Demasiado tímida para oponerme (36)

Como Danielita, mi feligresa de quince, está follando con todos los amigos del novio, y algunos conocidos, su primer amante, Hugo, vino a verme porque la extraña. Le enseñé la técnica del face-sitting para que pueda recuperarla. Son gestos que una tiene por el bien de los jóvenes.

Demasiado tímida para oponerme (36)

Por Bajos Instintos 4

bajosinstintos4@hotmail.com

Al despertarme, por la mañana, permití que Armando, mi amado esposo, me comiera la conchita. Bueno, bah, antes tuve que inducirlo un poco. Le restregué mis melones contra el rostro, y cuando intentó comer mis gordos y grandes pezones, di la vuelta en sesenta y nueve y le presenté mi hermoso culo. Vi que le gustó, como siempre, porque enseguida se empinó completamente. Y debajo de mi culo, teniéndolo como un glorioso marco, estaban los labios de mi vagina, que procuré poner al alcance de su boca. Igual, por las dudas, le rocé la boca con mi conchita, para animarlo por si no se le había ocurrido la idea. Pero en cuanto sentí su lengua, me quedé tranquila. Armando había entendido la indirecta. Él es así, un poco lerdo, pero obediente una vez que entiende. Creo que es una de las razones por las que lo amo. Bueno, la cuestión es que en esos momentos, con su lengua trabajando con ganas mi vaginita, me invadió un sentimiento de romanticismo que, por si sólo alcanzaba para justificar mis reiterados esfuerzos para serle fiel, a pesar de los muchos embates que sufre mi lealtad de esposa bien portada, por cuenta de tantos desaprensivos de braguetas calientes. Y me solacé pensando en ellos, mientras Armando continuaba expresándome su admiración.

Después de mi segundo orgasmo, me coloqué boca arriba y con la cabeza de me amor enterrada entre mis muslos. Es una postura más descansada, así que pude pensar en mi feligresita personal, la bella Daniela de 15 años y en su vigoroso amante, Hugo, de veintiuno, a quien tenía visto de lejos, demasiado lejos para mi gusto. Muy guapo, el muchacho. Tenía que citarlo para hablar de su relación con Daniela, me dije. Y al pensar en eso tuve mi cuarto estremecimiento orgásmico. Ya es suficiente, me dije, y salté de la cama. "¡No es justo!" protestó Armando, "¡Yo todavía no acabé!" Era cierto, pobre, su empalme se veía durísimo. "¡Está bien!" le dije, y volví a montar su carta con mi concha, "¡Sos un egoísta, como todos los hombres! ¡Pero date el gusto, nomás!" Esos son los sacrificios que hace una por amor. Por allá abajo escuché su voz, ahogada por mi concha, "¡Movete, movete!", en una especie de ruego. Así que no pude negarme al sentimiento de compasión que me inspiró su pedido apasionado, y comencé a restregarle mi clítoris contra la cara, con toda la devoción de una mujer enamorada. A los dos minutos se corrió, justo para recibir en la boca mi nuevo orgasmo. Hugo, se llamaba el muchacho que se estaba follando a Daniela a escondidas de su novio.

Cuando me levanté, miré el rostro de mi amado, empapado con mis jugos, mis pendejos repartidos por su cara, y una expresión vidriosa en sus ojos. Y así lo dejé cuando partí para la calle.

Me sentía extrañamente energizada, de modo que andaba con paso dinámico, dejando que mis redondeces se bambolearan libremente, bajo mi breve remerita. Por suerte mi faldita es tan corta que apenas me tapa el comienzo de los muslos, y me deja completa libertad de movimientos. Es una suerte que sea tan cortita, porque me marca tanto el culo que, si fuera más larga, me dificultaría la capacidad de movimientos.

