Demasiado tímida para oponerme (31)

Mi feligresa personal, Daniela, está aprendiendo sobre los peligros de la infidelidad. Ahora está aprendiendo con un amigo de su novio. ¡Y aprende con muchas ganas!

Demasiado tímida para oponerme (31)

Por Bajos Instintos 4

bajosinstintos4@hotmail.com

Cuando me desperté Armando todavía dormía. Yo amo a mi esposo, pero justamente por eso necesito de sus demostraciones de afecto. Así que le monté la cara, poniéndole la concha contra la boca. Y comencé a frotarla arriba y abajo, hasta que obedientemente Armando empezó a hacerle los honores con la lengua y los labios. Muchos besitos, y lamiditas en medio de una chupada con toda la convicción de su intenso amor. Yo me quedé quietita por unos momentos para sentir completamente las sensaciones. Para mi marido, mi concha abierta sobre su cara debe ser lo más parecido al paraíso. Girando la cabeza pude confirmar que su polla se había empinado, asomando su caliente cabeza por la abertura de sus boxers. Pero no cedí a la tentación de tocársela, era yo la que necesitaba la demostración de afecto. Y él parecía bastante contento allí abajo. Así que seguí meciéndo con vaivenes cortitos mi concha contra su boca. Después comencé a aplicar fuerza, y mis vaivenes se fueron haciendo más enérgicos. Hasta que me eché en su cara un polvo de novela. Por suerte para él, su polla comenzó a agitarse en el aire descargando su pasión a chorros. Mejor, porque a veces no acaba, y se va al trabajo siguiendo empinado todo el día. Pero la mayoría de las mañanas, sin que yo se la toque, acaba. Así aprende, porque él sabe que yo estoy enojada porque no me dejaba mamársela las seis o siete veces diarias que yo quería. Entonces, nada, que me mame él a mí ya que es tan egoísta. Esos días que se va sin acabar me ha preocupado que alguna compañera de trabajo se aproveche. Pero la verdad es que sus erecciones – y esos días se le producen a cada rato- no son la gran cosa. No sólo por que estén debajo del pantalón, sino por que no son la gran cosa. Y no creo que ninguna compañera se sienta demasiado tentada. Eso es lo que me confirma en que lo nuestro es verdadero amor, porque lo que es de lujuria, nada. Pero cuando lo pongo a lamerme, realmente siento su entusiasmo y me contagio.

Después que se fue me di una ducha, de modo que mis tetones quedaran bien perfumaditos con el jabón, y mi cola y, claro, mi vagina. Me puse mi faldita cortita, porque me marca mucho el culo y eso me calienta un poquito, aunque apenas me tapa el comienzo de los muslos. Me puse mi remerita de tela livianita y pegada al cuerpo, cuyo único problema es que me marca demasiado mis gordos pezones. Pero debo confesar que eso también me calienta un poco. Pero no hay nada de malo, pienso yo, en que una esposa fiel ande un poco cachonda por el mundo, mientras no haga nada malo. Así que me puse mis zapatitos rojos con tacones aguja y salí a ver que me depararía el día.

En el corredor me encontré con el vecino del departamento de al lado, que me miraba admirativamente. Es un chico joven, que no creo que llegue a los veinte años. Joaquín. Nos hicimos amigos apenas se mudó, porque me ofrecí a ayudarle a acomodar las cosas. El muchacho seguía mis movimientos con ojos hambrientos. La verdad es que los tacos aguja producen demasiados bamboleos de mis cosas, cuando camino. Y cuando me fui, pude ver una erección bajo el pantalón de Joaquín. Me di cuenta de que era un poco tímido, así que me retiré para no incomodarlo.

