Dentro de un triangulo vicioso.
Giselle Ziegler & Ryder Carrione. ¿La pareja perfecta? No lo creo. Y ustedes, ¿Que opinan?
Entró Giselle abriendo las puertas de la cafetería más que furiosa, haciendo que todos voltearán a verla y guardarán silencio. Estaba con el diablo adentro. Los murmullos de las personas, al ver su rostro sabían perfectamente a quien buscaba. Ryder Carrione. Según unas chicas en el baño, había vuelto a decir una de sus muchas mentiras, donde ella se veía involucrada. ‘ Ryder dijo, que Giselle ya había estado una vez en su cama y lo volvería a estar dentro de poco ’. Había dicho una anoréxica rubia a su amiga mientras se maquillaban.
Un chico delgado de aspecto nerd y con el miedo en los huesos, le indico con su cabeza, haciéndola girar, y ver a Ryder en una de las mesas. Con sus amigas y amigos. Reía, mientras toqueteaba descaradamente la pierna de una morena debajo de la mesa. Giselle apretó los puños y caminó a paso rápido hasta su mesa. El mejor amigo de Ryder, Charlie al ver a Giselle detrás de Ryder, dejo de reír. Luego todos lo hicieron, y segundos después Ryder entendió los rostros de sus amigos y calló, mientras se giraba encontrándose con la fulminante mirada azulada de Giselle.
— Sugiero que te levantes, si es que quieres defenderte – Habló Giselle mientras levantaba una de sus delgadas y expresivas cejas.
Ryder rió sarcástica y se levantó, haciendo que todos sus amigos de la mesa, se giraran sin dejar de mirarlas.
— ¿Ahora qué pasa, Giselle? – Preguntó con superioridad.
— Tú lo debes saber perfectamente – Dijo Giselle acercándose a Ryder con toda la intención de rasguñarle la cara, pero fue más rápida y la tomó de las manos, pegándola a su cuerpo.
— Rawr! - Gruñó Ryder juguetona – Tranquila, gatita – Sonrió con cinismo.
— ¡Ya estoy cansada! No tienes por qué inventar cosas estúpidas sobre mí.
— ¿De qué hablas?
— De lo que tú le has dicho a todos. ¡En ningún momento me he acostado contigo! Y no pienso hacerlo ¡Nunca!
— Eso dicen todas al principio…
— ¿Todas? Yo no soy como las demás – Ryder la apretó más a su cuerpo y la hizo gemir. Su respiración rozaba con la de Giselle y los grandes ojos verdes pardos de Ryder penetraban los azulados de ella.
— Eso crees, Giselle – Susurró – Pero nadie se resiste a mi encanto, por mucho tiempo – Le advirtió con una sonrisa lasciva y una mirada llena de lujuria.
— ¡Eres una idiota! – Dijo tratando de zafarse.
—A la que deseas... – Sonrió de lado mostrando su blanca y cuadrada dentadura.
— ¡Eres repugnante! – Dijo volviendo a forcejear con ella. Todas las personas en la cafetería, estaban pendientes de ellas, y de lo pegadas que se encontraban. Todos hasta las personas de la cafetería. – ¡Suéltame, imbécil!
Ryder mordió su labio inferior y acercó su rostro al de Giselle con intención de besarla pero ella giró su rostro evitándolo.
—Mmm… Mejor – Gimió mudamente cerca de su rostro. Y con rapidez, llevo sus labios al cuello de Giselle.
El roce de los labios de Ryder en su cuello hizo que Giselle sintiera algo ardiente. Sentía como si estos la quemaran, y algo dentro de ella, se moviera. Sus pezones se hicieron erectos, y sintió como si algo mojara su ropa íntima. Cerró los ojos, y luego los abrió abruptamente dándose cuenta que todos miraban boquiabiertos la escena. Ryder aún seguía perdida en su cuello, y esta vez había buscado otra parte de su cuello. Giselle tragó saliva, y subió su rodilla, hasta darle un golpe en su abdomen. Instantáneamente la soltó y se abrazó a sí misma tratando de respirar.
—¡Vete a la mierda, hija de puta! – Y salió de ahí, dejando a Ryder en el suelo.
Podía sentir las miradas fijas en ella. Pero no importaba, ella solamente quería olvidar lo sucedido.
Una voz habló dentro de ella. ‘ Te gusto, acéptalo ’. Su cuerpo aún estaba caliente por dentro, y las manos y piernas le temblaban. Su respiración era agitada. ¿Coraje? ¿Excitación? ‘ ¡No! Excitación no puede ser. ¿Quién podía sentir excitación, por la persona a la cual aborrecía con toda su alma? ’ Uno nunca sabe. ‘ ¿Nunca sabe? ’Lo único que sabía Giselle en esos momentos, era el odio y la ira, – mezclada con algo de excitación – hacia Ryder Carrione. Y ella, según creía, nada iba cambiarlo. ‘Según creía’.