El conjunto debe resultar muy atractivo para los hombres, a juzgar por las simpáticas aunque algo cachondas, cosas que me decían al pasar. Pero ya estoy acostumbrada a eso, y casi no les hago caso. Alguna sonrisa muy amplia, para premiar al caballero más atinado en su elogio. Pero nada más, si no se acerca, nada más. Hubo uno, empero, grandote, muy guapo y simpático, que me cayó bastante bien, vaya una a saber por qué. Cuando me miró con cara de hambre y me dijo "¡¡¡Nena, te estaría dando tranca hasta que pidas agua!!!" no pude menos que sonreírme, por lo simpática de su expresión. Se me acercó inmediatamente. "¿No querés que nos vayamos a un hotel así te puedo dar a mi gusto?" No había duda, era muy ocurrente. "Gracias por la invitación, joven, pero ahora tengo que ir a mi trabajo..." Y era cierto, tenía que ir al consultorio del doctor Martínez a oficiar mi puesto de secretaria. No le dije lo de mi condición de esposa fiel, porque pensé que con esa escusa bastaría. Pero no bastó. Eso me pasa por no conocer suficientemente a los hombres. Es el precio por la inexperiencia. Al final tuve que tomar su número de teléfono y prometerle que lo llamaría. Y lo voy a llamar, claro, porque yo no hago promesas en vano. Y entonces le explicaré sobre mi fidelidad a Armando, y asunto concluido. No tuve más remedio que aceptar su teléfono cuando me arrastró a un zaguán y comenzó a comerme la trompita a besos, mientras me sobaba las tetonas y el culo. ¡Hay que ver la iniciativa del caballero! Pero no quería llegar tarde, así que le prometí cualquier cosa, y me deshice de él. Pero cumpliré con mis promesas.

El día en el consultorio del doctor Martínez, fue un día normal. Un ratito entreteniendo a Gustavito, el menor de sus hijos, antes de que llegara el doctor. Luego al despacho privado de mi jefe. Luego tuve que asistir a Alberto, el hijo de 28, y ya al retirarme, un rato con el doctor para evaluar los acontecimientos del día. Estuvimos evaluándolos durante una hora. En medio de la cual recibí una llamada telefónica de Armando, Pero no lo pude atender como debía porque estaba enfrascada en el doctor. Igual le pedí que me mandara algunos besitos, así que pude colocar el teléfono sobre la mesa y escuchar los chuick mientras estaba atendiendo al doctor.

Como mi empleo es de medio día, al salir me encaminé hacia la iglesia, para recibir la confesión de Danielita.

Al llegar a la puerta me abordó un joven. Era Hugo, el guapo chico de veintiuno que se follaba a Danielita. "¿Usted es la madre Julia, de la Liga Confesional Femenina?" dijo, mirándome apreciativamente las caderas, sin descuidar mis tetones. "Perdón", agregó, "me debo haber confundido... Usted no parece la persona de que me hablaron..."

Su varonil rostro expresaba perplejidad.

"No lo comprendo, señor..."

"Qui-quiero decir que usted está muy buena..., usted perdone..."

Yo contoneé un poquito mi cintura, de modo de hacer bailar mis tetones. No sé, son cosas que escapan a mi voluntad, cuando hablo con un joven atractivo. Creo que es que me gusta integrarme al mundo de los jóvenes.

"Le agradezco el cumplido, señor..."

"Hugo, llámeme Hugo, nomás"

"Ah, sí, el muchacho que tiene relaciones con la novia de su amigo..." puntualicé con severidad.

"Er..., sí, digo no, Danielita me está engañando a mi también, ahora..." se le notaba ansiedad en la voz.

"¿Cómo es eso, señor...?"

"Bu-bueno, se la están culeando todos los muchachos de la barra..."

"Modere su lenguaje, caballero", dije, sacando tetonas para adelante. El caballero parpadeó, tragando saliva. "Pe-perdón, es que estoy un poco celoso..."

"¡Pero usted no es el novio, caballero!"