Pero esta mañana sentí impulsos de ayudarlo, pobre. Así que le di un beso en cada mejilla, con mis sensuales labios, cerca de la boca, mientras le daba un abrazo fraternal. Claro, yo sé que me sintió bien las tetonas, porque no soy tonta. Pero una vecina fiel puede permitirse esas pequeñas libertades, pienso. Y cuando terminé el abrazo, me quedé cerquita suyo, con uno de mis brazos desnudos sobre su hombro, continuando con nuestra conversación. Creo que el chico me podía sentir el aliento, porque yo pude sentir el suyo. Pero me pareció que no debía retirarme. Si alguien te abraza, te da un par de besos calientes, y después se retira a medio metro, puedes sentirte rechazado. Y a un nuevo vecino hay que hacerlo sentir aceptado, y bien venido. Y yo lo logré, a juzgar por la rápida erección que se había formado bajo su pantalón. "Pobre" pensé, "él no sabe que su vecina está casada y es muy fiel a su marido". De modo que cuando él pasó su brazo por mi cintura atrayéndome suavemente hacia él, me reí por dentro, de su ingenuidad, pero no dije nada, y continué la charla normalmente. Él también. Pero pude sentir su erección contra mi cuerpo y eso me puso un poco nerviosa. No es que la sintiera porque el muchacho me estuviera apretando contra su cuerpo, teníamos como cinco centímetros de distancia. Sino porque su erección igual me apoyaba, así que pensé que el joven debía cargar algo grande ahí debajo. Y sentí una gran corriente de simpatía hacia él. Tanto que no dije nada cuando apoyó una de sus manos sobre mis tetones, como un gesto de su amable charla. Y después la mano comenzó a volver cada vez más seguido. Y pronto estaba acariciando con suaves pellizcones mi pezón que se puso muy duro. No por eso quité la amplia sonrisa de mi sensual boca. Pero me alarmé un poco, porque el muchacho, además había comenzado a acariciarme la teta. Lo notable es que nada en nuestra charla hubiera denotado otra cosa que una charla cordial entre buenos vecinos. Entonces el muchacho, tomándome la mano, me guió hacia el interior de su departamento, para mostrarme como estaba. Y yo lo seguí, porque tenía curiosidad por ver, esa curiosidad que nos caracteriza a todas las mujeres, ya sabes.

Cuando abandoné el departamento de Javier, miré mi reloj: habían pasado dos horas y media. Pero habían sido bien empleadas, haciendo sentir bien recibido a un vecino nuevo. Lo principal es que no se sintió rechazado por ningún lado, en lo que a mí respecta. Lamenté dejarlo ahí tirado, pero iba a tardar mucho en reponerse, y a mí me esperaba una feligresa para hacer su confesión.

Se trataba de una jovencita descarriada, a la que para poner bajo mi ala le dije que yo pertenecía a la Liga Confesional Femenina, o algo así. Mi padre confesor estuvo de acuerdo en que teníamos que hacer algo por esa quinceañera. Así que empecé a recibir sus confesiones. Y le fui explicando paso a paso los peligros con los que podía encontrarse, peligros para su virtud, quiero significar. La inocencia de esa chiquilla era algo grave. Ni siquiera sabía lo que era masturbar al novio. Le expliqué. Tampoco había tomado nota de que uno de los amigos del novio la había apoyado mientras bailaban. Tuve que esforzarme para que recordara. Y cuando le pregunté si no había estado tentada de bajar la manito entre sus cuerpos y agarrarle la tranca, se escandalizó un poco, pobrecilla. Pero al parecer lo que más le escandalizaba es que su novio estuviera a pocos pasos, sentado en la mesa del bar con sus amigos. Cuando le expliqué en detalle como podría haber ordeñado la tranca de ese muchacho haciendo que se viniera en el pantalón, la pobre se corrió, en su lado del confesionario. Claro que eso pudo haber tenido que ver con el hecho de que desde el principio de la confesión le había hecho poner sus deditos en la entrepierna. Tampoco entendía el concepto de "tocarse", pero se lo expliqué muy bien, haciendo que practicara durante su confesión. Fue una suerte que esa chica se cruzara conmigo, porque hubiera sido una presa fácil para cualquiera, por su inocencia. Como tarea para el hogar le recomendé que todas las noches pusiera sus deditos ahí, mientras meditaba en la escena que le había descrito, dándole permiso para que en cualquier otro momento del día buscara un lugar a solas cuando tuviera ganas de meditar.

A la semana siguiente vino alborozada, había tenido grandes avances en sus meditaciones. Un resultado que no esperé fue que a fuerza de repasar la situación que le había descrito con el amigo de su novio, esta había dejado de parecerle mal. Así que, para mi sorpresa, me contó que el sábado Hugo, el muchacho en cuestión, había vuelto a sacarla a bailar, y ella se dejó apoyar con la tranca por el muchacho, a pocos pasos de la mesa donde su novio, ajeno a todo, charloteaba con sus amigotes. Después de algunas piezas continuadas, continuó a fantasear con la idea de aferrarle la tranca a Hugo, pero este, al ver que ella no rechazaba el contacto comenzó unas frotaciones de su tranca contra la dulce intimidad de la niña, que lo condujo a un orgasmo en seco, al cual el juvenil cuerpo de ella respondió fervorosamente, al sentir como el miembro del hombre pulsaba contra su intimidad durante la acabada. Bueno, que se tuvo que aferrar a él para no caerse. Creo que la niña comenzaba a advertir los peligros que podían amenazar su virtud. Ahora venía el siguiente paso: hacer que ella le explicara al tal Hugo que no deseaba ser infiel a su novio. Daniela no estaba demasiado segura de ese paso, pero cuando le expliqué la necesidad de ir a bailar con el chico a un lugar donde no estuviera su novio, y dejarse apoyar como la otra vez para suavizar su negativa, sopesó mi indicación y la aceptó.

