Demasiado tímida para oponerme (58)

Armando, mi amado esposo, es un hombre muy feliz. Y yo estoy segura de que mi presencia en su vida tiene mucho que ver.

Demasiado tímida para oponerme 58 texto sin fotos.

Por Bajos Instintos 4

Las fotos que ilustran este relato tienen como principal función complementar el texto, que es el centro de gravedad del relato.

Armando, mi amado esposo, es un hombre muy feliz. Y yo estoy segura de que mi presencia en su vida tiene mucho que ver.

Una de las cosas que más le gusta, es penetrarme por mis agujeros Pero salvo la boca y el ombligo, los demás agujeros le quedan muy grandes a su polla. Él está muy orgulloso de eso. Piensa que mis agujeros, que al recién casarnos se ajustaban perfectamente a la dimensión de su polla, con el paso del tiempo y tantas garchadas que me hizo, me los fue agrandando. Y, detalle más, detalle menos, eso fue lo que ocurrió. Además que los "detalles" fueron involuntarios, por mi parte. Yo nunca le fui infiel a mi marido. No es algo que esté en mi naturaleza, a pesar de que alguna que otra vez me he tenido que hacer una excepción. Pero nunca fue porque yo quisiera. A veces, sencillamente, fuí avasallada. Otras veces fue sin darme cuenta, por alguna cosa que me distraía. También me ha ocurrido de ser engañada por argucias. Pero nunca porque hubiera en mí alguna tentación de traicionar a mi amado Armando.

Creo que por las tetonas y el culo que tengo, debe ser, porque yo jamás hubiera provocado a un hombre deliberadamente. Pero por mi experiencia, debo resultarles irresistible. ¡Y cómo me lo han demostrado!

Hubo muchas trancas verdaderamente gordas, que fueron abriendo las paredes de mi ojetito. Esos son los "detalles" a los que me refería. Nunca le comenté nada a Armando de los difíciles momentos que tuve que pasar, con tantos orgasmos y más orgasmos. Me pareció que no era necesario comentarle estos incidentes a mi querido Armando, ya que no habían sido cosas provocadas por mí, ni tampoco me habían importado. Así que le versión suya sobre el agrandamiento de mis agujeros íntimos, es básicamente la verdad.

Uno de sus compañeros de trabajo, que vino a casa a hacerme compañía una noche que Armando tuvo que ir a un velorio, para que yo no me quedara solita, intentó propasarse. Pude comprenderlo perfectamente, especialmente cuando sacó su erecta pollota fuera del pantalón. Pero por más que lo intentó, una y otra vez, no consiguió que yo transigiera con sus intentos. Cuando me desafió a chuparle la polla, accedí, para que el hombre no creyera que me había intimidado. Y me tragué todo para que estuviera bien seguro de que sus intentos no me afectaban.

Tuve que verlo en una nueva ocasión, para que tuviera bien en claro que yo no era una de esas mujeres fáciles que él acostumbraba a transitar.

Tuve que verlo otra vez más, para explicarle cual era mi posición. Pero no me entendió.

Así que lamentablemente hube de verlo otra vez. Y luego otra y otra. Bueno, ni me acuerdo cuantas veces fueron. Porque él quería que yo cambiara mi posición y adoptara nuevas posiciones. Yo procuré adaptarme, para que él apreciara mi buena voluntad, totalmente exenta de lujuria. La verdad es que me dio mucho trabajo aquel muchacho. Pero era un compañero de mi marido y yo tengo un gran sentimiento filial.

Pero volvamos al presente. Mi amiga Susana estaba muy entusiasmada con el encargado de mi edificio. Y yo le recordé que ella era una mujer casada, como yo, así que no correspondía que tuviera relaciones con mi encargado. Ella soltó una carcajada, -¡que digas eso con la clase de vida que llevas vos, es lo más gracioso que he escuchado!- "Yo también estoy casada, le dije, pero nunca he sido infiel a mi marido" Por alguna causa que se me escapa, Susana siguió con sus carcajadas. Tanto que parecía que nunca iba a acabar.

Yo le tuve paciencia, si ella quería reírse como una loca, bueno, es mi amiga y puedo disculparla todas las veces que sea necesario.

-¿Pero vos le viste el bultazo que tiene ese encargado tuyo?- Y siguió con sus carcajadas.

Yo ni le contesté, no valía la pena contestar a semejante comentario.

Eso me hizo recordar que no había visto al encargado el día anterior. Es una pena, pensé, porque estamos cultivando una hermosa amistad.

Así que cuando llegué a mi edificio fui a saludarlo, pero él sin contestarme, se fue directo para el sótano. Pensé que podía estar ofendido, el pobre. Y lo saguí bajando los escalones detrás suyo. Me costó un poco seguirle el paso, ya que mi pollerita corta y ajustada no me permitía bajar con soltura los escalones. Al final me cansé y subí mi faldita hasta la cintura, dejando mis mórbidos muslos al aire, y entonces pude bajar los escalones fácilmente. Como tenía confianza con el encargado, no me molesté en bajarme la faldita y la dejé en la cintura. Total, teníamos confianza. Y no había problema en que el viera mis muslazos. Al fin de cuentas en la playa muestro más.

