Demian & Dominic (3º)

Dominic se enfrasca en la noche mas excitante que jamás ha pasado, donde por fin su deseo mas intimo es cumplido y donde se ve mas cercano a recordar, todo esto gracias a Demian. Pero al parecer el destino no se la dejará tan fácil.

Esa mañana me desperté con una rara sensación en mi cuerpo, era como saber que algo sucedería pero a la vez que iba a ser por mi bien, no obstante, siempre he sido positivo, quizá fuera a pasar algo malo pero siempre lo vería como algo bueno, por lo menos antes de que ocurriese realmente.

Me levante, desayune unos bollos con café, mientras veía el noticiero. Era viernes, y no tenía facultad ese día. Genial. Estuve en casa casi toda la mañana y a eso del medio día me decidí a dar una vuelta por la ciudad. Compre un par de artículos de limpieza personal y una cazadora que me llamó la atención.

Justo cuando miraba un aparador de Bershka, una mano me asalto por sorpresa, casi pego las narices en la vidriera. Frunciendo el ceño me di vuelta, encontrándome con la mirada y la sonrisa maliciosa de Demian.

−Tío, ¿Alguna vez te han dicho que te pareces a Chace Crawford? –dijo Demian, mirándome de arriba abajo.

Me lo quede mirando, y entonces explosivas carcajadas retumbaron, saliendo de mi boca. ¿Qué mierda? Lo que me faltaba, que descubriera el único hombre famoso que me podía mover el piso. ¡Joder! Pero es Chace Crawford. Recordé una vez que una amiga había dicho que Chace era gay por su manera de posar para fotos y todo eso. Las ganas de tomar un avión e irme a Nueva York a buscarle fueron tantas. Pero me se contener.

− ¿Qué cosas dices? ¡Joder! Y yo soy al que le molan los tíos –masculle. Aquel tema siempre era tratado así entre nosotros últimamente− Pues, tú eres como el  tío este… Ian Somerhalder.

Demian escupió unas carcajadas que me hicieron suspirar como un idiota.

−Pues bueno, no he dicho que no me molan –murmuró, acercándose a mi –es broma, noi –dijo, volviéndose hacia el aparador − ¿El vampiro? Si, el tío es condenadamente sexy… pero mirad, hay que ser realistas, yo soy de verdad, me pueden tener… él quizá se insinué por la vida y sea un imbécil peor que cualquier viejo verde. –Bufó –no me pares.

−Vale… −fui capaz de decir.

Demian había dejado de insinuarse desde hace meses, pero ahora parecía volver a ser como el día que le conocí. Joder. ¿Me estaba diciendo que le van los hombres? Di un respingo para mis adentros, no, solo jodía, muy a mi pesar.

Entramos juntos a la tienda, mirando camisas y pantalones, en una de esas, mientras Demian se probaba una camisa enfrente de mí, me hablo de aquel que quizá hubiese sido mejor no haber conocido.

−Como te decía, Eduardo es un tío alucinante –rió, mirándose en el espejo –estará llegando quizá justo ahora, ha venido de Londres. En fin, ¿quieres ir a tomar unas cañas esta noche junto con mi colega? Te prometo que serán tan amigos como nosotros.

Y me sonrió con brillantes ojos negros. Acepte sin pensarlo.

En la tarde, mientras guardaba las cosas compradas. Me encontré con un viejo álbum de fotos de Salamanca. Reprimí la ira al verlo, mientras deslizaba un dedo por una foto de un par de chicos en una fiesta. La recordaba perfectamente: había sido un sábado por la noche, cinco chicos nos habíamos colado a una fiesta de universitarios. Que farra, fue la primera vez que me emborrache con solo 16 años. Pero la foto era de solo dos de esos cinco chavales. Isabella y yo.

Tome la foto y la rompí en dos, separando a ambos críos, mientras tragaba aire de manera pesada. Deje todo tirado y me metí al baño, quitándome la ropa o arrancándola de mi cuerpo como si de papeles se tratara.

