Demasiado tiempo sin ti
Robé parte del calor de tu cuerpo, ya que en la calle hacía algo de frío. Noté como tus pezones comenzaron a ponerse duros mientras te seguía besando, cada vez más apasionadamente.
Llamé y abriste la puerta. Estabas en zapatillas. Tenías puesto un pantaloncito de algodón y una camiseta. Nos dimos un abrazo y comenzamos a darnos besitos. Robé parte del calor de tu cuerpo, ya que en la calle hacía algo de frío. Noté como tus pezones comenzaron a ponerse duros mientras te seguía besando, cada vez más apasionadamente. Te abracé con más fuerza para notar tus pechos y la dureza de tus pezones. Bajé una mano hasta tu culo agarrándolo con fuerza para empujarte hacia mí. Comencé a notar más calor y una extraña sensación en mi entrepierna. Sólo con los besos y el calor de tu cuerpo tuve una erección, pero los pantalones vaqueros la contenían. Tú también te diste cuenta de lo que me estaba pasando, porque notabas que algo crecía a la altura de tu pubis. Me cogiste el culo y me apretaste contra tu cuerpo para sentirme más. Comenzamos a andar lentamente hacia la habitación, sin dejar de apretarnos y sentir cómo nos calentamos.
Llegamos a la habitación y me desnudas, pensando que estaría muy cansado del viaje. Mientras me quitas todo lo que me separa de ti, yo seguía tocando tu culo a través del pantaloncito de algodón intentando adivinar qué braguitas llevabas puestas, pero debía ser un tanga, porque sólo sentía el calor de tu cuerpo en mis manos.
Te tumbé en la cama y me abalancé sobre ti. Te quité la camiseta y la anudé alrededor de tu cabeza, tapándote los ojos para que no pudieras ver lo que iba a hacer contigo. Mi miembro, que ya había sido liberado, estaba completamente tenso y apretaba tu entrepierna a través del pantalón.
Nos tumbamos de lado, abrazados, para que yo pudiese tocarte el culo con una mano y uno de tus maravillosos pechos con la otra. Tu respiración estaba muy agitada y se te escapó un gemido cuando soplé cerca de tu cuello. Instintivamente me lancé a lamerlo y besarlo. Eso te puso a cien y notabas que ya había demasiado calor y humedad en tu sexo. Estabas completamente excitada y querías sentirme muy dentro de tu cuerpo, pero mis besos en tu cuello te tenían inmovilizada.
Dejé de tocarte el culo e hice resbalar mi mano por tu cintura. Tú sabías que estaba buscando tu entrepierna y comenzaste a excitarte más y más. Sentías que el calor de tu sexo se iba multiplicando segundo a segundo y que la humedad que hace tiempo te había calado estaba a punto de comenzar a resbalar por tu cuerpo.
Tu clítoris estaba palpitando debajo del pantalón y tu flor estaba comenzando a abrirse. Sentías la necesidad de ser penetrada. Lo deseabas. Todo tu cuerpo lo deseaba, pero seguía paralizado por los besos y lametones que te daba en el cuello. No podías articular palabra, pero tu respiración y tus gemidos me confesaban esa necesidad que sentías.
Por fin, y después de interminables segundos de espera, puse mi mano en tu entrepierna, por debajo de tu clítoris, para que notases mis dedos en tu pequeña rajita y la presión del resto de mi mano en tu clítoris. Justo en el momento de posar mi mano en tu cuerpo, abrí la boca y te mordí en la parte izquierda del cuello con bastante fuerza. Notaste que un calambre salía de tu cuello y se dirigía directo a tu sexo, mientras que otro calambre salía de allí y se dirigía justo a la parte del cuello donde te había mordido. Cerraste los ojos con fuerza y gritaste como nunca lo habías hecho, mientras toda la tensión se iba acumulando en tu estómago hasta el delirio.
Me atrapaste la mano en tu sexo cerrando las piernas con todas las fuerzas que te quedaban mientras notabas que de tu rajita comenzaba a salir flujo de forma incontrolada. Yo seguía atrapando tu cuello con mi boca y mis dientes mientras tú no dejabas de correrte, apretando mi mano con tus piernas para sentir la presión en el clítoris. Mientras te estabas corriendo, me di cuenta de que debajo de los pantalones de algodón no había otra cosa que tu cuerpo y sentí que toda la zona del pantalón donde estaba mi mano se había empapado completamente y que el néctar de tu cuerpo había llegado a mi mano después de atravesar el pantalón. Comencé a masturbarte a través del pantalón y sentiste que estabas a punto de desmayarte en cualquier momento, mientras seguías corriéndote de forma desesperada. Tu cuerpo se arqueaba y se movía de forma espasmódica e incontrolada mientras un segundo grito vaciaba de aire tus pulmones.