"N-no, pe-pero estoy muy ca-caliente con ella... ¡Y se la están garchando todos, ahora!"

"¿El novio también?"

"No, el pobre León es el único que no, creo..."

"¡Ahí tiene! ¡Porque él es su verdadero amor!"

"...¿Ah. sí?..."

"¡Se lo aseguro como esposa enamorada que soy! A mi me ocurre lo mismo con mi marido."

"...¿Ah, ...sí...?" dijo con la voz un poco afinada.

"Claro, las mujeres fieles somos así. Se ve que usted conoce muy poco de la vida, Hugo..."

Por alguna razón que se me escapa, al muchacho se le había aflojado la mandíbula. Le hacía aún más guapo. Así que le sonreí ampliamente, para que se sintiera cómodo.

"Pero volvamos a su consulta... ¿No ha pensado que quizá algunos de los otros chicos le esté brindando a Danielita algo que usted no le brinda?"

"¿Algo como qué? ¡Yo le doy por todos lados, madre!" Me gustó el tono respetuoso del muchacho.

"Amplíe eso, Hugo, no se ahorre detalles..."

"Bueno, le doy por adelante, le doy por atrás, le doy por arriba..."

"Sea claro, por favor, Hugo..."

"Bueno, que le doy duro por la concha, le abrí el orto, y me la hago mamar por ella... A veces dos o tres veces en el mismo encuentro. ¡Y antes nos veíamos todos los días! ¡Porque a Daniela le gusta la garcha como loca!"

"Pero ahora ha buscado a otros..."

"Sí,... no comprendo en que fallé..."

"¿Y eso es todo? ¿Qué hay del face-sitting?" Hay expresiones que dichas en inglés suenan más elegantes a mis oídos.

"¿¿El qué??"

"No importa. ¿Dónde le hace el amor a la niña?"

"En mi casa, cuando no están mis viejos."

"Ajá, lléveme allí, así conozco a sus padres..."

"No están, mis viejos. Están de viaje..."

"No importa, vamos igual. Lo importante es conocer el lugar, así me hago una idea mejor de la situación."

Me llamó la atención el súbito bulto que se le formó al muchacho debajo del pantalón, cuando captó la idea. ¡Estos jóvenes...! ¡Quién sabe lo que se habrá supuesto...! Como sea, creo que se entusiasmó con la idea.

La casa estaba a dos cuadras de la iglesia, así que llegamos enseguida, pese a mis tacones aguja. Le pedí al chico que me permitiera aferrarme de su brazo para poder llevar su paso. Así que me abracé de su musculoso bíceps, con lo que sin querer se lo aplasté con uno de mis tetones. Pero bueno, el chico no me pareció mal pensado, aunque estaba un poco colorado. De reojo ví que el bulto en el pantalón parecía estar más grande y más apuntando al frente. Los chicos son así, si sabré yo...

La casa resultó ser un departamento, bastante grande, a decir verdad. Recién al entrar liberé su brazo de mi tetón. El chico estaba en un estado de erección total. Pero eso no era cosa mía. "Muéstrame el lugar donde le haces el amor a Daniela." Tartamudeando, me llevó hasta su dormitorio. Cama de plaza y media, fotos de mujeres desnudas en las paredes. Culos y tetas. Nada que hacer al lado de los míos, modestamente...

Al ver como mi vista recorría los posters pegados en las paredes, el pobre Hugo, se puso aún más colorado. Ahí parado, al lado de su cama, con su enorme erección en el pantalón, y su turbación en la cara, el muchacho ofrecía un espectáculo cómico. Cómico y algo cachondo, también, si una es de esas, que no es mi caso. Decidí cambiar el tema de conversación, para aliviarlo de su embarazo. Así que con naturalidad continué hablando: "Repasemos los hechos, Hugo. Aquí es donde le das por la conchita a la novia de tu amigo..." "Y por el culo también" se apresuró a agregar el chico. "Ya entendí, ya entendí, y también te la haz hecho mamar aquí por la pobre niña" "Aquí y en todas partes, también en la cocina, en el baño del bar, en un boliche donde fuimos a bailar, en..." "¡Ya, ya, suficiente!" le frené, ya que su confesión me resultaba un poco perturbadora. No son cosas que deba escuchar una mujer casada, pienso yo. Una cosa es que una quiera colaborar en la educación de los jóvenes, pero otra muy distinta es escuchar cachondeces que le humedecen a una la vagina.

