Delicioso y Prohibido II. La seducción de Diego.

Como buena madre, pensé que Diego debería de tener los mismos privilegios que su hermano Juan, así que no paré hasta conseguir que los tuviera.

Delicioso y Prohibido II. La seducción de Diego.

(Viene de Delicioso y Prohibido I. La Seducción de Juan)

Habían pasado algunos meses desde que hice el amor con Juan por primera vez y entre los dos marchaba todo a las mil maravillas.

Cada vez estábamos más compenetrados en todos los aspectos y en la cama éramos una sola máquina de follar.

Procurábamos que mi hijo menor, Diego, no se diera cuenta de nada, pero la verdad es que yo pensaba que podía sentirse desplazado, sin entender por qué y eso podía ser un trauma para él.

Yo intentaba repartir el cariño entre los dos a partes iguales, pero mi relación con Juan era más intensa que con Diego, y por tanto, la calidad de las caricias era distinta, por lo menos.

Además, había otro asunto y es que deseaba atraer a Diego y defenderme de mi ex, de la misma forma que había conseguido atraer a Juan. Pensaba también que si Diego llegaba a percatarse de lo que ocurría podría ponerme en un aprieto, contándole a su padre, mi exmarido, lo que sucedía,

y que una buena forma de comprar su silencio era hacerle participar.

Y además de todo esto, tengo que reconocer que me lo quería follar a él también.

Pensé que había un problema, y era como se tomaría Juan el hecho de compartirme con Diego, no como madre, sino como hembra ¿Se pelearían entre ellos?

Una noche del domingo, cuando los dos teníamos más deseos el uno del otro, después de que Juan hubiera venido a mi cuarto y hubiéramos hecho el amor, comencé a convencer a Juan.

-Juan, me preocupa tu hermano-

  • ¿Qué le pasa a Diego?-

-Me parece que lo estamos dejando un poco desplazado- Juan callaba. Se puso a mirar el techo. Yo continué.- Temo también que nos descubra y que vaya con el cuento a tu padre, y eso sería un desastre.- Nos quedamos los dos callados.

Al fin, Juan contestó - ¿Y qué vamos a hacer entonces? ¿Quieres que lo dejemos? –

-¡Nooooo!- Le dije. –Hacer el amor contigo es lo más delicioso que he hecho en mi vida- Suspiré. –Pero tal vez, estoy pensando, que él también tiene derecho….- Y extendí la mano para tocarle a Juan su pene relajado, después de haberse corrido en mi interior – Tiene derecho a esto.-

  • ¿Qué me estás proponiendo? ¿Qué Diego también haga el amor contigo?-

-Bueno, creo que solucionaría muchos problemas ¿no crees?- Juan se dio media vuelta. Parecía que no le hacía mucha gracia la idea. -¡Haz lo que quieras!-

Me abracé por la espalda y le besé tiernamente.

–No te preocupes. Tú siempre tendrás tu parte. Eres el mayor y eres el primero. Yo tendré que abrir mis piernas un poco más.-

Me respondió abruptamente - ¿Qué pasa? ¿Es que conmigo no tienes bastante?-

-¡Noooo, cariño! ¡No es eso! Pero yo soy tan de él como de ti. Y creo que él también tiene derecho.

Fui a acariciar el pene de Juan y me llevé una sorpresa al verlo excitado. – Te voy a demostrar como yo tengo amor para los dos- Busqué su vientre y comencé a lamer la cabeza de su pene. Juan me cogió de los pelos mientras me comía su pene entero y comenzaba a masturbarle con los labios. Su pene estaba a cien, pero claro, no había descansado aún lo suficiente como para echarme otro polvo ni eyacular. Así que finalmente, casi suplicándome me dijo -¡Ahhh, Mamá, déjame descansar!-

Le besé en la boca. – Es que como te he visto así, he pensado que querrías más- Me agarró de las nalgas y sentí su pene endurecido en mi vientre. Nos abrazamos y nos quedamos distendidos durante bastante tiempo.

Cuando yo tomo una decisión. La cumplo, así que a partir de entonces, comencé a usar con Diego, las mismas tácticas que con Juan. Empecé a despertarle por las mañanas yendo muy ligerita de ropa. Es cierto que desde que me acostaba con Juan me había relajado bastante en la cuestión de mantener una forma de vestir

pudorosa para con mis hijos, pero con Diego siempre me guardaba un poco. Con Juan no tenía secretos.

