Dentro del Laberinto - 2

El héroe de la mazmorra sigue fortaleciéndose. Logra un nuevo objeto mágico y anda más salido que un mono. ¿Con quién conseguirá triunfar esta vez?

Dentro del Laberinto.

Capítulo III: Vicky

Estuve saliendo con Michelle un tiempo, pero a los tres meses rompimos de mutuo acuerdo. Es decir, me dejó por otro. Durante el tiempo que estuvimos juntos resultó ser una perra en celo desatada por mí; creo que el primer mes tuve una media semanal de más de 30 orgasmos. O sea, la mitad.

Nunca más utilicé la moneda con ella, ni volví a la mazmorra. Tampoco le di importancia ni explicación al número 3 “tatuado” en mi mano. Tampoco me desmayé nunca más, por supuesto.

Aprendimos bastante técnica sexual el uno del otro, y dejamos de ser torpes juntos. También nos ayudó ver videos porno en pareja en la cama.

Creo que las cosas empezaron a estropearse cuando mis padres volvieron de sus vacaciones 28 días después. Dejamos de tener una casa para nosotros solos, y privacidad. Los problemas se fueron acumulando y al final se la ligó ese imbécil al que no volví a dejar entrar en mi casa. Tenía casa (en alquiler) y coche (de segunda mano) pagados por su padre.

De modo que en el primer fin de semana de escapada romántica de mis padres, ya en abril, poco después de almorzar, decidí volví al laberinto. No me decidía sobre si llamarlo mazmorra o laberinto, pero aquél día fue sin duda lo segundo. Di muchas vueltas, maté algunas ratas y otro slime, pero seguía en nivel 3. Muy pronto comprobe que no era una cuestión de cantidad sino de calidad: Sólo podría subir de nivel matando criaturas más poderosas. De otro modo no tendría sentido dada la curva de experiencia entre nivel 1 y 3, porque vigilaba la hora en mi reloj y llevaba dos horas dando vueltas. No conseguía encontrar la trampilla que abría la llave del baúl, y varias veces estuve seguro de haberme perdido. Pero al menos esa vez iba preparado: A pesar de que el laberinto tenía antorchas que se encendían automáticamente, llevaba mi propia linterna, cantimplora, un bate de béisbol que compré, y un buen escudo casero de madera con asa atornillada que usaba como escudo improvisado.

Cuando por fin encontré la trampilla y avancé al piso 2 del laberinto, me esperaba encontrar enemigos más peligrosos, de modo que fui con mucho cuidado de no enfrentarme a nada excesivo para mí. Me encontré una especie de chacal con ojos rojos relucientes que parecía salido del infierno y lo envolvía la oscuridad. Me atacó intentando morderme y grité. Lo esquivé rodando y contraataqué como un solo movimiento al ponerme en pie. Sin darle tiempo a reaccionar, lo embestí, lo golpeé, lo embestí de nuevo con el escudo, y entonces agarré mi arma con las dos manos y no paré de aplastarlo hasta estar seguro.

Mientras descansaba jadeando, vi que mi nivel seguía sin subir, pero supuse que con uno o dos más como ese, bastaría. Debían ser el equivalente de las ratas en el piso anterior. Si me hacía más fuerte podría ir con mucha más tranquilidad. Aunque era mejor no tentar a la suerte, todavía sentía mucha curiosidad. Pero fui aún más prudente y me paré a escuchar tras cada esquina. Esquivé casi todos los caminos que llevaban a habitaciones de donde proviniera algún sonido. En la tenue oscuridad, sólo podía oir mi propio corazón y el crepitar de las antorchas, que parecían activarse con mi presencia. Eso limitaba mi distancia de visión en los pasillos más largos.

Reflexioné acerca de las implicaciones de mi nivel en la vida real, fuera de la mazmorra. Aunque aún no se me había ocurrido poner a prueba mis nuevas capacidades, tras enfrentarme al chacal podía sentir cómo mi capacidad física sedentaria se había convertido en la de un tipo fuerte y deportista, alguien que incluso era capaz de manejar con soltura el bate con una sola mano mientras me cubría con el escudo con la otra. Sonreí y caminé más seguro, erguido y sacando pecho. Como un triunfador. Rápidamente perdí el miedo a las criaturas que pudiera encontrar: La mazmorra me había hecho fuerte. Estaba preparado para todo y muy satisfecho conmigo mismo mientras hacía control de plagas masacrando babosas del tamaño de gatos que probablemente fueran venenosas. No debían dar apenas experiencia, pero no me importaba: Mataba todo lo que me encontraba sin recibir ni un rasguño. Era imparable y nada podía interponerse en mi camino. De modo que cuando me encontré una cucaracha mutante del tamaño de un caballo, alcancé la velocidad de sprint de un atleta olímpico dopado.

