Dentro del Laberinto - 1

Un chico obtiene un artefacto mágico con el que quiere conseguir a la chica universitaria que le gusta. Lo consigue de uno de los jefes de la mazmorra oculta bajo el sótano de su casas.

Capítulo I: La Mazmorra

Mi primera impresión al entrar en el laberinto fue que estaba entrando en una mazmorra de juego de rol. Es decir, mis padres se fueron de vacaciones un mes, encontré la llave en su dormitorio, y cuando abrí por fin la trampilla del sótano y bajé las escaleras, de repente estaba rodeado de roca viva y húmeda, irregular, que no parecía excavada, y las proporciones eran impropias de lo que debería poder encontrar: Todo era una galería de pasillos con techos que no se interrumpían por las redes de alcantarillado, cableado o suministro de agua. Los techos eran anormalmente altos a pesar de que se superponían con el bajo de mi casa, y las habitaciones a las que llevaban muchos pasillos eran grandes y vacías pero sin un propósito aparente. Quiero decir, a parte de contener monstruos.

¡Sí, joder, monstruos! Aunque no eran gran cosa. Primero me encontré una especie de rata mutante que debía ser prima de un Pitbull con esteroides, pero huyó tras pegarle una patada en el hocico. Volví a la cocina a por uno de esos grandes cuchillos de carnicero y la tapadera metálica de una olla como pequeño escudo, y cuando la volví a encontrar, maté a esa rata arrinconada. Luego empecé a pensar que aquello no podía ser algo natural al encontrarme una cosa gelatinosa del tamaño de un niño de primaria; no le hacía daño con el cuchillo y evitaba que me tocara. Por la reacción de la sangre de la rata, comprendí que su contacto era ácido. Tenía una especie de bracitos como la del tentáculo morado en esa vieja aventura gráfica. Lo embestí con la tapadera en la parte superior de su figura cónica y lo derribé. Como no tenía armas adecuadas me marché mientras luchaba por ponerse en pie.

-¿Qué carajos es este sitio? -Dije en voz alta. -Ni que fuera una mazmorra de verdad. -Apenas habrían pasado 20 minutos desde que abrí la trampilla, así que supongo que cuenta como primera impresión.

Entonces vi la palma de mi mano izquierda por casualidad al agarrar la tapadera por su asa. Tenía el número 1 brillando en mi palma y no entendía por qué. ¿Me había irradiado? No, eso no tenía sentido. ¿Magia? Venga ya. Y sin embargo...

-¿Es esto mi nivel?

El chillido de otra gran rata me sacó de mi ensimismamiento. Esta no me tenía miedo. Bloqueé su embestida pero perdí la tapadera. Contraataqué a tiempo y la maté de una sola puñalada certera. Pensé que eso era “un crítico”. Con la anterior había necesitado tres mal dadas. Entonces note que la palma de mi mano brillaba con un resplandor dorado, y el número cambió a un 2.

-¡No puede ser!

Fui a mi dormitorio y cogí el monopatín. Busqué al Limo (o “Slime” en inglés). ya se había puesto de pie, pero lo mantuve a raya y le zurré con la tabla hasta que se disolvió en gelatina ácida que esquivé de un salto.

-Resistente a armas de filo y perforantes, débil a magia y fuego. Las armas contundentes pueden funcionar. ¡Pero el mundo no es un videojuego!

Entonces oí algo extraño en una habitación contigua y fui a investigar. Me encontré con una especie de planta carnívora de dos metros con varios tentáculos, pero no eran muy rápidos.

-¿El jefe de este piso?

De nuevo volví a mi casa a aprovisionarme. Tomé un rollo de servilletas y un mechero que usábamos para encender el fogón a gas, y un bote de alcohol de 96º del baño. Me limité a tirarle pelotas de servilletas empapadas en alcohol y luego en llamas. Resultó ser demasiado torpe para encontrarlas y alejarlas a tiempo, quizá porque estaban fuera de su rango de visión, si es que esa cosa podía ver sin ojos. Tres minutos después la planta con dientes estaba ardiendo y me senté a esperar. Finalmente se convirtió en un pequeño montón de cenizas y apareció un cofre cerrado.

