones que simulan aplausos de la carne, empiezan los fuertes estertores, me parece que mis experimentados músculos anales en sus fuertes contracciones van a maltratar el miembro de mi hijito, sin embargo él también lo pulsa provocándome placer, me sigue el compás con los dedos en el clítoris y me saca un opulento orgasmo como hace tiempo no tenía, con gritos, con llanto con estertores y él no ha terminado, solo me lo ha hecho creer para sacarme ventaja y deleitarse concientemente de mi estrepitoso regodeo. Definitivamente es un copulador curtido, con especialización en traseros. Retira de mi orificio gran parte de su instrumento sexual, dejando en el interior un poquito mas que la cabeza, menea suavecito, me sopla la nuca y me da palmaditas en la espalda como dándome aliento, me permite tiempo para reponerme y tomar un segundo aire, empiezo a ponerme briosa nuevamente y él lo nota cuando le paro el culo, profundiza la penetración y luego castiga con rudeza. Reinicia su motivador aliento con los peores insultos: perra, depravada, viciosa, libertina y otras de mayor calibre, todas llenas de pasión y afecto, por tanto muy estimulantes. Una vez repuesta, exige con violencia mi respuesta, su rigor me enciende y me siento completamente domada y perfectamente cabalgada, es una monta recia y exigente, él me impone la cadencia que desea en el momento que lo considera conveniente, ahora me tiene de yegua, pero estoy dispuesta a ser su perra si me lo pide tan apasionadamente, como ahora. Que rico cabalga esta criatura, que bien juega con mis puntos erógenos más sensibles y como me pudre el cerebro, magistral en todo su juego, desde ahora lo elijo mi engreído, estoy dispuesta a darle todo lo que me pida.
Con su procedimiento me hizo terminar varias veces y por fin después de haberme dejado mas que satisfecha, se animó a regarme por dentro con un caudal interminable de semen tierno, gozó intensamente y después de liberarme las amarras me pidió la exclusividad de mi orificio anal, me autorizó a hacer lo que quisiera con el órgano genital, pero me aseguró que no estaba dispuesto a compartir con nadie mi trasero. Estoy segura que mi Sebastián sabrá comprender las exigencias de su hermano y mostrará disposición para un pacífico reparto, después de todo se trata del cuerpo de su progenitora y no el de cualquier extraña. También se tendrá que adaptar al exótico estilo de Nilo, para que cuando tomen confianza, podamos copular en trío. Me encelo con tan solo pensar en la doble penetración simultánea a la que seré sometida, seguramente en un ceremonial intimidatorio y lascivo, en el que querrán demostrarme todo su dominio y poderío y también me produce mucho morbo imaginar mi deleite al ponerlo en blanco y negro, es decir cuando a solas reviva lo ocurrido para plasmarlo en un relato. Ya encontraré la manera de armonizar las formas de actuar, pero estoy segura que llegarán a complementarse a la perfección, para hacer gozar a la mamita.
Se que ambos son muy tercos y que ninguno cederá, Sebastián se siente dueño desde la vulva hasta la matriz y está decidido a defender su dominio, Nilo no admite discusión, ha dispuesto mi trasero para él solo; estos chicos no me dejan mas alternativa, ante la imposibilidad de hacerlos compartir, tendré que limitarme a repartir, reservando para cada cual lo que pretende según su especialidad. Trataré de honrar la custodia encomendada, lo simplifica la pericia de cada cual, no tengo reparo en declarar mi intención de esmero, pero eso si advierto desde ahora, que por lo apetente de mi estado, no me siento apta para garantizarles exclusividad.
Por ahora ya logré convencer a Nilo que no es necesario atarme durante nuestros ritos voluptuosos, le he demostrado que soy capaz de someterme de buena gana al castigo y disfrutar de su rigor.
Por fin obtuve la verdadera razón por la que Nilo salió prematuramente de la fiesta de quince años. El padre de la dueña del santo, a pesar de estar separado de su esposa, fue quien lo echó de la fiesta al enterarse que mi muchacho vivía encamado con su ex mujer. La quinceañera no puede haber sido la delatora, al contrario ella se beneficia siendo encubridora, por que al mantenerle el secreto a su madre, logra a cambio absoluta libertad para hacer lo que le viene en gana. Esta revelación también me ayuda a desentrañar de donde obtuvo mi flaquito la experiencia sexual demostrada, esa buena señora debe ser una gran maestra en la cama y una didáctica
analista
especializada ó a lo mejor, talvez, una "anal - lista" consumada.
OCTOPUSI. 28/02/05.