Mientras me bañaba aclare mi mente, era relajante pero a la vez frustrante. Ya hasta se me habían quitado las ganas de salir de casa. Pero Demian fue quien me invito, uno de los pocos colegas que de verdad podía llamar amigo.

Más tranquilo salí del baño, me coloque parte de las ropas que había comprado esa tarde (unos jeans azul claro, una camiseta blanca cuello en pico) cuando me vi completamente listo, suspire, mi rostro parecía lleno de ira, como si algo en mi de nuevo ardiera diferente, apegándose a una ira que debía estar más que muerta.

Tomando la billetera y el móvil salí de casa al encuentro con Demian y Eduardo en la discoteca del padre del primero. No tarde en llegar y encontrarme entre un gentío que me absorbía o ¿yo los absorbía a ellos como una esponja? Seguí mi camino hacia el segundo piso del gran establecimiento.

Las luces parecían perseguirme, mientras lo que yo más deseaba era apartarme de la multitud como fuera. Me sentí algo agobiado y frustrado. Camine casi de forma mecánica hacia las oficinas que se abrían paso por el pasillo izquierdo de aquel piso. La última era una habitación con barra privada, la que usaba Demian para sus andanzas. No dude en entrar enseguida.

−Joder –escuche decir a alguien.

−Eh… −masculle, en cuanto estuve en la habitación, mirando a Demian y al extraño que le acariciaba le cabello. –Me voy por donde vine, será mejor.

− ¡No, Dominic! –bramó Demian, incorporándose del sillón de un salto. –Quédate.

−Ya que insistes –siseé.

No me gusta meterme en nada y menos dañar “escenas” pero lo menos que quería en ese momento era estar entre aquel sofocante gentío y la única salida era esa habitación o regresar a casa, lo segundo no le agradaría para nada a Demian.

−Vale –susurró Demian, aclarándose la garganta –Dom, este es Eduardo –señalo al extraño: un tío alto de rostro joven, ojos de un verde increíble, labios finos y cuerpo lleno de músculos, claro, sin pasarse de los límites. –Ed este es Dominic, el colega del que te hable.

Eduardo se levantó casi por no ser descortés, extendí una mano y él enseguida la recibió, con frialdad y pude sentir la hostilidad emanada por su cuerpo.

−Demian no hace más que hablar de ti, Dominic –dijo con un hilo de voz.

−Oh –dije, solo moviendo los labios.

Demian se levantó de su lugar, parándose enfrente de Eduardo y de mí, sonriendo mientras sus ojos se movían con preocupación fingida. Quizá no me llevaría tan bien con Eduardo después de todo.

Las horas posteriores a mi llegada fueron extrañas, tuve la sensación de que Eduardo me conocía de antes, sabía cosas que yo sabía. O Quizá era por el parecido entre Demian y yo que hacía que supiera casi las mismas cosas sobre ambos. Pero Eduardo jamás hizo comentario alguno sin dejar el sarcasmo a un lado o si quiera la mala cara que ponía cada vez que Demian me daba más atención a mí. Pero me daba igual, luego de una hora de beber y escuchar sus conversaciones sobre el Instituto, Londres, la Familia, Los amigos… ya estaba bastante colocado.

Hubo un momento en que recordé a Demian semidesnudo en mi casa, enseguida, mi polla estaba empalmada y rogaba por salir de su encierro. Me pase el Whisky casi de un solo trago al sentirme así, apreté las piernas, me pegue al respaldo del sillón y  no alce la mirada.

−Dom, ¿pasa algo? –dijo Demian, alzando el rostro desde el hombro de Eduardo.

−Dejadle, quizá se siente mal –inquirió Eduardo –Será mejor que el chaval vaya a casa.

Negué con la cabeza, mientras veía a Demian levantarse y colocarse de pie.

−Vosotros dos dejadlo ya –inquirió, riendo –Dom, levántate un segundo.

Puta madre. Este maldito sabía que me pasaba, ¿ya me conocía cachondo acaso? No pude hacer mucho, estaba  borracho y de un jalón, ya estaba frente a Demian, tambaleante. Él me miró de arriba abajo, con los ojos entornados y riendo como loco por los tragos.

