Depravada (1: Mi hermano)

No me vale lo clásico, quiero más, y si algo me excita hacer es lo que esta prohibido. Por eso le arrastraré a él...

...Depravada:Mi Hermano

(I Parte)

He estado tantas veces con ello, fueron semanas las que me estuve preparando. Meses atrás cuando me quedaba sola en casa encendía el televisor de madrugada en busca de películas pornográficas, me desnudaba, abría las piernas y me masturbaba etre las sombras y jadeos de películas obscenas... Nunca ninguna amiga mía me había confesado hacer nada similar... tampoco, dejar la puerta del baño entreabierta con la intención que casi sin quererlo algún miembro de tu familia pasara por delante y te observara desde la distancia.... creo que eso nunca pasó...

Tenía 19 años, edad más que suficiente como para haber tenido encuentros sexuales con gente de mi edad, pero mientras me sentía atraída por chavalitos de mi alrededor, a escondidas y en la nocturnidad que guarda todos los silencios, me masturbaba, imaginando que mis dedo eran los de una mujer, que me sujetaban las piernas, casi amarradas a dos fríos hierros y se sumergían las lenguas de más de una de ellas...

Contradicciones quiza debidas a que mi orientación sexual no estaba suficientemente definida o a que no quería reconocer, que me satisfacían todas aquellas cosas que pudieran denominarse perversiones...

Cuanto más violentas, o más sumisión y depravación supusieran más me excitaban para masturbarme en la soledad de mi habitación. Ese afán por autosatisfacerme se iba convirtiendo casi en enfermizo, y cada vez me requería mayores riesgos, de ahí que jugara con la posibilidad de que mi hermano o mi padre pudieran descubrirme en una actitud deshonrosa y eso me produjera un estado aun mayor de calentura...

Era una chica normal, estudiante, bastante responsable, y de una apariencia física propia a la de una muchacha de mi edad. No destacaba por alta ni baja, mi carne prieta gracias a mi juventud, y un deseo exacerbado por todo lo que me hiciera sentir que atravesaba límites cuando ni siquiera aun había sido desvirgaba, era lo único que yo sabía que me hacñia diferente a las demás, pero que nadie podía intuir...

Al principio imitaba las caricias superficiales, en la ducha me entretenía rasurando mi sexo, dejando la piel fina y suave que envuelve los labios totalmente libre de cualquier mínimo pelito. Me deleitaba en esta operación, sintiendo como me descargaba de el encrespado vello que lo recubría, debajo se ocultaba un sexo hinchado, redondo, sentía los chorros del agua directamente sobre mi piel, jugando entre los pliegues y alterándome el pulso. A ratos, de reojo llevaba mi vista al espejo, esperando que alguno de mis familiares anduviera asombrado mirando, pero nunca había nadie...

No tenía tanta curiosidad por perder mi virginidad como por mostrarme desnuda, exhibirme de alguna manera... Con Jose, a la salida de clase, realizaba diferente tipo de relaciones, generalmente sexo oral. Me excitaba especialmente a las horas centrales del día, donde al descubril la fina piel que recubría su glande veía eres color rosa intenso, acumulado en pequeños pliegues alrededor de su glande. Luego le miraba a los ojos, y comenzaba con mi lengua a dibujar sobre él. Pero de nuevo, volvía a excitarme más abrir los ojos y pensar en que el miraba mi boca y mi cara mientras hinchaba mis mejillas con su sexo venoso, que el hecho en si de sentir su sabor....

Cuando vamos a follar?- le pregunté una tarde mientras le mamaba la polla...

Entonces él solo jadeaba, emitía unos gruñidos graves detrás de unos arbustos de un parque cercano a mi casa y no me respondía...

Dime, cuando vamos a follar?- le volví a repetir cuando sentía que su semen subía rabioso por el tronco de su sexo...

Entonces volví a meterla en mi boca y el estalló en un intenso orgasmo, agarrando mi cabeza con sus manos.