-¡Repito que esto es imposible! -Pero mi queja fue en vano. También miré mi mano. Ahora mostraba el número 3. Abrí el baúl y dentro encontré una llave, una moneda dorada y una nota. Vi que una cara de la moneda decía “Karma” y la otra “Juego”. Me la guardé junto a la llave leí el papel. Me quedé estupefacto y me senté en la fría roca para releerlo otras dos veces:

La moneda del Karma de los ludópatas sexuales:

Enseña la moneda y apuesta a cara o cruz con la persona de tu elección las dos acciones sexuales distintas que quieres que te haga, cada una con un lado. Se activará si le enseñas el lado llamado Juego.

Detalles:

La moneda saldrá sólo un 5% de las veces (1d20) con el lado Karma.

Esa persona siempre elegirá Juego.

No será consciente de que si ella gana es cuando resultará en tu propio beneficio.

No razonará que no tiene nada por ganar para sí misma. Será cegada por el concepto de “Ganar”.

Su tentación e interés será comparable a la de un ludópata con la segunda mejor mano de cartas posible en su mano mientras hay mucho dinero sobre la mesa.

Si sale Juego y gana, sentirá un gran triunfo y te hará el favor sexual con la misma felicidad que si estuviera recogiendo el dinero sobre la mesa, durante todo el tiempo que sea necesario hasta el final de tu orgasmo, o por una hora de tiempo sexual máximo.

Limitaciones:

Una persona predispuesta contra las apuestas no aceptaría aunque fuera tentada.

Una persona con una fuerte inhibición sexual podría negarse por el riesgo del acto sexual si pierde.

Una persona emparejada y muy fiel podría negarse por el riesgo de la infidelidad.

Esto no supone inducir excitación sexual en ningún caso. Sólo podría surgir de forma natural alhacerte el favor sexual.

Si sale Karma y ganas, te verás forzado a cumplir su exigencia del tipo que sea. Lo harás con la felicidad del ludópata que retira el dinero aunque te perjudique directamente. Te sera imposible resistirte.

Esa persona no decidirá su exigencia antes de que salga Karma y ganes.. No sabrás a qué te expones y estarás expuesto a tu propio Karma.

No podrás huir si sale Karma, igual que un ludópata espera hasta el último segundo para saber el resultado de la jugada.

Ya había visto varios fenómenos sobrenaturales, y estaba más dispuesto a creer aquellas palabras. Una mezcla insana de curiosidad morbosa y excitación crecía dentro de mí. Apenas había empezado en la universidad y se me iban los ojos ante tantas chicas de todo tipo y estilos. Lamentablemente parecían más interesadas en otros mayores y con coche. Y a poder ser con sombra definida y estilizada de barba, mientras que yo era casi lampiño con 4 pelos desordenados. Tal vez si durara en un gimnasio...

...O tal vez con la moneda...

Subí corriendo a mi casa y cerré la trampilla. Tardé en recordar la llave del baúl de recompensa y supuse que en alguna parte habría otra trampilla para un piso inferior, pero tampoco tenía un interés especial en arriesgar mi vida. Joder, a lo mejor con eso me podría desvirgar, que cada vez que salgo de fiesta con mis amigos vuelvo a casa con dolor de huevos y sintiéndome invisible para el sexo femenino. Podría bastar. Eran las 7 de la tarde y en esa época del año todavía era de día. Decidí planear cómo hacerlo.

-Tiene que ser una chica dispuesta a venir a mi casa, que me guste, y que no sea una cotilla y no lo vaya contando después. -Pensé en voz alta. -Quizás Michelle, la del trabajo en grupo...

Se trataba de una compañera con la que era capaz de tener conversaciones coherentes, pero era de esas con un radar que las avisa en cuanto tengo intención de ligar y me esquivaba haciendo una finta, dando largas, hablando con otro o marchándose con alguna excusa. Y coño, estaba muy buena.

-¿Tendrá novio? -Intenté no pensar “¿Será lo bastante poco fiel?”

El otro problema era mi mano. El número 3 no brillaba con luz dorada, pero estaba claramente dibujado como si fuera un tatuaje blanco. Al menos era más discreto que uno negro en mi piel clara. Pero era bastante grande, de arriba a abajo medía la mitad de mi palma, aunque estaba centrado y sería fácil taparlo.


