Dentro del Laberinto 21-22: El piso exterior

El Héroe alcanza el décimo piso, donde se encuentra la milenaria gran ciudad estado de Vhae Dunking.

[Igualo la numeración con mis manuscritos, es el capítulo 22. Se lee mejor con modo vista para impresión y modo vista simplificada del navegador]

DENTRO DEL LABERINTO XXII: EL PISO EXTERIOR

Un Ferally Rojo derrapó ante mí, y el conductor con gabardina se asomó y me miró a los ojos: era un gato negro que me habló y dijo:

—¡Sube, deprisa! ¡No hay tiempo para explicaciones!

Me monté en la parte de atrás porque el perro copiloto me dio un dogcoin de latón dorado y no quiso cambiarse de asiento. En la radio sonaba Mr. Sandman, y un hombre rubio con gabardina a mi lado comentó:

—¿Algo intenta decirme alguien?

—Nos dirigimos a una trampa —le contesté.

Desperté con sudores fríos. Mientras recuperaba el aliento comprendí que había tenido pesadillas. Un destello de Mary convertida en un cadáver blanco como la porcelana desfiló por mi mente, y desapareció. Me senté y el cubo flotando sobre mi cabeza me habló.

—¿Se encuentra bien, amo? Ha tenido pesadillas.

—Despiértame la próxima vez que suceda. Tengo la sensación de no haber descansado nada.

Mi estado de ánimo no era el mejor. Sabía lo que había pasado. Mis preocupaciones y mi sentimiento de culpa, pospuestos concentrado en avanzar, me asaltaron como el torrente liberado por una presa destruida por un meteorito. La corriente había arrasado la aldea en la que vivía.

—No me siento bien, Adhae Mory.

—Adhae Mory es sólo el cubo, de tipo inventario, escudo y transporte. Yo soy un orbe de la ciudad de Vhae Dunking. Mi nombre propio ya me lo ha asignado, y es «Robot». ¿En qué puedo ayudarle, amo?

—¿Por qué no me dijiste que nos fuéramos en cuanto Tom desapareció? Continuar fue un error; ahora podríamos estar en casa, a salvo. Que le den al laberinto. Sólo lo usaba para conseguir juguetes sexuales. Tengo más sexo del que puedo desear, entre Vicky y Mary. O… lo tenía.

Me tapé la cara con las manos, acongojado. Sollocé.

—Amo, Tom El Gato podría haber vuelto a invadir su hogar en cualquier momento. Y tal vez la siguiente ocasión no lo hubiera puesto de su lado. Había que aprovechar el momento. Se ha vuelto mucho más fuerte.

—¿De qué me ha servido?

—Las posibilidades de victoria o supervivencia han aumentado si vuelve a ser asaltado fuera de La Mazmorra.

—He perdido a Mary, Robot. Es culpa mía. La arrastré conmigo y ahora está muerta.

—Sólo está maldita, y con tiempo para revertirlo.

—¿Estás seguro de eso?

—No.

—…

—¡Pero ya ha salvado a su amiga Susan!

—Era mi responsabilidad, creo. Entró por culpa del espejo que yo cogí, a través de mi casa. Vino a investigar sobre mi influencia sobre su amiga Mary. Pero no es mi amiga. En realidad apenas la conozco. Fui manipulado por el espejo. O el collar. Lo que sea, ya no me acuerdo. No me importa esa mujer. Pero Mary sí. Y Vicky, pero gracias al cielo está a salvo en su casa.

—Parece que ya se ha recuperado lo suficiente. Su estado emocional se ha estabilizado.

—De eso nada.

Entonces me dí cuenta de que ya me había puesto en pie, y había dejado de llorar.

—Si puede continuar, creo que le interesa aprovechar cada minuto que quede para revertir la maldición de su amiga.

—Gracias, Robot. No habría llegado tan lejos sin ti. Mi emblema tatuado de suerte, y el yelmo de suerte, no son comparables.

—No estoy diseñado para sentirme halagado.

—Pues te he notado temblar en el aire. Vamos.

Doblé la esquina y me dirigí directo a la salida. En esta ocasión el paso al siguiente piso era obligatoriamente por uno de los portales azules con espirales iridiscentes. Seguía habiendo dos, y sabía cuál llevaba de vuelta a los mercaderes. Inspiré hondo, y di el paso.

Mi pie se detuvo en el aire. Trastabillé y me quedé quieto.

—¿Amo?

Sujeté al cubo, que estaba a punto de cruzar.

—Espera. Creo… creo que pasa algo. Algo malo.

—¿Es su instinto de explorador? Tal vez haya una trampa al otro lado, pero no consta en los registros. Normalmente todas las entradas tienen un área despejada en todos los pisos.

—Pero el reyezuelo de este sitio no para de hacer trampas.

Decidí cruzar con cuidado, lentamente y sin separarme del portal, lo justo para pasar.

Mi pie se echó atrás por reflejo, como si me hubiera quemado un dedo. Chasqueé la lengua. Intenté asomar solamente la cabeza durante una fracción de segundo, pero fue como si un calambrazo recorriera mi espina dorsal; se me arqueó la espalda y se me aceleró el corazón. Sentí pánico por un instante, como si acabara de jugarme la vida. «¿En qué estabas pensando, idiota? ¿Sospechas que hay una trampa y pretendes meter la cabeza en ella?».

Entrecerré los ojos. Fruncí el ceño. Desplegué el inventario del anillo mágico que encontré en el castillo. Cogí un trozo de carne ahumada y salada de los mercaderes, y la lancé al portal.

Dos segundos después fue escupida de vuelta, convertida en pulpa triturada. Me quedé blanco del susto, mirándola fijamente.

—Tiene buenos sentidos, amo.

—Esto no es sólo una trampa —tragué saliva y recordé la canción: «Mister Sandman… take me a dream…»—. Algo intenta decirme alguien. Hay una emboscada al otro lado. Quizá la trampa es un hechizo preparado por ellos. La sensación es parecida a las trampas, pero diferente. Es la primera vez, y no supe distinguirlo. Pero estaba ahí, en el fondo de mi mente, como un pequeño picor que ignoras al principio.

Recordé el gato negro que conducía. Simbolizaba abrirse camino a través de la mala suerte anunciada por su mera presencia, y el Ferally serviría para correr más que mis perseguidores.

—Su percepción ha alcanzado un grado especialmente alto.

—¿Anormal?