La primera vez que me vio aparecer en ropa interior en su cuarto, una ropa interior elegida para causarle efecto, con un sostén minúsculo y unas tangas de infarto, los ojos se le salieron de las órbitas. Pensaba que terminaría cayéndosele la baba. Juan meneaba la cabeza como no creyendo lo que sucedía al verme salir del cuarto de Diego. Le guiñé el ojo.

Como dije en la historia anterior, Diego normalmente salía más que Juan, a sus entrenamientos, a sus clases. Así que no me podía ocultar de Juan para seducir a Diego, pero pensaba que tampoco tenía necesidad. Juan ya sabía lo que sucedía. Cuando los chicos vinieron del Instituto, se quedaron con la boca abierta al verme vestida con un pantalón vaquero muy muy corto y una camiseta sin mangas y muy escotada, sin sujetador.

Los dos chicos clavaban su mirada en mis pezones, y esa mirada hacía que cada vez mis pezones estuvieran más tiesos. -¡Vamos chicos! ¡A comer!- Sentía que sus miradas se me calvaban en el pliegue de las nalgas, que asomaban por debajo del borde del pantalón.

Diego no dejaba de mirar mi escote. Juan lo miraba también, y movía la cabeza. Y yo le sonreía y le volvía a guiñar el ojo.

Cuando Diego salió a su entrenamiento, fui a buscar a Juan a su cuarto.- Me cogió por la cintura y me miró a los ojos.-Eres una chica muy mala, ¿sabes?- Me dijo mientras me agarraba las nalgas.

Me bajó el tirante de la camiseta y comenzó a morderme con los labios el pezón del pecho que dejó al descubierto.

Se sentó en la silla de su mesa de estudios y con un gesto autoritario me indicó que me pusiera de rodillas delante de él. Le obedecí. Le desabroché la correa del pantalón y se los bajé a la altura de la rodilla. Le saqué la picha de los calzoncillos, ya bastante crecida y me la metí en la boca.-

-Una chica mala, mala de verdad- Me decía mientras le miraba a los ojos y me comía todo su pene y comenzaba a masturbarle con los labios.

–Una putita muy traviesa.-

Nunca me había llamado puta. Nunca me había dicho palabras de ese tipo, pero no se lo tomé a mal. Me excitó oírlo. Me gustó. Su mano fue directa a mi pecho y comenzó a manosearlo con fuerza. – Me vas a volver loco de celos.- Y yo le miraba lo más inocentemente que podía mientras movía mis labios por todo el tallo de su esparrago.

Lo sentí derramarse en mi boca. No me gusta tragarme el semen , pero aquel día lo hice. Me lo tragué mientras su vientre embestía una y otra vez contra mi cara y su mano apretaba mi nuca contra su cuerpo.- ¡Putita mala… Putita mala… Aghhhh!

Casualmente, el cerrojito del cuarto de baño se volvió a romper el martes por la mañana. No me costó desaflojar los tornillos de nuevo para que cediera. Casualmente, empecé a solicitar la ayuda de mis hijos para las más diversas cuestiones mientras me duchaba. Siempre le pedía a Diego que entrara él, pues debía dejar a su hermano que estudiara. Y yo me imaginaba a Juan moviendo la cabeza cuando hacía estas cosas. Y Diego entraba. La primera vez fue una sorpresa verme desnuda en el baño, a través de la mampara traslúcida mal cerrada. Cada vez entraba más decidido, y creo que no me equivocaría si para él sería una desilusión el que no le llamara.

Diego me miraba con hambre. Diego no es como Juan. Juan es tímido y recatado. Diego es extrovertido y deportista, y si ve una mujer desnuda en la ducha y la desea, no lo disimula. Juzgué que después de una semana, el chico ya masturbaba pensando en su mamá.