Al día siguiente conseguí mantener el perfil bajo el tiempo suficiente para proponerle que viniera a ayudarme con el trabajo a mi casa. Por supuesto ella maniobró para apuntar a los dos más cercanos de nuestro grupo de cinco, y no supe cómo escaquearme de eso. Así que me encontré esa tarde con los cuatro en mi casa. Cada uno había llevado su parte de la maqueta y las ensamblamos.

-Yo creo que el diorama está quedando bastante bien. -Dijo uno de ellos.

-¿Se creen que esto es Community? Llevamos 3 meses y hemos hecho dos Dioramas. -Se quejo otro.

-Estamos empezando primero de Magisterio, creo que es normal. -Dijo el tercero.

-A mí me encanta, y es para romper el hielo y que los compañeros nos conozcamos. -Dijo Michelle. Pelo castaño y ojos avellana. Un rostro dentro de lo normal, pero en la zona superior. Guapa para cualquiera, pero no una supermodelo ni actriz. Buenas tetas pero sin pasarse...

-...¿Tú que crees? -Me preguntó. Me pilló por sorpresa.

-Eeeh... -No sabía la pregunta.

-¿Le falta más purpurina y estrellitas?

-Se supone que es para que aprendamos a enseñar a los niños a hacerlos. Los niños no se complicarían tanto. -Me escapé como pude.

La conversación duró un rato más y básicamente perdimos el tiempo porque ya estaba terminado, perfeccionismo a parte.

-Tío, me encanta que tengas la casa para tí solo. -Me dijo uno de ellos. -Las fiestas que podrías montar...

-Sí, claro, y luego limpio yo el desastre. Nope. -Para mi sorpresa, hice que Michelle se riera, y amaneció en la habitación. Joder, era mucho más guapa de lo que pensaba.

-Oye Michy, ¿Tienes novio? -Le preguntó uno. Fruncí el ceño y apreté los labios. Mierda. Se me estaban adelantando.

-No. La verdad es que nunca...

-¿En serio? ¿Desde cuando las chicas guapas de 18 no han tenido nunca ni un rollete ni nada?

-Hay muchos babosos. No me gustan. -Recordé la “Inhibición sexual” de las instrucciones.

-¿Pero nunca te ha gustado ningún hombre? -El tipo insistía, y me estaba mosqueando. Ella cambió de postura, se reclilnó en el sofá y se perdió en sus recuerdos por un momento.

-Lo típico. Actores, cantantes... ¡No debería contaros eso! -De repente se enfadó con él y sonreí un poco. Se cruzó de brazos y dijo que ya era suficiente, y se puso a desmontar las piezas. Movilizó a todo el mundo y empezaron a irse a su casa uno por uno. Pero ese buitre seguía al acecho y quería acompañarla. ¿Cómo podría deshacerme de él?

-Pero qué coño... ¿De donde has sacado ese refresco? -Le pregunté.

-De tu nevera. Toma, Michy. -Le dio otra de MIS latas a MI objetivo. Su puta madre.

-Gracias. -Pero frunció el ceño, me miró y comprendió la situación. Ocultó una pequeña sonrisa. -No me siento cómoda con esto, eres el anfitrión. -Me ofreció el refresco.

-No, por favor, bébetelo. Yo invito. A ambos. -Lo miré como diciendo “¿Tú qué?”. El capullo sólo sonrió y miró para otro lado. Y encima sacó pecho.

-¿Es eso un ritual de cortejo o algo? -Le pregunté. Se enfadó y se acercó con hostilidad.

-¿Me vas a pegar? -Le pregunté mirando a los ojos.

-Te aprovechas de que está ella. ¿Pero y cuando no esté?

-Y aquí lo tienes, así es él. -Lo señalé y sonreí a Michelle. Ella lo miró como una jueza antes de sacudir el martillo. “Has perdido, gilipollas”, pensé. El penúltimo se había escabullido en cuanto vio el panorama. De todas formas ya estaba abstraído con su teléfono desde antes.

-Mañana nos veremos. -Me dijo amenazadoramente mientras se iba.

-¿Qué significa eso? ¿Es algún tipo de amenaza? ¿Qué coño te pasa?

Se alejó enfadado por mi jardín y le pegó una patada a la puerta entornada para abrirla.

