Departamento de solteros
Un hombre explorando su sexualidad, un departamento con goteras, y un "negrito" my atractivo y cogedor.
No se como empezó mi vida como puto Posiblemente el mismo día que mi madre murió, tras una larga enfermedad. Cuando volvimos del cementerio, no esperé mucho para decirle a Marisa que quería que nos separáramos. No se asombró. El matrimonio había sido un fracaso. En mi caso una manera de satisfacer la última voluntad de una madre preocupada por un hijo que no sentaba cabeza. Un hijo que nunca se atrevió a enfrentar lo que sus padres le imponían, en otras palabras, fué una farsa, un toldo muy angosto para tapar el ancho cielo. Para Marisa, por su parte el matrimonio había sido una salida elegante a una relación imposible con un hombre casado. El amor, bien gracias, pero nunca llegó.
Me fui a vivir a la casa que había habitado mi madre. Fueron días de duelo y de recuerdos: su perfume todavía recorría los cuartos austeros, oscuros y polvorientos, de: paredes cubiertas de fotografías de parientes ya fallecidos, y de retratos de mi hermana y míos de cuando éramos chicos.
Mi madre se había ido a la tumba sin conocerme. Nunca supo, por lo menos nunca lo escuchó de mis labios, que yo era homosexual. Quizás lo comprendió y se llevó su dolor o su decepción, a la tumba. Tal vez lo supo siempre, y se calló la boca. Pero su muerte, mal que le pesara a mi conciencia, la sentí como una liberación. Adiós a los mandatos familiares, a la necesidad de complacer a mi madre, adiós a un matrimonio de conveniencia, una relación sin amor, adiós a una vida de ocultamiento, represión y mentiras. Punto final a toda una vida de apariencias..
La casa materna ingresaría a la sucesión y mi cuñado me había hecho saber que mi hermana quería su parte. En otras palabras, que terminaríamos vendiéndola.
Por tanto comencé a buscar un departamento para alquilar: un lugar chico pero mío, con una cama"king size" para poder coger (y dormir) con cuanto macho pudiera. Un lugar discreto y tranqujilo para vivir mi vida y mi sexualidad a pleno entre cuatro paredes y un techo, míos. Por momentos me asustaba esta urgencia de recuperar el tiempo perdido.
La búsqueda no fue fácil, pero al fin encontré un departamento que me gustó Ubicado en el segundo cuerpo de un edificio con cierta antigüedad, tenía la ventaja que muchas de las unidades eran utilizadas como oficinas durante la semana por lo que me aseguraba la absoluta tranquilidad por las noches y fines de semana que era lo que yo buscaba. Era además una casa tan grande, con tantas unidades, varios cuerpos, con su respectiva batería de elevadores, que nadie se conocía entre sí lo que aseguraba el grado de discreción y la dosis de anonimato que yo buscaba.
El empleado de la inmobiliaria, trató de convencerme de las ventajas del departamento: es antiguo pero amplio, luminoso, y muy tranquilo, dijo, y comenzó a llamarme enseguida por el nombre, con mucha confianza. A mis 34 años, que un chico de 23 me tuteara y me llamara por el nombre , no me molestaba, pero me puse nervioso cuando observé que el chico me tiraba onda: era evidente que yo le había caido bien: no soy feo, más alto que la media, delgado, cabello castaño corto, ojos azules. Tengo piernas largas y calzó zapatos número 45 (13 1/2 para la medida norteamericana). Soy de miembros grandes . Tengo cara de pavo, de "buenudo", de medio inocente, cara de boludo diría un amigo (cara de tonto). Pero cuando el chico dijo un chiste me sonreí y se que mi sonrisa es sexy, no sé porqué Una mezcla de dientes blancos, boca grande de labios carnosos, y un brilo especial en la mirada. Lo cierto es que el muchacho me gustaba también: remerita blanca apretadita a su cuerpito de gimnasio destacando sus pezoncitos, sus hombros anchos, sus bíceps, pantaloncito negro ajustado a su culo, bulto apenas avizorado y una mirada caliente que me perturbaba mucho.