Una tarde Diego se duchaba. Me tenía que meter en la ducha con él. Mande a Juan a hacer la compra. Se fue enfadado, moviendo mucho la cabeza. Yo me desnudé. Entré en el cuarto de baño y me hice la sorprendida al ver a Diego. Dejé que se escurriera la toalla. –¡Ay, Diego! ¡Es que tengo tanta prisa! ¿No bañamos los dos a la vez?-

Diego me dejó pasar. Le invité a que le enjabonara la espalda. No se extralimitó, así que cogí la manopla después y yo me puse a enjabonarle. Le pasé la manopla por todo el cuerpo. Me entretuve en sus nalgas firmes y duras, en su pecho, y cuando llegué a su vientre, comencé a menear su pene, y a sentirlo tomar vida. Me acerqué a sus labios y lo besé. Primero fue un beso tierno, suave y corto. Luego fue otro, y luego otro, cada vez más largo, cada vez más apasionado.

La manopla desapareció de mi mano, y pude sentir en mis dedos la piel suave de su pene.

Me agaché. Le besé el pecho, le lamí sus pezones de hombre, y poco a poco, mi lengua recorrió su abdomen hasta encontrar la base de su pene. Le lamí el escroto, lo tomé entre mis labios y le miré a los ojos. Me miraba con los ojos entornados. Callado.

Tomé la punta de su pene entre mis labios, lamí su glande. El agua había parado de caer. Él debió cerrar el grifo, como para indicarme que nada debía de interferir en el momento, así que comencé a mover mis labios a todo lo largo de su pene. Diego callaba. Yo lamía y movía mis labios.

Puso sus dos manos sobre mis hombros, y luego me agarró la base del cuello. Sentí las palmas de sus manos en las orejas. Al fin soltó un tímido –Sigue-

Lo agarré por detrás. Me encantaban sus nalgas duras de joven deportista. Comencé a mover la boca con rapidez. Estaba muy excitada y sentía que Diego lo estaba también.

De pronto se abrió la puerta del baño. Me había olvidado de Juan. Nos miró y se fue dando un portazo. Pensé que no debía importarme y debía de darle a Diego lo suyo, y que ya solucionaría lo de Juan. Pero Diego me apartó. –¡Que hago!- musitó. Salió del baño y se fue corriendo a su cuarto. Me quedé a dos velas, pero aproveché que estaba en el baño para ducharme, y para masturbarme.

Cuando salí de la ducha, Juan se había ido. Diego estaba en su cuarto. Yo estaba un poco enfadada con Diego, y Juan conmigo.

Pero yo creo que entendía lo que le pasaba a Juan mejor que él mismo.

Juan vino a las diez, contestando monosílabos. Se puso a estudiar. No cenó. A las doce se acostó. Fui a buscarlo a su cuarto. Estaba despierto. Quise llevarlo a mi cama pero se opuso. Simplemente no pude levantarlo cuando tiraba de su mano, y al hacerle cosquillitas se sacudió de mis manos.

Me fui. Al cuarto de hora apareció en calzoncillos.

  • ¿Qué has hecho con Diego?- Me regañó- ¿habéis follado? – No le contesté. –¡Dime, zorra! ¿Habéis follado?- Me levanté para darle un sopapo en la cara al niñato. Pero me cogió las manos. Me dio un tirón al camisón que llevab puesto y me lo rompió. Me tiró sobre la cama y me arrancó el

tanguita que me había puesto para ir a su cuarto. Me asustó su reacción.

Se tiró sobre mí y me cogió las manos. -¿Qué haces? ¡Suéltame!- Le dije retorciéndome. Sentí su pene penetrarme con decisión. Le miré a la cara y tenía la mandíbula encajada. Me miraba fijamente con una mezcla de deseo y rabia. Comenzó a embestirme de manera decidida, fuerte, agresiva, casi violenta. Nunca me habían follado de esa forma, ni él ni nadie.

Me la clavaba hasta el fondo y se separaba para volverla a clavar. Empezó a pasar su rabia y yo empecé a corresponderle como debía a aquella manera de follar. Volvimos a convertirnos, madre e hijo en una máquina perfecta de follar. Los dedos que me agarraban por las muñecas se habían fundido ahora con mis dedos, entrelazándose con fuerza a los

míos.

Buscó mi boca mientras eyaculaba. Sentí el chorrito de semen caliente de semen en mi vagina, y comencé a correrme, con un orgasmo monumental. El más rico, largo e intenso que había sentido jamás.

