Demencia 5 (10)

Últimos segundos y empate: ya ha habido muertes en el partido y todo se resolverá en una sola jugada,...

Tras cerrarse finalmente la puerta de su estudio, Héctor Onassis mascó con rabia su puro, sin disimularlo ante los invitados de la recepción:

¡Maldito Oswald!,

¡Más de media hora perdida escuchando sus consejos idiotas!; ¡media hora aguantando en silencio sus ínfulas de estadista,… SEMEJANTE TARADO!! El Almirante estaba desesperado: casi con rabia encendió el diminuto radio en su oído, ansioso por saber qué diablos pasaba en el Domo Poli-deportivo de la ciudad.

¡Finalmente llegamos al último descanso de esta electrizante finaaal!!!,… -bramaba eufórico el comentarista-, ¡los "Diablos" y los "Caballeros" recuperan sus ultimas fuerzas para encarar el final del partidoo!!; ¡LOS "DIABLOS" VAN GANANDO 32 A 30, Y EL ESTADIO ES UN LOQUERÍOOOO!!!,

¡DEMONIOS, ESTÁN PERDIENDO!; se indignó Onassis, tomándose el estómago: ¡otra vez la úlcera! Tratando de disimular la punzada que casi le hacía doblarse de dolor. Parrot, su asistente naval, venía directo hacia él con cara de asustado,… seguro traía malas noticias.

¡QUÉ QUIERES?!,

Señor,… - casi tartamudeó tembloroso Parrot-,… Su Majestad,… de Epson Eridani,.. y su hija,… ya llegaron, Señor: le esperan,

Reuniendo paciencia, al Almirante Héctor W. Onassis, Comandante General de las Fuerzas Armadas de La República Confederada del Sistema Solar, no le quedó otra más que apagar una vez más su oculto receptor y aunando aplomo y dignidad, dirigirse ceremoniosamente rumbo a la mesa donde le esperaban sus ilustres invitados de honor, rodeados por una recatafila de serios edecanes y siniestros asesores.

Señor,… -susurró otra vez Parrot-,… ¿desea?,

Si. Mantenme informado.

Sí, Almirante.

El ambiente en el camerino de los "Caballeros de la Fortuna" era denso, casi abrasador: los endurecidos y amoratados músculos de todo el equipo soltaban nubes de vapor; estaban casi en las últimas. Ya no se oían risas o bromas: solo había ahí dentro sudor, dolor,… se podía sentir impregnando las paredes. Pero había algo más entre quejidos, respiraciones agitadas y contenidos lamentos: había ojos furiosos, mirando al frente; era la determinación a acabar el partido cueste lo que cueste. Chorreando sudor a mares de su melena desordenada, Rey Patton se puso de pie de s banco y caminó trabajosamente: las botas le pesaban como si fuesen de granito. Tras dar tres pasos, estaba frente a su amigo, Gennaro Hugon: el musculoso moreno yacía jadeante, desnudo, mascando su rabia. Robinson, el androide, se esmeraba en sedarlo, a la vez que reconstruía a toda prisa el tobillo derecho de Gennaro: ¡estaba hecho un amasijo de carne y huesos molidos!

Sobre la mesa de primeras curas, un monitor repetía una y otra vez la fatal jugada, comentándola, repitiéndola en cámara lenta: se veía a Hugon, enfundado en su armadura negra, portando la pelota de plasma, recto hacia la portería de los "Diablos Rojos". Casi como una difusa mancha roja, velocísima, dos moto-drones rojas fueron en dirección de "La Sombra" Hugon, en colisión directa; rivales volando por los aires si, pero el efecto que buscaban se logró: ¡aplastaron la moto-drone de Gennaro como un sándwich,… y con él encima!!! El comentarista no paraba de elogiar el que se hubiese sostenido, colgándose apenas del aparato con una mano, y con el tobillo casi colgando de una tira de piel y tendones. Rey vió un instante la brutal escena: estaba hecho una furia; había perdido a su mejor defensa y lo sabía.

¿Estarás bien?,

Estaré en la banca viéndolos, viejo,… -exclamó, tratando de sonreír.