-¡Ni de coña vuelvo ahí abajo, su puta madre! -Dije al volver al piso 1, jadeando y apoyado sobre mis rodillas. Debía ser el jefe del segundo piso.

Tras pensar unos minutos qué hacer a continuación, y si valdría la pena correr el riesgo, decidí volver a mi base a mejorar mi equipamiento: Clavé los clavos más gordos que tenía mi padre al bate y con unos alicates les corté las cabezas, y luego los aplané a martillazos. Mi arma había mejorado desde garrote hasta garrote con púas. Luego Clavé clavos desde el lado interior del escudo mejorando mi habilidad a Embestida de Espinas. Y cuando me sentí preparado, me adentré de nuevo en la oscuridad.

Nada me aseguraba que fuera un combate seguro si me enfrentaba a esa cosa, o que no tuviera que esperar a llegar al nivel 20 para plantarle cara. No conocía las normas de aquel lugar, ni cómo funcionaba su extraña magia. Pero evité la zona de las babosas y exploré la que estaba llena de pequeños ruidos en la oscuridad por todas partes. Muchas pequeñas cosas se alejaban al acercarme. Brillaban en la oscuridad como metal pulido negro, y podían trepar las paredes. Me sentía rodeado y observado en aquella gran habitación con sólo dos antorchas. Me coloqué en su centro y oí cómo las criaturas se alejaban por ambas aberturas. Saqué mi linterna soltando a cambio mi arma por un momento, y apunté a la más cercana: Era una cucaracha del tamaño de un perro grande, pegada a la pared, y sus antentas apuntaban hacia mí. Estaba bajando para salir por la puerta excavada.

-A tí sí que me puedo enfrentar.

Corrí hacia ella y la aplasté con mi escudo contra la pared, justo contra la esquina del hueco, y pude oir cómo crujía su exoesqueleto. Me aparté dejando que cayera al suelo panza arriba. Pataleaba sin poder ponerse en pie y corrí a por el bate tuneado; mi linterna cayó y rodó, volví a través de la penumbra y de inmediato la rematé a golpes: Las púas se abrían paso fácilmente por su dura coraza y esta cedía ante la presión gracias a las brechas. También comprobé que destruir su cabeza no la mataba y seguía pataleando. Pero fue cuestión de tiempo: Cuando por fin dejó de moverse, me detuve a descansar. Mis piernas temblaban por la adrenalina. Jadeaba. Sudaba. Me reí nerviosamente. Entonces vi por fin la luz dorada y mi nivel subió a 4.

-Por fin... Ja ja...

Y me senté en la fría piedra por un momento.

Pero cuando salí al pasillo me encontré de bruces con la cucaracha gigante; chasqueaba furiosamente las pinzas de su boca, sin duda por haber matado a una de las suyas. Salté hacia atrás y traté de mantenerla a raya con mi arma a traves del hueco de la puerta, que no podía atravesar con facilidad. Golpeé varias veces su cabeza, pero entró, y yo corrí hacia la puerta opuesta. Pero me detuve y me di media vuelta. Mi instinto me decía que era el momento adecuado.

Fue como en esos juegos en los que tienes poca vida y los enemigos te pueden matar de dos golpes. Luché con mucho cuidado, analicé su patrón de movimientos, que resultó ser predecible, y tuve paciencia. Antes de darme cuenta la había matado. Subí al nivel 5 y apareció un cofre.

-Un nivel entero sólo con una de estas... tiene que ser el guardían del piso 2.

Lo abrí y me encontré con otra llave, nota y objeto mágico: Un estuche redondeado y casi plano que cabia en mi bolsillo. Tenía un tacto agradable y a la vez extrañamente perturbador. Por un momento me pareció oir un susurro pidiéndome que lo abriera, pero sólo era mi propia impaciencia. Lo abrí lentamente, con cuidado de encontrarme cualquier peligro desconocido... pero resultó ser sólo un espejo de mano. Ante mi pequeña decepción, leí la nota por si era mejor de lo que parecía.

El espejo de Narciso:

Hipnotiza y excita a la persona que vea su reflejo en él.

Efectos:

No podrá apartar la mirada voluntariamente y tratará de mantenerlo abierto y mirarlo.

Quedará prácticamente paralizada, aunque si te llevas el espejo perseguirá su reflejo.

Su cuerpo se excitará intensamente. Las mujeres se mojarán mucho y los hombres estarán muy duros.

Su mente caerá bajo un profundo y potente trance hipnótico.

El grado de relajación de la víctima será irrelevante.

El estado mental, emocional y sensorial de la víctima será irrelevante.

El tipo de relación y confianza entre la víctima y el usuario será irrelevante.

Durante el trance obedecerá todas las órdenes que le de el usuario del espejo.

El trance permitirá reprogramar su mente de forma duradera. En tal caso los efectos permanecerán cuando despierte.

Cuando despierte no recordará haber estado en trance ni enseñarle el espejo.