"Pero ya voy entendiendo" continué, para disimular el momento perturbado que estaba teniendo. "¿Y se la has mamado?" "Sí, eso la vuelve loca..., ¡ero lo que más le gusta es cuando le meto la poronga por el culo!" "¡Ya, ya!" lo corté nuevamente, ese chico me estaba contando intimidades en las que no tenía el menor interés. "...¿Y dices que le dabas dos o tres veces por el culo en cada encuentro...?" pregunté con ánimo de investigadora, procurando que no se hiciera demasiado evidente mi falta de interés. "¡Síi! ¡La primera vez me corría en cinco minutos, porque Danielita tiene un culito muy apretadito y muy caliente! ¡Pero la la segunda vez, ya me podía estar media hora! ¡¡Los polvos que le hice echar a esa pendeja!" "¡¡¡Ya, ya!!!" le corté nuevamente, ese chico no ponía ningún pudor en sus confesiones. Pero él no comprendió la indirecta. "¡Y la tercera vez, ya me podía estar por una hora o más, dándole por el orto, hasta que me corría! ¡¡La pendeja terminaba con unas ojeras que le llegaban hasta las rodillas!!"

Decidí que tenía que cambiar el giro de la conversación. "Dices que la niña tiene un culito muy apretado. ¿No será que tu tienes una polla demasiado grande?" Me gustó mi habilidad para cambiar de tema, para evitar los comentarios que me cachondean un poco.

"La tengo bastante larga, pero proporcionada, porque también la tengo gruesa" "¡¡¡Ya, ya!!!" lo interrumpí nuevamente. Este chico me estaba poniendo nerviosa.

"¡¡¡Mejor se la muestro!!! Dijo el muchacho, entusiasmado, pelando su miembro fuera del pantalón. Me quedé de una pieza. ¡Qué atrevimiento el suyo! Y, por otra parte, ¡qué pedazo de miembro el suyo! Oscuro, casi morado a causa de la erección que se lo tenía cimbrando en el aire. El glande estaba a medias descubierto, por pura tensión viril.

Decidí pasar el tema por alto, aunque me resultaba algo difícil desviar la mirada. "Bueno, Hugo, creo que ya encontré donde está el problema..."

"...¿El pro-problema?... ¿Cu-cuál pro-problema...?" Su miembro seguía vibrando en el aire, y eso posiblemente lo distraía un poco. A mi también, en verdad, pero yo soy una mujer fuerte y fiel a su esposo. En cambio el pobre no tenía ninguna salvaguarda. Pensé en sugerirle que elevara su mirada al Señor en pedido de auxilio, como suelo hacer yo cuando siento que la tentación me ronda. Pero decidí seguir adelante con la explicación de la razón de su problama.

"¡El problema es que nunca has hecho el face-sitting con ella, muchacho!"

"¿¿¿El qué???" se asombró, mientras su miembro aumentaba levemente su balanceo hacia arriba y hacia abajo, la cabeza se le estaba descubriendo. Asombrosas las cosas que les pasan a los miembros de los hombres.

"Face-sitting es cuando la chica le sienta el culo en la cara al chico" expliqué, procurando ser didáctica. "La chica le cubre el rostro con su culo y comienza a balancearlo sobre la faz del afortunado muchacho." El chico se había quedado duro, fascinado por mi explicación. Y su nabo también se había quedado quieto, aunque parecía increíblemente tenso.

