Depravada (1)

Mi incontinencia sexual y el inicio en el incesto con mi hijo mayor.

DEPRAVADA (Primera parte)

Mi incontinencia sexual y el inicio en el incesto con mi hijo mayor

Enviudé a los treinta recién cumplidos, hace casi cinco años que la fatalidad me privó de disfrutar de un marido a tiempo completo, no obstante mi difunto esposo dejó una herencia que nos permite vivir holgadamente, desde su fallecimiento he tenido que hacer de padre y madre de mis dos únicos hijos, Sebastián que ahora tiene diecisiete y Nilo que ya cumplió los quince. Sebastián es de carácter fuerte, posesivo y dominante, mide poco más de un metro ochenta y pesa casi noventa kilos, es mulato de ojos verdes; por un lado tiene la influencia genética de su padre que fue de origen africano y la mía que soy blanca sonrosada. Nilo es tierno, algo susceptible y bastante rencoroso, es alto, delgado y vigoroso, de tez clara y tiene muy bonitas facciones, me siento orgullosa cuando dicen que tenemos el mismo rostro. Yo hago mucho ejercicio físico, no solo para mantener la figura, sino para consumir energías en forma saludable y calmar mis ímpetus; desde que me he impuesto rutinas exigentes logro controlar mejor mi fogosidad, además de mejorar mi silueta, manteniendo cintura de jovencita y protuberancias maduras, ya me entienden, como si un corsé me hubiese modelado la cintura por la fuerza, obligando a la carne aprisionada a refugiarse en los senos y en las nalgas, para poder liberarse del aprieto.

Mis primeros años de soledad marital fueron penosos, la perdida de Danilo me privó de improviso de mi complemento sexual, en la intimidad éramos el uno para el otro, el altísimo temperamento pasional de ambos se ajustaba perfectamente y la experiencia me ha demostrado que sus habilidades amatorias son muy escasas. Su pérdida me impuso muchas citas médicas, primero las consultas con el psicólogo y luego un prolongado tratamiento psiquiátrico. El problema radicaba en una interrelación disfuncional "temperamento – comportamiento", lo que desencadenaba un conflicto entre mi resistencia a aceptar un nuevo marido, y la necesidad de aplacar mi ardiente temperamento; ¿como podría lograrse?, sin las atenciones de un macho substituto.

Claro está que para poder eludir el entrampamiento y aliviar mis apetencias, tuve que pasar por varias manos. El primer desliz lo provocó el propio psiquiatra, con la prescripción de su novedoso método de "terapia fálica", aún en etapa experimental. So pretexto de la constatación in situ, ponía a prueba no solo la eficacia de la receta, sino además su gran tenacidad y disciplina profesional; pasaba horas comprobando con ahínco las virtudes del procedimiento, en su afán de calmar el furor uterino de su paciente predilecta. Después reincidí con mi masajista, con mi confesor y con algunos otros, debido a mi estado de propensión a recaer en mi dolencia.

En fin, me he visto en la necesidad de ir ingeniando soluciones, pero lo cierto es que hasta ahora ninguna me ha dejado suficientemente satisfecha. De vez en cuando me alivio ligeramente, pero de improviso recaigo en mi férvido estado, con riesgo a que cualquiera con la sensibilidad suficiente para notarlo, pueda sacar ventaja de mi vulnerabilidad.

Mi último encuentro pasional ha venido a complicar mi relación familiar. Interesada en mejorar la seguridad en mi hogar, recurrí a los servicios de un especialista, este buen hombre tuvo el acierto de presentarse en un de esos momentos en que tengo la sensibilidad a flor de piel y me muestro vulnerable; para colmo, se trataba de un negro buen mozo y de buenos modales, justo de mi agrado; ya tenía tiempo añorando un órgano viril parecido al que alguna vez disfruté en casa, con solo imaginarlo se me humedecía la ropa interior. Desde que lo vi, me puse más nerviosa de la cuenta, él no tuvo dificultad para notarlo y para apaciguar los ímpetus terminé haciéndolo partícipe de las virtudes de la consabida terapia, tan útil en estas emergencias. Lamentablemente no lo pude retener todo el tiempo que hubiese deseado, rápidamente había logrado un solo clímax, precipitado por mi incontinencia orgásmica y cuando venía lo mejor, nos interrumpió la inoportuna presencia de Sebastián, que nos había estado acechando. Al aplicado especialista no le quedaron ganas de quedarse y se retiró sumamente contrariado.