Se quedó mirándome y yo le devolví la mirada. Después me contaría que yo lo calentaba de tal modo que se quedó sin palabras y no podía sacarme los ojos de encima.
En un momento, mientras revisabamos el baño, nuestros cuerpos se rozaron y el demoró un segundo en pasar y no pude evitar tocarle el culo. En el instante en que lo hice, me arrepentí. ¿ Que pasaría si el chico no era gay y me denunciaba a la inmobiliaria.? Todo por esta calentura mía de siempre: todo por esa necesidad de contacto humano que me hacía andar al palo todo el día, con la verga siempre lista. Esa tentación de recuperar el tiempo perdido.
No pasó mucho tiempo hasta que el pibe se dio vuelta, y me dijo con voz temblorosa:
Creí que no te gustaba
- Nada que ver. Desde que te vi que estoy al palo- le dije, y el largó una pequeña carcajada.
A este chico le gustaba la gasolina como dicen en aquella canción. Le gustaba la gasolina y yo tenía esa gasolina que le gustaba.
Nos metimos en el baño y el chico no me dejó ni sentarme en el inodoro ; me abrió la bragueta sacó mi pija con urgencia pero con cuidado, la apoyó en su mano y se dedicó a olerla, lamerla, besarla, acariciarla y chupármela como loco. Se la metía toda en la garganta desesperado, y su pelo lacio cubría mi visión. Solo veía su pelo negro adelántandoese y volviendo para atrás. Yo sentía que iba a estallar en cualquier momento . El pibe chupaba y chupaba casi sin parar y en el momento en que paraba y con mi pija entre ssu slabios, me miraba a los ojos entre sus pelos cubiertos de gel húmedo.
Si papito, segui, chupámela asi, seguí amorcito. Y el chico se empeñaba más en sacarme la leche.como si estuviera hambriento de verga y hasta gritaba con la boca llena de pija
Ponémela papito ponémela. Dame tu pija. Quiero toda tu leche. Leche de marido. Leche de macho que coge con minas, balbuceaba.
Le excitaba mi condición de ex casado. Me presumía un macho hetero haciendo trampa a una mujercita que estaría cocinando pastas. . Para su imaginación calenturienta se estaba chupando la poronga de un hombre con pelo en pecho de esos que posiblemente nunca le prestarían atención. En su fantasía yo era un heterosexual bien macho, que le estaba dando la pija clandestinamente y hasta se queria tomar mi leche.
Me la chupaba de un modo que me ponía la piel de gallina y me dolían los huevos de tantas ganas de acabar, de terminar esa tensión en un baño inmaculadamente limpio en un departamento vacío. El ruido de su mamada se repetía en el eco de aquel lugar vacío y sin muebles. Chupaba mi poronga sin respirar casi, y con mucha frecuencia pasaba su lengua por el borde de mi cabecita, y yo ahí sentía escalofríos.
Cuando sentí que estaba a punto de acabar, corrí su cabeza y llené su cara, su pelo con look mojado, sus orejas y hasta el costado de su cuello con mi leche caliente.
Bienvenido a la vida de solteros me dije, mientras echaba un último chorro sobre su nariz.
El chico se lavó la cara y a falta de toallas, se la secó con un pañuelo blanco que sacó del bolsillo, yo le indiqu una gota de mi semen en su pelo y se la sacó timidamente. Comencé a acariciarle la pijita por sobre su pantalón negro impecable pero el me disuadió: debía volver a la inmobiliaria. Te paso mi mail, ¿querés? me dijo antes de cerrar la puerta´. Lo anoté en la palma de mi mano. Se acercó y me besó en la boca y me pareció adivinar el gusto de mi pija en su lengua golosa. Me llamo Leandro me dijo y se fué.
