Demasiado tímida para oponerme (50)

Durante el viaje de vuelta a casa, el chofer, que siempre me había mirado a la distancia con simpatía, se dió el gusto de expresármela repetidas veces. Había sido tan gentil que me pareció que se lo debía... Una mujer decente, no sólo es fiel a su esposo, sino que es amable hasta con el chofer...

Demasiado tímida para oponerme (50)

Por Bajos Instintos 4

bajosinstintos4@yahoo.com.ar

Bueno, la verdad es que mi visita a la casa del señor mayor no tuvo los resultados esperados. No voy a entretenerlos con los detalles, mi amigo senegalés tenía dos amigos más, Y eran todos muy afectuosos, esa gente es así, de modo que pasé muy buenos ratos con ellos, a veces con todos juntos. Pero la decepción fue que abandoné la mansión sin haber averiguado qué sentido le daba el señor mayor al termino "depravado". De modo que en ese sentido, la visita fue un fracaso. Me dejó buenos recuerdos, porque la amistad siempre deja buenos recuerdos, pero no me pareció que la cosa fuera como para contársela a mi querido esposo. Por un lado no había tenido los resultados apetecidos, aunque por otro lado nunca le había hablado a Armando, de mi búsqueda. Así que en ese sentido las cosas se neutralizaban. El infaltable equilibrio de la vida. Y por otro lado me pareció que en ese caso no tenía sentido hablar de mis amistades, porque he observado que mi esposo es algo suspicaz a la hora de las confidencias. Así que, por si acaso, no se las hago. Como me pasó con el detective que me puso para vigilar mis pasos, que es algo que nunca le perdonaré. Un marido tiene que tener confianza en su mujercita, como le dije al detective en la cama, y el estuvo de acuerdo conmigo. Así que no le contó nada a mi amado Armando, para que escarmiente.

Una es como una mariposa y debe ser tratada con consideración y delicadeza. La desconfianza puede hacer que una mujer termine dando malos pasos, por muy enamorada de su esposo que ella esté.

Pero la verdad es que lo extrañaba. Un mes lejos de casa era demasiado tiempo. No me preocupé por lo que Armando pensaría, porque la verdad es que nunca me preocupo por lo que Armando piensa. Creo que es porque en el fondo le tengo confianza. Ya veríamos que le diría.

En cuanto a mis amigos senegaleses, continuaría viéndolos, claro, pero lo haría en mi departamento, cuando Armando se fuera a trabajar. Porque sino podría interpretar mal las cosas y ponerse celoso. Y yo creo que nunca una debe poner celoso al marido, si puede evitarlo.

Cuando salí de la mansión, lo primero que hice fue pedirle al chofer de la finca que me acercara a un cyber que estaba a diez minutos de auto. Quería darles noticias mías a mis amigos de internet, Y pedirles que le avisaran a mi esposo que pronto estaríamos juntos, ya que Armando generalmente no se conecta a internet. El chofer no tuvo ningún problema en acercarme, era un hombre muy gentil, y si no fuera porque ese no es el tipo de comentarios que hace una esposa fiel y enamorada, diría que a sus cuarenta era bastante simpático y atractivo. Y cuando insistió en demorarnos un poco, me pareció que se lo debía por su amabilidad. Así que estuvimos unas tres horas en el hotel, pero después me llevó al cyber, y no sólo eso, sino que después insistió en acompañarme en su coche. Aunque esta vez no me llevó al hotel. Nos quedamos un par de horas en el coche, en un lugar apartado. Y ahí me siguió mostrando su simpatía.

Eso me vino bien, ya que había recibido mucho afecto en esos días, y ya lo estaba extrañando. Pero el Señor es generoso con sus siervas. Y no me hizo faltar nada. Lo curioso es que en los ciervos los cuernos los llevan los machos, pero bueno, es el orden natural.

Como sea, no le propuse el chofer que me visitara en mi departamento. Me pareció que podía mal interpretarlo. Alguna que otra vez, podía ser, pero una esposa fiel debe cuidar las formas, no solo hay que ser decente, sino también parecerlo. Pero le dejé mi teléfono, por si en algún momento mis amigos senegaleses tenían que viajar o algo así.

He pensado alguna que otra vez en lo que pasaría si Armando me encontraba ensartada entusiastamente por alguno de los senegaleses. Por suerte él nunca ha sido mal pensado, aunque también es cierto que nunca me encontró ensartada por un negro así. Bueno, vaya una cosa por la otra. En la vida todo se compensa.

La única cosa que me dio pena fue la chica enamorada que había abandonado a su novio. Andaba todo el tiempo revolcándose con los negros y buscanto toda ocasión que tenía para mamarlos o hacerse coger por los bien dotados muchachos. Debe haber recibido litros y litros de leche, pobrecita. Creo que estaba enviciada, pero ella no quería por nada del mundo perderse las folladas que le daban los negros. Una puede sentir pena por un caso así, pero considerando que los negros eran tres, era más comprensible su enviciamiento. Por fortuna yo no caí en una adicción como la de ella. O casi no caí, aunque me costó bastante. Los primeros diez días me los pasaba viendo pajaritos de colores mientras los negros jugaban conmigo. Pero es que tantos centímetros y más centímetros de afecto me producían un gran efecto, especialmente por su grosor. Y yo, cuando me tocan la vena del afecto, pierdo el control.

Pero al final me puse firme y decidí que ya no tenía sentido demorar mi retorno al hogar. Así que arreglé con los negros para que me visitaran allí. Yo creo que una mujer enamorada debe saber cuando poner un límite.

A medida que, de retorno a mi barrio, iba acercándome a mi casa, en la tarde arbolada y cálida, reconocí que, dentro de todo había tenido unas buenas vacaciones, y que volvía a mi hogar espiritualmente renovada.

¡Hogar, dulce hogar! Pensé cuando transpuse la puerta de mi departamento. La familiaridad con mis lugares me dio una sensación de reconocimiento y contento.

Como había tenido un día ajetreado, luego de un baño caliente, me fui a la cama, a esperarlo a mi amado esposo. Usé los deditos para relajarme más rápidamente y me quedé adormecida mientras mi mente iba revisando todas las cosas que debería retomar poco a poco.

Cuando me desperté, estaba la cabeza de Armando entre mis piernas, y su lengua amorosa me estaba expresando su adoración de hombre enamorado. Así que, sin decir palabra, le mantuve la cabeza en su sitio, para que lamiera largo rato. Entre los enamorados, a veces huelgan las palabras. Los movimientos de pelvis también expresan lo que una siente.

Y yo sentía que mi Armando estaba tan enamorado como siempre. Más, diría, porque me había extrañado. Así que temo que me abusé un poco de él. Pero ¿para que están los maridos, sino?

Así que mientras frotaba mi cuevita contra su rostro, pensé que unas buenas vacaciones nos vendrían bien a los dos.

Pensé en Brasil. Tienen muy lindas playas. Y también muchos negros. Creo que voy a tener que convencerlo. Pero nunca he tenido problemas para convencer a mi marido.

Si quieres hacerme tus comentarios, como siempre, estoy dispuesta. Cómo dicen mis lectores, yo siempre estoy dispuesta. Recuerda que debes escribirme a bajosinstintos4@yahoo.com.ar . Prefiero que me escribas a mi dirección, ya los mensajes al área de comentarios de todorelatos.com, me complican un poco el contestarlos.

Cariños.