Quedó tendido sobre mí, le acaricié las nalgas, la espalda, la cabeza. – Yo se lo que te pasa- Le dije susurrándole al oído. – No es que tengas celos de Diego, es que no puedes aguantar la idea de que te excite tanto verme haciendo el amor con él.-

Me besó intensamente en la boca. Me metió la lengua hasta el paladar. Al fin y al cabo, Juan no tenía una fantasía que no hubiera tenido antes su padre, mi exmarido.

Esa noche nos dormimos tarde Juan y yo. Decidimos que los dos pondríamos de nuestra parte para que Diego disfrutara de los mismos privilegios de los que disfrutaba él. Luego, hicimos de nuevo el amor. El despertador sonó pero lo apagué buscando unos minutos más de descanso y cuando me desperté era tarde. Diego estaba a los pies de mi cama, observándome a mí junto a su hermano, desnudos y abrazados los dos. -¡Diego!-

No dijo nada. Llevaba la mochila puesta. Se fue al Instituto solo. Juan se fue una hora después.

La situación me pareció ahora muy preocupante, así que decidí que había que acelerar los pasos con Diego. Si el fin de semana se iban con el padre, y Diego no había follado conmigo, podría contarle a mi ex lo que había visto y había intentado, y entonces sería un desastre. Yo estaba segura que Diego me deseaba, así que tenía que forzar una situación definitiva.

Así que cuando vinieron del Instituto los miré a la cara. Diego no quería mirarme y Juan me sacudía la cabeza, como diciéndome que había intentado hablar con él. Había tensión en la casa y cuando tuve un rato a solas con Juan le pregunté qué había dicho o comentado.

-Mamá, dice que él no quiere ser un estorbo entre nosotros. Pero yo se que se siente como tú decías, desplazado. Yo ya le he dicho que tu deseo es que tenga los mismos privilegios que él tiene, pero no se lo cree. Dice que lo haces a la fuerza.-

Me imaginé lo que pasaba por la cabeza del orgulloso Diego. –Juan- Le dije mirándolo seriamente – Cuando tu hermano venga del entrenamiento, te piras- Y chasqueé los dedos como se suele hacer.

Juan movió la cabeza, pero esta vez para asentir.

Diego llegó cansado del entrenamiento. Miré a Juan, que en ese mismo instante dijo para que yo le oyera bien que había quedado con un compañero de clase para hacer un trabajo.

Diego se metió en la ducha.

Ya me lo imaginaba bañándose como el día anterior. Me desnudé en mi dormitorio y me metí en el baño. Diego me miró fijamente y apartó la vista. Estaba resentido, pero no creí que el resentimiento le fuera a durar mucho al verme desnuda y ofrecerme de aquella manera.

Me metí en la ducha con él. Lo abracé e intenté besarle en la boca. Al principio la rechazó, pero luego me atrapó los labios con los suyos. El agua caliente nos caía por la cabeza y los hombros. Esta vez él me agarraba las nalgas con más fuerza que yo a él. - ¿Quieres que te lo haga? – Le dije mirándole a los ojos -¿Te hago lo de ayer?-

Me miró serio y me dijo -¿Lo vas a hacer por lástima? – Le besé en la boca. –Lo voy a hacer porque te lo mereces.- Le volví a besar y nuestras lenguas se entrelazaron. Sus manos recorrían mis costados, y se posaban en mis nalgas.

  • ¿A él también se la comes?- Me dijo Diego

-A Juan le encanta que se la coma, y le encantan otras cosas que te enseñaré a ti si tu quieres ¿Quieres?-

-Claro que quiero.- Me dijo, y me hizo una confesión que me llegó al corazón – Has sido la musa de mis fantasías eróticas desde que se me levanta? –

Le cogí el pene y comencé a ordeñarle con la mano, porque no podía separar mi boca de la suya. Le acariciaba el escroto con los dedos, moviendo los dedos desde detrás hacia delante y luego le cogía el pene en la palma de la mano.- Pues si yo soy tu musa, entonces estás de enhorabuena, porque soy tuya.- Y continué besándole apasionadamente mientras le manoseaba el pene.

Me separó y puso las manos sobre mis hombros. – Cómeme, cómemelo todo.-

Me puse en cuclillas y me metí su pene en la boca como el día anterior. Con la cabecita del pene tomada por la base por los labios, comencé a lamerle con la lengua, sobre todo debajo, que era donde mi exmarido me había enseñado que era mejor.