Puede paralizar monstruos de la mazmorra por un minuto si ven su reflejo.

Limitaciones:

El trance terminará cuando pierda el contacto con su propio reflejo por un minuto.

La duración máxima del trance para cada persona es de una hora por día.

Puede afectar a su propietario igual que a cualquier otra persona.

Quien haya visto su reflejo alguna vez, se sentirá atraido por el espejo.

La reprogramación hipnótica dependerá completamente de la capacidad del usuario y de las características de la víctima.

Las consecuencias de la reprogramación pueden ser imprevisibles.

Cuando despierte podría comprender que su estado excitado es anormal.

Según las características de la víctima, podría comprender o sospechar lo sucedido.

El uso del espejo afectará al karma del usuario.

Mi polla se me puso dura al leer todo aquello. Muy, muy dura. Joder, estaba cachondo de verdad. Me la toqué sobre el pantalón y noté la humedad del líquido preseminal. Necesitaba hacerme una buena paja llí mismo. Pero miré la hora y llevaba demasiado tiempo en el laberinto. Me resistí y decidí salir y quizá masturbarme en mi dormitorio, aquello no era muy acogedor, rodeado de cadáveres de cucarachas gigantes. Y pronto podrían venir más.

Cuando volví a mi sótano me animé rápidamente:

-¿Por qué no follar de verdad?

Cogí mi móvil y repasé la agenda en busca de alguna chica con la que pudiera utilizar la moneda o el espejo de forma segura, y que estuviera dispuesta a ir a mi casa. Un eco en mi cerebro me recordó a Michelle diciendo “Los tíos os volvéis gilipollas cuando pensáis con la polla.” Eso me hizo decantarme por Victoria, una amiga de Michelle que me permitió acercarme a ella al ser su novio y bajó la guardia. Fui previsor y conseguí cierta confianza con ella por si a caso, y había conseguido que viniera dos veces a mi casa cuando Michelle aún no me había dejado oficialmente, pero noté que no debía precipitarme. Estaba alerta respecto al baboseo, pero había aprendido a controlarme.

-Hola, Victoria.

-¿Qué tal? ¿Para qué me llamas? -Ahí estaba, el radar rastreando.

-Necesito pedirte un favor.

-¿Qué problema tienes y por qué yo? -Me dejé llevar por un impulso quizá por falta de riego cerebral en aquel momento.

-Voy a ser sincero: Quiero que vengas aquí porque hace tiempo que no estoy con una mujer y quiero que me des una oportunidad. Puede que te guste.

-...

-Si quieres podemos quedar en la calle. Te invito a donde quieras.

-Me siento halagada, pero debo rechazarlo.

-Sólo te pido que vengas y hablemos.

-Mira, no quiero ser desagradable...

-Entonces Adiós.

Y colgué. Llamé a la siguiente de mi lista, Amaya. Hermana menor de una de mi clase, pero sólo tenía 16 años. La conocí en un parque con su hermana donde coincidimos Michelle y yo; nos pasamos la tarde charlando y me sorprendí cuando nos dio su número.

-Hola, Amaya.

-¡Cuánto tiempo!

-Dos semanas nada más.

-¿Has vuelto con Michy?

-No.

-Lo siento. Hacíais muy buena pareja.

-¿Quieres comprobar qué tipo de pareja podemos ser tú y yo?

-...

Empezaba a intuir que los silencios incómodos eran mala señal.

-...Creo que te estás equivocando.

-No quiero una relación -Aposté a las hormonas adolescentes-. Sólo quiero un rato contigo a solas a ver si nos gusta a los dos y queremos repetir.

-...

-Si quieres, podemos tener una cita primero.

-...Guay... -¿Lo estaba consiguiendo? Miré la hora, eran las 7 de la tarde.

-Tal vez te gustaría, uhm, ¿un helado y un refresco, y luego de un paseo te invito a cenar... y luego te traigo a mi casa?

-...¿Me estás diciendo que tú, un adulto, quieres acostarte conmigo, que soy menor?

-...

Colgué aprovechando el momento de lucidez que me regaló, y pasé a la siguiente, Lucy.

Era una camarera que me dio su número cuando se lo pedí una noche de copas con unos amigos. Llamé y el número no existía. Cómo no.

Me tumbé en el sofá mirando al techo y me debatí entre masturbarme o salir a intentar ligar con alguien. Me detuve al ver mi palma izquierda: El número había bajado hasta 4. “¿También bajo de nivel? ¿Cuál es la condición? ¿Estoy obligado a explorar el laberinto para no volver atrás?” Entonces me di cuenta de que en lugar de acariciar distraídamente mi polla dura, estaba acariciando el estuche del espejo abierto. El timbre sonó. Cerré el espejo y me lo guardé. Estaba jodidamente cachondo, y mi polla casi me dolía aplastada contra mi ropa interior. Me reacomodé el paquete y vi que el número de mi nivel había bajado a sólo un 3. Intenté no pensar en ello por el momento, abrí la puerta temblando del calentón y me encontré a Vicky.