−Ya lo imaginaba –susurró Eduardo –Cabronazo.

Y entonces, sentí como Demian estampaba su boca contra la mía, metiendo mi lengua con fiereza, como si necesitara el cobijo de mi boca, nuestras lenguas se enredaban, recordando la fuerza y el fuego del primer beso. Era como si en los últimos tres meses hubiéramos esperado para ese momento. Demian movía ágilmente sus manos por mi espalda, mi cabello, mi abdomen.

−Ed, ven aquí –se separó tan solo unos centímetros de mi boca. El aroma a alcohol me golpeo el rostro enseguida.

−Que no me va eso, Demian –exclamó Eduardo, con voz ronca.

−Joder, a mi… tampoco, pero tú querías –me miró y me lamió la comisura de los labios, agarrando mi paquete. –Hoy vas a disfrutar, Dom.

Dicho esto, me soltó y se acercó a Eduardo, agarrándole el rostro con fuerza entre las manos, mientras lo besaba con una intensidad similar a como me beso a mí, mientras ellos se morreaban, Demian me hizo un gesto con una mano. Debía acercarme.

Ni corto ni perezoso comencé a pasar mi lengua por el cuello de Demian, mientras mis manos se deslizaban bajo su camisa sudada y llena de su olor a hombre. Quería guerra, guerra iba a tener. Comencé a morder el lóbulo de su oreja derecha, mientras quitaba uno a uno los botones de aquella camisa.

−No solo a mi –afirmó Demian, mientras se volvía y me miraba con lujuria, sacándose toda la camisa de un tirón.

Mire a Eduardo, este me miró con sus ojos verdes destellando malicia e ira, estaba cabreado, pero fue él quien tomo el impulso de agarrarme por el cabello y pegarme contra él, besándome con locura, dejando que su lengua tocara mi boca, me dispuse a tocar sobre su pantalón su miembro duro.

Nunca había tenido nada con dos hombres, no a la vez, en la misma habitación. Un trío era algo nuevo para mí. Cuando sentí a Demian romperme la camiseta, no pude más que soltar un leve jadeo en la boca de Eduardo, sintiendo como luego las manos de Demian apretaban mis pezones duros.

Comencé a desabrochar el pantalón de Eduardo, mientras este mordía mi cuello levemente. Pero Demian no me dejo, me dio una rápida vuelta y me lanzó al sillón, pasando sus grandes y duras manos por mis brazos y se dirigió a mi pantalón, mirándome sonriente mientras bajaba la bragueta y un segundo después desabotonaba el pantalón.

Eduardo me fulminaba con su mirada, mientras lamía la espalda pétrea de Demian. Era más que suficiente para saber que Eduardo estaba botando la baba por Demian, pero este no lo sabía o se hacía el de la vista gorda a aquello.

− ¿Qué quieres, Dominic? –murmuró Demian, acercándose a mi boca y mordiendo mi labio inferior.

−Lo quiero todo, Demian –susurre, sintiendo como sus dientes mordían desde mi cuello hasta mis pectorales, mi abdomen, la curvatura de mi cintura y luego, lamían sobre mi slip.

Trague aire cuando vi como Demian sacaba mi ya erecta verga, sus diecinueve centímetros estaban ante los negros ojos de mi amigo, aquel que me excitaba desde el primer momento que le vi. Su sonrisa en ensancho y comenzó a descapullar el glande, pasando su lengua por la punta, mientras acariciaba mis huevos.

Era la primera vez que tenía un pene en su boca, me pude fijar, acaricie los cabellos sudados de Demian, mientras sentía como mi pene comenzaba a entrar en su boca. Dieciocho centímetros no es mucho, pero mi pene es bastante ancho, no una barbaridad, pero si algo pasado para un principiante. Mientras Demian se comía mi verga como si fuera un helado, Eduardo me miró con ojos frívolos, y se abrió de piernas enfrente de mí, una verga de unos diecisiete centímetros, un poco menos ancha que la mía, salto a mi cara.

