Deneb y el humano capitulo 4 - Reacción inesperada

¿Has presenciado algún avistamiento? ¿Has sido abducido, o sabes de alguien que lo fue? Y la pregunta más importante… ¿En realidad estamos solo en este universo? Deneb es un viajero estelar, cuya misión es evitar que el planeta Tierra sea invadido por una raza poderosa de alienígenas. Su destino: Una computadora central tan antigua como el planeta mismo, ubicada a pocos kilómetros del centro de la Tierra. Colocada allí, por los primeros visitantes de su planeta a este mundo. Desde ella, pretende lanzar una ofensiva y así eliminar de forma definitiva a aquellos parásitos, que solo saben invadir y destruir todo a su paso. Una historia de ciencia ficción, en donde nuestro viajero estelar, requerirá la ayuda de un humano para poder completar con éxito su misión. Y, así, salvar este mundo y la galaxia entera.

La pasividad que el humano había mostrado, tan solo unos segundos antes, se rompió de golpe. La cabeza de Deneb fue sujetada con fuerza por las grandes manos del terrícola, quien enredó sus dedos en los cortos mechones del cabello del sednariano, jalándolos con brusquedad. Le obligó a ladear la cabeza y acomodarla a su antojo. Los labios cálidos comenzaron un movimiento torpe y desesperado sobre su boca; introduciendo la lengua a profundidad, paladeando cada recoveco que existía en su interior.

Aquello tomó por sorpresa al viajero estelar y le incomodó sobre manera. Intentó tranquilizar al terrícola apretando su mandíbula y haciendo presión para obligarlo a mantenerse quieto, pero no consiguió que se detuviera. Éste continuó con la exploración de su cavidad bucal, succionando la saliva que en ella se amontonaba, mordisqueando sus labios y gimiendo sobre su boca. Un extraño brillo afloró en los ojos claros del muchacho, causando que su pulso se detuviese por unos segundos. Deneb no lograba explicarse el comportamiento del terrícola ni el desasosiego que comenzaba a surgir en el centro de su vientre, y mucho menos, las acciones que realizara a continuación.

En un movimiento rápido y fluido, el varón humano invirtió sus posiciones; ahora el viajero estelar era quien se hallaba inmovilizado contra la pared, por el cuerpo más grande. El muchacho comenzó un movimiento sinuoso con sus caderas sobre la ingle del sednariano, restregando afanoso su aparato reproductor que se apreciaba erguido y sólido como el granito. El cuerpo del terrícola pareció moldearse a la perfección con el de Deneb; no quedando un solo espacio que no fuese cubierto por la anatomía del muchacho. Fue entonces, Deneb quien se aferraba a los hombros desnudos y sudorosos, del cuerpo que lo sobrepasaba en estatura, para obligar que se apartase y controlase.

« Cambios fisiológicos importantes suscitados en el sujeto humano — alertó la MIN—: Aumento en el ritmo cardiaco, flujo de la sangre irrigando en grandes cantidades a la zona pélvica, aumento del  volumen y la tensión del pene…

Estado del terrícola, según los informes en la base de datos: Humano en fase de apareamiento.»

Aquello era absurdo. Ambos compartían fisonomías similares y según los informes que tenía Deneb sobre esta especie, los varones humanos solo se apareaban con su contraparte femenina. Pero aun así, pensase lo que pensase, el terrícola seguía con sus movimientos bruscos y erráticos y los gemidos que profería su garganta, iban aumentando en volumen e intensidad, al igual que los de su cuerpo.

«Presión arterial en aumento: 140 presión sistólica/90 presión diastólica.

Función cardiaca: Aumentando a, 120 pulsaciones por minuto.

Temperatura corporal: 41° y en aumento.

Condición: Incierta.

Humano en posible riesgo vital.

Estado de la transferencia: 97%… 98%… 99%…

Transferencia realizada con éxito. Primer grupo de microbots invasores conectados a la Red Neuronal y enlazando con Deneb-K345.»

Deneb sintió la conexión en cuanto ésta se hubo realizado. Pensamientos caóticos se aglomeraban en el cerebro humano y fluían sin filtro al suyo, contagiándole con sus emociones. Sensaciones incomprensibles eran enviadas a todas sus terminaciones nerviosas, las que era incapaz de interpretar: Ansiedad, temor, sorpresa… ¿Excitación? Esta última, una emoción tan poderosa y avasalladora, que provocó que el sednariano perdiera la conexión recién establecida con los microbot.

La transferencia se había completado, por lo que ya no era necesario el contacto entre ambos, sobre todo, porque este le perturbaba demasiado Trató de quitarse al humano de encima, sin conseguirlo. Las microscópicas máquinas habían realizado bien su trabajo acondicionando la musculatura del humano con eficiencia, proporcionándole una fuerza extra que estaba utilizando para retenerlo. Las manos de Deneb que, en circunstancias normales, hubieran sido capaces de arrancarle la cabeza a su agresor  en un solo movimiento, tampoco obtuvieron resultado alguno en mover la mole de músculos que lo mantenía retenido contra la estructura de madera y pretendía someterlo.