"Entonces la chica, rodeando la cara de su enamorado con las nalgas, le va frotando el agujerito con la nariz, como si le estuviera cogiendo la nariz a su enamorado..." Me detuve al ver que los ojos de Hugo se habían puesto algo turbios. Se quedó un momento quieto, como si se hubiera detenido el mundo, y su glande había quedado totalmente afuera. Debo reconocer que me humedecí un poco más, porque la situación tenía un no-se-qué erótico,

La respiración del muchacho se había agitado mucho, y eso debió de haberme prevenido, pero no me apercibí, porque la mía también se había acelerado un poquitín. Por suerte nuestra relación era de tipo más bien espiritual y didáctico, pero debí de haber dado un paso al costado, porque de pronto, de su glande brotó un largo chorro de leche que me empapó las tetonas, a través de la delgada tela de la remerita. ¡Claro, la situación de estarme mostrando su verga al aire había excitado más de la cuenta al pobre muchacho! ¡Y también puede haber tenido algo que ver la descripción que le hice del face-sitting...!

El segundo chorro me dio en la pancita, y el tercero directo al pubis, contra mi faldita. Después dejé de llevar la cuenta, porque inesperadamente me corrí. Pero también los muslos quedaron embadurnados.

El chico se tuvo que sentar en la cama, con su nabo todavía rígido. Cuando su mirada se normalizó, se posó sobre mis ropas, viendo los goterones de semen desparramados por todas partes. "Perdón", me dijo, "no quise que..." "No se haga problema, Hugo, estas cosas me pasan todo el tiempo..."

"Pero voy a tener que lavar estas ropas" dije, quitándome la remera y la faldita. Me quedé con los tetones al aire, pero bueno, la culpa no era mía. Y al menos llevaba mis braguitas de hilo dental, así que la decencia estaba a cubierto. En cierto modo.

Fui hasta la pileta de la cocina y limpié ambas prendas. No quería llegar a mi casa con las ropitas manchadas de semen, porque mi marido podría interpretar erróneamente el asunto, y el encargado podría ponerse celoso. Así que mejor es prever.

"¿Dónde puedo colgarlas para que se sequen?" pregunté, sosteniendo ambas prendas en mi mano alzada. El chico me miraba azorado, es que los tacos agujas realzan mucho mi figura. Y si estoy casi desnuda, como en ese momento, me dan un aspecto ligeramente indecente. Por suerte, mis braguitas de hilo dental disminuirían el efecto, pienso yo. Aunque el hecho de que fueran rojas quizá lo aumentaran pero no del todo ya que buena parte se pierde entre los rotundos glúteos de mi soberbio culo. (Perdonen ustedes la inmodestia) Así que el color rojo da lugar al color carne, que es menos provocativo. Aunque no sé. En fin, es un lío para mí descifrar estos aspectos sutiles de la decencia. Pero por el modo en que me miraba el chico, supongo que a él no le costaba tanto.

Colgué las ropas en el balconcito externo, y saludé a un vecino del piso de arriba, enfrente. Y dando media vuelta entré. Al menos atrás tenía el hilo dental, aunque no sé si desde allí se notaría.

El problema era que las ropas tardarían un rato en secarse.

"Hugo, ¿qué te parece que podríamos hacer en las dos horas que tardarán mis ropitas en secarse?"

Es inútil, podrán pasar mil años y seguiré sin entender las reacciones masculinas. ¿Por qué, por ejemplo, este chico se puso a tartamudear? ¿Sería que le incomodaba la idea de que yo permaneciera allí por un par de horas más? Si sus padres estaban de viaje, ¿qué problema había? ¿Y por que su miembro había vuelto a apuntar hacia el techo? En fin, son tantas las cosas que no entiendo de los hombres...