Diego se fue escurriendo por la pared de la ducha hasta quedarse sentado en el suelo, y yo acabé agachada con las rodillas y los codos en el suelo. Diego cerró sus piernas y noté el calor de sus muslos en mis orejas. Estiró su mano y comenzó a acariciar mi pecho. Me puse de lado para que me pudiera tocar mejor.

Comencé a utilizar mi boca como si fuera mi vagina y empecé a chuparle, a meterme y sacarme su miembro rápidamente mientras estrechaba la apertura de mi boca.

El agua me caía en la espalda. Me gustaba.

Diego estaba muy excitado. Me advirtió que se iba a correr. Saqué el pene de mi boca y empecé a restregar mis senos por su polla, mientras le miraba, con esa cara de gata encelo que se me pone cuando estoy excitada.

Vi asomar su leche y salpicarnos cuando salió disparada de su pene, para esparcirse por todo su cuerpo al contacto con su piel mojada y el agua que caía. Me abracé a él para sentir su pene en movimiento entre mis pechos.

Luego seguimos los dos en la ducha. Yo comencé a enjabonar a Diego y luego le quité el jabón con la ducha. Después me tocó a mí. Diego me enjabonó por todo el cuerpo. Pasó la manopla por todo mi cuerpo, incluso la metió entre las nalgas. Metió la manopla entre mis muslos, y yo que estaba muy caliente, no pude reprimir un gemido de placer.

Entonces cogió el teléfono de la ducha y comenzó a pasarlo por mi cuerpo, muy cerca. Aquella sensación era deliciosa. Al pasarlos por mis pezones se me pusieron a cien.- No sabes cuantas veces he soñado con este momento, Mamá.- Me dijo

Parecía que lo tenía todo planeado, desde luego. Sabía dónde tenía que dirigir el chorrito de agua y nada quedaba al azar. Puso el chorrito entre mis nalgas. Sentí el cosquilleo en el mismo agujero. Luego paseó el teléfono por mitad de mis piernas, haciendo que el chorrito se estrellara contra los labios de mi sexo y mi clítoris.

Comencé a gemir de placer, y entonces comenzó a pasear su mano por mi coño, mientras enfocaba el chorrito a mis pechos, que yo me manoseaba. Me eché contra la pared, apoyando la espalda pero echando mi vientre hacia adelante. Un cosquilleo intenso comenzó a bajar de mi vientre hacia mi sexo y en uno instantes mis gemidos y mis convulsiones armónicas, y el baile de mi sexo sobre la mano de Diego, lo hacía sentir exultante. Había masturbado a su madre.

Al llegar Juan de la calle le guiñe el ojo y le sonreí. Volvió a menear la cabeza de un lado a otro como diciendo “Esta mujer es increíble”.

-Esta noche lo dejas entrar a él- Le dije a Juan, que ponía cara de circunstancias. –Bueno. Qué le vamos a hacer.- Le di un beso y lo consolé. – No te preocupes, para ti serán las siestas y la mitad de las noches.- Pareció que le alegró escuchar aquello.

Por la noche, Diego se acostó el primero. Le hice una señal a Juan para que se marchara a la cama, y al poco rato, me presenté en el cuarto de Diego y le cogí de la mano. Estaba medio dormido, pero al verme llegar con tan sólo un tanga puesto y el oír que le pedía que me siguiera fue suficiente para desperezarle. Me lo llevé de la mano a mi dormitorio.

Iba a cerrar la puerta, pero pensé en Juan. No es sólo que sabía que le excitaría vernos, sino también pensaba en el polvo que me echaría al día siguiente. Nos besamos intensamente antes de tumbarnos en la cama. Yo me eché primero sobre el lecho y él se echó sobre mí. Desde donde yo estaba podía ver la puerta del dormitorio.

Me comenzó a besar en el cuello y sus manos empezaron a manosearme los pechos. Sus dedos jugaban con mis pezones. Le bajé los calzoncillos para acariciarle las nalgas. Nos quitamos mutuamente la poca ropa que nos quedaba. Sentí su mano acariciándome entre las piernas. Me coloqué abierta de piernas y le volví apretar las nalgas.

Diego se deslizó por mi cuerpo y comenzó a lamerme los pezones y a jugar con ellos entre mis labios mientras restregaba su mano contra mi sexo una y otra vez. Miré a la puerta y vi a Juan más allá mirándonos con la mano metida en los calzoncillos.

