Dentro del laberinto (3: el consejo del anciano)

Un anciano está sentado en una especie de trono en medio de la plazita, lleva un sombrero con cabeza de pájaro que parece más charlatán que él mismo.

Nos ha llevado un buen rato vencer el impedimento de los dos pétreos guardias, que nos cerraban el paso a continuar nuestra búsqueda de Jarret, el rey de los goblins. Inquieta miro el reloj y veo que han pasado ya 5 horas. Entre el rato que me he pasado rodeando el laberinto en el estrecho pasillo que lo circunda, y la húmeda prueba que me han impuesto los guardianes gemelos, parece que no, pero 5 horas son 5 horas. A diferencia de Hagel yo estoy super nerviosa, mal sistema de enfrentarse a un laberinto, pues es calma y raciocincio el que pide este. Vamos dando vueltas y vueltas y en ocasiones me viene la duda de si "¿no hemos pasado por aquí ya?". Pero no hay manera de asegurarlo pues como me han dicho ya unos cuantos personajes, el laberinto cambia constantemente.

Una ligera sorpresa aparece ante nosotros, ligera pero como agobiados por la pesadez de muros vegetales, de piedra y de ladrillo, recibimos con alegría. Se trata de un anciano que está sentado en una especie de trono en una de las plazitas que abundan en el laberinto. Hagel y yo nos acercamos a él, y después de analizarlo y entrever que parece despierto, le digo.

-Sarah: disculpe.

-Anciano: ehm ¿sí?

-Sarah: por favor, puede usted ayudarme.

No es este el que nos responde, sino ante mi sorpresa el pajarraco que lleva de sombrero, que parece ser su vigía pues él parece ciego. Este me responde en una aguda e incómoda voz.

-Pajarraco: ¡greeeec, ohm una jovencita! ¿y quien es ese?

-Sarah: Hagel, mi amigo.

-Pajarraco: pues yo soy Tucán, ¡greeeeec! y este es "mi protegido" el honorable señor de la ventisca.

-Sarah: uy, Ventisca, ¿y porqué le llaman así?

-Tucán: ¡pues porque no hay quien lo aguante ¡ja ja ja! grrreeeeec!

-Ventisca: oh cállate cuervo ¿que puedo hacer por vosotros?

-Sarah: mi hermanito está atrapado en poder de Jarret, el rey de los goblins. Por desconocimiento dije unas palabras mágicas sin saber el poder que tenían estas, y él se lo ha llevado al castillo del centro del laberinto. Me puso de plazo 13 horas para llegar allí y rescatarlo, pero ya ha pasado casi la mitad del tiempo y la cosa se ve parda.

-Ventisca: mmmm, de manera que tú quieres llegar al castillo?¿ mmhmmhm.

-Tucán: ¡menudo poder de deduccion! ¡uuuuuuhhh, ni yo lo habría echo mejor!

-Sarah: cállate por favor, necesito su ayuda pues nadie más en el laberinto, aparte de Hagel, se ve dispuesto a echarnos una mano.

El anciano parece pensar su respuesta con calma mientras se acaricia la perilla.

-Ventisca: a veces, hijita, para avanzar hay que retroceder.

-Tucán: ¡aaaaah! ¿vas a escuchar esa chorrada!?greeeeeeec! es tan estimulante ser tu sombrero!

-Los-tres-a-la-vez: ¡CÁLLATE!

-Sarah: no lo comprendo, por favor explíqueseme un poco mejor porque estoy desesperada.

-Ventisca: pues verás chavita, la vida nos enseña a todos muchas cosas. A veces son buenas y a veces son malas. A veces nos enseña a ser buenos y a veces nos enseña a ser malos. Y a veces lo único que hacen es jodernos.

-Sarah: sí sí, lo entiendo, continúe por favor.

-Ventisca: yo sé el correcto camino que tienes que tomar para, de momento, dirigirte hacia el castillo.

-Sarah: ¡oh! es fabuloso! dígamelo por favor! ¿hacia donde me dirijo?

-Ventisca: ya te he dicho que a veces son buenas las cosas que nos enseña la vida, a veces malas, y a veces lo único que hacen es jodernos, ¿me captas lo que te quiero decir?

-Sarah: ¿pero? me he vuelto a quedar pillada, no acabo de comprender el profundo mensaje que parece deslumbrar de usted.

-Tucán: ¡que te levantes la falda y te pongas a 4 patas, grrrrrrrrec!

Me quedo petrificada unos instantes, pues se me hace difícil comprender que me diga esto. Pero ante el silencio del señor de la ventisca que sigue impasiblemente quieto en su trono, este cobra certeza.

-Sarah: a ver honorable señor, ¿me está diciendo que si me dejo coger por usted, me revelará el correcto camino que debo seguir para llegar al centro del laberinto?

-Ventisca: sí adorable ninfa, si dejas que este pobre y sólo viejo te tome en sus brazos, este te confiará el más preciado y valioso secreto en el laberinto, el camino correcto.

-Sarah: fuuu, pues qué le voy a decir (digo mirando a Hagel) soy propiedad de mis errores y uno de estos me ha condenado a este laberinto. Asumiré mi pena y me pondré a 4 patas ante usted.

-Ventisca: mmmm, así me gusta.