Los dedos que se enredaban en el cabello del viajero, se hundieron en su cráneo hasta el punto del dolor. Los labios ansiosos continuaron en su frenesí y le mordisquearon con fuerza causándole un pequeño corte. La lengua retomó su asalto, internándose más profundo; saboreando todo su paladar. Aquellas acciones, junto con las emociones que manaban desde la conciencia del varón, lo alteraban y confundían. Deneb no era capaz de reaccionar y obligar al humano, a través de su conexión sensorial, a detenerse.

Pulsos eléctricos eran recibidos provenientes del cuerpo del terrícola, expedidos por las microscópicas máquinas que ahora habitaban el organismo humano, e intentaban establecer conexión con las que anidaban en su torrente sanguíneo. Estos comenzaron a reaccionar de forma irregular; enviando pequeñas vibraciones a todas sus terminaciones nerviosas. Descargas  eléctricas que circulaban en su interior, causando un caos; provocando que su temperatura se elevara de forma peligrosa, manteniéndole preso de aquellas inusuales sensaciones.

Deneb no lograba comprender el mal funcionamiento de aquellos microscópicos aparatos, tampoco lograba pensar con claridad, debido a la conexión que  había vuelto a establecerse e invadía su cerebro con las emociones y pensamientos del muchacho terrícola. Realizó variados intentos de cortar el flujo constante de sensaciones que alteraban sus terminaciones nerviosas y afectaban los procesos internos de la MIN, pero todos fueron infructuosos. Aquellos artefactos, no estaban obedeciendo a ninguna de sus órdenes, y la MIN tampoco era capaz de controlarlos.

Repetitivas alertas eran enviadas a través de la misma, advirtiéndole del mal funcionamiento de sus sistemas primarios, del acelerado bombeo de su sangre, y del aumento de su frecuencia cardiaca. Del peligro que aquello significaba para su integridad física. Eso último despertó los instintos del sednariano y consiguió que algo de su raciocinio volviera, despejándolo de la bruma en la que se encontraba sumido. Debía completar la misión. Era primordial que concluyese aquella tarea encomendada por su progenitor. El recuerdo de su padre, le dio a Deneb la lucidez que necesitaba. Era imprescindible sacarse al humano de encima; detener el contacto con el terrícola, que se había prolongado más de lo necesario.

Se sintonizó con la MIN y, ésta, volvió a establecer contacto con los microbot que navegaban por su organismo. Un golpe de corriente lo atravesó cuando su microprocesador consiguió retomar el mando de aquellos entes artificiales, para que obedecieran a las órdenes dictadas por su cerebro. Deneb estaba a punto de ordenarles que repelieran de nuevo al humano, ya que sus fuerzas parecían haber mermado y no estaba obteniendo resultado alguno con sus propios medios, pero no llegó a emitir la orden. Un gruñido casi animal salió de la garganta del joven terrícola, desconcentrándolo; dejándolo atrapado en los pozos opacos y ennegrecidos en los que se habían convertido sus ojos.

El aumento de la tensión sanguínea, en el cuerpo del humano, continuaba elevándose hacia niveles alarmantes. Las pulsaciones alcanzaban los 160 latidos por minutos. Por unos instantes, Deneb temió por la vida del muchacho. Pensó que en cualquier momento colapsaría y cesarían sus funciones, pero aquello estaba lejos de suceder. Lo que ocurría, en realidad, en el interior del cuerpo del varón terrícola según le informaba la MIN, eran reacciones normales propias de la respuesta sexual humana. Procesos psíquicos, fisiológicos y bioquímicos tan intrincados, que el viajero no logró apartar su mirada, curioso y fascinado con la mescolanza de emociones que iban deformando las facciones de éste.

El rostro del humano se contrajo en una mueca de dolor que endureció sus rasgos, para pasar de inmediato a otra de plena satisfacción, que los suavizó. Sus pupilas, ahora por completo dilatadas, se perdieron dentro de las cavidades oculares, dejando solo unas rendijas blancas visibles a través de los párpados. El cuerpo del muchacho se puso rígido, sus manos soltaron el rostro del sednariano y cayeron pesadas a sus costados; liberándolo del agarre a muerte que mantenían sobre este, acto seguido, calló de rodillas sobre el suelo del cuarto; aligerando la presión que su cuerpo mantenía en el viajero.

La respirando del terrícola continuó siendo agitada y gradualmente se fue normalizando. Deneb permaneció paralizado en su misma posición; observando cómo de a poco el color escarlata del rostro del varón adquiría la tonalidad marrón, clara que le hacía ver saludable. Tratando de asimilar aquel inusitado acto de agresión y, el comportamiento de su cuerpo, el cual se encontraba igual de tembloroso que el del joven humano.