Para tranquilizar su conciencia le sugerí que practicara con su novio el ordeñe de tranca entre los cuerpos mientras bailaban. Se fue bastante pensativa, pero bien dispuesta.

Y este martes, me enteraría de sus progresos.

Apenas entró en el confesionario, pude percibir su ansiedad por confesarme sus progresos. "¡Madrecita, le agarré la tranca a Hugo!" "Cálmate, hija, cuéntamelo todo paso a paso..."

"¡Bueno, lo cité cerca de otro boliche y le dije que me invitara a bailar, que tenía que charlar con él! ¡Quería saber de qué, pero yo no le dije nada para que entráramos en el boliche, así le dejaba que me apoyara para que no se sintiera rechazado!" "Muy bien, hija, así se procede. Pero antes de seguir, ¿tienes los deditos en el lugar debido?" "¡Sí, madrecita, nunca me olvido!"

"Bueno, que apenas entramos lo saqué a bailar, le apoyé mi intimidad contra su bulto, para que se sintiera en confianza, y comencé a explicarle lo de la fidelidad a mi novio. Pareció un poco desconcertado, pero yo sentí que por allí abajo las cosas andaban bien, ¡así que le di un beso en la boca, para que entendiera que me simpatizaba...!"

"Muy bien hecho. ¿Y?"

"Bueno, que me aferró por la cintura apretándome muy fuerte contra él y me dio un beso que me quitó la respiración. ¡Con la lengua, madrecita, como usted me explicó. Y no me pareció nada asqueroso, todo lo contrario!"

La quinceañera se quedó callada unos momentos.

"Ahí se me empezaron a complicar un poco las cosas..." continuó. "¡Porque Huguito siguió apretándome y besándome muy fuerte! ¡Y yo sentía su tranca, que parecía una piedra por lo dura, presionando mi cosita, y me costaba cada vez más explicarle!"

"Conozco eso, hija mía."

"¡Entonces, recordando su enseñanza, madrecita, bajé mi mano entre nuestros cuerpos y le aferré la tranca! ¡Qué emoción!"

Yo había puesto mis deditos a trabajar, para seguir más atentamente su confesión.

"¡Y comencé a darle apretones con entusiasmo!"

"Muy bien, criatura, continúa..."

"¡Ay, madrecita, las cosas que sentí al apretarle esa cosa cilíndrica y caliente, que podía palpar a través del pantalón!"

"¡Si... gue, ... hi... ja... mía...!"

"¡¡¡Pero entonces sentí su mano agarrando mi cosita...!!!"

"¡Ahh...! ¡Con... ti... núa, ... .hi... ja, note de... ten... gas...!"

"¡¡Podía sen... tir su maa... no aferran... do fuer... te mi co... si... taaa....!!"

"¡¡¡Ah!!!" alcancé a gemir.

"¡¡¡Y me da... ba unos a... preto... nes que... todavía... me a... cuer...do, ma... dre... ci... ta...!"

La niña interrumpió su relato por un largo momento, pero podía sentir sus jadeos. "¡¡¡y me... be... saba… y me… be…sa…ba… tan… rico…. Madre...cita...!!! ¡¡¡que yo... que... yo... ahh, aahhh, aaahhhh!!!"

Por esos momentos mis deditos se movía frenéticamente, por si mismos, de modo que pude acompañar intensamente a la niña en sus sentimientos.

Nos quedamos un pequeño ratito en silencio, mientras se iban suavizando nuestras respiraciones.

"¿Y luego...?" la anime suavemente a proseguir.

"Bueno, que volvimos a nuestra mesa, en ese lugar tan oscuro..."

"Ajá, continúa niña mía..."