-Tucán: ¡greeeeec, y a mi también me gusta un puñado, como que no lo veía en posición de batalla desde hacía lustros, greeeeeec!

Le susurro un pequeño mensaje a Hagel y le doy algo bajo mano. Este se traslada disimulado y de sorpresa toma la cabeza de Tucán y le amarra el pico con la goma para el pelo que le di, emudeciéndolo como mínimo hasta que queramos.

-Tucán: .g....r.....e......c.....r....g..c....e....

-Sarah: bueno vamos al grano.

En vez de subirme la falda y para hacer más cómoda la sentencia, me desnudo totalmente. Extiendo mi vestido en el suelo para no arañarme las rodillas y me pongo a 4 patas esperando cumplir mi parte del trato. Ventisca se levanta de su trono con cierta dificultad, su sombrero aún parece aullar de rabia, pero solo lo parece pues ese pajarraco sin manos no podrá sacarse la gomita que le cierra el pico sin nuestra ayuda. Me fijo en como se semibaja los pantalones para descubrir un flácido pito.

-Sarah: creo que para meterlo tendría que estar... ni que sea un poco durito.

-Ventisca: tranquila nínfula encantada, ahora verás porqué me llaman ventisca.

No me sorprende, peró, mucho su altanería. Pues contemplo sin miedos como me refriega la sardina en el trasero para irse trempando. A la larga este se acaba poniendo durito, se convierte en una minga ni desinchada ni erecta sino simplemente morcillona. Él me apunta la cabeza en la entrada del sexo y yo me preparo a "la gran follada" que inmagino con una risita esbozando mis labios. El pene, a duras cuestas, se acaba metiendo dentro. Un débil gemido se escapa de mis labios pues aunque inerte, no deja de ser un miembro viril y esto dicta sus normas.

-Sarah: ..oh..

El señor de la ventisca tira hacia atrás todo lo que puede (sin despenetrarme) y vuelve a avanzar pero esta vez con furia.

-Sarah: ¡ooooooh! mmmmm, esto no me lo esperaba.

-Ventisca: y muchas más cosas que no te esperas.

Obedeciendo a su amenaza me ataca el trasero unas cuantas veces más, durante ellas noto que el morcillón pene que me introdujo al principio ha ganado tamaño. Ello convierte nuestra cojida en una cosa más bien normal en la que yo, como adolescente que soy, gimo y suspiro a la vez notando como una recia extremidad masculina se mete en medio de mi entrepierna.

-Sara: oooh, ooooh, oooh, quien lo iba a decir mmmm, oooh, ooooh.

Poco a poco la intensidad de la amatoria va subiendo de grado. La cadera de Ventisca se une a la mía como se unen mano y guante. Aún después de metérmela toda, juega un poco moviendo de lado a lado haciéndome aullar de vicio. Mis manos se han cogido a las suyas que me toman de la cadera, para pedirle.

-Sarah: ¡mássss, mássssss!

El ritmo de la cogida ahora es un verdadero ciclón, su cadera impacta con furia contra mis nalgas haciendo ese tenue ruido de bofetón.

-plas-plas-plas-plas-

Yo aullo hasta quedarme afonica y sobrepasar las paredes de como mínimo 100 metros de laberinto. Si Jarret está por aquí se morirá de celos pienso. Esa palabra "celos" me hace recordar que Hagel aún estará por aquí. Entre acometida y gemido giro la cabeza a ambos lados y lo acabo descubriendo como con despreocupación revisa una planta situada al lado de la fuente. Descargada de culpa regreso a mi polvo y vivo receptiva esa que al principio quería pasar como penitencia, pero que ahora se ha convertido en pecado de carne.

El pene de Ventisca debe de ser ahora como mínimo del doble del tamaño que fue al entar. A cada una de sus entradas en mi vagina, desplaza este mis prietas carnes íntimas transfiriéndome la ganas que tiene él de follar, con las ganas que tengo yo de ser follada. Incluso a las últimas, en el momento de su ataque, yo retrocedo mi pompis para sentir con la máxima violencia la intromisión del pene dentro de mi. Ya lo decía al principio; que a veces para avanzar hay que retroceder.

-Sarah: ¡córrete, córrete cabrón!

Las palabras mágicas parecen tener su efecto. Tanto los suspiros del anciano como sus apuradas acometidas me revelan lo que instantes después siente mi conducto vaginal, que se está corriendo. Yo siento ya con agotamiento esos riachuelos de leche que se acaban escapando de mi raja y se escurren por mis piernas. Cuando ambos vemos que no hay más para aprovechar de la relación, nos separamos y arreglamos, yo con mi vestido y él apenas subiéndose los pantalones.

-Sarah: bueno, me debes una, ¿hacia donde?

-Ventisca: estéis donde estéis, si miráis al cielo, siempre veréis dos nubes que se acercan entre ellas. Ir siempre en dirección a esas nubes. A veces os errará, pero la mayoría de veces la dirección es la correcta, por lo tanto acabaréis encontrando vuestro destino, ¡he dicho!

-Sarah: bueno pues, a ver si es verdad. ¡Hagel! ¿donde estás?

-Hagel: ¿euh? estaba revisando esta planta que creo que necesita menos sol, bueno, ya me encargaré otro día, vamos.