Lo primero que compré antes de mudarme era un colchón "king size" con sommier. No tendría otros muebles pero si la cama. Lo elegí bien fuerte y resistente, quería que sobreviviera a batallas heróicas, a cogidas maravillosas, incluso a algun trío, que pensaba tener en el futuro. ¡¡¡Que puto que era!! ..
Con la ayuda de mi hermana, de dos tías, y de una familia vecina, pude reunir alguna ropa de cama, platos copas y cubiertos y hasta un interior con cajonera para el placard. Estaba listo para mudarme. Lo hice un domingo y el lunes siguiente llovió a cantaros y el departamento prácticamente se inundó por las goteras. Me pasé ese lunes sin dormir , haciéndome la paja mientras escuchaba el ruido del agua cayendo del techo.
Llamé a Leandro de la inmobiliaria. Tenían que solucionarme el inconveniente.. El muchacho vino esa misma noche a la salida de su trabajo. Observó las paredes mojadas, la humedad que cubría el lavadero, y el charco de agua en la cocina y dijo, que llamaría al propietario. Eso antes de que se abalanzara sobre mí, buscando un poco de sexo a la happy hour, hora de happy happy, pija pija.
Lo llevé a la cama, para algo había invertido en el sommier con colchón "king size", lo puse en cuatro y mientras le sacaba la ropa, pasaba mi verga por su rayita golosa y el comenzaba a gemir pidiéndo pija. Y vaya si le dí pija. Se la metí hasta el fondo sin chistar y el flaco se la comió con hambre y deseo. Me lo cogí tres veces esa noche y en la última le dije que no daba más y que no fuera tan pedigueño. Tres polvos esta bien para una noche., a mi edad al menos
El chico se durmió en mis brazos, y ganas tuve de darle un beso tierno pero el ruido de la lluvia y las goteras me terminó de sacar la inspiración. La leche ya me la había sacado Leandro.
El propietario había comprado el departamento recientemente como inversión y en la inmobiliaria se cansaron de llamarlo para que hiciera los arreglos. Ese mes llovió el doble de lo previsto y el departamento se convirtió en una ducha de agua fría. Cansado de las dilaciones, pedí el teléfono del tipo y comencé a llamarlo todos los días y el se hacía negar, o me decían que estaba en una reunión o que había salido de viaje. Como maldije al hijo de meretriz, prostituta, vagabunda etc etc. El dueño se llamaba Nicolás Rosales.
Comencé a salir, algunos nuevos amigos conocidos en un chat y en una línea telefónica de encuentros, me llevaron a conocer los lugares más concurridos del ambiente gay, lugares para bailar, pre-dances, pubs, cafés, saunas, dark-rooms, restaurantes, cines porno, "teteras" varias, en un curso acelerado de puterío. Tenía necesidad de conocer hombres, pijas de machos, culos de varones. En muchos casos enganchaba a alguno y me lo llevaba al departamento, siempre que no lloviera porque las lluvias lo hacian inhabitable.
En mi colchón king-size con sommier yo cogía bastante seguido con tipos diferentes que iba conociendo , y las cuatro paredes húmedas del departamento escucharon más de una vez el ruido de paquetes de condones rompiéndose, de pieles de machos friccionándose , de gemidos animales , de tipos en celo cogiendo, chupando, acabando a los gritos litros de leche. Había entrado al mundo gay con desenfreno y no me quería bajar. Me encantaba besar a otros hombres, ponerles la lengua hasta el fondo de la boca, morderles los labios y las tetillas, recorrer con mis manos las pieles más diversas, lampiñas, peludas, suaves, gruesas. Apretar pijas, acariciar huevos húmedos. Chupar pero especialmente coger. Me encantaba el sexo con otros tipos. Valía la pena la demora y la represión por tanto tiempo.
