Demasiado tímida para oponerme (54)
(con fotos)Las visitas a la verdulería de Eduardo se han vuelto cotidianas. Mi amado esposo Armando no entiende por qué se me ha dado por comprar tanta verdura y fruta.Y algo me dice que es mejor que siga sin entender...
Demasiado tímida para oponerme (54)
Por Bajos Instintos 4
Esta mañana, mientras distraídamente dejaba que mi amado Armando se apasionara con mi clítoris, me asaltaron algunas dudas respecto a mi fidelidad. Sin duda, el hábito de someterle la cara a mi culo y a mi coño, lo tenía muy contento. Lo que él no sabía era que la razón de que sólo dejaba que centrara sus atenciones en esas partes mías, era que Eduardo me había dejado mis dos agujeros tan agrandados, con el enorme grosor de su pollota, que la pijita de Armando me bailaba al entrar y no había modo de que hubiera alguna fricción, así que a lamer y chupar, Armando mío. Pero al menos con esas partes le era indiscutiblemente fiel.
Yo le había aclarado a Eduardo, entre beso y beso, que yo era una esposa fiel a mi marido, de modo que mi conciencia estaba tranquila. Pero en verdad tuve que hace esa declaración en forma muy entrecortada, porque Eduardo me comía la boca con pasión, y los pijazos que me daba me tenían loca. Pero así y todo creo que logré hacerme entender. Por otra parte no me quedaba más remedio que soportar la cogida que me estaba dando, porque era tan avasallante que no me dejaba otra posibilidad. Y claro, con semejante garchada, las sensaciones me subían y me subían y me eché un montón de polvos. Pero fueron polvos involuntarios, así que la fidelidad a mi Armandito no estuvo en peligro en ningún momento, pese a la catarata de orgasmos.
Al siguiente día y en todos los que siguieron volví a la verdulería de Eduardo con una constancia rayana en el vicio. Por suerte mi condición de esposa fiel me salvaba de caer en algo así. Pero así y todo no pude evitar que en cada encuentro Eduardo me estrujara los pechos, los glúteos y gozara de mis agujeros con su entusiasmo avasallante.
Apenas se tenía tiempo de sacarme mi pollerita de medio muslo y mi remerita dos números más chicos que cuando la compré. Lo que sí me dejó mis zapatitos aguja de color rojo porque le gustaba como se bamboleaban mis redondeces.
Él sabía que Armando era el único hombre para mí, de modo que cuando me restregaba su enorme y oloroso pene por la cara y hacía que se lo mamara, yo le daba el gusto mientras pensaba, cuando podía, en cuanto amaba a mi marido.
A veces no podía focalizar el rostro de mi cónyuge, porque los orgasmos me distraían.
Una tarde Eduardo hizo venir a sus dos empleados para que me encularan, porque él después de los primeros dos polvos ya no podía seguir. Hay que tener en cuenta que me venía garchando sin parar durante todos los días desde la primera vez, a un promedio de tres a seis veces por vez. Necesitaba descansar, el pobre, pero cortés el hombre, puso a mi disposición a sus dos empleados.
Yo lo pensé un momento y concluí que si no se podía decir que yo fuera infiel a mi marido con Eduardo, menos se podía decir con respecto a sus empleados. Pero, debo confesar que lo que terminó de decidirme fue cuando les vi las pollas afuera. Los muchachos me hicieron los honores repetidamente, por todos mis agujeros, que me quedaron más abiertos que una carretera.
Con el tiempo, con su habitual generosidad, Eduardo fue trayendo nuevos amigos. Y empezó a cobrarles, cosa totalmente innecesaria para con sus amigos. Pero a veces teníamos sesiones muy largas y yo terminaba hecha una piltrafa de tanta garchada. Mis ojeras, que llegaban hasta el piso, me daban un look de puta totalmente ajeno a mi condición de esposa fiel.
Pero andaba bastante erotizada, eso sí. Tanto que un señor me invitó a subir a su auto, y pago mediante, me hizo mamarle la tranca, tragando toda su abundante producción de semen, y luego me llevó a un hotel donde me hizo el culo. Me lo hizo muy, pero muy bien.
Y cuando volvía a casa, con mi faldita cortona, mi hermoso culo y mis tetazas, me invadió una sensación de erotismo vicioso, vaya una a saber por qué.
Caí rendida en la cama y ni presté atención a la devoción con que Armando se ocupó de mi concha. En realidad me quedé dormida, pero contenta de hacer feliz a mi marido.
Pero había algo que no estaba bien.
Por la mañana estaba bastante repuesta, así que puse mi hermoso culo sobre el rostro de mi amado Armando y estuve jugando, cabalgándosela hasta hacer lograr tres polvos.
Luego me fui, taconeando por las calles, rumbo a la verdulería de Eduardo. Había tomado una resolución: no les cobraría más, porque eso me hacía sentir levemente indecente. Le aclaré a Eduardo que seguiría visitándolo y recibiendo a sus amigos y conocidos. Pero al no cobrarles quedaría en claro que sólo éramos amigos. Y me quedé con la conciencia muy tranquila, con respecto a Armando, porque no es posible ser infiel con un amigo, aunque sean varios.
Esa tarde me garcharon como locos. Me dejaron los agujeros tan abiertos que podían meterme un consolador gigante, cosa que efectivamente hicieron.
Nunca tragué tanta leche como esa tarde. Y sin culpa, porque todo había sido entre amigos.
A la vuelta el señor con el coche me estaba esperando. Pero le dije que no cobraba más. Hubieras visto la expresión de desilusión en su rostro. Pero cuando vió que le abrí la bragueta y sacándole su hermosa pieza afuera me puse a mamarla, se puso muy contento el pobre. Y en el hotel lo dejé hacerme un cunnilingus para expresarme su agradecimiento. Por supuesto, también me hizo el culo.
Gracias por tus cartas.
Si quieres puedes escribirme a bajosinstintos4@yahoo.com.ar
Pero no me quedé más, porque mi esposo me estaba esperando en nuestro hogar.