Demasiado timido o demasiado cornudo

Rosa, es manoseada y disfruta del plaser del sexo en un autobus lleno; delante de su marido, quien no dice nada al irrespetuoso, ¿por temor, o por placer?.

DEMASIADO TIMIDO O PERFECTO CORNUDO

Ahí estaba Rosa, junto a Alberto, su esposo. Ella tan hermosa, tan bella; con sus 36 años de edad provocaba envidia entre las mujeres de su edad y algunas chicas jóvenes, ya que poseía un hermoso físico.

Rosa mediría 1.62 mts, y pesaría sus 58 kilos, tendría 96 de busto y unos 110 de cadera, era una mujer con un delicioso cuerpo de guitarra, de piel muy clara. Por lo contrario Alberto era un delgaducho de 1.78 mts de alto, pesaría 60 kilos o menos, y no tenía gracia ni para vestirse. Pero ahí estaban juntos los dos esperando el autobús que los llevaría para su casa.

Siempre me había llamado la atención esta parejita, y no entendía el motivo por el cual ambos se habían unido, los observaba de lejos, porque en verdad solo los conocía de vista, y me imagino que ellos jamás se percataron de mi presencia ni de mi existencia, ya que viven su vida sin meterse con nadie.

Me llamó la atención la forma en que Rosa estaba vestida aquel día. Tenía puesto un pantalón de tela muy ligera de color hueso o crema muy claro que podía dejar adivinar que sólo traía un hilo dental como ropa interior, una blusa marrón con una cartera color marrón pero más oscuro que el de su blusa.

Bueno, me aventuré a subir a su mismo carro, pues quería ver cómo se comportaba esta inusual pareja en la calle.

Al lograr subir entre la gente, logré nuevamente divisarlos, ahí estaban ellos metidos en medio de tanta gente. Rosa, como tenía un trasero muy llamativo y muy provocativo, no pasa desapercibida para los que son de manitas ligeras y menos en aquella ocasión.

Un tipo de unos 32 años, estaba justo detrás de ella, de tal manera que su nuca de Rosa, llegaba a su mentón de éste. Alberto estaba al lado de ambos, y no cuidaba de la espalda de Rosa, al parecer tenía mucha confianza en ella. De mi posición podía ver que el tipo no estaba quieto, tenía una mano a la altura de su bolsillo, y al parecer rozaba disimuladamente las nalgas de Rosa con el movimiento del carro.

Rosa no se incomodaba de ésta conducta. Alberto se dio cuenta en más de una ocasión y continúo platicando con Rosa como si no pasaba nada. El tipo se acomodó de tal manera que pego sus genitales con las nalgas de Rosa, y al parecer ella sintió el bulto que este traía, lo único que hizo fue dar un pequeño salto, pero al mirar el rostro de Alberto hizo como si nada pasara ya que éste no hacía nada para reclamar al atrevido.

El tipo descaradamente empezó a moverse al compás del movimiento de la gente y del carro, rozándose en la espalda de Rosa, ni esta ni su esposo decían palabra alguna al tipo, así que éste actuaba con total libertad, mientras con la mano ya empezaba a acariciarle la parte del vientre de Rosa.

Como quien no quiere la cosa, logré entremeterme lo muy próximo a ellos, y sentí la respiración agitada del tipo, que era evidente que lo estaba pasando muy bien, mientras podía apreciar que las embestidas provocaban pequeños saltos en Rosa, y su esposo no se inmutaba a decir nada.

El tipo con la mano, al parecer tocaba la vagina de Rosa, la frotaba por sobre su ropa, y ella lo tapaba con su cartera marrón. El sin más reparo bajo el cierre del pantalón y metió uno de sus dedos, ya que el pantalón no era a la cintura, era a la cadera, el tipo estaba dando un espectáculo muy cachondo para los buenos observadores. En esos momentos estaba con el pene súper erecto, deseoso de estar en la situación del tipo este y hacer lo mismo con la vecina.

Cuando en eso recobro mi atención, me percato que éste por debajo de su blusa tenía una de sus manos acariciando el seno de Rosa, y ella solo trataba de contener la excitación, pero igual dejaba escapar más de un gemido. Alberto, se quedaba callado, y tragaba saliva, miraba a otro lado y se quedo mirando a la ventana, como si se fueran a robar la maldita ventana sin decir nada mientras otro le daba una manoseada perfecta a su esposa.

El tipo tenía las orejas rojas, la cara roja, y todo su cuerpo se movía como si la penetrara, ella de igual manera se movía al mismo ritmo, pero no hacía nada, hasta que por fin el tipo al parecer se vino, y se corrió entre las nalgas de Rosa.

Disimuladamente el tipo se separó de ella y pidió permiso entre la gente para bajar en el siguiente paradero.

Yo por mi parte, descubrí que Alberto, no era sino un perfecto cornudo que gozaba viendo como a su esposa la manoseaba otro tipo ante sus propios ojos y cómo acababa prácticamente en medio del culo de su mujer.

Luego contaré lo que me atreví hacer con Rosa, ante la presencia de su marido, en su propio departamento.

Gracias por esta pequeña lectura, espero sus comentarios y sus ideas.