Una vez a solas, Sebastián estalló en una repentina ofuscación y me dio una tremenda reprimenda como si fuese mi padre ó mi marido, me hubiera sentido alagada de no tratarse de mi hijo, por que debo reconocer que es sumamente atractivo, pero en este caso, debemos ceñirnos dogmáticamente al imperativo divino y subordinarnos disciplinadamente a lo preceptuado. Desde que sus ojos atestiguaron mi acalorado disfrute pasional, Sebastián ha cambiado de actitud y ha puesto todo su empeño en espiarme y exigirme explicaciones acerca de mi conducta. Con el correr de los días, las cosas en lugar de mejorar se han ido agravando, ahora resulta que no solo está interesado en controlar mi comportamiento, sino que además, se deleita fisgoneando mi intimidad. He pensado incomodarlo haciéndole lo mismo que él hace conmigo, así es que me he propuesto controlarlo y espiarlo, hasta que tenga la hidalguía de reconocer su disgusto y deje de atormentarme.

Mi estratagema fracasó al primer intento, vino de visita una gran amiga y a sabiendas que estábamos siendo espiadas por Sebastián, le pedí que me contara el último encuentro íntimo con su pareja, la verdad es que su narración resultó mas excitante de lo previsto, al despedirnos quedé muy acalorada y no pude vencer la curiosidad por conocer el efecto causado en Sebastián, así es que creí momento oportuno para estrenar mi método escarmentador. Sigilosamente fui a la terraza que da a su dormitorio, la cortina no estaba completamente cerrada, quedaba una pequeña abertura, espacio suficiente para ver lo que ocurría dentro. Sebastián estaba completamente desnudo, parado frente a un óleo artístico que me hicieron en Haití, en el que se me ve retratada muy ligera de ropas en una playa del lugar. Me sorprendió comprobar que estaba usando mi imagen como fuente inspiradora de su masturbación, evidenciaba un clímax en camino por los bramidos que trataba de acallar, sacudía vigorosamente su gran miembro, casi tan negro, pero mas grande que el de su padre. Nunca me hubiese imaginado a mi vástago tan bien dotado, no lograba comprender como pudo haber desarrollado tanto, en tan pocos años que deje de verlo desnudito.

La primera impresión fue de perturbación, pero luego tuve una reacción extremadamente lúbrica, terminó avivando el fuego que había quedado a medio encender con la narración de mi amiga. Solo metí mi mano por debajo de mi prenda mas íntima, bastó un ligero movimiento con las yemas en el lugar preciso y fue suficiente para el desborde, tuve que arquear el cuerpo en cada contracción debido a la intensidad de las pulsaciones genitales. Me retiré alterada y apretando los dientes para no gritar, llegué a mi habitación y al sacar la mano de mi intimidad, pude apreciar el caudal de mi rebose, me había estado derritiendo sobre la palma, después de haber bordado con los dedos aquel placer entre mis piernas.

Las imágenes de esa visión ya no me dejaron vivir en paz, de ahí en adelante los recuerdos se repetían en mi mente una y otra vez, estimulando intensamente mi sensualidad, no podía desligar el significado de mi retrato en el libreto de aquella escena, ese hecho me colocaba como inspiradora de aquel lúbrico pasaje, entonces sus celos no solo obedecían a su instinto de hijo protector, sino que iban mucho mas lejos, todo indicaba que tenía ante mi un evidente caso de "complejo de Edipo" y lo mas grave, con una "Yocasta" por demás propensa y asequible y sin un "Layo" que asesinar, el desenlace resultaba claramente predecible y a la vez condenatorio.

Pero si bien mi Sebastián me ha demostrado su temeridad más de una vez, en esta ocasión dudo que su arrojo alcance para atreverse a abordar a su propia madre. ¿Logrará la fuerza del deseo conferirle un valor tan irreflexivo, como para vencer el natural instinto de respeto por la progenitora?, no logro vislumbrar con claridad cual podría llegar a ser el desenlace, pero de lo que no tengo duda, es que yo sería incapaz de tomar la iniciativa para un abordaje pasional a mi retoño, sin importar la intensidad de mi deseo. Empero ambos polos magnéticos están allí, fuertemente imantados, manifestando la potencia de su atracción a través del deseo mutuo, tan solo hace falta un detonante que pulverice la barrera de los escrúpulos, que invisible, se encuentra bloqueando el contacto inductor, condición esencial para el excomulgable acoplamiento.