Pocos rabos me había comido desde que decidí ser bisexual, algunos más voluminosos que el de Eduardo, pero si él quería se ganaría una buena mamada y una mordida por su maldito sarcasmo y sus celos de puto.

−Joder, cómeme la polla, crio –mascullaba Eduardo.

Comencé a meterme el capullo en la boca, mientras con mi lengua iba dejando el glande descubierto, la punta roja y gruesa de Eduardo tenía un sabor amargo, tanto como su personalidad de niño idiota que quiere ser el centro de atención. ¡Ja! Conmigo se confundía.

Mientras la chupaba le daba vueltas con la lengua, evitando no morder, no aun. Demian comenzaba a chuparla con más ambición, con más deseos, llenándome de un placer que me recorría desde las piernas hasta la raíz del cabello. Y justo el momento indicado llego, Demian comenzó a alzar mis piernas y de una sola estocada metió un dedo en mi virgen ano. Aproveche el bajo grito para cerrar la boca fuertemente alrededor del pene de Eduardo y morderlo como si fuera una pieza de pollo.

−Hijo de puta –exclamó con voz ahogada, agarrándose la polla en una mano.

Demian alzó la cara de un golpe y miró a Eduardo y luego a mí. Ambos nos descojonamos de la risa con aquella escena. Pero Demian comenzó a besarme antes, mientras continuaba el trabajo de su boca su mano. Jadee en sus labios, jale su cabello, y pronto, pude comenzar a lamer su abdomen, ese abdomen duro y caliente, con los pectorales y el abdomen bien formados. Él me cogía de la cabeza, bajándola hacía su entre pierna. No pude resistirme más, mis instintos más fuertes y lujuriosos me llevaron a sacar su pantalón y su bóxer de un solo golpe y mirar aquel monumento al miembro masculino. La boca se me hizo agua enseguida al ver esos veinte centímetros de carne en todo su esplendor. Aquello era un pene que merecía la mejor mamada. Ancho y con dos venas circundándole por todo el falo. La cabeza era más ancha a comparación del tronco, el color rojo me llamaba como un anuncio. Enseguida me vi lamiendo el glande descubierto de la verga de Demian, lamiendo el precum delicioso que se esparcía por toda esa cabeza deliciosa.

Mientras yo pasaba mi lengua por el frenillo del pene de Demian, Eduardo comenzaba a lamerme el ano, su lengua se movía de arriba abajo, sorprendiéndome de la forma tan delicada y entusiasta con la que lo hacía. O quizá lo hacía con ira, pero me daba igual, yo mamaba la verga del hombre que más había deseado nunca. Comencé a meter ese gran pedazo de carne en mi boca, sin importarme su tamaño, fui abriendo más mi garganta, albergando a esa verga en tan reducido espacio.

No pensé en las arcadas, solo en mamar como si se me fuera la vida en ello. Quizá aquello no se volviera a repetir. Jugué  con las pelotas de Demian, las cuales tenían una fina capa de rizado bello, el mismo que rozaba ya mi nariz.

−Oh… Dominic, oh –decía, agarrándome el cabello con fuerza –maldito… maldito me encanta esto. –decía entre jadeos.

Continué la mamada, mientras mis manos tocaban su abdomen. Sentí, de pronto, como dos dedos se abrían paso por mi ano. Cerré los ojos, sintiendo el placer que me daba Eduardo mientras me penetraba con sus dedos. El maldito parecía tener experiencia.

−Te meteré la polla –dijo Eduardo, en mi oído.

Muy a mi pesar, saque el pene de Demian de mi boca. No me iba a dejar penetrar por Eduardo, no había que ser un adivino para saber que me rompería el culo en venganza por la mordida que le di a su verga. Lo mire con intensidad, el ceño fruncido.

−No−dije.

−Te va a gustar, noi –dijo, con una maldita sonrisa en su bocaza.