Juan se subió de nuevo. Puso su cara sobre mi hombro y empezó a meter su polla dura poco a poco en mi vagina. Me la fue clavando centímetro a centímetro, lentamente. Cuando la tenía dentro me miró orgulloso y comenzó a menearse entre mis piernas. A mí lo que me gustaban era sus nalgas, que sentía apretar

para clavar su pene hasta el fondo.

Volví a mirar a Juan, y me fijé que se estaba masturbando viendo a su hermano follarse a su madre. Aquello me puso como una moto.

Comencé a moverme también, para proporcionar a Juan una escena mejor, y a Diego, la satisfacción de haberse follado a una hembra de primera categoría.

Diego empezó a moverse

cada vez más rápido y con más recorrido, metiendo y sacando su pene casi totalmente cada vez. Había extendido sus brazos para poderlo hacer mejor y yo lo veía desde abajo, esforzarse por hacerme una buena faena. Abracé su cintura con mis brazos y apreté con fuerza. El movimiento de los dos, el uno contra el otro hacía que el climax cada fuera más intenso y yo le pregunté- ¿Te corres?- con la voz temblando, y cuando me respondió

–Sííí- Recibí la descarga de su semen en mi interior. Yo comencé a correrme también y los dos estuvimos corriéndonos durante unos momentos que me pareció eterno. Miré a la puerta. Juan ya no estaba. La luz del cuarto de baño me hizo pensar que se estaba limpiando.

Dejé que Diego durmiera conmigo aquella noche. Dejé que lo hiciera, pensando en lo orgulloso que se sentiría al salir aquella mañana de mi cuarto como un gallito, delante de su hermano.

Era viernes. Los vería un ratito al medio día y luego su padre vendría a por ellos. Los dos se despidieron de mi besándome en la boca cuando se fueron al instituto. Le guiñe el ojo a Juan porque quería que supiera que no le defraudaría.

Eché mucho de menos a los chicos aquel fin de semana, a pesar de la semana tan intensa que había llevado. Luego pensé que a partir de aquel día, siempre sería así, complaciendo a sus dos machitos a la vez.

El domingo llegaron los dos muchachos. Parecía que ya habían resuelto sus diferencias. Diego había aceptado que por ser más pequeño había empezado más tarde, y Juan que era el momento de compartirme con Diego. Nos pusimos a ver la televisión. Juan metió un pen-drive que contenía una película. Era una película porno. Me excitó mucho la idea de ver la película entre los dos muchachos. Estaba en medio de los dos. Yo me había sentado en el sofá y ellos se habían sentado cada uno a un lado.

Empezaron a aparecer imágenes demasiado explícitas. Juan colocó su mano sobre mi muslo desnudo. Yo ya, delante de los chicos no me tapaba, así que llevaba unas bragas y una camiseta larga. No llevaba sujetador. Ellos también estaban ligeros de ropas.

Diego comenzó a manosearme el otro muslo.

Juan apagó el televisor. Me plantó los labios en la boca y recibí un beso apasionado. Diego empezó a subir la mano por mi muslo hasta arriba del todo. Juan me dijo mirando a los ojos.

-¿Sabes Mamá?

Este fin de semana hemos estado hablando los dos y hemos llegado a la conclusión que tú eres hembra suficiente para los dos-

Me dijo mientras me subía la camiseta y me la quitaba de encima.

Los dos chicos se tiraron de boca a mis pechos. Comenzaron a lamerlos mientras cada uno tiraba de uno de mis muslos y me obligaban a abrir mucho las piernas. Ambos me acariciaban el sexo mientras me lamían los pezones y hacían como si mamaran de ellos.

Eché la cabeza hacia atrás, y la apoyé en el respaldo del sofá. Aquello me parecía increíble. Mi coño estaba empapado. Metí las manos en sus calzoncillos. Cada mano acariciaba la picha de uno de mis hijos. Me preguntaba si llegaría a distinguirlas en la oscuridad algún día. Eran deliciosas. Juan me indicó con un gesto que le prestara atención a Diego, así que me agaché hasta su vientre y comencé a lamerle la picha. Diego se bajó los calzoncillos y se deshizo de ellos. Juan me empujó para obligarme a ponerme de rodillas delante de Diego. Comencé a chupar su pene para masturbarle. Me excitaba de nuevo la idea de que Juan me viera dándole sexo a Diego.