¿Robinson?

Lo tendré reparado en cinco minutos, Señor,… -replicó diligentemente, sin dejar de trabajar-, con el cuidado adecuado, volverá a competir a tiempo para el Campeonato de Campeones,

¡Jugaremos con 15!,… -, sentenció Patton.

Viejo!,… - le exigió Gennaro-, usa a los suplentes,… o perderemos,… "Vivir venciendo!",

"O morir matando",… - agregó Rey Patton, tomándole del puño-,… oye tú: ¿cuál era tu nombre?,...

Russo, Señor.

Entra y defiende,

El anuncio para ingresar al campo, a jugar el último tiempo, fue recibido en silencio. Igualmente en silencio se calzaron de nuevo los uniformes. En silencio tomaron sus máquinas y salieron a hundirse en medio del griterío de esa bestia desatada que les rodeaba, llamado "público". Amos equipos estaban exhaustos, pero no se dejaron de pegar con salvajismo ni un instante. Para Rey Patton y sus compañeros, casi todo el último cuarto del partido fue como "nebuloso": en cinco minutos ya tenían dos goles más encima: 34 a 30 y el título se les iba de las manos. El bramido en las tribunas era atronador; a la vez que allá abajo, se soltaban golpes y zarpazos, arriba en las tribunas las grescas entre barras rivales ya llegaban a tener visos de motín.

Una embalada suicida de Joao Caneira terminó en un gol celebrado con furia por sus parciales; cinco minutos después, un derechazo desde 30 metros de Romeo Bocanegra los ponía 34 a 32. Tras una trifulca, casi una pelotera en el centro del campo, Rey logró escaparse de los defensas contrarios, logrando un zurdazo desde la derecha, siendo aplastado contra el muro por Bárbara "Muerte" Torres. La boca se le llenó de sangre, pero el objetivo había sido logrado: ahora estaban 34 a 33. Arriba, en la cabina de transmisión, "Satán" Bocanegra aullaba como un poseído, mientras Steve Fine trataba de trasmitir las incidencias:

¡Los "Caballeros" recurren a todo para ganar!; ¡ES INAUDITO: Sebastian "El Matador" Victor se baja de su moto-drone y pide a gritos que le pasen la pelota!, ¡ESTÁ SOLO FRENTE A LA PORTERÍA: QUÉ VALENTÍA!!!,

Mentira: Sebastian había salido volando por los aires tras una carga de Morgana Harrison; indefenso, agitaba los brazos, tratando de llamar a sus amigos:

¡AUXILIOOOO: ME VAN A MATAAAARRR!! -, chillaba por su intercomunicador.

¡APÁRTATE GUSANO!,.. –le gritó Patton, quien llegaba por la banda izquierda, tratando de pasarle la pelota a Billy Simunic, que llegaba a toda velocidad por el ala derecha-,… ¡BILLYYY, AGÁRRALAAAA!!!,

La incandescente pelota de plasma surcó los aires, dejando su estela verdosa,… pero no llegó a la mano de Simunic: Victor no se agachó, ¡le pegó de lleno en la cara! El rebote no pudo ser mejor imaginado: directo a la portería.

¡GOOOOOOOOOL!!!!!!!!,

El estadio enloqueció ante la temeridad del famoso "Matador" Victor, mientras sus compañeros lo cargaban en vilo, rumbo a la banca de suplentes. Estaba vivo, pero la pelota le disolvió casi por completo el cristal del casco: era una jugada en un millón,… y Sebastian ni siquiera sabía por qué lo aclamaban. ¡34 a 34!!!!; lamentablemente, la alegría duró poco: flatos de un jugador por apenas un minuto, fue aprovechado por Morgana Harrison,… ¡EN UNA CARGA DEMENTE, ESCOLTADA POR KUTUSSOV Y TORRES, SE ABRIÓ PASO POR LA DEFENSA DE LOS "CABALLEROS"!!!. La placa de vidrio reforzado, la portería, se hizo trizas por completo: faltaba apenas dos minutos para el final. Realmente muy poco.