—Sí. El hecho de que perciba emboscadas además de trampas, de enemigos probablemente muy poderosos, haciendo trampascomo usted dice, enviados directamente por Él… y lo más importante, desde otra dimensión, lo pone muy cerca de la cima. Probablemente porque parte de su estilo de lucha se basa en observar y esperar, de forma inteligente y con prudencia, analizando y buscando el momento adecuado. Ha reforzado su atributo de percepción por encima de los demás.

—¿No debería ser la inteligencia o algo parecido?

—No es mago. Como clase explorador tiene bonus en ese atributo. Crece más rápido.

Recordé cómo en el castillo, antes de encontrar a Mary y el segundo vampiro, había comenzado a percibir auras en torno a algunos enemigos. Aunque intentaba ignorarlas para no distraerme, según el cubo me darían información a medida que aprendiera a leerlas. En aquél momento sólo me aparecían con los minijefes y jefes de zona. Aunque era la primera vez que aparecía una categoría incluso por encima, los vampiros.

Lo primero que aprendí a interpretar era el color: el vampiro que transformó a Mary tenía un aura roja que creció al enfurecerse, como si estuviera en llamas. No la veía con mis ojos, sino con mi mente, pero en aquél momento me daba igual.

—Robot, en el piso 7 vi con aura roja al vampiro.Su aura crecía bruscamente cuando preparaban un ataque especial. En cambio el gusano gigante blindado de las minas, el que evitécorriendo, tenía aura naranja.

—Sin duda su nivel era mayor que el suyo, amo.

—Eso mismo pensé, no había más que ver lo que imponía. Hice bien en bloquear la puerta antes de ponerme a investigar el lugar más profundo del castillo.

—Pero casi me rompo.

—Pero no era el gran portón que separaba la zona de paso del resto del castillo, así que acerté utilizándote. A lo que iba: otros jefes de zona menos poderosos tenían aura verde, saltándose el amarillo si seguían la escala del arcoiris, lo que me hace pensar que el gusano era un «jefe opcional», y que no se supone que los aventureros deban vencerle ni a él ni a los vampiros. Pero existen como desafíos para los que lleguen muy lejos, tal vez para los que completen el Laberinto.

—Supongo que es una forma de verlo, pero es subestimar la dificultad de La Mazmorra.

—Los minijefes tenían aura azul claro. En el piso 8, más fácil, vi por primera vez auras de del menor rango del arcoiris, violeta.

—Lo recuerdo. Los vio desde la colina, en el cementerio. Le advertí que los esqueletos eran peligrosos, sobre todo por su constante regeneración. Ponen a prueba el aguante de cualquiera.

—Creo que percibo el nivel respecto al mío con los colores del arcoiris. Sin aura significa que es muy débil.Ylos esqueletos de troll y los de piromantes tenían auras de color añil, un escalón por encima del violeta.Igual que los minijefes habituales de los pisos 8 y 9.

—Pero no es tan importante conocer su nivel. Yo puedo avisarle si debe evitar un combate.

—Prefiero ser independiente. También me he dado cuenta es de que todas las auras crecen cuando preparan un ataque especial.

—Suena muy útil.

—Si el amarillo es el color intermedio en el arcoiris, ¿significa que yo soy amarillo? Eso explicaría que naranja y rojo sea mayor nivel que el mío, y los colores fríos menor nivel.

—Parece probable. Que para usted el esqueleto piromante sea débil es lógico, pero recuerdo su ataque especial. Sin protección específica contra magia de fuego, aquél hechizo puede aniquilar un grupo entero del sexto piso. Y sin hacer impacto directo, tan sólo con su daño en área. Es un ataque de nivel jefe de zona oculto en lo que parece un esqueleto cualquiera. Está hecho para pillar desprevenidos a los aventureros. Así que por eso reaccionó a tiempo, vio crecer su aura.

—Eso es. Y después fue fácil vencerlo, como a los demás esqueletos, por mucha regeneración que tuvieran. Si no podía consumir sus puntos de salud, simplemente tenía que anularles.Por esousé las semillas encantadas en contra de tus consejos

—Lamento haberme equivocado. Nadie las usa contra ellos en los registros históricos.

—Ya viste que tenía razón.Las ataduras de rosal que crean en segundos alimentándose de maná tienen que ser la pesadilla de los magos. Y todos los esqueletos, hasta los guerreros, tienen un montón de maná para su regeneración y para mantenerse «vivos». Aunque seguramente son marionetas.

—En efecto, los magos mediocres o débiles, y los que no son de tipo combate, temen armas como esa cerbatana de semillas pegajosas. Cuando alguien las usa contra los magos se les ataca por la espalda, la semilla se adhiere a la túnica, y al mismo tiempo que el drenaje de maná les cancela los hechizos, las raíces crecen tan rápido que para cuando se dan cuenta no tienen tiempo de reaccionar. Y además les costaría estabilizar su maná para recitar un hechizo. Pero siempre lo intentan, lo que aumenta el robo de maná, así queen seguida quedan envueltos y atados por completo, haciendo imposible conjurar nada al multiplicar la velocidad de extracción de maná. No les da tiempo a moldearlo.

—Y además les consume sus reservas internas. Refréscame la memoria, ¿aquellas armasde semillas eran una recompensa del Laberinto?

—No. Esas cerbatanas eran armas enemigas, con sólo una semilla y un disparo. Los enanos negros tenían una cada uno como arma secundaria. Era su ataque especial, neutralizar a los magos de los equipos de aventureros. Pero usted se dedicó a acumular todas las que pudo de cada enano vencido.

—Cierto. Acaparo tanta basura de todo lo que venzo que ya me hago un lío. Como eran desechables, con sólo un disparo, no les di mucha importancia, a diferencia de la ballesta de Mary. Gasté casi todas las cerbatanas contra los esqueletos. Los zombis fingen morir y luego se regeneran, pero como sacos de boxeo resisten mucho menos, así que no hacía falta. Y sus piromantes tenían ataques más débiles, sólo ellos tenían aura, y era violeta.

Aproveché y saqué del inventario trastos inútiles que no había podido vender a los mercaderes. Los deseché como basura alrededor del portal.

—¿Qué relación guarda la cerbatana de semillas con esta emboscada? —preguntó el cubo—. Parece una extraña asociación de ideas.