Pero Juan no se contentó con contemplar. Se levantó y se colocó a mi espalda. Sentí deslizar sus dedos por la costura de mis bragas y echarlas hacia abajo. Separé mi boca del miembro de Diego y apoyé la cara en su muslo, mientras sentía que Juan se acercaba pro detrás y comenzaba a meterme su miembro erecto. YO veía el miembro erecto de Diego al lado. Quise atraparlo con mi boca de nuevo, pero Diego me lo impidió. - ¡Déjalo! ¡Tengo otros planes para hoy!-

Las piernas de Juan estaban entre las mías. Me agarraba por la cintura y me atraía hacia él al tiempo que él sacudía su cintura y estrellaba su vientre contra mis nalgas. Puse las manos en mis nalgas y me las separé para sentirla entrar en mí con más fuerza. Diego comenzó a manosearme un pecho mientras me sujetaba la cara contra su muslo. Su pene parecía la torre de pisa que salía sobre el horizonte rubio y peludo de su pubis.

Una mano de Juan se deslizó pro el vientre y comenzó a acariciarme el clítoris mientras me follaba. Comencé a gemir -Ouh ouh ouh-

cada vez que me embestía. Mi cara se movía y mi mejilla se frotaba contra los muslos de Daniel. Sentía el movimiento basculante del pecho que no estaba atrapado por la mano de Diego.

Comencé a sentir la proximidad del orgasmo. Estaba a punto de estallar. Grité por fin.- ¡Me voy a correr!

Y al cabo de unos segundos me invadió una ola de intenso calor, de placer, de cosquillas en el interior de mi cuerpo. Juan entonces comenzó a bombear su semen contra mí, moviéndose

exageradamente, y agarrándome con toda su fuerza de una manera posesiva.

Se echó sobre mi espalda y comenzó a besarla, una vez que había acabado. Cerré los ojos, pero cuando los abrí, ahí estaba la torre de pisa sobre el vientre rubio de Diego. Me quedé disfrutando del orgasmo sentido, de la sensación gratificante del cuerpo de Juan sobre mi espalda, y del semen en mi vagina.

Apartó el pelo de mi mejilla y me besó tierna y repetidamente. Luego se levantó. Yo me abracé a Diego. Quería buscar su polla, pero volvió a impedirme que la atrapara. Se puso de pie y me ayudó a levantarme tirando de mi mano. Diego comenzó a andar y fui detrás de él hasta mi dormitorio. Me empujó hasta la cama y caí de bruces. Me tomó las dos manos y puso mis piernas sobre sus hombros. Entrelacé los tobillos detrás de su cuello. Mi coño seguía húmedo cuando comencé a notar que me penetraba con

su ariete. Juan entró y se puso en la cama, de rodillas detrás de mí. Me agarró las manos y los puso por encima de mis hombros. Me miraba a la cara y miraba cómo Diego me follaba.

Diego estaba de píe mientras me embestía una y otra vez con las piernas arqueadas. Yo estaba en el filo de la cama. El hecho de que Juan me atrapara las manos me ponía muy cachonda.

Antes de que me diera cuenta, estaba otra vez excitada, con el climax por las nubes y el orgasmo viniendo lentamente. Diego movía su cuerpo desde atrás hacia delante, y al llegar a mi sexo, se levantaba y se separaba ligeramente, para volver a empezar. Pensé en que me estaba penetrando cuando el semen de su hermano todavía estaba dentro de mí y aquello no lo puede aguantar. Comencé a gemir de nuevo, a llorar de placer, y chillar mientras me corría. Volví a sentir una nueva ola de líquido viscoso y caliente que salía a chorritos del pene de Diego.

Me acordé cuando unos meses antes los había llevado a los dos a hacerse la fimosis y pensé lo hermoso que sería ser follada por los dos. Pero nunca me imaginé que sería así, casi a la vez, uno detrás de otro. Aquella noche dormimos los tres juntos. Yo en el centro, y mis dos cachorros, uno a cada lado.

Mis chicos han aprendido a organizarse. Los lunes y miércoles soy de Juan. Los martes y jueves duermo con Diego. Y los domingos, cuando vienen de casa de su padre, dormimos los trtes juntos.

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