Había que ganar tiempo: el "Rompehuesos" Bocanegra lo sabía. Tragando saliva, enfiló su máquina y a toda velocidad se puso lado a lado de Nakatoshi Ito; el "Kamikaze" tenía en la mano la pelota, y se dirigía a su arco. Tres potentes puñetazos en las costillas dejaron sin aliento al contrario; luego, con fuerza inaudita, le tomó con un brazo de la cabeza. Su codo blindado se irguió, para caer pesadamente sobre el casco del militar: ¡Romeo le partió el casco de un solo golpe!!!. Ito rodó por el suelo inerte: conmoción cerebral segura –a menos que le hubiese desnucado-; la tribuna bramaba: Romeo había logrado un minuto extra,… era lo que tardarían los androides en retirar el cuerpo del caído.

Apenas se retomó el juego, una moto-drone negra se metió en medio de los "Diablos Rojos", robándoles la pelota; Enzo Russo, el novato, no lo pensó dos veces: era su última oportunidad en el partido, de hacerse famoso. Abriéndose paso a empellones y zarpazos, a punta de huevos, saltó con su aparato y no dudó: fue un derechazo débil, pero preciso. La pelota de plasma dejó su marca en la placa de cristal.

¡35-35!!!!!!!!!!!!

El joven Enzo Russo, apenas salido de los "Cazadores" de Buenos Aires, saltaba como un loco por toda el campo: estaba eufórico, al igual que todo el estadio. Era su primer gol en la División Superior y no cabía en sí de gozo; eso era imprudente en una competencia tan brutal, pero el chiquillo lo hizo aún peor: se quitó el casco y los agitaba jubiloso a las cámaras-robot que le rodeaban.

¡GOOOOLL!, ¡GOOOOOL! –repetía una y otra vez, hablándole a las cámaras y apuntando con la mano a algún distante espectador-, ¡ "che viejo"; vamos ganandooo!!!!,...

Desde el medio de la cancha, Rey Patton aceleró al máximo tratando de llegar hacia donde el novato celebraba. Las celebraciones excesivas se pagaban caro en el Lasserball y tenía un mal presentimiento. No se equivocó.

.¡PONTE EL CASCO, PONTE EL CASCOOOO!!! -,le gritó una y otra vez mientras veía por el rabillo del ojo una saeta roja que se le abalanzaba a todo motor.

Iván Kutussov se le iba encima. No iba a permitir que un mocoso imberbe se burle de ellos: le daría una lección. Antes que Russo reaccionase y muy por delante de Patton, llegó a su objetivo. Atropelló con su máquina sin ningún miramiento al novato Enzo: le pegó de lleno y lo aventó varios metros. En medio de un grito de pavor de sus compañeros, el chico voló por los aires para terminar estrellándose contra una nueva portería de cristal que se desplegó segundos antes, para reemplazar a la anterior. La velocidad que le imprimió el choque hizo que el desdichado la atravesase con su cuerpo, destrozándose la cabeza descubierta, quedándose boca arriba atravesado el pecho por una larga esquirla de cristal reforzado. El público se quedó mudo por un momento, los "Caballeros" también. Morgana y Bárbara Torres sonreían complacidas desde la complicidad de sus cascos. El "Pánzer", ya detenido, alzaba el puño desafiante al público una y otra vez, rugiendo. Rey Patton llegó demasiado tarde. Apenas llegó donde le muchacho, tendió los brazos pensando en alzarlo y sacarlo de ahí. Tal vez tenía aún una oportunidad. El casco cayó de la mano de Enzo Russo al suelo en ese preciso instante. Ya no respiraba. Rey alzó la mirada hacia arriba, buscando una explicación. En el aire, flotando a varios metros, RECH giró su pantalla hacia él, mostrando el rostro del desdichado jugador y un gráfico de sus signos vitales. Casi instantáneamente todas esas líneas se volvieron en unas largas y continuas rayas planas y un horroroso pitido resonó en los parlantes.

.Signos vitales de Enzo Russo, camiseta número 99, de los "Caballeros de Fortuna", negativos- anunció fríamente el árbitro mecánico-, la falta de Iván Kutussov, camiseta número 5 de los "Diablos Rojos", según el Artículo 334, Inciso P, se sanciona como "falta leve": diez minutos de suspensión y tiro penal. Se reinicia el juego.