—Justo antes de cruzar el portal, Robot, primero dispararé semillas. Probablemente al otro lado haya una trampa mágica, como dices, así que al alimentarse de su maná bruscamente, el hechizo se debilitará o interrumpirá. Mientras tanto la zona se llenará de zarzas al ser disparadas directamente contra un campo de maná, un hechizo estático. Un festín para las raíces. Los magos que hay al otro lado se asustarán al reconocerlas y de inmediato llenarán la zona conmagia de fuego de alto nivel, lo bastante potente para que las zarzas no tengan tiempo de absorber su energía, siendo su punto débil el daño por fuego. Eso les hará gastar mucho maná de golpe y el calor les hará retroceder a ellos y a sus compañeros no magos. Romperé su formación y su posicionamiento.

—Suena inteligente. ¿Pero entonces qué? Un muro de fuego en lugar de una trampa trituradora, y más allá los mismos enemigos preparados para emboscarle.

—Entonces usaré esto.

Le enseñé el anillo de fuego y me lo puse. Era una versión mejorada del que adquirí en los primeros pisos. Al activar su defensa contra el fuego (la habilidad activa que consume su maná, no sólo el bonus pasivo), en teoría podía meterme, al menos durante unos segundos, en lava.

—Robot, con esto bastará para entrar y salir viendo la situación, y si veo una oportunidad, esprintar y avanzar.

—Entiendo… yo también puedo resistir unos segundos de llamas dentro del cubo.

Recordé el sueño de nuevo.

—Y Tú serás mi Ferally, me llevarás a máxima velocidad consumiendo todo mi maná. Sé que tu velocidad básica no lo consume, y que es muy ineficiente transportar mucho peso o desplazarlo muy rápido, pero creo que es justo para momentos como este. Esquivarás todos los obstáculos y los dejaremos atrás. Serán maniobras evasivas con la mayor velocidad que puedas —pensé en el gato negro—. Soy el que ha traído la mala suerte a Mary y a Susan, pero voy a intentar arreglarlo. Y tú me ayudarás.

—Amo, desapruebo esa táctica. Si realmente son un grupo enviado por El Amo, le superan en número y poder. Serán fuerzas de élite.

—¿Qué hay de los niveles?

—Usted ya ha alcanzado el nivel 62, pero la élite en torno al Amo debería ser superior.

—¿Por mucho?

—En realidad no. Se rumorea, pero no está confirmado, que nadie puede superar el nivel del amo vigente de La Mazmorra. A menos que sea seleccionado para ello.

—¿Seleccionado por quién?

—Por La Mazmorra. Elegido para desafiar al amo actual. Es la única forma de obtener más poder que él.

—No es momento de distracciones. Podrían pasar a la ofensiva en cualquier momento, aburridos de esperar. Lo importante es que con mi nivel tengo maná suficiente para dejarlos muy atrás, ¿cierto?

—No creo que sea suficiente para un minuto de vuelo a velocidad máxima.

—¿De verdad crees que invirtiendo en ti el 100% de mi maná, menos 5 segundos de protección contra el fuego, no podremos darles esquinazo… dentro de un laberinto? No se trata de perdernos en el horizonte, sino de que no nos encuentren.

—Es demasiado arriesgado.

—Mientras no puedan romper paredes para cruzar en línea recta, no importa. Y ya me dijiste que no estaba permitido hacer eso, aunque tuviera el poder necesario para romper las protecciones de los muros.

—Le aconsejo que no lo intente. Retroceda. Está usted solo.

—Pero tengo el emblema y el yelmo de la suerte, y te tengo a ti.

—Pero…

Lo ignoré y agarré 3 cerbatanas en cada mano. Me reservé sólo dos. Las disparé al portal una tras otra tan rápido como pude, en diferentes direcciones.

Todo el plan se desarrolló como había planeado.

Durante la huída, al otro lado de las llamas, noté que sus auras eran de color naranja. Lancé algunos items que proporcionaban nubes de humo para estorbarles en sus ataques a distancia justo antes de elegir camino en la primera bifurcación. Era una enorme sala la entrada al décimo piso, como la recepción de un castillo. Eran 4, uno de ellos con dos espadas en la espalda, y otro claramente un mago, pero para mí fue la primera vez que veía una criatura invocada: justo antes de que el humo obstruyera mi visión, justo antes de que el cubo eligiera entre la derecha y la izquierda, vi al mago conjurar un portal verde en el techo.Una enorme pierna gris cayógolpeando el suelo, y justo después la otra, con otro estruendoso golpe. Provocaron un pequeño terremoto que hizo titilar las antorchas de los pasillos.Comprendí que era un gigante que tendría que luchar a 4 patas, gateando, llenando por completo las salas, obstruyendo el espacio para maniobrar contra él. Y lo peor: tendría la fuerza para tirar abajo las paredes arrasando todo a su paso.

El cubo dobló varias esquinas más, pero entonces oímos las paredes derrumbándose. Miré atrás y vi su enorme y fea cabeza de cíclope, atravesando pared tras pared a cabezazos.Su aura roja era un manto de llamas que me gritaba que estaba a punto de morir.

Le lancé una bola de fuego al ojo y lo hice detenerse unos segundos, quejándose del dolor.

—¿Romper el laberinto no es trampa? —me quejé al cubo mientras me tapaba la cara del viento.

—Podría ser castigado si fuera un aventurero, pero no lo es —respondió mientas hacía zig zag esquivando obstáculos y monstruos. Agarrarme con fuerza no era un problema, pero era preocupante que mis piernas se balancearan como la cola de un cometa. Podría chocar contra algo, así que las flexioné para reducir la silueta.

—Pero entonces es una fisura en las reglas, Robot. Si invoco a un gigante, yo también puedo romper las paredes sin que cuente como trampa.

—Es posible. A menos que ese mago sea castigado y no lo sepamos.

Dejamos atrás todo tipo de criaturas, una destilería que el cubo me dijo que había sido usada por contrabandistas, una sala de calderas para una secta que rezaba en el Laberinto, y finalmente llegamos a una iglesia, una gran estructura que iba más allá del alto techo de aquella zona. Destruí la puerta de madera con una bola de fuego —lo que quitó un par de segundos de alta velocidad—, e hicimos una brusca frenada que casi hizo que me cayera.

Entonces subimos a toda velocidad por el hueco de unas grandes escaleras hasta la cima del campanario. Al llegar arriba esquivamos la campana, mis piernas la golpearon (y me dolió), y por fin salimos al exterior.

El sonido de la campana golpeada despertó a un montón de estatuas de piedra, que se rompieron y se convirtieron en gárgolas que nos persiguieron volando. Pero mientras consumiera mi maná, el cubo era más veloz que ellas. Su aura era añil, justo por encima del violeta.

