Demasiado tímida para oponerme (34)

Danielita mi feligresita de 15 está haciendo grandes progresos en la comprensión de los peligros de la infidelidad. Ahora se la está follando el amigo de su novio. La chica está muy entusiasmada...

Demasiado tímida para oponerme (34)

Por Bajos Instintos 4

bajosinstintos4@hotmail.com

Daniela, mi feligresa de quince, estaba avanzando en su aprendizaje de la vida. Por de pronto, se estaba dejando follar por Hugo, un amigo de su novio León. Hugo era un lindo ejemplar de macho de veintiún años, que era idealizado desde los quince años de Danielita. Por otra parte, su novio, a quien llaman el rey león, porque se la pasaba durmiendo todo el día, tenía la misma edad que ella. Y en su inexperiencia apenas si había pasado de los besos. Contrariamente al tal Hugo, que se la hizo manosear, mamar y le estrenó la conchita. Y se la cogía todos los días, llevándola a su casa, a un hotel, o donde fuera. Claro, la criatura se estaba encariñando con el muchacho.

"¿Ayer lo viste a tu noviecito, hija mía?"

"Hubiera querido, madre, pero mis padres no estaban en casa, y lo invité a Hugo, porque tenía ganas de verlo..."

"¿Y hacía mucho que no lo veías...?"

"¡¡Dos días, madre, desde que me estuvo follando en la casa de un amigo!!"

"Y entremedio lo viste a Leon, claro"

"No, madrecita, porque había quedado de cama, pero me llamó por teléfono tres veces, y una de ellas le atendí y lo despaché en cinco minutos. ¡El muy sinvergüenza quería llevarme a pasear...! ¡¡Y ya habíamos salido a pasear hacía quince días...!!"

"Así son los hombres, hija mía, insaciables..."

"Bueno, así que ayer lo invitaste a Hugo a tu casa..."

Como yo me estaba tocando, recordé preguntarle: "¿Te estás tocando hija mía?" "Sí, madre, tengo ahí los deditos, como me enseñó."

"¿Y que pasó con Hugo en tu casa, cuando estaban solos?"

"Nada en particular, madrecita, estuvimos charlando y usted sabe, una cosa trae la otra..."

"¿Y?"

"¡¡Que apenas entró en casa, le bajé el pantalón y le mamé la verga!!" "Es que Hugo me cae muy bien madre...!!"

"¿...Y la charla, y eso de que una cosa trae la otra...?"

"Eso vino después, madrecita."

"¿Después de la mamada...?"

"No exactamente. Después de la mamada me folló en el sofá..."

"Bueno, a veces hay que tener paciencia con los hombres..."

"¡¡¡Qué folladas que me dio, santa madre!!!"

"¿"folladas"?"

"¡¡¡Sí, madre, dos tremendas folladas seguidas, porque no se le bajaba!!!" Ese muchacho estaba empezando a caerme bien a mi también.

"¡¡¡La primera me puso de espaldas, con las piernas bien abiertas y me introdujo la polla hasta el fondo...!!!"

"Esa se llama la posición misionera, hijita" le dije, en mi misión didáctica.

"¡¡¡Y para la segunda me puso como una perrita y... y...!!!" La chiquilla se estaba excitando al recordar esos momentos...

"¡¡¡Y otra vez a darme... y dar... me con e... sa gran po,,, ronga tan... dura que Di... os... le... ha... da... dooohhh...!!!"

"Tuviste que soportar eso, hija..." dije, por decir algo.

"¡¡¡Síi, madre!!! ¡¡¡Como cuarenta minutos la segunda vez...!!!"

"Pero el olor de su piel, tan rico, me lo hizo más fácil, madrecita"

"Te... com... pren... do... hija... mía..."

"¡Y después que se descargó, se quedó tirado panza arriba, pero yo me había repuesto!"

"Claro, a tu edad una se repone más rápido"

"¡¡¡Pero estaba como loca, madre!!! ¡¡¡Y me agarró un impulso loco y comencé a besarle toda esa carne tan rica!!!"

"¿¿La polla??"

"¡¡¡La polla, la panza, los muslos, ese culo tan peludo que tiene...!!! ¡¡¡Le llené el cuerpo de besos y lamidas, madre!!! ¡¡¡Y no se imagina como se le puso la poronga...!!!"

