Demasiado tímida para oponerme (46)
Mi anfitrión me presentó a un senegalés, que no hablaba ni mu. Andaba desnudo el gigantón negro. Yo procuré no mostrar turbación, para no turbarlo. Pero la vista de su polla me turbó un poco. Me recordó una gran morcillota, pero más larga y más linda, claro. Hice la comparación con mi amado esposo, y sentí una corriente de simpatía hacia el simpático primitivo.
Demasiado tímida para oponerme (46)
Por Bajos Instintos 4
Sería conveniente que leas el episodio anterior, para que puedas hacerte una mejor composición de lugar, sobre los últimos acontecimientos.
El "señor mayor depravado"
Me desperté hecha una lechuguita luego de los tres días de sueño reparador. La luz de la mañana iluminaba cálidamente la hermosa habitación en que me encontraba.
Sobre una mesita había una bandeja con un desayuno como para revivir a un muerto, que casi fue el caso. Al lado de la cama estaban mis prendas, lavadas y listas.
Al terminar salí a los jardines, pues al parecer no había nadie en el enorme y suntuoso living. Así que me di a pasear por ese paradisíaco lugar. El aire fresco estaba lleno de gorjeos, y el sol lo estaba entibiando, evaporando los restos de rocío sobre las hojas de los árboles.
Al pasar una larga ligustrina, desemboqué en una glorieta, bajo la cual reposaba en un asiento de piedra un caballero bastante mayor y de aspecto distinguido. "Hola Julia" me dijo afablemente con una voz muy agradable, "Eres tal y como Orlando te había descripto".
Mis pasos me llevaron a su lado, "¿Orlando...?"
"Mi secretario, el hombre que te dio la bienvenida"
"Ah, claro" me disculpé, "no presto mucha atención a los nombres.", dije recordando la "bienvenida" me dio "el padrillo".
"Le caíste muy bien, hijita" Yo lo sospechaba ya, pero lo que no esperaba fue la continuación, "tan bien que ya no lo volverás a ver. Acostumbro a usarlo por una única vez con cada candidata." Me pregunté a que se refería con eso de "con cada candidata", pero no pregunté nada por cortesía, dada mi condición de invitada.
Una breve reflexión me llevó a concluir que ese era el señor mayor depravado. No vi nada que me provocara desconfianza en él.
"Ven, hija mía, demos un paseo", dijo conduciéndome de la mano. "¿Qué te han parecido mis jardines?"
Iba a comenzar una respuesta, cuando nos cruzamos con negro enorme, de alrededor de dos metros, con su musculoso cuerpo totalmente desnudo. La impresión fue tan insólita que me quedé sin palabras.
Mi anfitrión entendió mi azoramiento, ante el imprevisible encuentro.
"Tengo algunos invitados de Senegal" agregó divertido, siguiendo la dirección de mi mirada. Mis ojos no podían creer lo que veían, el negro había apoyado su espalda contra el tronco de un hermoso árbol, de hojas relucientes, y estaba blandiendo su polla enorme, como si quisiera hacerla flamear, aprovechando su estado de semi blandura.
"Yo tengo muchos amigos de Senegal" continuó el anciano señor. La polla del negro había alcanzado su plena erección, y a mi se me cayó la mandíbula. Yo había oído hablar de pollas de treinta centímetros, pero nunca había creído que existieran. Pues bien, la negra polla del hombre debía superar olgadamente los treinta y cinco centímetros. Tragué saliva, y procuré continuar la conversación con el señor mayor.
"Yo recibo visitas de los más extraños lugares del mundo", agregó.
"¿Ah, sí?" dije por decir algo, el negro había comenzado a acariciar su enorme tranca, y pronto comprendí que se estaba masturbando.
Pero el anciano caballero continuó brindándome su paseo, "¿No quieres ir un rato a mi cine privado?" me invitó con su aire gentil.
El ala de la mansión dedicada al cine tenía la elegancia de todas las cosas por allí. Las blancas columnas clásicas que preludiaban la entrada, ponían en una la sensación de estar viviendo fuera del tiempo.
Al transponer la entrada a la pequeña sala, todavía tenía en mis retinas la imagen que los rítmicos movimientos del senegalés imprimían a su enorme polla.
Al apagar las luces, en la pantalla comenzaron los títulos de los dibujos de la Warner. Me dispuse a divertirme. El gato Silvestre estuvo intentando cosas muy reprendibles contra Twity, pero la abuelita lo alcanzó y le partió su paraguas en la cabeza. Siguieron el Coyote y el Correcaminos, Elmer Food y Bugs Bunny, Me reí tanto que me salieron lágrimas de tanto que me divertí.
Cuando salimos del cine estaba llegando la hora de almorzar, y mi anfitrión me llevó al comedor. Allí nos sirvieron manjares de la mejor cocina que yo haya probado. El anciano era un excelente anfitrión y su charla era muy amena.
Cuando encontré el momento oportuno le pregunté sobre el significado de la palabra "depravado", "Espero que no le incomode mi pregunta"
El anciano sonrió afablemente. "¿Le puedo hacer un par de preguntas, Julia?"
