Demasiado tímida para oponerme (20)

Mi suegro me quiere mucho, y me lo demuestra muchas veces cada vez que vamos con mi marido a su casa. Pena que mi esposo no haya heredado su más bella cualidad...

Demasiado tímida para oponerme (20) por Bajos Instintos 4

Bajosinstintos4@hotmail.com

A Kendor, con afecto.

Cuando mi marido se fue al supermercado, mi suegro no perdió ni un minuto para empezar a cogerme en la cocina. Don Marcos es un sesentón robusto y entusiasta, al menos conmigo es muy entusiasta. Yo lo dejo hacer, porque ya aprendí que es inútil tratar de detenerlo. Menos aún cuando ya sacó la tranca afuera del pantalón y me la está refregando contra mis braguitas. Yo adopto una actitud indiferente, y cuando siento que mi intimidad se va empapando, elevo mis ojos al cielo y pido al Señor que este acto de piedad filial de mi parte, me lo anote como otra victoria de mi estoicismo contra las tentaciones de la infidelidad. Así que cuando me corre la braguita y me introduce su tranca con jadeos apasionados, dejo que me abrace y me estruje a su antojo, y le respondo con algunos gemidos y jadeos, más que nada para mantener la unión familiar. Y cuando me besa en la trompa repitiéndome que soy una puta, no lo contradigo porque yo creo que a las personas mayores no hay que contradecirlas, y si él se hace ilusión con eso, bueno.

Claro que tantas fricciones y tanto apasionamiento van elevando mis sensaciones genitales, hasta que termino corriéndome, mientras me aferro a sus fuertes espaldas, jadeando y con las piernas rodeándole la cintura.

Como él es un hombre mayor, tarda más en llegar a su orgasmo, pero eso es comprensible, y yo lo espero pacientemente mientras me sigue dando y dando. Y como premio, me sigo corriendo y corriendo. "Conchita de oro" me dice mi suegro mientras me serrucha con su tranca. Y a mí me agarra un sentimiento de afecto filial muy intenso, porque me siento protegida, y le lleno la cara de besos, especialmente en la boca, mientras respondo con rápidos movimientos de mi coño a sus cada vez más frenéticas embestidas. Generalmente, en ese momento mi suegro se corre, y puedo sentir como late su bolla mientras jeringuea semen en mis recónditas intimidades. Luego nos quedamos abrazados un rato. Y después seguimos con las tareas de la cocina, hasta que vuelve mi marido del súper, cargado de bolsas. Armando es muy feliz ayudando a su padre.

Luego comemos como una familia unida charlando de todas las cosas que las familias suelen charlar.

"Yo me voy a hacer la siesta" dice mi suegro después de almorzar. "Y yo lo voy a arropar, para que duerma bien", digo yo con juguetona ternura, mientras lo sigo a su dormitorio, y Armando me mira agradecido antes de irse él mismo a hacer su propia siesta. Siempre está cansado para esa hora, porque la noche anterior, al ser sábado suelo pedirle muchas muestras de su amor, y por la mañana temprano algunas más. Así que para después del almuerzo se cae de sueño. Y sé que por tres o cuatro horas no se va a despertar. Don Marcos también lo sabe, así que una vez que oímos el ruido de la puerta del dormitorio al cerrarse, don Marcos me hace el culo.

Pero primero me lo besa, como para hacer surgir en mí un gran sentimiento de amor filial. "Es un hombre grande" le digo a Dios "y merece nuestra piedad" mientras siento sus besos con lengua por toda la redondez de mi culo. Yo elevo el culo en pompa, de modo que el anciano se sienta feliz. Y con los besos que me sigue dando y dando, yo también me siento feliz, al pensar cuanto le debo estar agradando a Dios.