"¡¡Y ahí no sabe, madrecita. Siguió besándome y yo estaba un poco lánguida, usted me entiende. Y él sacó su cosa fuera del pantalón, por debajo de la mesa!!"

"Poronga, hijita"

"¡Sacó su poronga que estaba enorme y dura y tan caliente...! ¡¡Y me dijo "pajeame, nena"!! ¡¡¡Y yo se la agarré, y después me acordé lo que usted me había dicho sobre explicarle mi fidelidad a mi novio, y le expliqué, mientras le corría la piel arriba y abajo!!!"

"Madrecita, ¿puedo seguir tocándome...?"

"Claro, hija mía, esta es tu confesión."

"Bueno, que no sabe usted como me estaba poniendo todo eso. Hugo estaba despatarrado, sacando la pelvis para afuera, como ofreciéndome su nabo, perdón, poronga..."

"Nabo tambien está bien, hija mía, continúa"

"¡¡¡Y yo se lo pajeaba con frenesí, madrecita!!! ¡¡¡Cómo me gustaba...!!!"

"A... sí... debe... ser... hi... ja..." la alenté como pude.

"¡¡Él me aferró la cabeza por la nuca y me acercó la cara a su polla!! ¡¡¡qué olor, madre... ci... ta...!!!"

"Te... com... pren... do... hi... ja... "

"¡¡¡Y me di... jo... "chupá... mela... nena..." y me... acercó... la boca hasta que... le engullí la cabe... za... !!! ¡¡¡¡Ay, que rico, ma... dre... cita, no se imagi... na que gor... da y qué ca... liente...!!!!"

"¡Sí ... me... es... toy... ima... ginan... do...!" dije, tratando de dominar los jadeos.

"¡¡¡Y estuve un rato mamándosela, madre... cita!!! ¡Y acor... dándome... de que... todo eso era. .. por la fidelidad a... mi... no...viooo...!!!

Se quedó unos momentos jadeando y gimiendo, evidentemente emocionada por sus recuerdos, y después reanudó:

"¡¡¡Y de pronto me empezó a echar chorros de su cosa en la lengua!!! ¡¡¡Su po... ron... ga... salta...ba.... dentro de... mi... bo... caaahhh...!!!"

"Se llama semen, hija mía" la corregí cuando me repuse, "es como una crema espesa."

"Sí, madrecita, me la tragué toda"

"¿Y cómo te sentiste, hija mía?"

"Bastante puta, madrecita"

"Es lo correcto, criatura. Lo que hiciste está muy mal"

"Sí, madrecita... ¿Puedo volver a hacerlo?"

"Claro, hija mía, pero recuerda que él único hombre al que amas es tu novio"

"¿Así de fácil?"

"A propósito, ¿lo ordeñaste a tu novio, como te indiqué?"

"Ay, me olvidé. Discúlpeme madrecita"

"No importa, mucho" suspiré, "ya tendrás tiempo para ello..." El camino de la fidelidad al único amor está lleno de tropiezos, y la niña apenas lo comenzaba a recorrer.

"Bueno, procura hacerlo antes de tu próxima confesión."

"Sí madrecita, pero ¿puedo volver a chupársela a Hugo?"

Cuando la vi irse del confesionario con su pollerita tableada, sentí una gran ternura por esta criatura que estaba dando sus primeros pasos. Pero antes de que pudiera yo salir, entró el padre Gonzalo como una tromba, y me hizo sentir su admiración fogosamente, dándome varias pringosas bendiciones. Me hacían falta. Y por supuesto, cuando homenajeó mi soberbio culo con su tranca, agradecí al cielo, el poder disfrutar tanto sin pecar.

Al llegar a casa pensé en cuanto me había conmovido los acontecimientos de ese día, y más aún, cuanto me habían movido. Pero con la conciencia tranquila de una buena esposa, de una buena vecina, de una buena confesora y de una buena feligresa.

Me derrumbé sobre la cama y me dormí acunándome en el sentimiento de haber sido muy bendecida ese día. Y en general.

Nota del autor: creo que puede interesarte saber que estoy conduciendo un taller de narrativa erótica para los países de habla hispana. El taller se desarrolla por internet en forma completamente virtual, y está pensado para formar como escritores y escritoras a todos aquellos a quienes les gustaría imaginar y escribir sus propias historias. Si tienes ganas de conocer más detalles escríbeme a bajosinstintos4@hotmail.com , y te cuento. Y me interesan, como siempre, tus comentarios sobre mis relatos. ¡Gracias!