Rey Patton y los demás no sabían cómo reaccionar. Conocían el reglamento y sabían que, al aventarlo contra la portería sólo era penado con un tiro penal. Al haberlo matado con ese acto, se le suspendía del juego, yendo a la banca por un rato, como agravante,… pero la muerte de Russo, de esa manera era simplemente considerada como una penosa casualidad según la fría mente de RECH. Todos los "Caballeros" voltearon a ver al asesino, apenas conteniéndose. En las tribunas de los parciales del equipo de la ciudad, transitaba un sentimiento de estupor. Todos menos Washington Ccuno, el pequeño gigante del gas, que sonreía malévolamente, mirando cómo los androides recogían los restos del desgraciado muchacho, ante la mirada de pasmo y reproche que le lanzaba el Alcalde Morris.

.Uno menos,… -, dijo para sí Ccuno, satisfaciéndose de haberse deshecho de un posible ambicioso yerno.

Abajo en la cancha, los "Diablos Rojos", uno a la vez, palmeaban la espalda a su paso ó chocaban las manos con Kutussov mientras él se dirigía a la banca de suplentes. Iván había cortado esa insolencia como debía ser y a nadie entre ellos le importaba la muerte del chiquillo. Total, cada uno tenía encima más de dos docenas de muertes en la cancha, mínimo.

.Es una tragedia lo que hemos presenciado, damas y caballeros – relataba desde su cabina Steve Fine, conmocionado al presenciar su primera muerte en vivo, en un partido de Lasserball-, Enzo Russo, número 99, es retirado por los androides. Un final terrible para este muchacho recién incorporado a los "Caballeros de Fortuna", procedente de los "Cazadores" de Buenos Aires. Tenía sólo 19 años de edad,…. ¿algunas palabras, Señor "Satán"….

.Sólo lo que decimos en el Lasserball – dijo el corpulento exjugador conmovido, alzando su lata de cerveza en son de saludo-, cuando te llega la hora, te llega viejo: no nos esperes, ya nos encontraremos cuando vayamos para allá…-y agregó finalmente alzando los dedos de la otra mano -, ¡PAZ!...

Por su parte, los "Caballeros" apenas podían contener la ira, en especial su Capitán. Nunca habían tenido qué pasar por la muerte de uno de ellos,... aunque fuese un suplente. Kutussov lo sabía y eso le daba aún más placer. No contento con su acto, giró su moto-drone y se plantó de seco junto a Rey Patton. Ambos estaban sin el casco puesto, así que podían hablarse en confianza. El joven Capitán de "Los Caballeros" esperaba la señal de RECH para ejecutar el penal que les podía dar la victoria: tenía que contenerse. Debían ganar, aunque sea solo por el pobre Enzo Russo.

..¡Ooooohhhh: el chiquillo esta molestooooo!,… - le soltó con sorna el brutal Iván-,… ¿Qué pasa?; ¿te sientes mal por des "la madre de los pollitooos"??,… ¡jejeje!,…. Cuidado con errar el penal,… ¡"Madre"!,

Burlándose, haciendo burlonas señas de limpiarse las lágrimas, Kutussov enfiló hacia su banca. Rey no se inmutó. Miro la portería y espero a escuchar la señal de ejecución del penal. Podrían ganar con ese gol. Apenas sonó la señal, se hizo el silencio en el estadio. Rey Patton dio tres pasos, saltó y con ambas manos, lanzó la pelota de plasma.

.Ahi vaaaaaaaa yyyy!!!!!,… ¡QUEEEÉ: FALLÓ!!!!????-, exclamó Fine.

En realidad Patton no falló: les demostró a todos que parecía tener ojos en la nuca: la pelota de plasma rebotó con violencia en la pared junto a la portería. Kutussov seguía sin el casco puesto –craso error-; algo le hizo voltear a ver el penal errado. El rebote fue tan violento que los estampó contra el muro, dejando un notorio manchón de sangre donde quedó su cabeza (más bien, lo poco que quedó,…) Rey y todos los jugadores alzaron entonces la vista hacia arriba: hacia RECH.