Los últimos días se ha manifestado más posesivo que de costumbre, pretende protegerme como a una monja de claustro, sin tener en cuenta que no he sido ordenada como tal, que estoy muy distante de tener esa vocación y que muchas veces mis demandas sexuales son exigentes en demasía. Ya lo he notado, él se limita a contemplarme, erectarse y callar, sin atreverse a iniciativa de seducción alguna, cuando estamos frente a frente se muestra tan pusilánime como yo, ambos nos derretimos de deseo, sin embargo nos esmeramos en ocultarlo.

Cuando me desvisto, estoy segura de su cercanía, siento su presencia acechándome en su afán de excitarse con mi cuerpo, el solo saber del enardecedor efecto que le causa mi desnudez, provoca en mí una respuesta pasional de mayor intensidad. Como ahora que estoy en el cuarto de baño, tengo una seductora música de fondo, se que él está oculto en algún lugar, al acecho tratando de ponerme en la mira, el tragaluz de la azotea debía ser su lógico observatorio, parada frente al espejo ó sentada en el bidet quedo a total disposición de sus ojos.

Me propongo iniciar un despiadado rito cargado de voluptuosidad, una casi imperceptible danza erótica que avive su deseo en forma desenfrenada y que lo obligue a vencer la cautela, seré inclemente por el placer de los dos, estimularé sus emociones al máximo, hasta lograr un estallido de arrojo cargado de insensatez, que fuerce su iniciativa para el asalto.

No necesito fingir depravación, me siento colmada de ella. Mientras me quito la blusa con lentos movimientos al ritmo de la sensual melodía que tengo de fondo, puedo apreciar mi rostro reflejado en el espejo, mordiéndome nerviosamente el labio inferior, deseosa e impaciente, noto que el desorden de mi cabello acentúa un diabólico fulgor en mi mirada, la expresión impresa refleja una extraña perversión que logra intimidar. Desabrocho y dejo caer mi pequeña faldita, el roce de la tela en su recorrido, me produce la sensación de haber sido acariciada por una presencia invisible y eso me produce lúbricos estremecimientos. Me inclino para recogerla, estiro una mano hasta el piso sin doblar las rodillas y siento la elasticidad de la piel tensándose en mis glúteos, tratando de destacar su opulencia sin que el hilo dental de mi pequeña braga logre hacer algo por cubrirlos. Ensayo un provocador cambio de ángulo frente al espejo, apoyando el peso de mi cuerpo en una pierna, arqueo el torso y empino el trasero para hacer mas provocativa mi figura, le presto especial atención a mis medias negras de nylon que hacen juego con el portaligas del mismo color, mis zapatos azabache de altos tacones y punta angosta, realzan el efecto seductor. Revoloteo mi cabello en furiosas oleadas y acaricio mi piel detrás de los oídos y sigo bajando los dedos por el cuello, sin prisa, lentamente, hasta alcanzar el broche de mi sujetador justo al centro de mi pecho, en medio de mis dos protuberancias mamarias, aquellas que alimentaron en su primera infancia al macho que ahora me apasiona, que hace que me derrita entre las piernas con la sola idea de tenerlo dentro de mi. Empiezo a descubrir mis senos, una especie de pudor trata de impedírmelo, la fuerza del deseo es mas poderosa y se impone al recato, al fin quedan completamente descubiertos luciendo orondos toda su redondez, coronada por un par de provocativas cerezas de amplia aureola, dos cerezas en total estado de erección, tibias, inflamadas, ávidas por sentirse devoradas por el dueño de mis ardores. Cierro los ojos y me los acaricio tiernamente, siento como si fuera él quien lo hace y esa sola idea me enardece. Noto inquietud por encima del cielo raso, leve agitación en el tragaluz se deja sentir, aquello me excita e inquieta aún más al saber de quién se trata. Inicio desde los pezones un lento y sensitivo recorrido por el contorno de mi silueta dándole a mis dedos la oportunidad de acariciar la estrechez de mi cintura y la exuberancia de mis caderas, hasta tener entre los dedos el elástico de mi pequeña braga negra, la deslizo hacia abajo con parcimonia y siento rubor al notar la humedad que lleva consigo, la prueba de aquel enfermizo deseo en su mas descarnada expresión queda estampada en lo mas íntimo de mi prenda, pero es tan solo una pequeña muestra de mi copioso rebose. Mi intimidad genital queda ahora enteramente desarropada, para mayor descaro desprovista de bello, completamente depilada, cuenta con todas las ventajas para exhibir provocadora e insolente, su sonrisa vertical. La espera debe estar pareciéndole interminable, adivino que su impaciencia lo debe estar teniendo al borde del desenfreno, aún falta que retire el portaligas y enrolle las medias hasta descubrir un poco más la opulencia de mis muslos, movimientos que advierto cargados de mi propia impaciencia.