Corrió a su clase de filosofía en donde presentaría examen y con suplicas y excusas, la profesora la dejó entrar al enorme y silencioso auditorio de clases. Giselle trataba de concentrarse en las preguntas. Leía y releía palabra por palabra. Pero le era imposible concentrarse. Los labios de Ryder, seguían impregnados en su cuello. Como una herida, reciente. Sentía un hermoso pero molesto ardor.
Disimuladamente, sacó de su bolso un pequeño espejo y observó su cuello. Encontrándose con dos marcas rojas, una más arriba que la otra. ‘ ¡Maldita Ryder!, ¡Mil veces maldita! La odio. ’ ¿Cómo podía Ryder haberse atrevido a hacer algo así? Pero, esa no era la pregunta correcta. ¿Cómo Giselle pudo haberlo permitido?
La clase había terminado y solamente había respondido doce de cuarenta y cinco preguntas. La profesora le sugirió que se quedara y compartiera la clase con el siguiente grupo de estudiantes. Asintió agradecida y siguió leyendo una y otra vez la misma pregunta.
Al cabo de unos segundos, el siguiente grupo entró al aula pero Giselle trataba de concentrarse en su examen, no quería hablar con alguien. Lo único que quería era acabar el examen que estaba en su pupitre. Sintió a alguien sentarse a su lado y ahí vio a Charlie haciendo que se apresurara a acabar el examen.
—Hola gatita – Dijo cerca de su oído – Es un orgullo saber, que las marcas que traes en el cuello, fueron hechas por mí – Gimió haciéndola estremecerse al sentir su caliente respiración en su lóbulo.
—Estoy ocupada, estúpida – Murmuró Giselle tratando de sonar firme. Disimuladamente busco a la profesora con la mirada pero no la encontró.
—Mmm… - La miró de arriba abajo con descaró y sonrió – Ya veo… Pero gatita, estás en mi lugar – Giselle la miró algo nerviosa.
—También es el mío – Respondió apretando su lápiz con fuerza.
—Sí, pero esta es la clase ‘A’. No la clase ‘B’, tu hora a pasado gatita. Así que quiero mi asiento – Ordenó con egoísmo.
—¿No puedes sentarte en otra parte?.
—No – Sonrió al ver lo nerviosa que Giselle se encontraba – Dame mi asiento… Puedes sentarte en mis piernas si quieres.
—Es lo último que haría en la vida – La miró murmurando, y esta acercó su cara hacía Giselle. Otra vez estaban tan cerca. Giselle no pudo evitar mirarle los labios. Tan carnosos, tan rojos. ¡Dios!
—Eso ya veremos, porque sé que suplicaras, por estar bajo mi cuerpo pidiéndome a gritos que haga mía, una y otra vez – Giselle entrecerró los ojos y soltó un suspiro – Mientras gimes mi nombre – Ryder se acercó a su oído – No sabes cuánto deseo porque seas mi juguete – Mordió el lóbulo de su oreja delicadamente.
—Me das asco – Dijo y se paró de ahí, tomando su examen.
—Quédate ahí gatita, puedo sentarme atrás – Dijo sonriente.
Giselle la miró por segundos y después volvió a sentarse. La profesora entró, y toda la clase ‘A’, le pusieron atención mientras daba las instrucciones. Repartieron los exámenes, y después el silencio inundo el salón.
Al cabo de la pregunta treinta y siete, una pequeña bola de papel cayó frente a Giselle quien suspiró estresada y la abrió de mala gana. ‘ Tengo una muy buena vista de tu trasero desde aquí ’. Apretó sus labios con nerviosismo. ¿En verdad estaba viéndole el trasero? ¡Por supuesto! . Sin pensarlo, Giselle se sonrojó, tomó el bolígrafo negro y escribió. ‘ ¿Es una especie de halago? Porque déjame decirte que no funciona para nada. Eres patética. ’. Lo lanzó hacía atrás, y escuchó claramente la risita de Ryder detrás de ella, haciéndola estremecerse. ‘ Tómalo como quieras. Esos Jeans se ajustan muy bien a tu cuerpo. Por cierto, tu piel es demasiado deliciosa ’. Se estremeció. Por un momento, Giselle quiso seguirle el juego, pero no lo haría. No caería tan bajo. No ella. Se apresuró a terminar las ocho últimas preguntas y se levantó, dejó su examen en el escritorio de la profesora, quien la miró sonriente.
—No acostumbras a tardarte demasiado en los exámenes Giselle. ¿Todo está bien?.
—¡Sí! Sí, todo está bien. Solo que tengo un poco de flojera.
—Trata de descansar un poco más seguido, no quiero que se vuelva a repetir. Ve por tus cosas – Giselle asintió sonriente.
Regresó a su asiento y se agachó para tomar su bolso. Ryder la miraba sonriente con sus ojos llenos de lujuria.
—Esa blusa se ajusta a tus pechos muy bien, gatita… – Susurró, Giselle la miró sin mucha importancia, y comenzó a guardar los lápices. Al terminar, se levantó y giró. Enseguida sintió una nalgada haciendo que se girará bruscamente. Ryder estaba viendo su examen, pero con una sonrisa perversa en sus rojos labios. Giselle respiró hondo y se dio la vuelta. Lo único que quería era salir de ese salón, donde prácticamente, se sentía asfixiada y acalorada. Muy en el fondo sabía que sufría síndrome de excitación hacia Ryder.