−Dom… −Demian se acercó a mí y me dio vuelta, lamiendo mi cuello −Låt mig vara den första. Jag älskar dig –dijo a mi oído, con un sueco poco agraciado. (Traducción al español: Deja que sea el primero. Te amo o seré el primero. Te amo)

Un nudo se creó en mi garganta, mientras mi corazón se aceleraba. Antes de responder, la lengua de Demian se deslizo por mi lomo hasta mi ano, lamiendo con delicadeza y fuerza a la vez.

−Ja, jag älskar dig också –dije, entre un gemido suave. (Traducción al español: Si, te amo demasiado o si, también te amo)

Entonces paso. Fue… no puedo explicarlo. El pene de Demian se deslizo por mi interior de un solo golpe, mi culo se había tragado toda una verga de un golpe en su primera follada. El dolor que sentí fue único, único con todo. Era un dolor peculiar, por más doloroso que fuera quería sentirlo, recordarlo toda la vida. Hundí las manos en el sillón, flexionando los músculos con fuerza.

Siempre pensé que al ser penetrado sería más hombre que cualquiera, ningún hombre se atrevería a pasar por tal dolor de no ser por placer o por su propia vida. Quizá por eso los hombres son hombres y no gays.

Deje de pensar, desconecte la mente de cualquier cosa que no fuera el placer que me daba Demian, sus manos apretaban mi cintura con fuerza, mientras me mordía y besaba el cuello y la nuca.

Ni siquiera me fije cuando comencé a penetrar a Eduardo. Solo vi su ano enfrente de mi pene y comencé a metérselo con fuerza, sintiendo más placer por parte de Demian que de ninguna otra parte.

Mis jadeos se mezclaban con la música y los gemidos pausados de Eduardo. Cerré los ojos, sintiendo como Demian me embestía con locura, sacando su pene hasta la mitad y luego metiéndolo entero. El placer se desplego en mi cuerpo en una sola ola, haciéndome morder el labio mientras me estremecía.

Era amor, a pesar de estar en un trío, de tener mi pene dentro de un maldito, era amor. Demian me daba amor, no me estaba simplemente follando, yo lo sentía en cómo me besaba, en cómo me susurraba: Te amos, al oído en Italiano y su sueco poco formidable. ¡Había estado aprendiendo sueco por mí!

Me entregue, dejando que mi cuerpo se relajara más y más. Sentía su pene tan adentro, pero quería ser mas suyo, jamás separarme de mi hombre. Ahora Demian era mío. Jadee de manera acelerada cuando Demian colocó sus manos en los hombros de Eduardo y los tres nos mecíamos por la fuerza de Demian.

−Oh… Demian… si… ah –gemía como podía.

Y estalló en mí, fue un trallazo, luego dos, luego tres y luego cuatro de misma intensidad, llenándome de leche, de su elixir. Apreté mis esfínteres anales y comencé a sentir como mi cuerpo dejaba salir mi semen dentro de Eduardo con tanta fuerza como había hecho Demian conmigo.

El placer me recorría de arriba abajo, era alucinante sentirse así. No pude dejar de jadear hasta que no sentí a Demian fuera de mí, mirándome a los ojos y entonces inclinándose para besarme.

−Me encantas –le susurre entre uno de sus besos.

Pero él se separo y besó a Eduardo.

Demian no se dejo penetrar ni por mí ni por Eduardo, algo que me alegraba de cierto modo. ¿Qué pretendía que fuera yo su putita? ¡Ja! Ni a él se lo aceptaría, me dije, mientras alzaba el rostro. Un rayo de luz solar me golpeo, cegándome un par de segundos.  Podía sentir mi culo extraño, como con un gran vacío y a la vez una extraña sensación de no poder albergar mas nada en él.

Casi me corro al recordar la noche pasada, casi pude escuchar los te amo de Demian, casi pude sentirlo de nuevo en mi. Era justo lo que deseaba. Todo era extraño. ¿Le gustaba realmente a Demian o todo era cosa del alcohol? Me detuve a pensarlo un rato pero descubrí que no deseaba eso, que quizá me estrellará con la amarga realidad e iría a parar todo en la basura.

Suspire.