Al final, claro, llega el momento de la verdad. Y mi suegro me va introduciendo su tranca en el ojete. Ahí yo siempre suspiro, para que él sepa que yo estoy conforme, bueno, no estoy muy segura de por qué, pero siempre me sale un gran suspiro. El sentir la dureza de su tranca entre la tierna suavidad de mis glúteos siempre me produce una sensación de bienestar, como si estuviera con mi padre. Y mi agujerito se abre gentilmente al paso de esa enhiesta polla, casi diría que con gusto. Mi suegro me sigue diciendo puta, reputa, y todas esas cosas cariñosas mientras le da a la tranca. Bueno, mientras le da a mi culo. Mi ojete no se hace ningún problema, porque cosas más grandes ha recibido, aunque hay que reconocer que el padre de mi marido tiene lo suyo. Extraño que mi Armandito no lo haya heredado, pienso mientras mi ojete compara tamaños y en ese momento suelo correrme. Pero no me preocupo por don Marcos, porque el sigue dándole y dándole. Para cuando larga sus chorros en mis entrañas, ya me he corrido varias veces. Y al final me quedo despatarrada en la cama, ahíta de satisfacción.

Pero don Marcos es insaciable, y aunque su miembro chorreante ya no está en condiciones de más guerra, él se prende de mi concha y me da un banquete de lamidas al que respondo con una catarata de gemidos. Mi suegro es capaz de pasarse horas dándole a la lengua, y al final se pone arriba mío haciendo un sesenta y nueve, de modo que puedo besar y lamer su peludo culo. Corriéndose un poquito para atrás deja su picha al alcance de mi boca, que rápidamente se la empieza a chupar. Claro, mi boca es muy caliente, y mi lengua muy activa, de modo que pronto tengo su poronga completamente hinchada, y se la chupo y se la chupo, hasta que me llena la boca de leche. Y yo siento que estoy pasando una verdadera tarde en familia.

Luego de permitir que complete sus tres horas de siesta, voy a despertarlo a Armando. Y nos damos una buena merienda con el papá, en la mesa del comedor diario.

Después el viejo insiste en que veamos una película en televisión, apaga la luz, y me lleva al sofá con él. Armando entiende que es bueno para su padre que yo le haga compañía en el sofá, porque sabemos que su papá es un hombre muy solitario, y hemos acordado hacerle sentir la mayor cantidad de afecto filial que puédamos. Así que, mientras mi esposo se enfrasca en la película, don Marcos se ocupa de toquetearme en el sofá. Juega con mis tetones por dentro de la remerita, poniendo mis pezones a mil, y elevando prodigiosamente la irrigación de la zona. A esa altura suelo girar mi cara para darle un apasionado beso de lengua, y le agarro la picha por encima del pantalón con el mismo apasionamiento. Entonces él mete sus manos bajo mi faldita y con sus gruesos dedos va restregando mis vellos púbicos, hasta que abro bien las piernas y dejo que sus dedos me lleven al cielo. Como la mano que aprieta su miembro expresa con apretones extásicos los sentimientos que sus tocamientos me van produciendo, no tarda mucho en estar apretando una respetable poronga, con tantas ansias que pronto la siento temblar y llenarme la palma con su eyaculación a través del pijama. Eso, y el modo en que su mano me aprieta la concha abierta, hacen que quede completamente despatarrada luego de un estruendoso orgasmo.

Después nos acomodamos para seguir más o menos viendo la película, y para cuando esta termina, la mancha se semen en su pantalón pijama está casi seca, aunque bastante olorosa si uno le acerca la nariz para chuparla. Me encanta el sabor del semen seco. Y si fue conseguido en una situación de tanto afecto, aún más.

Después de cenar nos vamos, con la mano de mi suegro acariciando mi culo mientras nos acompaña a la puerta.

Nos despedimos calurosamente y nos vamos, abrazados por la cintura, bajo la mirada aprobadora del padre de Armando.

"Es un hombre algo mayor", comenta Armando, "y hay que ver cuanto tiempo más estará con nosotros..."

"Ojalá sea mucho tiempo" murmuré, solidaria. "Tendríamos que venir más seguido", agregué.

Sé que este relato de estoicismo filial, de afecto leal hacia el padre de mi amado esposo, debe haberte conmovido, al pensar en las cosas que puede hacer una amante cónyuge para mantener la unidad familiar, dándole el gusto a mi marido acompañando a su padre como una verdadera hija más, Si quieres expresarme tu emoción, puedes escribirme a bajosinstintos4@hotmail.com Eso sí, nada de pedirme fotos ni chateos.