Sus otras clases seguían normales pero se la pasaba de mal humor, no podía dejar de pensar en Ryder. Siempre la ‘halagaba’ con sus comentarios pero hoy, eran distintos. Eran halagos llenos de lujuria y aquella nalgada, era la primera que Ryder le había dado y, a Giselle le había gustado.
El timbre de la última clase la sacó de sus pensamientos. Suspiró aliviada, y guardó sus cosas mientras abrazaba sus dos libros contra su pecho pero varios chicos que salían a toda prisa hicieron que Giselle tropezará y tiraran sus libros al suelo. Les gritó una estupidez, que solo ella entendía, y después se dispuso a recoger sus dos libros del suelo.
–Tranquila Giselle, todo mejorara este fin de semana – Se dijo a sí misma, en volumen audible mientras respiraba hondo.
—¿La gatita entrara en acción? – Se quedó en shock al escuchar su lasciva voz, y aun más al verla recargada en el umbral con una sonrisa coqueta y su ceja izquierda levantada. ¡Dios! Viólame en este mismo instante en el escritorio. No me negaré a eso.
—¿Me estas siguiendo?.
— Ryder Carrione, no sigue a nadie, la gente la siguen a ella.
—Como sea – Se acomodó su bolso afirmando sus libros mientras caminaba con la puerta con intenciones de salir pero Ryder se paró enfrente de ella – Déjame pasar.
—¿Qué si no lo hago?.
—Me veré obligada a dejarte de nuevo en el suelo – Ryder soltó una carcajada.
—No creo que quieras eso. Pero si quieres salir, te reto a que me beses.
—Sueñas Carrione – Se cruzó de brazos.
—Dilo de nuevo.
—¿Qué?
—Mi apellido.
—¿Para qué?
—Es excitante – Se mordió el labio y Giselle casi se corre al ver semejante gesto.
—¡Me das asco! – Suspiró y trató de salir pero lo que ganó, fue quedar acorralada entre la pared y el cuerpo de Ryder – Si no me dejas en paz, me veré obligada a denunciarte por acoso.
—¿Acoso? – Giselle asintió – No seas estúpida – Acarició con su nariz la de Giselle, y después rozaron sus labios. – Lo deseas.
—Sí – Murmuró Giselle logrando sacarle una sonrisa a Ryder – En la tumba – Volvió a subir su rodilla, pero esta vez ella la detuvo y al contrario comenzó a acariciarla, hasta llegar a su feminidad.
La tomó de los Jeans pegándola más a ella. Giselle la miró a los ojos, y con su mano se sujetó del cuello de Ryder mientras emitía un sonoro gemido.
—Ha sido de lo más excitante – Sonrió Ryder – Esta posición, dios. La he anhelado tanto.
—¿Qué? – Su voz comenzaba a entre cortarse y su pecho a agitarse, haciendo que sus pechos se pegaran a los de Ryder. —Ya… ¿Ya lo habías imaginado? – Volvió a gemir a sentir sus labios en su cuello y una sutil caricia en su clítoris.
—Empiezas a entender, gatita – Besó la comisura de los labios de Giselle, y desabrochó un botón de su blusa, miro hacia abajo, viendo la vista que ahora se proporcionaba – Los sostenes negros y con encaje, me encienden. ¿Por qué los usas?
—Hacen resaltar mi piel – Giselle encogió de hombros.
—Dirás, tus pechos - Volvió a pegarse de nuevo al cuerpo de Giselle, colocando su pierna derecha entre las de Giselle. Ella sintió el duro abdomen de Ryder con su brazo el cual se encontraba apretando la pasta de uno de sus libros aferrados a su pecho.
—Déjame ir, por favor – Susurró, y comenzó a moverme tratando de escapar. Quería huir, tan solo tener su tacto sobre su sensible sexo le daba miedo. No quería perder el poco control que tenía.
—Eso es malo gatita, me excitan aún más – Sonrió con malicia, y empezó un vaivén con su pierna sobre el sexo completamente húmedo de Giselle quien enseguida tragó saliva y gimió – ¿Lo sientes? – Giselle asintió cerrando sus ojos – ¿Quieres que siga? – Susurró en su oído y escuchó un gemido que le dio luz verde. Una de sus manos se adentró a los Jeans de Giselle y apartó su tanga de encaje por un lado y sin previo aviso la penetró con dos dedos.
Giselle dejó caer sus libros y se aferró al cuello de Ryder. Sus piernas temblaban y tenía miedo de caerse. Su cuerpo comenzó a tensarse y sus caderas a contonearse sobre la pierna de Ryder quien sonreía satisfecha.
Estaba por llegar al orgasmo, pero Ryder se detuvo abruptamente y se separó peinando su hermosa cabellera dorada hacia atrás.
