Demasiado tímida para oponerme (37)

Danielita, mi feligresita de 18, se ha follado a su futuro suegro, para estrechar lazos con la familia de su novio. Ya se ha follado al hermanito menor. Y así se está preparando para ser una mujer fiel. Entretanto yo hago todo lo posible por alejar a Hugo, su amante furtivo, de la niña. Sacrificios que hace una...

Demasiado tímida para oponerme (37)

Por Bajos Instintos 4

bajosinstintos4@hotmail.com

Danielita, me feligresa de 18 años, no sabía que yo estaba follando con Hugo, el primer chico con el que había engañado a su novio León. Y no pensé ni por un momento en contarle. Por un lado porque lo que ya hacía con el muchacho, técnicamente no podía llamarse "follar", por más que lo pareciera. Yo estaba cumpliendo un rol didáctico y el chico, a sus veintiún años me los agradecía efusivamente. Y prácticamente me vi obligada a continuar con su adiestramiento, debido a sus múltiples ruegos. Bueno, me lo pidió una sola vez, pero yo entendí su desesperación y me conmoví. La verdad es que este chico lograba conmoverme mucho. Muchas veces en cada encuentro, con su efusivo entusiasmo juvenil. Así que no tenía manera de decirle que no. Y esto debía encuadrarse estrictamente dentro del ámbito de mi cruzada para ayudar a los jóvenes, y de ninguna manera como una infidelidad de mi parte a los sagrados lazos que me unen a mi amado esposo Armando, el amor de mi vida.

Bueno, la cuestión es que el muchacho se había encaprichado conmigo. Siempre empezábamos sentando mi culo sobre su cara, cosa que lo calentaba enormemente, y que a mí me resultaba de una sana inocencia, ya que un culo no tiene genitales y una cara tampoco. Así que no se trataba de sexo, por más orgasmos que eso me produjera. El resto de sus efusividades, que yo soportaba pacientemente, podían haber sido consideradas como un poco sexuales, pero solamente de su parte, ya que su tranca estaba siempre rígida, aún cuando me la sacaba después de un polvo, ya fuera en el culo, en la concha o en mi boca. Evidentemente, a diferencia mía, el chico se excitaba mucho conmigo. Yo lo comprendo porque también me excito mucho conmigo. Así que interpretaba lo que él pensaba que eran cogidas que me estaba dando, como una especie de masturbación mental que yo hacía, con las sensaciones que me producía su frenesí. Mantuve mis pensamientos firmes en la idea de la masturbación, así que mi esposo puede estar muy tranquilo con respecto a mi fidelidad. Lo mío es la enseñanza. Aunque prefería no contarle nada a Armando, porque podría no interpretar correctamente los hechos. Así son los hombres de desconfiados...

Así que cuando Danielita vino a confesarse, la recibí con la conciencia bien tranquila, y eso que había estado con Hugo el día anterior.

Además ella tiene a todos los chicos de la barra de su novio, e incluso algunos conocidos en número creciente.

Pero así son las mujeres: la chica lo extrañaba a Hugo. Realmente estas chicas no se conforman con lo que tienen, siempre quieren más.

Pero cuando comenzó con sus gimoteos, le cambié de tema, preguntándole como le había ido con el padre de su novio.

"¡Me fue muy bien, madrecita, como usted me había pronosticado!"

"Cuéntame, hija mía..."

"Bueno, al principio se desconcertó un poco, porque yo fui a su casa a la hora en que León está en el cole. Y cuando me lo dijo, yo le dije: "Ya lo sé, por eso vine ahora." "¡Se quedó de una pieza, el hombre!"

"¡Y yo fui, muy suelta de cuerpo, a la cocina, y le pregunté si le molestaba si me hacía un té! ¡Estaba atónito, el hombre!"

"¡Nunca habíamos estado los dos a solas, como en ese momento...! Y los dos éramos conscientes de eso, madre!"