De cualquier modo ya había decidido yo lo que debíamos hacer en las próximas dos horas. Continuaría con la misión didáctica que me había llevado hasta allí.

"¿Qué te parece, muchacho, si te explico lo que es el face-sitting? Si llegas a dominar ese arte, tu chica te preferirá ante todos los otros..." Por sus nuevos tartamudeos colegí que sí, que estaba de acuerdo.

"Lo primero, Hugo, es que guardes esa cosa dentro del pantalón. Ya vi como es y te felicito, pero para esta práctica no la necesitarás." El pobre muchacho trató infructuosamente de guardar su tremenda erección, pero no hubo modo. "Está bien, está bien, si no se puede no se puede" lo tranquilicé. Y pasé a la explicación.

Dándome vuelta, me incliné de modo que tuviera una vista cercana de mi morboso culo. "Esto es un culo, Hugo..." El muchacho emitió un gemido, que interpreté como una señal de comprensión. "Míramelo bien, porque quiero que captes el concepto" y se lo arrimé hasta casi tocar su nariz.

Luego me di vuelta, y le acaricié la cara, "Y esto es un rostro" Se le estaba escurriendo un hilillo de saliva por la comisura de la boca, pero decidí pasarlo por alto, y le seguí acariciando las mejillas. En inglés "rostro" se dice "face" En cierto sentido fue una suerte que el chico no hubiera podido guardar su turgente herramienta, porque por ella yo podía ir verificando su grado de asimilación de mis palabras. En esos momentos su grado de asimilación había superado los noventa grados. Volví a mostrarle el culo para enfatizar mi explicación. "Y face-sitting, quiere decir "sentar el culo en la cara", como ya te había dicho". Cuando volví a mirarlo su asimilación se aproximaba a los ciento treinta y cinco grados. Es bueno disponer de un lenguaje matemático para describir ciertas cosas.

"¿Te gustaría que yo sentara mi culo sobre tu cara?" le pregunté respetuosamente, porque una no sabe, y si el alumno no muestra interés la enseñanza no prende.

Ciento treinta y cinco grados, casi ciento cuarenta. El chico estaba interesado en el tema. Cosa que corroboró con un nuevo gemido.

"Yo no sentiría ningún placer, porque soy una mujer casada y muy enamorada de su marido, pero cualquier otra chica se derretiría si pudiera sentar su culo en tu linda carita..."

Tomando su rostro con una mano, lo fui guiando hasta que apoyó su nuca contra el colchón. "Pero vos tenés que concentrarte en la situación, y podés sentir placer, si te gusta..." Los ojillos de Hugo me seguían ansiosamente, desde la expresión demudada de su cara.

Con su cabecita en el medio de la cama, me subí, poniendo una pierna a cada lado, de modo que el muchacho tuviera una espléndida vista de mis glúteos. Y comencé a bajarle el culo lentamente, en dirección a su rostro. Su nabo, ahora formando un ángulo de treinta grados con su vientre, testimoniaba su sincero interés en la experiencia didáctica que le estaba brindando.

Cuando ya estaba a punto de posar mi estupendo culo sobre su cara, agregué: "Si sientes deseos de usar la lengua, no te reprimas, yo no me ofenderé". Y senté mi culo sobre su cara. Lo levanté un momento, para acomodarlo mejor y brindarle una mejor experiencia. Así que abriendo mis glúteos con las manos sumergí su cara en las profundidades. Podía sentir sus mejillas, su nariz, sus ojos, y sobre todo su boca, a la que había pegado mi ojete. Aunque para mí, la situación era puramente didáctica, para el chico tenía que ser lo más plena posible, si es que me interesaba que se aficionara e ella. Así que debía hacerlo sentir bien, muy bien, lo mejor posible. Y comencé a removerle el culo en la cara. Por allá abajo se escuchaban sus gemidos de placer. Cuando los gemidos se volvían algo angustiados, levantaba mi monumental culo para permitirle un respiro, y luego se lo aposentaba de nuevo. Debo confesar que cuando sentí sus lamidas en mi agujerito, me acometió cierto sentimiento erótico, porque la situación tenía un no-se-que de excitante. Pero elevé mis ojos al Cielo, pensé en mi esposo y también en el padre Gonzalo, y permití que el chico se diera el gusto. Era una suerte que yo tuviera tan buen culo, para que Hugo pudiera hacerse una buena idea del tema.