Tomo valor y me decido venga lo que venga, poso mis nalgas en el bidet, tratando de separar los muslos al máximo para asegurarme que mi único espectador no se pierda nada del espectáculo, aún no he abierto el grifo pero mi intimidad ya luce húmeda y apetente, la delata el intenso brillo nacarado de sus labios y la prominencia clitorial en plena erección. Me toco la embocadura con la yema de los dedos y siento que me estoy derritiendo, mis dedos quedan impregnados de abundante almíbar de melocotón, no resisto el deseo de olerlo y probarlo, creo estar haciéndolo por él y para él, acerco mi mano y me embriago con un intenso olor a mar de aguas encrespadas, furioso, insurrecto, ávido por llegar con sus olas mas allá de lo permitido; luego poso mi lengua y al contacto con mi lubricidad, siento lo que seguramente sentiría él al hacerlo, deseos desbocados por beber de la fuente de donde mana y en el mas apasionado de los besos, encontrarse acariciando el acogedor claustro materno que lo albergó antes de su nacimiento.

Presiono mis pezones con un poco de violencia, necesito que el estímulo contenga un soterrado mensaje punitivo, al abrir mis dedos reaccionan sumisamente ansiosos de mayor castigo, los oprimo nuevamente hasta lastimarlos y se yerguen teñidos de intenso rubor, plenos de satisfacción, gozo que me encargo de revelar con un tímido gemido delator. Siento pulsaciones en el epicentro del placer y me conformo tan solo con la proximidad, acaricio suavemente mi genitalidad externa y su lubricidad es denunciada por ligeros chasquidos casi imperceptibles, que jamás pasarían inadvertidos para alguien ávido de señales conducentes a la gloria.

Me siento tan encaminada que decido no abrir el grifo, mi reboce resulta más que suficiente para modelar el placer solo con mis dedos. Corro hacia atrás el capullo clitorial hasta mostrar el erecto cuerpecillo, me sacude un involuntario estremecimiento, y la pequeña cabecita se exhibe retadora pero contradictoriamente inerme, desprotegida, con toda su sensibilidad expuesta. Bato ligeramente mis dedos por sobre la base, sin tocar la parte mas sensible, me invade un deseo irrefrenable, la agitación lo delata, mis senos danzan al compás de mi respiración, presiono mi embocadura y los dedos desaparecen en su interior succionados con voracidad, mi desborde es prominente, un caudaloso manantial a desatado su torrente entre mis piernas, las involuntarias contracciones inician una desordenada danza anunciando la proximidad del erótico estallido, mi perturbación se acrecienta a cada momento, en mi turbulento estado me resulta un acertijo determinar a quien pertenecen las manos que acarician mi sexo, mi cerebro es continuamente bombardeado por imágenes lascivas en las que soy acariciada por lenguas candentes e inquietos dedos que hurgan mi intimidad ávidos por procurarme placer, en aquella voluptuosa danza creo distinguir dentro de la confusa multitud, la presencia de mi Sebastián, eso me desquicia y acelero la cadencia de la estimulación, siento llegar el placer y tengo a mi hijo imaginariamente montado sobre mí, cabalgándome con dominio y sometiéndome a su voluntad, le exijo mayor rigor y le grito:

Así Sebastián, dame mas, si, si, dame, quiero mas, Sebastián, dame, dame mas Sebastiánnnnnnnnnnnnnnnn.