"Al final se decidió a preguntarme: "¿Y a qué debo el honor de esta visita...?"

"¡Entonces yo me senté, con los muslos bien juntitos, y levanté bastante mi pollerita tableada, como para que pudiera vérmelos hasta la mitad, y con mi mejor sonrisa le dije que venía a intimar un poco!"

"Bien hecho, hija mía."

"Creo que él entendió inmediatamente, pero no podía creerlo..."

"Claro, hija, al fin de cuentas eres la novia de su hijo..."

"¡Eso mismo me dijo él, madre, parece vidente usted! Pero yo me levanté y me le puse bien cerquita, rozándolo casi, y le dije que por eso mismo me parecía que teníamos que intimar un poco, así yo no me sentía tan fuera de la familia..."

"No hay duda de que yo le gustaba, madre, y le gustaba tenerme así de cerquita, pero todavía mostraba cierta indecisión en los ojos... Así que seguí hablándole así, de cerquita, de modo que pudiera sentir mi aliento y el perfume de mi cuerpecito..."

"Bien hecho, hija."

"¡Cuando vi que estaba respirando más rápido me dije "ya es mío", y para avanzar un poco más, lo abracé y apoyé mi cabeza en su pecho. Bueno, no es lo único que le apoyé al pobre hombre, También le puse un muslo contra el pene..."

"Admirable, hija mía..."

"¡Y entonces le hablé con voz entre mimosa y lastimera, mientras con mi manita metida un poquito bajo su camisa, le enrulaba los vellos del pecho!

¡Enseguida sentí su bulto duro contra mi muslito, madre! ¡Lo tenía tan caliente y grande que creí que me volvía loca...!"

"Puedo comprenderte, hija mía..." Yo había puesto mis deditos a trabajar, para poder mantener la ecuanimidad durante la confesión de la niña.

"¡Entonces bajé mi manita y la puse entre nosotros, justo a la altura del bulto, madrecita! ¡Se puede imaginar lo mojada que estaba!"

Me lo pude imaginar perfectamente, ya que yo a estas alturas estaba bastante mojada.

"¡Bueno, que se le soltó la pasión al hombre! ¡Me atrajo por la cintura contra su cuerpo, haciéndome sentir bien su tranca! ¡Y cuando elevé mi carita hacia la suya, me plantó un beso que me dominó completamente, madrecita! ¡Usted no sabe como besaba ese hombre! ¡¡Nada que ver con el hijo!!"

"¡¡Así que con mi manita le aferré la tranca!! ¡¡¡Y él me aferró por la conchita, madre!!!"

"¡Qué momento, hija! ¿Y qué ocurrió entonces?" dije mientras mis deditos friccionaban fuerte.

"¡¡¡Y entonces me corrí, madre, cómo me corrí!!!" "¡Es que los dedos de ese hombre sabían acariciar muy bien...!" "¡¡Y de mientras me besaba...!!" "...¿puedo tocarme un poquitito madre, mientras recuerdo?"

"Cla... ro, ...hi... ji... ta..."

"¡Bueno, que me seguía acariciando el coño, y yo le apre... taba la... po... ronga, madre! ...Y me hi...zo correr...de... nue...vo...!"

"¡¡¡Y yo pensaba "es el pa...dre de mi novie...cito"!!!"

"¡Qué momen...to román...tico, hi...ja!"

Y nos quedamos un ratito en silencio, salvo uno que otro jadeo, claro. Había mucho olor a concha en el ambiente, pero la confesión debía continuar.

"Bueno, madre, usted tenía razón: ¡uno de cuarenta la folla a una mucho mejor que uno de treinta!"

"¡Se ve que este hombre me tenía ganas desde hacía mucho tiempo! ¡¡Me levantó la pollera y me dio unos besitos a través de la bombachita que me volvieron loca!!"

"¡¡¡Y después me la sacó!!! ¡¡¡¡Y metió su duro nabo de hombre de cuarenta en mi tierno coñito de quince!!!!"