.Signos vitales de Iván Kutussov, camiseta número 5, de los "Diablos Rojos", negativos. Se reinicia el juego.

Steve Fine quedó perplejo: volteó la vista hacia Albert Bocanegra, buscando el porqué:

La pelota le pegó "por casualidad"-, le dijo.

Pero no hubo más tiempo para explicaciones: ¡en la pantalla de RECH, los segundos restantes aparecieron: se aceleraban alocados hacia el final!!! En ese preciso momento, en la Mansión Onassis, el Almirante encendió de nuevo su trasmisor (al igual que muchos); ¡EL PARTIDO EMPATADO A SEGUNDOS DE ACABAR!!!

. ¡Quedan apenas dos minutos para el final del partido y esto es un loquerío!! –gritaba Steve ya casi incapaz de poderse hacer escuchar en medio del griterío del estadio-, ¡el marcador está igualado 35 a 35 y los "Caballeros" luchan por ingresar al terreno contrario!!, ¡Marcus John le pasa la pelota a "Animal" Voronin,… ESTE A CANEIRA: PATTON ESTÁ LIBRE Y SE LA LANZA!!!,

¡¡SE NOS ACABA EL TIEMPO!!! -bramó Gennaro Hugon desde la banca-, ¡NO PIERDAS LA PELOTA!!,...

..¡Rey Patton tiene la pelota y sale disparado hacia el arco: puede ser la última oportunidad!!!....

¡DETÉNGANLO, DETÉNGANLO!!! –chilló Morgana Harrison-, ¡TODOS JUNTOS, AHORAAA!!!.....

Rey Patton aceleró hasta el máximo en línea recta hacia el arco. Los sensores adosados a su cráneo hacían que el aparato esquivase con pequeñas fintas hacia los costados el acoso de los contrarios; otra maniobra sería a esa velocidad suicida. El visor de su casco empañado apenas le permitía ver hacia adelante los zarpazos de los "Diablos" que pasaban a su lado, desesperados por impedir su último ataque. La demencial carrera trataba de ser detenida por todos los medios: casi en el mismo instante, una garra rival dejaba cuatro sendos arañazos en su casco, mientras que unas moto-drone lanzada contra él volaba girando, pasando apenas por su cabeza que casi no tuvo tiempo de agachar. Apenas Rey pudo volver a ver hacia adelante, jadeando por la adrenalina desatada por todo su organismo, alzó la mano izquierda, listo para lanzar la pelota hacia el arco que apenas podía ver frente a él. Un fulgor rojo le hizo ver otra moto-drone que volaba hacia él. Sería imposible esquivarla.

..¡PATTON SE PREPARA PARA ANOTAAAR YYY!,….¡DIOS MÍO!!!...

El comentarista de Terra-Channel, contagiado por la emoción del final del partido se quedó mudo al igual que todos los que seguían el partido. La moto-drone de los "Diablos" pegó de golpe en el pecho de Rey, casi partiéndose, aventándolo hacia atrás. Su cuerpo no pudo seguir la ruta que le dictaban las leyes de inercia y gravedad: casi al mismo tiempo Morgana Harrison, montada en su aparato, cargó contra él desde atrás. Lo siguiente fue una salvaje sucesión de aparatos y jugadores del equipo de militares cayéndole por todos lados, estrellándose contra él, dispuestos a asegurarse de matarlo varias veces. No hubo compasión: los "Diablos Rojos" aún en pie se le fueron encima, creando un espantoso túmulo de moto-drones destrozadas, cuerpos maltrechos, heridos de gravedad varios de ellos, sangrantes, humeantes. Toda esa maraña de color rojo sangre no dejaba ver siquiera algún rastro del delantero de los "Caballeros".