Entonces mi maná se agotó, y nos movimos sólo por inercia. Así salimos del territorio de las gárgolas. Después aterrizamos, lentamente. Estábamos en espacio abierto, en la superficie de otro mundo, fuera del Laberinto.

—¿Hemos cruzado a uno de los mundos conectados, como cuando Mary y yo vimos un planeta con dos lunas, una roja y otra verde?

—Sí, pero el territorio cercano es parte de La Mazmorra. Está sometido a su magia. Es parte del décimo piso, igual que los sótanos que hemos dejado atrás. Algunos eruditos sospechan que es para tentar a los aventureros a abandonar mientras todavía sigan vivos, habiendo llegado muy lejos. Es útil si se les ha cerrado el camino de vuelta en el primer piso.

—Así que no hay que buscar ningún pasadizo secreto a otro mundo, ni resolver un acertijo: te lo ofrece directamente.

Miré la fachada de una gigantesca muralla de piedra negra y la señalé.

—Eso es la milenaria ciudad de Vhae Dunking. El material de sus murallas absorbe la magia de los ataques. El fuego de un dragón podría derretirlo, pero tardaría en hacerlo. Igual que un ariete tardaría en derribar el portón. Mientras tanto atacarían al dragón. Lo hicieron, de hecho.

—Parece bastante impresionante.

—Lo fue. Sin embargo, ahora es decadente y medio en ruinas. Antaño fue la más majestuosa y poderosa ciudad de todos los reinos conectados con La Mazmorra.

—Una ciudad estado, entonces. ¿Tienen algo que ver con la creación del Laberinto?

—No. La ciudad y su conocida influencia son posteriores a este.

—Influencia diplomática entre dimensiones… un reino sin ejércitos de conquista. Imagino que por los «sabios» y su comercio mágico. Todos querían tenerla de su lado, ¿cierto?

—Así es.

—¿La ciudad está dentro del territorio del Laberinto?

—No, y el paso es libre. Cualquier aventurero o «tolerado»de La Mazmorra puede entrar y salir de la ciudad. Durante dos mil años esto fue el campo de entrenamiento de los guerreros del reino de Adhae Dunking.

—¿Adhae Mory fue el fundador del reino alrededor de la ciudad?

—Correcto, en un radio de más de 100 leguas.

—¿Más de 1.000 kilómetros de diámetro?. No está nada mal para una civilización medieval. Menos mal que era sólo una ciudad estado… ¿«influencia», eh? Apuesto a que delegaban en gobernadores títere. Un gobierno cultural, diplomático y económico. Si hubiese sido bélico hubiera caído mucho antes: las victorias van y vienen en las guerras. ¿Pero por qué un artefacto típico de la ciudad se llama como su rey fundador?

—El primer cubo Adhae Mory fue creado por un artesano y mago extranjero. Fue un regalo para obtener su favor y protección. Era perseguido en su propio país. Su obra maestra la llamó como el rey que le dio asilo, en su honor.

—Entonces fue una moneda de cambio por protección, no un regalo.

—Es política, mi amo. Eufemismos.

—¿De quién huía? Si acababan de empezar no podía buscarse enemigos fuertes.

—Hay contradicciones, pero no de un ejército. Se dice desde que era un moroso hasta que se había acostado con la esposa de su señor.

—Los señores tienen ejércitos.

—Según otras fuentes, no era su señor, sinoun rico mercader mecenas de sus obras.

—Y se acostó con su esposa…

—Sí. En eso coinciden varios historiadores.

Observé el terreno a mi alrededor. Estaba harto del Laberinto. Quería ver lo que había más allá.

—¿Pues sabes qué te digo? Vamos a ver la ciudad.

—Hace 5 minutos estaba impaciente por atravesar el portal…

—Hace 5 minutos no sabía que iba a encontrarme con un lugar en el que descansar en condiciones. No he hecho turismo en mi vida. Y se me ocurre que puedo volver a comerciar, por lo que dices aquí está lo mejor de lo mejor.

—No es como antes.

—Perono me fío de aquellas sabandijas. Seguro que aquí podré mejorar mi equipamiento —me puse a andar en círculos, pensando rápido—. Puedo intercambiar cantidad por calidad. Tengo como para vestir a otros 5 compañeros. Dejémoslo en 3. Dijiste que 4 era el número más eficiente para el Laberinto.

—Sí, siendo uno de ellos prescindible. Es un buen reparto de niveles a cambio de la ventaja numérica.

—No habrá nadie prescindible, pero tal vez quiera rescatar a más personas además de Mary. ¿Tienen defensas antiaéreas? —pregunté contemplando la ciudad sobre las murallas, a dos kilómetros de mi posición. Me senté sobre el cubo y le hice elevarse.

—Sí, pueden repeler ataques aéreos con facilidad. Y le advierto que a nadie le gusta que sus visitantes entren por la ventana de su casa, por muy buenas intenciones que digan tener.

—Bien cierto. Oye, Robot, se me ocurre que los magos de esta ciudad tenían que ser increíbles para desarrollar inteligencia artificial tan elaborada como tú.

—Pero amo… yo no soy «artificial».

—¿Qué?

—Mi núcleo es un alma capturada al ejecutarme.

—¡No!

—Era un elfo azul de esta ciudad. Me condenaron a muerte. Y a servir tras mi muerte hasta que el hechizo se consuma.

Me estremecí.

—Dura 838 años terrestres —añadió.

—¿Qué hiciste para recibir semejante castigo?

—Formé parte de una rebelión. Hubo muchas durante tantos siglos de Historia. Servir como herramienta lo consideraban un castigo tan ejemplar como irónico, amo.

—¿Y cómo acabaste siendo una recompensa para aventureros? Creía que eran creadas por el Laberinto.

—La ciudad de Vhae Dunking hace ofrendas al La Mazmorra el primer día de cada año. Depositan sus regalos en el altar del templo que hemos atravesado, y se marchan tras una oración. Creen que así previenen una invasión a la ciudad. Temen que La Mazmorra les ataque con hordas de monstruos si en algún momento quiere ampliar su territorio.

—Así que construyeron este sitio precisamente aquí, justo delante de una zona plagada de monstruos, y lo veneran para que no les ataquen.

—Cuando era una pequeña aldea lo consideraban un lugar disuasorio, nadie querría venir a buscar problemas.