Mientras sentía la lengua del muchacho acudieron a mi mente diversos recuerdos. Fanny, mi cuñada, muy afecta a ese tipo de caricias, José, su novio, que había homenajeado mi culo de modos más tradicionales, Ricardo, el compañero de trabajo de Armando, que también me había mostrado su aprecio de modos indudables, Gustavito, el hijo menor del doctor Martínez, ... en fin, tantos gratos recuerdos, aunque no sé por qué se presentaban en esos momentos. Pero, como sea, cuando volví en mí me di cuenta de que le estaba cogiendo la cara al chico. "Esto se llama "face-fucking" que significa "cogerle la cara al muchacho con el culo" añadiendo mis palabras a la ya muy explícita demostración práctica que le estaba dando.

Claro, esta parte fue más difícil para mí. Porque esto de cogerle la cara a un hombre siempre me resultó muy erótico. Así que quizá puse más entusiasmo del que esperaba poner. Lo que derivó en una inesperada consecuencia para mí. La cogida contra su lengua y nariz, hacía que moviera mi culo hacia delante y atrás con un ritmo cada vez más vertiginoso. Cierto pensamiento intentó infiltrarse en el torbellino de mis sensaciones, previniéndome para que menguara los movimientos, pero fue demasiado tarde. El nabo de pobre Hugo lanzó un largo chorro de semen, que fue seguido con intermitencias, por nuevas emisiones. Y al ver ese portento una emoción irreprimible subió desde mis entrañas, me puso la mirada turbia, y le aplasté la cara al máximo bajo mis nalgas, mientras mi cuerpo se estremecía una y otra vez. Pude haberlo asfixiado, porque en esos momentos yo no puedo controlarme, pero afortunadamente el chico sobrevivió. Desmayado, sí, pero sobrevivió.

Seguí disfrutando de la sensación de su cara entre mis glúteos, con un sentimiento como de ternura. Así que se la continué amasando por un lindo ratito. Luego, casi con lástima, lo desmonté. Pero no me dejó seguir, había recuperado la conciencia y con ambas manos me aferró de las caderas, atrayendo mi culo nuevamente sobre su cara. Y se puso a lamerme con tanto entusiasmo y pasión, que me pareció que sería cruel sacarle el culo en ese momento. Bueno, que con tanto apasionamiento me llevó hasta las cúspides del placer didáctico, porque sentí que el chico había aprendido la lección. ¡Y cómo que lo sentí! ¡Qué lengua magnífica, gorda, caliente, larga y dura, y tan apasionada! Me halagó saber que había despertado esos sentimientos afectuosos en el muchacho. Así que me dije "esto no es infidelidad" y me olvidé de todo en el mundo, salvo de esa cariñosa lengua.

Cuando volví en mí, advertí que lo que tenía en el culo ya no era la lengua de Hugo. Pero era demasiado tarde para impedir lo que ya había ocurrido. Pude comprenderlo, porque imagino que mi culo lo había alucinado, pero igual le recordé mi condición de esposa fiel, aunque de un modo algo entrecortado por los jadeos. No sé si me entendió, pero yo me refugié en la fe y mis pensamientos de devoción a mi marido, hasta que después de un interminable serruchar sentí los chorros que el generoso nabo de Hugo estaba inyectando en mi interior. Ahí fue, justo, cuando me corrí. Pero no creo que pueda culpárseme por eso, ya que yo no lo había buscado. Por las dudas le dediqué mi apasionado orgasmo a mi esposo, a Dios, al padre Gonzalo y –ya que estábamos- al bueno de Hugo.

