Demasiado tímida para oponerme (25)
Como a mi amado esposo Armando le molesta que se la mame, he tenido que ingeniármelas para hacerlo sin que se de cuenta. Y se la mamo a través de la polla de mi nuevo amigo Norberto, que la tiene mucho más grandota, pero bueno, nadie es perfecto. Norberto me lleva al depto de Gustavo que se queda para ver. Pero me parece que no logró ser un observador neutral. En fin, todo sea por mi marido...
Demasiado tímida para oponerme (25)
Por Bajos Instintos 4
Por estos días estuve un poco arisca con Armando, mi amado esposo, y ni siquiera traté de mamársela. Ya que todavía estaba algo resentida por sus quejas en ese sentido. Si mis seis o siete mamadas por día le parecían excesivas, si no era capaz de apreciar mi devoción de esposa enamorada, pues bien: no tendría mis mamadas. Claro que él no sabía que yo le hacía mamadas a larga distancia, usando la verga de Norberto, mi nuevo amigo que encontré en la parada del bus en que se fue Armando después de la consulta con el doctor Vergúdez. Y yo no pensaba decírselo, para no aumentar su vanidad, faltaba más. Y ni siquiera le permití que me penetrara, así de enojada estaba con él. Además de que, un poco malignamente debo reconocerlo- me restregaba contra su cuerpo hasta conseguir que se le empinara. Pero a partir de ahí, nada de penetración. Sólo sentarle el culo en la cara y restregarle mi conchita hasta que me corría. Y que él se las arreglara como pudiera. Aunque pude ver que después de mi tercer o cuarto polvo en esa modalidad, mi amado Armando terminaba soltando sus chorritos de semen, sin que yo se la hubiera tocado. "Hasta mañana amor" le decía, y me quedaba montada sobre él en un sesenta y nueve, con el culo contra su nariz, y así nos dormíamos hasta el otro día. Pensarás que soy un poco vengativa, lo sé, pero cuando por la mañana me despertaba con la lengua de mi cónyuge lamiéndome el ojete, me invadía un romanticismo difícil de expresar y cierta tristeza por no mamársela. Pero me consolaba, mientras sentía sus lamidas, pensando en como se la iba a mamar, sin que él pudiera recriminarme, usando la polla de mi amigo Norberto, que tan gentilmente me la proporcionaba para que yo me diera el gusto de honrar así, secretamente, a mi marido en forma virtual. Aunque sospecho que para mi cortés amigo la cosa no tenía nada de virtual.
Todavía faltaban varios días para la siguiente sesión con el doctor Vergúdez, así que arreglé con Norberto para vernos esa misma tarde. Nos citamos en la misma parada de colectivo en que nos habíamos conocido. Me había vestido con una de mis habituales remeritas que apenas cubría mis hermosos tetones, destacando mis pezones, la faldita que llegaba apenas a la unión de mis muslazos, y que me realzaba el trasero quizá por ser dos talles más pequeños que el mío actual, aunque también pudiera ser por su colorado brillante. Y mis zapatitos con tacones aguja. Naturalmente, el bamboleo de mis densas redondeces produjo el habitual cortejo de piropos apasionados, a los que ya estoy acostumbrada, y a los que apenas respondo con alguna que otra sonrisa amable. En las doce cuadras que debí caminar para mi cita, sólo acepté la compañía de un rubio grandote, que parecía bastante fogoso, y que utilicé para espantar a los otros candidatos. Tres cuadras antes le pedí que dejara de acompañarme, ya que me estaba esperando "mi novio", que es lo que solía decirle a los muchachos en la época en que noviaba con Armando. Tomé su teléfono, por si me fallaba Norberto, y tuve que permitir que me diera un beso. Me pareció que se lo debía por su gentileza al acompañarme tantas cuadras. Me dio un abrazo de oso, apretando mi cuerpito, melones incluidos, contra su cuerpote, y me dio un beso tan intenso y largo que me quedé algo tambaleante. "Llamame nena, no lo vas a lamentar..." Casi lamenté que se fuera, pero bueno, tenía su teléfono.
Norberto ya estaba en la parada, y cuando me vio venir, vino hacia mí, estrechándome en un beso apasionado que me hizo olvidar el que acababan de darme. Además de su otra cosa que pude sentir mientras me estrechaba. Me sentí muy contenta de haber encontrado a este nuevo amigo, que me permitía suplir con su hermosa tranca, la tranquita que mi amado esposo no me permitía mamar.
"Vení" dijo guiándome por la cintura, "vamos al departamento de Gustavo"
"¿Gustavo?", pregunté yo mientras sentía que su mano bajaba hasta mi cola.
"Es un gran amigo mío, y nos presta su departamento" Comprendí que Norberto estaba intentando ahorrar en gastos de hotel, y me pareció bien, ya que no sabía cuantas veces deberíamos vernos hasta que se arreglaran las cosas con mi Armando y pudiera chupar su polla directamente.
"Le conté tu problema y me ofreció su departamento para que puedas mamarme la pija" Mientras me decía esto, arrimaba su boca a mi oreja y me iba dando alguno que otro besito caliente y húmedo, en el cuello, haciéndome sentir el calor de su amistad.