—Te veo en la fiesta de los Delta Upsilon, te estaré esperando, y lleva algo corto – Le guiñó el ojo mientras mordía su labio inferior. Dio un paso atrás y comenzó a alejarse con una seguridad sorprendente. Giselle tragó saliva y se quedó un rato pensando, luego Salió de su shock. Habían pasado tantas cosas en un día. Cosas extrañas, pero que a la vez, que le gustaban y mucho.
Esa misma noche, fue uno de los días que se quedaron grabas en su mente para siempre. No solamente se acostó con Ryder y fue ella por una larga y torturante noche. Esa misma noche conoció a la verdadera Ryder, a la sádica, a la dominante, a la fanática del Bondage. También había conocido un lado de ella misma que no sabía, le excitaba todo lo que Ryder le hacía. Le encantaba ser la sumisa de aquella hermosa mujer. Aunque nunca tuvo la oportunidad de tocarla, pero si haber sido de Ryder.
Después de esa noche, se había jurado a sí misma, no volver a acercarse a Ryder Carrione. Nunca más.
« Un Mes y dos semanas después ».
—¿Qué es lo que quieres? ¡Dímelo! – Ordenó Ryder, mientras dejaba recorrer su dedo índice por los pliegues sedosos y empapados de la chica, de una manera dolorosamente ligera, apenas sentida.
—Por favor… – Gimió Giselle, alzando las caderas patéticamente contra su mano, buscando su tacto.
—¿Por favor qué? – Ronroneó ella de manera cruel y juguetona.
—Tócame, Ryder, por favor – Suplicó Giselle a punto de estallar de la frustración y desesperación. Estúpida, Estúpida, Giselle…
¿En qué momento había caído a los pies de Ryder? Ryder había estado jugando con Giselle, como siempre. Giselle se encontraba excitada, porque Ryder era demasiado buena haciéndolo, era una experta, y Giselle de estúpida caía, completamente rendida, sin poder evitarlo. Aun cuando Ryder que sólo se dedicaría a torturarla, aun cuando Giselle sabía que sólo la usaba, se dejaba tocar, excitar, torturar, todo, con tal de "tenerla". Con tal de existir para ella.
Ryder complacida ante un doloroso rostro de súplica abrió los suaves pliegues de su víctima, para deleitarse de toda la humedad, que casi escurría, en sus labios vaginales.
—Estás tan deliciosa, tan húmeda… – Medio gruñó y gimió, haciendo que Giselle sólo se desesperara más e intentara cerrar las piernas, buscando algo de fricción para deshacerse de esa dolorosa y sabrosa picazón. – Gatita, tómatelo con calma… - La miró con una pequeña sonrisa burlona al verla desesperada por desatarse las manos de la cabecera de la cama.
—Ya no juegues más conmigo… hazlo de una vez – Se quejó Giselle sintiéndose patética, como siempre.
—Sabes que me gusta jugar contigo… – Musitó Ryder seductoramente, mientras corría con un dedo su intimidad haciendo que Giselle de nuevo se estremeciera. – Es muy divertido verte así... – Carcajeó con cinismo.
Giselle sabía que Ryder sólo la usaba para entretenerse, para jugar con ella. Ella como muy estúpida caía, porque la amaba tanto. ¿Cómo podía engañarse con eso? Desde la primera vez que la había visto, quedó encantada con ella, no se la pudo sacar de la mente, aun odiándola, no pudo. No fue suficiente para evitar que ahora fuera el juguete de ella.
Ryder, por supuesto, se dio cuenta de esto, de ella, de sus sentimientos… Muy astutamente había decidido aprovecharse de la vulnerabilidad de Giselle, del deseo que Giselle sentía por ella. Solo bastaba decirle cuantas palabras bonitas para que la estúpida de Giselle cayera a sus pies, teniendo el dominio completo de ella.
Giselle siempre desea ser tocada por la perfecta, escultural y hermosa de Ryder Carrione cada vez que la ve por los pasillos. Aun cuando sabía que sólo la usaba, que quizá sólo se reía de ella y que tarde o temprano la botaría, cuando se cansara de la fracasada y estúpida de Giselle Ziegler, prefería olvidar todo eso y sólo pensar que ella estaba ahí, para Ryder, en ese mismo momento.
Porque aunque para mañana Giselle fuera una completa desconocida y fracasada para Ryder. Aunque no fuera nadie, aunque tuviese que soportar su ignoro y aunque siempre estuviese esa sensación de ser utilizada, ignoraba todos esos sentimientos. Ignoraba ese deseo de pararla, de decirle que ya no quería ser más su juguete, que la odiaba por ser utilizada así. El deseo de hacerla detener en ese instante, de levantarse para desaparecer de su vida e intentar olvidarla… Pero, no podía... Era demasiado débil, demasiado estúpida y Ryder lo sabía. Y mientras tanto, para Ryder no significaría nada jamás, sólo sexo. Siempre sería para ella un objeto o un juguete para descargar todas sus frustraciones, como ella siempre se lo hacía recordar a Giselle. Sólo eso. Pero mientras tanto Giselle se conformaría, porque su deseo, su amor y su admiración por Ryder eran tan profundos, que no se vería sin ella. No aún.