"Me imagino, hija, los hombres son muy sensibles al cariño..." dije, mientras pensaba que tenía que encontrar al padre Gonzalo pronto. La niña había entrado en un largo silencio. Seguramente estaba recordando, a juzgar por los jadeos entrecortados que se oían. ¡Dulce criatura...!

Cuando terminó, la felicité por los avances que estaba haciendo, pero le recordé que el rey León era el único amor de su vida... Al principio pareció no entender de qué le hablaba, pero después se acordó.

"Ahora mismo, después de la confesión, te vas a la casa de tu novio, para que se sienta feliz"

"¿Ahora...? No puedo, madrecita, porque le prometí a Huguito hacerle un favorcito que me pidió..."

"¿Un "favorcito"?"

"Sí me pidió que le de el culo, madrecita..."

"¡Ese es un gran favor, hijita!"

"¡¡¡Y con la polla que carga Huguito es un muuuy gran favor, madrecita!!! ¡Pero me prometió que va a ser delicado conmigo...!"

"Sí, pero es un amigo de tu novio, así que está bien que le hagas un favor..."

"¡¡¡Síi!!! ¿No es cierto?" Su voz reflejaba la alegría que le producía la práctica del aprendizaje para defender su virtud en la vida.

Y después de recibir mis bendiciones se fue a recibir las del tal Hugo, que la estaba esperando en la puerta de la iglesia. Hermoso ejemplar, el chico, alto, fuerte...

Un día de estos lo voy a citar para llamarle la atención sobre su conducta para con su amigo Leon.

Afortunadamente, enseguida entró en mi lado del confesionario el padre Gonzalo y pude transferirle todas las inquietudes que me había dejado la confesión de la niña. ¿Acaso los psicoanalistas no acuden a la supervisión de sus terapias por otro analista? Lo nuestro es más integral, claro, `porque involucra también el cuerpo. Pero la fe es la misma. Una hora y media estuvimos, pero luego salí del confesionario como una santa, sin inquietud alguna.

Se me había hecho tarde, y había dejado mi reloj en el confesionario, junto con las braguitas. De modo que al llegar al edificio le toqué timbre al portero para preguntarle la hora. Roberto me hizo pasar a su departamento, y como esa mañana no nos habíamos visto estuvimos más de una hora charlando de las cosas del día. Mucha acción física, también, manoseos de tetones, y esas cosas tan típicas de Roberto. Como él ya sabe mi condición de esposa fiel, ya no le aclaro más nada, y dejo que me haga sus manifestaciones de afecto como más le guste. Pero al final me dio la hora, después que me dio todo lo demás. Entré a mi departamento con todos los colores en la cara, y Armando vino a recibirme muy contento.

Luego de la cena, le dejé meterse debajo de la mesa, entre mis muslos y darse un festín, y eso que no había podido lavarme, pero lo único que me dijo es que hoy tenía un sabor especial, aunque no podía detectar a qué. Y siguió lamiendo. Eso me prueba que mi amado nunca tuvo experiencias homosexuales, porque sino hubiera reconocido el gusto del semen. Pero yo sabía ya eso, porque Armando siempre ha sido un muchacho muy puro, que es lo que más me atrae de él. Por esa pureza, justamente, es que me costó un poco acostumbrarlo a ser feliz chupando mis intimidades. Pero tanto me ama, que ahora no puede vivir sin eso.

Y se puso muy contento cuando vió que no llevaba las braguitas. Ni siquiera me preguntó donde las había dejado. Pero los hombres son así, como niños egoístas, que sólo buscan su propia satisfacción. Después de media hora de esto, me sentí bastante emocionada y le dije que mejor lo siguiéramos en la cama. Y allí, con las rodillas levantadas, y la cabeza de Armando disfrutando entre mis muslos, repasé los acontecimientos del día, las cosas que me contó la nena, las confesiones que me hizo el padre, y lo atento que estuvo el portero cuando fui a pedirle la hora. Y ni siquiera tuve que usar los deditos, porque para eso lo tenía a mi Armando, que lo hace requetebién.

Gracias por leerme. Te vuelvo a invitar a participar en el taller virtual de narrativa erótica que estoy conduciendo por internet, para todos aquellos con ideas que les gustaría volcar en un buen relato. Para más datos escríbeme a bajosinstintos4@hotmail.com . Y como siempre espero tus comentarios sobre este relato.