-Joder. -Dijo mirándome de arriba a abajo. -Sí que estás fatal. Necesitas una ducha fría. -Y me apartó y entró en mi casa. Se sentó en el mismo sofá donde unos meses antes su amiga se destapó sus tetas ante mí por primera vez.

-Has venido...

-Y llevo unos minutos fuera. Vi tu cabeza por la ventana, no sabía si estabas dormido o muerto.

-¿Qué dices?

-Te he tocado al timbre un montón de veces.

-¿Para qué has venido? -Albergaba esperanzas de un polvo a domicilio.

-Si estás tan mal como para arrastrate así por teléfono conmigo, amiga de tu ex, seguro que también lo has hecho con otras. Y eso significa que estás desesperado... o más salido que un mono en celo. Vine a darte apoyo moral, pero veo que es lo segundo. Creo que será mejor que me vaya. -Suspiró y se puso en pie. Sin pensarlo dos veces, me bajé los pantalones y me saqué la polla. Ella se detuvo en seco, como una estatua y los ojos muy abiertos.

-Mírala. -Dije señalándomela.

-... -Me percaté del silencio incómodo.

-Has venido a mi casa sabiendo lo que quiero. Y aquí tienes lo que tú quieres. Sólo necesitas agarrarlo y tomarlo.

-Súbete los pantalones antes de que me cabree. -Volvió a moverse y se cruzó de brazos, indignada.

-Estoy demasiado cachondo como para pensar con claridad. Pero tú quieres un buen macho en celo y aquí lo tienes.

-...

Se tapó la cara con las manos por vergüenza ajena.

-La ruptura con Michelle te ha dejado hecho polvo, pero follarte a la primera que se deje no es la solución.

-Esto no tiene nada que ver con ella. Quiero follar.

-Y yo quiero un yate. Ahora apártate de la puerta, me voy. Y date una ducha fría para bajar el calentón.

-A la mierda.

-Serás...

Saqué la moneda y esta vez me aseguré de que yo viera Karma y ella Juego.

-...

Sus palabras se interrumpieron bruscamente. Clavó la mirada en la moneda como hizo Michelle, pero sin siquiera decirle que la mirara. La moneda era como un imán para sus ojos. Caminé lentamente por mi salón y ella seguía la moneda atentamente. Por su expresión, tan diferente de la que no podía olvidar de Michelle, pude ver que su trance era genuino; era un resultado tan diferente, tan obvio, que me pregunté cómo pude no darme cuenta.

-Esta moneda tiene un lado llamado Karma y otro llamado Juego. -Expliqué.

-Elijo Juego. -Respondió instantáneamente a pesar de su aparente trance. Ni siquiera le había dicho que era una apuesta, ni qué íbamos a apostar.

-Voy a lanzarla. Mi apuesta es que sale Karma. -Ella asintió. -Si yo gano, te follaré hasta hartarme. Pero si tú ganas, me la chuparás hasta que me corra en tu boca dos veces seguidas, y ambas veces te tragarás hasta la última gota.

-...No me vas a follar. Voy a ganar.

Tal y como esperaba de la magia de la mazmorra, ella no dudó ni por un momento sobre la apuesta, ni razonó que no tenía nada por ganar, como decían las instrucciones. Sonreí y mi polla palpitó de impaciencia.

Lancé la moneda.

¡Cling!

Salió Juego.

-¡Yujuu! -Saltó y pegó un puñetazo al aire. Estaba extasiada. -¡He ganadooo! ¡Sí, sí, sí! -Se puso a dar vueltas sobre sí misma e hizo unos pasos de mini baile de la victoria. Entonces se acordó de la apuesta y me miró.

Miró mi polla y con la misma expresión risueña y feliz que tenía por ganar, corrió a arrodillarse frente a mí y la agarró con delicadeza como si fuera un trofeo, recorriéndola suavemente con las yemas de sus dedos como si acariciara el baño dorado de su premio. Miraba mi polla con auténtica adoración, con sus ojos brillando encandilada.

-Felicidades por tu victoria, Victoria.

Sin decirme nada se la metió en la boca. Ella chupó y chupó con pasión, como la experta que era cambiando de novio cada pocos meses Y ella lo estaba gozando tanto como yo, disfrutando de cada momento, saboreando su premio, su triunfo, su victoria.

Cuando me corrí ella no quiso que todo terminara, y siguió y siguió. Aminoró al saber que mi polla se ponía demasiado sensible, pero no se la sacó de su boca en ningún momento. No dejo escapar ni un chorro ni una gota con mi primera corrida, y con sus carrillos hinchados con mi miembro y mi semen, el líquido escapaba fuera de sus labios resbalando por su mentón. No se lo tragó y al final todo acabó fuera, con su boca y mi polla chorreando semen, mientras ella seguía y seguía chupando sin parar, disfrutando, viviéndolo.

