Demasiado tímida para oponerme (55)

Mi vida con Armando es un idilio permanente como corresponde a un matrimonio de personas fieles. Por eso estoy contenga con el nuevo encargado, que respeta tanto mi condición de mujer fiel.

Demasiado tímida para oponerme (55)

Hace muchos meses que he cambiado de verdulería. Lo que pasa es que tuve la impresión de que el verdulero anterior tenía intenciones algo sospechosas hacia mí, a pesar de mi condición de mujer casada. También el portero del edificio tenía intenciones similares. De modo que cuando se fue me sentí aliviada. Además el señor mayor del edificio había fallecido tiempo atrás. Así que por un largo tiempo me vi libre del acoso masculino y pude vivir en paz. Es cierto que mi pollerita roja tan cortita y apretada a mi soberbio culo, me deja los muslos descubiertos en su mayor parte, pero para evitar dar un espectáculo, evito agacharme casi siempre.

Bueno, por suerte lo tengo a Armando, mi esposo, quien me ayuda a calmar mis ansiedades femeninas con mucha dedicación y apasionamiento. Bueno, que lo tengo chupándome la conchita a toda hora. Él es buenísimo en eso y está siempre dispuesto. En cambio no le pido que me meta su miembro, porque mis dos agujeros están tan abiertos, que su miembro baila y no lo siento. Y eso que yo nunca le he sido infiel, pero una chica con formas como las mías, sufre ciertos asedios y a veces mi cortesía es algo excesiva, lo reconozco. Pero nunca pude llamar infidelidad a esos momentos de buena vecindad que tengo, a veces incluso con desconocidos, pero yo no soy discriminativa. Como sea, la polla de Armando me baila en mis dos agujeros y ni la siento.

Así que lo he acostumbrado a lamerme el chochito. Diez o quince veces por día, a veces más.

Y si bien extrañaría algunas penetraciones más contundentes, mi condición de mujer fiel a su marido hace que ni me permita pensar en el asunto.

Pero en el edificio han tomado un nuevo encargado. Norberto de tipo alto, bien erguido en toda su estatura y distinguido. No tuve ocasión de conversar con este hombre, más allá de un saludo formal cuando nos cruzábamos.

Yo seguí vistiendo mis remeritas breves, dos números más chicos que mi talla, que me marcan tanto mis gruesos pezones, ya que al tener tan paradas mis tetonas no uso sostén.

Pero, afortunadamente, el encargado apenas si me dedicó alguna que otra mirada indiferente. O el menos eso me pareció a mí. De modo que tampoco temí acoso alguno de parte del erguido encargado.

Así que cuando bajé al sótano para pedirle un par de bolsas de consorcio, lo hice muy tranquila.

-Ah, por fin tengo ocasión de hablar con usted- me dijo con su habitual seriedad.

Al ser su postura tan vertical, no pude menos que notar el bulto en su pantalón. Bastante impresionante. Afortunadamente yo soy una mujer que no se fija en esas cosas.

Hace mucho que la veo y debo confesarle que usted me parece una señora muy seria - agregó, tocándose levemente el bulto. Es una de esas actitudes inconscientes que tienen los hombres, sin darse cuenta de la impresión que pueden producir en una mujer. Aún en las mujeres muy decentes, como es mi caso.

Yo soy una mujer casada y muy fiel a su esposo, le aclaré, mientras veía como su bulto crecía un poco. Tragué saliva.

´- Lo sé, y no debe temer ningún ataque de mi parte.- dijo mientras volvía a tocarse el miembro por sobre el pantalón. Volví a tragar saliva. El pobre hombre seguramente no se daba cuenta, pero su bulto seguía creciendo con sus tocadas. Nuestra charla continuó normalmente, yo procuré que él no advirtiera que ya se estaba acariciando suavemente la enormidad que portaba dentro de ese pantalón. Los hombres son así, a veces ni se dan cuenta de que se están acariciando el bulto. Y una, como mujer, debe saber disimular. Las mujeres no tenemos ese tipo de descuidos, afortunadamente. Pero una no puede dejar de ver cuando un hombre tiene una erección bajo el pantalón, y menos una erección como aquella

El hombre me alcanzó las dos bolsas que le había pedido. Evidentemente se trataba de un caballero muy cortés. Pero la erección le estaba molestando, ¡y no era para menos!

Entonces, en un gesto espontáneo que reveló la confianza que yo le inspiraba, liberó su tranca fuera del pantalón. Claro que no pensó en el efecto que ver su poderosa tranca podía tener sobre mí. Claro que eso era lógico, ya que en mi condición de fiel esposa no cabía suponer que eso pudiera calentarme, ni nada por el estilo. Mi esposo podía estar muy tranquilo conmigo. Y lo está, por suerte. Así que cuando vi. el nabo del encargado, prácticamente no me produjo efecto alguno.

Era enorme y completamente derecho. "¡Qué gordo!", pensé.

Si usted no fuera una señora casada, como lo es, ya le habría abierto el culo hasta el fondo, señora.- Eran las palabras de una persona bien educada, que era bien consciente de sus límites. Aunque debo reconocer que mi vagina me dio una pequeña punzada, al ver esa tremenda tranca.

Pero el hombre, fiel a su palabra, no intentó nada. Así que pude irme sin mayores incidentes y sin haber recibido ningún ataque de tipo erótico. A menos que consideremos como tal la visión de ese grueso pedazo de carne dura y erecta.

