Demasiado tímida para oponerme (18)
Fanny, la hermana de mi marido, le pide que yo vaya a cuidarla esta noche, porque no se sentía bien. Cuando llegué a su casa, me explicó que me necesitaba como compañera, para salir esa noche con dos muchachos que nos llevarían a bailar. A mi me pareció que eso no sería infidelidad, sino más bien solidaridad filial para con mi casi cuñada.
Demasiado tímida para oponerme (18) por Bajos Instintos 4
Este sábado Armando, mi marido, me dijo que su hermana Fanny andaba con problemas y que me pedía que la acompañara por la noche, porque no se sentía bien. Naturalmente, accedí.
Durante las vacaciones de verano en Punta del Este, en la casa del novio de Fanny, habíamos hecho buenas migas entre nosotras, aunque al principio pensé que era un poco atrevida. Pero después dejé de pensarlo.
El atrevido era José, su novio, que intentó propasarse conmigo y casi lo logra. Pero nunca me decidí a contarle esto a Fanny, para conservar la unidad familiar.
A media tarde me arreglé bien coqueta, para levantarle el ánimo a Fanny, desde su misma puerta de entrada, y me fui para su casa, despidiéndome de Armando hasta el otro día.
Coqueta, pero informal, como siempre. Al fin de cuentas no iba a andar tratando de impresionar a la que casi era mi cuñada. De modo que fui con una de mis remeritas de tela fina, pues me gusta que mis tetones puedan respirar. Y mi faldita cortona, como ahora se usa, si bien mi cola ha subido dos talles desde que la compré, así que parece a punto de reventar bajo la potencia de mis glúteos. Pero no es cosa de ir presumiendo. Una se pone la ropa que tiene y no va a entrar en gastos sólo por el que dirán.
Fanny me recibió con mucho afecto. Inmediatamente me acostó en el sofá y se dio un banquetazo con mi concha. Yo me sentí muy conmovida por su demostración de cariño. "Así es como se hace que una familia sea unida" pensé mientras me iba elevando a las alturas.
Luego me explicó que no tenía ningún problema, pero que quería una compañera para ir a bailar esa noche. Me sentí muy aliviada de saber que no le pasaba nada malo. Así que cuando me sentó su concha en la cara me sentí muy feliz mientras me la refregaba y yo se la lamía con entusiasmo. Por alguna causa desconocida, me corrí lamiéndola. Supongo que una parte de mí gusta mucho de ser servicial con la familia.
Me contó que José, su novio, estaría ese fin de semana trabajando en la provincia, así que ella aprovecharía para salir con un muchacho que la venía rondando. Y que le pidió que trajera un amigo para mí. Le agradecí su atención, pero recordándole que, dada mi condición de esposa fiel a su hermano, no pasaría nada de tipo sexual entre ese muchacho y yo. Pero que igual la acompañaría, porque entre familiares debíamos ayudarnos. Fanny me sonrió y me dijo "esperá a que lo veas..." lo que no supe muy bien cómo interpretar.
Luego procedió a maquillarme. "No podés ir con la cada lavada" me explicó, "estarías fuera de lugar". Y me puso tanta pintura como se le dio la gana. Cuando me vi en el espejo, casi no me reconocí, tenía toda la pinta de una callejera, una buscona de las peores. "Eso es para animar a tu pareja, me lo vas a agradecer..." "con esto me parece que se van a animar todos" opiné, sintiéndome un poco extraña.
Faltaba poco para que llegaran los muchachos, cerca de la media noche, cuando llamó Armando, Fanny me pasó el teléfono. "¿Cómo está mi hermanita?" con ansiedad en la voz. "Mejor, algo mejor", le dije. "¿Voy para allá?" "¡Noo!" lo atajé, (los muchachos ya estarían por llegar), "ya nos vamos a dormir". Me dio las buenas noches y una serie de recomendaciones para que cuidara de Fanny, que escuché pacientemente, mientras ella con dedos suaves me acariciaba el coño por sobre la tela de la faldita. "Cualquier cosa que necesiten, llámenme, yo me voy a quedar despierto" "Mejor dormí" le aconsejé, mientras mi concha se ofrecía generosamente a las caricias de mi amiga, que siguió haciéndome de las suyas hasta que llegaron nuestros compañeros. Para cuando tocaron el timbre yo me estaba tambaleando próxima a un nuevo orgasmo. Pero Fanny fue rápidamente a abrirles, dejándome en ese lamentable estado. Creo que lo hizo a propósito.