—No me imagino a gente corriente haciéndolo, sino a bandidos buscados. Pero pasaron los años, prosperó y creció. Entiendo. Y de paso entrenaban contra monstruos. ¿También consiguieron el mejor ejército del mundo? Si podían subir de nivel con calma durante años…

—No. La capacidad de subir de nivel depende de ser aceptado o invitado. Los guerreros eran ignorados, simplemente tolerados. Y de vez en cuando algunos eran rechazados y asesinados. Generalmente le sucedía a los criminales a los que condenaban a alistarse forzosamente. Así que se extrapoló a que «algo habrán hecho» con los que eran inesperadamente aniquilados por un torrente de monstruos reforzados, buscándolos sólo a ellos y sin contenerse.

—Así que normalmente se contienen. Es importante saberlo. Pero más importante es que el Laberinto puede juzgar a las personas, según lo que dices.

—Sí, pero no está claro qué es lo que valora. Cuando los guerrerostolerados durante añosintentaban cambiar depiso, eran desintegrados por los portales.

—Así que hay otro para cruzar al piso 11. Y los portales sirven para filtrar a los no invitados.

—Así es.

—¿Cómo pueden saber si han sido realmente invitados?

—La marca de nivel, amo. Usted la tiene; ellos no. Eso indica ser invitadoo aceptado como acompañante: obtener el poder de evolucionar. Pero luego están los que La Mazmorra atrae activamente, aquellos que realmente le interesan. Invitados especiales.

—¿Lo dices por mí? Comencé sólo, así que no debería ser «acompañante». ¿Pero cómo puedo saber si soy invitado «especial»?

—Hay varios indicios. Por ejemplo, sigue vivo a pesar de estar solo.

—No estoy solo, te tengo a ti, elfo azul. No puedo seguir llamándote Robot. ¿Cuál era tu nombre en vida?

—Se me prohíbe decirlo. Es parte del castigo.

—Cabrones.

Sentí el viento en la cara y vi a lo lejos algo parecido a un halcón volando en picado para cazar un ratón. Con mis sentidos aumentados pude ver fácilmente cómo lo atrapaba, con precisión y elegancia, como un gato, y alzó el vuelo de nuevo sin rozar el suelo.

—Ahora puedo predecir emboscadas, compañero. Ataques sorpresa, no sólo trampas. Si yo hubiese sido aquél ratón me hubiera anticipado al depredador.

—¿Qué ratón? Y por favor, llámeme «Robot» en vez de «compañero». Me da vergüenza.

Me reí. Observé la muralla del Laberinto, menor que la de la ciudad y de piedras grises corrientes. Por primera vez descubrí que mis sentidos aumentados de explorador me permitirían cartografiar con mucha más precisión, porque ahora podía medir con exactitud. Entre el foso de la ciudad y el muro del Laberinto había un camino de 15,1metros de anchura media, transitado por carros de mercancías, con algunos lugares más estrechos por desprendimientos de tierra hacia el foso. El muro del piso 10 del Laberinto tenía una altura de 5,48 metros, algo que podría saltar ágilmente cualquier aventurero capaz de llegar tan lejos. La muralla de la ciudad se alzaba 29,47 metros desde el camino hasta las almenaras, sin contar con la escarpada pared vertical si bajabas al foso.Supuse que serían 7 u 8 pisos de altura en la ciudad, y otros 3 de sótano para el foso. En aquél momento me resultó bastante impresionante una construcción tan avanzada. Estábamos a la sombra de la gigantesca muralla, y sería así la mayor parte del día, porque el Laberinto estaba en el lado norte.

—Ha sido reformada varias veces, no siempre fue tan alta —dijo el elfo azul anticipándose a mi pregunta.

—Eres listo además de observador, elfo.

—Gracias, amo. Pero prefiero que siga llamándome Robot. O cubo. Incluso Orbe. No me gusta recordar mi pasado.

Comprendí que le causaba dolor, y también que habían pasado muchos, muchos años desde que le ejecutaron.

—Si el primer cubo Adhae Mory no tenía un orbe como tú, ¿quién fabricó el primero? Tuvo que ser después, si estaban diseñados para meterse dentro y controlar los cubos.

—Prefiero no hablar de eso, si puede ser.

—Lo siento.

Presté atención al observar mi entorno y enfoqué mis sentidos de explorador: El foso que rodeaba la ciudad medía 8,47 metros de anchuramedia, con estacas al fondo; estaban clavadas en la tierra, amenazando a los invasores que intentaran escalar a mano o con escaleras, en caso de que la caída por sí sola no bastara. Vi restos de esqueletos casi enterrados, cubiertospor sedimentos arrastrados por el viento, y por la lluvia sucia que corriera por las murallas. Al fijarme en los huesos supe su antigüedad aproximada y la especie a la que pertenecía, humanoides inteligentes que en versión artificial e idiota me había encontrado en el piso anterior.

Hice que el cubo aterrizara y caminé hasta el portón levadizo, abierto sólo de día. Los dos guardias lanceros tenían un aura añil como las gárgolas, así que eran de un nivel muy inferior al mío, pero no tan débiles como un simple zombi piromante y regenerador de aura violeta. Pero tener aura indicaba que eran peligrosos, y que fueran personas reales les otorgaba inteligencia. Recordé algunos monstruos que nos cruzamos durante el sprint volador y sus distintos colores, ninguno superior al añil a parte del cíclope gigante. En aquél piso no había visto nada entre añil y rojo, pero en el séptimo estaba el gusano con aura naranja.

—Saludos —dije ofreciendo mi mejor sonrisa—. Soy un aventurero extranjero. Voy de paso por el décimo piso del Laberinto.

Se miraron escépticos.

—El «Laberinto», ¿eh, chico? Nadie la llama así —me alegré de que la magia traductora siguiera funcionando en el exterior, como con la bruja en aquella montaña nevada del planeta de dos lunas.

—Lo sé, la gente lo llama «Mazmorra», pero yo lo llamo así.

Me miró como si le tomara por tonto y echó a andar hacia mí. Su actitud era la del policía a punto de pedirme la documentación para ponerme una multa. Mientras tanto el otro se había acercado al cubo, con toda la avidez de un carterista en una fiesta de nobles borrachos. El más cercano a mí se disponía a hablar cuando levanté la mano enseñándole la palma con mi nivel. El otro también la vio.

—Lo digo en serio —insistí—. Estoy recorriendo el Laberinto.

Se quedaron paralizados y estupefactos, mirando fijamente mi palma. Luego retrocedieron asustados, corriendohasta detrás de la base del portón levadizo, y comenzaron los gritos.