Yo creí que ya todo había terminado. Pero pienso que a Hugo le daba pena abandonar mi cálido agujerito, y yo no tenía corazón para echarlo. Así que dejé que mi culo actuara según su propio sentir, agasajando a su vencido visitante, con dulces masajeos, hasta que sentí que había recuperado toda su potencia. ¡Dios mío! ¿qué hago ahora? Pensé, junto con la idea de que quizá yo lo hubiera estado animando. Pero no pude pensar mucho más. Porque el nabo comenzó otra vez con sus vaivenes, mientras el joven se abrazaba a mi cuerpo y sus manos se aferraban a mis tetones. ¿Qué podía yo hacer en semejante situación? El chico me estaba cogiendo otra vez el culo. Claro que si antes no había sido infidelidad, la repetición tampoco lo era. Ese pensamiento me resultó tranquilizante, mientras los enterrones de ese sabroso nabo me elevaban al paraíso de las profesoras abusadas. Mis tetonas, por su parte, también agradecidos por el entusiasmo de esas viriles manos. Bueno, que mi control de profesora se había ido al diablo.

Así que cuando me la sacó y dándome vuelta me la enterró por la concha, ya no le dije nada, ni hubiera podido. Era soberbia la sensación de sentir ese musculoso cuerpo pulsando contra mí. Así que, con la mente puesta es Armando, el amor de mi vida, le rodeé las caderas con mis muslos y respondí con entusiasmos a los embates de Hugo. Sentía mis tetones frotarse contra su pecho, y mis pezones estaban a mil. ¡Ese chico sabía como moverse!

Pero lo que más me impresionó fue la potencia de sus eyaculaciones. Cuando finalmente me puso a mamársela, le lamí hasta las bolas y el ojete, con tantas ganas, con tanta devoción, que por un momento temí caer en la infidelidad a mi amado Armando. Pero cuando me llenó la cara de leche, sentí una profunda admiración hacia este joven, y comprendí la devoción que sentía por él mi feligrasita de quince. Lo que no comprendí es por qué buscaba a otros, hasta que recordé que yo se lo había sugerido.

Aun luego de su última corrida, Hugo encontró energías como para recorrer todo mi cuerpo con su lengua. Le dio tal mamada a mis tetones, y tales lamidas a mi clítoris, y tales lengüetazos a las profundidades de mi concha, que me invadió una profunda corriente de reconocimiento agradecido. Así que yo fui la última en correrme, entre estremecimientos, aunque no fui la que menos veces se corrió, claro.

A esas alturas yo hubiera seguido y seguido, casi como si estuviera enviciada con coger con ese hombre. Pero eso hubiera sido infidelidad, porque la parte didáctica ya había sido cumplida.

Habían pasado cuatro horas. Mis ropitas estaban secas. Y aunque yo estaba algo transpirada y pringosa, me las puse. Y decidí dar el cierre a mi clase. "Debo felicitarte, Hugo. Has aprobado exitosamente esta lección. Aunque te has excedido un poco en otros aspectos" dije, mientras sentía su leche aún escurriéndose por mis agujeritos. "Seguramente podrás reconquistar el amor de Danielita".

"¿Cuándo nos vemos de nuevo?" me preguntó con voz ronca.

"Por ahora debes enfocarte en Danielita", le dije, algo insegura.

"¿Te parece el miércoles?", insistió.

Y yo, ante tanta insistencia, no quise parecer insensible. Seguramente encontraría algo nuevo que enseñarle para reconquistar a la chica.

Sé que estarás admirado por el afán didáctico de mis empeños. Y por la gran labor que estoy realizando con estos jóvenes. Me gustaría recibir tus opiniones, escríbeme a bajosinstintos4@hotmail.com .

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