Los dos muchachos entraron en el living exudando algo salvaje, se los veía muy machos. O al menos eso fue lo que yo sentí, aunque las caricias que había estado recibiendo podían tener algo que ver con esa sensación.
El de ella era más bien bajito, y no me pareció gran cosa, al punto que llegué a pensar que debía tener algo muy grande escondido el petizo. Posiblemente fuera su simpatía, o sus dones intelectuales.
En cuanto al que me correspondía a mí, tuve que tragar saliva. Era decididamente alto, con un toque de rudeza, quizá dado por su barba negra de dos o tres días, o por el tono moreno de su piel. Y, sin duda, tenía olor a macho. Tanto que tuve que mirar para abajo para ver qué portaba bajo el jean. Casi salgo corriendo. Bajo la dura tela se apreciaba un bulto enorme, como su llevara un gran miembro enrollado. ¡Y no estaba para nada erecto! ¡ese era su tamaño en reposo! Desvié la mirada rápidamente, para encontrarme con sus ojos, que no se habían perdido nada. "Yo soy Andrés" me dijo con su voz ronca y varonil, tomando mi mano entre las suyas. Yo me quedé tartamudeando por la impresión, y porque la sensación de esas manos fuertes y calientes me quitaba mi capacidad de charla social. "Ella se llama Julia" dijo Fanny con una carcajada, al ver como me había puesto. "Es la mujer de mi hermano", completó.
El hombre, porque eso era mucho más que un muchacho, recorrió mi figura de arriba abajo, deteniéndose en mis abundantes tetones, en mis caderas, en mis bien torneados muslos y siguió hasta mis zapatos con tacones aguja, sobre los que me estaba tambaleando en situación algo inestable, por los nervios. El examen pareció haberle satisfecho, porque tomándome por el brazo me conduzco hacia el coche. Para recordarme mi condición de esposa fiel, traje a mi mente el rostro de Armando, y vi su rostro dormido. "Por suerte, ya debe estar durmiendo" pensé, plenamente conciente de la mano viril que tenía en el brazo, produciéndome dulces sensaciones con su rudo contacto. Así que, dando risitas tontas, me introduje en el auto. No me molestó que pusiera la malo en mi cola para ayudarme a entrar al vehículo. Ni tampoco que mantuviera el contacto, acompañando a mi culo sin dejarlo en ningún momento, con su grueso dedo medio entre mis glúteos, como si los estuviera saboreando. Tuve esa impresión, al menos, pero no me molestó, sino todo lo contrario, ya que lo interpreté como una gentileza de su parte, así que lancé más risitas tontas y me dejé tocar el culo.
Y no dejé de emitir risitas tontas en todo el viaje. Él me decía cosas por lo bajo en el oído, con su voz tan viril, y aunque no entendí ni palabra, no podía dejar de reirme. Quizá por el picor íntimo que esa voz cálida me producía. De cualquier modo tenía muy en claro que reírse no es ser infiel, y que la seguridad de mi matrimonio no corría peligro alguno. Pero, por alguna causa, no pude dejar de seguir riéndome como una tonta todo el tiempo.
Al terminar el viaje me había tranquilizado bastante. Apenas se sentó a mi lado en el asiento trasero del coche, Andrés puso su brazo por encima de mi hombro, y vi como acercaba su cara a la mía. Y antes de que pudiera reaccionar, me había dado un beso, sabroso sí, pero corto, como para presentarse. "Para romper el hielo", me dijo. "¿Qué hielo?" dije yo, y me tenté nuevamente. Pero después me quedé tranquilita, apoyada contra su hombro, que me brindaba un sentimiento de seguridad. Su mano acariciaba mi hombro, aunque a veces bajaba un poco más de la cuenta, pero todo dentro de lo normal. Yo me quedé algo adormilada, con la imagen del rostro de mi esposo Armando, como un ángel guardián que supervisaba mi sueño.
Cuando bajamos, Andrés me ayudó con su mano, igual que antes. Se ve que es su modo de ser cortés, pensé. Mi culo agradecido, porque una caricia afectuosa no le hace mal a nadie.
