Delirios de un marginado

Donde un mundo se une con otro, y su ser se estremece por la explosión que ocasionan aquellos dos cuerpos celestes cuando chocan. Es la designación que mi mente le puede dar al momento que viví en aquel frio callejo donde nadie nos veía, pero éramos presas del morbo por ser descubiertos.

NOCHES DE UN MARGINADO

Donde un mundo se une con otro, y su ser se estremece por la explosión que ocasionan aquellos dos cuerpos celestes cuando chocan.

Es la designación que mi mente le puede dar al momento que viví en aquel frio callejo donde nadie nos veía, pero éramos presas del morbo por ser descubiertos. Sus labios recorrían mi cuerpo mientras que mis manos acariciaban su tenso cuello.


Entre la luna mas llegaba a lo alto del cielo, el frio se asentaba en las calles de la ciudad de la furia donde los que caminamos a esas horas somos hombres apócrifos que cargamos con nuestras mascaras de odio y decepción. Nuestro frio corazón no permite que la nieve que cae nos haga daño, nuestras mascaras nos protegen del viento helado que corre sin cesar ni discriminar; nuestras huellas, tal como nuestras vidas, van borrándose y desapareciendo como si nunca hubieran existido, solo queda el soplido del viento que nos toco y siguió.

El testimonio de nuestra vida es tan insignificante que ni la misma historia repara en ella. Somos las personas que nunca significaron ni significaran, donde nuestro criterio es tan importante como el copo de nieve que cae sobre un gran manto blanco que sirve de tapete para las miles de huellas que existen en el mundo. Pero como todo en este mundo donde las cosas tienen un carácter de dualidad intrínseco en su ser, el olvido en que nos tiene el mundo, nos lleva a otros congéneres para que disfrutemos de nuestras fechorías en la oscuridad del abandono y la penumbra de la noche.


Con mis manos entre los bolsillos, dirigiéndome, como siempre, a ningún sitio, pude percatarme de que la noche se encontraba ya en su ápice, la luna llena que nos había regalado la naturaleza iluminaba las partes que las luces del hombre no podían alcanzar. Las luces eran esporádicas pero con el reflejo de la bella luna, podía ver el camino por el cual mis huellas iban quedando rezagadas al punto de ser olvidadas. El caminar sin rumbo fijo, en mi mente turbia de pensamientos y enredada de, provocaba un sentimiento de abandono en mi ser que me empujaba a cumplir con los impulsos que pedía mi decadente cuerpo.

Mi mente, a pesar de estar entretenida, mi cuerpo me dirigía a aquella esquina de perdición, de dudosa fama y sospechosa procedencia, pero que gozaba de fama en la ciudad. Mis pasos eran ligeros y mis ganas se incrementaban con facilidad, mis impulsos no pudieron ser detenidos por aquellos chiquitos débiles que llamamos argumentos. A pesar de ya haber tenido horribles experiencias en ese sitio de mala vida, mi cuerpo necesitaba el hediondo olor de aquellas calles donde la luz fosforescente no alcanza a llegar y el humano no se atreve a alcanzar, necesitaba caminar por entre la nieve y ser observado por decenas de ojos con deseo y lujuriosas miradas que podían resultar peligrosas, mi cuerpo necesitaba ponerse en peligro.

Faltando una esquina para el nido de buitres necesitados, mi cuerpo reaccionó, pero no como lo esperaba yo…


Aquellos ojos plateados me llamaron desde la oscuridad, mis pasos se encaminaron pero mi mente estaba absorta en esos preciosos ojos, ni su rostro, ni su pelo, ni su boca, ni sus manos que empezaron a recorrerme el cuerpo, podían distraerme de la bella imagen que tenía en mi mente. Mi boca semi-abierta recibió su lengua, pero mis ojos no cedían a dejar de ver los suyos, era como la perfección a menos de un metro de mi, cuando deja de ser un humano con dos ojos y es mi ciclope puedo admirar su color plateado metálico que inundo mi alma y dejo perplejo mis sentidos. Lo único que logro sacarme de mi trance fue ver como lentamente cerraba aquella maravilla de la naturaleza para poder pelear en mi boca, su lengua contra la mía. Sus manos seguían recorriendo mi cuerpo, milímetro a milímetro, buscando incesante uno de mis pezones para poder pellizcar con delicadeza permitiéndome sentir placer de una manera que jamás había sentido. Era raro, las terminales nerviosas de todo mi cuerpo se encontraban sensibles, el mínimo roce que producía el helado viento en mi cuerpo hacia que mi pene se levantara cada vez más.