Mis palabras de ensueño fueron realmente pronunciadas, mientras me invadía un intenso orgasmo que lejos de calmarme acrecentó mi voracidad, aún no estaba consciente del efecto de mis palabras, pero su presencia manifiesta me hizo reaccionar, allí se encontraba él exigiendo airadamente su derecho a entrar al habitáculo después de haber sido aludido y requerido, los golpes en la puerta y su fervoroso reclamo por entrar, me sacaron del embeleso en que me encontraba sumida, mi primera reacción fue de vergüenza y recato, pero mi estado de impaciente apetencia ya no admite dilación, después de todo se trata de mi ilusión hecha realidad, yo misma, en estado de abstracción, la he provocado. Es tarde para arrepentimientos.

Me levanté como pude y abrí la puerta, él entró desbocado de pasión, completamente desnudo y mostrando una irresistible erección, no hubo oportunidad para las caricias previas ni para las palabras, la ansiedad extrema, el deseo al límite y la pasión desesperada, nos unió de bocas y sexos en forma inmediata y violenta como si no pudiésemos aguardar ni un instante mas. Nuestras lenguas se entrelazaban para que nadie pueda separarlas jamás, en nuestra desesperación nos hacíamos daño con los dientes, nuestros sexos unidos demostraban su avidez por extraer todo el néctar acumulado durante la estación de los escrúpulos. Me mantenía casi en el aire, solo estaba sujeta de su cuello y sostenida por la trabazón de nuestros genitales, yo me retorcía en torno a su erección como un reptil, improvisando eróticas contorsiones en demanda de mayor placer. Allí mismo se produjo la gran explosión, él sosteniéndome, yo prendida de él, sacudiendo nuestros cuerpos en forma endemoniada, con la cadencia de los chasquidos de la carne al golpearse entre sí, complementaban la abstracta sinfonía, nuestros discordes gemidos de placer, llanto, balbuceos y gritos desgarradores, así, si de ese modo, en forma frenética, violenta, animal, sin vacilaciones abrimos paso a nuestra insurrecta urgencia y lo hicimos contra la normatividad estatutaria. Quedamos inundados, una cascada de placer que nos manaba caudalosa, nos fuimos aflojando mientras se despedían de nuestros cuerpos las últimas gotas de gozo con recónditas pulsaciones, invadidos por una adormecedora laxitud íbamos recobrando el juicio, su espalda apoyada en la pared se fue resbalando hacia abajo, él me llevaba consigo, quedamos abrazados en el piso.

Juntos lloramos largo rato, con vergüenza por lo ocurrido y de pavor por la enigmática réplica de tantos cuestionamientos de inexplorada secuela. Pero no quedaba duda alguna acerca de la inextinguible flama que había despertado la pasión de nuestro aberrante amor filial, a desdén de la impronta que este hecho estamparía en nuestras vidas, por el resto de nuestros días.

Los siguientes encuentros ya no fueron tan salvajes como el primero, disfrutamos de una apasionada luna de miel durante varias semanas, no desperdiciamos oportunidad para unir nuestros cuerpos, a cada instante nos manifestamos deseosos y lo disfrutamos en toda su intensidad, acordamos guardar nuestro secreto con absoluta reserva y comportarnos ante los demás con total discreción, nadie debía sospechar del fuego que nos quema por dentro.

Sebastián me pidió que gestione el ingreso de Nilo a un internado, me dijo que ya había hablado con su hermano y que este le había manifestado su aceptación; evidentemente Sebastián tiene el propósito de alejarlo de la casa, para poder enviciarnos de sexo. No comprende que tenemos todo el tiempo del mundo para que siga aprendiendo a desempeñarse a la altura de un buen amante, con dulzura y tino seguiré adiestrándolo en el arte de amar hasta que llegue a ser tan bueno como su padre.

Nilo me manifestó su protesta por el asunto del internado y me mostró su resentimiento al creer que quería distanciarlo del hogar. Traté de explicarle, pero en el intento me di cuenta que Sebastián no me había dicho la verdad, que todo fue una invención para alejarlo. Lo tranquilicé prometiéndole que no lo cambiaría de colegio, pero desde entonces ha quedado resentido con migo, pero mas aún con su hermano.