Si mis sábanas hablaran, el contenido sería censurado para menores. Pero cada cogida por placentera que fuera, me dejaba vacío. Yo buscaba algo estable, algo que fuera más que un agujero y un palo entrándo y conquistando sus rincones. En el fondo era un burgués: quería algo para toda la vida, algo estabale y no para una cama a las apuradas, y adiós que te vaya bien. No quería Bam Bam y adiós Man.
Mi departamento de solteros seguió siempre siendo testigo de cogidas monumentales y de goteras espantosas. El día que me cansé de esperar una reacción del propietario, recuerdo que era un jueves, le mandé una intimación para que se hiciese cargo de las reparaciones o mandarlas a hacer yo a su costo, con más los daños y perjuicios a mis muebles y demás enseres.
En lo que hace a mi vida personal , hacía unos meses que me había hecho habitué de un boliche (de un antro) gay al que iba a bailar casi todos los fines de semana. Ese sábado me encontré con un antiguo conocido, alguien que me gustaba a rabiar. Nos sentamos en mesas contiguas y comenzamos a hablar. En todo el tiempo en que nos habíamos conocido, nunca habíamos intercambiado más que diez palabras juntas. Se lo dije y se sonrió. Su cara se iluminó y también le dije que debía sonreir más. Charlie es rubio y de ojos celestes muy dulces, tímido y distante, siempre me había parecido muy inteligente pero frío. Como si no tuviera sangre en las venas. Hablamos un rato: me contó que el se estaba separando de su pareja: se habían tomado un tiempo pero el sabía que no volverían a reunirse. El chico estaba libre entonces y me propuse "seducirlo", bueno es una forma de decir, aprovechando que el amigo que estaba esperando no llegaba.
Ya es tarde, mi amigo debería haber llegado hace una hora,- me dijo.
Mejor - le dije con toda intención. Le resultó graciosa mi espontaneidad y se largo a reir.
Pasó otro conocido y en la oscuridad del salón me hizo un guiño como alentándome en esa conquista.
Cuando yo ya pensaba correr mi silla y acercarla a Charlie, llegó el amigo. Nos presentó pero yo casi no lo miré al saludar ni retuve el nombre de la rabia que me dió. Porque bastó que llegara aquel amigo para que Charlie se dedicara a conversar con él exclusivamente, dejándome totalmente aislado. No se de que tenían que hablar y el ruido del lugar impedía que yo escuchara de qué conversaban.. Charlie casi no me miró pero el amigo de vez en cuando me observaba, como queriéndo decirme algo.
Que tipo más inoportuno, pensé. Me arruinó la noche, la seducción y la conquisa del hombre más hermoso del lugar.
En el momento en que pensé eso, lo miré pero en ese instante, él no me miraba a mi. Sus ojos estaban fijos en la cara angelical de Charlie y los dos parecían estar en una nube y yo en otra galaxia.
Era evidente que mi chances de coger con el angel se habían hecho mínimas o mejor dicho nulas y sólo me quedaba esperar una noche aburrida y solitaria.
Por el inmenso salón pasaban tipos, a la caza y pesca de otros hombres, pero nadie me miraba. Mi ego estaba por el piso. Me fuí a caminar por la zona de la barra para distraerme y no encontré nada. Amigos hablando con amigos, tipos besándose. Hombres mirando a otros hombres en la semi penunbra del lugar mientras sonaba una canción de Shakira a todo volúmen. Parejas bailando, gente bebiendo, gritos, sudores y una onda de deseo sexual invadiendo los rincones oscuros.
Volví a la mesa en el momento que Charlie se estaba incorporando para irse y saludaba al amigo, cuyo nombre yo no había retenido. Chau Negrito le dijo Charlie con lo cual yo comencé a identificarlo asi, el Negrito que me había cortado la mayonesa, agriado la crema pastelera y arruinado la noche. Encima ni se iba con Charlie o sea que al menos para las apariencias no pasaba nada entre ellos.