La segunda mamada se había fundido con la primera sin darle un respiro a mi polla, y su técnica era como una de mis actrices porno favoritas, Mia. Supuse que ella debía ver mucho porno.

Durante todo el tiempo que duró aquello, ella parecía más feliz que un niño en un parque de atracciones en su cumpleaños con todos sus amigos y sin hacer cola para los columpios. Sus ojos brillantes lagrimearon algunas veces de felicidad. Llegué a dudar sobre quién de los dos se lo estaba pasando mejor.

Finalmente me corrí de nuevo. La segunda vez se suele tardar bastante más, pero para mí, todo seguía siendo parte de mi primera mamada experta: increíble. Me sacudí al terminar de correrme, y se me puso tan sensible el glande que intenté sacársela de la boca, pero me sujetó el culo y se la volvió a meter hasta el fondo.

-¡GGAAAHHH! -Gemí.

Ella quería más. Me agarró el culo con las dos manos y siguió y siguió.

-¡Para, para!

Pero no paró.

-AAAGGHH...

Hice un esfuerzo por resistir y me acostumbré. Pero pronto ella empezó a relajarse y a darse por satisfecha. Ya no mamaba con pasión, sino con serenidad y constancia. Parpadeó y vi correr lágrimas por sus mejillas. Estaba llorando de alegría. De algún modo eso me hizo sentirme mal con mi conciencia, y quise terminar.

-Para, Vicky. Ya has recogido tu premio.

Tardó un momento en asimilarlo. Frenó suavemente, y finalmente se la sacó de su boca con un hilo de semen entre su lengua y mi glande. Se limpió la boca con la mano y tragó un poco de saliva con los restos que tuviera. La humedad brillante cubría su cuello y sus mejillas tras haber rebosado de su boca inflada. Vi las gotas en su escote deslizándose lentamente por su canalillo. Ella seguía mirando su trofeo, pero poco a poco se puso en pie.

-He... ganado. -Se tapó la cara e hizo un sonido tipo adolescente histérica ante el cantante que admira, algo como ¡Iiiiiiih!, lo cual me pareció adorable.

Unos segundos después logró recomponerse y tomo papel para limpiarse.

-¿No tienes un espejo de mano?

-Eeh... No, mejor te limpio yo.

Me pegó un manotazo en la mano.

-No pienses que esto cambia nada. -Me dijo mirándome a los ojos.

-Claro que no.

-Tú y yo no tenemos una relación ni vamos a follar.

-Lo sé.

Que tú hayas disfrutado de mi victoria es sólo un efecto colateral de mi triunfo y del resultado de la apuesta.

-Es verdad.

-Tu polla está muy bien, aunque tampoco sea una superpolla.

-Gracias.

-No es como si ganar o chuparte la polla me hubiera puesto cachonda ni nada por el estilo.

-Por supuesto.

-Tampoco es como si quisiera correrme yo también.

-Desde luego.

-¿Te lo tengo que telegrafiar?

-¿Eh?

-...

-¡Oh!

Básicamente reventé a pollazos a Victoria sobre mi cama.

Como ya me había corrido dos veces me resultó muy difícil volver a hacerlo mientras ella lo hizo 3 o 4 veces, pero era sólo el principio.

Aunque yo no paraba de insistir intentando correrme mientras la sujetaba por las caderas y me la follaba como a una perra en celo a 4 patas, no lo conseguía. No importaba lo fuerte o rápido o profundo que se la metiera. En cambio, cuanto más lo intentaba yo, más disfrutaba ella.

Me pregunté cómo podía aguantar tanto y meterle tanta caña. Y me di cuenta de mi nivel aumentado me permitía mantener el ritmo a tope todo el tiempo que quisiera. Aunque sólo fuera “3”, como el de un atleta, es como si tuviera alguna habilidad pasiva de refuerzo sexual.

También descubrí que si “hacía fuerza con la polla”, la podía forzar y mantener dura al máximo mientras follaba, aunque me distrajera con mis pensamientos.

Intentando correrme probé a cambiar de postura y tumbarla sobre la cama mirándome con esa cara extasiada que apenas lograba mantener la capacidad de razonar. Levanté sus piernas y me las puse sobre mis hombros. Junté sus muslos y le pedí que apretara con fuerza su coño.

La sensación fue mucho mejor y casi me corro varias veces, pero se me escapaba de entre los dedos en el último momento. Al mismo tiempo ella disfrutaba más todavía que antes sintiendo mi polla en su coño aún más apretada, más intensamente, y encadenando orgasmos cada minuto. Cada vez que sucedía ponía sus ojos en blanco o se quedaba mirando a la nada concentrada en sus sensaciones mientras su cuerpo se estremecía y notaba las contracciones de su coño en mi polla. Me preguntaba si a ese ritmo era posible que Vicky acabara perdiendo la cordura, o al menos desmayarse.