"Y mientras me barrenaba la conchita, yo pensaba "es el padre de mi novio, es el padre de mi novio, es el padre de mi novio..." y le abracé la cintura con las piernas... ¿está segura de que todo esto es por el bien de mi pareja con León?"

"Claro, hija mía, sino ¿cómo podrías conocer los peligros de la infidelidad? Es muy importante estrechar lazos con la familia de tu novio..."

"¡¡Síi!! ¡¡¡Y no sabe como me estrechaba mientras le daba a la tranca en mi coñito!!! ¡¡¡Sentí que podía partirme al medio!!!"

"¡Y ahí fue cuando supe que amaba a la familia de mi novio! ¡Debía amarla a juzgar por los polvos que me estaba echando...!"

"¡Porque Andresito, el hermanito de trece, también me da cada sacudidas, madrecita...! ¡Ahora sólo me falta follarme a León, no puedo esperar el momento---¡" Me alarmé, porque la niña había entrado en una zona peligrosa.

"¡No, hija mía, a tu novio no debes follártelo, porque a él lo amas verdaderamente y debes serle fiel!" La chica pareció algo desconcertada. "¿Fiel...?"

"¡Muy fiel! Al fin de cuentas tienes a todos sus amigos para follar..."

"Cierto" reflexionó la niña.

"Y además lo tengo a Hugo..."

"Hugo no te conviene, hijita" dije, recordando la polla erecta de Hugo. "Podrías aficionarte a él" dije, pensando cuan fácil podía ser aficionarse a una polla que largaba tanta leche.

"Cierto", concedió la chica, "pero Huguito me gusta..." insitió.

"¡Ese es el peligro! ¡Tu solamente amas a Leo, criatura!"

Se quedo un momento vacilando.

"Si usted lo dice, madrecita... Pero la polla de Hugo..." La interrumpí con firmeza, "¡La polla de Hugo, nada! ¡Ya conocerás muchas pollas mejores aún, en tu aprendizaje de fidelidad!" Y cambié nuevamente el tema: "¿Y como terminó la cosa con el papá de León?"

"Nos vimos de nuevo esta mañana, y se la mamé, madrecita. Y después me hizo el culo. ¡Es muy apasionado el padre de mi novio...! Y quiere que nos veamos varias veces por semana, ¿a usted le parece que debo...?"

"Recuerda lo de estrechar lazos, hija mía"

"Sí", suspiró, "él me estrechaba muy bien mientras me hacía el culo..."

"Bien, hijita, entonces ya sabes cual es tu camino."

"Gracias madrecita, no sé que habría sido de mí sin usted..."

Cuando la niña se fue, lo llamé a Hugo por teléfono. Me citó en un hotel, que pagué yo, por supuesto. Y me tuvo tres horas con el traca traca. Había olvidado por completo a Danielita. Y yo me encargaría de que siguiera así, por el bien de la niña.

El chico también va aprendiendo, y sentó su culo en mi cara esta vez. Fue muy lindo besar y lamer esas peludas nalgas para enseñarle lo que se siente cuando le hacen a uno eso. Y con la mano le pajeé la enerdecida tranca, para que comprendiera bien el asunto. Nunca le había lamido el orto a un hombre, y no está tan malo. Creo que lo vamos a repetir, para consolidar el aprendizaje.

Y cuando llegué a casa estaba rendida, pero igual permití que mi amado Armando chupara mi conchita. Creo que no detectó el gusto a leche, nunca lo detecta. O le gusta, ahora que lo pienso. Y le acomodé el orto, para que me lo lamiera. Y tampoco detectó el sabor a leche.

Y mientras yo me deshacía bajo el entusiasmo pujante de su lengua, pensé en las ventajas que tiene una mujer convencida de la importancia de ser fiel a su esposo.

El padre Gonzalo está un poco celoso. Creo que mañana voy a tener que ir a tranquilizarlo.

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