Eso sí, al irme llevaba una curiosa sensación en mi culito.

El resto del día la imagen de esa polla gorda y tan erecta no se fue de mi cabeza lo que es comprensible en una mujer tan fiel desde mi matrimonio y que no ha corrido gran cosa antes de eso. Pero la imagen de esa porongota había quedado clavada en mis retinas.

Así que a la noche, cuando llegó Armando, lo arrastré literalmente hacia el sofá del living y abriendo bien mis piernas hundí su cabeza en mi coño y se lo restregué con muchas ganas. Me corrí tres veces, pero en ningún momento se me fue la imagen del portero con su poronga enorme.

Así que después de darle de cenar a mi marido, lo llevé a la cama y me monté en su rostro. Estuve cerca de dos horas echándome polvos en su cara, hasta que lo dejé desvanecido. Armando no supo a qué se debió ese ataque de lujuria de mi parte, pero al fin pude dormirme sin pensar en más nada.

Al día siguiente me crucé en el hall de entrada con el portero, pero mantuve una expresión de indiferencia, si bien el agujerito del culo se me contrajo en forma intermitente, posiblemente porque intuí su mirada sobre mi culo mientras me iba contoneándolo.

A media tarde tuve que meterme en el baño de una confitería, porque la imagen de la tranca erecta del encargado continuaba en mi espíritu. Así que, para evitar pensamientos de infidelidad, me ayudé con mis deditos. Pero como, aún después de mi orgasmo, la imagen de la pollota parada del encargado aún continuaba en mi mente, me ayudé nuevamente con los deditos. Y luego una vez más, ya que la imagen no se iba.

Finalmente me resigné y volví a mi casa, para que mi marido me atendiera debidamente.

Empero, al llegar al edificio, en la puerta estaba el encargado. Me dio no se qué, pasar a su lado sin saludarlo, y me quedé un ratito conversando con él. Pese a su seriedad es un tipo muy agradable, y cuando fue hacia el sótano fui con él, para no interrumpir descortésmente nuestra charla.

Una vez en el sótano, y mientras seguíamos conversando, peló nuevamente su enorme tranca, que estaba semi-erecta. A mi se me hizo agua la boca al ver como se estaba empinando. Era soberbia. Así que la boca no era el único lugar de mi cuerpo que se me estaba haciendo agua. Pero yo continué nuestra charla en forma impertérrita, como corresponde a dos personas correctas y corteses. Y el hombre se la siguió jalando, sin que yo pudiera separar los ojos de su tremenda pollota.

Él continuó con la charla aunque no pudo dejar de advertir la humedad que empañaba mis ojos. Era sin duda un hombre sensible y sin dejar de brindarme su gentil conversación, se acercó un poco más, puso su mano en mi culo y comenzó a acariciármelo suavemente. Como no comenté nada al respecto continuábamos nuestra conversación, sin que yo pudiera pensar que de ninguna manera pudiera estarle siendo infiel a mi esposo.

Claro que la vista de su poderoso nabo tan cerca de mí, me desconcentraba un poco.

Pero la caricia que estaba haciendo con su caliente mano en mi culo me estaba poniendo a mil. Ese es un lugar muy sensible de mi anatomía, y el hombre, además de acariciármelo muy sensualmente a través de la apretada faldita, me daba apretones pasando de una nalga a la otra en forma muy enfática.

Su tranca al palo latía con movimientos espontáneos, y su glande saltaba de un lado al otro, para todos lados.

Pero el encargado no daba señales en su charla, que yo pudiera rechazar apelando a la fidelidad a mi esposo.

El problema es que mi conchita estaba latiéndome.

Claro que al hombre la cosa tampoco le estaba resultando indiferente. Su polla también latía, y lo hacía cada vez más fuerte. Lo cual, para un hombre tan serio, debía representar una incomodidad.

Y de pronto, de su gordo y musculoso glande surgió un poderoso chorro de semen. El siguiente chorro me dio en la cara. Y ahí, sin que pueda explicarme por qué, me corrí con intensos estremecimientos de mi vagina.

Los otros chorros fueron hacia mi boca abierta por el orgasmo, con tal puntería que me la llenaron. Claro que él había guiado su polla con la mano, para afinar su puntería. Tal su cortesía y amabilidad.

Me quedé saboreando su leche, mientras mi chocho seguía chorreando.

Cuando salí del sótano, algo tambaleante, a la imagen de su polla echando chorros se agrego la sensación del polvo involuntario que me había echado.

Pero al ser la cosa involuntaria, técnicamente no fui infiel, y nadie que hubiera escuchado nuestra charla podría haber pensado que yo había sido infiel.

Además el encargado, respetuoso de su relación conmigo como inquilina, en ningún momento intentó el tuteo, y mantuvo el correcto "usted" que correspondía.

Dan gusto los hombres que la respetan a una y a su matrimonio.

Así que ya en casa esperé que llegara mi Armando para arrastrarlo al sofá así me hacía los honores. Por alguna causa llegué a casa muy inspirada. Y aproveché la facilidad con que consigo que Alfredo hunda su cara entre mis muslos durante todo el tiempo que yo quiera. Eso es lo bueno de un marido enamorado.

Espero que estés tan contento como yo con mi vida de esposa casi virginal que realmente es tan admirable. Si quieres enviarme tus comentarios escríbeme a Bajosinstintos4@yahoo.com.ar

Que con mucho gusto recibiré tus impresiones.