Dependiente y clienta en la mazmorra del sex shop.
Elena visita un sex shop y prueba la mazmorra con el dependiente.
Por fin habían abierto la nueva tienda en el centro comercial.
Desde que supo que sería un sex shop, Elena quería comprar algún juguete para utilizar con Álvaro, su follamigo, a ver si conseguía que le diera más caña en la cama. Viendo el catálogo de productos en la tienda online, Elena se había decidido por un vibrador de gran tamaño y algo de lencería. Quizás así despertara a la bestia.
Fue a la tienda entre semana, después de comer, para evitar coincidir con los vecinos. Sería vergonzoso que sus conocidos la encontraran entrando a un sitio donde venden látigos y ropa de cuero.
La tienda era enorme. Dividida en secciones, aquí los vibradores, allá los succionadores de clítoris… un rincón llamó la atención de Elena. Una puerta cerrada con llave y una pequeña abertura para asomarse dejaba ver una mazmorra bien equipada. Elena quedó impresionada y se excitó al momento. Ojalá pudiera entrar ahí y que la ataran a esa cruz…
-¿Te gusta?
Elena dio un respingo. El dependiente estaba a su lado, ni siquiera le había escuchado llegar. Estaba demasiado ocupada mirando la mazmorra.
-Sí.
-Lo sé. Se te nota. Ven, entra.
Con un rápido movimiento de manos, el dependiente abrió la puerta de la mazmorra. Echó la llave por dentro, se la metió al bolsillo y cerró la mirilla para que nadie se asomara.
-¿¿QUE ESTÁS HACIENDO?? Abre la puerta ahora mismo.
-Solo quiero enseñarte la mazmorra. Recuerda que esto es una tienda, yo debo vender y tú deberías comprar. La mejor manera de saber qué quieres llevarte a casa es probar los productos. ¿No quieres probar nada?
Elena miró alrededor. Estaba totalmente avergonzada. Quería probarlo todo.
-En realidad venía buscando algo de lencería…
-Mira, aquí tenemos algunas cosas que te quedarían muy bien. ¿Por qué no te pruebas este conjunto? Te va a quedar espectacular. Puedes probártelo detrás de esa cortina. No te preocupes, aquí no hay cámaras de seguridad. El único que sabe que estamos aquí es mi compañero, que se ha quedado fuera para atender al resto de la gente.
El dependiente le entregó a Elena una pequeña caja que contenía un body de rejilla de cuerpo entero. Elena pasó al probador y salió totalmente excitada, con los pezones y los labios del coño apretando contra la tela de rejilla. El dependiente se empalmó al momento.
-Mira, si quieres, podemos probar la cruz. La estabas mirando fijamente desde la puerta. Ven.
Elena se acercó a la cruz en forma de X. El dependiente le ató las manos y los pies con unas correas de cuero, de forma suave pero firme. Elena no podía moverse. Lo único que quería era ser follada por ese hombre desconocido, atada en la cruz, totalmente expuesta.
-¿Venías buscando algo más?
-B… bueno… un vibrador. Grande. Algo como eso…
-¿Esto?
El dependiente se acercó a una estantería y cogió el modelo que le indicaba Elena.
-Vamos a probarlo, ¿de acuerdo? Mira, lo pongo a velocidad suave y lo paso por aquí, a ver si te parece bien.
Le puso la punta del vibrador en la entrada del coño. Apartó con sus dedos el body de rejilla, que se le clavaba en los labios, dejando marca. Elena empezó a gemir y a intentar balancear sus caderas en la cruz mientras el dependiente lo empujaba suavemente dentro de ella. Era grande, pero consiguió meterlo casi entero mientras le subía la velocidad de vibración.
-Esta parte del vibrador se pone encima del clítoris. Vibra muchísimo. Lo apretaré bien contra ti para que lo notes. Lo notas, ¿verdad?
Elena solo podía gemir.
-¿Quieres que te amordace? Estarás guapísima con una mordaza que te llene la boca.
-S… Sí…
Una mordaza de bola llenaba la boca de Elena. Las babas caían, mojando sus tetas enrojecidas por las marcas de la rejilla y se juntaban en el suelo con los jugos que salían de su coño.
-Eres una clienta de lo más agradecida. Mira como tienes las tetas de hinchadas, vas a reventar el body con los pezones. ¿Quieres que te los lama?
Ella asintió con la cabeza. El dependiente enterró su cabeza entre las tetas de Elena, lamiéndolas y mordiendo con suavidad los pezones. Comenzó a succionarlos con fuerza mientras subía la velocidad del vibrador y lo metía más dentro de Elena, apretando la zona del clítoris.
Elena se corrió como nunca. Cuando terminó de tener espasmos, el dependiente sacó el vibrador, totalmente empapado.
-¿Puedo follarte? Me gustaría meter mi rabo en este coñito tan húmedo y abierto.
El dependiente metió la polla en el coño empapado de Elena. Comenzó a follarla con fuerza mientras le pellizcaba los pezones y lamía la mordaza. Elena gritaba de placer y volvió a correrse. El dependiente, agarrando las caderas de Elena, se corrió con fuerza.
Cuando salieron de la mazmorra la tienda ya estaba cerrada. El compañero había dejado una nota indicando que se marchaba y que deberían insonorizar la mazmorra.