"Espero que no te moleste que él se quede..." agregó, mientras la mano que llevaba sobre mi hombro, hacía algunas tórridas incursiones sobre mi tetamen.
"¿..É-él se va a quedar...?" Las caricias en mi tetamen me estaban desconcentrando un poco, pero podía entender.
"Sí, le gusta mirar." Me dijo dándome varios besos en la mejilla, de los cuales uno ocupó media boca.
"¿Mirar como te la mamo...?" yo trataba de acostumbrarme a la idea de que iba a estar mamándole la verga a un hombre que no era mi marido en el departamento de otro hombre que nos iba a estar viendo. Se me humedeció la intimidad, vaya una a saber por qué.
"Sí, a él le gusta masturbarse, no tenés por qué mamarle la verga si no querés"
"¿"N-no no tengo...?" lo miré al rostro. Él aprovechó para darme un sobroso beso de lengua. Yo sé que no está bien, pero todo esto me estaba calentando y me sentía un poco puta. Por suerte había dejado bien en claro el tema de la devoción a mi marido.
Cuando llegamos a lo de Gustavo, mientras subíamos en el ascensor mis tetones y cola recibieron tantas caricias, mientras mi cordial amigo me seguía llenando de besos, que me sentía cada vez más cachonda. No veía la hora de comenzar a homenajear a mi marido.
Gustavo nos recibió con una calidez que me hizo sentir inmediatamente en confianza. Tirándome del brazo estrelló mi cuerpo contra el suyo y me abrazó dándome un caliente y largo beso de lengua. "M-mucho g-gusto..." dije, un poco desconcertada por tanta afabilidad. Pero Norberto tenía bien en claro el propósito de nuestra estancia allí. "Vení, Julita querida, vamos a mostrarle a Gustavo como quieres honrar a tu esposo." Y sacándose el pantalón y el boxer se puso de espaldas en el sofá, con su magnífica tranca erecta, apuntando al cielo raso. Me encantó ver el vello que cubría sus morenas nalgas y sus no menos morenas grandes bolas. Echando una breve mirada de reojo a su amigo, que estaba desabrochándose la bragueta, me incliné sobre la soberbia verga solidaria de mi amigo. Antes de rodear su prepucio con mi boca, me detuve un momento, encomendando mi alma a Dios, y concentrándome en la idea de que esa era la tranca de mi esposo "más me quisiera" pensó una parte de mí, y comencé a lamerle la cabeza dentro de mi boca. Con mi lengua saboreaba los variados sabores de esa polla, mientras mis fosas nasales se llenaban con su olor. Había sido una suerte encontrar a este muchacho para brindar a la polla de Armando mi mejor homenaje. Con el entusiasmo mi boca estaba emitiendo algunos húmedos ruidos y chasquidos debidos a las lamidas de la succión. Me dio un poco de vergüenza y miré hacia Gustavo, temiendo haberle molestado. Pero Gustavo ya se había recostado en el otro sofá y se estaba acariciando la polla ¡Y QUÉ POLLA! No podía creer lo que mis ojos estaban viendo, y tragué saliva, bueno y todo lo demás que venía tragando. ¡PARECÍA UNA COLUMNA GRIEGA DE COLOR CARNE! Involuntariamente mi boca aceleró la chupada. Y SE LA ESTABA SOBANDO CON GESTO INDOLENTE... Me hizo pensar en el dios Zeus. Iba a ser una gran pena que tuviera que derramarse en el aire, me compadecí, mientras apuraba la paja que con ambas manos le hacía a la poronga de mi querido amigo. Yo no podía separar los ojos de ese monumento al falo, y veía como sus manos bajaban y subían sobre su enorme grosor, dejando el estupendo glande al aire. Sin saber por qué, me pregunté si mi boca sería capaz de de engullir semejante bocado. Y me contesté que por mi marido sí, era capaz de cualquier cosa. Tan distraída estaba por el esplendor de esa poronga de colección, que no me dí cuenta de la aceleración que le había dado a mi paja-mamada y me sorprendí cuando lanzando ruidos de estertor, el nabo de mi amigo se echó hacia delante, y me empezó a llenar la boca de semen. "Esto es en tu nombre, Armando", pensé mientras aferrando con ambas manos esa pulsante polla iba tragando descarga tras descarga, hasta que mi boca no encontró nada más que succionar.
Norberto había quedado fuera de combate, pero su amigo me miraba con una gran sonrisa, mientras continuaba pajeando su enorme polla. Se me hizo agua la boca, y pensé que sería una descortesía no tener al menos una pequeña atención hacia la verga del amigo de mi amigo, que nos estaba ofreciendo tan generosamente su casa para que yo pudiera venerar la polla de mi marido.