Yo solté tu cuello y tú perdiste todas tus fuerzas. Tus piernas se abrieron y dejaron ver que en tu pantalón había una mancha oscura y brillante. Subí la mano y comencé a saborear mis dedos, completamente manchados por tu orgasmo. Un sabor denso y muy suave llenó mi boca. El sabor de tu orgasmo subió hasta mi nariz e inundó mi cabeza de un olor y un sabor tremendamente dulce.
Casi sin fuerzas, intentaste coger mi mano para saborear tu propio néctar, pero apenas quedaba un dulce olor en mi mano. Volví a poner mi mano en la mancha del pantalón mientras apretaba de nuevo mis dedos contra tu clítoris para que se volviesen a impregnar de tu orgasmo.
Subí la mano llena de néctar a tu boca. La oliste y te la metiste en la boca como si tu vida dependiera de ello. Comenzaste a saborearlo y un escalofrío recorrió de nuevo tu cuerpo y un gemido se escapó de tu boca. El sabor denso y suave llegó desde la boca hasta lo más profundo de tu ser y esta sensación hizo que te excitases de forma instantánea.
Te pregunté que si te gustaba y asentiste con la cabeza, mientras no dejabas de saborear mi mano. Te quité la mano de la boca y te dije que iba a ir a por más. Seguías con los ojos vendados, tumbada en la cama, sin fuerzas, pero completamente excitada. Estabas deseando sentir mi mano otra vez en tu sexo, rozando tu clítoris, acariciando el pelo rizado de tu pubis y sintiendo como uno de mis dedos se escurría dentro de ti. En vez de esto, sentiste que mi lengua fría se hundía dentro de tu cuerpo y que mi boca se apoyaba en tu entrepierna. Un gemido salió de tu boca en ese momento y otro mayor cuando mi lengua comenzó a jugar con tu clítoris. Volví a introducir mi lengua dentro de ti todo lo que pude y mi cara terminó de empaparse de tu orgasmo.
No querías que parase, pero subí otra vez para volver a besarte. Comenzaste a besar mis labios y a recorrer mi cara con tu lengua y tus labios para saborear de nuevo tu orgasmo mientras mi miembro rozaba tu excitado clítoris. Comenzaste a gemir otra vez mientras el sabor denso y suave volvía a llenar tu boca de nuevo. Querías sentirme dentro de ti como hace una semana y casi te quedaste sin aliento al sentir que parte de mi miembro comenzaba a meterse dentro de ti.
Comencé otra vez a rozar tu clítoris con la punta del capullo. Yo también estaba lleno de excitación con tanto juego, pero seguí jugando con tu entrepierna hasta que mi miembro quedó completamente empapado de tu orgasmo.
Volví a poner el capullo en el agujero de tu rajita. Tú esperabas que por fin te penetrase, pero yo también esperé unos segundos. Cuando empezaste a pensar que la tortura no iba a acabar nunca, te atravesé entera de un solo golpe. Por un instante notaste que tu corazón y tu respiración se habían parado. Abriste la boca, pero no salió sonido alguno. Yo me quedé quieto, dentro de ti, notando cómo tu calor casi me quemaba. Comencé un vaivén lento y, en cada movimiento de mi cuerpo, notabas como mi polla llegaba hasta lo más profundo de ti y que abría tu flor de par en par, ya que estaba más gorda que de costumbre; mientras, yo sentía tu calor, tu deseo y que me atrapabas, me apretabas para que no dejara de hacerlo.
Al poco tiempo, sentiste la necesidad de que aumentara el ritmo, pero mi vaivén seguía siendo lento y torturador. Destapaste tus ojos, me tumbaste en la cama y te sentaste encima de mi polla hasta que notaste que estaba en lo más profundo de ti. Comenzaste a moverte a un ritmo frenético, descontrolado. Querías que te llegase lo más dentro posible. Casi podías sentir la necesidad de que te hiciera daño. Seguías encima de mi saltando salvajemente, todo lo deprisa que te permitía el cuerpo. Más néctar comenzó a salir de tu cuerpo, empapando desde mis testículos hasta mi pubis y la parte baja de mi abdomen. Esto me excitó muchísimo y yo comencé a empujar hacia arriba para hacer aún más rápida cada penetración.
Te volviste loca y comenzaste a gritar. Me agarraste los hombros y empezaste a hacer fuerza también con los brazos para aumentar aún más el ritmo. Mi cuerpo comenzó a arquearse de forma involuntaria y sabías lo que eso significaba. Te excitaste aún más sabiendo que me podía correr de un momento a otro. Me apretaste aún más los hombros y comenzaste a saltar sobre mí mientras gritabas desesperadamente que lo querías todo para ti y que te lo diese.
De repente, te agarré el culo y lo apreté contra mí todo lo que pude. Sabías que me estaba corriendo y seguías moviéndote compulsivamente mientras notabas que mi polla palpitaba. Sentiste como mi semen ardía y llenaba el interior de tu cuerpo y gritando un "síiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii" desesperado volviste a tener otro orgasmo.