Ryder con la misma sonrisita de burla siguió recorriendo de arriba para bajo el completamente mojado sexo de Giselle y sin previo aviso metió de golpe dos de sus dedos en el interior de Giselle quien dio un pequeño saltito ante la profunda penetración, los dedos de Ryder se dedicaban a jugar en el interior de ella de una manera rápida gracias a la cremosidad que había en el interior de ella. Comenzó a doblar sus delgados dedos en el interior de su víctima, ella quería seguir jugando con Giselle. Decidió invadirla con un dedo más, haciendo que Giselle comenzara a excitarse y desear todavía más.
Giselle en completo éxtasis comenzó a suplicar aún más, exclamaba su nombre y para Ryder era música para sus oídos, la seguía torturando para seguir deleitándose de esos gemidos que llevaban su nombre.
Con su otra mano comenzó a acariciar el clítoris hinchado de Giselle, su mano resbalaba por la tanta humedad, manipulándolo fácilmente y pellizcándolo para su diversión, disfrutando de los saltitos que daba Giselle.
—¡AAHH!
Finalmente Giselle llego al deseado orgasmo, después de tanta tortura, tantos juegos, tantas suplicas. Exclamó su nombre una vez más, ella intentaba aferrarse a Ryder con sus piernas mientras trataba de tranquilizarse luego de haber tenido tremendo orgasmo, casi eyaculación.
Pero, Ryder no dejaba que ella la tocara. A pesar de que Giselle deseara intensamente hacerlo. Ryder no buscaba que le complacieran, ni que la tocaran. Ella sólo buscaba un juguete con el que pudiera jugar, y ese objeto era Giselle.
Ryder ante la desesperación de Giselle por tenerla cerca, sonrío maliciosamente y se separó abruptamente de ella levantándose de la cama. Se acercó a Giselle rodeando la cama y beso la comisura de sus labios mientras una de sus manos le quitaba la venda de los ojos y la otra mano desataba sus manos de la cabecera de la cama.
Ahí es cuando Giselle se había dado cuenta de que Ryder (Como siempre) nunca se había desvestido, ella seguía con sus Jeans y su camiseta blanca, y su cabello rubio castaño perfectamente peinado.
—Adiós – Dijo en un tono indiferente y frio.
Agarró su chaqueta que estaba en el sofá y se fue del apartamento dejando a una triste, confundida y desolada Giselle. Ella sabía que sería lo mismo, como siempre. Ella la ignoraría como siempre lo ha hecho. Para Ryder, mañana en el instituto sería tan sólo Giselle Ziegler, la chica estúpida y fracasada del instituto, nada más. Para que después, cínica e hipócritamente Ryder le hablara cuando ella estuviera guardando sus libros en su casillero antes de salir del instituto, solamente para que de nuevo la buscará para complacerse mediante Giselle. Y ella aceptaría estúpidamente, gustosa de complacerla, de ser algo para ella, de existir. Así sería, al menos hasta que Ryder la desechara, como un viejo juguete. Pero hasta entonces, Giselle no se apartaría de ella. Aunque tuviese que soportar sus juegos y sus mentiras.
Giselle seco sus lágrimas, se desató con un poco de dificultad las piernas y se levantó de su cama con un poco de dolor en la espalda y trasero. Caminó hasta el espejo de cuerpo completo que tenía en su armario y giró su cuerpo para mirar el daño que tenía desde sus hombros hasta sus muslos. Las marcas rojas y otras con cortes con pequeñas gotas de sangre, las uñas y las nalgadas de Ryder eran la causa de su sufrimiento físico.
Cerró la puerta de su armario y se dispuso a recoger su ropa que estaba en el suelo para luego meterse a bañar.
Con un nudo en el estómago salió de su apartamento sin rumbo alguno, solamente quería tratar olvidar aquel tortuoso encuentro con su Amada. Caminó por veinte minutos por aquellas calles abandonadas hasta que llego a una parada de autobuses y se subió a que estaba. Su mente se encontraba divagando, tratando de buscar alguna solución para huir de Ryder, tratando de hallar alguna razón de las estúpidas decisiones que últimamente estaba tomando.
Al darse cuenta de donde se encontraba, se bajó del autobús rápidamente y comenzó a caminar adentrándose al bello parque llegando exactamente en la zona del parque donde se encontraban los quioscos, aquellos típicos pintores, comediantes, músicos y bailarines callejeros reunidos cada uno por su lado tratando de ganarse la vida entreteniendo a los turistas y locales que caminaban por aquel hermoso parque que muchos conocían como el “Grant Park”.