A lo largo del Sistema, a más de uno se le heló es espinazo ante ese cuadro salvaje: de golpe el estadio entero se quedó mudo; en la Mansión Onassis, los empleados de la casa, todos ellos gimieron de pavor; en la sala, el Almirante, atento al relato del partido por radio se le crispó de golpe el rostro, apretando en silencio el vaso que tenía en la mano, asustando a los invitados que departían con él en ese instante, temerosos de que tal vez fuese a darle un ataque. Un murmullo incesante crecía en las tribunas, mientras el público veía alternadamente el amasijo en la cancha y a RECH, que flotaba silente sobre el lugar, analizando los datos acerca de los signos vitales de los jugadores que llegaban hacia él, dejando imperturbable que el reloj continuase su cuenta-atrás.

Apenas todo comenzó, los amigos de Rey bajaron rápidamente la velocidad y detuvieron sus máquinas, mudos. Más de uno dejó su aparato tirado en el suelo y corrió hacia el desastre para tratar de ayudar a su Capitán. El primero en llegar fué Romeo Bocanegra que comenzó a aventar a un lado a sus rivales tirados encima de la pila, tratando desesperadamente de llegar hacia donde estaba su compañero. De pronto, en la parte de adelante del amasijo, algo desde adentro botó a un lado una moto-drone destrozada. Todos los que pudieron ver la escena no pudieron contener el grito de júbilo; por en medio del agujero se comenzó a deslizar hacia afuera la inconfundible figura de un jugador vestido con harapos negros: ¡Rey Patton estaba vivo!, y mejor aún, en medio de la brutal jugada se las había ingeniado para no soltar la pelota que ahora refulgía pálidamente en su mano.

.¡ESTA VIVO, ESTA VIVOOO!!! -, se dejó llevar por la emoción Steve Fine.

¡TIENE LA PELOTA, TIENE LA PELOTAAA!!! –gritaba una y otra vez Albert Bocanegra, mientras zarandeaba de las solapas a Steve-,¡¡¿QUÉ ESPERAS ANORMAL?!!, ¡ANOTA, ANOTAAA!!!...

Como si hubiese escuchado el bramido cavernícola de "Satán", Rey Patton levantó la vista hacia RECH y pudo observar cómo el reloj marcaba que quedaban todavía treinta segundos. Ya de pie, Rey comenzó a caminar como un borracho, directo a la portería, quitándose el casco en medio de los rugidos jubilosos de su hinchada y los gritos destemplados de sus compañeros. Los "Diablos Rojos" apelotonados atrás suyo no podían hacer nada para detenerlo: simplemente estaban hechos trizas. La única que apenas se pudo incorporar fue Morgana Harrison, quien tirada algunos metros atrás, apenas pudo hacer algo más que gatear tratando de atrapar su pie, pero él ya estaba muy lejos, cayendo nuevamente al suelo la Capitana contraria.

En la Mansión, el grito del comentarista radial le devolvía el color al rostro el Almirante Onassis, acabando de golpe con mil lúgubres pensamientos e hiriéndole el tímpano: "….¡¡¡ESTA VIVO, ESTA VIVOO!!!,….¡JAJAJAJA!!!, ¡EL MUY HIJO DE PUTA DE PATTON ESTÁ VIVO Y SE DISPONE A ANOTAAAR!!!....".

Paso a paso, casi desfalleciente, Rey atravesó la distancia que le separaba del arco de cristal. Los gritos de uno y otro bando hacían imposible resistir el pesado y jubiloso ambiente de los segundos finales. Casi al límite de sus fuerzas, Rey alzó la mano con la pelota, tirando el brazo hacia atrás, casi cayéndose de espaldas. Cuando ya quedaban solamente 15 segundos, Patton reunió toda la poca fuerza que le quedaba y lanzando un grito salvaje dejó caer su mano con la pelota en medio del círculo rojo: apretando con su mano la bola incandescente, forzándola a derretir el vidrio, hasta que la atravesase por completo. RECH en las alturas del estadio observaba el esfuerzo sin detener el tiempo bajo ninguna circunstancia. Cuando apenas faltaban 3 segundos, la pelota de plasma y el brazo de Rey atravesaron finalmente la plancha vítrea, en medio del griterío general, las luces y la sirena. RECH dejó que la cuenta llegase a cero para dar el esperado anuncio:

La anotación fue en tiempo reglamentario. Resultado final; "Caballeros de la Fortuna": 36, "Diablos Rojos": 35….