Pero no pude dejar de notar que su prominente bulto estaba al palo.

Tal vez no era que estaba ofendido conmigo, sino que se había ido al sótano para que nadie viera su erección, que era inocultable.

Mirándole la polla, le pregunté si podía hacer algo por él. Entonces comprendió mi intención de ayudarlo y sacó su tremenda polla afuera. ¡Cuánto debía de estar sufriendo, el pobre!

No sé por qué, pero me vino a la mente la primera relación con mi novio, cuando yo tenía catorce. Él tenía dieciséis y quería metérmela. Pero yo no lo dejaba porque quería llegar virgen al matrimonio. Así que le dejé hacerme de todo, menos metérmela. Lo pajeé, le restregué mis nalgas contra su polla, y hasta se la mamé, Todas las cosas con las que yo sabía hacerlo acabar. Pero igual él estaba desesperado. Por suerte, tuvimos la ayuda de su primo de treinta y dos años.

El me dijo que para mantener mi virginidad, la solución era que me dieran por el culo. Ya que la virginidad vaginal es la única condición que se le pide a una chica para que pueda llegar decente al matrimonio. Eran otros tiempos.

La cuestión es que el primo de mi novio, no solo nos explicó, sino que nos dio una demostración. Bueno, no una, sino tres seguidas. Al principio me dolió, a medida que me iba abriendo el culo. Pero lo hizo con mucha delicadeza, y al final lo hizo por completo. Me hizo ver las estrellas, pero me lo abrió bien abierto. Para cuando él acabó, las estrellas que yo estaba viendo tenían cada vez colores más lindos. Tanto que cuando la sentí pulsando dentro de mi ojete, sentí pena de que todo hubiera acabado, especialmente él. Pero no, el primo de mi novio se había entusiasmado con mi espléndido culo, y juzgó necesario repetir la lección, para que mi novio la aprendiera bien. Así que, sin sacarla, me continuó culeando. El dolor ya había pasado y, para mi sorpresa, que a una le rompieran el culo era muy excitante. Creo que mi novio también me comprendía, porque mientras su primo continuaba saboreando el agujerito que había al final de mis glúteos, mi novio comenzó a hacerse una paja.

Y cuando su primo me dio la tercera culeada yo gemí y gemí hasta que me eché un tremendo polvo, en honor a mi novio y a su primo.

Cuando el primo abandonó mi muy abierto ojete, empezó a salir el semen que tan generosamente me había donado. Pero mi novio no espero a que el proceso terminara, y aprovechando el tamaño de mi agujero, me enculó apasionadamente. Otras tres veces, seguramente había entendido que tenían que ser tres. Pero, como sea, mi novio respetó mi virginidad y mi deseo de llegar virgen al matrimonio.

Cada tanto venía su primo para verificar que tal lo estábamos haciendo. A veces venía cuando estaba sola y me pedía que le contara. Y después, para verificar que lo estábamos haciendo correctamente, me culeaba varias veces.

De modo que yo tengo asociada la virginidad a que me den por el culo. Así que inspirada en la pureza de ese recuerdo virginal, le propuse al encargado que se diera el gusto de darme su vergota por mi agujerito anal. El buen hombre no lo podía creer. Pero sacándome la braguita, y haciénome poner mi soberbio culazo en pompa, procedió a clavármela poquito a poco.

Pero mi ojetito estaba demasiado caliente, y apenas enterró su pollota, esta empezó a surtir leche en mis entrañas. Para mi sorpresa, sus empellones, unidos a las pulsaciones de su acabada dentro de mi orto, y a la fuerza con que sus manos se agarraban de mis caderas, hizo que me corriera instantáneamente. Lamenté que todo hubiera concluido tan rápido, pero bueno, el objetivo era ayudar a mi pobre encargado amigo. Pero, me engañaba si creía que él había concluido con el aprovechamiento de mi culo. Ni siquiera intentó sacármela, y animado por el calor de mi orto, su nabo no perdió ni un milímetro en su poder y rigidez, y continuó dándose el gusto. A mi me pareció bien, sobretodo porque me recordaba las hermosas épocas de mi virginidad. Y también porque fui jadeando cada vez más fuerte, hasta que me estremecí, estrujándole la pollota con mi culo, en toda su extensión. Por algún motivo, a mi amigo la polla se le puso todavía más dura, y siguió dándome y dándome hasta que yo, con los ojos bizcos y vidriosos, y la boca abierta, tuve un tremendo orgasmo.

Finalmente vino el suyo, que ya era el cuarto, de tanto que yo le gustaba.

Me sentí muy contenta de haber podido ayudarlo y además haber recordado épocas tan hermosas de mi vida.

Muy orgullosa por lo bien que ayudé a mi amigo, sin que peligrara la fidelidad a mi esposo, me quedé un ratito sentada, hasta que terminó de salir la leche del encargado por mi agujero.

Por eso, como te decía, mi marido es un hombre feliz. No cualquiera puede alardear de tener una esposa tan fiel.

Gracias a Carlos Burgos por la fotografía de su hermosa polla. Y otro tanto a Andy Sur. Ambos lectores.

Cuéntame tus impresiones sobre mi relato, escribiéndome a bajosinstintos4@yahoo.com.ar me encantará leerlas.