Giselle, una chica bella de veintiún años; Un metro sesenta y siete, tez blanca con una leve capa de bronceado. Cabello largo hasta un poco más arriba de la cintura y un tanto ondulado en un color rojo sangre, hermoso, único. Ojos grandes de color azul celeste con rasgos verdes en ellos. Nariz delgada, pequeña y respingada, pómulos prominentes y coquetos. Labios carnosos y sin exagerar, en un color rojo carmesí. Su cuerpo era delgado y muy bien cuidado a pesar de no practicar ningún deporte. Sus pechos no eran ni muy pequeños, ni muy grandes, eran de un tamaño adecuado a su cuerpo. Su trasero redondo y firme. Largas, tonificadas e impactantes piernas.
Niños corriendo, padres con la mirada de desesperación, adolecentes despreocupados, enamorados recostados bajo la sombra de un árbol, ancianos jugando ajedrez en aquellas mesas de piedra, unas personas alimentando a las palomas, otras leyendo un libro o el periódico del día. Otras acostadas en el césped con los audífonos puestos mientras admiraban el bello atardecer. Una escena hermosa y perfecta, pero Giselle ignoraba todo su alrededor, en su cabeza solamente existía Ryder, Ryder y más Ryder. Trataba de no imaginarse el momento en el que Ryder decidiera botarla, sacarla de su vida para siempre. Pero Giselle no podía quitarse este pensamiento de la cabeza, para ella, Ryder era todo pero ella para Ryder simplemente era nada, y eso la mataba. Recordaba el día que la vio por primera vez…
« Dos Meses Antes »
—¿Eres de nuevo ingreso? – Preguntó una voz femenina detrás de ella. Giselle se volteó y era una encantadora chica de cabello negro y piel morena – Oh, discúlpame… Me llamo Amanda – Extendió su mano y Giselle por educación la estrecho con la desconocida.
—Giselle, mucho gusto – Sonrió agradecida – Eh… Sí, soy nueva – Confesó apenada.
—Ya decía yo – Bromeó – ¿Estas perdida?
—Un poco, sí.
—¿Qué aula buscas? – Preguntó observando sobre arriba del hombro de Giselle, esta última se percató de la mirada y giró su cuerpo para encontrarse a una hermosa criatura de cabellos dorados y piel blanca mientras caminaba como si estuviera en una pasarela de Donatella.
Giselle literalmente quedó paralizada ante tanta belleza resplandeciendo entre tantos mortales quienes la envidiaban y/o comían con la mirada. Aún con la mirada perpleja, la recorrió de abajo a arriba con lentitud.
Unos altos botines negros de terciopelo los cuales recorrían en suelo uno adelante del otro con total sensualidad. Esos Skinny Jeans denim rasgados de ambos muslos mostrando un poco de su sexy piel remarcando sus esculturales piernas y resaltando esa sexy cadera. La camisa de manga larga blanca un poco ajustada a ese envidiable cuerpo, las mangas dobladas hasta debajo del codo, una corbata mal hecha y con un pecho pequeño pero atractivo.
Casi muere al ver cómo se quitaba sus gafas oscuras mostrando unos ojos verdes increíblemente pardos mientras caminaba con seguridad y superioridad. Pero, el encanto se acabó en cuanto una atractiva chica apareció efusivamente por el pasillo lateral para irse a los brazos de la hermosa afrodita quien la recibió con una sonrisa picarona y una mirada llena de lujuria.
—¿Quién es? – Suspiró Giselle.
—¡Já! – Resopló con los brazos cruzados – Ryder Carrione, te recomiendo que te mantengas alejada de ella.
—¿Por qué? – Volteó a verla extrañada ante la actitud arrogante de Amanda.
—Es el deseo que cualquiera en este instituto quisiera tener pero a la vez, es peor que el Karma.
Giselle frunció el ceño confundida y regresó su mirada a la hermosa diosa que dejo de ser hermosa para ella al ver cómo sonreía al ver cómo más de una chica la saludaba con la mano de manera coqueta mientras la comían con la mirada.
«Actualidad»
Recordaba los pocos halagos y los cortos momentos en tuvo con ella, como cuando por primera y última vez rió de un chiste que le había contado Giselle, o cuando le había preguntado el primero y el único “ Hola, ¿Y qué tal estuvo tu día? ¿Ya comiste? ”. Giselle no podía olvidar eso, porque por un momento ella se sintió especial para Ryder.
Se dejó caer en una banca que estaba a un lado de una fuente con una escultural mujer de piedra quien era iluminada por luces doradas desde debajo del agua. Un largo suspiro de frustración salió con lentitud de sus labios, sacó su teléfono y miró la hora, siete y cuarenta de la tarde. Con la pequeña cuchara removió su, casi nuevo, cappuccino que había comprado en uno de los quioscos.
Su mirada involuntariamente se dirigió a los artistas, quienes con una destreza impresionante lograban terminar un retrato en cinco minutos o menos. Miró a los comediantes quienes lograban sacarle una sonrisa a cualquiera que pasará cerca. Los bailarines desafiando las leyes de gravedad, pasos que jamás se han visto en un programa de televisión, en un video musical o en una película de baile. Los músicos talentosos, tocando con una típica guitarra acústica, con un saxofón, con un violín o con una armónica. Simplemente eran increíbles, sus voces, uno que otro impresionaba. Una chica que imitaba la voz de Britney Spears y Christina Aguilera, un chico que quería volverse en un doble de Justin Bieber y un joven señor que quería ser una versión “mejorada” de Sting con “Every Breath You Take”. Sin duda, este último era pésimo. Sting es Sting.