-Los tíos os volvéis gilipollas cuando pensáis con la polla. -Dijo Michelle. Me quedé parado un momento. Ella normalmente no hablaba así. Para ganar tiempo fui a cerrar la puerta interior. No quería que ese capullo volviera a entrar si se lo pensaba otra vez.

-Ese tío se creía que estaba en una película. Estaba siguiendo un guión. -Acerté a decir. La miré y estaba sentada en mi sofá bebiendo el refresco en vez de dispuesta a irse. Había soltado sus cosas y la bolsa de su parte del diorama. No entendía por qué no estaba ansiosa por irse como antes, especialmente cuando estábamos solos.

-Esos son los peores. -Dijo. -Lo que hacen es manipular. Dime cómo eres y lo que quieres, y yo decidiré si me interesas. No intentes venderme lo que no eres ni me intentes manipular.

Me quedé pensando. ¿Era una forma retórica de hablar o era uno de los famosos dobles sentidos de las mujeres tipo “¿metro, púrpura o azulejo?” que necesitabas un diccionario para entender. ¿Me estaba diciendo que me sincerara con ella?

-Me ha gustado cómo le has plantado cara. Tampoco soporto a los chulos. Para colmo se creen que nos derretimos por sus huesos.

-Algunos llaman a eso ser un “macho empotrador”. -Ella escupió el refresco mientras bebía y le salió por la nariz. Se descojonó. ¿Tan gracioso era?

-Deja que te ayude a limpiarte. -Le llevé un par de servilletas de la cocina. Ya casi no quedaban tras el incidente de la planta. Antes de darme cuenta estaba secando partes de su cuerpo como su escote mientras le ayudaba. Me puse nervioso y lo notó. Pero no me miró con rechazo.

-No creas que esto significa nada especial, ¿Eh?

-Eh... No, claro que no... -Me aparté y me di la vuelta para que no viera que tragaba saliva.

-Eres tímido... -No sabía qué responder.

-..Por eso te lo suelo poner fácil. -¡¿Era eso una insinuación?!

-No es una insinuación. -Oh.

-Me gustas. -Se me escapó. Me sentí idiota. “Ya la he cagado”.

-Qué mono. Lo siento, pero no estoy interesada en ese tipo de relación.

-¿Romántica?

-Quiero concentrarme en mis estudios. Me tomo la carrera en serio. No me verás en muchas fiestas.

-Entonces ni hablar de relaciones de tipo sexual. -Forcé una risa y lo dije mirando al techo intentando ser gracioso.

-Ibas bastante bien. -Cambió de postura sus piernas cruzadas invirtiendo cual estaba sobre la otra. ¿Cómo que iba bastante bien? Al final sí que iban a ser Indirectas Femeninas.

-Vale, no ha tenido gracia. No se me da bien esto.

-¿A qué te refieres con esto? ¿Crees que estamos ligando o algo? -Soltó la lata en la mesa de centro y se puso de pie. “No, no, no...” pensé. Iba tan bien...

-No te vayas, por favor.

-Uf. Eso sí que espanta a las mujeres. Pareces demasiado dependiente, u obsesionado, o pusilánime. -Comenzó a recoger sus cosas.

-Es sólo que... -Suspiré. -Al cuerno. -Saqué la moneda dorada de mi bolsillo. -Mira esto, Michelle. -De repente sus ojos se clavaron en la moneda y se quedó inmóvil. ¿A caso la moneda ejercía algún tipo de influencia no especificado?

-Te propongo una apuesta a cara o cruz. Los dos lados de esta moneda se llaman Karma y Juego. -Comencé a oír mi corazón palpitando, martilleando mi cerebro. Mi respiración se aceleró por lo que estaba a punto de hacer... ¿O mejor lo dejaba correr? Al fin y al cabo eso sí que sería manipulación, lo que ella había dejado claro que tanto odiaba de los hombres. ¿Y qué pasaría si yo perdía... es decir, si “ganaba” sacando Karma?

-Es una moneda muy bonita... ¿De qué país es? -Se acercó mirándola fijamente.

-Es una moneda especial. No es de curso legal.

-Mola... -La miró apenas a medio metro, incómodamente cerca de mí. Tragué saliva.

-¿Qué lado eliges?