—¡62, es un 62!

—¡Alarma, alarma total! ¡Un 62! ¡62!

Oí mujeres chillando a lo lejos, y luego un tumulto de voces y carreras. Los vigilantes tomaron posiciones tras el eje de la puerta levadiza, pusieron sus lanzas en ristre, y parecían dispuestos a morir para parar la embestida de un ejército invasor. Nunca me había sentido así, y no me gustó. Miré al cubo sin saber qué hacer, allí plantado sobre la gran puerta de madera. Otros 4 guardias vinieron corriendo con espadas y escudos preparados, y otros dos estaban conjurando hechizos defensivos y de apoyo; supe que lo siguiente sería pasar a la ofensiva para abrir brechas y crear oportunidades para los de corto alcance.

La puerta de barrotes tras ellos cayó a plomo y se clavó en el suelo, cerrándome el paso y protegiendo a la ciudad del invasor. El primer intento de repeler el ataque dependería de aquellos 8 hombres. Caminé hacia atrás y les hice saber que me iría. No sabía cómo parecer lo menos amenazante posible, así que probé a levantar las manos como al ser arrestado.

—Vale, vale, ya me voy. Sólo quería comerciar y dormir en una posada un rato.

—¡Maniobra número 3! —gritó uno de los magos, seguramente el cabo, y noté que comenzaba a conjurar un ataque. Ya estaban protegidos por armaduras de maná y una barrera que reforzaba los barrotes para que nada pasara entre ellos.Al analizarlos pensé que si eran 8, los dos magos tendrían un rango por encima de un soldado raso, porque estarían en retaguardia para observar y tomar decisiones de conjunto, y se suponía que los magos eran estudiosos e inteligentes, así que estarían formados para tomar decisiones.

—Robot, son dos equipos de 4, con uno en cada equipo siendo «prescindible». Esos son los lanceros: el primer muro de carne para detener la embestida; les corresponde crear una oportunidad para los espadachines con escudo, mientras les apoyan los magos.

—Coincido.

Al mismo tiempo que lo dije, había conjurado mi propia barrera bloqueando toda la superficie entre el suelo y el techo de la entrada. A la vez que contestó el orbe, la lluvia de fuego del mago fue cancelada por él justo a tiempo para no calcinar a sus compañeros en aquél compartimento cerrado. Los otros tardaron unos segundos en comprenderlo, pero cuando lo hicieron sus rostros lo reflejaron claramente, clavando sus miradas furiosas en el piromante. Sólo el mago que casi lanzaba el hechizo estaría protegido contra sus propios efectos. Estaban furiosos por lo que podría haber sido, en lugar de agradecidos por lo que fue y sus buenos reflejos.

—Pero el aura no indica el poder de sus artefactos —añadió tras una pausa—, así que no los subestime. Ni a su inteligencia real, no son marionetas de La Mazmorra.

Torcí el gesto al recordármelo. No quería luchar contra personas reales. Agarré el cubo y eché a correr empujándolo. Con nivel 62 en pocos segundos estaba fuera del alcance de los magos, fuera lo que fuera que planeaban. Esperaba también estar fuera del alcance de sus armas mágicas. En aquella ciudad serían especialmente peligrosas, como acababa de advertirme mi compañero.

Entonces oí los latigazos sobre mí y tardé un momento en reconocer el sonido, que desde entonces memoricé: era como sonaban los arcos al destensarse sus cuerdas y disparar las flechas, seguidos inmediatamente del silbido de los proyectiles. En aquél paso de pocos metros de ancho entre la muralla del Laberinto y el foso, los arqueros sobre las murallas de la ciudad serían muy efectivos contra formaciones de enemigos.

Pero no contra mí. Me di media vuelta, presté atención, y esquivé todos los proyectiles.

—¡He dicho que me voy, ya veo que no soy bien recibido! —grité poniéndome las manos como altavoz, aunque sirviera de poco.

La segunda lluvia de flechas me hizo enfadar. Agarré la primera que se acercó demasiado en pleno vuelo, por el asta. La usé para golpear las siguientes dos que más se acercaron, punta contra punta; ambas seguidas con el mismo movimiento calculado. «Con la precisión del halcón», me dije. Alcé la flecha y la vieron.

—¡No me hagáis enfadar! —les advertí. Vi que algunos hombres dudaban, y miraban hacia atrás esperando órdenes. Algunos querían disparar de nuevo, pero quien daba las órdenes vaciló. Otro tomó la iniciativa, pero la ignoré porque fallaría por dos metros. Luego otros le siguieron y salté a un lado. Salté sobre el cubo y le hice consumir un poco del maná que había regenerado para subir rápidamente y colocarnos por encima de los arqueros. Localicé al viejo que comandaba los arqueros, envuelto en aura azul como los centinelas de la entrada. «Entonces los arqueros no son una amenaza», pensé. «¿Es un mago?». El hombre había estado bebiendo y escribiendo un informe en un pergamino. Lancé la flecha con la mano a la mesa. El impacto la atravesó y él se quedó paralizado.Miró asustado la mesa rota sólo con sus ojos, como un animal asustado ante un depredador. Luego se volvió lentamente hacia mí. Yo estaba cruzado de brazos mirándolo con severidad. Nadie se movió. Nadie dio la orden de volver a atacar. El ojo del huracán.

Observé la ciudad y memoricé lo que pude. Al intentar transcribirlo a un mapa en mi cabeza, volví a notar lo natural que me resultaba. Ya tenía un boceto mental de sus calles y edificios del lado norte, el cercano a mí. «Podría serme útil en el futuro», pensé.

Ordené al cubo que me llevara al interior del «campo de entrenamiento» y aterrizamos. Nadie intentó atacarme por la espalda.Me pregunté si fue porque les intimidé o porque me encontraba en el territorio del Laberinto.

Estaba furioso. Para desquitarme maté a todos los monstruos de mis alrededores, más zombis y esqueletos de aura violeta y añil, como en los pisos 8 y 9, los sacos de boxeo torpes y lentos cercanos a la entrada de la ciudad. Me pregunté cómo no mataban grupos de soldados con sus ataques críticos.

—Siempre van acompañados de veteranos protegiéndoles, amo. El ejército regular y permanente, no las levas obligatorias de adolescentes.

Despejé la zona y gané un cofre de recompensa. Como si el Laberinto hubiese escuchado mi conversación durante la huida de la emboscada, era un emblema de invocación, pero requería una criatura con la que firmar un pacto con la sangre de ambos, marcando el pergamino que acompañaba al emblema. Y según las instrucciones debía ser una criatura real, no del Laberinto.