No muy a lo lejos pudo divisar a una chica de cabello rubio y ondulado correr ágilmente mientras traía el estuche negro de una guitarra en su espalda y chocaba con una que otra persona que estaba disfrutando del ambiente.
—¡Detengan a esa chica! – Gritaba uno de los dos policías que iban detrás de ella.
—¡Alto! – Gritó el otro oficial quien estaba un poco más adelantado que su otro compañero quien agarraba la radio que traía en su hombro derecho.
Giselle terminó su cappuccino y volvió a levantarse para dirigirse a su apartamento. No sin antes recibir una llamada mientras caminaba por East Adams Street.
- —¿Aló? – Contestó Giselle sin mirar la llamada mientras tiraba el vaso del cappuccino en un bote de basura.
- —Hola, Giselle, soy yo – Respondieron al otro lado del teléfono.
- —Oh… – Suspiró un poco sorprendida y a su vez, extrañada – Mamá… ¿Qué pasó? ¿Todo está bien? – Preguntó ante la extraña llamada de su madre. Sus padres se habían separado cuando ella tenía nueve años y al cumplir los diecisiete, Giselle se independizó. Pero ella nunca fue cercana a su madre, ni mucho menos a su padre y menos ahora.
- —Sí – Respondió su madre rápidamente – Solo… Quería saber cómo estabas, es todo – Dijo sintiendo la incomodidad de su hija.
- —Estoy bien… – Respondió después de unos segundos de doloroso silencio. Giselle estaba confundida, su madre no la llama para saber cómo estaba, su madre cuando la llamaba era para felicitarla por su cumpleaños u otra cosa. Ella sabía que el mundo de su madre era lo material y los elogios de sus amigas con las que siempre salía a almorzar por las tardes para después irse a tomar una buena copa de vino en la sala de estar mientras hablaban sobre cosas que suceden en el vecindario a lo largo de la semana. El típico: “¿Te enteraste del nuevo auto que compraron los Smith?”, “El Sr. Mraz. engañó a su mujer con una prostituta mientras ella estaba de viaje en San Francisco” , etc…
- —Bueno, eh… – Balbuceó por unos segundos – No te molesto más, creo que debes estar ocupada y aparte tengo una cita con William – Giselle al escuchar ese nombre suspiró frustrada, ella siempre decía que ese tal “William” podía ser su hermano mayor, no pasaba de los veinticinco años.
- —Adiós – Cortó la llamada, miró su teléfono como si estuviera viendo a su madre e inconscientemente levanto la mirada hacia un puesto de Hot Dogs que estaba al otro lado de la calle y rodó los ojos.
Caminó a paso lento por las calles transitadas de aquella bella ciudad y se detuvo en el 7-Eleven para comprar una cajetilla de cigarrillos light. Al salir de la tienda, su teléfono volvió a sonar.
- —¿Aló? – Volvió a responder la llamada sin mirar el número.
- —Hola, Giselle, soy yo… Amanda – Una voz chillona y mimada resonaba en el iPhone de Giselle.
Giselle se detuvo de golpe haciendo que una cuarentona con bolsas de compras con el nombre “Ann Taylor” chocara con su brazo de una forma graciosa.
- — Hola, Amanda, ¿Qué pasó? – Preguntó con una sonrisa tímida. Miró su reflejo en la enorme ventana de PANDA EXPRESS y enseguida hizo una mueca de repulsión para sí misma. Eres una tonta, esos zapatos no hacen juego con la blusa…
- —¿Iras a la fiesta de esta noche, verdad? – Dijo sonando más a una orden que a una pregunta.
- —Oh… – Suspiró nerviosa, lo primero que se le vino en la mente fue: Ryder. Era obvio, ella es la chica más popular del instituto y a todas las fiestas que hicieran los estudiantes, ella asistía. Sería algo difícil para ella verla coquetearle a las chicas, siempre lo hacía – No lo sé, estoy un poco cansada y ahora con los exámenes de la próxima semana, me tiene algo ocupada – Dijo sonando lo más creíble posible. Deja de mentir, hace una semana terminaste los exámenes.
- —Me importan una mierda los estúpidos exámenes, debes ir, sí o sí – Decía decidida – Naomi pasará por ti a las once y media.
- — Pero yo… – Su amiga había cortado la llamada antes de que pudiera protestar.
Giselle reanudó su paso y en su camino se consumió dos cigarrillos, su mente divagaba en lo que se pondría, no quería ir pero a cada fiesta que iba no quería ser una sombra, ella siempre quería llamar la atención de todos y unas pocas veces lo lograba y otras muchas, no.
Sonrió ante la ropa perfecta que tenía en su armario pero sin fijarse tropezó con alguien, cayendo encima de la persona.