José no era virgen, pero tampoco quería follar conmigo. Era amigo de Luis, mi hermano, y no quería correr ningún tipo de riesgo. Asi que solo nos tocábamos, y besábamos nuestros sexos; yo tremendamente enloquecida porque me parecía perverso mostrarle mi desnudez a un conocido de mi hermano, y a él porque veía a una jovencita virgen a la que había visto prácticamente crecer los pechos...

Estaba acostumbrada al sabor de sus orgasmos, a él le gustaba que tragara, y desde sus 29 años, me guiaba en sus fantasías y yo me dejaba llevar..

Un día más no contestaba a mi pregunta, y mantenía mi cabeza con una ligera presión entre sus piernas, para que chupara con lentitud hasta que su pene volvía a su estado normal.

A veces me corría con él, y otras no. AL acabar casi deseaba volver a casa de nuevo y tumbarme en mi cuarto, bajar las bragas hasta la mitad de la piernas y comenzar a buscar mi placer con fantasías de una cria enferma con ansias en secreto de venderse a cualquiera que la pudiera hacerse sentir la más sucia. Luego, una vez evaporado el placer del orgasmo, casi sentía vergüenza de mis propios pensamientos, hasta que con cada palpitación iba sintiendo nuevas ganas de comenzar a imaginar....

Por eso aquella tarde lo había decidido, estaba excitada, me había rasurado e hidratado con eceite de bsaño mis labios. El simple roce de mis pasos me producía sensaciones tremendamentes morbosas. También quería tener mi coñito mojado, no solo mojado si no hinchado. Por eso aquel sábado, con mis dedos froté mi clítoris hasta el borde del orgasmo y paré. Asi, cada media hora me torturé hasta casi conseguir que con cada uno de mis pasos, se escuchara el ruido de mi viscosa entrepierna, que sentía las ganas de engullir la trompa d eun elefante si fuera posible.

Mis pabres comían con unos amigos, y Luis últimamente para ba poco por casa. Se había comprado una casa con su novia que estaba actualmente en reformas. Pero Rebeca, ese fin de semana no estaba, y Luis, andaba por su cuarto escuchando música...

Antes de salir de mi cuarto, el corazón me iba a mil por hora, sentía fuerte el sonido de cada una de sus palpitaciones. Me senté en la moqueta frente al espejo de mi cuarto, me quité la ropa y abrí las piernas hasta comprobar los hilitos brillantes de lo que durante todo el día yo misma me había generado. Y comencé una vez más a acariciarme con pequeños circulitos. Los pezones se estremecían, y las ganas de explotar en un climax contenido y alimentado por el pecado y lo prohibido eran inmediatas. Pero de nuevo, como buena experta en cuanto a masturbación se refería, me retuve en el borde. Tuve, de hecho que permanecer unos instantes parada, viendo el reflejo de mis labios, con mvimientos involuntarios rozando el climax.

Luego decidí no ponerme ropa interior, directamente, una camiseta de tirante que, resaltaba mis empitonados y poco abundantes pechos, y que cubría hasta la mitad de mis nalgas, dejando a la vista mis dos labios vaginales sutilmente.

Comencé a andar por el pasillo, e tre tímida y avergonzada. Para no retroceder tuve que imaginar, suponer que propiedad de mi hermano, que era él quien en ese horario me había convocado a sus aposentos, para alli decidir que quería hacer conmigo. Imaginar algo asi, me excitba tremendamente. Me arrastraba a locos pensamientos, cuando sentía mi desnudes, y mis dos labios resbalando con cada uno de los pasos, en un sexo brillante, que en segundos se presentaria ante mi hermano. AL que nunca había visto mirarme con mirada de deseo, ni ningun gesto mínimamente erótico... Pero no podía parar, aun sabiendo que aquello tendría un mal final, casi con total seguridad...