Pero ya en la disco las cosas se pusieron distintas. Fanny y su amigo se fueron a bailar, perdiéndose entre el gentío de parejas que se movían desenfrenadamente. "¿Vamos nosotros también?" me preguntó Andrés tomándome de la mano. Al sentir el calor de su piel no pude negarme. Por suerte en la pista tocaban un tema lento, así que no tuve que andar bamboleando mis redondeces. Con una mano en mi cintura, Andrés me apretó fuerte contra su cuerpo. Ahí sentí que era oportuno aclararle las cosas. "Andrés", le dije, "yo no sólo soy una mujer casada, sino una mujer casada que ama a su marido". "Qué bien" susurró su caliente voz en mi oído. Y pude sentir los pelos de su mejilla contra mi rostro. Pero no fue lo único que pude sentir, porque nuestros cuerpos seguían pegados el uno al otro, durante todo el trayecto hasta abajo. Mis melones contra su pecho, mi cintura contra la suya, mis muslos contra los suyos... Y entre ellos, justo donde se abrían, el bulto inconfundible de su tremenda manguerota enrollada. Era inútil intentar disimularlo. "Espero que esa cosota no se pare, Andrés", le dije con algo de temor. "porque yo no soy una mujer infiel..." concluí el concepto, para que lo tuviera bien en claro. "No te preocupes, tendría que excitarme para que eso ocurriera" contestó la voz gruesa en mi oído, mientras abajo la manguerota se apoyaba más en mi intimidad. Su respuesta me amoscó un poco, ¿quería decir que yo no le resultaba excitante? Me pareció una insolencia de su parte. "¿Entonces no corro ningún riesgo si se producen algunas frotaciones por allí abajo?" le susurré con voz deliberadamente sensual. Le daría una lección al tipo ese. "Ninguno" corroboró la voz en mi oído, mientras la manota en mi cintura me apretaba aún más contra su cuerpo, haciéndome sentir el enorme bulto contra mi intimidad. Me froté un poco, para probar la verdad de sus palabras. Y nada. Me froté un poco más. Y como tampoco hubo respuesta alguna, comencé a frotarme con insistencia contra el bultote, con mi conciencia de esposa fiel bien tranquila, ya que si al tipo no se le paraba, no había modo de considerar esto como una cosa sexual. Así que le seguí frotando el bultote con mi coño, con deliberada insistencia.
Hacía calor allí, y más calor entre nuestros cuerpos, y más calor aún en mi coño, ya que tanta fricción estaba produciendo sus efectos. Por mi nariz entraba su olor a macho haciéndome sentir un poco mareada. Y seguí con mis frotaciones, teniendo por única respuesta una caricia en mi espalda de la fuerte mano que me estrechaba contra su cuerpo. Pero yo estaba empecinada, decidida a sacarle una respuesta corporal, y seguí frotando mi intimidad contra la suya. Al fin obtuve una respuesta, su mano bajó hasta mi culo, empujándome más contra su bulto, con lo cual la restregada se hizo más intensa. Esto me estaba produciendo un picor en mi cosita que no había previsto. Llevábamos unas tres piezas bailadas, así que le pedí que me llevara a la mesa, el me condujo con la mano en mi culo y mientras caminaba pude sentir cierta humedad en mi entrepierna. El problema era que el picor en mi entrepierna se había lanzado, la zona parecía un hornillo, y cuando por fín me senté, me corrí silenciosamente sobre el asiento. Agradecí al Señor el no haberme corrido antes, ya que podría haber sido mal interpretada. Así que seguí corriéndome, con los muslos apretados, en medio de las intensas pulsiones de mi coño.
Cuando la visión se me volvió menos turbia vi la sonrisa en los ojos de Andrés, que me observaba con simpatía. Me sentí bastante confundida y no sabía muy bien donde estaba, pero sentí que debía continuar la conversación con naturalidad, para disimular mi turbación, pero tampoco recordaba de qué conversación se trataba, así que farfullé lo primero que me vino a la cabeza: "muy, muy fiel, jamás engañaría a mi marido..." No supe por qué me había salido eso, pero me pareció que no estaba mal. Andrés, por su parte, se rió, y me sirvió más champagne en la copa. Le expliqué que no acostumbraba beber desde que vi que a una amiga mía el alcohol la convertía en una mujer fácil, bueno, más fácil. "Mejor" dijo Andrés, mientras continuaba reponiendo la bebida en mi copa.