"La primera: ¿ama usted a su esposo?" "La segunda: ¿le sería infiel?" Eran preguntas con respuesta fácil: no, y no. "Lo suponía. Ahora una tercera pregunta: ¿qué le pareció la polla del negro?" En mi espíritu se representó la portentosa polla del senegalés, con sus diez o doce centímetros de grosor. Tragué saliva, y sin saber por qué, me persigné. Mi anfitrión dio una brave carcajada. "He grabado algunas imágenes que seguramente le interesarán" Y me condujo nuevamente a la salita de proyección. "Lleve usted la linterna", me pidió.
La primera imagen en la pantalla era la de la enorme pollota, en estado de reposo, del senegalés. Para facilitar la apreciación de su tamaño, una mano femenina la sostuvo con su palma vuelta hacia arriba, de modo que la polla pudiera reposar en su cuenco. Julia no podía creer a sus ojos. La espectacular morcilla yacía en todo su grosor, con la mitad cayendo hacia delante. "Calculamos que pesará, así en reposo, más de medio kilo" acotó el anciano. "¿Cuánto cree que pesará la de su esposo, Julia?" La pregunta me pareció mal, especialmente ante lo que tenía a la vista. "Bue-bueno, yo calculo que pesará, tranquilamente, treinta o cuarenta gramos... " estimé, procurando que no me temblara la voz. Sostuve entre mis muslos la linterna, por temor a que se me cayera, de los nervios. "Pero nos amamos", aclaré para disipar cualquier tipo de dudas al respecto.
En el aire de la salita cundió un fuerte olor a polla, que no supe a qué atribuir. "Es un avance tecnológico, que agrega el olor a la imagen. Ese fuerte olor es de la polla del negro." Me aclaró mi anfitrión, que parecía disfrutar los efectos que sus revelaciones me iban produciendo. Volví a tragar saliva, seguramente a causa de la sensación de tener tamaño salame al alcance de mis fosas nasales. "Le están temblando un poco las manos, querida Julia, le aconsejo que se siente sobre la linterna, para evitar riesgos..." Le obedecí, al principio el grosor de la linterna se sentía frío, pero a los pocos minutos, desapareció el frío y sólo me quedó la sensación del volumen que, por alguna asociación de ideas me recordaba la del pollón senegalés. El caballero parecía leer mi mente. "Fijese ahora, amiga mía" y en la pantalla se desplegó la imagen de la impresionante polla negra, camino a la erección. Involuntariamente, tuve una especie de punzada erótica en mi cuevita. Por suerte, la sensación de estar sentada sobre la linterna, me confortó un poco.
"Fíjese como va creciendo esa bestia, Julita" En la pantalla, el monstruo estaba creciendo lentamente. El olor a polla senegalesa se estaba volviendo más intenso. No podía despegar la vista de esa tremenda imagen. La blanca manita de la ayudante, en lo que pareció un movimiento reflejo, aferró con más fuerza la porongota. La polla proseguía con su majestuoso crecimiento. Nerviosa, me acomodé sobre la tranquilizadora linterna.
La cámara se alejó, de modo que pude ver de cuerpo entero a la ayudante, cuya mano continuaba aferrada a .a descomunal tranca del musculoso negro. "Esta chica fue una de sus antecesoras, Julia. No estaba protegida por la virtud de su juramento de fidelidad, lamentablemente..." Las palabras del hombre dejaban entrever algo misterioso. "Ella estaba de novia..." agregó.
Erguido en toda su estatura, el negro bajó la cabeza de la chica hasta la altura de su polla. La chica parecía fascinada por la potencia de lo que tenía enfrente. "Ella estaba muy enamorada de su novio..." continuó mi anfitrión, como glosando la imagen. Inadvertidamente, sentí que me estaba frotando levemente contra el tronco de la linterna.
La chica había comenzado a besar la gigantesca polla, totalmente sometida a su atracción. Volví a tragar saliva, la imagen era demasiado fuerte. Y tuve que reconocer que me estaba humedeciendo. Por suerte no se trataba de ninguna infidelidad de mi parte. Aunque no podría decir lo mismo de la chica respecto a su novio. El negro sonreía indolente, seguro de su dominación, y guió la boca de la chica a la cabeza de su pene. Yo pedí auxilio al Señor, y procuré sostener en mi mente la imagen de mi amado Armando. "Esta chica era una de nuestras más firmes candidatas para resistir las tentaciones representadas por los negros" acotó el señor mayor. La imagen en la pantalla mostraba a la chica aferrada con ambas manos, tratando de chupar el enorme glande con desesperación. Para disimular mis emociones acentué mis leves frotaciones contra mi intimidad, sabiendo que contaba con la comprensión del Señor, y la total ignorancia de Armando, por suerte. El olor a polla me estaba sacando de combate.