Por mucho que me excitara aquella situación, cada vez que casi me corro, ella se corría en mi lugar. Pasaba todo el tiempo y me llegué a preguntar si tenía algo que ver con mi nivel o auténticas habilidades pasivas que me daba el laberinto. La moneda me dejó claro que tenía sus contrapartidas, y tal vez los niveles también. ¿A caso nunca más podría volver a correrme follando, y en mi lugar haría que las mujeres se corrieran por mí?

La verdad es que me lo estaba pasando muy bien aunque fuera frustrante. Me alegraba que ella estuviera disfrutando tanto, aunque ya le hubiera devuelto por decuplicado la mamada doble. Así que me aseguré de no reducir el ritmo en ningún momento. Algo que ella no podía creer según me dio a entender en sus momentos de lucidez mientras yo seguía y seguía, y me pedía que no parara. Por otra parte, su coño nunca se secaba ni parecía irritarse. Quizá mi posible habilidad también mejoraba eso en ella. ¿O era a causa de algún otro objeto mágico? ¿Tendría algo que ver el espejo que ni siquiera había estrenado?

-¡No pares!

En muchos minutos era la primera vez que aminoraba, y la compensé acelerando más.

-¡AAAAAHH!

La percutía como una máquina taladradora, con constancia y firmeza, fuerte y duro, rápido y hasta el fondo. Todas y cada una de las veces. Mientras tanto, ella se retorcía y gemía y estrujaba las sábanas y pateaba el colchón con los talones. Cuando me molestó que se moviera tanto, la agarré de sus antebrazos y se los presioné contra la cama junto a su cabeza. Mejoré mi postura y con ello mi técnica.

-¡GGOOooOooOoOOOHGGHAAGGHHH!

Su cuerpo convulsionó con su lengua fuera y chorreando babas. No podía creer que le gustara tanto. ¿Qué había cambiado?

Cuando dejó de sacudirse, se quedó inmovil mirando el techo. Inerte, catatónica. Me asusté y se la saqué.

-¡Vicky! ¿Estás bien? -Le di pequeñas bofetadas.

-...Uuuh...

-¿Eres epiléptica?

-...No. ¿Qué ha pasado?

Parecía drogada y sus ojos no miraban a ninguna parte, y a todas a la vez. No se concentraba.

-Estás aquí, conmigo.

-...Sí.-Me miró.

-¿Qué puedes recordar?

Me abrazó. Me quedé inmovil sobre ella, sorprendido.

-Gracias. -Me dijo. Nuevas lágrimas brotaban de sus ojos, y esa vez no eran por el placer sexual como cuando babeaba.

Me confesó que era por mucha diferencia el mejor amante que había tenido, y yo estaba extrañado porque había tenido sólo un mes concentrando la mayoría de mi experiencia sexual.

-Ha sido como... -Balbuceó jadeando. -...como esos videos porno... de mujeres atadas siendo folladas por máquinas... ¡Joder!

Entonces se me ocurrió algo.

-¿Recuerdas cuando te sujeté los brazos y te inmovilicé cubriéndote del todo, echándome encima de tí?

-S-Sí... -Se alteró de nuevo, visiblemente excitada.

-¿Te sentiste como si estuvieras en uno de esos videos, atada, inmovilizada, indefensa?

-...¡Síiii!

Me agarró la cara y me besó con lengua mientras me abrazó con sus piernas por mi espalda.

-¡Dame más! ¡Fóllame!

Tomé aire y me envalentoné.

-A partir de ahora, te follaré siempre que quiera.

-...¡Sí! ¿Qué coño, por qué no? ¡Fóllame cuando te de la gana!

Sonreí satisfecho.

-A partir de ahora, siempre que te llame para que vengas a mi casa, vendrás.

-...Está bien.

Entonces recordé que de momento parecía que yo no me podía correr follando.

-Y siempre que te diga que me la chupes, lo harás.

-¡Ni de coña!

-...¡Eeeh! ¡Eso no vale!

-¿Cómo que no? No tengo ninguna obligación de hacerlo, y sólo lo haría si me apeteciera. Que lo dudo. Yo vendré aquí a follar. Déjate de mamadas.

-...Mierda.

-¿Y encima te quejas?

-Bueeno...

Me miró seria intentando recobrar su actitud hostil anterior a la moneda, pero no pudo. Se rindió y cerró los ojos.

-Joder... Está bien, lo haré.

-¿De verdad?

-Pero sólo si me apetece. Si me lo pides y no tengo ganas...

-¿Si te excito lo harás?

-...Puede.

-Muy bien, eso haré. -No es que me fuera a costar, visto lo visto...

-Pero nada de tragarlo. El semen me da asco.

-¿Eh?