—En la ciudad venden pergaminos compatibles, amo. Podría enlazarse con más de una criatura.

—Es útil saberlo… pero primero tienen que dejarme entrar.

También había una poción (y por tanto consumible) de «suero de la verdad», con 3 usos por criatura inteligente de «tamaño medio», lo que parecía ser equivalente a un humano. Reclamé la propiedad del emblema y obtuve el poder de invocar, y el tatuaje de luz se formó como unas runas en mi pecho. Pero no tenía con quién utilizarlo, ningún compañero que firmara con sangre. «Si Mary estuviera aquí… si no la hubieran capturado todavía…». Me maldije una vez más por no haber dado media vuelta en cuanto desapareció Tom. ¿Qué se nos había perdido allí? Y no era el momento de dar media vuelta y volver a casa, no con una cuenta atrás para Mary y su transformación en vampiresa.

—Amo, estoy pensando que cada hora que paso con usted me siento más vivo. ¿Por qué puede ser?

—Antes parecías un robot, y ahora hablas como una persona. Imagino que es porque nadie te trataba como si lo fueras. ¿Estás seguro de que no te borraron la memoria?

—No, amo. Es parte del castigo. Pero tal vez se deba a la costumbre. Hace siglos que soy un orbe. Además de mi artesano capturador, ya me han utilizado otras 4 personas, y todos me trataron como…

—Como a una máquina. La próxima vez explícales tu historia desde el principio. Ayudará.

—Gracias, amo.

—¿Cuántos de ellos fueron aventureros?

—Ninguno. Tener un orbe como yo en La Mazmorra es… tener demasiada suerte.

—Lo sé. Estoy seguro de que además de mi suerte natural y la aumentada con magia, Valystar me echó una mano —recordé cómo me follé por el culo a su ilusión, haciendo que el Amo sufriera las consecuencias, y sonreí—. Tendré que darle las gracias cuando la vuelva a ver.

—El evento especial de «superar el tutorial» también da bonus de recompensa.

Desde el séptimo los pisos eran mayores, con más zonas diferenciadas, más variedad de enemigos y más cofres, pero eran menos valiosos. El cubo y el orbe seguían siendo superiores a cualquier recompensa que hubiera conseguido después. «O mejor dicho, el orbe lo es», me corregí. El anillo espacial que encontré rebuscando en el castillo era, como inventario, muy superior al cubo, así que había excepciones. Esperaba que el emblema de invocación (y por tanto su marca tatuada) fuera comparable al menos al cubo Adhae Mory.

Estaba ante la hoguera, comiendo carne curada de las raciones que compré a los mercaderes de la catedral del noveno, en el prado rodeado de ruinas de piedra. Pensé en los esqueletos y zombis que había eliminado antes de sentarme a descansar. Ambos tipos eran lentos pero muy fuertes. Además de la magia de fuego y su regeneración que los convertía en sacos de boxeo, tenían dientes que trituraban las armas de hierro sin encantar de los soldados aprendices, según me comentó el orbe.Eso de «triturar» me hizo recordar la trampa trituradora que me habían preparado los lacayos del Amo. Me enfurecí de nuevo. Inspiré hondo. «Se lo haré pagar», decidí.

—Amo, deje de divagar. Le recuerdo que le están buscando fuerzas de élite del Amo de La Mazmorra.

—No me importa. Sabré que vienen. Huiremos de nuevo si lo considero necesario. Les atacaremos si veo la oportunidad. Ahora mismo estamos a salvo.

Desde que subí la espiral de escaleras del campanario dejé de oír muros rompiéndose. El cíclope gigante debería haber roto los muros de la entrada inferior, y tal vez cupiera por el hueco. Lo imaginé apoyándose en las escaleras como puntos de escalada para sus manos y pies, y no sería más de 3 veces su propia altura. Pero en lugar de eso sobrevino el silencio hasta que golpeé la campana. Recordé que el orbe había estimado menos de un minuto de vuelo rápido.

—¿La invocación tiene límite de tiempo? —pregunté al cubo.

—Fuera de La Mazmorra, no: una vez que la criatura o aliado cruza el portal, cuando este se cierra no hay nada que lo fuerce a regresar. Es como cruzar una puerta.

—Así que el Laberinto tiene sus propias reglas al respecto.

—Así es. Es diferente con miembros de un grupo de aventureros invitados, pero con las criaturas rechazadas, e incluso con las toleradas, hay un límite de tiempo en función de cuánto maná se ofrenda a La Mazmorra al ejecutar el hechizo.

—El maná que se desperdicie, quieres decir.

—En efecto.

—Y el Laberinto exige también más maná cuanto más poderosa sea la criatura, además de su masa y volumen. ¿Cierto?

—Correcto. Me sorprende su comprensión intuitiva.

—Gracias, Orbe.

—Pero puede ser poderosa por su equipamiento e inteligencia, aunque sólo sea de nivel 1.

—Veo que no sólo yo busco lagunas en las reglas. Bien hecho.

—Gracias, amo.

Seguí meditando un poco más sobre cómo usar la invocación.

—¿No sería mejor utilizar el pergamino de contrato con un compañero? —propuse—. Así este no podría ser capturado. Podría dejarle atrás, malherido, mientras escapo como antes, y luego invocarlo justo tras ponerme a salvo. Así lo de Mary no volvería a pasar. Además, así fue como rescaté a Susan, pero aquél pergamino era de un sólo uso.

—No le entiendo, amo. ¿Después de ver el monstruo que han lanzado contra usted, sólo se preocupa por rescatar hipotéticos compañeros futuros? Podría obtener todo ese poder.

—No te he dicho lo mejor de todo: si se usa para invocar a un compañero aventurero, con su propia marca de subida de niveles en vez de ser un «tolerado» o un «rechazado», la invocación no tendrá límite de tiempo, porque el Laberinto no le expulsará. Así que también requerirá mucho menos maná al no pagar por tiempo de uso.

—No se me había ocurrido.

—¿No son todo esto pistas de las reglas? Tengo la sensación de que es el verdadero propósito, llamar a compañeros en vez de a armas vivientes.

—Yo preferiría invocar monstruos como ese cíclope, la verdad. Resolvería casi cualquier problema.