—Lo lamento – Se disculpó Giselle apenada separándose del cuerpo de la persona que se encontraba debajo de ella pero al momento de levantar su rostro para ver al desconocido se terminó encontrando unos bellos y enormes ojos azules verdosos, un color turquesa extrañamente exóticos. El desconocido resultó ser una desconocida.
—¿Te encuentras bien? – Preguntó la desconocida con una voz ronca y con cierto aire seductor. Le recordaba mucho la voz de Ryder. Pero la voz de esa desconocida llegaba a ser un poco más dulce y amable , por así decirlo.
Giselle miró esos preciosos labios en forma del arco de cupido en un color rojo natural moverse con lentitud, en seguida bajo de su nube de pensamientos al escuchar el claxon de un taxi que se había estacionado cerca.
—¿Te encuentras bien? – Volvió a preguntar la desconocida que no pasaba de los veintidós años.
—S-sí – Respondió nerviosa ante la mirada turquesa de la chica.
—Podrías… Tú sabes, levantarte… El suelo no es un lugar muy blando que digamos – Murmuró adolorida pero divertida a la vez.
Giselle apenadísima de aquí a china se reincorporó rápidamente y ayudo a la desconocida.
—Lo lamento muchísimo…
—Hunter – A completó rápidamente. Espera un momento, tú eres la chica que… – Mucho gustó – Extendió su mano después de haber recogido un estuche negro de una guitarra.
—Mucho gusto, Hunter – Sonrió Giselle sintiendo la suave y cálida mano de la chica – Me llamo Giselle…
—Mucho gusto, Giselle – Sonrió Hunter arrugando un poco su pequeña, delgada y respingada nariz. Una sonrisa encantadora para cualquiera. Esa sonrisa… – Espero que no le haya pasado nada – Murmuró refiriéndose a la guitarra. Ella paso la corea del estuche por su brazo derecho y su cuello.
—¿Tocas? – Preguntó Giselle señalando con la mirada la guitarra que ya llevaba en su espalda.
—Sí – Respondió mirando sobre su hombro el estuche – Tocó en el Grant Park… Bueno, debo irme, fue un gusto haberte conocido, Giselle – Sonrió volviendo a extender su mano mientras que con la otra agarraba la correa que estaba cruzada por su brazo derecho y su cuello.
—Igualmente – Musitó estrechando su mano con la bella chica de cabello rubio y ojos turquesas.
Giselle siguió su camino recto mientras que Hunter iría en sentido contrario a ella. Ella no pudo evitar voltearse a ver a Hunter quien se alejaba a paso lento. La miró de abajo hacia arriba inspeccionando su vestimenta. Unas viejas pero aun conservadas botas planas de cuero café oscuro, un poco más arriba de los tobillos pero tenían un dobladillo mostrando el tapizado tipo escocés que había en el interior. Unos Jeans denim un poco gastados con un diminuto agujero a un lado de su pantorrilla derecha. Una chaqueta aviadora de cuero sin brillo. Sus manos iban adentro de los bolsillos de estos y su cabello rubio caía en mechones ondulados y un tanto rebeldes por sus hombros y sobre la guitarra que cargaba, aun, en su espalda.
La vio detenerse en la esquina y la chica espero hasta que el semáforo del paso peatonal cambiará a verde y ahí fue la última vez que la vio, Hunter ya había desaparecido entre la multitud.
Al llegar a su apartamento puso manos al a obra, tenía una hora y media para arreglarse, lo cual para ella y una que otra mujer en este mundo era NADA.
Miró la hora en el reloj de madera que estaba colgado en el pasillo entre su habitación y su baño, once y quinc… dieciséis minutos. En ese momento comenzaron a tocar la puerta frenéticamente.
—¡Apúrate, mujer! – Exclamó la voz lasciva de Naomi en el pasillo del edificio.
—¡Ya deja de gritar! – Susurró Giselle apenada al abrirle la puerta.
—¡Mi amor! – Exclamó con sorpresa una escultural castaña – Estas guapísima – Sonrió orgullosa – Apresúrate, debemos pasar por Amanda… La fiesta es en casa de Megan Parker – Dijo emocionada caminando al mini bar que tenía Giselle en su apartamento.
Y Giselle, como sí hubiera visto un fantasma quedó paralizada y su piel rosada se volvió pálida. El nombre Megan Parker hacia ecos en la cabeza de ella. Oh, no…
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Hola, soy nueva en esto de la escritura y... Bueno, quería publicar algo... Un poquitito distinto. Eh... En esta historia, tal vez, terminen odiando a Ryder o a Giselle. Qué sé yo. Lo único que les pido es que disfruten esta historia y ya saben, me den su opinión al respecto en los comentarios. Ya sean preguntas, sugerencias o algún comentario negativo, positivo. Aunque haya un solo comentario no importa, yo lo responderé en mi siguiente capítulo, ¿Esta bien? Léanla, reléanla una y otra y otra vez, si les gustó, por supuesto. Oh, claro, también me gustaría su valoración por así decirlo, me impulsaría a seguir adelante con esto. Saludos y un abrazo virtual a todos los lectores/lectoras y autores/autoras de esta página.