Al ratito giró su torso hacia mí. "¿No te intriga saber por qué no se me paró mientras bailábamos?" Casi me atraganto con la bebida. "N-no, n-no," alcancé a tartamudear, "ni se me pasó por la cabeza". "¡Mentirosa!" se burló el hombre. "Pero si no te interesa no te cuento" y giró nuevamente, dándome su perfil. "No es que no me interese" dije tratando de no ser descortés, "si te hace sentir mejor, contámelo".
"En realidad sí se me para, y no sabés cuanto..." El tema había atrapado mi atención. "A mí lo que me calienta son las tetas", continuó. Involuntariamente me moví como para que notara mis melones. "Cuando juego con tetas me pongo a mil" "Ah, sí...?" balbuceé. "Y tengo que tener el miembro afuera, sino después no lo puedo sacar del pantalón" "¿Ah, no... ?" volví a balbucear, tragando saliva. "No, porque me crece y me crece y me crece y se pone rígido y caliente", volví a tragar saliva. "Yo te lo mostraría, pero vos sos una mujer casada y enamorada de su marido" me explicó. "Cla-claro" musité. "Porque la mayoría de las mujeres, cuando ven lo grandota que se me pone parada, se vuelven locas, hasta las casadas", agregó. "Se agarran a mi palo con ambas manos y me lo acarician, amasan, estrujan, besan y lo aprietan contra sus cuerpos ¡hasta acaban!" Yo sentí que me estaba poniendo húmeda. "Por desgracia vos sos una mujer fiel y no te la puedo mostrar..." continuó Andrés. "Sí, por desgracia..." musité yo incoherentemente. "Es una pena" agregó, "porque me gustaría que vieras el grosor del tronco, cuando se pone duro, y como se le marcan las venas..." "Sí, es una pena" concordé, absorta en la imaginación de aquel gran miembro. "¿Y se te pone muy colorado?" me sorprendí preguntándole impulsivamente. "¡Síi, no sabés cuanto! ¡La cabezota se me pone roja, a veces casi morada, y el tronco es más bien oscuro...!!" dijo con entusiasmo. "Pena que nunca vayas a poder vérmelo..." "Pena, sí..." musité. "Además necesitaríamos un lugar cerrado, para sacarla afuera del pantalón mientras jugaría con tus tetones" dijo mirándomelos con lujuria. A estas alturas mi entrepierna ya estaba casi burbujeando. "Un lugar cerrado, como el coche" continuó, implacable. "Así yo besaría tus tetones, y los amasaría y los chuparía y les haría todo tipo de cosas, mientras vos verías como se me iría desplegando el miembro" Yo tenía la boca llena de agua. Y traté de recurrir a la imagen del rostro de mi Armando, para tranquilizarme, pero estaba durmiendo, así que me quedé sola frente a ese hombre, que me dominaba con su sola presencia y sus palabras.
"Es una pena que nunca puedas regodear tus ojos con mi poronga" dijo con un lenguaje un poco inapropiado. "A menos.... a menos que..." "¿¿Sií??" pregunté con la voz quizá un poco demasiado ansiosa. "A menos que lo consideráramos un experimento científico" dijo él, "eso no podría considerarse una infidelidad" "N-no" concordé, "¡eso no sería infidelidad!"
Y nos fuimos derecho para el coche, siempre conducida por su mano en mi culo. Una vez dentro, él desabrochó su bragueta sacando su gorda manguera flácida. Tenía más del doble del tamaño de la de mi amado Armando en estado de erección. "Eso sí" se detuvo antes de empezar, "aunque para vos sea sólo un experimento, yo me tengo que calentar, así se me para..." "Cla-claro" balbuceé haciéndoseme agua la boca. "Y aunque vos no sientas nada cuando juegue con tus tetonas, yo sí tengo que sentir, ¿me comprendes?" Le aseguré que lo comprendía. Y me tendí sobre el asiento para que él pudiera jugar con mis melones.
Primero, sin quitarme la remerita, comenzó a tocármelos a través de la delgada tela. Luego de diez minutos de la toqueteada, yo había entrado en un estado próximo al lirismo. Andrés continuaba amasándomelos y acariciándomelos sin detenerse más que para apretar mis pitones a través de la tela. Mis braguitas estaban completamente encharcadas, pero yo esperaba que él no se diera cuenta. Con las palmas abiertas hacía amplias rotaciones sobre mis melones, frotando mis pezones de paso. Luego pasaba a aferrármelos, imprimiéndoles distintos movimientos rotatorios, mientras mis jadeos se iban haciendo más ostensibles. Después volvían a mis pitones, torturándolos a través de la remerita. Yo me había puesto loca por tanto tocamiento, amasamiento y pellizcamiento, y procurando que no se me notara dejé que los temblores invadieran mi bajo vientre mientras me corría con estremecimientos. Pero traté que el hombre no se apercibiera, para que no pensara que yo estaba faltando a mi parte del trato.