AL abrir la puerta del cuarto, él estaba de espaldas, jugaba con el ordenador no sé muy bien a qué, y ni se dio cuenta de mi presencia. Los nervios eran tan impresionantes, que sentía que me temblaban las piernas, mi cara estaba ardiendo y estuve a punto de girar corriendo a mi habitación. Pero casi antes de tomar la decisión la silla giró y vi como se me quedaba mirando con cara atónita unos instantes, y de nuevo volver la vista la pared...

Se puede saber que haces asi?

Me preguntó sin querer mirar mi desnudez...

Me sentí fatal

Que se te ve el coño, joder, ve a ponerte algo...

Lo decía casi como si la visión de mi vulva hubiera sido desagradable. Yo desde la puerta sentía el propio aroma de la excitación que había ido impregnando mi piel durante todo el día. Pero me quedé callada, pensando que un carácter asi, casi despectivo me generaba una mayor excitación...

Se volvió a girar y yo seguía alli, para lizada, mirándole fijamente y llevándome la mano entre las piernas, para comenzar a acariciarme ligeramente...

Pero qué haces? Estas enferma me dijo....- poniéndose en pie y cogiéndome del brazo para sacarme de su habitación.

Pero mientras lo hacía llevé mi mano a su nariz para que inspirara mi aroma.

No seas cerda Lorena, me está dando...- y antes de que acabara la frase mi mano se agarró a su entrepierna. Una entrepierna que lejos de ser la de una persona asqueada por la situación, mostraba una polla creciente.

Yo no hablaba me limitaba a intentar frenar ese instinto de echarme de alli, intentaba que durante un segundo el morbo le pudiera, dominara lo que debería ser, por la locura de lo que no puede ser, y pero esa transgresión lo hace especialmente placentero.

Él parecía firme, pero mi mano también lo era cuando se colab por dejbajo de la goma de sus pantalones de estar en casa y tocaba su piel cálida, y rápidamente me encargaba de retirar esa pielecilla de la que hablaba antes que protege al glande....

Emitió un leve jadeo...

Para Lorena... esto no tiene sentido- me dijo

Pero yo si le encontraba el sentido, no había nada en el undo qu eme hiciera sentir tan libre que traspasar límites, eso generaba en mi un estado de excitación que liberaba mis tensiones, y conseguía que deseara que esos instantes no terminaran. Más aun, cuando entendía que mi deseo de acabar con las fronteras podía arrastrar a terceros, eso lo convertía aun en algo más sublime.

Conseguí bajar sus pantalones hasta la mitad de la pierna, puse una de sus manos sobre mi camiseta de tirantes, a la altura del pecho. Su mano cubría, y hasta sobraba, mi teta, y yo continuaba masturbándole.....

Entonces su voz pasó de ser la de mi hermano mayor, a la de una bestia que emitía gruñidos. Una verga gruesa, llena de venas, que me recordaba mucho a la de Luis, salvo por el aroma que desprendía, a ese gel que usamos todos en casa y compartimos cada mañana cuando nos duchamos. Mi mano se enredaba en su bello, envolvía los testículos y continuaba con ese movimiento de masturbación

En ese instante estabamos en el pasillo, a medio camino entre mi habitación, refugio de una mente perversa, y el suyo de 2hermano mayor".

Su mano empezaba a palpar mi pecho, se movía al ritmo de los sonidos guturales de sus labios...

Has visto lo que estas haciendo con tu hermanita?- me sorprendí diciéndole, quería que no pudiera evadirse pensadn en que yo era una jovencita de las de la calle, lo importante de ese momento es que viera a su hermana...

Fóllame- le dije

Mientras tanto mi mano aumentaba el ritmo, veía asomar su sexo irritado, ansioso y me sentía la más sucia de las chicas con la polla de su hermano en las manos y el coño haciendo pompitas con ligeras palpitaciones.

Tiré de él agarrado por la verga hacia mi habitación, y me dejé caer sobre mi cama. Pude entonces ver sus ojos casi inyectados en sangre, colorados, con la pupilas dilatadas y el sexo tremendamente duro....