Si el griterío hasta ese momento había sido monstruoso, el que se dió en ese momento fué realmente insoportable: ¡"Los Caballeros de fortuna" eran campeones!, y de un lado al otro del inmenso estadio se sucedían dos tipos de escenas dispares. Por un lado los jubilosos habitantes de Miami Megacity gritando a todo pulmón y saltando de alegría, frente a las caras de rabia y desazón de los Megayorkinos que veían terminar su racha triunfadora esa noche. Mientras en la cancha los "Caballeros" daban rienda suelta a su algarabía de miles de formas mientras se abrazaban eufóricos frente a las ahora cientos de cámaras robóticas que los rodeaban tratando de perennizar el momento, en las tribunas se observaban todas las inimaginables formas de expresar alegría de la comedia humana: desde el hombre gordo que caminaba desnudo por en frente de una tribuna ondeando una bandera y cantando un himno militar de victoria hasta el grupo de amigos que no paraban de gritar abrazándose mientras aún les costaba creerse vencedores, sin olvidar al hombre entrado en años que no hacía nada más que ver el campo de juego con el rostro bañado en lágrimas, llorando como un bebé.

En la Mansión los empleados no paraban de saltar y gritar en la cocina, por el triunfo de su engreído, mientras que en la sala, Héctor Onassis trataba de luchar con las emociones encontradas, que pasaban en él en un instante desde sentir el alivio de que todo haya terminado, hasta un inmenso orgullo que amenazaba con salírsele del pecho. Algunos instantes después paso a sentirse divertido, al ver que se había develado el secreto de la noche: él no era el único que llevaba un aparato en el oído para escuchar el partido. En un grupo a unos pasos suyos, un grupo de camaradas suyos del Ejército, se inflamaron de una cólera repentina y sin importarles nada, aventaron furiosamente sus copas contra una pared, para desconcierto de todos, para luego retirarse a otro ambiente, rojos de rabia.

. ¿Pero que pasó? -, le dijo su acompañante en ese momento, la Duquesa de Swchessling-Holstein, una señorona tan correcta como ignorante.

. Ehhh,… es una "antigua costumbre militar",… jeje,… -, le respondió apenas conteniéndose.

En el estadio la barahúnta que se había formado tenía visos de nunca acabar, mientras en el resto de la ciudad ya se comenzaba a sentir la enorme fiesta que comenzaba a desatarse para celebrar que por primera vez un equipo local ganaba el más importante campeonato mundial de todos. En la cancha, mientras el Presidente de la Federación de Lasserball entregaba el hermoso trofeo al maltrecho pero feliz Rey Patton así como la medalla por ser el máximo anotador del torneo, varios metros atrás la Capitana de los "Diablos", Morgana Harrison, se desgañitaba gritando de rabia tratando de destruir lo poco que quedaba de su moto-drone mientras que sus camaradas trataban de contenerla. Alrededor de Patton, su equipo gritaba a rabiar mientras él elevaba al cielo el trofeo conquistado.

. ¡SOMOS CAMPEONES, SOMOS CAMPEONEESSS, JAJAJAJA!!! -, se gritaban al unísono "Animal" Voronin y Rocco Baruc, mientras se abrazaban chocando sus cabezas.

. ¡CAMPEOOONES, CAMPEOOONES JAJAJAJAJA!!! –, gritaba una y otra vez "Satán" Bocanegra en la cabina de transmisión, mientras alzaba una y otra vez los brazos del desfalleciente Fine a quien tenía tumbado boca arriba sobre la mesa, para diversión de la teleaudiencia.

La hinchada jubilosa alzó a los flamantes campeones para darles un paseo triunfal por el campo. Rey Patton alzaba los brazos cantando con la masa enardecida sin percatarse de que le llevaban hacia la puerta de salida del campo. Apenas se dio cuenta de que alzado así, no pasaba por el dintel de la puerta, terminándose golpeando la cabeza. Bajo él, la hinchada eufórica siguió cargándole en triunfo,… sin percatarse nadie que habían dejado inconsciente a su héroe,

(CONTINUARÁ,…)