El viajero notó como las pulsaciones aceleradas de su corazón se iban sincronizando al ritmo del corazón humano y se acompasaban al latir de éste; proporcionándole un poco de bienestar a su agitado cerebro. La respiración de ambos, también surgía con menos esfuerzo. Los ojos del terrícola ya más despejados, pero que aún continuaban dilatados producto de las emociones que antes bulleran en sus profundidades, le miraban desconcertados, confusos e interrogantes.

—¿Qué me has hecho? —preguntó el humano, después de soltar largos suspiros, tratando de asimilar las emociones contradictorias que le embargaban. Intentando darle algo de sentido a todo lo que había ocurrido con el desconocido, segundos atrás.

—He transferido una carga  de microbot a tu organismo. Tu cerebro se encuentra a un nivel muy poco desarrollado como para comprenderme. Es imprescindible para el éxito de esta misión hacerme entender.

—¡Puedo entenderte! —exclamó sorprendido el humano— ¿Qué ocurrió? ¿Cómo puedo entender ahora lo que dices?

El olor a los fluidos liberados por el muchacho estaba impregnado en la habitación, provocando una extraña reacción en el cuerpo de Deneb. Distrayéndolo de lo que el terrícola preguntaba. Su temperatura corporal volvió a elevarse pero, esta vez, sus microbot no estaban provocando ningún estímulo que propiciara esta reacción. Aquello era inusual y desconcertante. Sus terminaciones nerviosas se encontraban de nuevo sensibles; toda su epidermis se encontraba sensible. Se obligó a serenarse y atender a lo que el muchacho consultaba.

— He transferido una carga  de microbot a tu organismo. —Volvió a repetir —. Por eso puedes comprender mi lenguaje. Necesito que me ayudes. Debo llegar al punto de encuentro lo antes posible, y reunirme con mi gente. Las coordenadas son: 37° 51,05” Sur – 71°10,45” Oeste. Tu planeta peligra, debes acompañarme y guiar el camino.

Quería marcharse de aquel lugar lo antes posible y dejar de ser consciente de aquella esencia. Misma que ahora parecía envolverlo y filtrándose por sus fosas nasales; elevando aún más el calor en su cuerpo.

—Vamos debemos marcharnos. —El sednariano carraspeó para despejar su garganta, cuando sus papilas gustativas imaginaron paladear el sabor picante de aquellos fluidos.

Deneb comenzaba a temer que, aquel planeta con su aire contaminado y sus extraños habitantes, conseguiría causarle más de algún daño irreparable a su organismo. Por ello, era primordial para su bienestar que terminara con esta misión lo antes posible, para así, poder reunirse con sus hermanos sednarianos y emprender, cuanto antes, el viaje a otro planeta de la galaxia. A uno que reuniera las mismas condiciones del que antes fuera su hogar.

El viajero se dio la vuelta para abandonar la residencia del humano, seguro de que éste le seguiría y se irían juntos, pero su  brazo fue retenido por la mano de éste, impidiéndole  que avanzara su siguiente paso. El terrícola le miraba con una expresión exasperada en su rostro y sus labios apretados en una mueca de enfado. Al parecer, había formulando más preguntas, y se encontraba alterado al no ser tomado en cuenta. Deneb no había prestado atención. No sabía qué era lo que impacientaba al muchacho.

La MIN tampoco le había advertido de la molestia en el terrícola, ni le había puesto en conocimiento del enfado de este. Sumida en su evaluación de los sucesos acontecidos tan solo minutos atrás; analizando todos los datos registrados, intentando dar sentidos a los cambios propiciados por el humano, en el organismo del viajero.

—¡Mi planeta peligra y una mierda! —exclamó el varón humano, jalando al sednariano del brazo para obligarlo a permanecer en la habitación. Advirtiendo que éste huiría por la ventana abierta del cuarto—. ¿De qué estás hablando?… ¿Quién demonios eres tú, en primer lugar? ¿De qué manicomio te escapaste? ¿Eres un loco fanático de alguna secta?

—Mi nombre es Deneb-K.345 —se presentó de nuevo—. Vengo de Sedna. Tu planeta está en grave peligro, debes ayudarme. Necesito llegar…

No alcanzó a terminar su frase, ya que la mano que lo retenía con firmeza, soltó su agarre y se deslizó hasta caer al costado del cuerpo del terrícola. Deneb vio cómo los ojos del muchacho se perdían debajo de sus párpados y se volvían blancos, antes de que el éste se desplomarse sobre el piso. Maldijo la debilidad de los humanos y su poca resistencia. Se sentó en el suelo a unos pocos metros del muchacho, a la espera de que reaccionara de su desvanecimiento.

Esperaba que, esta vez, sí prestara su cooperación y pudieran iniciar el importante cometido que lo había conducido a ese primitivo planeta.