Cuando me despedi de Charlie me quedé callado sin saber que hacer. Se iba la única persona que me interesaba en ese lugar y la noche estaba arruinada para mi Encima había terminado mi vodka y no tenía cigarrillos..
Para no ser tan evidente aguardé unos minutos para irme. Cada vez que miraba en dirección al negrito, encontraba sus ojos de carbón mirándome. ¿ Qué querría ahora este aprendiz de brujo?: ¿Porque me miraba de esa manera ?. Cada vez que nuestros ojos se cruzaban yo desviaba la mirada. Y cuando lo veía, debo reconocer que no me parecía nada feo. Mas bajo que yo, pero morrudo, moreno, muy bronceado por el sol, lampiño, piel brilante, lindas facciones, buen cuerpo ¿Estaría tan desesperado que ahora que se había ido Charlie me empezaba a gustar su amigo? ¿ Le estaba pasando lo mismo a él?
Pero obviamente, yo no quería saber nada. Estaba deprimido. Como si las goteras del techo de mi departamento se me hubieren contagiado en el cuerpo.
Sin decir palabra, me levanté para ir al baño, y cuando me estaba lavando las manos, entró el Negrito y me preguntó si ya me iba. No le dije lo primero que me vino a la cabeza, porque no quería tener problemas. Simplemente asentí con la cabeza El se acercó desde atrás y vi su cara en el espejo, y me pareció escuchar que eso lo contrariaba , pero no estaba seguro. Había mucho ruido, y cuando me di vuelta lo miré a los ojos, y el no desvió la mirada. Se acercó a mi y me dijo algo que si escuché: "Quedate conmigo "
Debo reconocer que el pedido me sorprendió. No había sabido interpretar sus miradas anteriores o estaba tan cegado que la había leido mal. Por un momento mi escepticismo me ganó: claro, a esas horas de la noche, hora de lobos desesperados por conseguir con quien irse a la cama, hora de liquidación, sale, clearance, saldos y retazos, premios consuelo, me buscaba a mi. Mi autoestima estaba por el suelo, como mis bolas.
Se puso delante de mí interponiéndose en la puerta y su cuerpo rozó el mío y su verga dentro de su pantalón se acarició con la mía guardada dentro del mío. Y me pareció sentir su mano deslizándose por mi espalda y su otra mano acariciando mi cara, mientras afuera un locutor anunciaba el número músical que actuaría en vivo. Sentí el calor de su mano recorriendo mis mejillas, sus dedos espantando unas lágrimas de autocompasión que circulaban torpemente, y me quedé paralizado, como tildado en ese instante irrepetible. Y su beso no fue como un sello de goma en un papel frío. Relamió mis labios y no esperó mucho para abrir mi boca y meter su lengua sobre la mía, y abrazarme con fuerza. El Negrito abrazaba bien
No, le dije, separándome como enojado, mientras su mano acariciaba impúdicamente primero mi verga y luego mis nalgas.
No te vayas, quedate conmigo me imploró mientras yo salía corriendo en dirección a la calle.
Me resistía a ser uno de esos tipos fracasados que se aferran al primer individuo desesperado que se les acerca. No quería ser un náufrago asido con alma y vida a un salvavidas para no ahogarse. Queria ahogarme.
Me siguió por las calles. Yo caminaba rápido como tratándo de ganar distancia, y de convencerlo que desistiera de su intento. En mi boca todavia estaba el sabor de la suya y en mi cuerpo el calor quemante de sus manos.
Llovía débilmente en Buenos Aires. Siempre llovía ahora que tenía un departamento con goteras. Vi un relámpago y me paré frente a un semáforo. Cuando cambió la luz, crucé la avenida y me escondí estúpidamente detrás de una tapia. Esperé unos pocos minutos y cuando pensaba que había eludido a mi perseguidor , se me apareció con un paraguas en la mano. Lo levantó para taparme la cabeza. Empezamos a caminar por calles oscuras, y yo no escuchaba los ruidos de la calle sino el de nuestros zapatos saltando charcos. Cuando llegamos a la cuadra de mi departamento el vaciló por un instante "Vivis por acá ? me preguntó.