Así que me acerqué en cuatro patas quedando mi vista a la altura de sus enormes bolas, y tragando saliva, elevé la mirada a lo largo de su fantástica erección y le dije a Gustavo: "No te sigas pajeando, Gustavo, dejá que yo me ocupo..." Y trepándome sobre sus rodillas, aferré el rosado pollón con ambas manos. Y me corrí. "Armando" pensé "¡las cosas que me obligás a hacer...!" Sentí que unas manos consideradas me estaban librando de la falda y la braguita, cosa que iba a ser buena, así se secaban. Y me aboqué a adorar ese gran don que la naturaleza le había dado al amigo de mi amigo. Primero se la olí en toda su extensión, después se la cubrí de besos, y justo cuando acababa de rodear su glande con mi boca, comenzaron a salir los chorros de espesa guasca. Los ojos se me pusieron vidriosos mientras saboreaba la inesperada ofrenda, y me daba cuenta de que el pobre muchacho se había calentado mucho viendo como se la mamaba a Norberto, y lo comprendí, y se la seguí chupando hasta desagotarlo bien y dejarle el gordo glande completamente limpio. Ah, y de paso, me estaba corriendo nuevamente, impactada por la impresión de la sorpresa. Luego, mientras mi boca se entretenía con los vellos de la raiz de su nabo, le dediqué un pensamiento de enamorada a mi esposo, y me puse a besarle las bolas enormes que estaban bajo la raíz. Fue al contarle la emoción de ese momento a mi padre confesor que él me invitó a pasar de su lado de la cabina del confesionario, pero no nos adelantemos a los hechos.
Gustavo me sacó la remerita, dejando mis masivos melones rebotando en el aire, y sentándome en su rodilla comenzó a ocuparse de uno de mis grandes y gruesos pezones. "Esto no es lo que habíamos convenido..." pensé mientras mi mano se aferraba a la raíz de su pollota, pero luego recordé que con Gustavo no había convenido nada, de modo que no sabía cual conclusión sacar. Pero no tuve tiempo para eso porque entre mis muslos se había colado la cabeza enrulada de Norberto que comenzó a besar y lamer mi intimidad. Eso tampoco lo habíamos convenido, pero comprendí que era un modo de expresarme su agradecimiento. Ya que si bien yo se la había mamado pensando en la pollita de mi amado Armando, los chorros y el orgasmo habían sido de mi nuevo amigo. Así que separando más mis muslazos dejé que se diera el gusto, para qué están los amigos, sino.
No sé muy bien como fue, pero en cierto momento me encontré a horcajadas sobre el nuevamente parado nabo de Gustavo metido hasta las profundidades de mi alma de mujer, mientras la lengua de Norberto jugaba a la entrada de mi ojete. Me sentí conmovida por la devoción de mi amigo, así que cuando reemplazó la lengua por su muy respetable polla, pensé que era un premio merecido por el cariño y el respeto que me estaba prodigando.
Y luego empecé a ver pajaritos de colores. Afortunadamente uno de los pajaritos tenía la cara de Armando, así que me día cuenta de que iba por el buen camino. Mis dos entradas estaban tan, pero tan, bien ocupadas y frotadas, que pronto todos los pajaritos tenían la cara de Armando.
Cuando ambos acabaron de correrse dentro mío, y yo continuaba corriéndome y corriéndome por pura inercia, me fui deslizando hasta la alfombra, y allí me quedé, gimiendo suavemente.
"¿Viste lo puta y reputa que és?" escuché decir a la voz de Norberto, y desde mi conciencia adormecida me sonreí por el dulce sentido del humor de mi amigo.
"¡Reputísima!" aprobó Gustavo mientras con el dedo gordo del pié hurgueteaba entre mis vellos vaginales. "¡También, con ese cuerpote...!" Yo no entendía muy bien lo que decían, pero sabía que me estaban halagando, y en el entresueño acomodé mi vagina para que el dedo gordo pudiera jugar mejor en ella. Y luego volví a dormirme, sintiendo que estaba entre amigos.
En cierto momento de mi entresueño escuché la voz de Gustavo diciendo "¡Mirá ese culo...! ¡Yo tengo que probarle ese orto...!" Al principio no entendí muy bien a qué se refería, pero después lo fui comprendiendo, sintiéndome bastante halagada en el proceso. Así que seguí ensoñando con las grandes cosas que me brindaba la vida, mientras sentía una de ellas y pensaba en mi marido.
Antes de despedirme quise besarles las pollas en nombre del amor que siento por mi marido, y me dejaron. Claro que una cosa llevó a otra y al final me tragué el semen de ambas. Pero creo que fue por el entusiasmo que puse.
Y me fui por las calles taconeando, mientras sentía todavía el gusto y el olor de esas muy viriles pollas. Y me reí por dentro, al pensar que Armando no sabía como me las había ingeniado para mamársela a control remoto.
Seguramente, cuando a la noche llegó a casa, mi adorado esposo pensaría que iba a querer mamársela. Pero ¡de ninguna manera!, me encontró durmiendo totalmente desinteresada de su polla. Es que una tiene su dignidad.
Espero tus cartas a bajosinstintos4@hotmail.com . No me pidas chateos ni fotos. No puedo evitar que tú me envíes las tuyas y mirarlas a escondidas cuando mi amado Armando duerme. Pero lo hago por cortesía, no porque me guste ver vergas grandotas, no importa donde ponga la mano mientras las miro.