El pudo notar mi flamante erección, con una sonrisa pícara me dirigió una mirada con la cual caí muerto, sus bellos ojos me dejaron en el éxtasis mental. Su cabeza fue bajando mientras que con su mano subía mi camisa que dejaba al descubierto un abdomen no muy trabajado pero tampoco muy flácido. Sus labios recorrían mi cuerpo mientras que mis manos acariciaban su tenso cuello. Sus bellos labios recorrían tiernamente mi cuerpo, sus manos pellizcaban ahora mis dos pezones lo cual causaba que yo soltara ligeras olas de placer que expresaba en pequeños y breves gemidos que eran apagados por los demás gemidos de las personas que se encontraban a mi alrededor en las mismas circunstancias. Sus manos ya bajaron a mis nalgas aun cubiertas por el vaquero que llevaba, pero su boca no tardó en demostrar su verdadera intención.

Debajo de los vaqueros y del bóxer que llevaba, mi erección palpitaba con ansias de salir, pero él no quería aun, su boca se ubico encima de mi paquete y todo lo que hizo fue masturbarme con todo encima. Sus manos recorrían mi espalda dejando entrar levemente las corrientes del frio que hacían de mi cuerpo una bomba llena de placer que estallaría pronto. Mis gemidos no cesaban e iban en aumento, mis manos se encontraban inquietas que jugaban con el pelo del muchacho, mi labio inferior era mordido fuertemente, mi espalda se encontraba cada vez mas encorvada de placer, mis ojos estaban a punto de dar la vuelta 360°, mi respiración era agitada y entrecortada, mi mente divagaba en la imagen de sus ojos; pronto seria mi apoteosis gracias al joven de los ojos plateados.

Sus manos se deslizaron lentamente hacia el cierre de mis vaqueros, con ternura, logro bajarlo sin necesidad de la otra mano, acaricio mi paquete por encima de la tela, la suavidad de su movimiento provocaba que mi prepucio bajara lentamente y rosara el flequillo produciéndome más placer. La ansiedad me obligo a bajarme a mi mismo los bóxer, mis modestos 16 cm salieron erectos viendo al cielo golpeándole levemente la cara al muchacho que se encontraba arrodillado en frente a mí. Solté un gran gemido cuando sentí el contacto de su lengua en mi glande, la recorría por todos lados mientras que sus manos jugaban con mis testículos, el frio viento golpeaba mis nalgas, el mayor placer que había sentido.

Cuando se introdujo completamente mi mástil en su boca, mi espalda se encorvo por un espasmo de placer, mis manos temblaron y mis piernas flaquearon, mi vientre vibro y mi cerebro mando, el orgasmo venia pronto mientras el continuaba con el mete y saca, mis ojos se iban cada vez mas al cielo. Su mano derecha masajeaba lentamente mi nalga, en cierto momento un dedo logro introducirse en mi ano lo que causo lo inminente, un gran estallido en mi cuerpo se reflejo en la boca del muchacho que se lleno de mi lefa con tres, cuatro tallazos que logro emitir mi pene. Siguió chupando hasta limpiar complejamente mi corrida de mi pene…


Ahora mi camino se hacía cada vez más lejano, el muchacho había quedado postrado ahí sin más, al vestirme salí de ese sitio sin siquiera mirar atrás, repetía los pasos que había dado, pero esta vez iba en dirección opuesta a mi anterior destino, pero una vez mas mi destino era desconocido…