Cuando volví a mirarlo, su miembro había engordado mucho, aunque todavía no se había parado, pero ya era una cosa imponente. Así que elevando los ojos al cielo, encomendé mi virtud material al Señor, dejando mis tetonas en manos de mi compañero.
Después de unos veinte minutos me sacó las tetas afuera. Fue tan grande la impresión de sentir sus manos piel contra piel contra mis tetones, que me corrí nuevamente, claro que ya venía recibiendo una abundante preparación para eso, pero igual traté de que no se notara, y sólo me permití exhalar un gran suspiro.
Andrés era metódico en sus tocamientos. Estuvo un largo rato agarrando mis enormes pechos por los pitones, estirándomelos y luego empujándomelos hacia dentro, una y otra vez, manteniendo un ritmo lento e implacable. Yo sentía como si mis tetones ya no me pertenecieran, y presenciaba el sádico juego de Andrés como si fuera una extraña. Eso sí, una extraña que se corría por las sensaciones que estaba experimentando en sus tetas.
Pero Andrés era completamente respetuoso de mi condición de mujer casada. Y sólo se dedicó a mis tetones, sin intentar calentarme.
Cuando volví a mirar, su sexo iba camino a la erección, aunque ya semi-erecto era algo completamente impresionante.
Andrés puso su boca sobre uno de mis pezones, abandonándolo tan sólo para besarme una y otra vez el tetón con su boca húmeda y caliente, mientras continuaba agasajando mi otra teta. Yo ya estaba viendo pajaritos de colores, con la mirada vidriosa y extraviada. Pero como él seguía comiéndome las tetas, creo que no se dio cuenta de cómo me estaba corriendo una y otra vez.
"¡Ya está!" exclamó triunfal, y guió mi cabeza para que pudiera admirar su tremendo pene en furiosa erección. "¡¡¡ahh!!!" exclamé con la voz ronca, mientras la sola visión de semejante pedazote hizo que volviera a correrme.
"Ahora estoy con un problema" me confesó el hombre con gesto compungido. "N-no no parece" farbullé viendo cimbrar ese portento ante mis ojos. Parecía un monumento al falo.
"Lo que pasa" me explicó serio, su enorme miembro continuaba vibrando suavemente ante mis azorados ojos, "es que una vez que se me para, necesito que alguien me ayude a bajarlo..." y agregó con voz preocupada: "debí haberte avisado antes" "Naturalmente, podés negarte, no tengo derecho a pedirte que me ayudes..."
"¿... y q-qué tendría que hacer?" pregunté deseosa de sacar al pobre hombre en la situación en que se había metido por hacerme una demostración.
"Lo que te parezca, lo que se te ocurra, deja que tu imaginación vuele, apela a tus sentimientos", me pidió con cierta ansiedad en la voz.
Así que, dispuesta a auxiliarlo inmediatamente, puse manos a la obra. Bueno "obra" es un modo de decir. Le agarré la gran porongota con ambas manos, sin casi poder cerrarlas dado su enorme grosor. Estaba caliente y si no fuera un sentimiento ajeno a mi condición de esposa fiel, diría que me calentaba aferrar ese tremendo salchichón duro y pujante. Bajar eso parecía una tarea imposible, pero me aboqué a ella con fervor. Durante quince minutos estuve pajéandolo con ambas manos, pero no alcanzaba, así que me decidí a recorrerlo con mi caliente boca mientras se lo lamía de base a punta. Mientras estaba abocada a mi noble tarea me volví a correr, aferrándome de la gigantesca polla para no caerme. Pero seguí chupándosela, pajéandosela y apretándosela con todo el entusiasmo que me salía, que era mucho. La verdad es que estaba enloquecida con esa porongota, sobre todo porque al no haber penetración mi condición de esposa fiel no correría riesgo.