Úsame- le pedí poniendo cara de degenerada, algo no tan lejos del pensamiento

Entonces el se agachó sobre mi, llevó la mano a mi sexo y lo deslizó ligeramente entre los labios,, viendo como un hilo de humedad se anudaba a nuestras pieles para no querer separarnos.

Cuantas cosas no haras con Rebeca, hermano, cuantas cosas te gustaría hacer... Conmigo puedes...

Se lo decía con ese tono de desesperación que genera la perversión en su punto máximo, cuando deseas que alguna mente sea capaz de pensar por ti algo tan perverso que no se haya inventado.

ÉL no hablaba, me miraba con una mezcla de terror, de miedo, de ternura, y hasta odio... Una mezcla de sensaciones que había provocado al abrir una puerta que probablemente él ni siquiera sabía que existía.

Caminaba con dificultad, el pantalón no le dejaba moverse con libertad, pero puso mis caderas al borde del colchon y con decisiçón dirigió la cabeza de su sexo al borde del mío...

Soy virgen Luis...- le dije sin gran alarma con un sonido jadeante

Que cojones quieres entonces Lorena... que eres una calienta pollas o que...

Fóllame...

Él no lo pensó, estaba fuera de sus cabales, colocó el extremo de su glande en el borde de mi sexo y se fue haciendo hueco en un coño empapado de un día en el que no había parado de estimularle. Me retorcí ligeramente cuando entró el glande al completo, y se quedó parado, muy quieto dentro de mi, mientras con la palma de su mano bien recto daba cachetes, pequeños golpes a mi sexo abierto y desnudo, mientras no quitaba sus pupilas de las mías.

Sentí qu eme desbordaba, aquella situación me elevaba. Por fin encontraba algo que calmaba mi impotencia de no poder romper barreras reales. Cada vez que su mano chocaba con mi sexo a modo de castigo en pequeños golpes me sentí más pequeña, más utilizada y más excitada.

Mi sexo se contraía, y su polla se iba abriendo paso en mi interior... hasta colarse entera y sentir un pinchazo que recorrió mi espina dorsal. Luis parecía saber perfectamente que eso no era grave, simplemente rompía lo que llevaba ahí años colocado..

Ya, casi como un cerdo, sudando se agitaba, colocando mis rodillas sobre los hombros y dejando mi camiseta por encima de mis tetas...

Jadeábamos, se movían mis pechos en un vaiven depravado, mientras el aliento de los dos formaba una nube de perversión en aquel cuarto.

No escuché la puerta de entrada, no pudimos oir ninguno como se abría y entraban nuestro padres a casa. Luis seguía empujando en mi interior, y yo no podía por más que observar todo aquello...

El condón, Luis?

Mierda!!- dijo él

Fue entonces cuando se retiró de mi interior cas asustado, sujetando su polla en la mano y dirigiendo su esperma sobre pecho...

Mientras él hacía eso, al quitarse de encima mio pude ver a mi padre en el borde de la habitación asustado, pero sin decir una palabra observándonos a los dos...

El grito de Luis rompía entre las cuatro paredes, y al sentir el calor de su semen en mis pezones, mi mirada no podía apartarse de la de mi padre. Eso debería haber sido el extasis para mi, pero lejos de enloquecer me sentí enferma, sucia, pero sin ganas de correr y esconderme, una mezcla de exhibicionismo y humillación que fue el desencadenante de en lo que me convertiría...

Luis al ver que miraba a la puerta, giró la vista y vió a nuestro padre ahí... Igualmente se quedó callado, unos minutos los tres mirándonos. Y mi progenitor cerró la puerta, mientras le escuchábamos decir a nuestra madre, que no podía entrar porque estabamanos preparando una sorpresa que no queríamos que ella viera...

Ese fue el primer día, el desencadenante, la posterior reacción de mi padre no fue más que una guía para ir incrementando lo que siempre me resultaba insuficiente...