Estaba en mi habitación, me volví y vaya sorpresa que me lleve al ver a Demian a mi lado, sus ojos negros estaban muy abiertos, mirándome como si yo fuera alguna clase de obra de arte. Trague saliva. La cabeza me dolía y solo al sentir la sangre subir a mi rostro fue suficiente para darme una fuerte punzada.

−Demian –murmure, mirándolo.

No supe que hacer. ¿Debía besarlo? ¿Tocarlo? ¿Qué mierda debía hacer? Mi corazón se acelero tanto como la noche pasada. Casi hasta sentirlo en mi garganta. Me levante de la cama, descubrí que estaba casi desnudo, de no ser por los slip. Me pegue a la pared, evitando colocar una mano sobre mi acelerado abdomen.

Él me miró con los labios crispados y luego sus ojos parecieron fríos, tristes. Se incorporó, y se colocó enfrente de mí, mirándome con esa sonrisa maliciosa suya, pero él pensaba, Demian advertía cada uno de sus movimientos. Dejo de sonreír y miró el suelo un segundo, me sorprendió cuando vi su cara.

−Dominic… ¿Te encanto? –dijo, muy serio.

Tuve que tragarme las carcajadas que querían salir de mi boca, la seriedad de Demian hablaba por sí sola.

−Dime… ¿me quieres, como más que un amigo? –susurró, más cerca de mí.

Sus ojos me escrutaron y mi corazón no daba cabida. Lo mire, apreté los puños, apreté las mandíbulas. No supe como hice, pero como mejor pude me pare firme, tensando los hombros y retándolo con la mirada.

−Has sido tú quien primero lo dijo anoche –afirme.

−Cierto… pero sabes que nunca digo las cosas por decirlas… no miento –me dijo, acercándose aun mas.

Su aroma, su tacto. Todo tan cercano a mí era extraño, era algo nuevo pero ya sentido, lo añoraba, añoraba el amor ajeno, de alguien que me dijera te quiero y poder ver a mi lado al despertar por la mañana. ¿Hacía cuanto que no había amado? Pensé.

Lo tenía que decir. Él bajo su mirada, desilusionado.

−Pues… eh… −Demian me miró a los ojos, de nuevo –no preguntes lo que ya sabes.

Me besó. Sus labios se movieron junto a los míos, fue de una manera delicada, casi un roce pero que nos unía con una fuerza única. La pasión embargo mi cuerpo, quise hacerlo mío ya, que él me hiciera suyo una vez más. Pero Demian, mi Demian, se separo lentamente. Sonriendo.

−Te quiero, te quiero Dominic –dijo, sin dejar de mirarme.

Un golpe me hizo mover la cabeza automáticamente. Eduardo salía del baño, totalmente vestido. Sus ojos verdes me escrutaron, eran verdes como acido que carcomía. Casi parecía gruñir.

−Ed…

−Me tengo que ir, os dejo solos –dijo y se dio la vuelta de prisa.

Él desapareció, dejándonos solos. Mi corazón se apretujo, recordando el maldito pasado. Sabía cómo se sentía Eduardo, había pasado por algo similar. ¡Oh Dios! Estaba herido por mi culpa. Debía arreglarlo.

Pero ahora solo éramos Demian y yo, nuestros labios se juntaron en un beso y luego en un abrazo fuerte, que irradiaba toda clase de emociones a nuestro alrededor.

Nos sentamos en la cama, mirándonos. Demian se inclinó, alzando algo del piso y vi un rostro. Maldito karma. Puta madre.

Mire el rostro hermoso de Isabella Prada.

− ¿Quién era? –susurró Demian, mirando la foto con ojos interesados.

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Bueno, aquí os dejo el tercer capítulo de la serie Demian & Dominic. Espero os guste, y de nuevo, soy demasiado repetitivo, lo se, y espero vuestros comentarios y criticas. Para el 4to capítulo empezaran cosas interesantes y la aventura amorosa de Demian y Dominic se hace mas fuerte con cara descubrimiento. Gracias por leer.

Adèu ^^