-Todavía no has dicho qué pretendes apostar. -Me miró a los ojos y me perdí en ellos. Sólo un momento. Reuní valor y traté de decir las dos apuestas trampa que tenía pensadas. Pero en el último momento volví a dudar. ¿Le proponía una mamada contra una cubana? ¿Qué preferiría siendo ella novata? ¿De verdad no notaría la trampa? Lo que tenía claro era que sólo se aplicaría lo que yo dijera que pasaría si salía Juego y ella ganaba, porque si salía Karma (una pifia de 1d20) estaría a expensas de lo que ella improvisara. ¿Pasaría algo si proponía “mi” alternativa sexual antes de decirle a ella lo que pasaría si ganara?

Finalmente sacudí la cabeza y me concentré mirándola a los ojos. Volví a poner la moneda ante los suyos y repetí que la mirara. Me aparté un poco.

-Si yo gano usarás tus tetas para masturbar mi polla y me harás una “cubana”. -Aguardé por una reacción explosiva pero no sucedió.

-¿Y si gano yo?

-Si tú ganas, usarás tus manos, tu lengua, tu boca... ¡Y tus tetas! Para masturbar mi polla, es decir, me harás una “mamada” como las de las actrices porno, hasta que tenga un orgasmo y termine de disparar mi semen en tus tetas o tu boca. -De nuevo esperé por su reacción. Sólo parpadeó lentamente y no dijo nada. Comenzó a sonreír lentamente.

-Suena muy interesante... -Me dijo. Su rostro cambió. Supuse que así era la mirada de los ludópatas ante una máquina tragaperras cuando sólo les faltaba el símbolo $ en sus ojos. Su respiración se aceleró y entrecerró sus ojos. Miraba la moneda con auténtico deseo. Desvió su mirada a mis ojos y me sonrió enseñando ambas filas de dientes blanquísimos, e hinchándose sus mofletes, incluso aparecieron pequeñas arrugas en torno a sus ojos; una sonrisa sincera de felicidad y aprecio que me sobrecogió. Y luego miró la moneda con aún más avidez.

-Los dos lados de la moneda se llaman Karma y Juego. -Repetí. -¿Cual eliges?

-¡Juego, por supuesto!

Mi corazón bombeó con más violencia y puse la moneda en posición para lanzarla con el pulgar. ¿Realmente lo iba a hacer? Ella esperaba impaciente.

-¿A qué esperas?

-¿De verdad vas a cumplir la apuesta? -Pregunté inseguro, y con cuidado de no especificar.

-Sí. Pero tírala ya. -Cada vez estaba más ansiosa.

-¿Me lo prometes?

-¡Que sí! Prometido. ¡Pero vamos, hombre, tírala ya!

-Como quieras.

Lancé la moneda al aire y crucé los dedos figuradamente esperando que no saliera mi Karma.

¡Cling!

Los dos nos apresuramos hacia ella y casi nos pegamos un cabezazo.

Capítulo II: Michelle

El corazón se me cayó a los pies y el mundo se paró.

-Ooh... qué pena. Has ganado tú. -Me dijo ella. Maldije mi suerte y mi karma. Se puso en pie, entrelazó los dedos y los estiró haciéndolos crujir. -Ya sabes lo que pasará ahora. -Me dijo casi amenazadoramente. Tragué saliva y mis piernas temblaron. En realidad llevaban un rato haciéndolo, pero no me había dado cuenta. Pensé en huir, pero recordé que no podía hacerlo. Y que lo siguiente sería que ella diría cualquier cosa que quisiera que yo hiciera, y entonces yo sentiría la felicidad de un ludópata barriendo la mesa de juego mientras la obedecía ciegamente. Ella fue a correr las cortinas y entonces sacó sus tetas de su escote. Me quedé paralizado. Se sentó en el sofá frente a mí. Miré fijamente sus tetas, y sus pezones pequeños y blandos. No estaba excitada. Pero yo me quedé mirándolas embobado, como hipnotizado.

-Te lo prometí. Cuando quieras.

Me acerqué muy lentamente, como si intentara no espantar a un gato, o despertarla de un sueño.

-¿Te tengo que ayudar?

-¿Cómo dices?

-Bueno...

Ella misma me desabrochó el cinturón, y el pantalón, y bajó la cremallera... y con cuidado bajó los pantalones.