Poniendo la boca bien abierta sobre el glande, aunque no podía introducírmelo le daba todo mi calor, y con las manos le hacía una paja apasionada, esperando que pronto se me llenara la boca de la leche del pobre hombre. Pero, aunque la cosa iba avanzando, y yo seguía corriéndome de pura pasión solidaria, todavía faltaba. Así que pronto, poniéndome de cuclillas entre sus piernas, me abracé a esa maravilla dura y caliente, rodeándola con mis tetones. Ahí sí, sentí una diferencia. Andrés echó un gemido y su poronga dio un salto, sin duda de excitación. Así que comencé darle al arriba y abajo, una y otra vez, en una caliente y tierna paja entre mis tetones, hasta que sentí que comenzaba a estirar las piernas, mientras exhalaba exclamaciones de placer. Por mi parte tampoco la estaba pasando del todo mal, el olor que emanaba esa poronga me estaba poniendo muy, pero muy, romántica, así que yo también acompañaba sus gemidos con los míos.
La paja con mis tetones era incansable y entusiasta, sentía el tronco ir y venir mientras lo amasaba con mis melones. Y yo continuaba loca de pasión solidaria, aunque alguien podría haberla confundido con lujuria. Y cuando sentí los estremecimientos crecientes anunciando su inminente orgasmo, me apliqué a fondo, arreciando contra esa virilidad atrapada por mis pechotes, apretándolo y estrujándolo hasta que, hinchándose aún más, comenzó a escupir grandes chorros de leche que me llenaron la cara, la boca, los tetones, los hombros y el pelo. Naturalmente, ante tanta respuesta de su naturaleza viril, volví a correrme, quedando abrazada a su choto mientras paladeaba el gusto de su leche. Fue un momento romántico, verdaderamente, de esos que sólo se dan entre grandes amigos.
"Gracias" dijo con voz ronca cuando se fue reponiendo. "No fue nada" dije poniendo mi mejor tono de samaritana en la voz, "es lo menos que podía hacer por un caballero tan amable"
"¿Sentiste en algún momento que peligraba tu condición de esposa fiel?" preguntó con dulzura.
"Para nada", le tranquilicé, mientras con mi lengua le limpiaba los últimos restos de semen en el prepucio.
"Ah, que bien" suspiró aliviado, "tu marido es un hombre muy afortunado".
Y me dejó que se la continuara chupando hasta que regresó a su tamaño normal. Fue un gesto de afecto por mi parte, que no le molestó.
Cuando volvimos a la disco, Fanny notó los gotones de semen seco en mis cabellos y lanzó una carcajada de aprobación. "¡Veo que lo han pasado entretenidos!" festejó. "¡Nosotros también!" dijo, señalando al petizo que con grandes ojeras aparecía desvencijado en su sillón, completamente dormido. "Te lo prestaría" comentó, "pero creo que lo he dejado totalmente seco. Hoy ya no le queda nada para ordeñar."
Los muchachos nos devolvieron a la casa de Fanny bastante borrachas y contentas. Eran cerca de las siete de la mañana, y pensé que mi Armando todavía estaría durmiendo. "Mejor", pensé, "mucho mejor", mi Armandito trabaja mucho durante los días de semana, y tenía bien merecido su sueño dominguero.
"¿Te metió su porongota?" preguntó mi casi cuñada, ya desnudas en la cama. "Noo" contesté sin que pudiera evitar un dejo de nostalgia. "Me pregunto que habría pensado mi hermano, si hubiera visto a su fiel esposita, salir vestida como una puta, con un muchacho grandote y chuparle la pija. ¿Por qué se la chupaste, no?" "Entre otras cosas dije", sintiendo que su mano avanzaba sobre mi pubis. "Pero creo que Armando no hubiera interpretado bien la situación" dije mientras abría las piernas para que mi amiga se diera el gusto. Al fin de cuentas mis partes bajas no habían recibido visitas viriles esa noche, así que dejé que se solazara con ellas.
Cuando el teléfono me despertó, al medio día, descubrí que estaba en un sesenta y nueve con el culo y la concha de Fanny sobre mi rostro. "¿cómo está mi hermanita?" preguntó ansiosamente Armando, "ahora se ha puesto arriba" le contesté, mientras le daba una lamida entre el coño y el ojete, ante la cual Fanny removió la zona con placer. "¿Y mi amorcito?" "Un poco cansada, ha sido una noche larga..." "Claro" contestó comprensivo. "¿te venís ya?" "Seguramente me vendré en un rato" dije, sintiendo la lengua de Fanny puesta a trabajar. "Aunque mejor me quedo hasta media tarde" agregué antes de lanzar mi lengua sobre el ojete de su hermana.
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