Nilo ha sido invitado hoy a la una fiesta de quince años, Sebastián está muy contento por que podrá pasarse a mi cama durante la ausencia de su hermano, yo tendré mas libertad que de costumbre, aunque no quedara satisfecha, se que de todas maneras lograré algún orgasmo. El caso es que Sebastián cuenta con muy buenos atributos congénitos, pero todavía está dominado por sus impulsos, esto le impide hacer del sexo un arte por ahora. Ya está aprendiendo a controlar la eyaculación, aunque todavía falla durante la penetración anal y me deja insatisfecha, para colmo es esa mi práctica preferida. Me reconozco exigente en el la intimidad, se debe a mi exacerbado furor genital, muchas veces un solo clímax precipitado por mi incontinencia orgásmica, lejos de saciar mis apetitos, enciende mi flama hasta llevarme al desenfreno. Se trata de una adicción particular, que desde hace buen tiempo viene requiriendo atención facultativa especializada.

Espero lista, me he preparado para Sebastián, hemos quedado solos en casa, estoy impregnada del aroma que mas le gusta, lo espero impaciente, todo mi cuerpo está aprendiendo a prepararse solo. Antes que mi macho haga su aparición ya empiezo a lubricarme, siento su llegada, él aparece desnudo y erecto, invariablemente llega así, y yo espero ansiosa por verlo con su prieto falo en todo su esplendor, mi genitalidad empieza a segregar, como lo hace el estómago que segrega jugo gástrico cuando espera la ingestión de alimentos, en esa forma siente mi intimidad, el delicioso miembro de mi hijo es su único manjar y así se predispone mi sexualidad, segregando abundante jugo genital para engullirlo.

Él toma la iniciativa y me besa en los labios con rudeza, luego me muerde los pezones hasta hacerme doler y después los acaricia tiernamente como pidiéndoles perdón, sigue bajando, lo domina la impaciencia y se sumerge entre mis piernas, inhala profundo para embriagarse con mi aroma, luego bebe de mi manantial, mas húmedo que su propia boca, no se detiene en las inmediaciones, se prende como una ventosa de mi parte mas sensible, mi eréctil cuerpecillo ya lo espera descubierto y empinado, yo lo deseo en forma mas pausada y progresiva, pero él ya está allí, engolosinado. Levanto las rodillas ofreciéndole mi orificio anal, se desliza jubiloso hasta alcanzarlo con la lengua en un efusivo reencuentro, le prometo concedérselo después de sentirlo por delante, el interpreta que ya le pido penetración y me conecta en posición del misionero, siento mi cavidad vaginal devorándolo por completo, hasta apuntalarme el epicentro genital, hoy día estoy muy sensitiva y presiento un clímax apresurado, me está volviendo loca y me tiene al borde de un "orgasmo Vulcano", el mas intenso de todos, no lo quiero perder, pero controlo mi efusividad para no inducirle la eyaculación, logro el orgasmo, me voy casi en secreto y cuando él empieza a notar mis pulsaciones vaginales, me retiro con el pretexto de cambiar de posición. Nos acomodamos en posición de cabalgadura, yo montada sobre él, insertada hasta el tope pero con todo el control y dominio de la acción, inicio rotando suavemente la cintura en torno al miembro erecto, como recobrando aliento, la estimulación me enardece nuevamente, mi furor se ve reflejado en la cadencia de mis movimientos, parece que Sebastián ya no puede retardar mas la eyaculación, yo comienzo a acelerar para no quedarme, dejo de trotar e inicio un galope desbocado, a toda rienda, los gritos de gozo acompañan el estallido, ambos hemos iniciado la ida sin retorno; ¡demonios!, ante mis ojos el petrificado rostro de Nilo, nos ha sorprendido in fraganti, no podemos detenernos, Nilo se retira presuroso y contrariado, orgasmos simultáneos, los logramos al unísono, Sebastián no se enteró de lo ocurrido y ha gozado a pierna suelta, casi tanto como yo, Nilo debe haber creído que estaba forzando a su hermano por la forma en que me vio montarlo.

Tuve que poner a Sebastián sobre aviso de lo ocurrido, no podía creerlo, no sabía que hacer ni que cara poner frente a su hermano menor, le pedí que dejara el asunto en mis manos, que yo trataría de solucionarlo en la mejor forma posible. Sebastián solo me pidió que de ninguna manera le concediera a su hermano los privilegios sexuales que él tiene, le contesté que como estaban las cosas, nada podía garantizarle.

Continúa en DEPRAVADA (Segunda parte)

OCTOPUSI.