-No está mal. -Dijo observando el bulto duro comprimido en mis slips. Entonces con delicadeza me los bajó y sacó a pasear mi rabo duro, que pegó un pequeño latigazo hacia arriba al liberarse.

-¿Es la primera que ves en persona, delante de tí?

-No. Pero dura, sí. -Me la agarró con cuidado y la deslizó sobre sus tetas poco a poco, y sobre sus pezones. Bajó la piel y frotó sus pezones con mi glande. Cada vez me hacían más cosquillas. Noté que empezaban a ponérsele duros.

-¿Ya estás listo? -Supuse que era una pregunta retórica, porque la tenía tan dura como para partir la cáscara de las nueces a golpes. La acomodó en su canalillo y me la envolvió con sus tetas. No eran enormes, pero eran capaces de cubrirla por completo mientras las sujetaba con sus menos. Comenzó a moverlas arriba y abajo...

-Una promesa es una promesa. Y una apuesta es una apuesta. -Me dijo. -Has ganado, así que quiero hacerte esto, y

quiero que tú disfrutes.

Algo hizo click en mi cerebro y me puse como un animal en celo. O en un trance hipnótico. O yo que sé. El caso es que en mi mundo sólo existía el placer, el deseo, la excitación. Ella. Sus tetas. Gemí. Jadeé. Me sonrió mirándome a los ojos.

Me corrí. Abrí los ojos y estaba desparramado sobre el sillón, frente a ella y el sofá. Mi culo desnudo estaba en el suelo.

-Santo cielo, ¿Estás bien?

-En.. en la gloria. Michelle... ha sido... -Le sonreí como un bobo enamorado o algo parecido.

-Pero si te has desmayado...

-De puro placer. No se me va de la cabeza. Era... Joder. Uf. -Noté que se me estaba poniendo dura y recuperándose rápidamente. Supuse que había sido demasiado rápido y además porque era joven.

Ella cogió unas servilletas y se puso a limpiarse a sí misma y las gotas que vio por el sofá.

-No sé si sentirme halagada o es que eres una nenaza. -Bromeó.

-Quiero más... -Le dije.

-¿Qué? ¿No has tenido suficiente? -Mierda. El efecto sólo iba a durar hasta el orgasmo... Y entonces me dí cuenta de que las instrucciones no decían nada de

después

. ¿Cómo se lo tomaría ella? ¿A caso lo olvidaría? “Un momento... ¡Las consecuencias de esto también serán karma!”.

-La verdad es que... Estoy un poco excitada... -Me dijo. La miré como impulsado por un resorte. -Pero será mejor que me vaya. A este paso podría acabar... desvirgada. -”Jooo-der”, pensé. -Y es demasiado precipitado. Y ni siquiera sé si quiero que seas tú. -Se colocó los tirantes negros de nuevo y se tapó las tetas sin sujetador. Casi estaba lista para irse.

-Yo... Muchas gracias, Michelle. -Lo dije de corazón. Me sonrió pícaramente.

-Has descubierto mi punto débil. No te aproveches o me enfadaré.

-No te entiendo.

-Ay... Me encanta apostar. Y las máquinas tragaperras. El año pasado llegó a ser un problema, y me intento controlar. Pero creo que me gustas tú también... y cuando me propusiste esa apuesta tan obscena... una parte de mí no pudo resistirse, y la otra quería hacer esas guarradas contigo. ¡Qué gamberro eres! Anda que proponerme una apuesta en la que salga lo que salga tú te corres... Tramposo. -Y se rió sola. Me dejé llevar por un impulso y le di un beso en la mejilla. Ella se lo pensó un momento y me dió un ligero beso en los labios, apenas un roce.

-¡Hasta mañana! Y no le cuentes nada de esto a nadie, por favor.

-Te lo prometo.

Y se marchó. Una vez que cruzó la puerta del jardín y se aseguró de cerrarla, corrí a mi dormitorio y saqué las instrucciones de debajo del colchón.

La moneda del Karma de los ludópatas sexuales:

Enseña la moneda y apuesta a cara o cruz con la persona de tu elección las dos acciones sexuales distintas que quieres que te haga, cada una con un lado. Se activará si le enseñas el lado llamado Juego.

-¡No puede ser! -Exclamé. Pero tenía que serlo. -”Se activará si le enseñas el lado llamado juego.”

Me dejé caer en la cama y me reí a carcajadas.