—Bueno, he acumulado equipamiento para un equipo completo de 6 personas, incluyéndome. Todo con calidad para el décimo piso como mínimo, aunque no he podido «refinarlo» en la ciudad. Esperaba tener equipamiento completo para el piso 12 o 13 para mí y otros 3 compañeros.

—Aprovecho para mencionarle que el piso 13 está bloqueado.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Los sabios no lo saben. Pero especulan que es un territorio fuera del alcance del Amo. Al parecer hace más de mil años terrestres que se pasa directamente del piso 12 al 14.

—Tomo nota. Se me ocurre que es una forma de privar de un piso de evolución a los que intenten llegar hasta el Amo.

—Es la teoría más extendida. Según mis registros, el Amo debería estar en algún lugar del piso 14. Aunque según rumores de mercenarios, no está exactamente ahí.

—¿Qué significa eso?

—Podría ser una dimensión de bolsillo, un mundo burbuja extruido para tener mayor control de su territorio, mayor incluso que el que le otorga La Mazmorra. Pero son suposiciones sobre suposiciones y rumores.

—Entonces nos bastará con eso por ahora.

—Siempre tan positivo.

—Si no crees que vas a ganar, te rindes antes de intentarlo.

—Respecto a no poder avanzar en el piso 13, no creo que sea tan problemático en su caso, dado su nivel anormal.

—Pero me preocupa no tener buen equipamiento. Desde que Mary se convirtió en vampiresa, el vínculo del anillo se rompió y subí el doble de rápido de nivel. A parte de la dificultad extra del séptimo y lo grandes que han sido el octavo y noveno.

—¿Por qué el equipamiento es un problema? En realidad no había necesitado equipamiento avanzado, su ventaja siempre han sido los niveles extra.

—Porque planeo usar el anillo de nuevo —me lo saqué del anillo inventario—. Lo encontré en un bolsillo del vampiro que murió por la sangre de Mary. Me he acostumbrado a registrar todo lo que veo.

—Pero Amo, si divide sus 62 niveles entre usted y otros 3 compañeros, la media del equipo será baja para superar el décimo piso. Perdería lo que le ha permitido llegar hasta aquí. No podrán avanzar.

—¿Ahora el número no te parece tan importante? De todas formas estás suponiendo que mis nuevos compañeros empezarían por el nivel 1. ¿Pero qué pasaría si los reclutara aquí, en la ciudad?

—Oh.

—Y habrá que darle algún uso a todo ese material desperdiciado. Tengo que formar un equipo. El poder resultante del equipo aprovechado y la ventaja numérica compensará reducir el nivel individual.

—¿Pero cómo? No le permiten entrar.

—Eso es un problema para más adelante. Pero a lo que iba:para aprovechar la habilidad de invocación no se me ocurre nada mejor que invocar compañeros. Al hacerlo entre nosotros obtendremos movilidad instantánea, teletransporte, tanto entre pisos como con planetas exteriores, como La Tierra.Podríamos desplegarnos como 3 equipos de 2 recorriendo distintos pisos. Aunque nos haría falta algo para comunicarnos a grandes distancias y entre las barreras entre pisos. Pero si funcionara, a lo mejor se podría repartir la experiencia entre 2 en vez de entre 6…

—Entiendo. Hacer trampa.

—Casi.En cuanto se complicara la situación pediríamos refuerzos mediante teletransporte. Cuanto más lo pienso más parece que las reglas estén diseñadas para hacerlo. Por eso no sería hacer trampa en realidad.

—Hay artefactos para comunicarse entre dimensiones a la venta en la ciudad, pero son muy caros. Y también son exclusivos, no se venden a cualquiera que tenga oro para pagarlos.

—Como dije, la ciudad es un problema para después.

—¿Por ahora pretende despejar el piso a la vez que evita a sus perseguidores?

—Más bien eliminaré obstáculos para emboscarlos yo.

—Por ahora, amo, céntrese en sobrevivir. Está solo.

—Tú siempre tan aguafiestas, Robot.

Sentí movimiento en la distancia, en el portón levadizo. No sabía cómo lo sabía, pero era como ver con mi mente por la espalda y a través de las paredes. Como ver una sombra que se mueve en la quietud de la noche. Se me erizó el vello poniéndoseme la piel de gallina, y me sentí de nuevo como si estuvieran a punto de hacerme una emboscada, como cuando el portal triturador.

—Auras azul celeste —dije—. Son 15. No, 12. Hay 3 auras verdes con ellos. Creo que son jefes de equipo, cada unode 5 personas. Han aparecido de repente.

—¿Dónde? No detecto enemigos cerca.

—Están formados en la entrada de la ciudad. Me siento a punto de caer en una trampa, así que vienen en mi busca.

—Parece que los ha asustado de verdad. Los centinelas han llamado a las tropas permanentes en vez de a la guardia de la ciudad. Profesionales veteranos y hartos de cazar en este piso. Su equipamiento es de lujo, y eso los hace mucho más peligrosos de lo que indica su aura. Junto a su experiencia, inteligencia real y su superioridad numérica, simplemente corra. Ya.

—Especialistas. ¿Entonces los arqueros se están pagando los estudios?

—Deduzco que es una forma de hablar. No es momento de hablar sobre su sociedad.

—Contesta.

—La ciudad tiene alistamiento obligatorio para tareas rutinarias como vigilancia de los muros y logística.

Extraje los ultraespadones dobles del anillo y me los colgué en la espalda; había fabricado un atalaje casero en el castillo del séptimo piso usando trozos de armaduras de cuero y carcajs. Pero no confiaba en no perder las espadas durante la «maniobra evasiva», así que las había guardado.

—Pensaba que prefería evitar luchar con personas reales, amo.

—Y yo. Pero no tengo por qué apuntar a sus órganos vitales. En un mundo mágico seguro que pueden hacer crecer miembros perdidos, aunque lleve tiempo.

—Debo insistir en mi consejo: ¡corra!

—No. Es la hora de las tortas.

—¿Por qué se ha vuelto idiota de repente?

—Porque puedo atraerlos hasta los esbirros del Amo y que se peleen entre ellos. Serían casi 4 contra 1. ¿No te parece suficiente para vencer a las «fuerzas de élite»? Y contarán con nuestra ayuda en momentos críticos porque estaremos merodeando, preparados para ayudar.

—¿Así que su plan para ser aceptado en la ciudad es hacer que dos fuerzas enemigas se maten entre ellas, y luego ganarse la confianza de los supervivientes por echarles una mano?

—Sí.

—¿Se ha vuelto loco?

—No he estado más cuerdo en mi vida.