-Ni tampoco te correrás en mi boca. Me tienes que avisar. Yo las mamadas siempre las remato pajeando, y mas te vale que no me manches.

-Oh...

Recordé con disimulo cómo gracias a la moneda quedó tan empapada de mi semen y me reí para mis adentros.

-Por eso no me gusta chuparos la polla. Todos los tíos os aprovecháis e intentáis correros en la boca sin avisar. Me pone de los nervios.

-Pero yo no follo como ellos...

-Hum... -Logré que sonriera. -Es cierto.

-¿Me la puedes chupar ahora? -Me había quedado con las ganas de correrme de una maldita vez.

-...Ya está bien por hoy, ¿no?

-Es que no he podido terminar ni una sola vez.

-¿Y cuando gané la apuesta?

-Pero eso ha sido sólo una vez...

-Otro día. Estoy agotada. -Me dio un beso en la mejilla.

-Está bien.

Me puse en pie acariciándole el coño de pasada, y me comencé a vestir.

-Tú... ¿Desde cuándo eres así?

-¿Qué quieres decir?

-Tan... decidido. Tan seguro. Antes eras un corderito en manos de Michelle.

Sabía a qué se refería y me molestó.

-Ya es de noche. Mientras te duchas encargaré una pizza. Para cuando te vuelvas a vestir estará en la mesa. Yo en tu lugar no me iría hasta cenar.

-...

-¿Qué?

-Como quieras. -Se puso en pie y se fue a la ducha desnuda como estaba. Me quedé mirando el sofá. Me recordaba las dos victorias con la moneda. La falsa derrota y la auténtica victoria con Michelle. Me puse triste recordándola.

Sacudí la cabeza y me centré mientras oía el grifo de la ducha correr. Algo me estaba pasando. Recordé el espejo y sentí la tentación de ir a la ducha e hipnotizarla alli mismo para que siempre que se lo dijera me chupara la polla hasta correrme en su boca, que no parara, que se lo tragara mientras seguía chupando igual que gracias a la moneda... que no le molestara igual que bajo ese hechizo, sino que incluso le gustara.

Entonces me la imaginé resbalando y teniendo un accidente.

Decidí que por el momento ya tenía de sobras con ella. Era mejor si me reservaba el espejo. Sí, mejor sólo para mí.

Me di cuenta de que lo estaba acariciando. ¿Cuándo había bajado al salón? ¿Lo había sacado de mis pantalones? Era tan suave... El estuche cerrado era... Me concentré y resistí el impulso de abrirlo y mirarme en él.

Y entonces lo comprendí.

No recordará haber estado en trance ni mirar su reflejo, y aceptará con naturalidad su excitación.

Tanto en el laberinto como antes de que llegara Vicky... Yo mismo caí bajo su influjo. ¿Me había hecho perder dos niveles de alguna manera?

Según las características del usuario...

Yo era capaz de comprender la situación y resistirme, pero probablemente no podría en caso de no conocer la mazmorra y su magia. Si creyera que era sólo un objeto común ni siquiera lo asociaría a mi estado ni sabría a qué oponerme. Bajaría la guardia... Justo como cuando lo abrí sin leer la nota, comprendí.

Vicky me dijo que había cambiado. Yo sabía que tenía razón. ¿A caso un poco de narcisismo compensaba mi anterior personalidad en un delicado equilibrio, sin llegar a ser un capullo? ¿Es que el espejo convertía en Narciso a las víctimas que no recibieran instrucciones? Pero el papel no decía nada al respecto.

-¿Y si Narciso sólo puede correrse consigo mismo? -Me pregunté en voz alta.

Tragué saliva. Los efectos del espejo en mí mismo, sin supervisión, eran desconocidos. Y tal vez consumía niveles. Quizá la moneda había contrarrestado el efecto y por eso sí me pude correr utilizándola. ¿Cuántos detalles estaban ocultos sin especificarlos en las instrucciones? El laberinto era más peligrosode lo que quería aceptar.

Entonces llamé a la pizzería, y mientras la encargaba, observaba el número en mi mano izquierda: Seguía siendo 3. Si mi teoría era correcta utilizar la moneda no consumía niveles. Pero a cambio me exponía a pifias de karma, incluyendo que la chica recordaría todo, y por lo tanto con todas las consecuencias. Tuve mucha suerte con Michelle al no enseñarle el lado correcto que la activaba, porque podría tener otro efecto desconocido. Pero claro, también podría tenerlo más adelante con Victoria...

-¿Señor?

-¿Qué?

-¿Sabe ya los ingredientes?

-Ah, sí... Piña, jamón york y anchoas.

-...

¿Qué?

-La tendrá en media hora.-Colgué.

No quería ponerme a “farmear” cucarachas pequeñas. Pensar en terminos de seguridad y supevivencia tras desahogarme sexualmente debía ser una buena combinación para resistir el influjo del espejo, que al parecer me ponía rematadamente cachondo cada vez al tiempo que me borraba un nivel. ¿Perdería todo su poder al llegar a nivel 1? O peor, ¿Si mi nivel bajara hasta 0... moriría?