Seguimos caminando y entramos al edificio donde vivo y en el ascensor me dió un beso y yo le dije: salí por favor. El orgullo me decía echalo, el deseo me decía cogételo idiota.
Abrí la puerta y entramos, encendí la lámpara y empecé a escuchar el ruido de las goteras de la cocina y el lavadero.
Y ese concierto que es- preguntó entre risas.
Los agujeros de mi vida, respondí.
¿Querés que te los llene, bebé? Su pregunta era dificil de generar rechazo. No con la calentura que yo tenía. Después de un rato le dije:
.
Si no te molestan las goteras, quedate
Nos besamos en la semi penumbra de mi cuarto y me pareció que su piel hervía y que su boca me quemaba. Besaba como si estuviera ardiendo, como si yo fuera el último barco que partía a ultramar.
Me saqué la ropa y lo desnudé. Su piel olía a lavanda y a after shave y a caramelos de mentol. Como si fuera un chico, dejó que mis manos sacaran suavemente sus zapatos, sus medias, su pantalón, su remera, y el diminuto slip que apenas podía contener su enorme pija y sus huevos.
Una vez desnudo, tiró de mis brazos y ya no quise escapar de su cuerpo, ya no pude negarme a la atracción de ese desconocido. La histeria de unos momentos atrás se disolvió.
.
Me acosté a su lado, y el me recibió en sus brazos fuertes como para evitar que yo me cayera. Sus músculos eran grandes y fuertes, había en el una fuerza que no había imaginado, al observarlo en el lugar nocturno. Era como si en mi cama fuera otro hombre, un ser especial y único que me atraía como un imán y que por su vigor dilataba mi orto, endurecía mi pija y me tenía atado a su cuerpo, como un prisionero de su atracción. El negrito sabía calentar a otro tipo en la cama y lo hacía de una manera natural, recoriendo con sus manos bien masculinas mi espalda mi pecho mis culo mis piernas.
Levantaba mis piernas con suavidad y firmeza y besaba el interior de mis muslos , mis rodillas, el pubis, y buscaba con su lengua mi pija atrevida y desafiante. Cuando yo ya creía que se la iba a meter en la boca, abandonaba por un momento mi verga y metía su lengua en mi culo como si como abriéndose camino en la maleza, y violando los secretos de mi orto , de mi ser de mi intimidad..
Llovía fuerte adentro y afuera, cuando sin mayores ceremonias, y luego de dilatar mi culo con sus dedos y con una crema y de calzarse un condón, me hizo poner en cuatro en el margen de la cama y comenzó a cogerme, a penetrar despacio por mi agujero , entre mis gritos , mis gemidos, mi deseo de ser poseído, penetrado, cogido. Dolía pero no me aparté: su pija gorda y dura me hacia mal y me hacía bien , y yo entregaba mi culo , lo entregaba en cada baibén en que su pija me embestía , en cada serruchazo, en cada acercamiento a mis misterios y a mi piel .
Le dije "Negrito" quedate a dormir conmigo. Me llamo Norberto. El abrazándome y con una sonrisa pícara respondíó que se quedaba, que quería quedarse para siempre.
Lo miré a los ojos, sin comprender nada. Todo era muy prematuro pero en ese momento yo también quería que se quedara para siempre.
Emocionado, con esa excitación apurada y sin razonamiento de muchos gays como yo, y luego de besarnos apasionadamente le dije.
Quedate, esta es tu casa negrito. El me miró con aquella rara sonrisa que había encendido su cara hacia un rato y contesto entre risas:
Si ya sé que es mi casa, me llamo Nicolás, Nicolás Rosales.
galansoy
Un abrazo a todos como siempre. Espero que este relato les guste y que me hagan llegar sus comentarios. g.