"Fijese en la pasión de esa chica, Julia. Y tan enamorada que estaba de su novio..." Hubiera elevado mis ojos al cielo, pero no podía apartarlos de la pantalla. "Uno hubiera jurado que esa chica sólo tenía ojos para su novio, pobre..." No me animé a preguntar, se veía que la hermosa chica ahora tenía ojos para alguién más. Y también lengua.
"Oh, caramba Julia, tenemos compañía. Espero que no le moleste..." A mi lado se había sentado el negro de la pantalla. Era enorme. Y estaba completamente desnudo. Yo no sabía qué hacer, así que procuré no despegar la vista de la pantalla. Aunque por el rabillo pude advertir que el senegalés estaba acariciando su propia polla. "No tema, Julia, no corre usted ningún peligro." En la pantalla, la chica arrodillada rendía su devoción al pollón del negro, que estaba pajeándose el glande con la boca de su adoradora. Me pareció que la chica no tenía muy presente a su novio. A mi lado mi compañero, absorto en la película, había llevado su pollota a un tamaño impresionante, y se la estaba acariciando a gusto. A estas alturas seguirme frotando contra el tronco de la linterna me parecía el menor de los males, y además, la verdad es que ya no estaba discerniendo demasiado bien...
La mamada en la pantalla llegó a su ineluctable fin, y la chica, con los ojos vueltos hacia arriba por la pasión, recibió la descarga del senegalés, torrentes de espeso semen que desbordaron la boca y le salieron por la nariz.
"Yo creo que eso no fue una infidelidad por parte de esa chica, Julia. Tragar semen no es lo mismo que follar, ¿no lo cree usted?" No supe qué decir, no me encontraba en condiciones de razonar, la enorme tranca del negro estaba demasiado cerca para permitírmelo. En la pantalla, la chica había caído de espaldas, y el negro siguió regando su cuerpo con más chorros de semen, que la chica recibía entre temblores. Evidentemente estaba teniendo corridas en cascada.
Bajo mis intimidades, el cuerpo de la linterna estaba completamente empapado por mis jugos.
"Al fin de cuentas nadie ha cometido infidelidad por mamar una polla..." Una parte de mí, encontró muy razonable esas palabras. Otra parte no estaba muy segura, pero el negro seguía acariciando sensualmente su negra y enorme toronja, mientras me miraba con ojos invitadores.
"Es q-que yo amo a mi esposo..." gemí. "Claro que sí, Julia, por eso es que nadie podría acusarla de infidelidad..." Y la mano del negro me tomó suavemente por la nuca, y con mi boca abierta fui hacia esa gloriosa polla y engullí el glande con mi mejor disposición. El sabor de esa polla me transportó a los cielos. "Muy bien, Julita, dese el gusto..."
Afortunadamente mi anfitrión me había asegurado que no estaba cometiendo ninguna infidelidad, hacia mi amado Armando, así que ahí ya no seguí pensando en nada más. A nuestro lado, el anciano reía satisfecho, pero toda mi atención estaba en lo que esa polla me hacía sentir. En un momento, el senegalés me sacó la polla de la boca para darme un gran beso de lengua, que recibí sin dejar de aferrar la enorme tranca. Fue un beso tan bueno, que mientras pensaba que un beso no es infidelidad, me corrí irremisiblemente. Luego me la volvió a poner en la boca.
"Bueno, Julita, por hoy es suficiente" dijo el anciano caballero, dándole una indicación gestual al negro para que saliera de la sala.
Yo no sabía que hacer. Tenía los ojos extraviados y un anhelo desesperado por seguir chupando esa increíble tranca. "Tranquilícese, Julia, ha pasada usted maravillosamente su primera prueba" Yo no sabía de qué me hablaba, pero mi organismo se las arregló por si solo, y en medio de gemidos y jadeos, continuó ineluctable su camino a un orgasmo intensísimo que me dejó completamente derrengada sobre la butaca.
"¿Ve, Julia, que su voluntad de mujer fiel puede con todos los desafíos? Tal como le decía: usted no ha sido infiel."
"Ya le decía, yo" contesté débilmente mientras iba tratando de reponerme, "nunca le sería infiel a mi Armando". En mis fosas nasales tenía todavía el tremendo olor de la poronga del senegalés, y el sabor de su glande y su temperatura continuaba estimulando mis sentidos.
"Bueno, es hora de irse a la cama, querida Julia. Espero que haya pasado usted un bien día..."
Yo farfullé algo acerca de un día maravilloso, y con paso tarumba me encaminé hacia mi dormitorio.
Una vez en la cama mi imaginación proceguía rodeada de pollas senegalesas por todos lados, así que dirigí mis deditos al lugar adecuado, mientras meditaba sobre el amor a mi marido, aunque se me mezclaban un poco las imágenes. Y tuve que tranquilizarme varias veces.
Pero aún no había terminado de entender el significado de la palabra "depravado", que es la que había dado lugar a toda esta situación. Pero sentí que ya estaba cerquita...
Me gustaría que me des tus impresiones por este relato, escríbeme a bajosinstintos4@yahoo.com.ar