Ella volvió de la ducha con una toalla atada en torno a su cuerpo, otra en su pelo, con mis chanclas.

-¿Ya? Qué rápida.

-Ha sido una ducha larga. Te habrás quedado absorto otra vez. Oye, he tomado una decisión. -Me dijo.

-¿De qué se trata?

-Mientras las cosas vayan tan bien entre nosotros como esta noche, no me importa que nos veamos de vez en cuando.

-Ya habíamos acordado que vendrás siempre que yo te lo diga. ¿Intentas pedirme que te folle varias veces por semana?

-...Joder, pues claro. Pero no me hagas parecer una guarra.

-Perdona, Vicky. A mí también me gustaría verte a menudo... pero no para una relación.

-No, no. No me interesa. No contigo. Ya sabes...

-Sí, sólo sexo. Pero yo también tengo mis propias condiciones.

-¿Encima me pones condiciones? -Se puso alerta. -...Dime una. -Suspiró.

-Para mí el sexo no es sólo follar. Si quieres que te siga dando caña como esta noche, te lo tienes que ganar.

-...Cabrón.

-No me mires así. Me ha encantado lo que me has hecho cuando has ganado la apuesta. -Sus ojos se iluminaron y puso sonrisa boba al recordarlo. -Quiero que me lo vuelvas a hacer siempre que vengas a follar.

-Eso es demasiado.

-Cuando tú no tengas ganas de chupármela, yo no tendré ganas de follarte.

-Serás... -Parecía genuinamente indignada.

¡Ding Dong!

Ella echó a correr a mi cuarto buscando su ropa.

A los 10 minutos empezamos a cenar, pero puso mala cara.

-...

-¿Qué pasa?

-No era suficiente con una Hawaiana, tenías que ponerle anchoas.

-Dulce y salado, contraste perfecto y equilibrado.

-Definitivamente no quiero tener una relación de pareja contigo.

-Lástima. La chupas muy bien.

-Y tú follas mucho mejor. Pero no te impacientes. -Me miró a los ojos. -Todo llegará. Pero no entre nosotros, no encajamos.

-El tiempo lo dirá. -Devoré la hawaiana con anchoas.

Y el tiempo lo dijo. Durante dos meses, hasta final de curso en junio, follé con ella más incluso que el primer mes con Michelle. Teníamos una rutina: Mamada para que luego aguantara más tiempo al follármela. Descubrí que tenía que enseñarle la moneda aunque me negaba a lanzarla y apostar. Solía sostenerla en mi mano hasta el final. Al parecer era efectivo para que el espejo no me impidiera correrme con otras personas que no fueran yo mismo. Además, tan sólo con ver la moneda parecía ponerse en trance ligero, y me gustaba ese efecto mientras me la chupaba. Cuando quería que se emocionara y le echara pasión, le decia que recordara su victoria. Entonces no tardaba ni un minuto en chorrearle su garganta mientras seguía chupando y tragando sin parar.

Del mismo modo, como parte de nuestra rutina, siempre follábamos a continuación en mi cama. La moneda se convirtió en mi amuleto y nunca la soltaba. Me aseguraba de que ella no la cogiera y la utilizara. La sostenía mientras me la follaba, y con la mano libre le sujetaba un brazo, y el de la moneda sujetaba el otro.

-Estás atada, inmovilizada, indefensa, mientras te follo sin parar como una máquina sexual. -Solía decirle mirándola a los ojos. Casi siempre se corría segundos después, aunque sólo funcionaba una vez con cada polvo.

También hice algunos experimentos. Con mucho cuidado de que ella no la viera, comprobé varias veces la distancia a la que podía alejarla sin que yo dejara de poder correrme. Podía soltarla en un cajón de la mesita de noche, pero primero tenía que habérsela enseñado un máximo de una hora antes. Lo que nunca cambió durante las primeras dos semanas es que por cada orgasmo mío ella tenía primero por lo menos 3, igual a mi nivel. ¿Si yo fuera nivel 10 ella tardaría un tercio de tiempo en correrse, o yo tardaría el triple?

Para entonces yo ya sabía que su fetiche sexual era ser follada sin piedad por una máquina sexual estando atada e indefensa, y follar conmigo resultó ser lo más parecido y probablemente mucho mejor. Lo que más le gustaba era que yo no paraba ni aminoraba por muchos orgasmos que ella tuviera. Ese tipo de videos, “Bondage sex machine”, estaban entre sus favoritos, y se masturbó muchas veces viendolos en su movil como juego previo para calentarme tras correrme por la mamada.

Ella tenía razón, no tuvimos una relación de pareja. En su lugar hicimos muchos, muchos trios. Pero me estoy adelantando.